jueves, 14 de julio de 2011

La epopeya de Gilgamesh

por oldcivilizations

Recientemente se hizo un sensacional hallazgo en la colina de Kuyunjik, Irak, en donde estuvo ubicada  Nínive, una de las ciudades míticas de Mesopotamia.  Consistía en una  heroica epopeya grabada en doce tablillas de arcilla y  que pertenecían a la biblioteca de rey asirio Ashurbanipal.  La epopeya fue escrita en acadio; más tarde se encontró una segunda copia de la época del Rey Hammurabi.

Es un hecho que la versión original de la epopeya de Gilgamesh tiene su origen en los sumerios, ese pueblo misterioso que dejó asombrosos números de quince dígitos y una astronomía muy avanzada. También está claro que el hilo principal de la epopeya de Gilgamesh corre paralelo al libro bíblico del Génesis.
La primera tablilla de arcilla de los hallazgos de Kuyunjik relata que el héroe victorioso Gilgamesh construyó una muralla alrededor de Uruk. Leemos que el “dios del cielo” vivió en una majestuosa casa que contenía graneros y que los guardias se colocaron en la muralla. Leemos que Gilgamesh era una mezcla de “dios” y hombre – dos tercios dios y un tercio hombre. Los peregrinos que llegaban a Uzuk lo miraban con temor.

En otras palabras, el comienzo de la narrativa contiene la idea de mezcla entre “dioses” y hombres nuevamente. La segunda tablilla nos cuenta que otra figura, Enkidu, fue creado por la diosa del cielo, Aruru. Erkidu es descripto con gran detalle. Todo su cuerpo estaba cubierto de pelo; usaba pieles, comía pasto de los campos y bebía en las mismas aguadas que los rebaños. También retozaba en las cataratas (¿????).
Cuando Gilgamesh, el rey de la ciudad de Uruk, oyó sobre esta poco atractiva criatura, sugirió que le dieran una hermosa mujer para que se separara de los rebaños. Enkidu, inocente personaje, cayó en la trampa del rey y pasó seis días y seis noches con una beldad semi-divina. Esta real complacencia nos hace pensar que la idea de mezcla de razas entre un semidiós y un medio animal no era considerado tan anormal en esta época.

La tercera tablilla sigue contando como una nube de tierra vino de la distancia. Los cielos rugieron, la tierra se estremeció y finalmente el “dios sol” salió y tomó a Enkidu con poderosas alas y garras (¿????). Leemos con asombro que cayó como plomo en el cuerpo de Enkidu y que su peso le pareció como el de una roca.  Incluso si le reconocemos a los antiguos cuentistas una fértil imaginación y descontamos las adiciones hechas por traductores y copistas, lo increíble sigue estando en ¿cómo pudo saber el antiguo cronista que el peso de un cuerpo se convierte en pesado como plomo a cierta aceleración? Hoy en día sabemos todo sobre las fuerzas de gravedad y aceleración. Cuando un astronauta es empujado hacia atrás por una fuerza de varios G en el despegue, ha sido calculado de antemano. ¿Pero cómo se le ocurrió la idea al antiguo cronista?

La quinta tablilla narra cómo Gilgamesh y Enkidu salieron a visitar juntos la morada de los “dioses”. La torre en que los dioses vivían podía ser vista centelleando a la distancia mucho antes de llegar a ella. Las flechas y misiles que los viajeros enviaron a los guardias rebotaron sin hacerles daño. Y cuando llegaron al recinto de los “dioses” una voz les rugió:” ¡Dénse la vuelta! Ningún mortal viene a la montaña sagrada donde los dioses habitan; el que mira a los dioses a la cara debe morir“. “No puedes ver mi cara, porque ningún hombre podrá verme y vivir“. Otro ejemplo de la privacidad extrema que practicaban los “dioses”.

En la séptima tablilla está el primer relato de un testigo de un viaje espacial efectuado por Enkidu. Voló por cuatro horas agarrado en los talones de bronce de un águila. Así es como la historia lo relata, literalmente: “Me dijo: ‘Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como una montaña y el mar era como un lago. Y nuevamente voló por cuatro horas y me dijo: ”Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como un jardín y el mar era como la cañada de un jardinero. Y voló más arriba aún otras cuatro horas y dijo:”Mira hacia abajo a la tierra. ¿A qué se parece? Mira al mar. ¿Qué te parece?’ Y la tierra era como migas y el mar era como un canal de agua.”
En este caso, alguna criatura viviente debe haber visto la tierra desde una gran altura, ya que la descripción es demasiado acertada para ser el producto de simple imaginación. ¿Quién podría decir que la tierra parecía de migas y el mar como un canal de agua si no tuviera algún concepto de cómo se ve la tierra desde las alturas? Porque la tierra realmente se ve como un rompecabezas de migas y canales de agua desde una gran altura. Cuando la misma tablilla nos cuenta que una puerta habló como una persona viviente, sin duda identificamos el fenómeno con un tipo de altavoz.

Y en la octava tablilla el mismo Enkidu, que debe haber visto la tierra desde una considerable altura, muere de una enfermedad misteriosa, tan misteriosa que Gilgamesh pregunta si no se le habrá transmitido por el aliento venenoso de un pecho celestial. ¿Pero de dónde sacó Gilgamesh la idea de que el aliento venenosos de un pecho celestial podía causar una enfermedad incurable y fatal?
La novena tablilla describe cómo Gilgamesh llora la muerte de su amigo Enkidu y decide emprender un largo viaje hasta los dioses, porque está obsesionado con la idea de que puede morir de la misma enfermedad que Enkidu. La narrativa dice que Gilgamesh llegó a dos montañas que sostenían los cielos y que estas dos montañas enmarcaban el portón del sol. En el portón del sol encontró dos gigantes, y después de una larga discusión lo dejaron pasar porque era dos tercios de dios él mismo.

Finalmente Gilgamesh encontró el jardín de los dioses, más allá del cual se extendía el mar sin fin. Mientras Gilgamesh estaba en camino, los dioses le advirtieron dos veces: “Gilgamesh, ¿por qué te apuras? No encontrarás la vida que buscas. Cuando los dioses crearon al hombre, lo destinaron a la muerte, pero retuvieron la vida para ellos.”
Gilgamesh no escuchó advertencias; quería llegar a Utnapishtim, el padre de los hombres, sin importar los peligros. Pero Utnaposhtim vivía en el lado opuesto del gran mar; ningún camino llevaba a él, ningún barco navegaba por allí excepto el del dios sol. Sorteando todo tipo de peligros, Gilgamesh cruzó el mar. Y sigue su encuentro con Utnapishtim, que es descrito en la decimoprimera tablilla.

Gilgamesh encontró la figura del padre de los hombres ni más grande ni más ancha que la suya. Y dijo que se parecían como padre e hijo. Entonces Utnapishtim le cuenta a Gilgamesh sobre su pasado, extrañamente en primera persona. Para nuestra sorpresa, tenemos una descripción detallada del diluvio. Recuerda que los “dioses” le avisaron del diluvio que vendría y le dieron la tarea de construir un barco en el cual albergar mujeres y niños, sus parientes y artesanos de todo tipo.
La descripción de la violenta tormenta, la oscuridad, la marea creciente, y la desesperación de la gente que no pudo llevar con él, tiene una tremenda fuerza narrativa incluso hoy en día. También escuchamos – tal como el cuento de Noe en la Biblia – la historia del cuervo y la paloma que fueron liberados y cómo finalmente las aguas descendieron y el barco encalló en una montaña.

El paralelo entre la historia del Diluvio en la epopeya de Gilgamesh y la Biblia es evidente y no hay un sólo erudito que lo niegue. Lo fascinante de este paralelismo es que tenemos diferentes presagios y diferentes “dioses” en cada caso. Si la historia del Diluvio de la Biblia es de segunda mano, la forma de primera persona de la narrativa de Utnapishtim muestra que un sobreviviente, un testigo ocular, habla en la epopeya de Gilgamesh.
Ha sido claramente probado que un diluvio catastrófico tuvo realmente lugar en el Próximo Oriente hace unos miles de años. Los textos cuneiformes de la antigua Babilonia indican en forma precisa dónde deben estar los restos del barco. En  la ladera sur del Monte Ararat los investigadores encontraron tres piezas de madera que posiblemente indican el lugar donde el arca encalló. Incidentalmente, la posibilidad de encontrar los restos de un barco construido principalmente en madera, que sobrevivió una inundación hace más de 6.000 años, son muy remotas.

 Además de ser un reporte de primera mano, la epopeya de Gilgamesh también contiene descripciones de cosas extraordinarias, que no podrían haber sido hechas por ninguna inteligencia viviente en el tiempo en que las tablillas fueron escritas, por más que hayan sido alteradas por los traductores y copistas que han interpretado la epopeya. Porque hay datos subyacentes entre las descripciones que deben haber sido conocidas por el autor de la epopeya de Gilgamesh.  Y podemos descubrirlas si lo miramos a la luz de nuestro presente conocimiento.
 Tal vez haciendo algunas nuevas preguntas echemos algo de luz en la oscuridad. ¿Es posible que la epopeya de Gilgamesh no se haya originado en el antiguo Oriente sino en la región de Tiahuanaco? ¿Es concebible que los descendientes de Gilgamesh vinieran de Sudamérica y trajeran la epopeya con ellos? Una respuesta afirmativa por lo menos explicaría la mención a la Puerta del Sol, la travesía por el mar y al mismo tiempo la aparición repentina de la civilización sumeria, porque como es bien sabido, todas las creaciones de Babilonia tienen su origen en los sumerios.

 Sin duda, la avanzada cultura egipcia de los faraones poseía bibliotecas en las que viejos secretos fueron guardados y enseñados. Como se sabe, Moisés se crió en la corte egipcia y ciertamente tuvo acceso a la gran biblioteca. Moisés era un hombre educado y receptivo; incluso se piensa que escribió cinco de sus libros él mismo, aunque es todavía un enigma en qué idioma los pudo escribir.
 Si trabajamos en la hipótesis de que la epopeya de Gilgamesh llegó a Egipto a partir de los sumerios y por vía de los asirios y babilonios, y que el joven Moisés lo encontró allí y adaptó para sus propios fines, entonces la historia sumeria del Diluvio y no la de la Biblia, sería la genuina. ¿No nos debemos hacer esta pregunta?
Muchas oportunidades de investigación en el antiguo Oriente sin duda zozobraron en la inviolabilidad y santidad de la Biblia. La gente no se animó a hacer preguntas y establecer sus dudas en voz alta frente a este tabú. Incluso los eruditos del siglo XIX y XX, tan iluminados, estuvieron atrapados en las redes mentales de errores de miles de años, porque de otro modo inevitablemente se habría llegado a cuestionar las historias bíblicas. Pero incluso cristianos muy religiosos deben aceptar que muchos eventos descritos en el Antiguo Testamento no pueden reconciliarse con el carácter de un Dios grande, bueno y omnipresente.
El hombre que quiera preservar los dogmas religiosos de la Biblia intactos debe estar interesado en clarificar quién educó a los hombres de la antigüedad, quién les dio las primeras reglas de vida en comunidad, quién les entregó las primeras reglas de higiene, y quién aniquiló las  razas malditas.
En vista de la inevitable confrontación con el futuro, ¿no sería más inteligente usar ideas imaginativas al observar nuestro pasado?  Pero sigamos construyendo nuestra hipótesis del pasado de la humanidad. Esta es la imagen hasta ahora: Hace una indefinible cantidad de años una nave espacial desconocida descubrió nuestro planeta. La tripulación de la nave descubrió pronto que la tierra tenía todos los requisitos para el desarrollo de la vida inteligente. Obviamente, el “hombre” de esa época no era el homo sapiens, sino algo bastante diferente. Los hombres del espacio fertilizaron artificialmente algunas hembras de esta especie, las pusieron a dormir profundamente, según dicen antiguas leyendas, y partieron.
Miles de años después los viajeros espaciales volvieron y encontraron especímenes desparramados del homo sapiens. Repitieron su experimento de apareamiento varias veces hasta que produjeron una criatura suficientemente inteligente como para aprender las reglas de la sociedad. La gente de esa época era todavía bárbara. Como había peligros que podrían hacer retroceder a la nueva raza, los viajeros del espacio destruyeron los especímenes no exitosos o se llevaron a los homo sapiens para establecerlos en otros continentes.

Las primeras comunidades y las primeras habilidades comenzaron a existir; pinturas rupestres, alfarería y primeros intentos de arquitectura. Los primeros hombres tenían un gran respeto por los viajeros del espacio. Porque vinieron de un lugar absolutamente desconocido y volvieron después allí. Fueron los “dioses” para ellos.
Por alguna misteriosa razón, los “dioses” estaban interesados en pasarles su inteligencia. Cuidaron las criaturas que crearon; querían protegerlas de la corrupción y preservarlas del mal. Querían asegurarse que su comunidad se desarrollara adecuadamente. Sacaron del medio a los que no seguían los patrones de comportamiento establecidos  y trataron que los que quedaron recibieran los requerimientos básicos para una sociedad capaz de desarrollarse.
Incluso si los hechos del Antiguo Testamento pudieran ser probados arqueológicamente en Mesopotamia, esos hechos verificados no serían prueba de la religión que les concierne. Si las antiguas ciudades, villas, e inscripciones son encontradas en una región en particular, se demuestra que la historia de los pueblos que vivieron allí es un hecho real. Pero no se puede probar que el dios de ese pueblo era el único dios (y no un viajero espacial). ¿Se le ocurriría a un solo cristiano reconocer que el dios de los pre-Incas es el genuino dios como resultado de las excavaciones en Perú?
Supongamos que la civilización actual es enteramente destruida por una guerra atómica. Cinco mil años más tarde, los arqueólogos encuentran fragmentos de la estatua de la Libertad de Nueva York. De acuerdo a nuestra forma actual de pensar, dirían que se encontraron con una divinidad desconocida, probablemente un dios del fuego (por la antorcha) o un dios del sol (por los rayos alrededor de su cabeza). Nunca se animarían a decir que era un artefacto simple, una estatua de la libertad. Después de todo, la idea de aterrizar en la luna era absurda hace pocos años.

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