lunes, 23 de septiembre de 2019

MITOS, MISTERIOS Y SÍMBOLOS INICIÁTICOS



MITOS, MISTERIOS Y SÍMBOLOS INICIÁTICOS

René Guénon,
Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XVII.

Los mitos son relatos simbólicos, lo mismo que las «parábolas», que, en el fondo, no difieren de ellos esencialmente. No carece de interés destacar que lo que se llama en la Masonería las «leyendas» de los diferentes grados entra en esta definición de los mitos, y que la «puesta en acción» de estas «leyendas» muestra bien que ellas están verdaderamente incorporadas a los ritos mismos, de los que es absolutamente imposible separarlas.

La palabra griega muthos, «mito», viene de la raíz mu, y ésta (que se encuentra también en el latín mutus, mudo) representa la boca cerrada, y por consiguiente, el silencio; éste es el sentido del verbo muein, cerrar la boca, callarse (y, por extensión, llega a significar también cerrar los ojos, en sentido propio y figurado); el examen de algunos de los derivados de este verbo es particularmente instructivo. Así, de muô (en infinitivo muein) se derivan inmediatamente otros dos verbos; muaô y mueô. El primero tiene las mismas acepciones que muô, y es menester agregarles otro derivado, mullô, que significa cerrar los labios, y también, murmurar sin abrir la boca. Por lo demás, el latín murmur no es más que la raíz mu prolongada por la letra r y repetida dos veces, de manera que representa un ruido sordo y continuo producido con la boca cerrada. En cuanto a mueô, y esto es lo más importante, significa iniciar (a los «misterios», cuyo nombre está sacado también de la misma raíz y precisamente por la intermediación de mueô y mustês), y, por consiguiente, a la vez instruir (pero primeramente instruir sin palabras, así como era efectivamente en los misterios) y consagrar; deberíamos decir incluso en primer lugar consagrar, si se entiende por «consagración», como debe hacerse normalmente, la transmisión de una influencia espiritual, o el rito por el que ésta se transmite regularmente.



Pero, se dirá, si la palabra «mito» ha tenido semejante origen, ¿cómo es posible que haya podido servir para designar un relato de un cierto género? Es que esta idea de «silencio» debe ser referida aquí a las cosas que, en razón de su naturaleza misma, son inexpresables, al menos directamente y por el lenguaje ordinario; una de las funciones generales del simbolismo es efectivamente sugerir lo inexpresable, hacerlo presentir, o mejor «asentir», por las transposiciones que permite efectuar de un orden a otro, de lo inferior a lo superior, de lo que es más inmediatamente aprehensible a lo que lo es mucho más difícilmente. Tal es precisamente el destino primero de los mitos.

Nos queda atraer la atención sobre el parentesco de las palabras «mito» y «misterio», salidas las dos de la misma raíz: la palabra griega mustêrion, «misterio», se vincula directamente, ella también, a la idea del «silencio»; y esto puede interpretarse en varios sentidos diferentes, pero ligados unos a otros. Destacamos primeramente que, según la derivación que hemos indicado precedentemente (de mueô), el sentido principal de la palabra es el que se refiere a la iniciación, y es así, en efecto, como es menester entender lo que se llamaban «misterios» en la antigüedad griega: mustikos, en efecto, es el adjetivo de mustês, iniciado; así pues, originariamente equivale a «iniciático» y designa todo lo que se refiere a la iniciación, a su doctrina y a su objeto mismo (pero en este sentido antiguo, no puede aplicarse nunca a personas).

Por lo demás, podemos agregar que no es una simple coincidencia el hecho de que haya una estrecha similitud entre las palabras «sagrado» (sacratum) y «secreto» (secretum): en uno y otro caso, se trata de lo que está puesto aparte (secernere, poner aparte, de donde el participio secretum), reservado, separado del dominio profano; del mismo modo, el lugar consagrado es llamado templum, cuya raíz tem (que se encuentra en el griego temnô, cortar, recortar, separar, de donde temenos, recinto sagrado) expresa también la misma idea; y la «contemplación», cuyo nombre proviene de la misma raíz, se vincula también a esta idea por su carácter estrictamente «interior». Así pues, es etimológicamente absurdo hablar de «contemplar» un espectáculo exterior cualquiera, como lo hacen corrientemente los modernos, para quienes, en muchos casos, el verdadero sentido de las palabras parece estar completamente perdido.

Finalmente, hay un tercer sentido, el más profundo de todos, según el cual el misterio es propiamente lo inexpresable, lo que no se puede sino contemplar en silencio (y conviene recordar aquí lo que decíamos hace un momento del origen de la palabra «contemplación»); y, como lo inexpresable es al mismo tiempo y por eso mismo lo incomunicable, la prohibición de revelar la enseñanza sagrada simboliza, desde este nuevo punto de vista, la imposibilidad de expresar con palabras el verdadero misterio del que esta enseñanza no es, por así decir, más que la vestidura, que la manifiesta y que la vela todo junto. De este modo, la enseñanza que concierne a lo inexpresable no puede, evidentemente, más que sugerirlo con la ayuda de imágenes apropiadas, que serán como los soportes de la contemplación; según lo que hemos explicado, esto equivale a decir que una tal enseñanza toma necesariamente la forma simbólica. La concepción vulgar de los «misterios», sobre todo cuando se aplica al dominio religioso, implica una confusión manifiesta entre «inexpresable» e «incomprehensible», confusión que es completamente injustificada, salvo relativamente a las limitaciones intelectuales de algunas individualidades.

Tal ha sido siempre, y en todos los pueblos, uno de los caracteres esenciales de la iniciación a los misterios, por cualquier nombre que, por lo demás, se la haya designado; así pues, se puede decir que los símbolos, y en particular los mitos cuando esta enseñanza se tradujo en palabras, constituyen verdaderamente, en su destino primero, el lenguaje mismo de esta iniciación.

Extractado de: René Guénon, Apercepciones sobre la Iniciación, capítulo XVII.

LAS PUERTAS SOLSTICIALES



LAS PUERTAS SOLSTICIALES


Jano bifronte, capilla de Saint-Vulphy, sigloXVI, Rue (Francia)

Las dos puertas zodiacales son respectivamente la entrada y la salida de la “caverna cósmica” que ciertas tradiciones designan como “la puerta de los hombres” y la puerta de los dioses” y que corresponden a los dos solsticios. Debemos precisar que la primera corresponde al solsticio de verano, es decir, al signo de Cáncer, y la segunda al solsticio de invierno, es decir, al signo de Capricornio. Para comprender la razón, es menester referirse a la división del ciclo anual en dos mitades, una “ascendente” y otra “descendente”: la primera es el período del curso del sol hacia el norte (uttaràyana), que va del solsticio de invierno al de verano; la segunda es la del curso del sol hacia el sur (dakshinàyana), que va del solsticio de verano al de invierno. En la tradición hindú, la fase “ascendente” está puesta en relación con el deva-yâna [‘vía de los dioses’], y la fase descendente con el pitr-yâna [‘vía de los padres (o antepasados)’], lo que coincide exactamente con las designaciones de las dos puertas que acabamos de recordar: la “puerta de los hombres” es la que da acceso al pitr-yâna, y la “puerta de los dioses” es la que da acceso al deva-yâna; deben, pues, situarse respectivamente en el inicio de las dos fases correspondientes, o sea la primera en el solsticio de verano y la segunda en el solsticio de invierno.

El eje solsticial del Zodíaco, relativamente vertical con respecto al eje de los equinoccios, debe considerarse como la proyección, en el ciclo solar anual, del eje polar norte-sur; según la correspondencia del simbolismo temporal con el simbolismo espacial de los puntos cardinales, el solsticio de invierno es en cierto modo el polo norte del año y el solsticio de verano su polo sur, mientras que los dos equinoccios, el de primavera y el de otoño, corresponden respectivamente, y de modo análogo, al este y al oeste. De acuerdo con el simbolismo cristiano, el nacimiento del [Mesias] Avatâra ocurre no solamente en el solsticio de invierno, sino también a medianoche; está así, pues, en doble correspondencia con la “puerta de los dioses”.

Por otra parte, según el simbolismo masónico, el trabajo iniciático se cumple “de mediodía a medianoche”, lo que no es menos exacto si se considera el trabajo como una marcha efectuada de la “puerta de los hombres” a la “puerta de los dioses”; la objeción que se podría estar tentado de hacer, en razón del carácter “descendente” de este período, se resuelve por una aplicación del “sentido inverso” de la analogía, como se verá más adelante. En el día, la mitad ascendente es de medianoche a mediodía, la mitad descendente de mediodía a medianoche: medianoche corresponde al invierno y al norte, mediodía al verano y al sur; la mañana corresponde a la primavera y al este (lado de la salida del sol), la tarde al otoño y al oeste (lado de la puesta del sol). Así, las fases del día, como las del mes, pero en escala aún más reducida, representan analógicamente las del año; ocurre lo mismo, de modo más general, para un ciclo cualquiera, que, cualquiera fuere su extensión, se divide siempre naturalmente según la misma ley cuaternaria.

Tal simbolismo se encuentra igualmente entre los los griegos. También entre los latinos, donde está esencialmente vinculado con el simbolismo de Jano. Jano, en el aspecto de que ahora se trata, es propiamente el ianitor [‘portero’] que abre y cierra las puertas (ianuae) del ciclo anual, con las llaves que son uno de sus principales atributos; y recordaremos a este respecto que la llave es un símbolo “axial”. En efecto, Jano [Ianus] ha dado su nombre al mes de enero (ianuarius), que es el primero, aquel por el cual se abre el año cuando comienza, normalmente, en el solsticio de invierno; además, cosa aún más neta, la fiesta de Jano, en Roma, era celebrada en los dos solsticios por los Collegia Fabrorum. Como las puertas solsticiales dan acceso a las dos mitades, ascendente y descendente, del ciclo zodiacal, que en ellas tienen sus puntos de partida respectivos, Jano, a quien hemos visto aparecer como el “Señor del triple tiempo” (designación que se aplica también a Çiva en la tradición hindú), es también, por lo dicho, el “Señor de las dos vías”, esas dos vías, de derecha y de izquierda, que los pitagóricos representaban con la letra Y, y que son, en el fondo, idénticas al deva-yána y al pitr-yâna respectivamente. Por lo demás, Jano presidía los Collegia Fabrorum,depositarios de las iniciaciones que, como en todas las civilizaciones tradicionales, estaban vinculadas con el ejercicio de las artesanías; y es muy notable que esto, lejos de desaparecer con la antigua civilización romana, se haya continuado sin interrupción en el propio cristianismo, y que de ello, por extraño que parezca a quienes ignoran ciertas “transmisiones”, pueden aún encontrarse vestigios en nuestros mismos días.

En el cristianismo, las fiestas solsticiales de Jano se han convertido en las de los dos San Juan, y éstas se celebran siempre en las mismas épocas, es decir en los alrededores inmediatos de los solsticios de invierno y verano. Señalemos aún, de paso y a título de curiosidad, que la expresión popular francesa “Jean qui pleure et Jean qui rit” [‘Juan que ríe y Juan que llora’] es en realidad una reminiscencia de los dos rostros opuestos de Jano. Y es también muy significativo que el aspecto esotérico de la tradición cristiana haya sido considerado siempre como “johannita”, lo cual confiere a ese hecho un sentido que sobrepasa netamente, cualesquiera fueren las apariencias exteriores, el dominio simplemente religioso y exotérico. La sucesión de los antiguos Collegia Fabrorum, por lo demás, se transmitió regularmente a las corporaciones que, a través de todo el Medioevo, mantuvieron el mismo carácter iniciático, y en especial a la de los constructores; ésta, pues, tuvo naturalmente por patronos a los dos San Juan, de donde proviene la conocida expresión de “Logia de San Juan” que se ha conservado en la masonería, pues ésta no es sino la continuación, por filiación directa, de las organizaciones a que acabamos de referirnos.

Recordaremos que la “Logia de San Juan”, aunque no asimilada simbólicamente a la caverna, no deja de ser, como ésta, una figura del “cosmos”; la descripción de sus “dimensiones” es particularmente neta a este respecto: su longitud es “de oriente a occidente”; su anchura, “de mediodía a septentrión”; su altura, “de la tierra al cielo’; y su profundidad, “de la superficie al centro de la tierra”. Es de notar, como relación notable en lo que concierne a la altura de la Logia, que, según la tradición islámica, el sitio donde se levanta una mezquita se considera consagrado no solamente en la superficie de la tierra, sino desde ésta hasta el “séptimo cielo”. Por otra parte, se dice que “en la Logia de San Juan se elevan templos a la virtud y se cavan mazmorras para el vicio”; estas dos ideas de “elevar” y “excavar” se refieren a las dos “dimensiones” verticales, altura y profundidad, que se cuentan según las mitades de un mismo eje que va “del cenit al nadir”, es decir, a las dos tendencias del ser, hacia los Cielos (el templo) y hacia los Infiernos (la mazmorra), tendencias que están aquí más bien “alegorizadas” que simbolizadas en sentido estricto, por las nociones de “virtud” y “vicio’.

En el simbolismo masónico, dos tangentes paralelas a un circulo se consideran, entre otras significaciones diversas, como representación de los dos San Juan; si se ve al Círculo como una figura del ciclo anual, los puntos de contacto de las dos tangentes, diametralmente opuestos entre sí, corresponden entonces a los dos puntos solsticiales.

Aun en su forma especulativa” moderna, la masonería ha conservado siempre también, como uno de los testimonios más explícitos de su origen, las fiestas solsticiales, consagradas a los dos San Juan después de haberlo estado a los dos rostros de Jano; y así la doctrina tradicional de las dos puertas solsticiales, con sus conexiones iniciáticas, se ha mantenido viva aún, por mucho que sea generalmente incomprendida, hasta en el mundo occidental actual.

Extractado de: René Guenón, publicado en É. T., mayo y junio de 1938, compilado en Símbolos fundamentales de la Ciencia Sagrada, capítulo XXXV y XXXVII.





http://www.uned.es/dpto-hdi/museovirtualhistoriamasoneria/19simbolismo_masonico/puertassolsticiales.htm

El Inicio . La Ciencia Sagrada.



El Inicio . La Ciencia Sagrada.

Caballeros de la Orden del Sol.

Victor Salazar Soto
Pregunta..
¿Qué es el inicio? Es el Punto.
¿Qué es el punto? Es el círculo.
¿Qué es el círculo? Es la Geometría sagrada.
Es la exhalación de las dos primeras fuerzas, que dan la construcción de todo, atreves de la exhalación y la inhalación, dando en si todas las formas de vida, en todas sus dimensiones de existencia. Espiritual, Mental y Físico.
El inicio es el silencio para el ojo y oído profano.es el sónico para el iniciado.
Es el sonido que irradia multicolores, creando en los sonidos sagrados toda la existencia que es el producto del amor universal.
El inicio es el punto medio, entre el bien y el mal, es el camino del justo que es el camino del discernimiento
Caballeros de la Orden del Sol.
Foto en Jerusalem

El Maestro de Justicia y la preparación del camino para la llegada del mesías Jesús el Cristo


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El Maestro de Justicia y la preparación del camino para la llegada del mesías Jesús el Cristo

Víctor Salazar Soto

Caballeros de la Orden del Sol.

El maestro de justicia, había cumplido con la disposición de la fraternidad. De preparar a un grupo de hombre y llevarlo al desierto se habían opuesto al sumo sacerdote Jonatán Macabeo. La doctrina de los antiguos profeta se había corrompido desde los tiempos de Abraham a Moisés.
Esta Fraternidad de los esenios tenían un estricto código de disciplina eran estudiosos de las leyes y practicaban la caridad (filantropía) Era una fraternidad de hombres, practicaban el celibato
Quien era el maestro de Justicia. También conocido como el maestro de la rectitud, en los rollo del mar muerto o rollo de qunrram se cita a una persona llamada .El maestro de justicia o de la rectitud, que vivió 500 años AC.
La revuela de Macabeo (166 – 159 AC.).Este gran iniciado el maestro de justicia se retiró al desierto para preparar la llegada del mesías
Representa el Prototipo de Perfección he ideal del ser humana en cada uno de nosotros
Los hermanos de la vestidura blanca. Los esenios fueron preparados, para que en su momento histórico, realicen el trabajo, encomendado. La protección y la educación del gran avatar.
Su labor de apoyar al espíritu, que vendría a la tierra, para dar luz, con su presencia y su enseñanza.
Su nacimiento con un ser humano, era la garantía que todo hombre y mujer, podía llegar a ser un lucero, que irradie luz a la humanidad, para su desarrollo evolutivo.
Todas las fraternidades o escuela de sabiduría en la tierra, reconocieron su autoridad. El y el padre son UNO. Su presencia, uniría el cielo con la tierra.
El maestro se había reunido con su primo Juan (Juan el Bautista) y los siete sabios que representaban a todas las fraternidades en el mundo (los retiros internos). Esta reunión fue en Egipto, tierra de los grades iniciados y de la magia.
Estos sabios que representaban a las  de sabiduría, se habían dado cita en Egipto en pirámide de giza ese día seria trascendental para la humanidad. Durante varios días estos sabios recogieron los mejor de las diferentes religiones y filosofías, para tratar de aplicarla al nuevo tiempo.
Jesús había asumido su responsabilidad, toda su vida había sido preparado, en todas las disciplinas de la diferentes, iniciaciones, para este momento, en la historia de la humanidad.
En el siguiente capítulo hablare de Judy la maestra y tutora de Jesús.
Gracias.
Víctor Salazar Soto. FOTO. QumranLa imagen puede contener: cielo, exterior y naturaleza