miércoles, 27 de abril de 2011

Cómo la creencia en el libre albedrío fortalece procesos decisivos de nuestro cerebro


El libre albedrío puede que sea una ilusión. Sin embargo, nos empeñamos en creer que somos dueños de nuestros destinos, y esa creencia afecta a nuestro modo de actuar. Pensar que uno mismo es quien determina la trayectoria de su propia vida hace más probable que la persona trabaje duro para alcanzar sus metas y que se sienta mejor consigo misma. Pensar lo contrario hace que sea más probable que uno se comporte de modos que ayuden a que esa profecía se cumpla.

La psicología popular dice que nos desenvolvemos mucho mejor si sentimos que llevamos las riendas de nuestro destino, tal como nos recuerda Davide Rigoni, especialista en psicología experimental y ahora en la Universidad de Marsella.

Trabajando con Marcel Brass y Simone Kuhn de la Universidad de Gante en Bélgica, y Giuseppe Sartori de la Universidad de Padua en Italia, Rigoni ha mostrado que quebrantar la creencia de la gente en su capacidad de gobernar su destino perjudica a su buena disposición mental para actuar.

Para ver cómo la creencia en el libre albedrío influye en aspectos sutiles del control motor, el equipo de investigación observó en el cerebro un marcador bien conocido de las acciones voluntarias, una señal que se activa primeramente cuando nos preparamos para movernos, y que milisegundos después vuelve a activarse mientras el cerebro envía señales a los músculos.

Como la primera fase del ciclo de emisión de esa señal sólo está modulada por la intención, los investigadores asumieron que su fortaleza podía reflejar la creencia, o la no creencia, en el libre albedrío.

En el estudio se dividió en dos grupos a 30 hombres y mujeres con edades de entre 18 y 24 años. El grupo experimental leyó un texto en el que se afirmaba que unos científicos habían descubierto que el libre albedrío era una ilusión. El grupo de control leyó sobre la conciencia, sin que en el texto se mencionara al libre albedrío. A los integrantes de ambos grupos se les pidió que leyeran el texto con la máxima atención posible, a fin de prepararse para responder correctamente a una serie de preguntas sobre el tema del que trataba el texto.

Los participantes respondieron a preguntas que servían a los investigadores para evaluar la creencia de cada sujeto en el libre albedrío y el determinismo, tanto de las personas en general como de ellos mismos en particular.

Las respuestas a los cuestionarios mostraron la influencia del texto leído: La creencia de los individuos del primer grupo en su propio libre albedrío fue más débil que la de los sujetos del grupo de control.

Se realizaron también experimentos de conducta durante los cuales se midió la actividad cerebral de los sujetos de estudio mediante electroencefalograma (EEG).

Las lecturas de EEG del grupo experimental indicaron una actividad cerebral mucho más baja que la del grupo de control durante esa primera fase virtualmente inconsciente de la toma de decisiones que antecede a la realización de un acto.

En cuanto a la cuestión de si es mejor creer o no en el libre albedrío, el nuevo estudio da apoyo científico a lo que la sabiduría popular ya intuía: Es mejor creer, porque ello nos motiva y nos hace esforzarnos más para alcanzar una meta.

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