¿POR QUÉ NO RECORDAMOS LO QUE HICIMOS EN OTRA VIDA?
Son varias las respuestas inmediatas que se pueden dar, por ejemplo: ¿Cómo voy a recordar cosas que yo no hice sino que las hizo otra personalidad? O, si no recordamos muchas cosas que han ocurrido no hace mucho tiempo y menos aún las de la infancia, ¿cómo vamos a recordar lo que hicimos hace más de mil años?
Pero hay hechos curiosos que demuestran que hemos vivido en otras épocas. Uno de ellos fue el caso de un mendigo muy mayor que en un momento de delirium habló una lengua que desconocía; otro fue el de una niña que, yendo con sus padres se fijó en otro hombre y dijo que él era su padre (se comprobó que esa niña había muerto como niña no hacía muchos años siendo su padre el que ella decía). En estos casos los niños renacen utilizando sus anteriores cuerpos de deseos y mental, y por eso tienen más fácil el recordar.
Otro caso sería el de una persona puesta en trance que también habló un idioma antiguo de los países del Este. Sin embargo, hay un hecho en el cual no muchas personas se ponen a pensar, y es que, como ya dijimos, renacemos con una serie de habilidades (como muchos genios lo han demostrado a través de la historia) que, aunque no recordamos cuándo las adquirimos, lo cierto es que están ahí y no son de la vida presente.
Tenemos varias clases de memorias: la memoria normal a la que tenemos acceso y la memoria subconsciente donde están guardados muchos hechos y pensamientos que creamos, que nos vienen o que captamos por afinidad, y todo lo que se va grabando en el átomo-simiente en forma de película. Estas dos clases de memoria (consciente y subconsciente) están relacionadas con las experiencias de esta misma vida.
Pero hay una tercera memoria llamada supra-conciencia, que es donde están guardadas todas las facultades y conocimientos adquiridos en las vidas anteriores. Esta supra-conciencia está en los mundos del Espíritu y a veces se manifiesta en forma de intuición, conciencia, carácter interno que se muestra en los pensamientos, e incluso como aliciente o impulso del Espíritu para actuar en determinada línea.
En realidad y, aunque no recordemos el pasado, todo está guardado; es más, en muchas ocasiones nos vienen hechos a la cabeza que no reconocemos o tenemos vislumbres de otras cosas que, aún sin saber de dónde proceden, sabemos que es algo relacionado con nosotros. Lo mismo que en un momento dado no recordamos algo de nuestra propia vida y en otro momento de relajación mental o sensibilidad cerebral si lo hacemos. También ocurre que las personas que son muy mayores y han llevado una vida pura pueden percibir hechos de otras vidas en esos mundos espirituales.
No olvidemos que el Yo ha estado presente en todas esas vidas y esa memoria del pasado está a su alcance, el problema es que no puede hacernos conscientes, entre otras cosas porque nuestros vehículos no son los mismos ni pueden responder a tan altas vibraciones. Es decir, si no estamos lo suficientemente desarrollados como para ver los mundos invisibles, ¿cómo vamos a estarlo para percibir lo que hay en el propio Mundo del Espíritu? Sólo cuando a través del renacimiento hayamos purificado o elevado nuestros cuerpos, estaremos preparados para recibir las impresiones que el Espíritu nos pueda enviar.
Por otro lado, las neuronas y moléculas cerebrales están relacionadas con la memoria consciente de los hechos que nos rodean y con la conexión de la personalidad (yo inferior) con el Ego; ni existían antes de nacer ni existirán una vez que se desintegre el cuerpo.
La memoria está íntimamente unida al hombre, pero el eslabón que une la memoria o el cerebro de una vida con otra es el Yo superior, el pensador que conecta con la personalidad para informarla e iluminarla. Como consecuencia, se entiende que si no se eleva la personalidad hacia su verdadero Yo, no puede haber conexiones entre las memorias de las diferentes vidas. El día que la propia purificación del hombre elimine las barreras, existentes entre el yo inferior y el superior, ya no habrá separación entre las memorias.
Mientras tanto y sabiendo que el cerebro de hoy no es el que utilizarán las otras personalidades en el futuro, tendremos que conformarnos con trabajar para el desarrollo espiritual hasta que comencemos a percibir en nuestra conciencia algún vislumbre de las vidas pasadas como efecto de nuestro propio esfuerzo y desarrollo.
La razón, el discernimiento, la memoria, las ideas elevadas, la intuición y la voluntad son aspectos del rayo que el Ego envía al cerebro y que, haciendo vibrar las moléculas de las celdas nerviosas, se modifican según su capacidad de transmisión y sus condiciones físicas.
De cualquier forma y, aunque se quieran dar muchas explicaciones o se quieran poner muchos ejemplos como el de un campesino que sin estudiar y sin haber viajado hablaba hebreo cuando estaba sonámbulo, de nada servirá ante el incrédulo y materialista.
¿Es que por el hecho de no recordar lo que hicimos en los primeros meses o años de nuestra vida no los vivimos? Si los escépticos materialistas no creen ni en la existencia del Alma ni en la de los otros mundos, ¿cómo van a creer que nosotros, después de pasar por el Purgatorio y el Cielo (simbólicamente dicho lo que se presenta en el proceso del fallecer), eliminamos la memoria de la vida pasada y sólo recogemos la esencia de sus experiencias?
Claro que más de una persona irá más lejos y se preguntará que porqué tenemos que sufrir por algo que presuntamente hicimos. Lo cierto es que las Leyes de Dios son sabias y actúan como tales, porque si recordáramos lo que hicimos hace, por ejemplo, ocho o diez vidas, y las cosas que hicimos entonces, no nos beneficiaría nada; como tampoco nos beneficiaría el saber que determinadas personas de nuestro entorno nos hicieron otras cosas que no nos gustaría saber.
No recordaremos las vidas pasadas hasta que no estemos en un grado tal de desarrollo espiritual que no nos pueda afectar por muy duras que sean las imágenes de lo que hicimos o fuimos.
Esas deudas del pasado se van liquidando poco a poco como karma maduro y es preferible ser ignorantes de ellas. Es más, si supiéramos cuáles fueron nuestras horribles actuaciones sabríamos cuándo las deberíamos pagar y, al ver el castigo que nos viene encima, nos hundiríamos y no seríamos capaces de hacerle frente.
Si no recordamos ni conocemos lo que ocurrió en el pasado tampoco podemos saber lo que queda por venir, es decir, no sabemos lo que hemos aprendido en el pasado ni tampoco lo que nos queda por aprender en los futuros renacimientos. Sin embargo, si tenemos un medio en que basarnos para actuar en el futuro pensando a su vez en el pasado y así intuir lo que hemos podido hacer, este medio es la conciencia. La conciencia, la Voz del Espíritu nos advierte para que no cometamos errores en el futuro, nos aconseja a la hora de tomar decisiones, nos amonesta cuando hemos hecho algo malo, etc., y todo basándose en lo que este Espíritu sabe que hemos hecho en el pasado.
Cuando una persona conecta con un verdadero Maestro o Hermano Mayor y lleva a cabo los ejercicios encomendados por ellos, despertará la clarividencia y el poder de salir conscientemente del cuerpo físico para leer en el éter reflector sólo, aproximadamente, hasta la vida anterior. Pues bien, a partir de ahí se puede preparar para leer en la Memoria de la Naturaleza que se encuentra en la región arquetípica del Mundo del Pensamiento.
Francisco Nieto
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