miércoles, 8 de febrero de 2017

LOS INCAS, HIJOS DEL SOL. Su organización y gobierno.


VIRACOCHA, CREADOR DEL MUNDO

LOS INCAS, HIJOS DEL SOL. Su organización y gobierno.

FLORIÁN YUBERO

VIRACOCHA, CREADOR DEL MUNDO

Los incas eran un grupo familiar de origen quechua, que llegó a dominar un amplio imperio andino, Imperio Inca o Tahuantinsuyu (imperio de las cuatro partes del mundo). La palabra inca, pues, denomina, además del clan dominante, al imperio que formó, la magistratura imperial que lo encabezaba y la civilización que floreció en su seno. Según la tradición, los incas descendían de Manco Cápac, hijo del Sol, que se estableció en Cuzco, procedente del lago Titicaca, en el siglo XIII. En el momento de su mayor expansión, que tenía como centro Cuzco, “ombligo del mundo”, estaba dividido en cuatro partes: el Collasuyu, al Sur; era la más extensa. Abarcaba la zona del lago Titicaca y casi toda la actual Bolivia, el norte y centro de Chile, hasta el río Maule, y el noroeste de la Argentina. El Cuntisuyu, segunda parte del imperio, abarcaba las regiones situadas al oeste y sudoeste del Cuzco. El Chinchasuyu, donde los chinchas que habitaban parte de la región, ocupaba el territorio de Ecuador y el sur de Colombia. La última parte, el Antisuyu, se extendía hacia el Este, donde estaban las laderas orientales de la cordillera y el comienzo de las selvas amazónicas, baluarte de los chiriguanos de origen guaraní.

El jefe guerrero Topa Inca, era hijo predilecto del Gran Pachacuti, realizó la conquista del reino Chimú en 1643, al que hizo rendirse tras destruir los canales y acueductos que representaban la mayor fuente de riqueza de aquel reino supeditado a la agricultura. Con esta conquista terminaba una gran y dura campaña que tenia como objetivo la expansión del que seria el Imperio Inca, culminaba así el proceso de expansión hacia el Norte iniciado por el monarca Pachacuti “el reformador”.

El mundo andino, con excepción de unas pocas ciudades, estaba constituido por casas dispersas entre los campos y cultivos, mientras las aldeas eran construidas en lugares no cultivables como salientes rocosas, para aprovechar la escasa tierra disponible. Un territorio con diferentes tierras y climas, que comprendía una larga banda desértica en la costa, entrecortada por altas cumbres y los profundos valles fértiles de los Andes; y las cumbres montañosas de la selva tropical al Este.

El Imperio Inca, procedía de las tierras altas cuyo centro se había instalado en la comarca de Cuzco, una étnia que presumió de difundir la cultura en todos sus aspectos. Fue la agricultura durante su reinado la que resulto más beneficiada ya que se intensificó la producción, con la construcción de tierra preparada para los cultivos mediante el rellenado de tierras en las laderas de altas montañas, eran extensiones de hasta 60 metros de ancho y hasta 1500 de largo y estaban dotados de sistemas de riego. «Se considera generalmente a los andenes de cultivo, junto con los caminos empedrados y los canales, como las mayores conquistas de la civilización andina”. Siendo estos logros muy importantes, las mayores innovaciones de los incas estuvieron en la organización social, política y económica que dieron a su extensísimo imperio.

La sociedad estaba organizada por un grupo de familias emparentadas que formaban un ayllu, y varios ayllus, una aldea o pueblo gobernados por un curaca (jefe o cacique). Los límites entre aldea y aldea fueron marcados por los incas con mojones e evitación de pleitos, las disputas por el aprovechamiento del agua para riegos y consumo humano, fueron eliminadas mediante la justa distribución del agua que organizó el gobierno incaico. Se fomento que los trabajos que requerían mucho esfuerzo se realizaban en forma comunitaria con los integrantes de varios ayllus, lo denominaban “reciprocidad “, todos se ayudaban en los labores del campo y en la recolección, cuando los trabajos exigían la participación de varios ayllus, los grupos se unían y trabajaban en sus intereses, esta costumbre se denomino la mita (el turno), los hombres se turnaban para atender las tierras de los particulares en las poblaciones o las del Estado.

El mismo método se empleaba para las obras publicas en caminos, fuertes, y edificios públicos, tendido y arreglo de los puentes colgantes sobre el vacío, explotación de las minas y aquellas tareas necesarias en la sociedad. Todas estas obras causarían la admiración de los españoles, así lo atestigua Hernando Pizarro cuando escribe en su relación: “El camino de la sierra es cosa digna de ver, porque en verdad, en tierra tan fragosa, en la cristiandad no se han visto tan hermosos caminos, la mayor parte de calzada. Todos los arroyos tienen puentes de piedra o de madera. En un río grande, que pasamos dos veces, hallamos puentes de red, que es cosa maravillosa de ver. Pasamos por ellos los caballos”. También Hernando de Soto queda admirado al ver “el camino real que llaman de Guaynacapa (Huayna-Cápac), que atraviesa la sierra, de lo que se espantó contemplando el modo como estaba hecho.

Fueron grandes arquitectos y urbanistas, con habilidad y creación artística, la grandiosidad y originalidad de sus monumentos, que hoy apreciarse en hermosas ciudades: Cuzco, Ollantaytambo, Pisac, la imponente fortaleza de Sacsahuamán o el Gran Templo del Sol de Pachacamac, y en las regiones montañosas, como la espectacular ciudadela andina ubicada en el Machu Picchu, la arquitectura inca refleja a menudo adaptaciones ingeniosas del relieve natural Desarrollaron un estilo funcional de arquitectura que se distinguió principalmente por técnicas avanzadas de ingeniería y de trabajo en piedra. El plano de sus ciudades estaba basado en un sistema de avenidas principales atravesadas por calles más pequeñas que convergían en una plaza abierta rodeada de edificios municipales y templos. Las estructuras eran de un solo piso, con un perfecto ensamblado de piedras talladas; también se usaban ladrillos de adobe y paja en las regiones costeras. Para la construcción de grandes monumentos tales como las fortalezas utilizaron bloques masivos poligonales que fueron ensamblados entre sí con una extraordinaria precisión.

El todopoderoso hijo del Sol, se rodeaba de pompa y misterio que servían para aumentar su poder, miles de personas estaban a su exclusivo servicio y 50 mujeres atendían todas sus necesidades. El inca era jefe militar, político y religioso; tenía un carácter semidivino y era venerado como personificación del dios Sol. Su poder se basaba en una especie de absolutismo, a cambio de la obligación de sustentar a sus súbditos, el inca imponía a éstos el deber de trabajar en la construcción de obras publicas. El clan incaico estaba jerarquizado según el parentesco que tuvieran con el inca: el grupo superior lo constituían el inca, sus hermanos, ascendientes y descendientes, incluida la hermana mayor del inca (coya), con quien éste estaba obligado a contraer matrimonio para mantener la pureza del linaje; un segundo grupo eran las palla, concubinas del inca, también de sangre real, y su descendencia; y el grupo inferior eran las mama-kunas, concubinas no emparentadas con el clan, con sus descendientes. Los hijos de las concubinas inferiores constituían la aristocracia del imperio, de donde se extraía el personal dirigente del clero y la política, la oficialidad del ejército permanente la componía la familia del Inca y como tal recibían una esmerada educación física. Los efectivos militares se reclutaban entre los pueblos conquistados, y todo súbdito apto para la lucha tenía que cumplir con el servicio militar obligatorio.

El súbdito debía realizar prestaciones de trabajo comunales durante toda su vida, y siempre estaba ocupado en trabajos estatales, cuando no en el cultivo de sus propias tierras. Las mujeres realizaban la confección de tejidos con la lana entregada por el Estado y también se ocupaban de esta importantísima industria andina los viejos, niños y hombres tullidos. Las mujeres acompañaban a los maridos cuando cumplían la obligación de cultivar las tierras del Estado o trabajar en las minas. También los acompañaban en la guerra, llevando a cuestas la comida, las ollas y la chicha.

Las clases altas realizaban continua diversión y escaso trabajo, si hemos de creer a los primeros cronistas como Pedro Pizarro, que cuenta: “En el Cuzco eran muchos los tambores que de noche se oían por todas partes, bailando, cantando y bebiendo [..]Los demás indios naturales estaban todo el año ocupados en trabajos para el señor. Decían estos señores que los hacían trabajar siempre porque así convenía, porque aquellos de clases altas, eran haraganes, bellacos y holgazanes”.

Había niñas que vivían, aisladas con el cuidado de una mujer mayor “la mamacona”, y dedicadas a hilar y tejer las vestiduras del Inca, de los sacerdotes y las que servían para vestir u ofrendar a los ídolos. Se elegían las niñas más hermosas de ocho a diez años y estaban allí hasta los catorce, en que eran dadas en matrimonio a los principales guerreros y dignatarios, mientras otras quedaban como vírgenes consagradas al Sol. El cronista Santa Cruz Pachacuti, escribió en 1613, que niñas al cuidado de las mamaconas se dividían en varias categorías: Las Yurac Aclla, estaban consagradas al culto y consideradas esposas del Sol, Las Huayrur Acíla eran las más hermosas y entre ellas el inca elegía sus esposas secundarias. El destino de las Paco Aclla era convertirse en mujeres de los curacas (jefes); y las Yanac Aclla, que no destacaban en rango ni belleza servían de sirvientas a las demás. Estaban también las Taqui Aclla con aptitudes musicales, y cantaban acompañadas de tambores y flautas.

Para dominar este imperio con una población calculada entre 8 y 14 millones de personas, el Inca contaba con el servicio de hospedaje para el ejército instalados en los lugares más apartados, atendidos generalmente por hombres mayores, y con los chasques, mensajeros que corrían por los caminos llevando alimentos de otras regiones para la mesa del inca, o mensajes cifrados en los quipus. Consistían estos en una serie de cordones con cuentas de colores utilizados para llevar la contabilidad de los excedentes almacenados, los tributos, el número de soldados. Servían también como anotaciones para sacerdotes y funcionarios.

Pachacuti, “el reformador”, impuso el quechua como idioma oficial en las comunidades, los dialectos locales se conservaron en varias regiones del Imperio. La religión del Estado estaba basada en la adoración del Sol, aunque se mantuvo la creencia en Viracocha, el Dios Creador y héroe cultural, así como la veneración por Illupa (dios del trueno y el rayo que provocaba las lluvias), la Luna y la Estrella de la Mañana. Los emperadores Incas eran considerados como descendientes del Dios Sol y eran adorados como divinidades. El oro, símbolo del Dios Sol, era explotado para el uso de los dirigentes y miembros de la elite, no en moneda, sino para objetos decorativos y rituales. La religión dominaba toda la estructura política. Desde el Templo del Sol en el centro de Cuzco, se podían trazar líneas imaginarias en dirección de los lugares de culto de las diferentes clases sociales de la ciudad. Las prácticas religiosas consistían en consultas de oráculos, sacrificios como ofrenda, trances religiosos y confesiones públicas. El ciclo anual de fiestas religiosas estaba regulado por el calendario inca, extremadamente preciso, así como el año agrícola. En este aspecto la cultura inca se parecía mucho a algunas culturas de la mezo-América tal como los Aztecas y los Mayas.

El «imperio histórico» se inicia en el siglo XV, con Pachacuti Inca Yupanqui (1438-71) y Túpac Inca Yupanqui (1471-93); que extendieron sus dominios. Su sucesor, Huayna Cápac (1493-1525) extendió ligeramente el imperio llevándolo a su apogeo, y a su muerte lo dividió entre sus dos hijos: el reino de Cuzco para Huáscar y el de Quito para Atahualpa. Estalló entonces una guerra entre los dos hermanos por hacerse con el control del imperio (1527-32); en ese momento tuvo lugar la aparición de los españoles en Perú. Pizarro aprovechó el enfrentamiento para conquistar el país (1532-33), apoyando a Atahualpa hasta que venció y ejecutó a Huáscar, y matando luego a Atahualpa, para nombrar inca a su hermano Manco Cápac II o Manco Inca (1533-44), este trató a los españoles como aliados, hasta que, en 1536-37, encabezó una rebelión contra ellos. Los españoles consiguieron sofocar la rebelión con el auxilio del propio hermano del inca Paullu. Derrotado Manco Cápac se retiró a la región montañosa de donde mantuvo un foco de resistencia. Le sucedieron sus hijos Sayry Túpac (1544-58), Tito Cusi (1558-71) y Túpac Amaru I (1571-72), hasta que en 1572 los españoles tomaron el reducto y ejecutaron al último Inca con lo que se disperso el Imperio.

Un nieto de Túpac Amaru sería descendiente Túpac Amaru II, cacique que en el siglo XVIII protagonizó una sublevación indígena contra los españoles. El imperio nunca se destruyo, existe en el corazón de lo hombres y hoy sus descendientes lo recuerdan. Sus antiguos cultos han llegado hasta nuestros días entre los pobladores del antiguo Imperio como a la Pachamama, la madre tierra a la que se sigue ofrendando sus hijos y las placentas de las madres, el primer trago de chicha, y veneración por las huacas y por las apachetas. Fue la codicia entre hermanos lo que facilitó a los españoles apoderarse de tan vasto imperio con escasas bajas.


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