miércoles, 24 de agosto de 2011


No te dejes dominar por el miedo

Pon tu mente a trabajar para resolver los problemas, enseña a tu intelecto a que trabaje para ti, no te dejes dominar por el temor como si fueras un animal que no piensa


Libro de Urantia. Pág. 1438.

El temor y el miedo, son las fuerzas más paralizantes que puede sufrir el ser humano, son sentimientos que nublan la razón y nos impiden ser objetivos. Pero también hacen algo peor, con frecuencia nos induce a abandonar nuestros deberes, a faltar a nuestros compromisos internos o externos, por consiguiente es imprescindible para todo hombre que aspire a recorrer la vía del espíritu, el proponerse superar este obstáculo, venciendo, o al menos atenuando, su miedo a sufrir, pero para conseguir vencer este miedo tan arraigado en nosotros, hay que conocer la verdadera naturaleza, el significado y la función del sufrimiento. Es necesario aprender cuál es el mejor comportamiento que podemos adoptar frente a él, pero sobre todo también debemos aprender cómo transformarlo para que llegue a ser una verdadera fuente de bien espiritual, y así el temor no se convierta en miedo a sufrir inutilmente.

“Cada vez que el hombre cede a la ansiedad, se aleja un paso del espíritu guiador de su corazón”1451. Jesús vino a traernos la paz y la serenidad a nuestras almas, pero si nos olvidamos que Él es nuestra fuerza, es muy fácil que ante cualquier situación imprevista, nos dejemos paralizar por el temor y el miedo a lo desconocido, a no ser amados, a no ser valorados, a perder lo que con esfuerzo hemos ganado, muchos son los que sienten miedo a la muerte, a viajar en avión, a las arañas, etc. El miedo puede transformarse en patología, como son las fobias que van mas allá de todo lo razonable. Por eso Jesús nos aconsejaba “no os dejéis enceguecer por el prejuicio, ni paralizar por el miedo”1745. En verdad el miedo nace de un prejuicio, de una creencia en algo que está la gran mayoría de las veces sólo en nuestra imaginación, nos adelantamos a los hechos y nos angustiamos por un resultado imprevisto, si tuviésemos más fe en Dios y en nosotros mismos, sufriríamos mucho menos. El Maestro nos dice: “no estés constantemente con ansiedad excesiva en cuanto a tus necesidades diarias. No os atribuléis por los problemas terrestres, en todas las cosas, orando y suplicando con un espíritu sincero de gratitud, despliega tus necesidades ante los ojos de tu Padre que está en los cielos” 1640.

Pero esa oración de la cual nos habla Jesús, no puede ser una oración solamente oral, nada sacamos con balbucear letanías aprendidas, es preciso que nuestra oración sea consciente, que sea una verdadera y real conversación con ese Dios que mora en nuestra alma, es hablar con el amigo, contarle con toda confianza nuestras cuitas y problemas y tener fe que Él nos escuchará dándonos muchas veces, no lo que le estamos pidiendo, sino lo que en verdad necesitamos. Nuestra fe debe estar llena de entrega a que se haga su voluntad, porque sin duda, ella será lo mejor, nosotros sólo vemos lo mediático y somos incapaces de evaluar las consecuencias futuras, en cambio Dios sabe lo que realmente nos conviene, que bueno sería que cada vez que nos sentimos presionados, que sentimos miedo, pudiésemos decir: “Si Dios está conmigo, he determinado que no albergo dudas en mi corazón 1453", por tanto estoy pronto a entregarle “mi voluntad para que se haga su voluntad” 1303.

Pero esta fe, esta confianza en nuestro Padre, requiere de una fe viva, porque “no puede haber paz en el corazón, ni progreso en la mente, a menos que os enamoréis de todo corazón de la verdad, de los ideales de las realidades eternas, porque no es el temor de una religión muerta la que os salvará, sino más bien vuestra fe en una experiencia viviente de las realidades espirituales del reino. Deberíais comenzar a liberaros de la esclavitud del temor y de la duda, al entrar a vivir una nueva vida de fe y esperanza. 1745" porque el miedo, el temor, nacen de la incapacidad de controlar algo, de la inseguridad en nosotros mismos, y a su vez esta inseguridad nace de nuestra falta de voluntad para controlar nuestro entorno y nuestras emociones. Nos falta ver y sentir a Dios por la fe, lo cual significa adquirir el verdadero discernimiento espiritual, el cual nos permitiría ver la realidad con otros ojos. “El discernimiento espiritual aumenta la guía del Espíritu y ambos, terminan por aumentar la conciencia de Dios. Cuando conoces al Padre, estás seguro de la filiación divina y puedes amar cada vez más a cada uno de tus hermanos en la carne, no sólo como hermano, con amor fraterno, sino también como padre, con afecto paterno” 1574.

El temor y el miedo van desapareciendo cuando nos damos cuenta que como seres humanos, tanto nosotros, como nuestros problemas del vivir son reales, y que no podemos escapar de ellos mientras estemos vivos, pero a la vez recordar que en nosotros mora el YO superior, el Espíritu, la esencia de Dios y que él nos dice: “ tu mente debe ser tu aliado valiente para la solución de los problemas de tu vida, en vez de ser tú, como lo has sido, un esclavo atemorizado, siervo de la depresión y la derrota” 1438.

Si queremos realmente evolucionar, colaborar con nuestro Espíritu residente, lo primero que tenemos que hacer es mantenernos armónicos, aun en medio de los problemas, porque “es en los momentos de prueba cuando se revela el alma del hombre, la prueba revela lo que verdaderamente alberga su corazón”1824. Si logramos aprender a ver a Dios, no como un ser lejano sino como nuestro Padre y amigo, ninguna aflicción, ningún temor ni miedo podrá anidarse en nuestro corazón. Podemos sentir por un momento estas sensaciones, porque somos humanos y nuestra naturaleza es frágil, pero estas sensaciones serán momentáneas, aves de paso, que volaran muy lejos cuando recordemos nuestra filiación divina y hagamos nuestra, la afirmación "nada me turba, nada me espanta porque Dios está conmigo"



yolanda silva solano

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