Paititi-Eldorado, la ciudad secreta de los Incas
Es una de las historias más fascinantes de la mitología inca. Y es también hoy en día el enigma arqueológico más grande de Suramérica. Un enigma que posiblemente se está a punto de resolver.
El Sapa inca, Hijo del Sol, el dios viviante de los Andes.
Según lo que se sabe gracias a las crónicas de la época y a las viejas y legendarias tradiciones, Paititi habría sido una ciudad inmensa que se encontraría escondida en alguna parte de la selva amazónica peruana. Es una ciudad que se buscó en toda Suramérica. Pero desde una cincuentena de años, las investigaciones se enfocaron hacia el sudeste de Perú, en Amazonia peruana. Lo que parece lógicamente, porque Paititi es atado al Incanato. Y el Perú moderno constituye lo que fue el corazón de este imperio: el Tawantinsuyu.
Mapa antiguo sobre cuero que data del siglo XVII considerado representar la región donde se situaría la ciudad perdida de Paititi…
El inicio de la leyenda se sitúa poco después de la muerte de Atawualpa, el Inca reinante a la época de la llegada de los españoles (1532). El Imperio estaba entonces a su apogeo, pero desgarrado por una guerra civil entre Huascar, el heredero legitima del trono de los Incas, y su semi-hermano Atawualpa. Francisco Pizarro surge entonces. Éste aprovechando del estado de guerra civil en el cual se encontraba el Imperio, captura a Atawualpa. Preso de los españoles, el Inca propone, a cambio de su libertad, el pago de un tesoro fabuloso. Se compromete en rellenar de oro la sala del palacio donde es secuestrado, hasta la altura de su mano levantada, y de rellenar de plata dos otras salas similares, y en un mes. Pizarro, que era deslumbrado por las riquezas de Perú, acepta evidentemente la propuesta. El rescate del emperador comienza entonces a afluir en el campo español de todas las provincias del Tawantinsuyu. ¡Los cronistas de esta época hablan de verdaderas montañas de oro! Se dice que en la misma época una parte de la nobleza inca, tomando una red de ciudades secretas, habría encontrado refugio en la selva, en la ladera amazónica de Perú. Y es a propósito de eso que se pronuncia, desde los primeros años de la conquista, una palabra misteriosa: la de Paititi.
¿Se trataba de la cara escondida del Imperio inca, de un feudo secreto de los Incas? Ninguno lo sabe. Porque nadie encontró todavía jamás esta misteriosa ciudad perdida. Es allá también dónde habrían sido escondidos con urgencia todos los tesoros del Imperio. Por lo menos las de la región del Cusco, la capital imperial. Toneladas de oro y de magníficos objetos preciosos habrían estado en tránsito así de prisa hacia la selva. Ciertos cronistas hablan de veintimil llamas cargados de oro, conducidos hacia el este, por un destino desconocido, por la Coya, la esposa del Inca.
Zona supuesta del reino del Gran Paititi, en Suramérica. Desde estas últimas décadas, las investigaciones se orientan hacia la región del departamento de Madre de Dios, en el sudeste de Perú.
(Foto: Courtesy, Spot Image, 2007)
Varias crónicas hablan particularmente de una maravillosa "cadena de oro" que Inca Huayna Capac había hecho ejecutar para conmemorar el nacimiento de Huascar, el heredero legitima de los Incas, que Atawualpa, su hermanastro, hará asesinar. Esta yahuirka, cuya longitud estaba por lo menos de doscientos metros, tenía, dice, eslabones por muy mucho como el pulgar de un hombre. Garcilaso de Vega, un mestizo que pasó su juventud a Cusco, pretende que su peso era tal que doscientos Indios llegaban apenas a levantarle. Fue recubierta con plaquetas articuladas de oro que, simulando las escamas de la piel de una serpiente, centelleaban al Sol. Los conquistadores intentaron vanamente apoderarse de eso. Pero la leyenda cuenta que esta cadena inestimable de oro secretamente habría sido devuelta, por los indios mismos, hasta el reino del Grán Païtiti y echada en una laguna, acompañada por cantidades de objetos de un valor inestimable.
Se habla también de un fabuloso disco solar de oro, el Punchao, que reinaba antaño en la sala principal del Qorikancha, el Recinto de Oro, el Gran Templo de Cusco. Alto de cerca de cuatro metros, este ídolo anthropomorfico que representaba Inti, el dios Sol, reposaba en un zócalo que contenía, dice, los corazones pulverizados por los Sapas Incas. Era el santo de los santos, el objeto más precioso del Imperio. Perdemos su rastro después de 1572.
Zona del rio Alto Madre de Dios, teatro de las primeras expediciones de Thierry Jamin.
(Foto: CNES, Spot V, Distribución Spot Image, 2007.)
La leyenda de Paititi, lo vemos, pues esta muy atada a esta historia de rescate y de oro. Y es por otra parte todo el drama de Paititi. Porque la inmensa mayoría de los que buscaron, a través de la historia, esta ciudad perdida, fueron animados sólo por el cebo del oro. Pero Paititi es ante todo un tesoro... ¡arqueológico! Es el Graal del Perú moderno. Y es un gran patrimonio de la Humanidad.
Para más detalles: Thierry Jamin, Pierre-Albert Ruquier, "L'Eldorado inca. A la recherche de Païtiti", éditions Hugo y Cie, Paris, novembre 2006. Comprar el libro en
petroglifos de Pusharo, "piedra de Roseta" de los Incas (2006)
Mi campaña de investigación de 2006 tenía dos objetivos: descubrir la ciudad inca que se esconde en la zona de las "pirámides", y perforar el misterio de estas "pirámides" enigmaticas, que siempre nos escapaba. Y luego, volver al sitio de los petroglifos de Pusharo, que no dejo de estudiar y de interpretar desde el 2001.
En el pongo del rio Negro, nuestros exploradores buscan los indicios de la presencia de la ciudad de las "pirámides".
(Foto: Thierry Jamin, julio de 2006)
En julio de 2006, mis compañeros y yo organicemos una primera expedición en la zona norte de las "pirámides", con el fin de intentar localizar la ciudad misteriosa que se esconde seguramente no lejos de allí.
Descubrimos todavía una cantidad impresionante de indicios arqueológicos, probando su existencia. Pero, hasta hoy día, esta ciudad permanece siempre imposible de encontrar. Todavía descubrimos numerosos utensilios, armas; soltamos terrazas, y descubrimos un túnel, pero siempre ninguna ciudad perdida.
Por fin, en agosto de 2006, ponemos en pie una gran campaña de investigaciones en el sector de Pusharo. Y los resultados de esta segunda expedición van a revelarse absolutamente extraordinarios.
Quería volver en el sector de Pusharo, porque, en 2001, al final de un primer estudio, Herbert Cartagena y yo habíamos observado sobre una montaña distante de varios kilómetros, la presencia de una cara inmensa. Y quería verificar este fenómeno. ¿Se trataba bien de una cara realizada por el hombre o de un capricho de la naturaleza?
Vista parcial de la pared principal de Pusharo o Sector I-A.
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Y luego, quería también verificar en el mismo sitio ciertas hipótesis que concernían a mi interpretación de la roca principal de Pusharo (Sector I-A).
Algunos datos sobre esta roca: se trata de un tipo de acantilado, sobre el cual se descubrió en 1921 una cantidad impresionante de figuras grabadas. Estas figuras, o petroglifos, nunca habían sido estudiadas de manera científica antes de que me interese a este sitio, a partir de 2001. Cubren la roca sobre una treintena de metros de longitud y sobre cinco a seis metros de altura. Estos signos, cuyo origen inca probamos, perdidos en la selva plena a centenas de kilómetros del mundo habitado, parecen representar ríos, montañas y lugares de poblaciones. Ciertas figuras aparecen luego desaparecen como por magia en momentos muy precisos del día. Se va así de tres "soles": un sol naciente, un sol al zenit y un sol poniente. Podría ser direcciones. Las "pirámides" de Paratoari por ejemplo figuran sobre la roca. La pequeña ciudad de Mameria, descubierta por Nicole y Herbert Cartagena en 1979 es también señalada a Pusharo. ¡Y la ciudad qué, según yo, se esconde cerca de las "pirámides" también está señalada claramente!
¿Estos petroglifos no serían un tipo de "mapa geográfico memoria" de una región dada? La de Paititi por ejemplo. Si esta ciudad legendaria verdaderamente existe, entonces Pusharo es sin duda una de las llaves para llegar allá.
Vista parcial de la segunda pared de Pusharo, o Secteur II.
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
A algunas decenas de metros de esta primera pared, encuentro, sobre una antigua senda inca, otras figuras grabadas (Sector II), de un estilo bastante diferente. Se trata sobre todo de signos figurativos, incluso simbólicos, a fin de cuentas muy intrigantes. Algunos, en efecto, recuerdan las secuencias de una antigua escritura y son contenidos en lo que se parece a "cartuchos", un poco como en Egipto.
¿Esta segunda roca de Pusharo no estaría como una "reliquia" de esta escritura perdida de los Incas, que nunca se ha encontrado? Es allí un tema que me parece apasionante y que es muy próximo de la búsqueda de Paititi, la ciudad del Saber. Allí dónde se enteraba posiblemente del uso de la qellcca, es decir de la escritura. Etimológicamente, en efecto, Paititi podría reenviar al término quechua paykikin, que significa "igual a", "gemela".
Frente a la pared principal, las inmensas caras del Sector IV, grabadas en la montaña, llaman la atención de los exploradores.
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
Esta expedición de agosto de 2006 finalmente va a estar bien más allá de nuestras esperanzas. Porque no sólo confirmamos la existencia de esta cara inmensa grabada en la montaña, ¡sino que lo descubrimos otros! Se trata de verdaderos “geoglifos", como en Nasca. Son los primeros jamás señalados en la selva amazónica (Sector IV).
Han sido realizados por los Incas. El más grande tiene posiblemente 200 metros de envergadura. Según nuestra hipótesis, se trataría de un sistema elaborado de "balizas" para señalar la presencia de los petroglifos de Pusharo.
Pudimos determinar luego que los petroglifos de Pusharo eran bien un "mapa geográfico memoria" imaginado por los Incas para guiarlos a través de la selva sin perderse, hasta un destino todavía desconocido: Paititi posiblemente.
Y descubrimos que Pusharo era no sólo una representación global del Incanato en una época muy precisa de su historia sino que un mapa regional (el del Antisuyu).
El descubrimiento de este perfil magnífico, el de un Sapa inca, aregla definitivamente la cuestión de la filiación cultural del sitio.
(Foto: Thierry Jamin, agosto de 2006)
En el curso de los años, después de varias expediciones en esta región y de numerosas semanas a estudiar y interpretar los glifos de Pusharo, adquirimos la convicción que la ciudad de las "pirámides" no podía ser Paititi. Se trata sin duda de una ciudadela pequeña, posiblemente un tambo, sobre el camino de un sitio todavía más grande -que le es sin duda la ciudad legendaria. Debe por otra parte existir también una pequeña ciudadela inca en la zona de Pusharo, porque son dos puntos estratégicos que controlan el acceso del valle del rio Alto Madre de Dios hacia el valle de Piñi Piñi, en el cual se esconde sin duda Paititi. Es en todo caso lo que se interpreta sobre la roca de Pusharo.
Ciertos cronistas dicen en efecto que los Incas, hacia el fin del siglo XV, en la época de su expansión hacia esta región amazónica, habían edificado dos ciudadelas sobre el camino de la ciudad perdida. Pero "olvidan" decirnos donde…
Para saber más sobre los petroglifos de Pusharo: www.pusharo.com ; y Thierry Jamin, « Pusharo, la memoria de los Incas », Lima, noviembre de 2007. Comprar el libro en línea: pulse aquí.
Y siempre para más detalles sobre las expediciones de Thierry Jamin: Thierry Jamin, Pierre-Albert Ruquier, "L'Eldorado inca. A la recherche de Païtiti", éditions Hugo y Cie, Paris, novembre 2006. Comprar el libro en línea: pulse aquí.
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