jueves, 7 de mayo de 2020

EL LADO ACTIVO DEL INFINITO Carlos Castaneda


El Lado Activo del Infinito (Spanish Edition) (Paperback)


EL LADO ACTIVO DEL INFINITO

Carlos Castaneda

SOMBRAS DE BARRO

Sentarse en silencio con don Juan era una de las experiencias más agradables que conocía.
Estábamos cómodamente sentados en unas sillas tapizadas en la parte posterior de su casa, en las montañas de México
central. Era de tarde. Soplaba una brisa placentera. El sol estaba detrás de la casa, a nuestras espaldas. Su
luz se desvanecía, creando exquisitas sombras verdes en los grandes árboles del patio. Enormes árboles
crecían alrededor de la casa y aun más allá, tapando la vista de la ciudad donde don Juan vivía. Me daba
siempre la sensación de estar en una lugar salvaje, un lugar salvaje distinto del árido desierto de Sonora, pero
agreste de todos modos.
-Hoy vamos a discutir un tema muy serio de la brujería -dijo don Juan de manera abrupta-, y vamos a comenzar
por hablar del cuerpo energético.
Me había descrito el cuerpo energético incontables veces, diciéndome que era un conglomerado de campos
de energía que conforman el cuerpo físico cuando es visto como energía que fluye en el universo. Había dicho
que era más pequeño, más compacto, y de apariencia más pesada que la esfera luminosa del cuerpo físico.
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Don Juan me había explicado que el cuerpo y el cuerpo energético eran dos conglomerados de campos
energéticos comprimidos y unidos por una extraña fuerza aglutinante. Había enfatizado una y otra vez que la
fuerza que une esos dos grupos de campos energéticos era, según los chamanes del México antiguo, la fuerza
más misteriosa en el universo. Él estimaba que era la esencia pura de todo el cosmos, la suma total de todo lo
que es.
Había asegurado que el cuerpo físico y el cuerpo energético eran las únicas configuraciones de energía en
contrapeso en el reino humano. Por tanto, él no aceptaba ningún otro dualismo. El dualismo entre cuerpo y
mente, carne y espíritu, él los consideraba como una mera concatenación de la mente que surgía de ésta sin
fundamento energético alguno.
Don Juan había dicho que por medio de la disciplina es posible para cualquiera acercar el cuerpo energético
hacia el cuerpo físico. Normalmente, la distancia entre los dos es enorme. Una vez que el cuerpo energético
está dentro de cierto radio (que varía para cada uno de nosotros individualmente), cualquiera, por medio de la
disciplina, puede tomar de él una réplica exacta del cuerpo físico; es decir, un ser sólido, tridimensional. De allí
la idea de los chamanes del otro o del doble. Del mismo modo, a través de los mismos procesos de disciplina,
cualquiera puede forjar de su cuerpo físico sólido, tridimensional, una réplica exacta de su propio cuerpo
energético, es decir, una carga de energía etérea invisible al ojo humano, tal como lo es toda energía.
Cuando don Juan me dio esta explicación, mi reac ción había sido preguntarle si lo que él estaba describiendo
era una proposición mítica. Él me había respondido que no hay nada mítico acerca de los chamanes.
Los chamanes eran seres prácticos, y lo que ellos describían era siempre algo muy sobrio y muy realista. De
acuerdo a don Juan, la dificultad de entender lo que los chamanes hacían estaba en que ellos procedían desde
un sistema cognitivo diferente.
Aquel día, sentados en la parte trasera de su casa en el centro de México, don Juan dijo que el cuerpo
energético era de una importancia clave en todo lo que estaba ocurriendo en mi vida. Él veía como un hecho
energético el que mi cuerpo energético, en lugar de alejarse de mí (como sucede normalmente), se me
acercaba a gran velocidad.
-¿Qué significa el que se me esté acercando, don Juan? -pregunté.
-Significa que algo te va a sacar la mugre -dijo don Juan sonriendo-. Un grado tremendo de control va a
aparecer en tu vida, pero no tu control; el control del cuerpo energético.
-¿Quiere decir, don Juan, que una fuerza externa va a controlarme? -pregunté.
-Hay montones de fuerzas externas controlándote ahorita mismo -don Juan replicó-. El control al que me
refiero es algo que está fuera del dominio del lenguaje. Es tu control pero a la vez no lo es. No puede ser clasificado,
pero sí puede ser experimentado. Y, por cierto y por sobre todo, puede ser manipulado. Recuerda:
puede ser manipulado, por supuesto, para tu beneficio total, que no es, claro, tu propio beneficio sino el
beneficio del cuerpo energético. Sin embargo, el cuerpo energético eres tú, así es que podríamos continuar
indefinidamente como perros mordiéndose la propia cola, tratando de explicar esto. El lenguaje es inadecuado.
Todas estas experiencias están más allá de la sintaxis.
La oscuridad había descendido muy rápidamente, y el follaje de los árboles, que momentos antes brillaba de
color verde, estaba ahora muy oscuro y denso. Don Juan dijo que si yo prestaba atención intensamente a la
oscuridad del follaje, sin enfocar la mirada sino mirando como con el rabillo del ojo, vería una sombra fugaz
cruzando mi campo de visión.
-Ésta es la hora apropiada para hacer lo que te voy a pedir -dijo-. Toma un momento en fijar la atención
necesaria de parte tuya para lograrlo. No pares hasta que captes esa sombra fugaz negra.
Vi de hecho una extraña sombra fugaz negra proyec tada en el follaje de los árboles. Era, o bien una sombra
que iba de un lado al otro, o varias sombras fugaces moviéndose de derecha a izquierda o de izquierda a derecha,
o hacia arriba en el aire. Me parecían peces negros y gordos, peces enormes. Era como si gigantescos
peces espada volaran por el aire. Estaba absorto en la visión. Luego, finalmente, la visión me asustó. Estaba
ya muy oscuro para ver el follaje, pero aun así veía las sombras fugaces negras.
-¿Qué es, don Juan? -pregunté-. Veo sombras fugaces negras por todos lados.
-Ah, es el universo en su totalidad -dijo-, inconmensurable, no lineal, fuera del reino de la sintaxis. Los
chamanes del México antiguo fueron los primeros que vieron esas sombras fugaces, así es que las siguieron.
Las vieron como tú las viste hoy, y las vieron como energía que fluye en el universo. Y, sí, descubrieron algo
trascendental.
Paró de hablar y me miró. Sus pausas encajaban perfectamente. Siempre paraba de hablar cuando yo
pendía de un hilo.
-¿Qué descubrieron, don Juan? -pregunté.
-Descubrieron que tenemos un compañero de por vida -dijo de la manera más clara que pudo-. Tenemos un
predador que vino desde las profundidades del cosmos y tomó control sobre nuestras vidas. Los seres
humanos son sus prisioneros. El predador es nuestro amo y señor. Nos ha vuelto dóciles, indefensos. Si queremos
protestar, suprime nuestras protestas. Si queremos actuar independientemente, nos ordena que no lo
hagamos.
Estaba ya muy oscuro a nuestro alrededor, y eso parecía impedir cualquier expresión de mi parte. Si hubiera
sido de día, me hubiera reído a carcajadas. En la oscuridad, me sentía bastante inhibido.
-Hay una negrura que nos rodea -dijo don Juan-, pero si miras por el rabillo del ojo, verás todavía las fugaces
sombras saltando a tu alrededor.
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Tenía razón. Aun las podía ver. Sus movimientos me marearon. Don Juan prendió la luz, y eso pareció disiparlo
todo.
-Has llegado, a través de tu propio esfuerzo, a lo que los chamanes del México antiguo llamaban el tema de
temas -dijo don Juan-. Me anduve con rodeos todo este tiempo, insinuándote que algo nos tiene prisioneros.
¡Desde luego que algo nos tiene prisioneros! Esto era un hecho energético para los chamanes del México antiguo.
-¿Pero, por qué este predador ha tomado posesión de la manera que usted describe, don Juan? -pregunté-.
Debe haber una explicación lógica.
-Hay una explicación -replicó don Juan-, y es la explicación más simple del mundo. Tomaron posesión porque
para ellos somos comida, y nos exprimen sin compasión porque somos su sustento. Así como nosotros
criamos gallinas en gallineros, así también ellos nos crían en humaneros. Por lo tanto, siempre tienen comida a
su alcance.
Sentí que mi cabeza se sacudía violentamente de lado a lado. No podía expresar mi profundo sentimiento de
incomodidad y descontento, pero mi cuerpo se movía haciéndolo patente. Temblaba de pies a cabeza sin volición
alguna de mi parte.
-No, no, no, no -me oí decir-. Esto es absurdo, don Juan. Lo que usted está diciendo es algo monstruoso.
Simplemente no puede ser cierto, para chamanes o para seres comunes, o para nadie.
-¿Por qué no? -don Juan preguntó calmadamente-. ¿Por qué no? ¿Por qué te enfurece?
-Sí, me enfurece -le contesté-. ¡Esas afirmaciones son monstruosas!
-Bueno -dijo-, aún no has oído todas las afirmaciones. Espérate un momento y verás cómo te sientes. Te voy
a someter a un bombardeo. Es decir, voy a someter a tu mente a tremendos ataques, y no te puedes ir porque
estás atrapado. No porque yo te tenga prisionero, sino porque algo en ti te impedirá irte, mientras que otra
parte de ti de veras se alocará. Así es que, ¡ajústate el cinturón!
Sentí que había algo en mí que exigía ser castigada. Don Juan tenía razón. No podría haberme ido de la casa
por nada del mundo. Y aun así, no me gustaban para nada las insensateces que él peroraba.
-Quiero apelar a tu mente analítica -dijo don Juan-. Piensa por un momento, y dime cómo explicarías la
contradicción entre la inteligencia del hombre-ingeniero y la estupidez de sus sistemas de creencias, o la
estupidez de su comportamiento contradictorio. Los chamanes creen que los predadores nos han dado nuestro
sistemas de creencias, nuestras ideas acerca del bien y el mal, nuestras costumbres sociales. Ellos son los que
establecieron nuestras esperanzas y expectativas, nuestros sueños de triunfo y fracaso. Nos otorgaron la
codicia, la mezquindad y la cobardía. Es el predador el que nos hace complacientes, rutinarios y egomaniá-
ticos.
-¿Pero de qué manera pueden hacer esto, don Juan? -pregunté, de cierto modo más enojado aún por sus
afirmaciones-. ¿Susurran todo esto en nuestros oídos mientras dormimos?
-No, no lo hacen de esa manera, ¡eso es una idiotez! -dijo don Juan, sonriendo-. Son infinitamente más
eficaces y organizados que eso. Para mantenernos obedientes y dóciles y débiles, los predadores se involucraron
en una maniobra estupenda (estupenda, por supuesto, desde el punto de vista de un estratega). Una
maniobra horrible desde el punto de vista de quien la sufre. ¡Nos dieron su mente! ¿Me escuchas? Los predadores
nos dieron su mente, que se vuelve nuestra mente. La mente del predador es barroca, contradictoria,
mórbida, llena de miedo a ser descubierta en cualquier momento.
»Aunque nunca has sufrido hambre -continuó-, sé que tienes unas ansias continuas de comer, lo cual no es
sino las ansias del predador que teme que en cualquier momento su maniobra será descubierta y la comida le
será negada. A través de la mente, que después de todo es su mente, los predadores inyectan en las vi das de
los seres humanos lo que sea conveniente para ellos. Y se garantizan a ellos mismos, de esta manera, un
grado de seguridad que actúa como amortiguador de su miedo.
-No es que no pueda aceptar esto como válido, don Juan -dije-. Podría, pero hay algo tan odioso al res pecto
que realmente me causa rechazo. Me fuerza a tomar una posición contradictoria. Si es cierto que nos comen,
¿cómo lo hacen?
Don Juan tenía una sonrisa de oreja a oreja. Rebosaba de placer. Me explicó que los chamanes ven a los
niños humanos como extrañas bolas luminosas de energía, cubiertas de arriba a abajo con una capa brillante,
algo así como una cobertura plástica que se ajusta de forma ceñida sobre su capullo de energía. Dijo que esa
capa brillante de conciencia era lo que los predadores consumían, y que cuando un ser humano llegaba a ser
adulto, todo lo que quedaba de esa capa brillante de conciencia era una angosta franja que se elevaba desde
el suelo hasta por encima de los dedos de los pies. Esa franja permitía al ser humano continuar vivo, pero sólo
apenas.
Como si hubiera estado en un sueño, oí a don Juan Matus explicando que, hasta donde él sabía, la humanidad
era la única especie que tenía la capa brillante de conciencia por fuera del capullo luminoso. Por lo tanto,

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