lunes, 18 de junio de 2012

Iniciación en el Antiguo Egipto

JORGE ÁNGEL LIVRAGA

www.acropolis.org

La Iniciación en el Antiguo Egipto
De las ceremonias iniciáticas en Egipto sabemos muy poco, y lo poco que sabemos se
refiere casi con exclusividad a la parte más externa de los ritos, ya que el carácter secreto
que asumían las más internas nos priva en absoluto del conocimiento de las mismas.
Vamos a resumir a continuación algunas de ellas.
LA FIESTA DE SED
A los 30 años de la coronación de un Faraón se festejaba una misteriosa ceremonia
llamada SED; esta festividad mística es muy antigua, pues ya figura en representaciones
de la Primera Dinastía. Coincidía con la elevación de las columnas simbólicas Djed, y su
relación con el Khoi - «retroceso» - aparece como debida a la bajante del Nilo.
Algunos autores quieren que esta ceremonia constituyese la inmolación ritual del viejo
Rey para dar paso a otro, pero esta suerte de sacrificio humano no tiene documentación
alguna en la historia egipcia. Esta teoría se basa en la interpretación contemporánea de
las representaciones del Jubileo de Amenofis III.
En cierta manera, entendemos a esta ceremonia como un «rejuvenecimiento» o resurrección
espiritual, que demarcaría la plena Iniciación del Faraón, cosa que le permitiría
participar más concientemente de las indicaciones generales que siempre recibían estos
aparentes Señores de Egipto de los reales directores de sus destinos, que fueron los
Sacerdotes.
Se dice que luego de las purificaciones, el propio Faraón honraba a los Dioses en las
distintas dependencias del Templo de su ciudad Capital. Luego, sentado en su trono,
presenciaba el desfile de los portaestandartes, de los símbolos de los Nomas (provincias)
y de los Grandes de su gobierno. También se acarreaban grandes estatuas de dioses
ante él.
Esto duraba varios días.
Luego se lavaba ceremoniosamente los pies, antes de entrar en lo que hoy traducen
como «Vestuario Sagrado», probablemente una cámara secreta del Templo, en la cual el
Faraón era investido de ropajes especialmente confeccionados, doblados y perfumados.
La traducción literal de este aposento se leería como «Palacio para revestirse». Subía
luego a un doble trono, sentándose alternativamente en cada uno de los dos sitiales,
simbolizando su gobierno sobre el Bajo y el Alto Egipto, así como su Poder en los dos
mundos: el físico y el espiritual.
Después, con pasos ceremoniales cruzaba el amplio patio del Templo, llamado «campo»,
como símbolo de su poder de transitar por todas sus tierras y no detenerse ante nada.
Cargado en una vistosísima litera (los detalles cambian según las épocas) y precedido por
un estandarte con la forma Upuaut de Anubis, llegaba hasta la capilla de Horus Ubico!
donde recibía un cetro, el latiguillo y el cayado. Tomados ritualmente estos objetos, se
envolvía en su manto y era proclamado cuatro veces.
Parece ser que después, y habiendo oído desde las loas de los Altos Sacerdotes a las
lejanas aclamaciones que desde afuera de los pilonos le hacía llegar su pueblo - que lo
ido!atraba - se despojaba del manto e iniciaba cuatro carreras simbólicas ataviado tan
sólo con el faldellín y los Cotros. Estas «carreras» deberían ser marchas ceremoniales
para ofrendar a los Dioses de los Elementos, de los Cuatro Puntos Cardinales, pero los
modernos investigadores lo ven simplemente como «carreras».
De su cintura, en la parte posterior, pendía el rabo de un animal que no podemos definir,
pero que, según las ocasiones, tendría que ser de un leopardo o de un chacal. El caso
parece que era tan sólo del Alto Egipto. Pasado todo esto, ofrecía sus insignias al Upuatu,
y visitaba las capillas de Horus y de Seth, desde donde disparaba (¿cómo Anubis-
Arquero?) flechas de victoria en las cuatro direcciones.
Existe una versión de que el rabo zoomorfo que se ve pendiente del Faraón en estas
ocasiones, es el de un toro, cosa que podría emparentarse con la muerte ritual del Buey
Apis y del Alma-osiriana como «Toro del Amenti»; pero nada de esto está probado, ya
que las representaciones son muy confusas.
La fórmula textual que cerraba el Festival, Sed, era: «Empiezas tu renovación, empiezas a
florecer de nuevo como el niño hijo de la Luna, eres joven otra vez año tras año; como
Nun al comienzo de los siglos, has renacido al repetir el Festival de Sed.»
LA FIESTA DE MIN
Min de Coptos, deidad de la fecundación, recibía tarnbién el nombre de «Abridor de
las Nubes», y el Faraón se identificaba con él no pocas veces. En el Festival, el Faraón se
acompañaba de un Servidor del Templo, ayudándole a sembrar las semillas sobre el limo
del Nilo, ya que la Festividad se celebraba en ello mes del verano, el 9° mes del año,
equivalente a nuestro Septiembre.
El Faraón y su esposa oficial iban ante la estatua del Dios Min Itifálico, precedidos de un
toro completamente blanco, símbolo del Dios. Al llegar la comitiva al campo elegido, se
elevaba allí una capilla desmontable, y se instalaba la imagen de un toro tras un dosel,
recibiendo complicadas ofrendas.
El Faraón segaba con un instrumento ritual un haz de hierbas y lo ofrecía al toro blanco.
En el Templo de Mediret Habu aparece Ramses III con la Hoz Ceremonial; el profesor
Gardiner piensa que está así representado para evocar a Horus segando la cebada de su
padre Osiris, para evocar sus poderes generativos como MinHorus, el Poderoso. Al igual
que en los Ritos de Coronación, se simbolizaban a los Cuatro Hijos de Horus lanzando
ánades en las cuatro direcciones.
Luego el sacerdote proclamaba: «¡Salve Dios Min, el que fecunda a su Madre (la Naturaleza)!
¡Qué misterioso es lo que has hecho en la oscuridad!». Aunque esto se ha
interpretado tan sólo fálicamente, pensamos que la unión simbólica del Rey y la Reina
representaba la simbiosis de la Naturaleza espiritual y de la Naturaleza material; una
renovación de esa fecundación mística que hace al Universo seguir vivo y justificar su
existencia.
LA FIESTA KHOIAK
Esta festividad era anual; se hacía el ler. día del primer mes de invierno, o por lo menos
allí tendría su culminación. El Nilo alcanzaba en ese momento su mayor altura, y coincidía
con honras a Osiris equivalentes a un tipo de exequias.
Según lo escrito en los muros del Templo de Denderah, comenzaba con una ceremonia
de arar y sembrar el día 12 del mes de Khoiak; desde entonces hasta el 21, una imagen
áurea de Osiris momia, se cubría con cebada y avena, se envolvía en esteras y se
guardaba sumergida en un estanque de poca profundidad, que incluso se regaba
ritualmente todos los días. El 22 (noveno día de la fiesta), la exponían al sol
inmediatamente antes del crepúsculo, y se la enviaba con imágenes del mismo dios y de
otros, a un viaje en barcas coronadas de antorchas; esto duraba hasta el 24. Después se
la metía dentro de un ataúd de madera de moral (de moras), y se la enterraba. En ese
mismo lugar había estado la imagen del año anterior, la que ahora, desenterrada, se
colocaba dentro de un sicomoro, o por lo menos recostada en él.
El día 30, cuando la inundación del Nilo cedía, se hacían ceremonias sobre el sepelio de
Osiris en una cámara subterránea y se colocaba un ataúd con una imagen de El sobre un
lecho de arena.
Hasta aquí lo que entresacamos de estos murales con inscripciones ya muy tardías, y de
los relatos de los griegos, los que, generalmente - salvo los que en Egipto se iniciaron -
tan sólo veían la plástica y escenografía de las Festividades, y cuanto más, trataban de
relacionarlas con los Pequeños Misterios que en Grecia eran prácticamente públicos.
De todo esto deduciremos, al agregarle la mentalidad especialmente materialista de nuestros
traductores, lo tan poco que de estas Festividades logramos rescatar.
El Mito Osiriano y el Significado Secreto de la Momificación
El Mito Osiriano es probablemente uno de los mitos más antiguos y con más versiones
incluso dentro del mismo Egipto. El Mito Osiriano conforma fundamentalmente las
-digamosandanzas místicas de este personaje Osiris. Estas andanzas místicas
comienzan con una invitación que le hizo uno de sus hermanos nefastos, Set, el cocodrilo
(también Tifón, Set-Tifón, el hipopótamo). Le invitó a un gran banquete, una gran fiesta
que se celebraba en el Nilo.
Luego de esa fiesta, donde se habló de los dioses y se bebieron exquisitos licores, dice la
tradición que Set invitó a Osiris a ocupar un sarcófago de plomo que si le quedaba bien se
lo llevaría como obsequio. Este sarcófago era triple: por dentro de plomo, en el medio de
piedra y por fuera de madera muy ricamente labrada. Osiris lo probó y aprovechando esta
oportunidad el hermano maligno cerró las tapas del sarcófago y lo arrojó al Nilo.
Ese cadáver de Osiris dentro del sarcófago empieza a recorrer lugares; primeramente es
arrastrado por la tierra, después flota en las aguas del Nilo y por fin, se enmaraña en las
costas del Mediterráneo debajo de un árbol sagrado. Algunos dicen que ese árbol era un
cedro, otros dicen que un rododendro, pero que es nuestro conocido Árbol de la Vida.
Estando debajo del Árbol de la Vida, Isis, que le andaba buscando por el Universo, trata
de encontrar su cadáver para volverle a la vida por medio de actos mágicos -no olviden
que Isis es la Gran Hechicera, Señora del Rayo Rojo, Señora de la Vitalización-. Pero ese
hermano maligno se las ingenia para poder por fin destrozar, desmenuzar el cadáver de
Osiris. El cadáver, en catorce pesazos, es desparramado por todo el Universo. Isis está
desesperada porque no sabe de qué manera transmitir al mundo un hijo de ella, que es la
Vida, y de él, que es el Espíritu, las dobles características. Entonces, dicen que un halcón
aparece portando uno de los trozaos de Osiris y únicamente ante esta visión la virgen Isis
queda embarazada de Horus, quien va a tener las características de la Vida y del Espíritu.
Este Mito Osiriano, que es contado en muchas versiones y de muchas maneras, pero que
básicamente es lo que les estoy diciendo, representa en sí toda la marcha del discípulo;
es decir que el Mito Osiriano es la Marcha de la Iniciación.
El hombre común, el hombre vulgar, como podemos ser cualquiera de nosotros, se
encuentras siempre con una serie de problemas que hacen que tenga alguna vez que
someterse a pruebas, que tenga que tratar de entrar a un determinado camino y hacer la
elección con su vida. Pero cuando hace esa elección, el hombre, de alguna manera, tiene
que pasar por una serie de pruebas estrictamente materiales, símbolo de la Tierra; de
pruebas psicológicas, relacionadas con el Agua y el Aire; y finalmente, debe pasar
también por pruebas mentales, dudas, supremas elecciones espirituales, que están relacionadas
precisamente con ese esparcirse los pedazos de Osiris por el Universo y con
ese reencontrarse nuevamente.
El hombre para poder llegar a la cumbre de su evolución debe encontrarse a sí mismo;
debe encontrar el trozo que dejó en el otro hombre; debe tratar de encontrarse otra vez en
la Naturaleza, encontrarse otra vez en todo ese mundo que aparentemente le era lejano.
Entonces, de una manera mística, su naturaleza inferior puede dar a luz algo que, sin
dejar de estar en el mundo, tiene todas las características espirituales de su alma
superior. Por eso dicen las viejas tradiciones que el hombre asume cabeza de pájaro, o
sea, que el hombre asume la capacidad de recordar que puede volar y de esta manera
puede hacer efectivo ese vuelo.
Llegamos así a aquella parte referente a la momificación. Ante todo quiero aclararles algo.
En el Egipto predinástico no era como en la actualidad que nos lamentamos por la muerte
de algún ser querido. En Egipto, generalmente, incluso la gente más común aplaudía y
estaba contenta y alegre cuando alguien moría, porque consideraba que el difunto se
liberaba de todos los males de este mundo.
Cuando el hombre morral el principal trabajo del Sacerdote era separa su parte superior
de su parte inferior. Dividía sus cuerpos inferiores y sus cuerpos superiores. Dado que
solamente podía llegar a ascender esa Tríada Superior había que hacer algo para
mantener los cuatro cuerpos inferiores en la Tierra. De ahí, entonces, que el cadáver era
cuidadosamente vendado para retenerlo en la Tierra. Por eso, El Libro de los Muertos/ El
Libro de la Ocuítél MOíada, estaba cuidadosamente escrito en sus vendas. Ese libro repite
una y mi! veces las fórmulas de encantamiento para que los cuerpos inferiores, las
sombras, no sigan ai Espíritu hacia la región del Amenti.
La momificación no era, como se cree comúnmente, un sistema para conservar el cuerpo,
sino que era un sistema para retener al cuerpo. De ahí el símbolo de todos esos
sarcófagos sucesivos clavados cuidadosamente y de esas advertencias: "No me
desates'~ "No levantes la tapa de mi féretro". Precisamente era para que las partes
inferiores no se relacionasen con las superiores, no corriesen para querer penetrar en el
Amenti, no molestasen al alma-halcón que se eleva. De ahí también las mascarillas
simbólicas, de ahí también los elementos con que se rodeaba a los cadáveres.
Junto a las momias, por ejemplo, se ponían las sillas, las pequeñas mesas, los pequeños
símbolos de animales y de personas que le habían hecho grata la vida. Generalmente,
también se piensa que era porque los egipcios pensaban que la vida en el otro mundo era
una vida material como aquí y que el hombre necesitaría tener sus alimentos, su jarra de
vino, o necesitaría el símbolo de su esposa ... ipero no! Lo que pasa es que todos esos
elementos se ponían junto al difunto precisamente para que el cadáver fuese retenido,
para que las potencias psíquicas inferiores, por costumbre, fuesen retenidas en esa
mastaba y no molestasen al alma que se elevaba. Es evidente que cuando el hombre
muere, si es que -como decían los egipcios- perduramos más allá de la muerte física, hay
unos elementos que lo van a retener.
La pieza donde hemos estado, nuestra familia, tal vez la ropa que hemos usado, quizás el
viejo libro que tantas veces abrimos, tal vez aquel rincón débilmente iluminado donde nos
sentamos a verter una lágrima que nadie vio. Todos esos pequeños elementos atan a la
vida en el aquí y el ahora; hay que dejar atrás esos elementos para poder salir nuevo,
para poder salir diferente, para poder salir como un halcón, con una sola cabeza
emplumada y dos alas, o como el escarabajo mítico Kefer que abre las alas y dice:
"Yo he resucitado".
Por eso el fin de todo el Mito Osiriano era precisamente el vendaje del cuerpo, el vendaje
ñsico y el vendaje psicológico, al ponerle máscaras, al taparlo, al enterrarlo prácticamente
debajo de moles y moles de piedras para que solamente escapase el alma. ( ... )
Entonces, este es el símbolo fundamental de la Iniciación Osiriana: el que todo hombre
puede llegar a ser Osiris; que cada uno de nosotros podemos llegar, mediante un cúmulo
de esfuerzos; mediante un cúmulo de aprendizajes, mediante un cúmulo de experiencias
a renovarnos a nosotros mismos, a cambiar de tal manera que podamos llegar a nuestra
dimensión interior, a esa dimensión nuestra donde Osiris mora en nosotros, donde mora
en nosotros la capacidad de vencer a la muerte y de poder Vivir eterna y continuamente.

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