lunes, 13 de julio de 2015
Francisco pronuncia en Bolivia su discurso más revolucionario y demoledor contra el capitalismo
Francisco pronuncia en Bolivia su discurso más revolucionario y demoledor contra el capitalismo
POR CONSULADODEBOLIVIA ·
LA NACION, SANTA CRUZ DE LA SIERRA.- Fue un discurso “revolucionario”. Llamó a un “redentor” cambio de estructuras y a luchar para superar las “graves situaciones de injusticia que sufren los excluidos en todo el mundo”. Fustigó con más dureza que nunca “la dictadura del dinero”, que volvió a definir como “el estiércol del diablo”, y al sistema económico actual, “que degrada y mata”. Y convocó a la unión de la Patria Grande latinoamericana y a rechazar el “nuevo colonialismo”.
Francisco, un papa considerado populista y hasta marxista por sectores ultraconservadores, pronunció ayer el discurso de más fuerte contenido político y social de su pontificado.
“El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos”, clamó, al clausurar el Segundo Encuentro Mundial de los Movimientos Populares. El Pontífice habló en Santa Cruz de la Sierra, la ciudad más importante de este país de 10 millones de habitantes, uno de los más pobres de América latina. Y lo hizo en una jornada marcada por la polémica que provocó una suerte de crucifijo tallado sobre una hoz y un martillo que le regaló Evo Morales.
En su discurso, Francisco volvió a hablar de un mundo sumergido en una “tercera guerra mundial en cuotas”. Denunció la existencia de “un hilo invisible que une a cada una de las exclusiones: un sistema que ha impuesto la lógica de la ganancia” a toda costa. “Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan los pueblos”, dijo.
“Y tampoco lo aguanta la Tierra, la hermana madre Tierra”, clamó en su discurso. Aclaró que estaba hablando no sólo de problemas de América latina, sino de toda la humanidad. “Se está castigando a la Tierra, a los pueblos, a las personas, de un modo casi salvaje”, disparó.
El primer Encuentro Mundial de los Movimientos Populares había tenido lugar en octubre del año pasado en el Vaticano por voluntad de Francisco. Como recordó el propio Papa en su largo e intenso discurso, que duró una hora, y de más de seis páginas, esa vez había reclamado “las tres t”: tierra, techo y trabajo para todos.
“Lo dije y lo repito, son un derecho sagrado. Vale la pena luchar por ellos. Que el clamor de los excluidos se escuche en América latina y en todo el mundo”, pidió, provocando una catarata de aplausos. En el público, que lo ovacionó, no sólo estaba el presidente Evo Morales, que antes había dado un discurso de media hora en el que reivindicó su pasado de lucha contra “el imperialismo castrador”. También había cartoneros, recicladores, indígenas con el rostro pintado, obreros con casco y miembros y dirigentes de movimientos de todo el mundo, como el abogado argentino Juan Grabois, cercano a Jorge Bergoglio.
El Papa, que elogió reiteradamente los movimientos populares -que definió como “poetas sociales”-, los llamó a impulsar un cambio. “Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden hacerlo y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos, en su capacidad de organizarse y promover alternativas creativas, en la búsqueda cotidiana de «las tres t» [trabajo, techo, tierra] y también, en su participación protagónica en los grandes procesos de cambio, nacionales, regionales y mundiales. ¡No se achiquen!”, dijo.
Dijo luego que ni el Papa ni la Iglesia tienen “una receta” para solucionar los graves problemas de este mundo. Pero propuso tres grandes tareas: poner la economía al servicio de los pueblos; unir los pueblos en el camino de la paz y la justicia, y defender la madre Tierra. Al denunciar el sistema actual, llamó a decirle “no a una economía de exclusión e inequidad” y aseguró que “el problema es un sistema que sigue negándoles a miles de millones de hermanos los más elementales derechos económicos, sociales y culturales”. Además, denunció que este sistema “atenta contra el proyecto de Jesús”.
“El destino universal de los bienes no es un adorno discursivo de la doctrina social de la Iglesia. Es una realidad anterior a la propiedad privada. La propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos”, dijo provocando una ovación.
Al hablar de la necesidad de unidad, destacó que “en estos últimos años, después de tantos desencuentros, muchos países latinoamericanos han visto crecer la fraternidad entre sus pueblos”.
“Los gobiernos de la región aunaron esfuerzos para hacer respetar su soberanía, la de cada país y la del conjunto regional, que tan bellamente, como nuestros padres de antaño, llaman la «Patria Grande»”, agregó. Advirtió luego que “hay factores que atentan contra la soberanía de los países de la «Patria Grande» y otras latitudes del planeta”. Y arremetió contra el “nuevo colonialismo”, que se esconde “detrás del poder anónimo del ídolo dinero” o “bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo cuando se imponen a los Estados medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeora las cosas”.
“Del mismo modo, la concentración monopólica de los medios de comunicación social, que pretende imponer pautas alienantes de consumo y cierta uniformidad cultural, es otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Es el colonialismo ideológico”, agregó.
Luego de “reconocer que ninguno de los graves problemas de la humanidad se puede resolver sin interacción entre los Estados y los pueblos a nivel internacional”, el Papa destacó que “interacción no es sinónimo de imposición”. E hizo un mea culpa “no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”.
Con este discurso revolucionario, de tono mucho más fuerte de lo que se esperaba, Francisco cerró otra jornada intensa, marcada por una ciudad paralizada para verlo pasar en papamóvil, obtener una bendición o simplemente gritarle “¡Papa, te queremos!
Por la mañana, había celebrado una misa multitudinaria en la plaza del Cristo Redentor ante miles de personas. “¡Basta de descartes!”, clamó en la celebración, a la que también asistió Morales. Fue la tercera gran misa de su gira latinoamericana, que continuará hoy en Paraguay y concluirá el domingo.
Por la tarde, en un encuentro con 12.000 religiosos en el que cautivó a todos contando anécdotas, condenó a los sacerdotes que no son pastores sino “capataces”, que están continuamente reprendiendo y que “se sienten una casta de diferentes”. Y recordó que “no somos testigos de una ideología, de una receta, de una manera de hacer teología. Somos testigos del amor sanador y misericordioso de Jesús”.
Francisco: “Hay que cambiar el sistema, ya no se aguanta”
Por Sebastián Ochoa, Página/12 En Bolivia.- “Pido humildemente perdón no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, aseguró el papa Francisco durante la clausura del Encuentro Mundial de Movimientos Populares, que respondió con largos aplausos a cada uno de los posicionamientos, pocas veces escuchados en alguien de su investidura. Además del pedido de perdón, en el discurso más largo desde que inició la gira por América (57 minutos), llamó a los campesinos, indígenas y trabajadores a luchar por la “triple T”, tierra, techo y trabajo, y los convocó a organizarse para “poner la economía al servicio de los pueblos”. “Queremos un cambio, un cambio real, un cambio de estructuras. Este sistema ya no se aguanta, no lo aguantan los campesinos, no lo aguantan los trabajadores, no lo aguantan las comunidades, no lo aguantan los pueblos. Y tampoco lo aguanta la Tierra, ‘la hermana Madre Tierra’, como decía San Francisco”, aseguró.
“¿Reconocemos que las cosas no andan bien en un mundo donde hay tantos campesinos sin tierra, tantas familias sin techo, tantos trabajadores sin derechos, tantas personas heridas en su dignidad? ¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando estallan tantas guerras sin sentido y la violencia fratricida se adueña hasta de nuestros barrios?”, dijo el Papa ante cinco mil representantes de organizaciones sociales llegados desde 40 países.
“¿Reconocemos que las cosas no andan bien cuando el suelo, el agua, el aire y todos los seres de la creación están bajo permanente amenaza? Entonces, digámoslo sin miedo: necesitamos y queremos un cambio. Muchos esperan un cambio que los libere de esa tristeza individualista que esclaviza”, diagnosticó el pontífice.
“Cuando el capital se convierte en ídolo y dirige las opciones de los seres humanos y la avidez por el dinero tutela todo el sistema socioeconómico, arruina la sociedad, condena al hombre, lo convierte en esclavo”, comentó. En este aspecto, consideró que las organizaciones sociales pueden marcar la alternativa que hace falta.
“Ustedes, los más humildes, los explotados, los pobres y excluidos, pueden y hacen mucho. Me atrevo a decirles que el futuro de la humanidad está, en gran medida, en sus manos. Les invito a construir una alternativa humana a la globalización excluyente. No se achiquen”, los alentó Francisco.
“Aquí en Bolivia he escuchado una frase que me gusta mucho: ‘Proceso de cambio’. Me gusta tanto la imagen del proceso, donde la pasión por sembrar, por regar serenamente lo que otros verán florecer, reemplaza la ansiedad por ocupar todos los espacios de poder disponibles y ver resultados inmediatos. Queremos un cambio que se enriquezca con el trabajo mancomunado de los gobiernos y los movimientos sociales”, aseguró el Papa.
Aunque dijo no tener recetas, Bergoglio hizo recomendaciones para ese cambio: el primero fue el de “poner la economía al servicio de los pueblos” y oponerse a “una economía de exclusión e inequidad”. También consideró que “la propiedad, muy en especial cuando afecta los recursos naturales, debe estar siempre en función de las necesidades de los pueblos, no alcanza con las gotas que puedan llegar a derramar de la copa”. “Podemos lograrlo, esta economía al servicio de los pueblos no es una utopía, los bienes disponibles son suficientes. El problema es el sistema”, concluyó.
Afirmó entonces que “ningún poder fáctico o constituido tiene derecho a privar a los países pobres del pleno ejercicio de su soberanía” y lamentó la existencia de “nuevas formas de colonialismo que afectan seriamente las posibilidades de paz y de justicia”, y que “adoptan distintas fachadas como algunos tratados de libre comercio y la imposición de medidas de austeridad que siempre ajustan el cinturón de los trabajadores y los pobres”.
Recordó entonces la importancia de que los pueblos y gobiernos latinoamericanos se sientan parte del concepto de la “Patria Grande”, y alertó que a veces, “bajo el noble ropaje de la lucha contra la corrupción, el narcotráfico o el terrorismo, se imponen medidas que poco tienen que ver con la resolución de esas problemáticas y muchas veces empeoran las cosas”. En ese momento incluyó “la concentración monopólica de los medios de comunicación social” como otra de las formas que adopta el nuevo colonialismo. Y siguió definiendo: “El colonialismo, nuevo y viejo, reduce a los países pobres a meros proveedores de materia prima y trabajo barato”.
En ese contexto, introdujo el pedido de perdón por las matanzas promovidas en el continente por la misma Iglesia. “Alguno podrá decir, con derecho, que cuando el Papa habla del colonialismo se olvida de ciertas acciones de la Iglesia. Se han cometido muchos y graves pecados contra los pueblos originarios de América en nombre de Dios”, reconoció. Y recordó que ya lo habían dicho con anterioridad la Conferencia Episcopal de América Latina y Juan Pablo II. “Quiero ser muy claro, como lo fue san Juan Pablo II: pido humildemente perdón, no sólo por las ofensas de la propia Iglesia, sino por los crímenes contra los pueblos originarios durante la llamada conquista de América”, dijo.
Pero también pidió que se reconociera el valor de obispos, sacerdotes y laicos “que se opusieron a la lógica de la espada con la lógica de la cruz. Hubo pecados y abundantes, por eso pido perdón. Pero donde hubo pecado sobreabundó la gracia en quienes predicaron y predican la buena noticia de Jesús con coraje y mansedumbre”.
El Papa y el presidente Morales recibieron de campesinos e indígenas el “Documento de Santa Cruz”, fruto de tres días de debate.
“El pecado que tiene el ser humano es el capitalismo. Mientras exista el capitalismo y el imperialismo, la lucha va a seguir, por más que haya presidentes o dirigentes en todo el mundo. El pueblo vive de salario y del movimiento económico. Un discurso no es suficiente para garantizar la liberación democrática. A una liberación política hay que acompañar con una liberación económica”, enfatizó el presidente boliviano.
Más allá de las definiciones sociales y políticas, la atención mediática se concentró ayer en un regalo que Morales le hizo al Papa el miércoles a la noche. Era una pequeña escultura de un Jesucristo crucificado en la hoz y el martillo. En este gesto, la mitad de los comentaristas interpretaron algo así como mensaje infernal. En realidad, el obsequio que permitió a muchos hacer gala de sus prejuicios implicaba un homenaje al cura Luis Espinal, asesinado por la dictadura de Luis García Meza en 1980 (ver aparte).
Esta mañana, Francisco visitará a los presos de la cárcel cruceña de Palmasola. Para la ocasión, el Gobierno tiene listo el indulto a tres mil reclusos. A las 14 de Argentina, el Papa continuará su viaje hacia Paraguay.
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