TEMPLARIOS Y ROSACRUCES
LAVAGNINI ALDO
Las tradiciones herméticas orientales encontraron en Occidente otros tantos canales para su expresión, durante la Edad Media y el principio de la Edad Moderna, en las muchas sociedades y órdenes místicas y secretas, aunque aparentemente con diversa finalidad exterior, que se manifestaron aquí y allá, todas íntimamente relacionadas con la Tradición Iniciática y ligadas interiormente por la afinidad de los medios de manifestación y una identidad fundamental de orientación.
Entre estos movimientos, los dos más conocidos y que más han influido en la Masonería, son la Orden del Templo, que tuvo su apogeo y su período de esplendor en el siglo XIII, y la Fraternidad Rosacruz, que influyó especialmente en el siglo XVII.
La Orden de los caballeros del Templo nació de las Cruzadas y el contacto que se estableció con ocasión de las mismas entre los caballeros venidos del Occidente y las místicas comunidades orientales depositarias de tradiciones esotéricas. Como Orden fue fundada en 1118 por dos caballeros franceses, Hugues de Payens y Godefroid de St. Omer, con el fin de proteger a los peregrinos que iban a Jerusalén después de la Primera Cruzada.
Los caballeros hacían los tres votos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia, como las demás órdenes religiosas, y la Orden comprendía en sí misma un cuerpo eclesiástico propio, dependiente directa y únicamente del Gran Maestro de la Orden y del Papa. Así los místicos secretos de los cuales la Orden se hizo depositaria podían ser guardados con toda seguridad.
El secreto en el cual se desarrollaban las ceremonias de recepción, y se comunicaban los misterios a los que se reputaban dignos y maduros para poseerlos, fue el pretexto de las acusaciones de inmoralidad y herejía que se hicieron a la Orden, siendo en realidad motivadas estas acusaciones por la ignorancia, el celo y la codicia de su inmensa riqueza. Esta última fue principalmente la razón que llevó a Felipe el Hermoso, rey de Francia, en el año 1307, a aprehender sin previo aviso a todos los Templarios, que fueron torturados y juzgados muy sumariamente por el Tribunal de la Inquisición, con el preciso intento de acabar con la Orden, cuyo fin fue sellado trágicamente en 1314 (cuatro meses después de su abolición privada por obra del pontífice) por la bárbara muerte inflingida a su Gran Maestro Jacques de Molay, que fue quemado vivo delante de la catedral de Nôtre Dame de París.
También el movimiento filosófico conocido con el nombre de Fraternitas Rosae Vía tuvo sus orígenes en el contacto de Occidente con el Oriente, y con las secretas tradiciones que aquí pudieron conservarse más libre y fielmente: Cristian Rosenkreutz, su místico fundador, nació, según la tradición de la cual se habla en la Fama Fraternitatis, en 1378, y muy joven viajó por Chipre, Arabia y Egipto, donde le fueron revelados muchos importantes secretos, que llevó consigo a Alemania, donde fundó la Fraternidad, destinada a reformar a Europa. Después de su muerte fue sepultado secretamente en una tumba preparada expresamente para él, que debía permanecer desconocida para los miembros de la misma Fraternidad, hasta que fue casualmente descubierta, leyéndose en la misma la inscripción: Post CXX años patebo.
Esta historia, así como los secretos y maravillas que se encuentran en la tumba, es evidentemente simbólica de la Tradición Iniciática de la Sabiduría, personificada por el mismo Cristian Rosenkreutz, que viene del Oriente al Occidente, y se conserva celosamente en su tumba hermética, en donde la buscan y la encuentran sus adeptos, los fieles buscadores de la Verdad.
En cuanto a la influencia de estos dos movimientos sobre la Masonería, que es la que por el momento más nos interesa, es cierto que no solamente muchas tradiciones templarias y rosacruces encontraron su camino en nuestra Orden, sino que también se hizo ésta la intérprete y natural heredera de sus finalidades, ideales y de la Gran Obra que constituye el fin de todas las diferentes tendencias: hermetistas, templarios, rosacruces y filósofos siempre han debido fraternizar con los masones, y de esta comunión espiritual ha nacido la Masonería según hoy la conocemos.
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