miércoles, 27 de abril de 2016

Shambhala, ¿es el Paraíso perdido?



Shambhala, ¿es el Paraíso perdido?

Entre los antiguos mitos budistas figura el de un misterioso paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, que se considera la fuente de la sabiduría eterna y donde vivirían seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, oculto entre los Himalayas, se le llama Kalapa, mientras que la tradición china lo ubica en los montes Kunlun. Según las leyendas budistas, Kalāpa (‘atado, manojo’) es la mítica ciudad capital del reino de Shambhala(quizá algún lugar de Tíbet o de Cachemira). Allí el rey Kulika reina sentado en un trono de leones. Se dice que Kalapa es una hermosa ciudad, con jardines de sándalo que contienen un gran mándala tridimensional de kala chakrá realizado por el rey Suchandra. Este rey vino desde el norte de Cachemira, y desarrolló la práctica del kalachakrá, que aprendió del propio Buda (siglo VI a. C.) en Dhania Kataka. La cordillera montañosa Kunlun es una de las más largas cadenas montañosas de Asia, extendiéndose a lo largo de más de 3.000 km. Corre a lo largo del borde occidental de China, hacia el Sur, al lado de la cordillera del Pamir, curvándose luego hacia el este para formar la frontera del Tíbet. Se extiende al sur de lo que se denomina actualmente la cuenca de Tarim, el famoso Takla Makan o desierto de las “casas enterradas en la arena“, y el desierto de Gobi. La cordillera tiene cerca de 200 picos de altura superior a los 6.000 metros. Los tres picos más altos son el Kongur Tagh (7.719 m), el Dingbei (7.625 m) y el famoso Mutzagata (7.546 m). Estos picos se encuentran en la cordillera Arkatag dentro del complejo de cordilleras. Hacia el sur, una rama de las montañas Kunlun da lugar a la zona de captación de las cuencas de los dos ríos más largos de China, el Yangtsé y el río Amarillo. La cordillera se formó en el lado norte de la placa India durante su colisión a finales del Triásico, con la placa Euroasiática, dando lugar al cierre del océano Paleo-Thetys. Las montañas son muy conocidas en la mitología china, y se considera que encierran el paraíso taoísta. El primero en visitar este paraíso fue, según la leyenda, el rey Mu (1001-947 a. C.) de la dinastía Zhou. Supuestamente descubrió el Palacio de Jade de Huangdi, el mítico Emperador Amarillo, y encontró a Xiwangmu, la Reina Madre del Oeste, que también tiene su mítico refugio en estas montañas.



El término Kalachakra se refiere tanto a la deidad tántrica (tibetano yidam) de Vajrayana como a la filosofía y a las prácticas de meditación contenidas en el escrito Kalachakra Tantra y sus comentarios. El Kalachakra Tantra es propiamente conocido como el Kalachakra Laghutantra, y se dice que éste es una versión resumida del texto original, el Kalachakra Mulatantra, que ya no existe. Algunos maestros budistas aseguran que Kalachakra es la forma más avanzada que existe de práctica vajrayana, y ciertamente es uno de los sistemas complejos dentro del budismo tántrico. La tradición Kalachakra gira en torno al concepto de tiempo (kāla) y ciclos (chakra): desde los ciclos de los planetas hasta los ciclos de la respiración. Enseña a trabajar con la energía sutil del cuerpo para poder llegar a la iluminación. La entidad Kalachakara representa a Buda y, por ende, a la omnisciencia. Kalachakra es tiempo y, como todo está bajo la influencia del tiempo, Kalachakra lo conoce todo. Por otro lado, su consorte Kalachakri o Kalichakra está consciente de todo aquello que es infinito, no fuera del reino del tiempo. Están unidos en la postura Yab-yum, la temporalidad y la atemporalidad en conjunción. De manera similar, la rueda no posee ni principio ni fin. Según el Kalachakra Tantra, el rey Suchandra (tibetano Dawa Sangpo) del Reino de Shambhala pidió enseñanza a Buda para que él pudiera practicar el Dharma sin tener que renunciar a sus responsabilidades y placeres mundanos. En respuesta a su petición, Buda enseñó el primer tantra raíz Kalachakra en Dhanyakataka (Palden Drepung en tibetano, cerca del actual Amaravati), una pequeña ciudad en Andhra Pradesh, en el sureste de India, supuestamente por medio de bilocación (aparecer en dos lugares a la vez), ya que al mismo tiempo estaba entregando el discurso de los sutras Prajnaparamita en la montaña del Pico del Buitre en Bihar.



Además del rey Suchandra, noventa y seis emisarios y reyes menores de Shambhala también recibieron las enseñanzas. Kalachakra fue recibido entonces en Shambhala y allí permaneció en exclusividad por cientos de años. Los futuros reyes Manjushrikirti y Pundarika condensaron y simplificaron las enseñanzas bajo el nombre de Sri Kalachakra o Laghutantra, y su comentario principal, Vimalaprabha, que sigue siendo, hoy en día, el corazón de la literatura Kalachakra. Rigdan Tagpa o Manjushrí Kírti nació alrededor del 159 a.C. y fue regente de Shambhala con más de 300510 seguidores de la Mlechha, Yavana o religión occidental, algunos de los cuales alababan al sol. Se dice que Manjushri expulsó a todos los herejes de esta tierra pero que, después de escuchar sus peticiones, les permitió regresar y, para su beneficio y beneficio de todos los seres, expuso la doctrina Kalachakra. En el 59 a.C. le entregó el trono a su hijo, Pundarika, y al poco tiempo falleció, y entró así al Sambhoga-káya de la Budeidad. Actualmente existen dos tradiciones de Kalachakra, el linaje Ra (tibetano Rva-lugs) y el linaje Dro (tibetano Bro-lugs). Aunque existen muchas tradiciones de los textos Kalachakra del sánscrito al tibetano, las traducciones Ra y Dro se consideran las más confiables. Cada tradición ofrece una historia diferente acerca de cómo las enseñanzas Kalachakra lograron regresar a la India desde Shambhala. En ambas tradiciones, el Kalachakra y sus comentarios (algunas veces conocidos como Bodhisattvas Corpus) regresaron a la India en el año 966 d.C. gracias a un pandit hindú. En la tradición Ra, este personaje se conoce como Chilupa, mientras que en la tradición Dro se le conoce como Kalachakrapada El Mayor. Eruditos como Helmut Hoffman han sugerido que se trata de la misma persona con diferente seudónimo. Chilupa/Kalachakrapada viajó a Shambhala para recibir la enseñanza de Kalachakra y logró recibir la iniciación por parte del rey Durjaya, el cual se le manifestó como Manjushri. Al regresar a la India, Chilupa/Kalachakrapada logró derrotar en debate a Nadapada (tibetano Naropa), el abad de la Universidad de Nalanda, uno de los centros más grandes de pensamiento budista de la época. Chilupa/Kalachakrapada inició entonces a Nadapada (que vino a ser conocido como Kalachakrapada El Menor) en la tradición Kalachakra. Los demás linajes indotibetanos surgieron a partir de ellos dos.



Más tarde, la tradición Kalachakra, así como todo el budismo Vajrayana, desapareció de la India debido a las invasiones musulmanas, y logró sobrevivir exclusivamente en Nepal. El linaje Dro se establece en Tíbet por un discípulo Kashimiri de Nadapada, conocido como Pandita Somanatha, el cual llegó al Tíbet en 1027 (o 1064 d.C., según el calendario utilizado), junto a su traductor Droton Sherab Drak Lotsawa, del cual recibe su nombre. El linaje Ra llegó al Tíbet por medio de otro discípulo Kashimiri de Nadapada, llamado Samantashri junto a su traductor Ra Choerab Lotsawa (o Ra Dorje Drakpa). Hoy en día, la tradición Kalachakra la practican las cuatro escuelas de budismo tibetano, aunque es mucho más predominante en el linaje Gelug. Es la práctica tántrica oficial de la escuela Jonang, y actualmente lucha para ser reconocida como la quinta tradición del budismo tibetano. También en la antigua Rusia se hablaba de la legendaria Bielovodye, la Tierra de las Aguas Blancas, donde vivían santos ermitaños de inmensa sabiduría. James Hilton, en su novela Horizontes Perdidos, recreó el mito y lo llamó Shangri-La. La doctrina que practicaban los monjes hacia el comienzo de la era cristiana era una mezcla de maniqueísmo religioso antiguo de dioses y diablos ancestrales, mezclados con las doctrinas del divino Buda. Quizás sea la altura y las tremendas barreras naturales del hielo, las que hacen que el antiguo monasterio seleccione a los más intrépidos para vivir en oración y meditación en el maravilloso valle, que en forma absolutamente sobrenatural se levanta verde y cálido en medio de unas condiciones extremas de vida. De este valle se ha hablado siempre a través de la historia.



Incluso su origen y leyenda motivó una película, “Horizontes Perdidos”, donde se narra la vida y misterios de una comunidad feliz, en el valle de Shangri-La. Horizontes perdidos (original en inglés, Lost Horizon), es una novela escrita por James Hilton y publicada en 1933. Relata la llegada de un grupo de extranjeros al monasterio tibetano de Shangri-La, un lugar utópico y paradisíaco en los Himalayas. Es considerada el prototipo de metáfora de búsqueda de la espiritualidad oriental y de la sociedad perfecta. Su presentación de una sociedad pacífica, donde gobiernan unos sabios lamas en paz, se considera un clásico de la literatura utópica. Y el mítico Shangri-La, reflejo de la budista Shambhala, un símbolo del gobierno perfecto basado en la sabiduría. La novela ha sido adaptada por dos veces al cine, la primera en 1937, dirigida por Frank Capra y la segunda en 1973, dirigida por Charles Jarrott. En mayo de 1931, durante una revuelta contra el Raj Británico en Baskul, Afganistán, el cónsul del Imperio, Hugh Conway, su asistente, el capitán Charles Mallinson, la misionera cristiana Roberta Brinklow y el comerciante estadounidense Henry D. Barnard son evacuados en el avión privado del maharajá de Chadapore hacia un destino seguro. Sin embargo, en pleno vuelo se percatan del cambio de rumbo y de que el piloto del avión les es desconocido, aspectos ambos ante los que cada pasajero demuestra su personalidad. Tras un repostaje en medio de una tormenta de nieve, el avión finalmente aterriza precariamente en una pequeña meseta cercana a una gran montaña azulada, el Karakal. Allí les sale al encuentro una comitiva procedente de un monasterio lamaísta, presidida por un chino de edad indeterminada llamado Chang. Ante la escasez de posibilidades, los cuatro refugiados siguen al desconocido y se encuentran con el monasterio y valle de Shangri-La, un oasis en clima y temperatura en el Valle de la Luna Azul, presidido por el Karakal. Shangri-La es un gran monasterio que dispone de muchas comodidades occidentales, tales como baños, instrumentos musicales y una gran biblioteca. Su estilo general a Conway le recuerda a Oxford, pero en medio del Himalaya. Con la promesa de esperar al siguiente grupo de porteadores que llegarán al monasterio, los extranjeros son acogidos y se pone a su disposición toda clase de comodidades.



Cada refugiado se dedica a labores diferentes. Conway, conocedor de la lengua china y algo de tibetano, entabla largas conversaciones con Chang y visita con asiduidad la biblioteca. Brinklow, decidida a fundar una misión católica en Shangri-La, comienza a estudiar tibetano y a conocer su cultura. Barnard, a su vez, se muestra feliz en el monasterio, debido principalmente a que se trata en realidad de Chalmers Bryant, un empresario arruinado perseguido por la policía bajo el cargo de estafa. Mallinson, por su parte, desconfía de las intenciones de los lamas y sólo encuentra consuelo en una de las aprendices del monasterio, una joven china llamada Le-Tsen. Transcurrido un mes en la más total placidez, el Gran Lama del monasterio hace llamar a Conway, un privilegio que no había sido otorgado a ningún extranjero antes y éste le cuenta la historia del monasterio. Desde la llegada al valle de un misionero capuchino luxemburgués enviado por Roma en el siglo XVII, el padre Perrault, hasta la llegada de varios exploradores alemanes, pasando por la fundación del monasterio y de las leyes que rigen el valle, basadas en la moderación y el respeto. Al término de la historia, Conway comprende dos verdades: que el Gran Lama no es otro que el padre Perrault, preservado de los estragos de la edad gracias a una planta del valle y a su especial clima y que ningún extranjero ha salido del valle sin encontrar la muerte, ya por la naturaleza ya por la pérdida de la saludable atmósfera de Shangri-La. Perrault construyó el santuario como un recinto de paz, «donde gobiernan los mejores, no los más fuertes», en el que pudiera perdurar la cultura y espiritualidad del mundo, en un tiempo en el que parecía que la guerra iba a acabar con todo.



Conway, veterano de la Primera Guerra Mundial, comparte este deseo y se compromete. Sin poder decir nada a sus compañeros, Conway se inicia en el proceso de convertirse en lama mediante el estudio, la música y la meditación, ayudado por largas conversaciones con Perrault. Cuando éste, finalmente, le comunica su deseo de que Conway se convierta en el siguiente Gran Lama y muere, Mallinson ha decidido, de acuerdo con Le-Tsen, escapar del valle aprovechando la llegada de una partida de suministros. El antiguo cónsul duda, pero finalmente sale con ellos, llegando a la India en un estado de salud lamentable, donde es atendido por unas monjas y auxiliado por la propia Le-Tsen, a la que la salida de Shangri-La ha revelado su verdadera edad, más de cien años, provocando un envejecimiento repentino y su muerte. Todo este relato llega a manos de dos antiguos compañeros de Conway, Rutherford y el escritor, que, al intentar buscar de nuevo a Conway, sólo averiguan que ha vuelto «al noroeste». Entre los temas principales del libro destaca la alusión a que una guerra de proporciones catastróficas pudiera destruir toda la civilización, por lo que, en previsión, el Gran Lama fundó Shangri-La. Es el mismo punto de partida que la saga de la Fundación de Isaac Asimov, ésta última a escala galáctica. El Gran Lama, en un diálogo paralelo a cualquiera de Hari Seldon, afirma: “Presagio un tiempo en el que el hombre, exultante en la técnica del homicidio, montará con tanta cólera contra el mundo, que todas las cosas preciosas estarán en peligro, cada libro y pintura, todos los tesoros acumulados durante dos milenios…“. Respecto a las fuentes de Hilton, se ha afirmado que se basó en los relatos en torno a la frontera tibetana, publicados en el National Geographic por el explorador y botánico Joseph Rock. Rock visitó varias comunidades monásticas remotas, como Muli, muy similar a la ficticia Shangri-La. Una de esas poblaciones, Zhongdian, ha sido renombrada oficialmente Shangri-La (en chino Xianggelila) como inspiradora de la novela.



El actual monasterio, está edificado siguiendo el modelo de otro más antiguo, donde precisamente transcurre la historia que se cuenta en este artículo. Los trabajos en el monasterio son agotadores, sobre todo para los novicios, que no han llegado sino al laberinto de su profunda confusión y al descubrimiento de las nuevas sensaciones, que el ayuno y la prolongada meditación despiertan en ellos. El templo se abre cada mañana para atender a los lugareños. El Lama médico y sus ayudantes reciben a campesinos y pastores. Los encargados de las ofrendas deben recibir la mantequilla de Yak que debe ser quemada en los altares para pedir favores a propios y extraños. Otros monjes dedican todo su tiempo a la confección de libros y pinturas. La mayoría debe afrontar las tareas del huerto y el cuidado de los animales. Y, finalmente, quedan los ancianos e impedidos, que son reverenciados como dioses dentro del monasterio, puesto que cada uno de ellos es un pozo de sabiduría milenaria, que en forma monótona y fiel trasmiten a los más jóvenes, tales como la tradición de la creación del mundo y las batallas que hubo entre diablos y dioses. Pero sin duda la mejor de las leyendas, la más encantadora de las historias, no son las que narran los libros, sino las que han vivido los más santos y sabios de la comunidad, desde la práctica de la meditación. Las visiones de los más aventajados en este arte son tan gráficas, tan emotivas y tan alucinantes, que solo con una tremenda fe pueden ser entendidas.



En el antiguo monasterio budista, Conway y sus compañeros de viaje encuentran un lugar donde la reducida comunidad de lamas intenta conservar los tesoros de la civilización, amenazados por la violencia de una época en que el hombre, al regocijarse con la técnica del homicidio, derramará una rabia tan ardiente sobre el mundo que toda cosa preciosa estará en peligro. El mundo acababa de salir de la Primera Guerra Mundial y advertía la cercanía de nuevas tragedias que se traslucen en las páginas de Horizontes Perdidos, donde el idílico universo tibetano, que construye Hilton, no es una promesa de futuro, un rescate del pasado ideal del paraíso perdido por la civilización de la máquina. Cuando Hilton ubicó a su mítica Shangri-La en el Tíbet, los lectores occidentales de su novela fueron fascinados por ese mundo misterioso que desde antiguo había atrapado el interés de misiones y expedicionarios. Desde los principios del siglo XVI, los jesuitas intentaron llegar a esas altas mesetas, cercanas al Himalaya, donde se creía existía una antigua comunidad de primitivos cristianos. Cuando finalmente el padre Antonio de Andrade logró atravesar mil obstáculos y acceder al prohibido reino de Guge, en el Tibet, se encontró con los lamas y monjes budistas con muy extrañas y crueles costumbres; entre ellas, el asesinato deliberado de numerosos campesinos elegidos al azar, ceremonia que se cumplía una vez por año y mediante la cual los muertos se suponía alcanzaban la eterna felicidad. Asimismo, sorprendió a los misioneros europeos el hábito de los lamas de adornar sus vestidos con huesos humanos. A lo largo de los siglos siguientes, los jesuitas enviaron numerosas misiones al Tíbet para ser finalmente reemplazados, según orden papal, por la orden de los Capuchinos.



A principios del siglo XX, la escritora francesa Alexandra David-Néel, gran conocedora de la religión budista, recorrió caminos escarpados y enfrentó lluvia, barro, nieve, granizo y la hostilidad de tibetanos, chinos e ingleses hasta llegar a las lamaserías. Libros suyos como “Magia y misterio en el Tíbet” contribuyeron a alimentar en Occidente la imagen legendaria de un país inaccesible y misterioso. A través de sus obras se difundió la capacidad de los monjes tibetanos para entrar en profundos trances, levitar y dominar las sensaciones corporales, como también la creencia de que podían predecir el porvenir, virtudes que Hilton atribuye a los lamas de Shangri-La. En uno de sus relatos, David-Néel describe cómo un lama se eleva en el aire en forma que parecía sobrenatural: “Pude ver su rostro impasible, perfectamente tranquilo, con los ojos abiertos y la mirada fija en algún lugar muy elevado. El hombre no corría, parecía elevarse del suelo y avanzaba a saltos. Sus pasos tenían la regularidad de un péndulo“. Entre los antiguos mitos budistas figura un paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, la fuente de la sabiduría eterna, donde vivían seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, ese lugar maravilloso perdido en el Himalaya se llama Kalapa, mientras la tradición china lo ubica en los montes Kun Lun.



Entre las fuentes principales en relación a Shambhala recomiendo leer las obras de Ferdynand Ossendowski, “Bestias, Hombres y Dioses“, deFernando Mora ” Shambhala: El Reino que traerá la Edad de Oro” y de René Guénon “El Rey del Mundo“. El Hinduismo, el Shamanismo y el Budismo, todos ellos conservan tradiciones que postulan a Shambhala como la fuente misma de su religión. Por miles de años se han escuchado relatos acerca de algún lugar más allá del Tibet, entre los majestuosos picos y apartados valles del Asia central, que persiste como un paraíso inaccesible, un oasis de sabiduría universal y paz, llamado Shambhala. H. P. Blavatsky fue la primera ocultista occidental que escribió sobre la existencia de aquel santuario del Asia Central, al que llamó mítica Shambhala. Dijo que era una ciudad etérica en el Desierto de Gobi que servía de cuartel invisible a los Mahatmas, la Gran Fraternidad de Maestros Espirituales que trabajan en la sombra, como un gobierno invisible, guiando y protegiendo a la humanidad. También sabemos que, en los años treinta, Nicholas Roerich, el artista e instructor espiritual ruso, pasó muchos años en expedición por aquella parte del globo, en busca de Shambhala y su Sabiduría. Por las mismas fechas, también se conocía a Shambhala por el nombre de Shangri-la, así mencionada por James Hilton en Horizontes Perdidos (1933), tal como ya hemos indicado. Tanto en la novela, como en el film que le siguió, esta tierra fue retratada como un centro de felicidad y eterna juventud. Como esos espejismos en el desierto que el viajero sediento nunca alcanza, Shangri-La es un mundo escondido al cual parece imposible acceder. La antigua creencia budista dice así: “Para llegar, no es preciso contar con un mapa o guías avezados, sólo es necesario estar preparado íntimamente. Entonces, lo inefable aparecerá ante la vista en todo su esplendor. ¿Es Shangri-La el paraíso perdido donde habitan hombres perfectos, la Kalapa de los hindúes? ¿Es el valle oculto de Kunlun donde, según los chinos, viven seres inmortales? ¿Es la Tierra de las Aguas Blancas, la Bielovodye rusa, aquella de los santos ermitaños de gran sabiduría? ¿O es Chang Shambhala, el lugar sagrado de los budistas donde se encuentra la fuente de la eterna sabiduría? Es todos y no es ninguno. Como los espejismos, está y no está. Sólo espera al peregrino de corazón puro y espíritu abierto para ofrendarle sus misterios.



Tal como ya hemos relatado, en su novela Horizontes Perdidos, el escritor inglés James Hilton construyó un mundo ideal, al que llamó Shangri-La (un nombre de su invención convertido al poco tiempo en sinónimo de lugar edénico). Estaba poblado por un grupo de elegidos provenientes de distintas partes del mundo y eran gobernados por un Dalai Lama muy especial: el misionero católico Francois Perrault, de la orden de los Capuchinos, que había arribado al Tíbet en 1734 y seguía vivo hacia 1930, fecha en que transcurre la mayor parte de la novela. Hugh Conway, joven cónsul inglés en la India, llega con otros tres británicos hasta este oculto valle tibetano después de un accidentado viaje en avión. Cuando Conway vio Shangri-La, se enfrentó con una extraña y casi irreal aparición: un grupo de coloridos pabellones se agrupaban en la ladera de la montaña. Era soberbio y exquisito. Una contenida emoción llevaba la mirada desde los leves techos azules hasta la tremenda mole gris de la roca. Más allá, lo rodeaban los picos y pendientes nevados del Karakal. En el antiguo monasterio budista, Conway y sus compañeros de viaje encuentran un lugar donde la reducida comunidad de lamas intenta conservar los tesoros de la civilización, amenazados por la violencia de una época en que el hombre, al regocijarse con la técnica del homicidio derramará una rabia tan ardiente sobre el mundo que toda cosa preciosa estará en peligro. El mundo que acababa de salir de la Primera Guerra Mundial y advertía la cercanía de nuevas tragedias que se trasluce en las páginas de Horizontes Perdidos, donde el idílico universo tibetano que construye Hilton no es una promesa de futuro, un rescate del pasado ideal, del paraíso perdido por la civilización de la máquina.



Cuando Hilton ubicó a su mítica Shangri-La en el Tíbet, los lectores occidentales de su novela quedaron fascinados por ese mundo misterioso que desde antiguo había atrapado el interés de misiones y expedicionarios. Desde los principios del siglo XVI, los jesuitas intentaron llegar a esas altas mesetas cercanas del Himalaya donde se creía existía una antigua comunidad de primitivos cristianos, tal vez el mítico reino del Preste Juan. Cuando finalmente el padre Antonio de Andrade logró atravesar mil obstáculos y acceder al prohibido reino de Guge, se encontró con los lamas, monjes budistas de muy extrañas y crueles costumbres: entre ellas, el asesinato deliberado de numerosos campesinos elegidos al azar, ceremonia que se cumplía una vez por año y mediante la cual los muertos alcanzaban la eterna felicidad. Asimismo, sorprendió a los misioneros europeos el hábito de los lamas de adornar sus vestidos con huesos humanos. A lo largo de los siglos siguientes, los jesuitas enviaron numerosas misiones al Tíbet para ser finalmente reemplazados, según orden papal, por la orden de los Capuchinos. La existencia de túneles bajo el palacio de Potala en Lhasa se entreteje con otro mito tibetano cultivado por escritores europeos. En su novela Shambhala, el espiritista ruso Nikolai Roerich habla de Agharti (deformación de Agharta, nombre del paraíso subterráneo budista) como del lugar donde estaba Chang Shambhala, sede del rey del mundo. Según Roerich, Agharti estaba relacionado con todos los continentes por medio de pasadizos secretos. Shangri-La es tan enigmático y evasivo como el mismo Tíbet, donde lo ubicó el novelista James Hilton. En el valle de la Luna Azul está el mítico reino intemporal de hombres sapientes y longevos. Un lugar en donde se contempla la salida del Sol mientras que los hombres del mundo exterior sólo oyen la alarma del reloj que los reclama para sus urgentes obligaciones.



Sin embargo, parece que Shambhala no existe en el mundo físico. Shambhala, conocido como el Reino Oculto en el Tibet, es una comunidad donde seres perfectos viven y están guiando la evolución de los seres humanos. Shambhala es considerado la fuente del Kalachakra, que es la mayor y mas esotérica rama del misticismo Tibetano. Shambhala, en sánscrito, significa «Fuente de Felicidad». La información sobre este Reino se encuentra en las escrituras tántricas budistas consagradas a la Kalachakra («Rueda del Tiempo»), y en los diferentes comentarios a estas escrituras compuestos a los largo de los Siglos. Este recóndito lugar se encontraría emplazado al norte del Río Sita, al que varios estudiosos han identificado con el Río Tarim, en la región autónoma china de Sinkiang Uighur. Este nace en las montañas de Kunlun y pasa, cerca del Paralelo 42 Norte, por el Desierto de Takla-Makán y la Cordillera de Tien Shan —las Montañas Celestes de los Taoístas—, a lo largo de una extensa zona escasamente poblada, de fronteras poco claras y políticamente convulsiva, que sigue siendo uno de los lugares menos conocidos del Planeta. Según las escrituras, Shambhala está protegida por un anillo de resplandecientes montañas nevadas que mantiene el Reino a salvo de quienes no cuentan con la suficiente preparación. Habitar en este Reino significa disfrutar de una perfecta atmósfera de equilibrio, desconocer las necesidades materiales y contar con unas condiciones ideales para la Ascensión Espiritual. No obstante, los súbditos de este Reino no albergan rechazo alguno hacia el mundo material, sino que tratan de conocerlo profundamente. Debido a ello, ésta sociedad ha desarrollado una ciencia médica sofisticada, elevados conocimientos astronómicos y avanzados instrumentos tecnológicos. Las escrituras de Kalachakra recogen que el Soberano de ese Reino legendario posee un Espejo Mágico con el que puede contemplar acontecimientos que ocurren a miles de kilómetros de su Palacio. También hablan del dominio de una milenaria tecnología aeronáutica.



Zecharia Sitchin nos dice que en el principio sólo existían los cuerpos celestes, «Los Primitivos Que Fluyen». Hubo algunos trastornos en los cielos y «El Fluente de las Tormentas» partió en dos a «El Dragón». Designadas con nombres no arios cada una de las dos partes en que se dividió, los relatos aseveran que Rehu, la parte superior del planeta destruido, cruza los cielos una y otra vez en busca de venganza; la parte inferior, Ketu («El Cortado»), se unió a los «Primitivos» en su «flujo» (órbitas). Muchas Eras pasaron después, y una dinastía de Dioses del Cielo y la Tierra hicieron su aparición. El celeste Mar-Ishi, que los encabezaba, tuvo siete (o diez) hijos con su consorte, Prit-Hivi («La Amplia»), que personificaba a la Tierra. Uno de ellos, Kas-Yapa («El del Trono»), se convirtió en jefe de los Devas («Los Brillantes»), tomando el título de Dyaus-Pitar («Padre Cielo») -el indudable origen del nombre-título griego de Zeus («Dyaus») y su homólogo romano Júpiter («Dyauspiter»). Bastante prolífico, Kasyapa engendró a muchos dioses, gigantes y monstruos con diversas esposas y concubinas. Los más importantes, e individualmente conocidos y reverenciados desde tiempos védicos, fueron los Adityas -hijos de Kasiapa con su consorte Aditi («Ilimitada»). Al principio fueron siete: Visnú, Varuna, Mitra, Rudra, Pushan, Tvashtri e Indra. Más tarde, los aditis se unieron con Agni, hijo de Kasyapa y de Aditi o (como algunos textos sugieren) de su propia madre Prithivi. Al igual que en el círculo olímpico, el número de los aditis se elevó finalmente a doce. Entre ellos estaba Bhaga, que los expertos creen que se convirtió en el dios supremo eslavo Bogh. El último en nacer de Aditi, aunque no está claro que su padre fuera Kasyapa, fue Surya. Tvashtri («Elaborador») en su papel de «Conseguidor», el artesano de los dioses, les proporcionaba vehículos aéreos y armas mágicas. A partir de un abrasador metal celeste, forjó un disco para Visnú, un tridente para Rudra, un «arma de fuego» para Agni, un «Atronador que lanzaba rayos» para Indra y una «maza volante» Para Surya. En las antiguas representaciones hindúes, todas estas armas parecen proyectiles manuales de diversas formas.



Además, los dioses consiguieron otras armas de los ayudantes de Vashtri. Indra, por ejemplo, obtuvo una «red aérea» con la cual Podía capturar a sus enemigos en las batallas aéreas. A los carros celestes o «vehículos aéreos» se les describió invariablemente como brillantes y radiantes, hechos o chapados de oro. La Vimana (vehículo aéreo) de Indra tenía luces a los lados que brillaban, y se movía «más rápido que el pensamiento», cruzando velozmente grandes distancias. Sus invisibles corceles tenían ojos como soles que emitían un color rojizo, pero también cambiaban los colores. En otros casos, los vehículos aéreos de los dioses tenían varios niveles. A veces, no sólo volaban por el aire, sino que también viajaban bajo el agua. En la epopeya del Mahabharata, se describe así la llegada de los dioses a una fiesta nupcial en una flota de vehículos aéreos:” Los dioses, en carros nubosos, llegaron para contemplar tan hermosa escena: Los brillantes Adityas en su esplendor, los maruts en el inquieto aire; los alados suparnas, los escamosos nagas, deva rishis puros y elevados, los gandharvas, por su música afamados; (y) las hermosas apsaras del cielo… Brillantes carros celestes iban llegando cruzando el cielo sin nubes”. Los textos hablan también de los Ashvins («Pilotos»), dioses especializados en pilotar los carros aéreos. «Rápidos como halcones jóvenes», éstos eran «los mejores aurigas que alcanzaron los cielos», pilotando siempre sus naves por parejas, acompañados por un navegante. Sus vehículos, que en ocasiones aparecían en grupos, estaban hechos de oro, «brillantes y radiantes… de fácil asiento y desplazamiento ligero». Se construían sobre un triple principio, con tres niveles, tres asientos, tres postes de soporte y tres ruedas rotatorias. «Ese carro vuestro», dice el Himno 22 del Libro VIII del Rig-Veda en alabanza a los ashvins, «tiene un triple asiento y riendas de oro -el famoso vehículo que atraviesa Cielo y Tierra». Al parecer, las ruedas rotatorias tenían diferentes funciones: una para elevar la nave, otra para darle dirección y la tercera para darle velocidad: «Una de las ruedas de vuestro carro se mueve con rapidez alrededor; otra os da velocidad en vuestro rumbo». Como complemento a lo indicado debemos referir que Silio Itálico contó que los celtas gallegos iban a la guerra entonando cantos nacionales, “eran los de más viva voz, pues soltaban unos alaridos estremecedores, que ni siquiera acallaban en el fragor de la batalla, lo que hacía imposible distinguir el momento que habían sido abatidos por el acero. Tenaces en la contienda, preferían la muerte a la derrota….”. También montaban los caballos más veloces y tenían a Rudra, o el viento de la tempestad, como su dios padre.



En el Bhagavata-purana (siglo X d. C.) dice que el sabio Śukadeva Goswāmī (de 16 años, hijo del sabio Viāsa) le predice al rey Mahārāsh Parīkshit(nieto del fallecido héroe Áryuna) acerca del nacimiento del último avatar de Vishnú, el terrible guerrero Kalki, al final de la era de Kali (dentro de 427 000 años). El texto del Canto 12 (capítulo 2, versos 18 a 38) dice: “En la aldea Śambhala, en el hogar de Vishnú Iaśā [‘fama de Visnú’] (principal brāhmana y gran alma), Kalki aparecerá. Viajando rápidamente, montando en su caballo llamado Devadatta, el Señor del universo con su espada destruirá a los infieles, dotado con las cualidades de sus ocho opulencias [riqueza, fuerza, fama, inteligencia, belleza y renunciación].Recorriendo velozmente la Tierra, a decenas de millones de ladrones (con aspecto de reyes) matará. Devāpi, el hermano de Śāntanu, y Maru, nacido en la dinastía de Ikshwāku, en el pueblo de Kalāpa ambos están viviendo, dotados de grandes poderes del yoga. Ellos dos volverán aquí al final de kali iugá, instruidos por Vāsudeva [Krishná]. Promulgarán la religión tal como había sido, con el sistema de castas (varna) y etapas de la vida (áshram)”. Para los esoteristas, Shambhala es el sancta sanctórum (la morada del Altísimo), el lugar donde la Voluntad de Dios es conocida. El maestro tibetano Djwhal Khul narra como el primer puesto de avanzada para la Fraternidad de Shambhala fue el templo original de Íbez (situado en el centro de Suramérica), y una de sus ramas, en un periodo muy posterior, se encontraba en las antiguas instituciones mayas y en la adoración fundamental del Sol. Una segunda rama se estableció posteriormente en Asia, y sus representantes son los adeptos del Himalaya y del sur de la India. Nicholas Roerich fue un gran seguidor y buscador de Shambhala, prueba de ello fueron sus viajes hacia Asia para buscar su ubicación geográfica y sus escritos sobre la misma, entre los que destaca “Shambhalla, la Resplandeciente“.



Los habitantes de Shambhala tienen una larga vida. En caso de no haber alcanzado el Nirvana, renacen en el mismo Reino o en algún otro Paraíso Celestial, un «Reino Puro» donde prosiguen su Evolución. No todos son iluminados, pero se hallan cerca de este estado y en proceso de alcanzarlo. Según las escrituras de Kalachakra, cuando Gautama, el Buda se hallaba en su último año de vida, transmitió estas enseñanzas en Dhanyakataka, al sur de la India. Cierta tradición afirma que la Iniciación fue durante la Luna Sagrada de Wesak, en el Plenilunio de Junio. Entre los presentes, se encontraba Sukandra, el primer Soberano de Shambhala consignado en las crónicas. En Beltane, momento cuando los celtas celebraban el comienzo de la parte de luz del año, el sol ha entrado en el signo de Tauro, encargado de materializar el proyecto de la Humanidad en esta tierra. Tras Beltane, hay que prepararse para la fiesta de Wesak, La luna llena de Tauro. Cuando el sol está en Tauro, la luna llena se encuentra en Escorpio. En Beltane enlazamos la fiesta de Samain (1 de noviembre) con la fiesta de Beltane. Lo que se inició en la oscuridad saldrá a la luz. En Beltane se produce el matrimonio sagrado, el ritual de unión sagrada,la unión de dos mundos, la fertilidad de la Gran Madre o la Gran Diosa. De su unión sagrada y su ritual, depende nuestra continuidad y recibir los beneplácitos que el Universo tiene para con nosotros. En muchos lugares se salta el fuego de Beltane, encendido con 9 maderas sagradas, siendo costumbre bailar el palo de mayo, como danza sagrada, disfrutando de la fertilidad que llega a la Gran Madre tierra. Wesak, es una de las tres lunas de momentos de máxima intensidad espiritual en el planeta. En la Luna llena de Tauro, llamado Festival de Wesak, Se celebra el nacimiento de Buda, el momento en que alcanza la iluminación, y su partida de la encarnación terrenal. Es un momento de máxima bendición espiritual al planeta. Una época donde se estimula la vida espiritual.



Tras recibir las instrucciones completas de la Meditación Kalachakra, Sukandra regresó a su Reino, dedicándose intensamente a las prácticas de las técnicas aprendidas, convirtiéndose en el primero de los llamados Dharmarajas («Reyes de la Verdad»). Según los textos Kalachakra, estos Reyes fueron 7: Sukandra, Devendra, Tejasvin, Somadatta, Deveshvara, Chitrarupa y Devesha. A éstos, les sucederían los 32 Reyes Kalki («Titulares de la Sabiduría»), entre los que podemos destacar a Ananta Vijaya y Rudra Chakrin. Los textos de Kalachakra establecen un paralelismo entre importantes acontecimientos históricos del mundo exterior y la genealogía de sus Reyes. Por ejemplo, dicen que, durante el Siglo 2 a.C, Manjush Rikirti —el primer Rey Kalki—, predijo el surgimiento del Islam en el «País de Mekha», unos 800 años en el futuro, durante el reinado del décimo Rey Kalki, Samudra Vijaya, y que esta Religión Monoteísta perduraría hasta el Fin de los Tiempos. Efectivamente, Mahoma recibió su llamamiento como Profeta en la ciudad de La Meca —en árabe: Makkah—, en Arabia Saudita, hacia el 610 d.C. De acuerdo con la profecía, a partir de la regencia del veintiunavo Rey de Shambhala, Anidhura («El Imparable»), el Budismo y las enseñanzas de Kalachakra empezaría a extinguirse casi por completo en Asia y tal estado persistiría hasta el advenimiento del último Rey Kalki. La profecía contenida en las escrituras de Kalachakra se centra, principalmente, en el tema del enfrentamiento que tendrá lugar entre las Fuerzas del Dharma (Verdad y Justicia) y las Fuerzas de la Barbarie y el Materialismo, así como de la Edad de Oro que le sucederá. Según los textos tradicionales, el vigésimo quinto Rey Kalki, Rudra Chakrin («El Iracundo de la Rueda»), irrumpirá en el mundo exterior para liberar a la Humanidad del Materialismo imperante.



Pero, ¿Cuándo ocurrirá este acontecimiento? Suele considerarse que cada uno de los Reyes de Shambhala gobierna una media de 100 años, por lo que se sitúa esta supuesta conflagración final hacia el año 2424, tres años antes de lo que se supone será el final del reinado de Rudra Chakrin. Otros consideran que el advenimiento del vigésimo quinto Rey podría ocurrir mucho antes, y especulan con la posibilidad de que no todos los Reyes de Shambhala hayan reinado durante un período completo de 100 años, viéndose acortado éste por el fallecimiento prematuro de algunos de ellos. Si especulamos con un promedio de reinado de 94 años para cada Rey, a partir del año 903 a.C, podríamos establecer el año 2012 como el comienzo del reinado de Rudra Chakrin. Pero evidentemente este cálculo es puramente especulativo. Según las escrituras, en los tiempos inmediatamente anteriores al reinado de Rudra Chakrin, el mundo asistirá a un auge de los conflictos bélicos, hambruna, drogas, epidemias y enfermedades desconocidas. La Humanidad habrá perdido cualquier sentido de lo que significa la verdadera espiritualidad y los únicos dioses a los que rendirá adoración serán a la riqueza, la ostentación y el poder. El signo que marcará el inicio del reinado de Rudra Chakrin será la aparición, en el cielo, de una «Gran Rueda de Hierro Voladora». Entonces, durante el gobierno de este Rey, dos bandos materialistas se disputarán el dominio del Planeta hasta que uno de ellos se erija en vencedor absoluto. De ese modo, el poder victorioso, completamente ignorante de la existencia de Shambhala, llegará a creer que no existe nadie más poderoso que él sobre la faz de la Tierra. No obstante, llegará el momento en que este gobernante conocerá su existencia y entonces pretenderá someter el Reino a su control, un acto de agresión que obligará a Rudra Chakrin, con toda su gran potencia, a salir fuera de los límites de Shambhala para sostener una guerra abierta contra los atacantes. Rudra Chakrin es también conocido en las más antiguas tradiciones hindúes como el Kalki Avatara, descrito como un magnífico joven que monta un gran caballo blanco, con una espada semejante a un meteoro que hace llover muerte y destrucción por todas partes. Su venida restablecerá la justicia en la Tierra, y marcará el regreso de una era de pureza e inocencia.



Esto nos recuerda la visión del apóstol Juan en su Apocalipsis: «Entonces vi el cielo abierto. Y he aquí un caballo blanco, y el que lo montaba se llamaba Fiel y Verdadero, y con justicia juzga y pelea. Sus ojos eran como llamas de fuego, y había en su cabeza muchas diademas. Y tenía un nombre escrito que ninguno conocía sino él mismo. Estaba vestido de una ropa teñida en sangre. Y su nombre es EL VERBO DE DIOS. Y los Ejércitos Celestiales, vestidos de lino finísimo, blanco y limpio, le seguían en caballos blancos. De su boca sale una espada aguda, para herir con ella a las naciones, y él las regirá con vara de hierro. Y él pisa el lagar del vino del furor y de la ira del Dios Todopoderoso. Y en su vestidura y en su muslo tiene escrito este nombre: REY DE REYES Y SEÑOR DE SEÑORES». Según la Profecía Kalachakra, tendrán lugar diferentes combates, en los que Rudra Chakrin utilizará su misteriosa Gran Rueda Voladora contra los poderosos Señores Materialistas. Así se habla, por ejemplo, de la batalla que se desarrollará cerca de Mekha, mientras el Apocalipsis habla de la reunión de los Reyes de la Tierra «en el lugar que en hebreo se llama Armagedón» —es decir, el Monte Meggido (Har-Meggido), en Israel—, para otra batalla. Pero, aunque la palabra Armagedón ha pasado a nuestra cultura occidental como sinónimo de la Batalla Final entre el Bien y el Mal, según las escrituras Kalachakra, la Batalla Final ocurrirá al sur del Río Tarim en algún lugar situado en Irán o Turquía. Ya que los Bárbaros Materialistas dispondrán de toda clase de tecnología bélica, Rudra Chakrin se verá obligado a combatirlos no sólo con sus temibles Ruedas Voladoras, sino también con medios mucho más sutiles y sofisticados que serán, en definitiva, los que le darán la victoria. Según la profecía, este Rey se sumergirá en un trance meditativo profundo, gracias al cual creará un Ejército Mágico con el que derrotará a sus confusos adversarios.Entre los combatientes que acompañarán al Rey podrán contarse las reencarnaciones de muchos altos y conocidos Lamas, quienes desde hace Siglos efectúan constantes plegarias para renacer en el momento de la Gran Confrontación. Se dice que todos aquellos que hayan recibido la Iniciación de Kalachakra formarán parte del Ejército de Shambhala. Se dice que morir en esa guerra, sea del modo que fuere, proporcionará automáticamente la liberación de la Rueda del Samsara (encarnaciones). Tras la derrota de los Bárbaros, tendrá lugar el Amanecer de una Edad de Oro, y el mundo conocerá Mil Años de Paz Universal.



Esto también lo encontramos en el Apocalipsis: «Y vi a la Bestia, a los Reyes de la Tierra y a sus Ejércitos, reunidos para guerrear contra el que montaba el caballo, y contra su Ejército. Y la Bestia fue apresada, y con ella el Falso Profeta que había hecho delante de ella las señales con las cuales había engañado a los que recibieron la Marca de la Bestia, y habían adorado su imagen. Estos dos fueron lanzados vivos dentro de un Lago de Fuego que arde con azufre. Y los demás fueron muertos con la espada que salía de la boca del que montaba el caballo, y todas las aves se saciaron de las carnes de ellos. Vi a un Ángel que descendía del cielo, con la Llave del Abismo, y una Gran Cadena en la mano. Y prendió al Dragón, la Serpiente Antigua, que es el Diablo y Satanás, y lo ató por mil años. Y lo arrojó al Abismo, y lo encerró, y puso su Sello sobre él, para que no engañase más a las Naciones, hasta que fuesen cumplidos los Mil Años […]» . Según la Profecía Kalachakra, Rudra Chakrin extenderá su dominio sobre el Planeta entero, que se convertirá en una extensión de Shambhala, y sus moradores ya no se verán obligados a ganar el pan con el sudor de la frente. Las cosechas germinarán sin necesidad de cultivo, y desaparecerán las enfermedades. Esto nos recuerda las promesas bíblicas, como la del Libro de Isaías: «Porque he aquí que yo crearé nuevos cielos y nueva tierra. Y de lo primero no habrá memoria, ni vendrá más al pensamiento. Más os gozaréis y os alegraréis para siempre en las cosas que yo he creado. Porque he aquí que yo traigo a Jerusalén alegría, y a su pueblo gozo. Y me alegraré con Jerusalén, y me gozaré con mi pueblo. Y nunca más se oirán en ella voz de lloro, ni voz de clamor. No habrá más allí niño que muera de pocos días, ni viejo que sus días no cumpla. Porque el niño morirá de 100 años». Cuando llegue el momento de la muerte, las personas no albergarán temor alguno porque tendrán la certeza de que renacerán en un «Reino Puro», con unas condiciones superiores incluso a las que se disfrutan actualmente en Shambhala. Según algunos escritos del Kalachakra, tras el fallecimiento de Rudra Chakrin, éste será sucedido por 8 Reyes más, sin precisar lo que ocurrirá después. Ciertos Lamas creen que cuando Rudra Chakrin venza a sus enemigos, formulará una nueva profecía sobre lo que ocurrirá posteriormente. Las primeras noticias sobre el «Rey del Mundo» en Occidente las trajo el explorador Ferdynand Ossendowski, quien oyó de él durante un viaje a Mongolia. Se trataría del Rey de Agarthi, el Reino Subterráneo. Agarthi es el modo mongol de la palabra sánscrita Agartha(«Inaccesible»). La mayoría de los estudiosos cree que este Rey de Agartha no es otro que el Rey de Shambhala de las Escrituras Kalachakra, y que Shambhala en realidad sería la capital de Agartha, aunque también hay quienes cuestionan esta interpretación.



De cualquier modo, en 1920, durante su estancia en Urga (actual Ulan-Bator, capital de Mongolia), el Lama Bibliotecario del lugar, le habló a Ossendowski de las apariciones del Rey del Mundo, sus milagros y profecías. Le dijo que se había aparecido cinco veces en la India y Tailandia en los tiempos del Budismo primitivo. En aquél entonces:«Ocupaba una carroza magnífica tirada por elefantes engalanados con finísimas telas cuajadas de oro y pedrería. El Rey vestía un manto blanco y llevaba en la cabeza la tiara roja, de la que pendían hilos de brillantes que le tapaban la cara. Bendecía al pueblo con una bola de oro rematada con un áureo cordero. Los ciegos recobraron la vista, los sordos oyeron, los impedidos echaron a andar y los muertos se incorporaban en sus tumbas por doquiera fijaba la mirada el Rey del Mundo». Según H. P. Blavatsky, en la mitología de los primeros Arios Védicos, así como en los últimos relatos Puránicos, se hace mención de Budha, el “Sabio” o el “instruido en la Sabiduría Secreta”, el cual es el planeta Mercurio en su euhemerización. El Hindu Classical Dictionary atribuye a Budha la paternidad de un himno del Rig Veda . Por tanto, no puede ser en modo alguno “una ficción posterior de los brahmanes”, sino que es verdaderamente una personificación antiquísima. Investigando en su genealogía o más bien teogonía, es como se descubren los hechos siguientes: Como mito, es hijo de Târâ, la esposa de Brihaspati, el de “Color de oro” y de Soma, la Luna (masculina), que, a semejanza de Paris, arrebata esta nueva Elena del Reino Sideral indo, a su esposo. Esto origina una gran pendencia y guerra en Svarga (el Cielo). El episodio ocasiona una batalla entre los Dioses y los Asuras. El Rey Soma encuentra aliados en Ushanas (Venus), el jefe de los Dâvanas; y los Dioses son capitaneados por Indra y Rudra, que luchan con Brihaspati. Este último está ayudado por Shankara (Shiva), quien habiendo tenido por Gurú a Angiras, padre de Brihaspati,defiende a su hijo. Indra es aquí el prototipo indo de Miguel, el Archistrategus y el matador de los Ángeles “del Dragón”, puesto que uno de sus nombres es Jishnu, el “jefe de la hueste celestial”. Ambos combaten, lo mismo que algunos Titanes hicieron contra otros Titanes en defensa de Dioses vengativos, un partido a favor de Júpiter Tonante (en la India Brihaspati es el planeta Júpiter, lo cual es una coincidencia curiosa); y el otro en defensa del siempre tonante Rudra. Durante esta guerra, Indra es abandonado por su guardia de corps, los Dioses de la Tempestad (Maruts).



La historia es muy sugestiva en algunos de sus detalles. El Genio o “Regente” que preside el planeta Júpiter, es Brihaspati, el esposo perjudicado. Es el Instructor o Gurú Espiritual de los Dioses representantes de los Poderes Procreadores. En el Rig Veda es llamado Brahmanaspati, nombre “de una deidad en quien está personificada la acción de los que son adorados sobre los dioses”. De aquí que Brahmanaspati represente la materialización de la “Gracia Divina”, por decirlo así, por medio del ritual y las ceremonias, o sea el culto exotérico. Otras tres veces se habría aparecido el Rey del Mundo en tiempos más recientes, en los Monasterios de Sakkai, Erdeni Dzu (1770) y Narabanchi Kure (1890). El Lama le explicó a Ossendowski: «Uno de nuestros Budas Vivientes y uno de los Tashi Lamas recibieron de él un mensaje escrito de caracteres desconocidos y en láminas de oro. Nadie podía leer aquel documento. El Tashi Lama entró en el templo, puso la lámina de oro sobre su cabeza y empezó a rezar. Gracias a su plegaria los pensamientos del Rey del Mundo penetraron en su cerebro, y sin haber leído los enigmáticos signos comprendió y cumplió la regia disposición». A principios de 1921, Jelyl Dyamsrap, Hutuktu o Jefe Espiritual de Narabanchi Kula, le dijo a Ossendowski que cuando el Rey del Mundo se apareció a los Lamas de su Monasterio en 1890, realizó una serie de profecías para los 139 años siguientes (50 + 71 + 18 años), de modo que encontramos profecías hasta 1940, el 2011 y el 2029. Según el Hutuktu de Narabanchi, el Rey del Mundo dijo entonces que, tras los 50 + 71 años a partir de 1890, «vendrán 18 años de guerras y cataclismos. Luego, los pueblos de Agarthi saldrán de sus cavernas y aparecerán en la superficie de la Tierra». Otra parte de la misma profecía que parece referirse a este período de «guerras y cataclismos» entre el 2011 y el 2029, indica: «Las ciudades mejores y más hermosas perecerán por el fuego… una, dos, tres… El padre luchará con el hijo, el hermano con el hermano, la madre con la hija. El vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de las almas imperarán sin frenos. Se dispersarán las familias. Desaparecerán la fidelidad y el amor. De 10.000 hombres, uno solo sobrevivirá […]. Se despoblará la Tierra. […] Sobre ella esparcirán tan sólo sus frutos la noche y la muerte». La profecía continúa: «Entonces surgirá un pueblo hasta ahora desconocido que, con puño fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y del vicio y conducirá a los que hayan permanecido fieles al Espíritu del Hombre, a la batalla contra el Mal. Fundarán una Nueva Vida en la Tierra purificada por la muerte de las Naciones».



Esto podría confirmar que la Profecía Kalachakra se referiría a un momento mucho más cercano, antes del 2029. El Buda predico las enseñanzas del Kalachakra a un conjunto de hombre Santos en el sur de la India. Más tarde, las enseñanzas permanecieron ocultas durante 1000 años hasta que un escolar hindú fue en busca de Shambhala y se inicio en las enseñanzas de un hombre Santo que conoció a lo largo del camino. El Kalachakra permaneció en la India hasta que emprendió su camino al Tibet en el 1026. desde entonces el concepto de Shambhala ha sido ampliamente conocido en el Tibet, y los tibetanos han estado estudiando el kalachakra durante los últimos 900 años, aprendiendo su ciencia, practicando su meditación y usando su sistema de astrología para guiar sus vidas. Como un Tibetano ha preguntado: ¿Cómo pudo Shambhala ser la fuente de algo que ha afectado a tantas áreas de la vida Tibetana durante tanto tiempo? Los textos religiosos Tibetanos describen la naturaleza física del terreno místico con detalle. Se pensaba que parecía como un loto de 8 pétalos porque está compuesto de 8 regiones, cada una rodeada por un anillo de montañas. En el centro del anillo mas interno esta Kalapa, la capital, y el palacio Kingos, que está hecho de oro, diamantes, coral y gemas preciosas. La capital está rodeada de montañas de hielo, que lucen con una luz cristalina. La tecnología de Shambhala se supone altamente avanzada. El palacio contiene claraboyas especiales hechas de lentes que sirven como telescopios de alta potencia para estudiar la vida extraterrestre, y durante cientos de años los habitantes de Shambhala han estado usando extraños vehículos que circulan a través de un sistema de túneles subterráneos. De camino a la luz, los habitantes de Shambhala adquieren tales potenciales de clarividencia, la habilidad de moverse a grandes velocidades y la habilidad de materializarse y desaparecer. Señales extrañas en el área donde parece estar Shambhala, aportan la evidencia de su existencia. Los Tibetanos creen que Shambhala está guardado por seres con poderes sobrehumanos. A principios de los años 1900, un articulo en un periódico hindú, el Statesman, explicaba que un comandante Británico que acampó en el Himalaya vio un hombre muy alto, vestido de blanco, con pelo largo. Aparentemente, sintiéndose observado, el hombre salto en la ladera vertical y desapareció. Para asombro del comandante, los Tibetanos con quienes estaba acampado no mostraron sorpresa con esta historia y explicaron al comandante que había visto uno de los hombres que cuidan de la tierra sagrada.



Un relato más detallado de estos guardianes fue dado por Alexandra David-Neel, a la que ya nos hemos referido. Mientras viajaba a través del Himalaya vio a un hombre moviéndose con una extraordinaria velocidad y lo describió como sigue: “Pude ver claramente su cara impasible perfectamente en calma y grandes ojos abiertos con su mirada fija en un objeto distante invisible, situado en algún lugar en el espacio, el hombre no corrió, parecía vivir el mismo del suelo, procedía a saltos. Parecía como si hubiese sido dotado de la elasticidad de una pelota y rebotaba cada vez que sus pies tocaban el suelo: Sus pasos tenían la regularidad de un péndulo”. Mientras que los lamas Tibetanos han estado buscando Shambhala durante siglos, aquellos que vieron el reino a menudo nunca volvieron, porque han encontrado el país oculto y han permanecido allí o porque han sido destruidos en el intento. Los textos Tibetanos conteniendo lo que parecen sus hechos históricos acerca de Shambhala, tales como los nombres y fechas de sus reyes y registros de los acontecimientos correspondientes, ocurridos en el mundo exterior, dieron a los Tibetanos la razón adicional para creer que el reino existe. Los recientes acontecimientos que parecen corresponder a las predicciones del reino mítico, añaden fuerza a su creencia. La desintegración del Budismo en el Tibet y el crecimiento del materialismo en el mundo, emparejado con las guerras y disturbios del siglo XX, todos se ajustan a la profecía de Shambhala. La profecía de Shambhala establece que cada uno de sus reyes reinaran durante 100 años, habrá 32, y cuando pase su reinado las condiciones en el mundo exterior se deterioraran, los hombres se volverán mas bélicos y perseguirán el poder para su propio bien y una ideología de materialismo se extenderá en la tierra. Cuando los llamados bárbaros estén unidos bajo un rey perverso y crean que no hay nada mas por conquistar, los místicos surgirán para revelar las montañas de hielo de Shambhala. Los bárbaros atacarán Shambhala con una armada enorme, equipadas con armas terribles. Entonces el trigésimo segundo Rey de Shambhala, Rudra Cakrin, inducirá a un extraño contra los invasores. En una última gran batalla, el rey perverso y sus seguidores serán destruidos. El Buda profetizo que todos los que recibieron el poder de Kalachakra volverían a renacer en su mandala.

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