jueves, 18 de febrero de 2010

EL TRIUNFO DEL CARÁCTER SOBRE LA ADVERSIDAD


EL TRIUNFO DEL CARÁCTER SOBRE LA ADVERSIDAD
Ricardo Izaguirre S.
Cuando Mao Tse Tung les prometió a los chinos que en las próximas décadas serían la primera potencia mundial, me sonó como una broma de mal gusto; como un eslogan ideológico del que tanto abusan nuestros políticos y hombres de estado. Viendo la realidad de lo que era la China en esa época, era más creíble la leyenda de Nessie, que la de ver a ese país a la vanguardia mundial. Centenares de millones de gente famélica, y el acoso despiadado de los Estados Unidos, no daban margen para suponer un despegue económico y cultural de esa nación. Pero los que como yo subestimaron el carácter de ese pueblo, tuvieron que rendirse y reconocer la increíble gesta del líder Mao, quien condujo a esa nación de la edad de piedra hasta la conquista de la energía nuclear y su salto a las estrellas. En síntesis: a ser una potencia mundial en todos los niveles. El triunfo glorioso del carácter ante la adversidad. Pueden decir lo que quieran: que hubo injusticias, tiranía, ajusticiamientos y de todo, pero el objetivo se logró. Si hubo que pagar ese éxito con unos cuantos miles de vidas, les resultó muy bien. Después de todo, ellos tienen mil trescientos millones de habitantes.

La Gran Marcha no ha terminado todavía. Ya concluyó en China, pero recién empieza por todo el mundo. Las huestes de Mao Khan, han empezado a desplazarse por el planeta; su expansión y conquista es imparable, sobre todo porque se está realizando de una manera silente, sin armas, sin estridencia ni poses altaneras rodeadas del dolor que acarrean las acciones bélicas. Las hordas del Celeste Imperio ya iniciaron la Gran Marcha Mundial que les prometió su líder. Pero es una conquista pacífica, sin armas, sin dolor ni sangre. Sus guerreros son comerciantes, industriales, vendedores, dueños de supermercados, restaurantes y tiendas de todos los tamaños con todas las mercancías imaginables. Cuentan con 500 millones de esos soldados para distribuirlos por todo el orbe.

Cuando los Estados Unidos les abrieron las puertas al comercio mundial, jamás imaginaron las consecuencias de semejante maniobra; tampoco los europeos. Ahora, sin disparar un tiro, sin bombardear ni invadir países, la China está ganando la batalla global. No hay línea de productos industriales que ellos no tengan en oferta en sus vastos arsenales manufactureros. Pueden suplir a toda la humanidad de lo que esta necesite. Se nos dice que han creado ciudades enteres con el fin específico de fabricar uno o dos productos como calzoncillos o medias. Zapatos y fajas. Telas o muebles.

En China se ve de todo: quinto, cuarto, tercero, segundo y primer mundo; pero toda esa sociedad se está moviendo, como un todo, hacia una meta común: la riqueza. Y para eso cuentan con los atributos necesarios: 1º) una disposición al trabajo que va más allá de la comprensión occidental. 2º) Capacidad de ahorro bajo cualquier circunstancia. Y aderezando esas dos virtudes claves, están la paciencia y determinación que los ha hecho vencer, por milenios, todos los vaivenes de la adversidad. Es un pueblo que no llora, que no se lamenta ni anda implorando la caridad de nadie; solo anota en su larga bitácora, las experiencias dolorosas para confeccionar con ellas su manual de conducta. Familiarizados con el sacrificio y el dolor, se han convertido en una raza de acero que no teme a nada ni considera imposible ninguna meta. Muy bien han aprendido las lecciones que les dieron los europeos, gringos y japoneses; y sin quejarse, hicieron de ellas la guía que están aplicando ahora de forma mejorada. La conquista ECONÓMICA Y TECNOLÓGICA es una guerra en la que no causan muertos, odio ni resentimientos de los pueblos subyugados; talvez un poco de envidia de comerciantes e industriales criollos. Tampoco ellos se desangran como lo hacen los Estados Unidos y todas las potencias que creen que las guerras agresivas y de invasión son la solución a sus economías. Ese brutal esquema ya ha sido superado por los chinos, y les están dando una lección extraordinaria. Sin matar a nadie, son bombardear ningún país, sin amenazas ni bloqueos están conquistando el mundo. Es la cátedra, mejorada, de lo que hizo Japón después de la guerra. Lo que no pudieron hacer por las armas, lo hicieron con la tecnología y el comercio: se apoderaron de USA. Y Japón lo hizo sin recursos. China le lleva ventaja pues tiene un territorio gigantesco, la mayor población mundial, la tecnología y la voluntad férrea que le ha permitido sobrevivir a todas las tragedias a que se han enfrentado por milenios.

Lo de China es la gran lección que deberíamos aprender los latinos. Ellos hicieron su fortuna a base de TRABAJO, sin préstamos de nadie, y bajo la amenaza feroz de todo el occidente liderado por los yanquis. Y a pesar de todo eso, se impusieron y están a unos pocos años de realizar el sueño del visionario de Hunán (Khan Mao Tse Tung). Sin embargo, eso no se logra con solo desearlo y pensar que la bonanza y los cambios nos van a caer del cielo, de los préstamos o de las limosnas de los organismos internacionales. Tampoco será el producto de nuestra organización política actual, la llamada “democracia”. Nosotros somos pueblos indolentes que necesitamos algo de “sufrimiento” para que aprendamos a valorar lo que tenemos y lo que podemos lograr con eso. Tenemos muchas cosas que aprender y poner en práctica: trabajo, paciencia, planificación, decisión y comprensión plena del poder que tenemos como individuos y como colectividad. Debemos tomar en nuestras manos nuestro propio destino y dejar de ser unos atenidos que suponen que los partidos o los políticos van a resolver nuestra situación. Mientras seamos unos crédulos de las fantasías cívicas publicadas en los textos de escuela, seguiremos siendo manadas dóciles e incapaces de progresar si no es mediante la política o alguna de las otras vías ilícitas e injustas que nos ofrece el capitalismo democrático.

Sin importar que nos sean simpáticos o no, debemos analizar el ejemplo chino y ver de qué manera podemos imitarlo. No es ningún secreto escrito en mandarín o cantonés. Es muy simple y está a disposición de todos; la cuestión es si tenemos la VOLUNTAD para aplicarlo. Si estamos dispuestos a someternos a la “adversidad” que significa trabajar duro y ahorrar. Como el chino de la pulpería de la esquina de mi barrio.

Por si las moscas, hay que ir aprendiendo algunas palabritas en mandalín.

Chinescamente (¿Ya llegó el tsunami chino a sus países?)

Ricardo Izaguirre S.

E-mail: rhizaguirre@yahoo.es

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