martes, 7 de diciembre de 2010

 La fe abre la mente


«Una vez que mis hijos se hagan conscientes de la certeza de la presencia divina, esa fe abrirá su mente, ennoblecerá su alma, fortalecerá su personalidad, aumentará su felicidad, intensificará su percepción espiritual y realzará su poder para amar y ser amados.»

Libro de Urantia
" Jesús vivió en la tierra y enseñó un evangelio que redimía al hombre de la supertición de que él era hijo del mal y lo elevó a la dignidad de ser hijo de Dios por la fe. Su mensaje, tal como él lo predicó y lo vivió en su época, fue una solución eficaz a las dificultades espirituales del hombre, en la época en que se lo propuso. Y ahora, puesto que él como persona se ha ido del mundo, envía en su lugar a su Espíritu de la Verdad, destinado a vivir en el hombre y, para cada nueva generación, pueda formular de nuevo el mensaje de Jesús, para que cada nuevo grupo de mortales que aparezca sobre la superficie de la tierra, tenga una versión nueva y actualizada del evangelio, un esclarecimiento personal y una guía colectiva que sea una solución eficaz a las siempre cambiantes y variadas dificultades espirituales del hombre.2060"
Pero ser hijo de Dios no es suficiente, es preciso que cada ser humano, por su propia iniciativa se haga consciente de que la presencia divina mora en su corazón, porque Dios siendo deidad y habiéndole otorgado al ser humano el don del libre albedrío, no desea imponer su amor, la criatura debe aprender a buscarlo y a encontrarlo por sus propios medios, pues "ni siquiera el amor infinito de Dios puede imponer la salvación a una criatura mortal que no elija sobrevivir.1638" de este modo, "el espíritu de la divinidad se vuelve humildemente obediente a la elección de la criatura.150"
"La personalidad del hombre es eterna, pero en cuanto a la identidad es una realidad eterna condicionada. Habiendo aparecido en respuesta a la voluntad del Padre, la personalidad alcanzará el destino de Deidad, pero el hombre debe elegir si estará o no presente en el momento del logro de tal destino. El ciclo está predestinado, pero la participación del hombre en él es facultativo, personal y experiencial.1232"

Si Dios respeta hasta este extremo la voluntad humana ¿cómo nosotros podemos ser tan dados a imponer la nuestra a nuestros hermanos y creernos dueños de la verdad, criticando y descalificando a los que no creen o no piensan cómo nosotros lo hacemos? Olvidamos que " el sectarismo es una enfermedad de la religión institucional, el dogmatismo es el avasallamiento de la naturaleza espiritual. Es mucho mejor tener una religión sin iglesia que una iglesia sin religión. Porque cuando la religión se vuelve institucionalizada, se limita su poder para el bien, mientras que las posibilidades del mal se multiplican. Los peligros de una religión formalizada son: La fijación de las creencias y la cristalización de los sentimientos; la acumulación de los intereses establecidos con un aumento de la secularización; la tendencia a estandardizar y fosilizar la verdad; la desviación de la religión, del servicio a Dios al servicio a la iglesia; la tendencia de los líderes a volverse administradores en vez de ministros; la tendencia a formar sectas y divisiones competitivas; el establecimiento de una autoridad eclesiástica opresiva; la creación de una actitud aristocrática de «pueblo elegido»; el fomentar ideas falsas y exageradas de lo sagrado; la rutinización de la religión y la petrificación de la adoración; la tendencia a venerar el pasado, ignorando al mismo tiempo las demandas del presente; la incapacidad de hacer interpretaciones contemporáneas de la religión; el enredo con las funciones de las instituciones seculares; la creación de una discriminación maligna en forma de castas religiosas; el volverse juez intolerante de la ortodoxia; la incapacidad de mantener el interés de la juventud y la pérdida gradual del mensaje salvador del evangelio de la salvación eterna, son las que hacen inhoperante la fe. La religión formal frena a los hombres en sus actividades espirituales personales, en vez de liberarlos para un servicio enaltecido de constructores del reino.1092

Hacernos conscientes de la presencia de Dios en nuestro corazón, es aprender a tener la individualidad necesaria para actuar con plena libertad de conciencia y por lo mismo, asumiendo totalmente nuestra responsabilidad ante nuestra evolución y perfeccionamiento, ya no podemos culpar a ninguna tendencia, religión, maestro o contactado...porque la evolución es algo absolutamente personal, porque depende del grado de conciencia que tengamos en todo lo que hacemos porque "el hombre no puede jamás decidir sabiamente sobre los asuntos temporales, ni trascender el egoísmo de los intereses personales, a menos que medite en presencia del Espíritu residente y tome en cuenta las realidades de los significados divinos y de los valores espirituales.1093" La fe ciega y sin razpnamiento no tiene valor, porque la fe verdadera es la que abre la mente y nos permite no perder nunca nuestra capacidad de asombro ante la vida.



yolanda silva solano

 

La loca Sabiduria de San Francisco de Asis..


El corazón tiene sus razones que la razón no puede comprender. El corazón tiene su propia
dimensión de ser, que es completamente oscura para la mente. El corazón es más elevado y más
 profundo que la mente, está más allá de su alcance. Parece alocado. El amor siempre parece alocado
 porque no es utilitario. La mente es utilitaria. Lo utiliza todo para algún fin: esto es lo que significa
 ser utilitario. La mente tiene un propósito y está orientada hacia un fin; lo convierte todo en un
medio. Y el amor no puede convertirse en un medio, ése es el problema. El amor mismo es el objetivo.

Los locos siempre demuestran una sabiduría sutil, y los sabios siempre se comportan
 como locos. Antiguamente, todos los grandes emperadores siempre tenían un bufón en la
corte. También tenían a hombres muy sabios, consejeros, ministros y primeros
 ministros, pero siempre tenían un loco.

¿Por qué? Porque hay cosas que los llamados hombres sabios no pueden entender,
 que sólo un loco puede entender, porque los supuestos sabios son tan necios que su astucia
 y su inteligencia les cierran la mente. Un loco es simple, y era necesario porque muchas veces
 los supuestos sabios no decían las cosas al emperador por miedo. Un loco no teme a nadie,
 hablará sin importarle las consecuencias.

Así es como actúa un loco: de manera simple, sin pensar en los resultados. Un hombre inteligente
 siempre piensa en los resultados antes de actuar. En primer lugar piensa y luego actúa.
 El loco actúa sin pensárselo antes.

Cuando alguien alcanza la realización última, no es como vuestros sabios. No puede ser como
 ellos. Puede que sea como vuestros locos, pero no puede ser como vuestros sabios.

Cuando San Francisco se iluminó, solía llamarse a sí mismo «el loco de Dios». El papa era un
 hombre sabio y, cuando San Francisco fue a verlo, incluso él pensó que aquel hombre se
había vuelto loco. El papa era un hombre inteligente, calculador, listo; ¿de qué otro modo podría
haber llegado a papa? Para hacerse papa uno tiene que hacer mucha política. Para hacerse
 papa uno necesita ser diplomático, hace falta competir y desbancar a los demás, usarlos
 como escaleras y luego dejarlos de lado.

Es política... porque un papa es un líder político. La religión es algo secundario, a veces ni siquiera
está presente. ¿Cómo puede un hombre religioso luchar y mostrarse agresivo para
conseguir un puesto? Sólo son políticos.

San Francisco vino a ver al papa y el papa pensó que aquel hombre estaba loco. Pero los árboles,
 los pájaros y los peces pensaban de otro modo. Cuando San Francisco iba al río, los peces daban
 saltos de alegría para celebrar su venida. Miles de personas fueron testigos de este fenómeno:
 millones de peces saltaban simultáneamente; el río entero se llenaba de peces saltarines. San
 Francisco había venido y los peces se sentían felices. Y los pájaros le seguían donde quiera que
 iba; iban a posarse en sus piernas, en su cuerpo, en su regazo. Entendían a este loco mejor que
 el papa. Incluso los árboles que se habían secado y estaban a punto de morir reverdecían y
volvían a florecer cuando se acercaba San Francisco. Los árboles entendían bien que aquel loco
 no era un loco ordinario: era el loco de Dios.

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