domingo, 30 de agosto de 2015
¿Qué sucedió en Sodoma y Gomorra?
¿Qué sucedió en Sodoma y Gomorra?
La completa destrucción por Yahvé de las ciudades de Sodoma y Gomorra y sus alrededores, donde murieron todos sus habitantes, en castigo por su vida depravada, demuestra que Yahvé era un «dios» que no se andaba con chiquitas a la hora de castigar ejemplarmente a quienes se le oponían. Un «dios» nada misericordioso, sino vengativo y cruel. Un «dios» que, según todo señala, usaba para escarmentar a los pueblos el expeditivo método de lanzarles «castigos divinos» de efectos muy similares al de las actuales bombas atómicas. «El sol salía sobre la tierra, cuando Lot llegó a Zoar. Entonces Yavhé hizo llover sobre Sodoma y sobre Gomorra azufre y fuego de parte de Yavhé desde los cielos; y destruyó las ciudades, y toda aquella llanura, con todos los moradores de aquellas ciudades, y el fruto de la tierra». (Génesis 19, 23-25). Realmente no se sabe a ciencia cierta qué fue lo que indujo a Yahvé a arrasar no sólo Sodoma y Gomorra, sino también las ciudades de Admá y Seboyim, así como todo rastro de vida en un radio de varios kilómetros a la redonda. Porque la razón esgrimida por los «ángeles» acerca de la depravación de que hacían gala sus habitantes no parece de suficiente peso como para justificar que fueran eliminados sin más de la faz de la Tierra, salvo que con su destrucción se quisiera dar «ejemplo» a los demás pueblos de la región, cuya idolatría sí que podría ser un peligro potencial para los planes de Yahvé, tal como podemos extraer de los siguientes versículos: «La generación futura, vuestros hijos que vendrán después de vosotros, así como el extranjero llegado de un país lejano, verán las plagas de esta tierra y las enfermedades con que Yahvé la castigará, y exclamarán: azufre, sal, calcinación en su tierra entera; no se sembrará ni germinará, ni hierba alguna crecerá sobre ella, como en la catástrofe de Sodoma y Gomorra, Admá y Seboyim, que Yahvé asoló en su ira y su furor. Y todas las naciones preguntarán:
“¿Por qué ha tratado Yahvé así a esta tierra?, ¿por qué el ardor de tan gran ira?”; y se dirá: “Porque han abandonado la alianza que Yahvé, Dios de sus padres, había concluido con ellos al sacarlos del país de Egipto; porque se han ido a servir a otros dioses y se han postrado ante ellos, dioses que no conocían y que él no les había dado en suerte. Por eso se ha encendido la ira de Yahvé contra este país y toda la maldición escrita en este libro”». (Deuteronomio 29, 21-26). No parece, pues, que se puedan albergar muchas dudas sobre el «sistema» empleado para realizar esta «hazaña», pareciendo todo indicar que se trató de un bombardeo —posiblemente nuclear— realizado sobre Sodoma y Gomorra, el que hizo desaparecer en un instante todo rastro de vida de la zona. Recordemos que la advertencia que recibieron Lot y su familia de que se alejaran rápidamente del lugar no fue tenida en cuenta por su esposa, que muy probablemente se quedó rezagada para contemplar qué es lo que iba a ocurrir. Curiosidad que le costó la vida ya que debió ser la ola de calor que presumiblemente produjo la deflagración lo que la convirtió en «estatua de sal», quedando su cuerpo calcinado y desecado de forma instantánea, tal como ocurre en este tipo de fenómenos. Y aunque la hipótesis del bombardeo nuclear repugne a quienes siguen pensando que los relatos de la Biblia son producto de la inspiración divina y que, por tanto, lo que hizo Yahvé respondía al justo castigo de «Dios» por la depravación de unos hombres, hemos de decir que la destrucción de Sodoma y Gomorra no fue la única de esas características que se produjo en la antigüedad, como demuestran muchos de los hallazgos arqueológicos que se han venido produciendo desde el siglo pasado. Porque tales hallazgos nos dicen bastante claramente que nuestra humanidad ha tenido que soportar, en muchas ocasiones, la «justicia divina» de unos «dioses» no tan bondadosos como en principio cabría suponer. «Entonces la mujer de Lot miró atrás, a espaldas de él, y se volvió estatua de sal. Y subió Abraham por la mañana al lugar donde había estado delante de Yavhé. Y miró hacia Sodoma y Gomorra, y hacia toda la tierra de aquella llanura miró; y he aquí que el humo subía de la tierra como el humo de un horno». (Génesis 19, 26-28) Así lo demuestra, por ejemplo, el hallazgo de Albion W. Hart, uno de los primeros ingenieros graduados en el Massachusetts Institute of Technology, cuando marchó al interior de África para hacerse cargo de un proyecto de ingeniería. Mientras él y sus hombres se encaminaban a una región casi inaccesible, tuvieron que cruzar una gran extensión desértica. Pues bien, en aquel momento se sintió desconcertado y totalmente incapaz de explicar la gran masa de cristales verdosos que cubría la arena hasta donde la vista alcanzaba. Sin embargo, años más tarde, cuando pasó por la zona de White Sands tras la primera explosión atómica en la misma, reconoció el mismo tipo de fusión silícea que había visto cincuenta años antes en el desierto africano. Descubrimiento que le dejó perplejo. Pero no ha sido el único. Otros arqueólogos han encontrado hallazgos similares a los de Hart, poniendo de relieve que no se debieron a catástrofes causadas por volcanes, tormentas, conflagraciones entre los hombres o caída de aerolitos, sino que el aspecto que presentan correspondería al que tendrían después de una reacción atómica. Tal es el caso de unas antiguas ruinas halladas en Arabia que datan de la época en la que la parte sur de la Península Arábiga era fértil y contaba con bastante agua. En Arabia occidental existen 28 campos de piedras abrasadas y dispersas, cada uno de los cuales cubre unas 7.000 millas cuadradas de extensión. Las piedras tienen los bordes afilados, están agrupadas en densos bloques y poseen el color negro propio de la combustión. Su origen no es volcánico y parece remontarse a un periodo en el que, antes de verse transformada de pronto en un seco desierto, Arabia era una tierra exuberante y fructífera. En muchos lugares de la Tierra se han encontrado inexplicables zonas vitrificadas de épocas remotas, muy similares a cómo quedó la zona de White Sands, en Estados Unidos, tras la primera explosión atómica… de la era moderna. Mucho más cerca de donde se supone estuvieron situadas las ciudades de Sodoma y Gomorra, unas excavaciones exploratorias realizadas en 1947 en el valle del Eufrates, al sur de Irak, dejaron al descubierto una capa de vidrio fundido de color verdoso cuya antigüedad data de un periodo anterior a la cultura sumeria. Bueno, pues una vez más, a lo único que se parecía ese cristal fundido de varios miles de años de antigüedad era… al suelo del desierto de la zona de White Sands (Nuevo México) después de que las explosiones nucleares hubieran derretido la arena y las rocas. Los chinos han realizado cerca del lago Lob Nor, en el desierto de Gobi, pruebas nucleares que han dejado grandes extensiones de terreno cubiertas de arena cristalizada. Pero el desierto de Gobi cuenta con otras zonas de ese mismo tipo de arena… conocidas desde hace miles de años. Y lo mismo podríamos decir de los fuertes construidos en lo alto de las colinas de toda la orilla del Atlántico oriental, desde las islas Lofoden, en la zona norte de Noruega, hasta las islas Canarias, que se transformaron en lo que se llama «fuertes fundidos», pues las rocas o piedras apiladas de sus murallas circulares se han convertido en vidrio en sus caras internas. Y también en el Pacífico occidental se han encontrado vitrificaciones parecidas. Fenómeno que igualmente se ha observado en terraplenes y murallas de las Islas Británicas. Es el caso, por ejemplo, de las piedras de la cara interna de una larga muralla cercana a Maughold, en la isla de Man, que están fundidas, al igual que las misteriosas torres vitrificadas de Escocia y de otras regiones.
Todo parece indicar que la destrucción de Sodoma y Gomorra se debió a sendas bombas nucleares, que no solo acabaron con las dos ciudades, sino con todo lo que había alrededor de las mismas. Otro ejemplo lo representa el que se refiere a una de las ciudades más antiguas de todo el mundo, Catal Hüyük, en la zona centro-sur de Turquía. Según las primeras evidencias encontradas, la ciudad parecía hallarse en pleno apogeo cuando, de repente, se extinguió sin explicación aparente. Bien, pues los arqueólogos han descubierto gruesas capas de ladrillo quemado en uno de sus diversos niveles, el llamado VIa, bloques que se habían fundido entre sí debido a un calor tan intenso que sus efectos se hicieron sentir un metro por debajo del nivel del suelo, donde se carbonizó la tierra, los restos óseos de los muertos y los regalos funerarios enterrados junto a ellos. Paralelamente, la descomposición o corrupción bacterial de los cadáveres se había visto interrumpida por tan tremendas temperaturas. Por último, mencionaremos las construcciones reales halladas en las excavaciones que se realizaron en el norte de Siria, conocidas por el nombre de Alalakh o Atchana. Pues bien, estas construcciones habían sido calcinadas tan intensamente que el mismo núcleo de las gruesas murallas estaba formado por ladrillos rojos fundidos entre sí, el recubrimiento de barro y arcilla de las murallas estaba vitrificado y las piedras de basalto de algunas partes habían llegado a fundirse. Evidentemente, la Arqueología no puede aceptar como posible el hecho de que en la antigüedad más remota existieran ingenios capaces de producir reacciones termonucleares similares a las que se han producido por la mano del hombre en el presente siglo. Y, sin embargo, en los libros sagrados y leyendas de numerosos pueblos antiguos encontramos relatos sobre guerras entre los «cielos» y la Tierra, donde —como en Sodoma y Gomorra— el cataclismo hiciera —según se dice textualmente en la Biblia— que «el humo se elevase como el de un gigantesco horno» (perfecta descripción del hongo que produce una bomba atómica). Y ello tanto en las escrituras de los hindúes y de los judíos como en las de los mitos de pueblos tan distintos y alejados entre sí como los nativos americanos y los habitantes de África. Quizás los relatos de la Biblia sobre Sodoma y Gomorra no sean más que reflejos de los acontecimientos que debieron producirse en ese tiempo en el que los «dioses» pululaban por la Tierra, haciéndose presentes en muchos lugares del planeta y eliminando expeditivamente a todos aquellos pueblos que no siguieran sus mandatos. En sus libros, el conocido historiador Zecharia Sitchin expone sin tapujos cómo los dioses manejaban armas mucho más potentes que las que actualmente dispone nuestra humanidad con el objetivo de hacerse respetar por los habitantes de los pueblos que controlaban. Aunque la verdad de todo lo acontecido en tiempos remotos es, probablemente, algo que tal vez nunca lleguemos a saber. Sin embargo, los descubrimientos arqueológicos hallados hasta el momento son mudos testigos de un pasado donde la ira de los dioses dejó su marca en las piedras. Quizás cuando la ciencia abra los cajones donde se esconden esas pruebas «que nunca debieron haber aparecido donde lo hicieron» y se cuestione seriamente que la cronología aceptada oficialmente para poner un orden en nuestra historia debe ser revisada en profundidad, sea el momento de poner al ser humano en el verdadero lugar que le corresponde y logre así soltarse de la mano de unos «dioses» que, lejos de cuidarle y alimentarle como padres, le han manipulado en todos los sentidos.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: ¿Qué sucedió en Sodoma y Gomorra? http://mysteryplanet.com.ar/site/que-sucedio-en-sodoma-y-gomorra/
OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad
OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad
En este amplio reportaje, el estudioso de los textos sumerios David Parcerisa defiende con abundantes evidencias que el dios sumerio Enlil y Yahvé del Antiguo Testamento eran la misma deidad. Su meta consistiría en generar guerras, divisiones y enfrentamientos entre los pueblos para tener sometida a la humanidad y poder dirigir desde las sombras el curso de la historia. El autor incluso llega a ahondar en los auténticos objetivos que los dioses buscarían creando el caos en la Tierra… En 1876, el asiriólogo inglés George Smith publicó El relato caldeo del Génesis después de estudiar las inscripciones cuneiformes asirio-babilónicas. Smith realizó un hallazgo sorprendente: múltiples pasajes de la Biblia, en especial del Génesis, son una copia casi literal de la epopeya de la creación babilónica, el Enûma Elish. Eso significa que existe un texto escrito en un dialecto babilónico como mínimo mil años más antiguo que los textos bíblicos… En otras palabras, contamos con un relato previo a la Biblia que nada tiene que ver con mitos ni leyendas, y sí con una sucesión de acontecimientos reales —al menos así lo consideraban los referidos textos cuneiformes— que tuvieron lugar durante la primera gran civilización, la sumeria, que dio origen al resto de culturas del mundo.
El nexo que establecemos entre la cultura sumeria y la hebrea nos permite aproximarnos a una visión revolucionaria y reveladora sobre qué o quién se esconde detrás de los grandes mitos bíblicos. En el panteón sumerio se veneraban un total de 23 deidades, conocidas como los Anunnaki, una raza de criaturas suprahumanas a quienes se les adjudicaba la creación misma del ser humano. Uno de sus más altos mandatarios era Enlil, conocido como el dios del Viento y las Tormentas, considerado el comandante supremo de una misión terrestre.
Enlil era célebre por su crueldad con el ser humano, y su sed de conquista le llevó a enfrentarse a otras deidades, como su propio hermanastro Enki, Señor de la Tierra, un dios benévolo que hizo al hombre depositario del conocimiento espiritual. En textos sumerios leemos que Enki fue el «Padre de la Humanidad», quizá una especie de genetista que hibridó sus genes Anunnaki con los homínidos Neanderthalensis, fruto de lo cual emergería el
Homo sapiens. Los dioses sumerios conocidos como Anunnaki eran unas criaturas sobrehumanas con la capacidad de volar (sobre estas líneas, representados con alas). Según mi interpretación de los textos sumerios, los Anunnaki recurrieron a las llamadas Diosas Procreadoras para que incubaran a un trabajador primitivo. Habrían tomado el óvulo de una hembra neandertal, fertilizándolo con su esperma y reimplantándolo de nuevo en la misma hembra homínida. Pero el resultado fue un fracaso: los niños que nacían no daban destellos de raciocinio. Aquellos prototipos simiescos no les servían, puesto que no estaban capacitados siquiera para manejar las herramientas. Entonces habrían ideado otro sistema: reimplantar el óvulo fertilizado en el útero de una hembra Anunnaki. La voluntaria para el experimento fue Ninhursag, la hermanastra de Enki y Enlil, una Diosa Madre que muchos identifican con una especie de experta genetista. Ninhursag engendró el primer prototipo semihumano, al que bautizaron como Adamu, «el que como arcilla de la tierra es». Una vez creada su consorte, a la que llamaron Tiamat, ya podían procrear. A lo largo de 3.000 años su estirpe acabó por degradarse, y los descendientes del Adamu robaban el alimento de los dioses y saqueaban ciudades, regresando a un estado primitivo y salvaje. Aunque eran portadores del gen Anunnaki que les había conferido inteligencia, con el tiempo esta característica acabó diluyéndose. Ante tal fracaso, Enki pensó en confeccionar una raza mejorada, que sirviera a los Anunnaki con dignidad. Esclavos de los dioses Si bien Enki se presentaba a la humanidad como tutor y maestro, Enlil, en cambio, odiaba a estos humanos inicialmente llamados Lulu (esclavos primitivos relegados a realizar ingratos trabajos), pues temía que algún día, con el conocimiento adquirido de ciertos dioses, llegaran a superarles en número y pudiesen rebelarse contra ellos. Ninhursag con el espíritu de los bosques junto al árbol cósmico de la vida de siete puntas. Relieve de Susa.
La Diosa Madre Ninhursag, en complicidad con Enki y su hijo Ningishzidda, se dispuso entonces a crear al nuevo ser humano: «Mientras la Diosa del Nacimiento esté presente, que la Diosa del Nacimiento forje una descendencia. Mientras la Madre de los Dioses esté presente, que la Diosa del Nacimiento forje un Lulu; que el trabajador lleve la carga de los Dioses. Que cree un Lulu Amelu, que él lleve el yugo». Los textos sumerios revelan en qué consistió el proceso de manipulación genética. Se emplearon genes de un Dios para conferirlos al útero de las Diosas Madre o Diosas Procreadoras.
OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad6 Los escritos se refieren al útero como «arcilla», clara metáfora de un contenedor de vida: «Prepararé un baño purificador, que un dios sea sangrado (…) De su carne y sangre, que Ninti mezcle la arcilla». Más adelante, a Ninhursag se une otra Diosa Madre, Ninki, la esposa de Enki. El proceso les permite elegir el sexo de los Lulu, realizando cada vez catorce inseminaciones, con siete machos y otras tantas hembras: «Ninti pellizcó catorce trozos de arcilla; depositó siete a la derecha, depositó siete a la izquierda. Ninki, mi esposa-Diosa será la que afronte el parto. Siete Diosas del Nacimiento estarán cerca para asistir. El destino del recién nacido tú pronunciarás; Ninki fijará sobre él la imagen de los dioses; y lo que será él es Hombre». Representación de Enki. Transcurren nueve meses y no se producen los nacimientos. Al empezar el décimo mes, los Anunnaki recurren a la cesárea: «Ninti (…) cuenta los meses (…) Al destinado décimo mes llamaron; la Dama Cuya Mano Abre llegó. Con el (…) ella abrió el útero. Su rostro brilló de alegría. Su cabeza fue cubierta (…) Hizo una abertura; lo que estaba en el útero salió». Cuando surge el primer «prototipo», Ninhursag lo alza en brazos y grita: «¡Lo he creado! ¡Mis manos lo han hecho!». Sin embargo, la perspectiva tradicional de la biología evolutiva da por hecho que la teoría de Charles Darwin sobre la evolución de las especies es completamente verídica, a pesar de que carecemos de informaciones sobre varios eslabones perdidos en el proceso evolutivo de los humanos. A la vista de lo expuesto hasta ahora, lo más probable es que no aparezcan nunca. Ingenieros genéticos El «milagroso» salto evolutivo que dio lugar a lo que somos ahora semeja más un laborioso trabajo de ingeniería genética. También resulta sorprendente que culturas tan avanzadas como la sumeria florecieran de la noche a la mañana, sin que dejaran rastros de sucesivas etapas de evolución que indiquen un progresivo avance cultural, arquitectónico o matemático. Al contrario, en un periodo relativamente corto, el ser humano primitivo emergió de la nada, levantando imperios y civilizaciones muy avanzadas en diversas áreas del saber. El origen de tales progresos lo escribieron hace miles de años nuestros ancestros: ellos insistieron en apuntar hacia las estrellas, hacia los dioses, hacia seres muy avanzados que un día se asentaron en nuestro mundo. Cuando acudimos al libro del Génesis, leemos cómo Yahvé ordenó la creación del ser humano: «Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza, y tenga dominio sobre los peces del mar, las aves del cielo, el ganado, y en toda la tierra, y sobre todo animal que se desplaza sobre la tierra» (Génesis 1: 26). Pero a Yahvé se le escapa un detalle… Habla en plural. ¿Somos producto de una ingeniería genética extraterrestre? Aunque en la Biblia aparece constantemente la palabra cananea Elohim, que los hebreos utilizaron para designar a Dios en singular, también se traduce como «Poderoso». Y si bien en términos genéricos Elohim es singular, en otras partes se da a entender que no solo hay un dios, sino varios. O cuanto menos, Yahvé parece contar con otras entidades que están a su servicio. Efectivamente, en los textos sumerios se relata que Adán fue el resultado de lo que muchos interpretamos como una fertilización in vitro. Hemos apuntado anteriormente que los diseñadores genéticos habrían sido los dioses Enki, su hermanastra Ninhursag y Ningishzidda. Los tres habrían tomado el óvulo de una hembra neandertal, fertilizándolo con su esperma y reimplantándolo en el útero de Ninhursag, la Diosa Madre de la humanidad. Varios nombres para una misma deidad En el Antiguo Testamento, concretamente en Jubileos 3:3-5, leemos que después de crear a Adán, Yahvé ordenó a sus subalternos, los ángeles que trabajaban para él, que confeccionaran una hembra como compañera de éste: «El Señor nos dijo: ‘No es bueno que esté el hombre solo: hagámosle un auxiliar como él. Y el Señor nuestro Dios le infundió un sopor, de manera que se durmió. Tomó para formar a la mujer uno de sus huesos. Y así lo hizo: aquella costilla de la mujer. Y arregló con carne su lugar tras formar a la mujer». Enlil adoptó diferentes nombres en función de las culturas que fue gobernando. En Canaán, Siria y Palestina lo veneraban como El (El Dios), el primero que se autoproclamó Dios absoluto en un sentido monoteísta. Con esta misma premisa se presentó Enlil como El Elyon o El Shaddai (atributos concernientes a su poder de soberanía) a los patriarcas hebreos Abraham, Isaac y Jacob. Luego cambió su nombre por YHWH, Yahvé, el Dios creador del Universo, cuando se mostró ante Moisés. Moisés en el Monte Sinaí. Óleo de Jean-Léon Gérôme, c. 1895. El plan de Enlil —presentándose esta vez como Yahvé—, consistente en tomar a Israel como «el pueblo elegido», tenía desde el principio el objetivo de manipular las creencias de éste, estableciendo una religión basada en unas leyes inamovibles y favoreciendo los enfrentamientos con los egipcios, los babilonios o los persas, lo que se traducía siempre en un derramamiento de sangre constante.
Yahvé era un Dios cruel que exigía sacrificios en masa: primero de animales y luego, bajo la excusa del castigo, de seres humanos: «Yahvé envió una epidemia a Israel, desde aquella mañana hasta el tiempo señalado, y murieron 70.000 hombres del pueblo, desde Dan hasta Beerseba». (2-Samuel 24:11-15). En Éxodo 32:26-28, Yahvé ordena a Moisés: «Ponga cada cual la espada a su lado; pasad y traspasad por medio del campamento desde una puerta a otra puerta, y cada uno mate aunque sea al hermano, y al amigo y al vecino». En un solo día 23.000 personas fueron pasadas a espada… Cuando Yahvé ayudó a los judíos a escapar de Egipto, los amalecitas se interpusieron en su camino. Pasados unos siglos, Yahvé no solo no había olvidado aquel incidente, sino que hizo exterminar así a sus habitantes: «He decidido castigar lo que hizo Amalec a Israel, cortándole el camino cuando subía de Egipto. ‘Ve, pues, Saúl, y hiere a Amalec, y destruye todo lo que tiene. ¡Y no te apiades de él, mata a hombres, mujeres, niños y aún los de pecho, vacas, ovejas, camellos y asnos!’ Y Saúl derrotó a los amalecitas y tomó vivo a Agag, el rey de Amalec, pero mató a todo el pueblo a filo de espada». Su maldad se hacía especialmente extensible hacia las mujeres. En Deuteronomio 22:13-21 leemos: «Si un hombre descubre en su noche de bodas que su mujer no es virgen, debe apedrearla hasta la muerte». Consejos muy «didácticos» que cristalizaron en leyes que sentenciaban a muerte casi por cometer cualquier tontería. Yahvé también mostraba una gran «sensibilidad» en lo que concierne a la educación de los hijos: «Si alguien tiene un hijo rebelde que no obedece ni escucha cuando lo corrigen, lo sacarán de la ciudad y todo el pueblo lo apedreará hasta que muera» (Deuteronomio 21:18-21). Cruel y vengativo Yahvé también era conocido porque no admitía traiciones: «Los que adoren a otros dioses, o al Sol, la Luna o todo su ejército del cielo, morirán lapidados» (Deuteronomio 17:2-5). Y no sólo promovía la esclavitud, sino que la establecía como un derecho legítimo: «Si un esclavo está contento contigo, tomarás un punzón y le horadarás la oreja y te servirá para siempre. Y lo mismo le harás a tu esclava» (Deuteronomio 15:16-18). En el siguiente pasaje de Números 15:32-40 comprobamos qué era lo que Yahvé entendía por justicia: «Estando los hijos de Israel en el desierto, hallaron a un hombre que recogía leña en día de reposo. Y los que le hallaron recogiendo leña, lo trajeron a Moisés y a Aarón, y a toda la congregación; y lo pusieron en la cárcel, porque no estaba declarado qué se le había de hacer. Y Jehová dijo a Moisés: ‘Irremisiblemente muera aquel hombre; apedréelo toda la congregación fuera del campamento. Entonces lo sacó la congregación fuera del campamento, y lo apedrearon, y murió, como Jehová mandó a Moisés».
La nación de Moisés cruzó el Mar Rojo (sobre estas líneas, pintura) gracias a las extraordinarias capacidades de Yahvé, que hizo que se abrieran las aguas. Yahvé sentenciaba a muerte casi por estornudar; he aquí unos ejemplos: «Si la hija de un sacerdote se prostituye, será quemada viva» (Levítico 21:9); «el que pegue a su padre o a su madre, morirá» (Éxodo 21:15); «Si alguno yace con la mujer de su padre, morirán los dos» (Levítico 20:11); «Si un hombre yace con su nuera, los dos morirán» (Levítico 20:12). Su sed de muerte siquiera parecía saciarse con los niños. En 2º Reyes 2:23-24 leemos que el profeta Eliseo se topa con unos niños de los que recibe burlas. El castigo del Señor no tardó en llegar: «Después subió de allí a Bet-el; y subiendo por el camino, salieron unos muchachos de la ciudad, y se burlaban de él, diciendo: ‘¡Calvo, sube! ¡Calvo, sube!’ Y mirando él atrás, los vio, y los maldijo en el nombre de Jehová. Y salieron dos osos del monte, y despedazaron de ellos a cuarenta y dos muchachos». Hipnosis planetaria En su libro La conspiración del Ángel Gabriel, el experto bíblico David Cangá hace la siguiente reflexión: «Esta entidad (Yahvé) es adorada actualmente por los 14 millones de judíos, los 2.200 millones de cristianos y también por los 1.800 millones de musulmanes, ya que el dios del Islam, el dios mencionado en el Corán, aunque es llamado Allah, es para los musulmanes el mismo dios de las escrituras hebreas y los Evangelios. Esto nos da como resultado que de los actuales 7.000 millones de habitantes del planeta Tierra, 4.014 millones (casi el 60%) adora a un dios bárbaro que se jactaba de ser celoso y vengativo, que pedía que se le presentaran extrañas ofrendas rituales consistentes en animales descuartizados puestos al fuego, que ordenaba robos y quemar mujeres vivas, que asesinaba sin compasión a niños de pecho por faltas cometidas por los padres de éstos (…) Es algo que me desconcierta desde hace varios años, lo confieso»… «Este fenómeno me resulta intrigante, porque pareciera que ese casi 60% de la población mundial que lo adora, está sometida a una especie de hipnosis o bloqueo mental, que le impide abandonar el culto claramente irracional a este ser», escribe Cangá. Masacre celestial En muchos pasajes bíblicos se describe cómo es el vehículo aéreo en el que viaja Yahvé: «Durante el día es una nube y por la noche aparece como una columna de fuego». En ocasiones, Yahvé disponía de «ángeles» que le ayudaban en sus acciones: «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están al servicio de Dios y que pueden entrar ante su presencia gloriosa». (Tobías 12:15). Estos «ángeles» son los subordinados de quién se supone está al mando, y ejecutan sus órdenes, por crueles que sean. Por ejemplo, cuando el asedio de los asirios contra los judíos pone en peligro sus planes: «Aconteció que aquella misma noche salió el ángel de Yahvé e hirió a 185.000 en el campamento de los asirios. Se levantaron por la mañana, y he aquí que todos ellos eran cadáveres».
OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad6 Yahvé era una nube voladora que de noche alumbraba el camino de los huidos de Egipto ¿Una masacre de 185.000 hombres en una noche? ¿Qué clase de armamento utilizaron para semejante barbarie? Los textos describen «ejércitos de escuadrones en el cielo», y armas que disparaban rayos y producían ceguera, por lo que se puede deducir que se refieren a modernas armas de plasma, que causan un destello cegador. La misma crueldad que Yahvé manifestaba el Dios sumerio Enlil hacia los hombres, cuando decidió exterminarlos con un diluvio universal: «Destruiré al habitante de la tierra que he creado y lo echaré de la faz de la tierra». Porque Enlil y Yahvé eran la misma entidad sanguinaria y vengativa, expresándose en dos culturas diferentes. La razón por la que tanto David Cangá como quien escribe coincidimos en considerar que Yahvé era Enlil, se debe a una premisa muy sencilla: el comportamiento y personalidad cruel y sanguinaria del Yahvé bíblico sigue el mismo patrón del Enlil sumerio. Ambos se expresan con el mismo egocentrismo, las mismas pautas de odio, venganza y recelo hacia el ser humano, las mismas estrategias para generar guerras y matanzas entre ellos, los mismos engaños, las mismas falsas promesas, las mismas exigencias de adoración, los mismos rituales de sacrificios animales, la misma motivación para fundar religiones y dogmas a fin de controlar a la población y la misma manipulación para dividir pueblos. En mi libro Conspiración Anunnaki (Séptimo Sello, 2014) ahondo mucho más sobre este asunto, pero en este reportaje mi espacio es limitado. Conspiración cósmica Pero lo más importante es que el dios sumerio Enlil era el máximo soberano en la Tierra, que contaba entre sus filas a los mejores ejércitos y la más avanzada logística a su disposición, para fabular el teatro y el engaño que lo lleva a revestirse con el disfraz de la divinidad ante los seres humanos. Exactamente idéntica firma de soberanía y mandato supremo mostraba Yahvé. Los dioses, supeditados a Enlil, instauraron culturas y pueblos para hacerlos enfrentar entre sí como piezas en un tablero de ajedrez. Todo esto sin otra finalidad que la obtención de dolor, entendido como vibración energética susceptible de ser absorbida. Es precisamente a través de la creación de un linaje real como los dioses establecieron una monarquía que impusiera sus decretos, eligiendo a unos pocos humanos con los que se mezclaron sexualmente, esparciendo su línea sanguínea. El ejemplo más ilustrativo fue David, el rey de Israel, sin duda el más preciado personaje bíblico de Yahvé, quién según muchos expertos no era hijo de Isaí, sino del propio Enlil/Yahvé. En la Biblia se citan los extraños prodigios y cualidades suprahumanas de David, que no pertenecían a un humano corriente: «He venido a ser extraño a mis hermanos, y extranjero para los hijos de mi madre» (Salmos 69:8). Y razones tenía para afirmarlo. David era muy diferente de sus hermanos. Tenía el pelo rubio, ojos azules y piel rosada, como los «ángeles» de Yahvé, por lo que fue menospreciado por sus padre. David mató de una pedrada a Goliat, uno de los campeones más admirados de los filisteos, para luego cortarle la cabeza. Aún tras haberlos humillado de forma tan contundente, años después David huyó de las garras de Saúl para refugiarse con los filisteos, y convivió con ellos sin que ninguno se atreviera a tocarle. ¿Qué clase de hombre era David, cuyo poder frenaba en sus enemigos la tentación de la venganza? Después, David estuvo largo tiempo del lado de los filisteos, participando en sus masacres contra los judíos, por lo tanto contra los de su misma sangre. En el Antiguo Testamento se revela que cuando los filisteos atacaban a los judíos, le pedían a David que no participara en las matanzas, sin embargo éste insistía en que su deseo era embestir con toda su furia a su propio pueblo, haciendo gala de su sed de sangre. Más grave aún: mataba a mujeres y niños con sus manos, y cuando los filisteos le preguntaban por qué hacía eso, él respondía que si los dejaba con vida podrían dar testimonio de su «alianza temporal» con ellos. A David le interesaba mantener en secreto sus fechorías contra su propio pueblo. Divide y vencerás El experto David Cangá mantiene una postura muy clara sobre la relación entre Yahvé y el rey David: «Sospecho que la forma de ser de David le hacía sentir un fuerte vínculo hacia él (Yahvé), y por eso lo quería tanto. Pero quizás el principal motivo de la cercanía entre Yahvé y David lo podamos deducir a raíz de las palabras que Aquis (el monarca filisteo), le dio (…) a David: ‘Yo sé que tú eres grato a mis ojos, como un ángel de Dios’» (1-Samuel 29:9). Esta es la razón de la cercanía entre Yahvé y David, pues sospecho que éste no era enteramente humano, sino un ser que, al igual que Enoc, Noé y Abraham, fue concebido mediante la intervención directa de la divinidad». Tanta era la estima de Yahvé hacia el rey judío, que incluso después de que dividiera el imperio en dos reinos —Judá e Israel—, la deidad preservó su descendencia. Mientras que en Israel los monarcas no seguían una sucesión al trono por línea sanguínea, los de Judá siguieron estrictamente la estela genética de David y Salomón, siendo Roboam el primer rey en gobernar Judá. ¿Qué peculiaridad genética tenía David que tanto le interesaba preservar a Yahvé, ordenando la perpetuación de su estirpe? Lo que Yahvé perseguía era esparcir una genética Anunnaki exclusivamente entre los monarcas, que se distinguían por su frialdad y recto cumplimiento de las directrices de un plan de control global sobre el resto de la población. Entre los muchos objetivos de esta conspiración cósmica destacan dos: Crear un velo de confusión y división de razas y naciones que favorezca el conflicto, lo que se traduciría en dolor como alimento o sustrato vital para estos seres de baja densidad. Impedir el acceso al conocimiento espiritual y moral del ser humano, para que no detecte quiénes son los carceleros que aprisionan su consciencia y no pueda así adquirir suficiente poder conceptual para liberarse y crecer como individuo independiente y para escapar a un sistema de control que lo reduce a un mero títere cruelmente condicionado a una existencia autómata.
OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad6 Ondas cerebrales: Alimento de los dioses Muchas personas realizan la siguiente afirmación: «Si los extraterrestres quisieran invadirnos y destruirnos con su avanzada tecnología, ya lo habrían hecho». Pero la realidad es muy distinta, mucho más compleja e inquietante. En primer lugar hay que matizar que la humanidad no va a ser invadida, porque ya lo ha estado desde siempre. Nos enfrentamos a entidades que son verdaderos maestros del engaño, capaces de inocular veneno en nuestra conciencia. Un veneno que corroe nuestras mentes pero que nosotros percibimos bajo la máscara de una falsa libertad. «Desde mi punto de vista, a estas entidades no les interesa acabar con nosotros, sino nutrirse con la energía emocional que desprendemos». ¿Podrían destruirnos si quisieran? Por supuesto, pero no es esa su intención. Entonces, ¿para qué nos manipulan? ¿Por qué tanto interés en mantenernos en la ignorancia y divididos en fronteras y estados, identidades nacionalistas y culturas opuestas en lenguajes, tradiciones y costumbres? ¿Por qué las religiones hablan de dioses justos y, sin embargo, su vasta proliferación solamente ha causado muertes y desolación? ¿Acaso estos mismos dioses son quiénes mueven este engranaje de fanatismo a través de los dogmas que han conformado todos los credos religiosos y las leyes que han levantado las naciones? Su estrategia se basa en el divide y vencerás. Desde mi punto de vista, a estas entidades no les interesa exactamente destruirnos, sino que constituimos su fuente de alimento. Para nutrirse deben desencadenar en nosotros ciertos estados que segreguen el sustrato energético que necesitan. Si analizamos la historia de la humanidad, escrita con sangre, se llega a una deducción muy simple sobre cuál es ese sustrato vital que tanto buscan en nosotros. En el Pentateuco (los cinco primeros libros de la Biblia) se narra cómo Yahvé ofrece instrucciones al pueblo judío sobre los sacrificios de animales que deben rendirle. A estas matanzas se les denominaba holocaustos. Su exposición es tan detallada que más que un ritual, parece un libro de cocina. Sin embargo, para Yahvé no es suficiente la muerte de un ser vivo, sino que hay que descuartizarlo, desollarlo, licuar las grasas de los intestinos y quemarlo. Todo se dispone siguiendo un riguroso proceso en el que cada detalle cumple con una función: la muerte del animal, la devoción del verdugo, el fuego, el humo, los aromas… Yahvé justifica todo este complejo procedimiento afirmando que su suave olor le apacigua. ¿Se trata solo de eso? ¿De un simple aroma? Por supuesto que no. En 2-Crónicas 7:3-5 leemos: «Entonces, todos los hijos de Israel viendo descender el fuego y la Gloria de Yahvé sobre la casa, se postraron sobre el pavimento, adoraron y alabaron a Yahvé: luego el rey y todo el pueblo ofrecieron sacrificios ante Yahvé. El rey Salomón ofreció en sacrificio 22.000 bueyes y 120.000 ovejas». ¿De qué manera podemos calificar a un dios que ordena la masacre de 142.000 seres vivos en un solo día? La granja humana Desde mi punto de vista, los dioses extraterrestres desean que emitamos ciertas frecuencias cerebrales. Estas ondas son incluso capaces de afectar a la materia. Cuando sentimos amor, generamos unas ondas de frecuencia que se desplazan muy rápidamente. La vibración es tan alta que amplifica nuestra red sensorial. Cuando sentimos miedo, que es lo opuesto a la armonía, la onda que emitimos es lenta y larga, casi lineal, y bloquea nuestra red sensorial. El japonés Masaru Emoto, autor del libro Los mensajes del agua, demostró en varios experimentos que nuestros estados de ánimo pueden influir en las moléculas de agua. El procedimiento de Emoto es sencillo: coloca varios recipientes del líquido elemento divididos en grupos. Sobre algunos, cierto número de personas proyectan sentimientos de odio y rabia, mientras que sobre otros recipientes emiten sentimientos de agradecimiento y de paz. Después, Emoto congela el agua, tomando diversas fotografías de las moléculas heladas. El resultado es más que sorprendente: el líquido elemento sometido a un «bombardeo» de amor presenta unas formaciones cristalinas y armónicas. Sus moléculas son blancas, relucientes y crean figuras geométricas de gran belleza. En cambio, las moléculas sometidas a odio son amarillentas, con formaciones desproporcionadas y estructuras caóticas y fragmentadas. Masaru Emoto (foto) mostró que nuestro estado de ánimo puede influir en las moléculas de agua. Si nuestra mente puede influir a tal nivel en el agua, y aceptamos la existencia de estos seres no humanos que han manipulado a la humanidad a lo largo de la historia, ¿es tan descabellado apuntar la posibilidad de que nuestras emisiones emocionales sirvan de alimento para estas entidades que pasan desapercibidas para nuestro radio de percepción? El ya desaparecido escritor Juan G. Atienza se expresaba en este mismo sentido en su libro La gran manipulación cósmica: «He hablado de nutrición y he querido expresar precisamente eso: nutrición, canibalismo, alimento, comida, subsistencia, vitaminas y proteínas e hidratos de carbono… o la materia o la energía que puede servir de sustitutivo o de complemento nutricio a las entidades que, sin saberlo nosotros racionalmente, están ahí y nos manipulan, porque ése es su derecho dimensional y natural: el de manipularnos, exactamente lo mismo que nosotros —¡los amos del mundo no lo olvidemos!— estamos o nos consideramos en el derecho de devorar y dirigir y manipular a los seres de conciencia dimensional inferior. Pensemos en el pastor: ¿Consentiría en que sus ovejas, sus cabras, sus vacas o sus cerdos comenzasen a expresar su deseo de libertad y de independencia, y se negasen a obedecer sus órdenes o las órdenes secundarias de los perros? ¿Comprendería acaso que esos seres tienen derecho (cósmico derecho, si queremos) a elegir el momento, la circunstancia y el lugar de su propia evolución hacia estados de conciencia superiores?». En busca de la libertad ¿Pero cómo salirse de esta red de bajas vibraciones que estas entidades han tejido a nuestro alrededor? ¿Dónde está la clave para liberarse? Sin duda, la única vía es dejar de ser alimento. Para alcanzar ese estado, deberíamos cambiar la frecuencia vibracional del miedo y la ansiedad que nos convierte en generadores de bajas vibraciones, lo que constituye un sustento energético de estos seres. Parece que las ondas cerebrales que estas entidades no humanas pretenden obtener de nosotros son las Gamma, que oscilan más allá de los 20 hertzios y que se generan debido al pánico y la ansiedad. Bajo el estado de dichas ondas, los neurotransmisores están tan alterados que imposibilitan el sueño nocturno, lo que nos convierte en individuos estresados. En definitiva, pienso que los dioses de la antigüedad no son mitos, sino entidades extraterrestres (entendido el término extraterrestre como venidos de fuera de la Tierra, sin entrar en su origen físico, dimensional, etc.) que llevan manipulando a la humanidad desde el principio de los tiempos.
Artículo publicado en MysteryPlanet.com.ar: OPERACIÓN YAHVÉ: El dios extraterrestre que manipuló a la humanidad http://mysteryplanet.com.ar/site/operacion-yahve-el-dios-extraterrestre-que-manipulo-a-la-humanidad/5/
Esta bebida disminuye los triglicéridos y el colesterol malo
Esta bebida disminuye los triglicéridos y el colesterol malo
El colesterol es una grasa que requiere el organismo para funcionar de forma adecuada.
Sin embargo, demasiado colesterol malo puede incrementar la probabilidad de sufrir cardiopatía, accidente cerebrovascular y otras afecciones. El exceso de colesterol en la sangre, combinado con otras sustancias, puede adherirse a las paredes de las arterias. Esto se denomina placa. Las placas pueden estrechar las arterias o incluso obstruirlas.
El aumento de colesterol no suele tener signos ni síntomas, pero puede detectarse con un análisis de sangre. La probabilidad de sufrir de colesterol alto aumenta si la persona tiene antecedentes familiares, sobrepeso o consume muchas comidas grasosas. Una dieta basada en el consumo exagerado de grasas, sobretodo las de origen animal, provocan un aumento significativo y peligroso de los niveles de colesterol en la sangre.
Controlar el colesterol presente en la sangre
Se trata de tener una alimentación balanceada. A continuación podrás encontrar una receta sencilla y nutritiva de una bebida muy saludable que ayuda a disminuir los niveles de colesterol.
En todas las dietas y tratamientos naturales es vital la constancia. La mejor forma de obtener los resultados deseados y aprovechar las propiedades de esta receta es consumir una taza antes de cada comida. Al consumir regularmente este fabuloso licuado, serás capaz de normalizar los niveles de triglicéridos y colesterol en tu organismo.
Requieres los siguientes ingredientes:
– 6 limones
– 4 tallos de apio
– 1 litro de agua
Es muy simple de preparar. En primer lugar, lavar muy bien los limones utilizando bicarbonato de sodio y luego debes cortarlos en cubos sin retirarles la piel o cáscara. Acto seguido, hay que cortar el apio en pequeños cubos. Finalmente, agrega el agua y revuelve con ambos ingredientes. Conserva la bebida en el refrigerador.
martes, 4 de agosto de 2015
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