Lilith fue la primera mujer que reclamó un lugar de igualdad con el hombre en la obra de Dios
Mercedes Buetto.
Génesis 1 27. "Y Dios creó al hombre a su imagen y semejanza; lo creó a la imagen de Dios, los creó varón y mujer.
El varón se llamó Adán y la mujer Lilith (según consta en la literatura hebrea). Lilith, la primera esposa de Adán estaba hecha con "arcilla del suelo", igual que él. Era hermosa, vital, inquieta, inquisitiva… libre… y no disimulaba su risa cuando Adán, todavía un novato en esto de estar en el Paraíso, se equivocaba. La mirada divertida y burlona de Lilith lo desconcertaba. ¿Cómo se podía reir de él, que estaba hecho a imagen y semejanza de Dios y Dios era perfecto y todo lo hacía bien?
Los primeros tiempos, Adán estaba entusiasmado con esta mujer, que representaba todo un desafío. Pero después se cansó de tener que reflexionar con ella, negociar y llegar a acuerdos en los que en ocasiones, según él, "salía perdiendo"… además ella no quería estar siempre "abajo", sabía lo que quería y pedía lo que tenía ganas. Era muy demandante.
Fue por esa época que él se tomó muy en serio lo de "dominen a los peces del mar, a las aves del cielo y a todos los seres vivientes que se mueven en la tierra", y comenzó a dar órdenes que Lilith prolijamente no cumplía. Desalentado visitaba a Dios y le contaba sus tribulaciones. El Creador, cansado de tantos lamentos, habló con Lilith:
"Adán es un buen muchacho, mirá que paciencia que te tiene, ¿dónde vas a encontrar otro? Mejor hacele caso."
¿Hacerle caso? ¿Subordinarse a ese "buen muchacho" incapaz de entender que eran diferentes, pero que eso no significaba ser mejor o peor, reacio a aceptar una convivencia sin jerarquías, en un plano de igualdad? No, decididamente NO. Habían sido creados el mismo día y de la misma manera, por lo tanto tenían los mismos derechos, argumentó y se fue a nadar despreocupada en la cascada, exhalando a su paso un aroma a hierbas y musgo que hizo suspirar al creador. Indudablemente la "rebeldía" tenía su encanto.
Un día, cansada de los lloriqueos de Adán y de las presiones de Dios, decidió que el Paraíso no tenía nada de maravilloso y se fue. Así de simple, sin sentir una pizca de remordimiento o de culpa. El pecado todavía no existía. Cuentan que le dejó todo a Adán, no se llevó ni una hoja de parra. Su desnudez la hacía sentir hermosa y fuerte.
Dios respiró aliviado creyendo que habían acabado todos los problemas, pero no. Adán estaba insoportable: a pesar de toda su cacareada autosuficiencia, la soledad le pesaba. Ya nadie aplaudía lo que hacía, ni le daba las gracias, ni… Ni las sumisas ovejas, ni las juguetonas cabras podían compararse con Lilith. ¡Realmente cómo se habían divertido!
La tristeza de Adán conmovió al Creador… además, quería sacarselo de encima; había que reconocer que, sin una mujer, se ponía muy fastidioso. Entonces, decidió darle una compañera menos "independiente".
Génesis 1 18. Después dijo el Señor Dios: "No conviene que el hombre esté solo. Voy a hacerle una ayuda adecuada". (…), con la costilla que había sacado del hombre, el Señor Dios formó una mujer y se la presentó al hombre.
23. El hombre exclamó: ¡Esta sí que es hueso de mis huesos y carne de mi carne!
Se llamará Mujer, porque ha sido sacada del hombre".
Lo que sigue es historia conocida.
Origen Historico de Lilith
El primer mito que quiero disipar es aquél que dice que Lilith se encontró en las antiguas tierras de Sumeria. Sus raíces en efecto se extienden hasta ahí, pero Lilith misma no se encuentra en ese panteón masivo de dioses y demonios.
En sumerio, la palabra "Lil" significa "Aire." Enlil, por ejemplo, fué el Señor (En) del Aire (Lil). El término más viejo relativo a Lilith sería la palabra sumeria "Lili" (plural "Lilitu"), que parece inferir la misma definición que nuestra palabra "espíritu". En muchas culturas antiguas, la misma palabra para "aire" o "aliento" era usada para "espirítu." La misma palabra "espirítus" es uno de esos ejemplos. El hebréo "ruach" es otro. Por lo tanto, Lilitu era ya sea un tipo específico de demonio o símplemente espíritus en general.
Normalmente, Lilith es contemplada siendo un Succubus sumerio. Y, de hecho, había tal criatura en la Babilonia sumeria que seguramente tuvo su parte en la concepción hebrea de Lilith. Éste ser fue conocido como el "Ardat Lili." "Ardatu" era un término que describía a una mujer joven en edad para casarse. Así, el Ardat Lili era un espíritu jóven femenino —Succubus— demóniaco poseedor de cualidades estríctamente nocturnas. Causante de lo que algunos de nosotros hemos experimentado alguna vez -el despertar y ser retenido o paralizado por una fuerza no visible. También le fue atribuído el causar sueños eróticos, robando el sémen del hombre y su vitalidad espiritual. Desde luego, hay una versión masculina de esto —el incubus— pero no abordaré ese tema aquí.
Es también interesante el notar que la palabra sumeria para "jugetona" era también "Lulu", la palabra para "lujosa" era "Lalu", además, la misma palabra para "mal" era "Limnu", ésto tiene una obvia relación con la palabra Lili (y Ardat Lili específicamente); no sólo en la similitud de pronunciación y escritura, sino también con el significado de las palabras. Toma en cuenta que éstas lenguas antiguas no poseían la definición específica de nuestras palabras modernas. Una sola palabra designaba alguno de los varios conceptos relacionados.
Ésto no pretende ser una etimología muy profunda de Lilith. De cualquier forma, el juego de palabras no continúa sino hasta el cuativerio Hebréo en Babilonia (600 a.C.), y no deseo saltar hasta ahí ahora. Concerniendo a Sumeria, hay dos ejemplos que son vistos generalmente como prueba de la existencia de Lilith ahí.
Uno es un mito en el que un demonio femenino toma residencia dentro del sagrado "Árbol de la Vida" de la diosa Inanna, afectando su crecimiento y producción. Éste demonio es tomado como Lilith misma, a quien el héroe Gilgamesh finalmente obliga a salir del árbol y huir al desierto. Así, parece que no hay bases para asumir que esa criatura fuera Lilith, o incluso Ardat Lili. Fue Kramer quien tradujo, como "Lilith," la palabra "ki-sikil-lil-la-ke", donde la palabra para aire esta absolutamente presente, no habiendo indicación de una Lilith aún mas que la presencia de la palabra "ki" (tierra) que indica a la diosa de la tierra de ese nombre. Quizás Kramer se concentró en las sílabas "lil-la".
El segundo ejemplo es la famosa placa que representa a una mujer con garras de búho y alas, parada enfrente de dos leones, con dos búhos flanqueándola de cada lado. Fue por la (mal)traducción de Kramer, que se usó para interpretar esa figura como Lilith. Desde luego, si el demónio del árbol no es Lilith, segúramente la mujer de la escultura tampoco.
Hay también una nota que quisiera agragar aqui. En el Torah, se dice haber una referencia a Lilith —Isaiah XXXIV:14. El verso habla de un búho chillante, y eso se dice, indica a Lilith por la forma de la placa mencionada arriba anteriormente. Éste ejemplo, es usado incluso para argumentar que el nombre de Lilith es derivado de la palabra hebréa para "chillar", de cualquier forma, nada puede estar mas lejos de la verdad que esas dos cosas. Esas relaciones son prácticas cabalísticas aceptadas, pero no pueden ser usadas en un sentido histórico.
La Interpretacion Cabalistica
Los Cabalistas crearon otro capítulo en la historia de la vida de Lilith, que se relaciona directamente con las ideas religiosas ya mencionadas. Lilith llegó a representar esas cosas que hacían fruncir el seño a dios. Ella era el camino de los paganos, quienes no rechazaban el sexo, el vicio, y la diversión, y quienes vivían alrededor de la gente judía.
Antes de continuar, es importante explicar algunas cosas involucradas. Aunque estos conceptos fueron desarrollados después de la caída del Segundo Templo (en 70 d.C.), el Templo mismo juega un papel grande en el Mito. También están involucrados Adonai (El Señor), y su esposa Shekinah (Hebreo para "Presencia").
El Mito es un desarrollo de ideas paganas antiguas, donde la unión de los aspectos masculinos y femeninos del universo son vistos con suma importancia para la existencia continua de toda la creación. Esto fue conocido como el Matrimonio Sagrado. En las culturas del medioriente, un nuevo Rey fue ritualmente casado con la diosa, y por lo tanto al reino mismo. Igualmente, los Cabalistas representaron a Adonai como un rey, y a Shekinah como [la gente de] Israel mismo.
Había un solo lugar donde Adonai se uniría con Shekinah, un lugar suficientemente santo para sostener el Sexo Divino. Ese lugar fue el Templo de Salomon. Una vez al año, la pareja se encontraba entre sus paredes, y la luz divina de la diosa brillaba por todo el mundo.
De cualquier modo, el Templo había sido destruido, y sus tesoros llevados a tierras paganas extranjeras. Con ello ocurrió la unión perfecta de Adonai y su reino. El se retiró del mundo, reusándose a encontrase con Shekinah en una manera impura. Shekinah misma fue tomada prisionera por extranjeros y fué violada por ellos continuamente. Shekinah es el plano físico, y por lo tanto no podía retirarse de el. Su violación fue símbolo de la violación a la humanidad y los Israelitas.
Y aquí una vez más, entra Lilith. Como dije antes, Lilith simbolizaba a esos extranjeros que mantenían a Shekinah cautiva. Lilith era esas voluntades malignas —y ahora esas voluntades malignas estaban bajo control. ¿Cómo? Por que Adonai no podía estar sin una compañera femenina. No podía haber dios sin, en algún sentido, Diosa. Así, en un esfuerzo para sustanciar un balance, Adonai tomó a Lilith como su compañera. Siendo Lilith lo que era, Adonai no sintió pena en unirse a ella en impuridad. Después de todo, ella era sólamente, su par.
Así fue como una mitad de la fuerza divina que sostenía el Universo fue contaminada —permitiendo a la parte siniestra de la humanidad ser suprema e indetenible. Lilith era la Shekinah oscura —el polo opuesto de esa diosa santa. Hizo su salto final de demonio a diosa —esposa de dios.
El Cabalísta sintió que su deber era esforzarse para reunir a Shekinah con Adonai, y así echar a Lilith por siempre. El Sabbath es un ejemplo de ésto. Debido al carácter santo de este dia, Lilith no tuvo poder para permanecer con Adonai, y fue obligada a retraerse al desierto donde ella grita de dolor hasta que el día llega a su fin. Fué durante ésta época que Adonai tuvo la mejor oportunidad de reunirse con Shekinah. Éste simbolismo fue incluso insinuado en la revelación cristiana, donde la prostituta de Babilonia es suplantada en el poder por la novia.
Éste fue el destino final de Lilith, y aquí esta el mito con todas sus partes: Primero esposa de Adán, esposa de Asmodeus, esposa de Samael, la Serpiente del Árbol del Conocimiento, y finalmente la esposa de dios. De aquí, explicaré brevemente la interpretación moderna, y verán por que estoy en desacuerdo con la mayoría:
martes, 31 de mayo de 2011
EL KYBALION
Hermes Trimegisto
Los labios de la sabiduría permanecen cerrados, excepto para el oído capaz de comprender.
Donde quiera que estén las huellas del Maestro, allí los oídos del que está pronto para recibir sus enseñanzas se abren de par en par.
Cuando el oído es capaz de oír, entonces vienen los labios que han de llenarlos con sabiduría.
Los principios de la verdad son siete: el que comprende esto perfectamente, posee la clave mágica ante la cual todas las puertas del Templo se abrirán de par en par.
1. El TODO es Mente; el universo es mental.
2. Como es arriba, es abajo; como es abajo, es arriba.
3. Nada está inmóvil; todo se mueve; todo vibra.
4. Todo es doble, todo tiene dos polos; todo, su par de opuestos: los semejantes y los antagónicos son lo mismo; los opuestos son idénticos en naturaleza, pero diferentes en grado; los extremos se tocan; todas las verdades son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.
5. Todo fluye y refluye; todo tiene sus períodos de avance y retroceso, todo asciende y desciende; todo se mueve como un péndulo; la medida de su movimiento hacia la derecha, es la misma que la de su movimiento hacia la izquierda; el ritmo es la compensación.
6. Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo sucede de acuerdo a la ley; la suerte no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de casualidad, pero nada escapa a la Ley.
7. La generación existe por doquier; todo tiene su principio masculino y femenino; la generación se manifiesta en todos los planos.
La mente así como todos los metales y demás elementos, pueden ser transmutados, de estado en estado, de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración. La verdadera transmutación hermética es una práctica, un método, un arte mental.
Más allá del Kosmos, del Tiempo, del Espacio, de todo cuanto se mueve y cambia, se encuentra la realidad Substancial, la Verdad Fundamental.
Lo que constituye la Verdad fundamental, la Realidad substancial, está más allá de toda denominación, pero el sabio lo llama el TODO.
En su esencia, el TODO es incognoscible, Mas el dictamen de la razón debe ser recibido hospitalariamente, y tratado con respeto.
El universo es una creación mental sostenida en la mente del TODO.
El TODO crea en su mente infinita, innumerables universos, los que existen durante eones de tiempo, y así y todo, para Él, la creación, desarrollo, decadencia y muerte de un millón de universos no significa más que el tiempo que se emplea en un abrir y cerrar de ojos.
La mente infinita del TODO es la matriz del Kosmos.
En la Mente del Padre‑Madre, los hijos están en su hogar.
No hay nadie que no tenga padre y madre en el Universo.
El sabio a medias, reconociendo la irrealidad relativa del Universo, se imagina que puede desafiar sus leyes, ése no es más que un tonto vano y presuntuoso, que se estrellará contra las rocas y será aplastado por los elementos, en razón de su locura.
El verdadero sabio conociendo la naturaleza del universo, emplea la Ley contra las leyes: las superiores contra las inferiores, y por medio de la alquimia transmuta lo que no es deseable, en lo valioso y de esta manera triunfa. La maestría consiste, no en sueños anormales, visiones o imágenes fantasmagóricas, sino en el sabio empleo de las fuerzas superiores contra las inferiores vibrando en los más elevados.
La transmutación (no la negación presuntuosa), es el arma del Maestro.
Si bien es cierto que todo está en el TODO, no lo es menos que el TODO está en todas las cosas. El que comprende esto debidamente, ha adquirido gran conocimiento.
Nada reposa; todo se mueve; todo vibra.
Todo es dual, todo tiene polos; todo su par de opuestos; los semejantes y desemejantes son los mismos; los opuestos son idénticos en naturaleza, difiriendo sólo en grado; los extremos se tocan; todas las verdades, son medias verdades, todas las paradojas pueden reconciliarse.
Todo fluye y refluye, todo asciende y desciende; la oscilación pendular se manifiesta en todas las cosas; la medida del movimiento hacia la derecha es la misma que el de la oscilación a la izquierda; el Ritmo es la compensación.
Toda causa tiene su efecto; todo efecto tiene su causa; todo ocurre de acuerdo con la ley. Azar no es más que el nombre que se le da a la ley no reconocida; hay muchos planos de causalidad, pero ninguno escapa a la ley.
El género está en todo, todo tiene su principio masculino y femenino; el género se manifiesta en todos los planos.
La posesión del conocimiento, si no va acompañada por una manifestación y expresión en la práctica y en la obra, es lo mismo que el enterrar metales preciosos: una cosa vana e inútil. El conocimiento, lo mismo que la fortuna, deben emplearse. La ley del uso es universal, y el que la viola sufre por haberse puesto en conflicto con las fuerzas naturales.
Para cambiar vuestra característica o estado mental, cambiad vuestra vibración.
Para destruir un grado de vibración no deseable, póngase en operación el principio de polaridad y concéntrese a la atención en le polo opuesto al que se desea suprimir. Lo no deseable se mata cambiando su polaridad.
La mente, así como los metales y los elementos, puede transmutarse de grado en grado, de condición en condición, de polo a polo, de vibración en vibración.
El ritmo puede neutralizarse mediante el arte de la polarización.
Nada escapa al principio de causa y efecto, pero hay muchos planos de Causalidad y uno puede emplear las leyes del plano superior para dominar a las del inferior.
El sabio sirve en lo superior, pero rige en lo inferior. Obedece a las leyes que están por encima de él, pero en su propio plano y en las que están por debajo de él, rige y ordena. Sin embargo, al hacerlo, forma parte del principio en vez de oponerse al mismo. El sabio se sumerge en la Ley, y comprendiendo sus movimientos, opera en ella en vez de ser su ciego esclavo. Semejantemente al buen nadador, va de aquí para allá, según su propia voluntad, en vez de dejarse arrastrar como el madero que flota en la corriente. Sin embargo el nadador, el sabio y el ignorante, están todos sujetos a la ley. Aquél que esto comprenda va en el buen camino que conduce a la Maestría.
PIRAMIDES DE LUZ
Para destapar el bloqueo a la sabiduría del Alma y de su Ser Superior, debe ver solamente, eso es igual a dejar IR LO VIEJO – PARA DAR LUGAR A otra realidad: Una actualización y perfeccionamiento de cada faceta o chispa de la consciencia unificada de cada uno.
Así va ganando impulso y poder de magnetizar hacia USTED e irradiar la máxima cantidad de Luz unitaria hacia el mundo y hacia toda la humanidad.
Viendo cómo se hace la luz, sea crea una columna de armoniosas frecuencias de Luz de seguridad, de dimensión elevada, alrededor de usted, DE su casa y sus seres queridos.
Al ganar fuerza para magnetizar se atrae mayor cantidad de Luz unificada; creciendo su esfera de influencia diseminándose para abarcar un área cada vez mayor.
Por ser una luz única, se intensificará con los patrones de frecuencia de sus homólogos espirituales que también están comprometidos en convertirse en conductores para la Luz
Cada persona va detenerse y encarándose a sí misma va viendo rectificar y armonizar los patrones de frecuencia discordantes que ella o él han creado.
Vivir en frecuencias superiores y más refinadas que llegan constantemente a todos y a la Tierra el paso necesario para este momento.
Como un resultado, aquellos que están en medio de la intensidad emocional y las distorsiones del plano astral, en los siete sub-planos de la cuarta dimensión, podrán incorporarse a otro estado libre de sufrimiento.
Esos son planos de consciencia emocionales los cuales son traídos bajo control y regresados hacia un nivel de polaridad aceptable.
La jornada es de ascensión hacia el balance y tranquilidad.
Es tiempo de aclarar los profundos patrones de energía, residual que deben liberar en orden de acomodar las frecuencias superiores de Luz.
Las energías impactadas que han llevado consigo como exceso de equipaje durante muchos miles de años, va siendo aligerada.
Mírela detenidamente, que con esa detención se procesan y son transmutadas en substancia de Luz pura y en el proceso se sentirán MÁS LIGEROS Y MÁS BRILLANTES, a medida que recorran el camino hacia la consciencia superior en los reinos de maravillosas posibilidades.
Imaginen grandes pirámides cristalinas de luz siendo formadas en la quinta dimensión por los muchos grupos de Trabajadores de la Luz, donde todos se unan en meditaciones con la intención de construir las olas de Luz cósmica más grandes posibles. Esas olas, designadas para el más alto bienestar, con el tiempo barrerán cada país, despertando a las masas, limpiando y aclarando las energías negativas que están estrangulando en cada país y su gente.
No deben moverse dentro del miedo y de sentimiento de desesperanza. Hay grandes hechos sucediendo en la Tierra y en los reinos superiores que están más allá de su entendimiento.
Recuerde que en medio del caos, siempre nueva creación surge.
Pero no servirá a nadie si se quedan ustedes atrapados en la negatividad, temor y pandemónium de la 3ª y 4ª. Ilusión dimensional.
HACIENDO MAS SIMPE AL ARCANGEL
Los Síntomas del Cambio
por Luciana Cámpora
¿Has tenido últimamente alguno de estos síntomas? :
por Luciana Cámpora
¿Has tenido últimamente alguno de estos síntomas? :
Una sensación como de nebulosidad de la mente, lapsus de memoria, falta de palabras al hablar o al escribir, falta de concentración, pérdida de interés en la información compleja, incapacidad de organizarte linealmente, sentirte “aturdido” con las palabras y la charla normal?
¿Tus patrones de sueño están cambiando? ¿Tienes oleadas de emociones inexplicables, momentos de alegría y momentos de depresión sin aparente sentido? ¿Has notado cambios en las percepciones sensoriales, tu visión se vuelve borrosa, ves cosas que luego no están allí, percibes partículas en el aire; aumenta o disminuye tu audición por momentos, sientes ruidos dentro de tu cabeza; notas acrecentados ante algunas circunstancias tus sentidos del olfato, tacto y gusto? ¿Estás sufriendo alergias o intolerancias que antes no tenías? ¿Te sientes por momentos lleno de energía y creatividad y en otros totalmente fatigado y cansado? ¿Cuándo estás cerca, tu PC se cuelga y tu presencia interfiere en las bombillas y en la radio? ¿Tienes mareos o sensaciones de vértigo o sientes que tu conexión en la meditación ya no es la de antes?
Pues si así es… ¡¡¡Bienvenido!!!
¡Bienvenido al cambio vibratorio! No es nada malo lo que te sucede, muy por el contrario. Estás en perfecta sincronía con el momento planetario, adaptando tu estructura a la aceleración electromagnética de la Tierra. ¿Qué quiero decir con esto? Te contaré:
En 1952, un físico alemán de nombre Schumann, constató que la Tierra está rodeada de un campo electromagnético que se forma entre el suelo y la parte inferior de la ionósfera, a unos 100 km sobre nuestras cabezas. Para aquella época dicho campo tenía una resonancia de 7,83 hertzios o pulsaciones por segundo. La resonancia Schumann es responsable del equilibrio de la biósfera, la temperatura y las condiciones mundiales del clima, así como también influencia directamente a través del hipotálamo a todos los mamíferos, seres humanos, delfines y ballenas.
La resonancia de las Ondas Schumann ha ido en aumento progresivo desde los años 80 (y más acentuado a partir de los 90), alcanzando valores de hasta 11 hertzios en 2003, y sigue acelerándose con picos de 15 Hz y hasta 18 Hz en tan sólo 8 años, lo que implica grandes cambios electromagnéticos en el equilibrio planetario, en nuestras células, en nuestro sistema nervioso central y hasta en nuestro ADN.
¿Te has preguntado porqué tienes la sensación de que el tiempo está más acelerado y ya no te rinde como antes? Pues estas percepciones tienen una base real, en la vibración de la resonancia Schumann.
La vibración natural de nuestro mundo se acelera, y es en este sentido físico, científico, que el Salto Dimensional tan augurado desde hace tiempo por los metafísicos, llega por igual para todos. Lo creas o no lo creas, nuestro planeta acelera su vibración y el cambio viene y toca también a tu puerta.
Durante un tiempo, notarás tus funciones mentales como “sedadas”, adormecidas. Este es un estado necesario para dar el siguiente paso hacia una nueva expansión mental. Estamos hablando de evolución, este es un CAMBIO EVOLUTIVO. Tu mente necesita expandirse, y no lo logrará focalizándose en las mismas cosas de siempre. Por lo tanto se limpia, se vacía. La nueva frecuencia vibratoria la sume en una especie de ensueño. Te dará miedo no funcionar con la linealidad, el orden y la sensación de dominio a los que estabas acostumbrado. No temas. No se trata de que a partir de ahora debas adaptarte a vivir con una mente empobrecida, sino que poco a poco la irás ajustando al nuevo patrón vibratorio, recuperando el equilibrio entre los hemisferios derecho e izquierdo. Mucha más información está queriendo ingresar a ti, y eso abruma la capacidad receptiva de tu cerebro. Cuando tu cuerpo físico se encuentre con una vibración afín, entonces aquella información pasará a formar parte de tu universo consciente, la “bajarás” hasta tu cuerpo y tu mente se verá más distendida. Entonces volverás a tener capacidad de enfoque, de concentración, de proyección, aumentadas por la incorporación de nuevos dones, como lo serán: un conocimiento más intuitivo de las cosas, una sensación de estar en sintonía con el todo, un aumento de tus capacidades telepáticas y de tu poder de manifestación mental.
La apertura hacia este nivel traerá también la disponibilidad de hacer uso de conocimientos antiguos y de establecer contacto a voluntad con el banco de Conocimientos de la Tierra, un campo en el que se guardan todos los conocimientos adquiridos por la humanidad a lo largo de la historia y del que podrás “bajar” información, tal como ahora lo haces por Internet.
Mientras estos poderes comienzan a desarrollarse, puede que te sientas cansado. Un extremo cansancio, un extremo agotamiento, te llevará a reposar, a buscar momentos de introspección, de silencio. Verás que a menudo este cansancio no se soluciona como lo hacía antes, con el dormir, pues la vibración continuará pulsando en tu mente y tu cuerpo. En cambio verás que con media hora de Meditación, quedas como nuevo. Tu cerebro se clarifica, tu cuerpo está relajado y predispuesto nuevamente a la acción. Te recomiendo meditar durante unos 20 minutos cada vez que te sientas cansado o deprimido.
En este proceso, estarás despojando tu mente de antiguas estructuras y realizando una limpieza emocional exhaustiva. La fatiga suele seguir a los cambios importantes, así como los mareos. Después de una liberación emocional grande, estamos más livianos, hemos perdido “peso” y necesitamos reajustar nuestro equilibrio.
Al empezar a operar con frecuencias más sutiles, te hará falta estabilidad. Enraízate en el suelo antes de meditar: De pie, con los pies descalzos, separados a la altura de los hombros y las rodillas semi flexionadas, te concentras en tu vientre y proyectas hacia abajo dos líneas de tensión que salen por tus pies al encuentro con la Tierra. Te sostienes en esa posición, “anclando” tu energía, cimentándote.
Estas dos prácticas sencillas se vuelven cruciales para evitar las incomodidades físicas del tránsito hacia la nueva frecuencia. La Cimentación te ayudará a enfocar la mente, llenarte de energía y soltar los miedos. La Meditación te permitirá fluir e integrar cada vez más fácilmente las nuevas frecuencias. Es bueno complementarlas con una dieta respetuosa de las necesidades de tu organismo (que serán cambiantes) y con algún tipo de terapia energética, como Reiki, Esencias Florales, Acupuntura, etc.
Lo importante al percibir cualquiera de estos síntomas, es saber que no estás haciendo nada mal, ni estás enfermándote, sino que estás siendo parte de un gran evento planetario y comienzas a percibir el Salto Dimensional en tu propio cuerpo.
Luciana Cámpora, escritora
Libros y Escritos para el Desarrollo Personal y Espiritual
sábado, 28 de mayo de 2011
CIUDAD INTRATERRENA E.R.K.S.
REVISTA: CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL .
DIRECTOR: VICTOR SALAZAR
E.R.K.S.
Ciudad Intraterrena
http://www.mantra.com.ar/Entrevistas/ERKS.html
Epicentro energético en el planeta Tierra ubicado en Capilla del Monte, zona del Cerro Uritorco, provincia de Córdoba, República Argentina.
Qué es ERKS?
Es una ciudad que está en otra dimensión manejada por seres del Gobierno Central Celeste de esta Galaxia y también por Remanentes de otras galaxias.
Quiere decir, que ERKS estaría funcionando como una Central de Comunicación Cósmica (intergálactica) que no solamente da información a los planetas de esta galaxia, sino también a todo el Universo. Por eso, sería el primer epicentro energético de este planeta.
ERKS quiere decir: ENCUENTRO DE REMANENTES SIDERALES COSMICOS.
Aparentemente hace 21.500 años fue procreada por los Angeles Solares y la Hermandad Blanca (Gran Consejo de Ancianos de la Galaxia); pero está constituida física y etéricamente hace 12.500 años. En este momento estaría a cargo por remanentes de Atlantes del reino de MU y sacerdotes Esenios que serían los custodios de ERKS.
Se puede llegar a esta ciudad?
A ERKS, no es que no se puede llegar. Tampoco hace falta ir a la zona para entrar a ERKS.
Es una conexión, un contacto con uno mismo, sentirse en un lugar muy especial, muy profundo y misterioso en donde por la noche se pueden ver muchas cosas.
El enigma de esto, es que aquel que sea autoconvocado será guiado al lugar, en donde será instruido en todo el trabajo que tiene que seguir. Posiblemente volverá en un tiempo, y tendrá la oportunidad de que se le abra la única puerta física que tiene ERKS.
ERKS tiene 7 portales: 6 son etéricos y uno solo físico.
En la antigüedad, los Comechingones y descendientes de Atlantes estaban como sacerdotes a cargo de la custodia de esa ciudad intraterrena.
Esa custodia es a nivel etérico o físico?
De las dos maneras. Hay personas que han podido contactarse físicamente con los sacerdotes, como ocurre en la posta del silencio con los que están como custodios del área y que han pertenecido la mayoría a la raza de los Comechingones.
Ha estado cerca del portal físico de Erks?
Siempre he estado interesado en ERKS y sé que me he acercado a los portales. Lo que ocurre, es que a veces hay cosas que todavía no han sido comunicadas para difundirlas. Esto no es porque uno no quiera contar, o sea mentiroso, sino porque son cosas que se manejan desde otros planos y hay que respetarlas.
Cómo es que la gente puede llegar desde distintas partes del planeta?
Aquellas personas que dicen que quieren ver o saber algo, algunos de ellos son autoconvocados desde distintas partes del mundo.
Hay 7 epicentros energéticos de los cuales el principal es ERKS.
Hay un canal de ERKS que va a directamente al Tíbet, a Shambala. Otro a Asgar en Rusia, que es una ciudad metafísica; otro a Tula, México (la ciudad de los Mayas); otro epicentro en los Pirineos (entre Francia y España); otro al frente de la gran pirámide, en el monte Pérsico y el último sería al frente del Machu Picchu la ciudad del Miztitlan (la ciudad de los Hombres Sabios).
Se necesita alguna preparación especial para llegar?
Es una preparación simple.
Hay algunos mantrams que deben decirse y que están escritos en idioma Cósmico. También deberán hacerse un collar de 21 ágatas representando al Gran Consejo Galáctico y para ir preparándose físicamente consumir durante 2 ó 3 semanas pelos de choclos para depurarse. Esto no quiere decir que en cualquier momento se pueda tener algún contacto.
Podría describir la ciudad?
Es la ciudad de la llama Azul y se la llama la ciudad femenina, ya que está constituida principalmente por sacerdotisas. Existen 3 espejos que son purificadores de energía que van al Cosmos.
El primer espejo está formado de lapizlázuli y es un gran tubo de luz de unos 20 kilómetros de diámetro cuya función es la salud de los seres humanos, plantas y vegetales.
El segundo espejo está formado de oro, y es energía de comunicación interplanetaria de nuestro sistema.
Y el tercero está formado de un material desconocido para nosotros y sirve como un laboratorio central de comunicación en la galaxia con una alta tecnología.
Que diferencia hay entre las puertas etéricas y la física?
Las puertas etéricas son puertas dimensionales que permiten la entrada de ellos desde cualquier ángulo. En cambio, la puerta física, que también está dentro del área, es únicamente para los autoconvocados que tengan acceso a ella.
Se alcanza a divisar desde la posta del Silencio?
En las tardes claras, desde el cerrito de los mandalas, se ve un mediomundo azul en el fondo de los Terrones. Es decir, se estaría viendo parte de la luz fosforescente emanada desde la ciudad. No nos olvidemos que la ciudad está hecha toda de lapizlázuli, por eso, fluye toda una llama azul en toda esa área de la montaña.
Qué es lo que recomendaría a las personas que llegan a ERKS?
Los que se acercan a la sagrada ciudad deben tener mucho respeto, haber aprendido a encontrarse a sí mismos, sentir la alegría de saber que entraron en otra frecuencia y que están en un lugar muy especial del planeta Tierra.
Usted lleva a las personas hasta allí?
Yo llevo a las personas a la zona, pero cada uno va a sentir lo que tiene que sentir. Algunos no sienten nada. Los que están cerrados de corazón y mente no van sentir nada. Pero el que llega abierto va a sentir muchas cosas.
Hemos escuchado de la existencia del diario de ERKS, por quién fue escrito?
No lo sé. Hace cuatro años, llegó a mis manos en una carpeta, parte de ese diario. Esta fue traída por un señor que la llevó a la casa de mi hermano quien finalmente me la entregó.
Creería que esto fue hecho por personas contactadas que viven en la ciudad de Buenos Aires.
Después de muchas experiencias, cuál sería su reflexión sobre ERKS con respecto a nuestro planeta?
Hoy, es como un despertar de este epicentro en esta parte del planeta y así se irán activando todos los vórtices. El planeta está aumentando su vibración y se producirán distintos fenómenos de orden climático y otros muy renacedores.
Estamos al final de una era y en el comienzo de un nuevo tiempo con un nuevo conocimiento para toda la raza humana que será muy positivo para todos. Esto nos llevaría a que dentro de un tiempo no determinado, podríamos estar pasando a la quinta dimensión.
Lo que tenemos que hacer es trabajar; preparar a la gente a través de la meditación y la oración. No hay otra herramienta que no sea la conexión con el Padre, con el Amor, con la Luz.
Tenemos que pensar mucho en los niños y ancianos; y cada uno desde su lugar, sin descuidar sus hogares, puede hacer muchas cosas.
DIRECTOR: VICTOR SALAZAR
E.R.K.S.
Ciudad Intraterrena
http://www.mantra.com.ar/Entrevistas/ERKS.html
Epicentro energético en el planeta Tierra ubicado en Capilla del Monte, zona del Cerro Uritorco, provincia de Córdoba, República Argentina.
Qué es ERKS?
Es una ciudad que está en otra dimensión manejada por seres del Gobierno Central Celeste de esta Galaxia y también por Remanentes de otras galaxias.
Quiere decir, que ERKS estaría funcionando como una Central de Comunicación Cósmica (intergálactica) que no solamente da información a los planetas de esta galaxia, sino también a todo el Universo. Por eso, sería el primer epicentro energético de este planeta.
ERKS quiere decir: ENCUENTRO DE REMANENTES SIDERALES COSMICOS.
Aparentemente hace 21.500 años fue procreada por los Angeles Solares y la Hermandad Blanca (Gran Consejo de Ancianos de la Galaxia); pero está constituida física y etéricamente hace 12.500 años. En este momento estaría a cargo por remanentes de Atlantes del reino de MU y sacerdotes Esenios que serían los custodios de ERKS.
Se puede llegar a esta ciudad?
A ERKS, no es que no se puede llegar. Tampoco hace falta ir a la zona para entrar a ERKS.
Es una conexión, un contacto con uno mismo, sentirse en un lugar muy especial, muy profundo y misterioso en donde por la noche se pueden ver muchas cosas.
El enigma de esto, es que aquel que sea autoconvocado será guiado al lugar, en donde será instruido en todo el trabajo que tiene que seguir. Posiblemente volverá en un tiempo, y tendrá la oportunidad de que se le abra la única puerta física que tiene ERKS.
ERKS tiene 7 portales: 6 son etéricos y uno solo físico.
En la antigüedad, los Comechingones y descendientes de Atlantes estaban como sacerdotes a cargo de la custodia de esa ciudad intraterrena.
Esa custodia es a nivel etérico o físico?
De las dos maneras. Hay personas que han podido contactarse físicamente con los sacerdotes, como ocurre en la posta del silencio con los que están como custodios del área y que han pertenecido la mayoría a la raza de los Comechingones.
Ha estado cerca del portal físico de Erks?
Siempre he estado interesado en ERKS y sé que me he acercado a los portales. Lo que ocurre, es que a veces hay cosas que todavía no han sido comunicadas para difundirlas. Esto no es porque uno no quiera contar, o sea mentiroso, sino porque son cosas que se manejan desde otros planos y hay que respetarlas.
Cómo es que la gente puede llegar desde distintas partes del planeta?
Aquellas personas que dicen que quieren ver o saber algo, algunos de ellos son autoconvocados desde distintas partes del mundo.
Hay 7 epicentros energéticos de los cuales el principal es ERKS.
Hay un canal de ERKS que va a directamente al Tíbet, a Shambala. Otro a Asgar en Rusia, que es una ciudad metafísica; otro a Tula, México (la ciudad de los Mayas); otro epicentro en los Pirineos (entre Francia y España); otro al frente de la gran pirámide, en el monte Pérsico y el último sería al frente del Machu Picchu la ciudad del Miztitlan (la ciudad de los Hombres Sabios).
Se necesita alguna preparación especial para llegar?
Es una preparación simple.
Hay algunos mantrams que deben decirse y que están escritos en idioma Cósmico. También deberán hacerse un collar de 21 ágatas representando al Gran Consejo Galáctico y para ir preparándose físicamente consumir durante 2 ó 3 semanas pelos de choclos para depurarse. Esto no quiere decir que en cualquier momento se pueda tener algún contacto.
Podría describir la ciudad?
Es la ciudad de la llama Azul y se la llama la ciudad femenina, ya que está constituida principalmente por sacerdotisas. Existen 3 espejos que son purificadores de energía que van al Cosmos.
El primer espejo está formado de lapizlázuli y es un gran tubo de luz de unos 20 kilómetros de diámetro cuya función es la salud de los seres humanos, plantas y vegetales.
El segundo espejo está formado de oro, y es energía de comunicación interplanetaria de nuestro sistema.
Y el tercero está formado de un material desconocido para nosotros y sirve como un laboratorio central de comunicación en la galaxia con una alta tecnología.
Que diferencia hay entre las puertas etéricas y la física?
Las puertas etéricas son puertas dimensionales que permiten la entrada de ellos desde cualquier ángulo. En cambio, la puerta física, que también está dentro del área, es únicamente para los autoconvocados que tengan acceso a ella.
Se alcanza a divisar desde la posta del Silencio?
En las tardes claras, desde el cerrito de los mandalas, se ve un mediomundo azul en el fondo de los Terrones. Es decir, se estaría viendo parte de la luz fosforescente emanada desde la ciudad. No nos olvidemos que la ciudad está hecha toda de lapizlázuli, por eso, fluye toda una llama azul en toda esa área de la montaña.
Qué es lo que recomendaría a las personas que llegan a ERKS?
Los que se acercan a la sagrada ciudad deben tener mucho respeto, haber aprendido a encontrarse a sí mismos, sentir la alegría de saber que entraron en otra frecuencia y que están en un lugar muy especial del planeta Tierra.
Usted lleva a las personas hasta allí?
Yo llevo a las personas a la zona, pero cada uno va a sentir lo que tiene que sentir. Algunos no sienten nada. Los que están cerrados de corazón y mente no van sentir nada. Pero el que llega abierto va a sentir muchas cosas.
Hemos escuchado de la existencia del diario de ERKS, por quién fue escrito?
No lo sé. Hace cuatro años, llegó a mis manos en una carpeta, parte de ese diario. Esta fue traída por un señor que la llevó a la casa de mi hermano quien finalmente me la entregó.
Creería que esto fue hecho por personas contactadas que viven en la ciudad de Buenos Aires.
Después de muchas experiencias, cuál sería su reflexión sobre ERKS con respecto a nuestro planeta?
Hoy, es como un despertar de este epicentro en esta parte del planeta y así se irán activando todos los vórtices. El planeta está aumentando su vibración y se producirán distintos fenómenos de orden climático y otros muy renacedores.
Estamos al final de una era y en el comienzo de un nuevo tiempo con un nuevo conocimiento para toda la raza humana que será muy positivo para todos. Esto nos llevaría a que dentro de un tiempo no determinado, podríamos estar pasando a la quinta dimensión.
Lo que tenemos que hacer es trabajar; preparar a la gente a través de la meditación y la oración. No hay otra herramienta que no sea la conexión con el Padre, con el Amor, con la Luz.
Tenemos que pensar mucho en los niños y ancianos; y cada uno desde su lugar, sin descuidar sus hogares, puede hacer muchas cosas.
viernes, 27 de mayo de 2011
Epopeya sumeria del Gilgamesh - El libro Atrarasis
EL RELATO MÁS ANTIGUO DEL DILUVIO
Por Jean Bottéro
Tablilla con escritura cuneiforme. Con estos signos fue escrito el Poema del Muy sabio o Atharasis, el más antiguo relato del diluvio.
Jean Bottéro es un gran asiriólogo francés. Aquí nos guía en el estudio del Poema del Muy Sabio (Atrahasis), el relato más antiguo del diluvio, que luego que se refleja en el canto XI de la Epopeya sumeria del Gilgamesh y en la narración bíblico de la gran inundación universal.
EL RELATO MÁS ANTIGUO DEL DILUVIO
Desde hace ciento cincuenta años, en los países que formaban el marco geográfico, político y cultural de los antiguos israelitas, autores de la Biblia, se han sacado a la luz no sólo ciudades, palacios y templos, sino también las reliquias de grandes civilizaciones y una enorme cantidad dc documentos escritos y descifrables. La parte del león corresponde a los habitantes del Irak: sumerios, babilonios ,asirios, que en torno al 3000 antes de nuestra era -17 siglos antes de Moisés inventaron la escritura más antigua que se conoce: medio millón de esas tablillas de arcilla sobre las que grababan con un cálamo sus pesados e insólitos cuneiformes. En estos gigantescos archivos hay cientos de obras literarias, "científicas", religiosas, descifradas y estudiadas por el reducido y casi secreto gremio de los asiriólogos.
Para quienes gustan de hacerse preguntas, la cuestión es saber si, ante una documentación nueva tan prodigiosa, que estos historiadores extraen sin cesar de estos galimatías, se puede leer la Biblia "como antes", cuando se consideraba el libro más antiguo del mundo, el único que arrojaba luz sobre las primeras edades del hombre.
Para "demostrar el movimiento andando" y contestar a esta pregunta, no con un aforismo sino con una demostración y como un método, he elegido el conocido tema, tan discutido y quizá tan enigmático todavía, del diluvio.
ASSURBANIPAL
Aislado, inesperado, lleno de detalles precisos y vivos, incluido en un libro en el que se creía que estaban los archivos históricos más viejos del mundo, el relato bíblico del diluvio (Génesis VI-VIII), como muchos otros del mismo fondo, se ha visto durante mucho tiempo como la narración de una aventura completamente histórica. Todavía hoy más de uno la ve así, a juzgar por y el revuelo que se organizó hace algunos años en torno a una expedición "científica" que fue a buscar en la cima de una montaña armenia los supuestos restos de la famosa arca en la que se habían refugiado Noé y su y zoológico.
Sin embargo, este relato ni es de primera mano, ni se puede atribuir a ningún "testigo ocular". Era de suponer, y hoy lo sabemos. Hace más de un siglo que los asiriólogos empezaron a proporcionarnos la prueba de ello. En efecto, el 2 de diciembre de 1872 G. Smith, uno de los primeros que se dedicaron a descifrar y hacer el inventario de los miles de tablillas cuneiformes de la biblioteca de Assurbanipal encontradas en Nínive, anunció que había descubierto una narración demasiado parecida a la de la Biblia para que las coincidencias entre ambas se pudieran atribuir al azar. Este relato, en unos 200 versos, el más completo que nos ha llegado de Mesopotamia hasta el momento, formaba el Canto XI de la famosa Epopeya de Gilgamesh, el cual, en su búsqueda de la inmortalidad, llegó hasta el fin del mundo para preguntar al héroe del diluvio, quien le contó cómo se había producido este cataclismo.
Desde luego, la edición de la Epopeya de Gigalmesh encontrada en la biblioteca de Assurbanipal y fechada, como este rey, en torno a 650 antes de nuestra era, no podía, en sí misma, ser anterior a lo que según los historiadores sería el estrato narrativo más antiguo de la Biblia, llamado "el documento yahvista" (siglo VIII) -aunque no podemos imaginarnos a los escritores y pensadores de la altanera, brillante y formidable Babilonia mendigando sus temas a los israelitas...
Un siglo de descubrimientos en los inagotables tesoros de las tablillas cuneiformes nos ha permitido ver las cosas con más claridad. Ahora sabemos que si bien la Epopeya de Gilgamesh tiene tras de sí una historia literaria muy larga, que se remonta hasta mucho antes de los tiempos bíblicos por lo menos hasta el año 2000, al principio el relato del diluvio no formaba parte de ella, pues se incluyó más tarde, tomándolo de otra obra literaria en la que ocupaba su lugar orgánico, el Poema del Muy Sabio (Atrahasis).
Durante mucho tiempo sólo se conocían fragmentos sueltos del Poema del Muy Sabio, pero desde hace ya varios años, gracias a una serie de hallazgos afortunados, disponemos de las dos terceras partes, unos 800 versos, más de lo que hace falta para entender su sentido y su alcance. Nuestros manuscritos más antiguos datan aproximadamente de 1700 antes de nuestra era, y el poema se debió de componer poco antes, en Babilonia. No sólo contiene "el relato más antiguo del diluvio", que nos permite hacemos una idea mejor de este fenómeno tal como lo "vieron" y pensaron los que incluyeron en sus escritos, sino que es una composición admirable, tanto por su estilo como por su pensamiento, una de esas obras literarias arcaicas que, por su tenor, su amplitud de miras y su inspiración, merecen ser conocidas.
Empieza en la época en que el hombre aún no existía. Sólo los dioses ocupaban el universo repartidos según la división fundamental de la economía de la época y el lugar, entre productores y consumidores: para mantener a la "aristocracia" de los anunnaki, una "clase" inferior, los igigi, trabajaba la tierra: "¡Su tarea en considerable, / pesada su pena y sin fin su tormento!", ya que además, según parece, no eran lo bastante numerosos. Agorados, acaban iniciando lo que hoy llamaríamos el primer movimiento de huelga. "Arrojando al fuego sus aperos, / quemando sus azadas, / incendiando sus cuévanos" e incluso poniéndose en camino, en plena noche, para "cercar el palacio" de su empleador y soberano, Enlil, con la intención de destronarle. Entre los anunnaki cunde la preocupación: ¿cómo van a subsistir si ya nadie quiere producir los alimentos? Se retine una asamblea plenaria y Enlil trata de reducir a los rebeldes. Pero éstos declaran que están decididos a resistir hasta el final. Su trabajo es demasiado duro, y están dispuestos a todo con tal de no reanudarlo. Derrotado, Enlil piensa en abdicar, un desorden aún más temible, que podría sumir en la anarquía y la descomposición a la sociedad divina.
Entonces interviene Ea, uno de los dioses principales que no presenta como Enlil, la autoridad y la fuerza, sino en calidad de consejero y "visir" de Enlil, la lucidez, la inteligencia, la astucia, la capacidad de adaptación e invención y el dominio de las técnicas. Para sustituit a los recalcitrantes igigi, Ea propone crear un sucedáneo, calculado para soportar el trabajo impuesto por Enlil / y asumir la carga de los dioses": será el hombre.
No es una idea improvisada. Ea tiene un plan ingenioso y detallado, y lo expone. El hombre se hará de barro -material que se encuentra en todo el país-, de esa tierra a la que tendrá que volver cuando muera. Pero para conservar algo de aquellos a quienes tendrá que sustituir y servir, su arcilla se humedecerá con sangre de un dios de rango inferior inmolado para la ocasión. La asamblea aprueba un proyecto tan ventajoso y sabio, y confía su ejecución, bajo la dirección de Ea, a "la comadrona de los dioses: Mammi-La Experta". Esta confecciona el prototipo, y luego, con la ayuda de catorce diosas-madres, prepara otros tantos ejemplares, siete machos y siete hembras, los primeros "padres" de la humanidad.
LAS TRES PLAGAS
Mammi-La Experta realiza su tarea a la perfección, y todo prospera tanto que "las poblaciones se multiplican extraordinariamente" y "su rumor se vuelve parecido al mugido de los bueyes", lo cual molesta a los dioses, que llevan una vida apacible y despreocupada y les "quita el sueño". Para acabar con el escándalo, Enlil, tan impetuoso y partidario de soluciones extremas como siempre, decide diezmar a los hombres con la Epidemia. Pero Ea, consciente del riesgo que supone una reducción demasiad fuerte del número de hombres, que sería catastrófica para los dioses, avisa a Atrahasis, el Muy Sabio -sobrenombre de un importante personaje terrenal-,que goza de su confianza y tiene una gran autoridad sobre la población humana. Ea le indica cómo podrán evitar la plaga: bastan con que desvíen todas las ofrendas alimentarias a Namtar, dios de la Epidemia mortífera, y los dioses, reducidos al hambre, se verán obligados a interrumpir la plaga. Así sucede, en efecto. Pero los hombres, otra vez seguros, reanudan sus agitadas y tumultuosas ocupaciones, e impacientan de nuevo a Enlil, que esta vez les envía la Sequía. Nuevo quite de Ea, quien aconseja a Atrahasis que reserve para Adad, señor de las precipitaciones atmosféricas, la vitualla de los dioses. Las lagunas del texto nos hacen suponer que no cede fácilmente, pero al final se restablece el orden y al final se restablece el orden y la humanidad vuelve a florecer.
De los restos de la tablilla se desprende por lo menos que el rey de los dioses, firmemente decidido a eliminar a los hombres, que no cesan en su alboroto, recurre a una catástrofe aún peor: el Diluvio. Como se ha vuelto desconfiado, toma todas las precauciones posibles para que su funesto plan no sea conocido por los humanos y ninguno de ellos se libre de la muerte. Pero Ea, haciendo un alarde de ingenio, se las arregla para anunciar disimuladamente a Atrahasis el desastre inminente y la estratagema que ha preparado para salvarle (esta vez, sólo a él y a los suyos). Atrahasis tiene que "construir un barco de puente doble, sólidamente aparejado, debidamente calafateado, y robusto" y Ea "dibuja el plano en el suelo". Atrahasis avituallará y, en cuanto su dios le dé la señal, embarcará "(sus) reservas, (sus) muebles, (sus) riquezas, (a su) esposa, (a sus) parientes, (a sus) maestros de obras (para salvar los secretos técnicos adquiridos), así como animales domésticos y salvajes", después de lo cual sólo tendrá que "entrar en el barco y cerrar la escotilla". La continuación es fragmentaria en lo que nos ha llegado del Poema, pero se puede suplir fácilmente con el relato de la Epopeya de Gilgamesh, varios siglos posterior pero inspirada en el primero.
Atrahasis, que ha encontrado la forma de explicar su extraño comportamiento a los que le rodean sin alarmarlos, ejecuta las órdenes, "embarca la carga y a su familia" y "ofrece un gran banquete". Pero durante el mismo no puede disimular su ansiedad: "No hace más que entrar y salir, / sin sentarse ni quedarse quieto, / con el corazón roto, enfermo de impaciencia", esperando la fatídica señal.
Por fin ésta llega: "¡El tiempo cambió de aspecto / y la Tormenta tronó en medio de la nube!". Hay que zarpar: "Cuando se escucharon los fragores del trueno / le llevaron betún, para que taponara su escotilla. / Y, cuando la hubo cerrado, / mientras la tormenta seguía retumbando en la nube, / se desataron los vientos. / ¡ Y cortó la hubo cerrado, / mientras la tormenta seguía retumbando en la nube, / se desataron los vientos. / ¡Y cortó las amarras, para soltar la nave!".
El diluvio, una enorme inundación causada por las lluvias torrenciales, se prolongó durante "seis días y siete noches: la tempestad causaba estragos. / Anzu (el Ave Rapaz divina gigantesca) laceraba el cielo con sus garras: / ¡Era, desde luego, el diluvio / cuya brutalidad se abatía sobre las poblaciones como la guerra! / ¡No se veía nada/ y nada se podía identificar en la matanza! / El diluvio mugía como un buey; / ¡el viento silbaba, como el águila cuando chillaba / Las tinieblas eran impenetrables: ¡ya no había sol!".
Cuando el cataclismo hubo "aplastado la tierra, al llegar al séptimo día, / el belicoso huracán del diluvio se paró, / después de asestar sus golpes (a diestro y siniestro), como una mujer con los dolores; / la masa de agua se calmó; la borrasca cesó: ¡el diluvio había terminado!".
Entonces, cuenta el héroe, "¡Abrí la escotilla, y el aire fresco me dio en la cara! / Luego busqué con la mirada la orilla, en el horizonte de la extensión de agua: / a varios cables, entrada una lengua de tierra. / La nave atracó allí: ¡era el monte Niçir, donde hizo por fin escala!".
Por prudencia, Atrahasis espera una semana más antes de utilizar una estratagema de los primeros navegantes de altura. "Cogí una paloma y la solté; / la paloma se fue, pero volvió: / ¡al no ver nada para posarse, dio la vuelta! / Luego cogí una golondrina y la solté; ¡ la golondrina se fue, pero volvió: ¡al no ver nada para posarse, dio la vuelta! / Por último, cogí y solté un cuervo: / el cuervo se fue, pero al encontrar la retirada de las aguas, / picoteó, graznó, y no volvió". Es la señal de que puede abandonar su refugio. Hace que los pasajeros salgan del barco y los "dispersa a los cuatro vientos". Reanudando la función principal de la humanidad (de la que él y su familia son los únicos representantes), prepara un banquete para los dioses, que después de un ayuno tan largo se apiñan a su alrededor "como moscas".
Entonces, mientras la Gran Diosa, la que había participado en la creación de los hombres, reclama en vano que se desautorice a Enlil, responsable del desastre, éste, viendo que su plan de aniquilación de la humanidad ha sido burlado, se pone hecho una furia. Pero Ea le hace ver que nunca debía haber recurrido a un medio tan brutal y extremo y "sin reflexionar haber provocado el diluvio". Porque al fin y al cabo, si los hombres hubieran desaparecido, ¿acaso
no habrían caído ellos en la situación sin salida que, precisamente había sido la causa de que los crearan: un mundo sin productores? Y para mostrar lo que se tenía que haber hecho, el sabio Ea propone que en la nueva generación procedente de Atrahasis, se introduzca una especie de "malthusianismo natural" que limite los nacimientos y la supervivencia de los recién nacidos y así modere la proliferación y el tumulto. Por eso desde entonces algunas mujeres son estériles, otras son víctimas de la implacable Diabla-Apagadora, que les arranca los niños del vientre, y otras toman un estado religioso que les prohíbe la maternidad.
Aquí, con la úlrima rotura, que nos impide conocer el desenlace, termina la tercera y última tablilla del Poema.
Pese a la concisión del resumen que acabamos de hacer, vemos que no es tanto una verdadera historia antigua de la humanidad (es decir, un relato bastante fiel de los acontecimientos sucedidos en sus orígenes y de sus primeras vicisitudes) como una explicación de
crónica su naturaleza su lugar y su función en el universo. Más que una crónica es, en realidad una exposición teológica que, a pesar de su estilo vivo y descriptivo no pretende aportar datos, sino inculcar definiciones, puntos de vista, todo un sistema de ideas acerca del universo y el hombre. Es lo que se llama un relato mitológico.
UNA FILOSOFÍA EN IMÁGENES
A pesar de su viva inteligencia, de su curiosidad universal de los enormes progresos intelectuales y materiales que realizaron durante esos tres milenios (por lo menos) durante los cuales se desarrolló su civilización y su influencia, los antiguos mesopotámicos no accedieron al pensamiento abstracto. Como muchos otros pueblos antiguos, p incluso modernos, y a diferencia de lo que hacemos nosotros, nunca disociaron su ideología de su imaginación. Al igual que en sus tratados de matemáticas sólo proponían y resolvían problemas concretos, sin jamás extraer y formular los principios de solución, no presentaban sus ideas generales en su universo, sino vinculadas a algún dato singular.
El mito, expresión favorita de ese pensamiento especulativo, era precisamente lo que les permitía materializar sus concepciones y pasarlas a imágenes, escenas, encadenamientos de aventuras; creadas por su imaginación, pero para contestar a algún interrogante, para aclarar algún problema, para enseñar alguna teoría (como los autores de fábulas construyen sus historias para inculcar una moraleja).
Toda la literatura sumeria y babilonia está llena de es a "filosofía en imágenes" que es la mitología, y el Poema de Atrahasis es un buen ejemplo, de ella, notable por la amplitud del asunto abarcado y por la inteligencia y el peso de las cuestiones que expone. El problema que aborda, desde la perspectiva de sus autores, es el de la condición humana. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida’? ¿Por qué nos vemos obligados a realizar un trabajo que no se acaba nunca y siempre es agotador? ¿Por qué hay esta separación entre la multitud, que está condenada a realizarlo, y un grupo selecto que lleva una vida tranquila, garantizada precisamente por las penalidades de los demás? ¿Por qué, conscientes de la inmortalidad, tenemos que morir? ¿ Y por qué esta muerte se acelera de vez en cuando con plagas inesperadas, más o menos monstruosas? Y muchos más enigmas, como limitaciones, inexplicables, a la función esencial de las mujeres la de traer hijos al mundo y criarlos.
Había que formular todas estas aporías, y resolverla en el mismo marco en el que se planteaban: en un sistema teocéntrico. Para estas personas el mundo no se explicaba por sí solo. Su razón de ser estaba en una sociedad sobrenatural, la de los dioses, cuya existencia era indudable. Para hacerse una idea de estos personajes que nadie -con razón- había visto nunca, se proyectaba en un plano superior lo que se tenía alrededor: toda la organización material, económica, social y política de este mundo. Los dioses estaban concebidos como hombres, y con todas las necesidades de los hombres; pero eran hombres superlativo, dispensados de las servidumbres fundamentales que nos abruman, como la enfermedad o la muerte, y dotados de poderes muy superiores a los nuestros. En tal caso, ¿qué mejor modelo para sus personas que la propia flor de la humanidad, la aristocracia de la "clase dirigente"?
UNOS DIOSES «ARIStÓCRATAS»
En un sistema como este, la especie humana en conjunto, frente al mundo divino, no podía desempeñar otra función que la de los súbditos para con los gobernantes: la de trabajadores a su disposición y abastecedores de todos los bienes indispensables para llevar una vida opulenta y sin más preocupación que mandar. Dado que los hombre debían su existencia a los dioses, de quienes no podían ser antepasados- eso por descontado- ni tampoco contemporáneos independiente, era obligado pensar que el mundo divino ames debió de bastarse a sí mismo, necesariamente dividido, como el terrenal en una categoría de productores y otra de consumidores y que debió de verse obligado a poner fin a esta situación a causa de alguna crisis semejante a las que estallan en nuestra sociedad entre los empleados y los empleadores cuando los primeros están hartos de explotación. El hombre pues, era un servidor de los dioses "de nacimiento". Y los dioses, al fabricarlo, procuran que tuviera algo de ellos, de su duración, de su inteligencia, de su poder (pero todo ello limitado: inferior, débil, transitorio). Esta es la se tenía de la naturaleza y de las condiciones humanas.
Con esta solución no tendría que haber surgido el menor problema entre los dioses y los hombres, siempre que estos últimos -como sucedía por regla general- cumplieran exactamente con sus deberes hacia sus amos. Entonces ¿cómo se explican, no ya la muerte, la enfermedad las desgracias de cada individuo, que están implantadas en nuestra naturaleza y nuestro destino, sino los enormes sobresaltos de las grandes catástrofes inesperadas y aparentemente sin motivo que se abaten de vez en cuando sobre los hombres y los eliminan en masa? ¿Cuál era la razón de unas calamidades "cósmicas" como las epidemias, las hambrunas las embestidas devastadoras y repentinas de la naturaleza? Los dioses, sin los cuales no podía suceder nada importante, tenían que ser la causa. Pero ¿por qué? Ante este problema, los autores del Poema no lograron encontrar otra explicación que el capricho de los dioses soberanos. Ciertamente, hallaron un móvil -¿un pretexto?- en el mundo de los hombres: éstos, al prosperar y multiplicarse y con el propio trajín de su actividad servil, podían llegar a molestar a sus gobernantes, como turbaría el descanso de un soberano irritable un personal demasiado numeroso y bullicioso. Pero en un universo tan teocéntrico y tan ajeno a toda idea de «oposición» y rebelión contra el poder, ¿no era lo más sabio aceptar la dependencia, conformarse con el propio estado, aceptar su destino, la resignación, el fatalismo? Al mostrar, desde los primeros tiempos de la humanidad -desde esa "época mítica" anterior a la historia, en la que toma forma el "mundo histórico"-, a los dioses periódicamente obsesionados por el deseo diezmar o incluso aniquilar a los hombres, enviándoles calamidades colectivas, los autores del Poema no sólo daban a su público una explicación suficiente de estos azotes cíclicos, sino que destacaban su carácter en cierto modo tradicional -desde la "noche le los tiempos"- y, por lo tanto, inevitable, ante el que había que resignarse.
Pero esta lección de prudencia también tenía su contrapeso de esperanza. En medio de estas desgracias, los hombres habían tenido un defensor y un salvador: el dios Ea, su "inventor", enemigo de la violencia inútil, el mismo que (según otro ciclo de mitos) difundido entre los hombres todos los conocimientos útiles. Precisamente con uno de ellos enseñó a los nombres a protegerse de las grandes desgracias universales. Ahora, en el "tiempo histórico", podían aplicar enseñanzas y luchar contra las catástrofes para salvarse. Esta es la "filosofía" que el Poema del Muy Sabio -buen nombre- quería inculcar a través de sus fábulas y mitos.
¿EL DILUVIO O LOS DILUVIOS?
El relato del Diluvio tiene el mismo valor, el mismo sentido que los de la Epidemia y la Sequía que lo precedieron. Como sabemos por nuestra documentación histórica, estas calamidades se abatían de vez en cuando sobre el país, todavía mal defendido sanitariamente y con una planificación económica rudimentaria. Mediante un procedimiento corriente en la literatura, sobre todo en el folclore y la poesía, los recuerdos personales se mezclaron con muchas experiencias, transmitidas por la tradición o vividas, de enfermedades que se propagaban como incendios y causaban una gran mortandad, o de malas cosechas que extenuaban a la gente, para concentrar todos esos horrores en la Epidemia y el Hambre -lo mismo que los cuentistas hablan del León o el Ogro—, y proyectarlas en ese tiempo mítico de "antaño". El Diluvio, que viene a continuación, se imaginó y construyó de la misma manera: en este país, centrado en el Tigris y el Éufrates que reaccionan enseguida a los excesos de precipitaciones eran frecuentes las inundaciones más o menos mortíferas más o menos espectaculares (conocemos muchos ejemplos). Los arqueólogos han encontrado sus huellas, a veces impresionantes, sobre todo en Ur, Kish y Fara-Shuruppak, en varios estratos de los milenios IV y 111. A partir de cierto número de catástrofes que habían asolado tal ciudad o comarca, se compuso el Cataclismo que sumergió a todo el país, y en torno a este hecho se formó una gran leyenda la cual desembocó en la "historia", que se cuenta en Atrahasis y más tarde apareció simplificada por los autores del canto Xl del Gilgamesh.
Es posible que en el lujo de detalles, y sobre todo en la importancia atribuida a este diluvio por la tradición babilónica (para la cual, como hemos visto en el Poema y reaparece con frecuencia en otros documentos, es el último acto de los tiempos míticos y el umbral de la era histórica), perdure el recuerdo más o menos vago de uno de estos cataclismos, de especial gravedad, aunque hay que ser muy ingenuo para imaginarlo tal como se describe. Pero el recurso a un desastre así no es inevitable: el papel de bisagra en el tiempo que tiene el diluvio podría deberse, no ya a su carácter histórico, sino al lugar que ocupaba en la mitología tradicional reflejada en nuestro Poema. Era la última y la más peligrosa de las calamidades enviadas por los dioses a los hombres para adaptarlos y reducirlos a la escala que tienen desde el comienzo de la historia.
Volvamos al relato de la Biblia, con el que empezamos pues ahora nos resultará más fácil entenderlo como es debido. Cualquiera que lo haya leído y haya reflexionado un poco tendrá que reconocer, de entrada, que semejante inundación no parece demasiado propia de un país de colinas y arroyos como Palestina, sin ningún río digno de este nombre, sin ningún valle ancho donde puedan acumularse las aguas. Lo más razonable, a priori, es pensar que el relato es un préstamo del mesopotámico. Pero aunque no cabe duda de que hay claras coincidencias con el diluvio babilónico también hay demasiados detalles distintos entre ambos como para considerar que el relato del Génesis es una simple transcripción al hebreo del texto acadio de Atrahasis o de Gilgamesh.
EL DILUVIO, LA BIBLIA Y MESOPOTAMIA
En realidad, el diluvio forma parte de una abundante cosecha de textos mitológicos, ideológicos y de otro tipo elaborados por esa Mesopotamia eminente y prodigiosa que sembró de ellos todo el Oriente Próximo desde épocas muy remotas. Baste pensar en los recientes hallazgos, increíbles, de Ebla,> en Siria, correspondiente al III milenio. Como muchos otros temas -la Creación del Mundo, los Orígenes de la Historia antigua de los hombres, el problema del Mal y la Justicia divina-, el del diluvio también fue recogido por los israelitas, que estuvieron expuestos a esa extraordinaria irradiación cultural de Sumer y Babilonia. Incluso lo adoptaron con su marco: aparentemente -como en Atrahasis-, la "historia" primitiva del hombre, y en realidad la descripción teológica de su condición en este mundo. Porque los once primeros capítulos del Génesis pretenden inculcamos, para nuestro gobierno, cómo fueron modelados y remodelados el universo y el hombre, cómo se prepararon y fueron puestos en «funcionamiento» antes de que con Abraham se inaugurase la historia propiamente dicha. Pero no conservaron la visión ni teología originarias. Como todo lo que tornaron de los antiguos babilonios, lo modificaron profundamente, impregnándolo de su propia ideología religiosa. Su sistema también era teocéntrico. Pero, como "inventores" del monoteísmo, su mundo divino se centraba en Dios único y trascendente, sin el menor rasgo antropomórfico, sin menor necesidad de "servidores" para garantizar su vida. Por eso en el diluvio imaginado por ellos no hay una multitud de divinidades, sino un Dios único, y en vez del capricho y la futilidad de los amos del universo, unas exigencias morales: si Dios envía ese cataclismo a los hombres es a causa de su "corrupción" (Génesis VI, 5s), para propagar una humanidad nueva, capaz (por lo menos sus mejores representantes, el pueblo descendiente de Abraham) de llevar una da conforme a un elevado ideal ético y religioso...
Es este diluvio, el de la Biblia, el que tenemos grabado en la memoria, ya que estamos imbuidos -nos guste o no - de las escenas y enseñanzas de este viejo libro. Pero el propósito de la historia es tratar de entender "remontándonos" por "lo que había antes" los hijos por sus padres y los ríos por sus fuentes. Por eso los asiriólogos, además de realizar unos descubrimientos cada vez más numerosos acerca de nuestros parientes más antiguos en línea directa, esos incomparables civilizadores sumerios y babilonios, y de su herencia llegada hasta nosotros, filtrada, alterada, enriquecida y a veces empobrecida por los milenios, también pueden arrojar luz sobre la Biblia, insertando el contenido en su "continuo histórico", que la ilumina de forma tan singular. Pacífico y discreto, el oficio de estas personas no es precisamente fácil: pasarse la vida descifrando, analizando escudriñando miles de galimatías de arcilla erizada de áridos cuneiformes. Pero cabe preguntarse si esta ardua inmovilidad no es más fecunda que esos grandes despliegues para traerse unas maderas carcomidas tomándolas, con una ingenuidad enternecedora, por la reliquia y los restos de un "arca" tan fabulosa como las botas del ogro.
Otra tabilla sumeria
con escritura
cuneiforme.
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
Podemos encontrar una discusión detallada y comparativa sobre la cuestión del diluvio en Mesopotamia y en la Biblia en las páginas 224-269de la obra de A. Heidel The Gilgamesh Epic and Old Testament Parallels, The University of Chicago Press, 2 ed., 1949 reimpr. en 1963.
También se puede consultar el artículo de J. Bottéro "Le Déluge", en On a marché sur la terre, Museum national d’historie naturelle, Ed. IOS, 1991, pp. 61-68.
El texto de los cuatro relatos mesopotámicos del diluvio está traducido y comentado en Lorsque les dieux..., pp. 526-601, "La grande Genése babylonienne: la création de l' homme au Déluge".
Otro asunto que se presenta de un modo parecido al del diluvio -con intervenciones de la mitología mesopotámica en el pensamiento bíblico-, el de los mitos de la creación del mundo, se comenta con cierto detalle en "Les origines de l’univers selon la Bible", en Naissance de dieu, la Bible et l'historien, Gallimard, París, 1986, pp. 155-201. (*)
(*) Fuente: Jean Bottéro, "El relato más antiguo del diluvio", en Introducción al antiguo Oriente. De Sumer a la Biblia, Barcelona, Grijalbo Modadori, pp. 209-221.
Por Jean Bottéro
Tablilla con escritura cuneiforme. Con estos signos fue escrito el Poema del Muy sabio o Atharasis, el más antiguo relato del diluvio.
Jean Bottéro es un gran asiriólogo francés. Aquí nos guía en el estudio del Poema del Muy Sabio (Atrahasis), el relato más antiguo del diluvio, que luego que se refleja en el canto XI de la Epopeya sumeria del Gilgamesh y en la narración bíblico de la gran inundación universal.
EL RELATO MÁS ANTIGUO DEL DILUVIO
Desde hace ciento cincuenta años, en los países que formaban el marco geográfico, político y cultural de los antiguos israelitas, autores de la Biblia, se han sacado a la luz no sólo ciudades, palacios y templos, sino también las reliquias de grandes civilizaciones y una enorme cantidad dc documentos escritos y descifrables. La parte del león corresponde a los habitantes del Irak: sumerios, babilonios ,asirios, que en torno al 3000 antes de nuestra era -17 siglos antes de Moisés inventaron la escritura más antigua que se conoce: medio millón de esas tablillas de arcilla sobre las que grababan con un cálamo sus pesados e insólitos cuneiformes. En estos gigantescos archivos hay cientos de obras literarias, "científicas", religiosas, descifradas y estudiadas por el reducido y casi secreto gremio de los asiriólogos.
Para quienes gustan de hacerse preguntas, la cuestión es saber si, ante una documentación nueva tan prodigiosa, que estos historiadores extraen sin cesar de estos galimatías, se puede leer la Biblia "como antes", cuando se consideraba el libro más antiguo del mundo, el único que arrojaba luz sobre las primeras edades del hombre.
Para "demostrar el movimiento andando" y contestar a esta pregunta, no con un aforismo sino con una demostración y como un método, he elegido el conocido tema, tan discutido y quizá tan enigmático todavía, del diluvio.
ASSURBANIPAL
Aislado, inesperado, lleno de detalles precisos y vivos, incluido en un libro en el que se creía que estaban los archivos históricos más viejos del mundo, el relato bíblico del diluvio (Génesis VI-VIII), como muchos otros del mismo fondo, se ha visto durante mucho tiempo como la narración de una aventura completamente histórica. Todavía hoy más de uno la ve así, a juzgar por y el revuelo que se organizó hace algunos años en torno a una expedición "científica" que fue a buscar en la cima de una montaña armenia los supuestos restos de la famosa arca en la que se habían refugiado Noé y su y zoológico.
Sin embargo, este relato ni es de primera mano, ni se puede atribuir a ningún "testigo ocular". Era de suponer, y hoy lo sabemos. Hace más de un siglo que los asiriólogos empezaron a proporcionarnos la prueba de ello. En efecto, el 2 de diciembre de 1872 G. Smith, uno de los primeros que se dedicaron a descifrar y hacer el inventario de los miles de tablillas cuneiformes de la biblioteca de Assurbanipal encontradas en Nínive, anunció que había descubierto una narración demasiado parecida a la de la Biblia para que las coincidencias entre ambas se pudieran atribuir al azar. Este relato, en unos 200 versos, el más completo que nos ha llegado de Mesopotamia hasta el momento, formaba el Canto XI de la famosa Epopeya de Gilgamesh, el cual, en su búsqueda de la inmortalidad, llegó hasta el fin del mundo para preguntar al héroe del diluvio, quien le contó cómo se había producido este cataclismo.
Desde luego, la edición de la Epopeya de Gigalmesh encontrada en la biblioteca de Assurbanipal y fechada, como este rey, en torno a 650 antes de nuestra era, no podía, en sí misma, ser anterior a lo que según los historiadores sería el estrato narrativo más antiguo de la Biblia, llamado "el documento yahvista" (siglo VIII) -aunque no podemos imaginarnos a los escritores y pensadores de la altanera, brillante y formidable Babilonia mendigando sus temas a los israelitas...
Un siglo de descubrimientos en los inagotables tesoros de las tablillas cuneiformes nos ha permitido ver las cosas con más claridad. Ahora sabemos que si bien la Epopeya de Gilgamesh tiene tras de sí una historia literaria muy larga, que se remonta hasta mucho antes de los tiempos bíblicos por lo menos hasta el año 2000, al principio el relato del diluvio no formaba parte de ella, pues se incluyó más tarde, tomándolo de otra obra literaria en la que ocupaba su lugar orgánico, el Poema del Muy Sabio (Atrahasis).
Durante mucho tiempo sólo se conocían fragmentos sueltos del Poema del Muy Sabio, pero desde hace ya varios años, gracias a una serie de hallazgos afortunados, disponemos de las dos terceras partes, unos 800 versos, más de lo que hace falta para entender su sentido y su alcance. Nuestros manuscritos más antiguos datan aproximadamente de 1700 antes de nuestra era, y el poema se debió de componer poco antes, en Babilonia. No sólo contiene "el relato más antiguo del diluvio", que nos permite hacemos una idea mejor de este fenómeno tal como lo "vieron" y pensaron los que incluyeron en sus escritos, sino que es una composición admirable, tanto por su estilo como por su pensamiento, una de esas obras literarias arcaicas que, por su tenor, su amplitud de miras y su inspiración, merecen ser conocidas.
Empieza en la época en que el hombre aún no existía. Sólo los dioses ocupaban el universo repartidos según la división fundamental de la economía de la época y el lugar, entre productores y consumidores: para mantener a la "aristocracia" de los anunnaki, una "clase" inferior, los igigi, trabajaba la tierra: "¡Su tarea en considerable, / pesada su pena y sin fin su tormento!", ya que además, según parece, no eran lo bastante numerosos. Agorados, acaban iniciando lo que hoy llamaríamos el primer movimiento de huelga. "Arrojando al fuego sus aperos, / quemando sus azadas, / incendiando sus cuévanos" e incluso poniéndose en camino, en plena noche, para "cercar el palacio" de su empleador y soberano, Enlil, con la intención de destronarle. Entre los anunnaki cunde la preocupación: ¿cómo van a subsistir si ya nadie quiere producir los alimentos? Se retine una asamblea plenaria y Enlil trata de reducir a los rebeldes. Pero éstos declaran que están decididos a resistir hasta el final. Su trabajo es demasiado duro, y están dispuestos a todo con tal de no reanudarlo. Derrotado, Enlil piensa en abdicar, un desorden aún más temible, que podría sumir en la anarquía y la descomposición a la sociedad divina.
Entonces interviene Ea, uno de los dioses principales que no presenta como Enlil, la autoridad y la fuerza, sino en calidad de consejero y "visir" de Enlil, la lucidez, la inteligencia, la astucia, la capacidad de adaptación e invención y el dominio de las técnicas. Para sustituit a los recalcitrantes igigi, Ea propone crear un sucedáneo, calculado para soportar el trabajo impuesto por Enlil / y asumir la carga de los dioses": será el hombre.
No es una idea improvisada. Ea tiene un plan ingenioso y detallado, y lo expone. El hombre se hará de barro -material que se encuentra en todo el país-, de esa tierra a la que tendrá que volver cuando muera. Pero para conservar algo de aquellos a quienes tendrá que sustituir y servir, su arcilla se humedecerá con sangre de un dios de rango inferior inmolado para la ocasión. La asamblea aprueba un proyecto tan ventajoso y sabio, y confía su ejecución, bajo la dirección de Ea, a "la comadrona de los dioses: Mammi-La Experta". Esta confecciona el prototipo, y luego, con la ayuda de catorce diosas-madres, prepara otros tantos ejemplares, siete machos y siete hembras, los primeros "padres" de la humanidad.
LAS TRES PLAGAS
Mammi-La Experta realiza su tarea a la perfección, y todo prospera tanto que "las poblaciones se multiplican extraordinariamente" y "su rumor se vuelve parecido al mugido de los bueyes", lo cual molesta a los dioses, que llevan una vida apacible y despreocupada y les "quita el sueño". Para acabar con el escándalo, Enlil, tan impetuoso y partidario de soluciones extremas como siempre, decide diezmar a los hombres con la Epidemia. Pero Ea, consciente del riesgo que supone una reducción demasiad fuerte del número de hombres, que sería catastrófica para los dioses, avisa a Atrahasis, el Muy Sabio -sobrenombre de un importante personaje terrenal-,que goza de su confianza y tiene una gran autoridad sobre la población humana. Ea le indica cómo podrán evitar la plaga: bastan con que desvíen todas las ofrendas alimentarias a Namtar, dios de la Epidemia mortífera, y los dioses, reducidos al hambre, se verán obligados a interrumpir la plaga. Así sucede, en efecto. Pero los hombres, otra vez seguros, reanudan sus agitadas y tumultuosas ocupaciones, e impacientan de nuevo a Enlil, que esta vez les envía la Sequía. Nuevo quite de Ea, quien aconseja a Atrahasis que reserve para Adad, señor de las precipitaciones atmosféricas, la vitualla de los dioses. Las lagunas del texto nos hacen suponer que no cede fácilmente, pero al final se restablece el orden y al final se restablece el orden y la humanidad vuelve a florecer.
De los restos de la tablilla se desprende por lo menos que el rey de los dioses, firmemente decidido a eliminar a los hombres, que no cesan en su alboroto, recurre a una catástrofe aún peor: el Diluvio. Como se ha vuelto desconfiado, toma todas las precauciones posibles para que su funesto plan no sea conocido por los humanos y ninguno de ellos se libre de la muerte. Pero Ea, haciendo un alarde de ingenio, se las arregla para anunciar disimuladamente a Atrahasis el desastre inminente y la estratagema que ha preparado para salvarle (esta vez, sólo a él y a los suyos). Atrahasis tiene que "construir un barco de puente doble, sólidamente aparejado, debidamente calafateado, y robusto" y Ea "dibuja el plano en el suelo". Atrahasis avituallará y, en cuanto su dios le dé la señal, embarcará "(sus) reservas, (sus) muebles, (sus) riquezas, (a su) esposa, (a sus) parientes, (a sus) maestros de obras (para salvar los secretos técnicos adquiridos), así como animales domésticos y salvajes", después de lo cual sólo tendrá que "entrar en el barco y cerrar la escotilla". La continuación es fragmentaria en lo que nos ha llegado del Poema, pero se puede suplir fácilmente con el relato de la Epopeya de Gilgamesh, varios siglos posterior pero inspirada en el primero.
Atrahasis, que ha encontrado la forma de explicar su extraño comportamiento a los que le rodean sin alarmarlos, ejecuta las órdenes, "embarca la carga y a su familia" y "ofrece un gran banquete". Pero durante el mismo no puede disimular su ansiedad: "No hace más que entrar y salir, / sin sentarse ni quedarse quieto, / con el corazón roto, enfermo de impaciencia", esperando la fatídica señal.
Por fin ésta llega: "¡El tiempo cambió de aspecto / y la Tormenta tronó en medio de la nube!". Hay que zarpar: "Cuando se escucharon los fragores del trueno / le llevaron betún, para que taponara su escotilla. / Y, cuando la hubo cerrado, / mientras la tormenta seguía retumbando en la nube, / se desataron los vientos. / ¡ Y cortó la hubo cerrado, / mientras la tormenta seguía retumbando en la nube, / se desataron los vientos. / ¡Y cortó las amarras, para soltar la nave!".
El diluvio, una enorme inundación causada por las lluvias torrenciales, se prolongó durante "seis días y siete noches: la tempestad causaba estragos. / Anzu (el Ave Rapaz divina gigantesca) laceraba el cielo con sus garras: / ¡Era, desde luego, el diluvio / cuya brutalidad se abatía sobre las poblaciones como la guerra! / ¡No se veía nada/ y nada se podía identificar en la matanza! / El diluvio mugía como un buey; / ¡el viento silbaba, como el águila cuando chillaba / Las tinieblas eran impenetrables: ¡ya no había sol!".
Cuando el cataclismo hubo "aplastado la tierra, al llegar al séptimo día, / el belicoso huracán del diluvio se paró, / después de asestar sus golpes (a diestro y siniestro), como una mujer con los dolores; / la masa de agua se calmó; la borrasca cesó: ¡el diluvio había terminado!".
Entonces, cuenta el héroe, "¡Abrí la escotilla, y el aire fresco me dio en la cara! / Luego busqué con la mirada la orilla, en el horizonte de la extensión de agua: / a varios cables, entrada una lengua de tierra. / La nave atracó allí: ¡era el monte Niçir, donde hizo por fin escala!".
Por prudencia, Atrahasis espera una semana más antes de utilizar una estratagema de los primeros navegantes de altura. "Cogí una paloma y la solté; / la paloma se fue, pero volvió: / ¡al no ver nada para posarse, dio la vuelta! / Luego cogí una golondrina y la solté; ¡ la golondrina se fue, pero volvió: ¡al no ver nada para posarse, dio la vuelta! / Por último, cogí y solté un cuervo: / el cuervo se fue, pero al encontrar la retirada de las aguas, / picoteó, graznó, y no volvió". Es la señal de que puede abandonar su refugio. Hace que los pasajeros salgan del barco y los "dispersa a los cuatro vientos". Reanudando la función principal de la humanidad (de la que él y su familia son los únicos representantes), prepara un banquete para los dioses, que después de un ayuno tan largo se apiñan a su alrededor "como moscas".
Entonces, mientras la Gran Diosa, la que había participado en la creación de los hombres, reclama en vano que se desautorice a Enlil, responsable del desastre, éste, viendo que su plan de aniquilación de la humanidad ha sido burlado, se pone hecho una furia. Pero Ea le hace ver que nunca debía haber recurrido a un medio tan brutal y extremo y "sin reflexionar haber provocado el diluvio". Porque al fin y al cabo, si los hombres hubieran desaparecido, ¿acaso
no habrían caído ellos en la situación sin salida que, precisamente había sido la causa de que los crearan: un mundo sin productores? Y para mostrar lo que se tenía que haber hecho, el sabio Ea propone que en la nueva generación procedente de Atrahasis, se introduzca una especie de "malthusianismo natural" que limite los nacimientos y la supervivencia de los recién nacidos y así modere la proliferación y el tumulto. Por eso desde entonces algunas mujeres son estériles, otras son víctimas de la implacable Diabla-Apagadora, que les arranca los niños del vientre, y otras toman un estado religioso que les prohíbe la maternidad.
Aquí, con la úlrima rotura, que nos impide conocer el desenlace, termina la tercera y última tablilla del Poema.
Pese a la concisión del resumen que acabamos de hacer, vemos que no es tanto una verdadera historia antigua de la humanidad (es decir, un relato bastante fiel de los acontecimientos sucedidos en sus orígenes y de sus primeras vicisitudes) como una explicación de
crónica su naturaleza su lugar y su función en el universo. Más que una crónica es, en realidad una exposición teológica que, a pesar de su estilo vivo y descriptivo no pretende aportar datos, sino inculcar definiciones, puntos de vista, todo un sistema de ideas acerca del universo y el hombre. Es lo que se llama un relato mitológico.
UNA FILOSOFÍA EN IMÁGENES
A pesar de su viva inteligencia, de su curiosidad universal de los enormes progresos intelectuales y materiales que realizaron durante esos tres milenios (por lo menos) durante los cuales se desarrolló su civilización y su influencia, los antiguos mesopotámicos no accedieron al pensamiento abstracto. Como muchos otros pueblos antiguos, p incluso modernos, y a diferencia de lo que hacemos nosotros, nunca disociaron su ideología de su imaginación. Al igual que en sus tratados de matemáticas sólo proponían y resolvían problemas concretos, sin jamás extraer y formular los principios de solución, no presentaban sus ideas generales en su universo, sino vinculadas a algún dato singular.
El mito, expresión favorita de ese pensamiento especulativo, era precisamente lo que les permitía materializar sus concepciones y pasarlas a imágenes, escenas, encadenamientos de aventuras; creadas por su imaginación, pero para contestar a algún interrogante, para aclarar algún problema, para enseñar alguna teoría (como los autores de fábulas construyen sus historias para inculcar una moraleja).
Toda la literatura sumeria y babilonia está llena de es a "filosofía en imágenes" que es la mitología, y el Poema de Atrahasis es un buen ejemplo, de ella, notable por la amplitud del asunto abarcado y por la inteligencia y el peso de las cuestiones que expone. El problema que aborda, desde la perspectiva de sus autores, es el de la condición humana. ¿Cuál es el sentido de nuestra vida’? ¿Por qué nos vemos obligados a realizar un trabajo que no se acaba nunca y siempre es agotador? ¿Por qué hay esta separación entre la multitud, que está condenada a realizarlo, y un grupo selecto que lleva una vida tranquila, garantizada precisamente por las penalidades de los demás? ¿Por qué, conscientes de la inmortalidad, tenemos que morir? ¿ Y por qué esta muerte se acelera de vez en cuando con plagas inesperadas, más o menos monstruosas? Y muchos más enigmas, como limitaciones, inexplicables, a la función esencial de las mujeres la de traer hijos al mundo y criarlos.
Había que formular todas estas aporías, y resolverla en el mismo marco en el que se planteaban: en un sistema teocéntrico. Para estas personas el mundo no se explicaba por sí solo. Su razón de ser estaba en una sociedad sobrenatural, la de los dioses, cuya existencia era indudable. Para hacerse una idea de estos personajes que nadie -con razón- había visto nunca, se proyectaba en un plano superior lo que se tenía alrededor: toda la organización material, económica, social y política de este mundo. Los dioses estaban concebidos como hombres, y con todas las necesidades de los hombres; pero eran hombres superlativo, dispensados de las servidumbres fundamentales que nos abruman, como la enfermedad o la muerte, y dotados de poderes muy superiores a los nuestros. En tal caso, ¿qué mejor modelo para sus personas que la propia flor de la humanidad, la aristocracia de la "clase dirigente"?
UNOS DIOSES «ARIStÓCRATAS»
En un sistema como este, la especie humana en conjunto, frente al mundo divino, no podía desempeñar otra función que la de los súbditos para con los gobernantes: la de trabajadores a su disposición y abastecedores de todos los bienes indispensables para llevar una vida opulenta y sin más preocupación que mandar. Dado que los hombre debían su existencia a los dioses, de quienes no podían ser antepasados- eso por descontado- ni tampoco contemporáneos independiente, era obligado pensar que el mundo divino ames debió de bastarse a sí mismo, necesariamente dividido, como el terrenal en una categoría de productores y otra de consumidores y que debió de verse obligado a poner fin a esta situación a causa de alguna crisis semejante a las que estallan en nuestra sociedad entre los empleados y los empleadores cuando los primeros están hartos de explotación. El hombre pues, era un servidor de los dioses "de nacimiento". Y los dioses, al fabricarlo, procuran que tuviera algo de ellos, de su duración, de su inteligencia, de su poder (pero todo ello limitado: inferior, débil, transitorio). Esta es la se tenía de la naturaleza y de las condiciones humanas.
Con esta solución no tendría que haber surgido el menor problema entre los dioses y los hombres, siempre que estos últimos -como sucedía por regla general- cumplieran exactamente con sus deberes hacia sus amos. Entonces ¿cómo se explican, no ya la muerte, la enfermedad las desgracias de cada individuo, que están implantadas en nuestra naturaleza y nuestro destino, sino los enormes sobresaltos de las grandes catástrofes inesperadas y aparentemente sin motivo que se abaten de vez en cuando sobre los hombres y los eliminan en masa? ¿Cuál era la razón de unas calamidades "cósmicas" como las epidemias, las hambrunas las embestidas devastadoras y repentinas de la naturaleza? Los dioses, sin los cuales no podía suceder nada importante, tenían que ser la causa. Pero ¿por qué? Ante este problema, los autores del Poema no lograron encontrar otra explicación que el capricho de los dioses soberanos. Ciertamente, hallaron un móvil -¿un pretexto?- en el mundo de los hombres: éstos, al prosperar y multiplicarse y con el propio trajín de su actividad servil, podían llegar a molestar a sus gobernantes, como turbaría el descanso de un soberano irritable un personal demasiado numeroso y bullicioso. Pero en un universo tan teocéntrico y tan ajeno a toda idea de «oposición» y rebelión contra el poder, ¿no era lo más sabio aceptar la dependencia, conformarse con el propio estado, aceptar su destino, la resignación, el fatalismo? Al mostrar, desde los primeros tiempos de la humanidad -desde esa "época mítica" anterior a la historia, en la que toma forma el "mundo histórico"-, a los dioses periódicamente obsesionados por el deseo diezmar o incluso aniquilar a los hombres, enviándoles calamidades colectivas, los autores del Poema no sólo daban a su público una explicación suficiente de estos azotes cíclicos, sino que destacaban su carácter en cierto modo tradicional -desde la "noche le los tiempos"- y, por lo tanto, inevitable, ante el que había que resignarse.
Pero esta lección de prudencia también tenía su contrapeso de esperanza. En medio de estas desgracias, los hombres habían tenido un defensor y un salvador: el dios Ea, su "inventor", enemigo de la violencia inútil, el mismo que (según otro ciclo de mitos) difundido entre los hombres todos los conocimientos útiles. Precisamente con uno de ellos enseñó a los nombres a protegerse de las grandes desgracias universales. Ahora, en el "tiempo histórico", podían aplicar enseñanzas y luchar contra las catástrofes para salvarse. Esta es la "filosofía" que el Poema del Muy Sabio -buen nombre- quería inculcar a través de sus fábulas y mitos.
¿EL DILUVIO O LOS DILUVIOS?
El relato del Diluvio tiene el mismo valor, el mismo sentido que los de la Epidemia y la Sequía que lo precedieron. Como sabemos por nuestra documentación histórica, estas calamidades se abatían de vez en cuando sobre el país, todavía mal defendido sanitariamente y con una planificación económica rudimentaria. Mediante un procedimiento corriente en la literatura, sobre todo en el folclore y la poesía, los recuerdos personales se mezclaron con muchas experiencias, transmitidas por la tradición o vividas, de enfermedades que se propagaban como incendios y causaban una gran mortandad, o de malas cosechas que extenuaban a la gente, para concentrar todos esos horrores en la Epidemia y el Hambre -lo mismo que los cuentistas hablan del León o el Ogro—, y proyectarlas en ese tiempo mítico de "antaño". El Diluvio, que viene a continuación, se imaginó y construyó de la misma manera: en este país, centrado en el Tigris y el Éufrates que reaccionan enseguida a los excesos de precipitaciones eran frecuentes las inundaciones más o menos mortíferas más o menos espectaculares (conocemos muchos ejemplos). Los arqueólogos han encontrado sus huellas, a veces impresionantes, sobre todo en Ur, Kish y Fara-Shuruppak, en varios estratos de los milenios IV y 111. A partir de cierto número de catástrofes que habían asolado tal ciudad o comarca, se compuso el Cataclismo que sumergió a todo el país, y en torno a este hecho se formó una gran leyenda la cual desembocó en la "historia", que se cuenta en Atrahasis y más tarde apareció simplificada por los autores del canto Xl del Gilgamesh.
Es posible que en el lujo de detalles, y sobre todo en la importancia atribuida a este diluvio por la tradición babilónica (para la cual, como hemos visto en el Poema y reaparece con frecuencia en otros documentos, es el último acto de los tiempos míticos y el umbral de la era histórica), perdure el recuerdo más o menos vago de uno de estos cataclismos, de especial gravedad, aunque hay que ser muy ingenuo para imaginarlo tal como se describe. Pero el recurso a un desastre así no es inevitable: el papel de bisagra en el tiempo que tiene el diluvio podría deberse, no ya a su carácter histórico, sino al lugar que ocupaba en la mitología tradicional reflejada en nuestro Poema. Era la última y la más peligrosa de las calamidades enviadas por los dioses a los hombres para adaptarlos y reducirlos a la escala que tienen desde el comienzo de la historia.
Volvamos al relato de la Biblia, con el que empezamos pues ahora nos resultará más fácil entenderlo como es debido. Cualquiera que lo haya leído y haya reflexionado un poco tendrá que reconocer, de entrada, que semejante inundación no parece demasiado propia de un país de colinas y arroyos como Palestina, sin ningún río digno de este nombre, sin ningún valle ancho donde puedan acumularse las aguas. Lo más razonable, a priori, es pensar que el relato es un préstamo del mesopotámico. Pero aunque no cabe duda de que hay claras coincidencias con el diluvio babilónico también hay demasiados detalles distintos entre ambos como para considerar que el relato del Génesis es una simple transcripción al hebreo del texto acadio de Atrahasis o de Gilgamesh.
EL DILUVIO, LA BIBLIA Y MESOPOTAMIA
En realidad, el diluvio forma parte de una abundante cosecha de textos mitológicos, ideológicos y de otro tipo elaborados por esa Mesopotamia eminente y prodigiosa que sembró de ellos todo el Oriente Próximo desde épocas muy remotas. Baste pensar en los recientes hallazgos, increíbles, de Ebla,> en Siria, correspondiente al III milenio. Como muchos otros temas -la Creación del Mundo, los Orígenes de la Historia antigua de los hombres, el problema del Mal y la Justicia divina-, el del diluvio también fue recogido por los israelitas, que estuvieron expuestos a esa extraordinaria irradiación cultural de Sumer y Babilonia. Incluso lo adoptaron con su marco: aparentemente -como en Atrahasis-, la "historia" primitiva del hombre, y en realidad la descripción teológica de su condición en este mundo. Porque los once primeros capítulos del Génesis pretenden inculcamos, para nuestro gobierno, cómo fueron modelados y remodelados el universo y el hombre, cómo se prepararon y fueron puestos en «funcionamiento» antes de que con Abraham se inaugurase la historia propiamente dicha. Pero no conservaron la visión ni teología originarias. Como todo lo que tornaron de los antiguos babilonios, lo modificaron profundamente, impregnándolo de su propia ideología religiosa. Su sistema también era teocéntrico. Pero, como "inventores" del monoteísmo, su mundo divino se centraba en Dios único y trascendente, sin el menor rasgo antropomórfico, sin menor necesidad de "servidores" para garantizar su vida. Por eso en el diluvio imaginado por ellos no hay una multitud de divinidades, sino un Dios único, y en vez del capricho y la futilidad de los amos del universo, unas exigencias morales: si Dios envía ese cataclismo a los hombres es a causa de su "corrupción" (Génesis VI, 5s), para propagar una humanidad nueva, capaz (por lo menos sus mejores representantes, el pueblo descendiente de Abraham) de llevar una da conforme a un elevado ideal ético y religioso...
Es este diluvio, el de la Biblia, el que tenemos grabado en la memoria, ya que estamos imbuidos -nos guste o no - de las escenas y enseñanzas de este viejo libro. Pero el propósito de la historia es tratar de entender "remontándonos" por "lo que había antes" los hijos por sus padres y los ríos por sus fuentes. Por eso los asiriólogos, además de realizar unos descubrimientos cada vez más numerosos acerca de nuestros parientes más antiguos en línea directa, esos incomparables civilizadores sumerios y babilonios, y de su herencia llegada hasta nosotros, filtrada, alterada, enriquecida y a veces empobrecida por los milenios, también pueden arrojar luz sobre la Biblia, insertando el contenido en su "continuo histórico", que la ilumina de forma tan singular. Pacífico y discreto, el oficio de estas personas no es precisamente fácil: pasarse la vida descifrando, analizando escudriñando miles de galimatías de arcilla erizada de áridos cuneiformes. Pero cabe preguntarse si esta ardua inmovilidad no es más fecunda que esos grandes despliegues para traerse unas maderas carcomidas tomándolas, con una ingenuidad enternecedora, por la reliquia y los restos de un "arca" tan fabulosa como las botas del ogro.
Otra tabilla sumeria
con escritura
cuneiforme.
ORIENTACION BIBLIOGRAFICA
Podemos encontrar una discusión detallada y comparativa sobre la cuestión del diluvio en Mesopotamia y en la Biblia en las páginas 224-269de la obra de A. Heidel The Gilgamesh Epic and Old Testament Parallels, The University of Chicago Press, 2 ed., 1949 reimpr. en 1963.
También se puede consultar el artículo de J. Bottéro "Le Déluge", en On a marché sur la terre, Museum national d’historie naturelle, Ed. IOS, 1991, pp. 61-68.
El texto de los cuatro relatos mesopotámicos del diluvio está traducido y comentado en Lorsque les dieux..., pp. 526-601, "La grande Genése babylonienne: la création de l' homme au Déluge".
Otro asunto que se presenta de un modo parecido al del diluvio -con intervenciones de la mitología mesopotámica en el pensamiento bíblico-, el de los mitos de la creación del mundo, se comenta con cierto detalle en "Les origines de l’univers selon la Bible", en Naissance de dieu, la Bible et l'historien, Gallimard, París, 1986, pp. 155-201. (*)
(*) Fuente: Jean Bottéro, "El relato más antiguo del diluvio", en Introducción al antiguo Oriente. De Sumer a la Biblia, Barcelona, Grijalbo Modadori, pp. 209-221.
Las Escrituras Sagradas - Mesopotamia
Las Escrituras Sagradas
Por Lara Kahalaf
Mesopotamia
La religión mesopotámica conoció una historia que duró cerca de mil quinientos años, entre los milenios III y II a. De C. Cada uno de sus dioses Enlil, Enki, Asur o Marduk, tuvo su época gloriosa que en la mayoría de los casos, estaba ligada a la hegemonía de la ciudad de la cual era el patón. Las ideas evolucionaron desde las de los sumerios que asociaban realidad cotidiana y divinidad, hasta la adivinación babilónica. Ahora no es cuestión de revelación, sino de la vida cotidiana que pone de manifiesto la existencia de lo sagrado.
La civilización mesopotámica está marcada de este modo yen cuanto empieza a utilizarse la escritura, incluso si especialmente compleja, estaba reservada aun reducido número de especialistas, comienzan a sentir la necesidad de fijar por escrito la mitología que aparece como el fundamento de la vida y de la situación social. Así surgieron las epopeyas, las oraciones, las invocaciones reflejando las creencias de la época. Algunas de ellas adoptan el papel de libros sagrados por los honores que se les hacen por el poder que su recitación parecía detentar.
Atrahasis es uno de los más antiguos. Cuenta cómo “cuando los dioses no eran más que hombres”, éstos se veían obligados a atender sus necesidades de subsistencia. Para aliviarlos se creó la humanidad. Pero por desgracia, estos nuevos seres organizaban tal escándalo que se hizo necesario hacerles morir. Entonces llegó el diluvio y con él la desaparición de la humanidad. Únicamente Atrahasis “el inteligentísimo”, el “Noé” babilónico fue capaza de superar los obstáculos.
Pero en el sigo XI a. De C. El mito de Atrahasis queda eclipsado porque aparece Emuma Elish que cuenta la creación a partir de la separación de Apse, las aguas dulces, y de Tiamat, las aguas amargas, hasta la toma del poder por parte de Marduk. Luego vinieron otros mitos, el de Ozu, sobre la rivalidad entre los dioses Nergal y Ereshkigal, y el de Era sobre el mundo de los infiernos, y otros muchos.
En esta literatura mitológica no está ausente la búsqueda espiritual. La Epopeya de Gilgamesh, el Mito de Adapa y el Mito de Etana evocan los deseos de inmortalidad que resulta ser inaccesible por razones diferentes en uno y otro caso.
Pero estos textos son el vehículo de una concepción de lo sagrado que se define, fundamentalmente, en tres dimensiones: en primer lugar es sagrado lo que es primordial, lo que existía antes que todas las cosas en los orígenes del mundo, de ahí los relatos cosmogónicos del Enuma Elish; a continuación se considera sagrado lo que es trascendente, fundamentalmente la divinidad y los hombres (y los objetos) en relación con ella, de ahí los relatos de luchas o rivalidades entre dioses como Atrhghasis y los mitos de Ozu y de Era; finalmente, es sagrado también, y aquí encontramos a una característica que se da también en numerosos pasajes bíblicos, todo lo que concierne a la sabiduría, de ahí la Epopeya de Gilgamesh y el Mito de Adaya
CUANDO LOS DIOSES HUYERON DE LA TIERRA
¿Qué fue aquel Diluvio, cuyas furiosas aguas barrieron la Tierra?
Algunos lo explican en términos de las inundaciones anuales de la llanura Tigris-Eufrates. Conjeturan que una de tales inundaciones pudo ser especialmente severa. Campos y ciudades, hombres y animales fueron barridos por la crecida de las aguas, y los pueblos primitivos, viendo el acontecimiento como un castigo de los dioses, propagaron la leyenda del Diluvio.
En uno de sus libros, Excavations at Ur, Sir Leonard Woolley relata que, en 1929, cuando los trabajos en el Cementerio Real de Ur estaban tocando a su fin, los trabajadores hicieron un pequeño pozo en un montículo cercano, cavando a través de una masa de cerámica rota y de cascotes de ladrillo. Casi un metro más abajo, llegaron a un nivel de barro endurecido, algo que, habitualmente, marca el punto donde una civilización ha comenzado. Pero, ¿es que milenios de vida urbana sólo habían dejado un metro de estratos arqueológicos?
Sir Leonard les pidió a los trabajadores que cavaran todavía más. Entonces profundizaron otro metro y, luego, metro y medio más. Seguían sacando «suelo virgen» -barro sin rastros de habitación humana. Pero, después de cavar a través de casi tres metros y medio de cieno y barro seco, los trabajadores llegaron a un estrato en el que empezaron ya a encontrarse trozos de cerámica verde e instrumentos de sílex. ¡Una civilización más antigua había sido enterrada bajo tres metros y medio de bario!
Sir Leonard se metió en el hoyo de un salto y examinó la excavación. Llamó a sus ayudantes, en busca de opiniones. Nadie tenía una teoría plausible. Después, la esposa de Sir Leonard dijo casi por casualidad: «¡Pero, si está claro, es el Diluvio!».
Sin embargo, otras delegaciones arqueológicas en Mesopotamia dudaron de esta maravillosa intuición. El estrato de barro donde no había rastros de habitación indicaba, efectivamente, una inundación. Pero, mientras los depósitos de Ur y al-'Ubaid sugerían la inundación entre el 3500 y el 4000 a.C, un depósito similar descubierto posteriormente en Kis se estimó que se había formado en los alrededores del 2800 a.C. La misma fecha (2800 a.C.) se estimó para unos estratos de barro encontrados en Erek y en Shuruppak, la ciudad del Noé sumerio. En Nínive, los excavadores encontraron, a una profundidad de 18 metros, nada menos que trece estratos alternos de barro y arena ribereña, datados entre el 4000 y el 3000 a.C.
Por tanto, la mayoría de los estudiosos creen que lo que Woolley encontró fueron los rastros de varias inundaciones locales, algo frecuente en Mesopotamia, donde las ocasionales lluvias torrenciales y las crecidas de los dos grandes ríos y sus frecuentes cambios de curso causan tales estragos. En cuanto a los diferentes estratos de barro, los expertos han llegado a la conclusión de que no pertenecen a una gran calamidad, como debió ser el monumental acontecimiento prehistórico que conocemos como el Diluvio.
El Antiguo Testamento es una obra maestra de brevedad y precisión. Las palabras siempre están muy bien elegidas para expresar los significados precisos; los versículos, relevantes; su orden, intencionado; su longitud, la necesaria. La totalidad de la historia de la Creación hasta la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén se cuenta en 80 versículos. La relación completa de Adán y su linaje, aun con el relato diferenciado de Caín y su linaje, y Set, Enós y su linaje, se trata en 58 versículos. Pero el relato de la Gran Inundación mereció nada menos que 87 versículos. Era, bajo cualquier criterio editorial, la «historia principal». No era un mero acontecimiento local, fue una catástrofe que afectó a toda la Tierra, a toda la Humanidad. Los textos mesopotámicos afirman con claridad que «los cuatro rincones de la Tierra» se vieron afectados.
Como tal, fue un punto crucial en la prehistoria de Mesopotamia. Estaban los acontecimientos, las ciudades y la gente de antes del Diluvio, y los acontecimientos, las ciudades y la gente de después del Diluvio. Estaban todos los hechos de los dioses y el Reino que habían hecho descender del Cielo antes de la Gran Inundación, y el curso de los acontecimientos humanos y divinos cuando el Reino fue bajado de nuevo a la Tierra después de la Gran Inundación. Era la gran divisoria del tiempo.
No sólo las largas listas de reyes, sino también los textos relativos a reyes individuales y a su ascendencia hacían mención al Diluvio. En uno, por ejemplo, perteneciente a Ur-Ninurta, se recordaba el Diluvio como un acontecimiento remoto en el tiempo:
En aquel día, en aquel remoto día,
en aquella noche, en aquella remota noche,
en aquel año, en aquel remoto año
cuando el Diluvio tuvo lugar.
El rey asirio Assurbanipal, un mecenas de las ciencias que amasó una inmensa biblioteca de tablillas de arcilla en Nínive, declaró en una de sus inscripciones conmemorativas que él había encontrado y había sido capaz de leer «inscripciones en piedra de antes del Diluvio». En un texto acadio, en el que se habla de los nombres y su origen, se explica que hay una lista de nombres «de reyes de después del Diluvio». Un rey era ensalzado por ser «de simiente preservada desde antes del Diluvio». Y diversos textos científicos citan como fuente «los sabios de antaño, de antes del Diluvio».
No, el Diluvio no fue un acontecimiento local o una inundación periódica. Fue, según todos los relatos, un acontecimiento de una magnitud sin precedentes que sacudió la Tierra, una catástrofe que ni el Hombre ni los dioses habían experimentado hasta entonces, ni han experimentado después.
Los textos bíblicos y mesopotámicos que hemos examinado hasta ahora dejan unos cuantos misterios por resolver. ¿Qué terrible experiencia sufrió la Humanidad, que hizo que a Noé se le llamará «Respiro», con la esperanza de que su nacimiento señalara el fin de las penurias? ¿Cuál era el «secreto» que los dioses juraron guardar, y del que se acusó a Enki de haberlo desvelado? ¿Por qué el lanzamiento de un vehículo espacial desde Sippar fue la señal para que Utnapistim entrara y sellara el arca? ¿Dónde estuvieron los dioses mientras las aguas cubrían hasta la más alta de las montañas? ¿Y por qué valoraron tanto el sacrificio de carne asada que hizo Noé/Utnapistim?
A medida que vayamos descubriendo las respuestas a éstas y otras preguntas, veremos que el Diluvio no fue un castigo premeditado, producido por los dioses por voluntad propia. Descubriremos que, aunque el Diluvio fue un acontecimiento previsible, también fue inevitable, una calamidad natural en la cual los dioses no representaron un papel activo, sino pasivo. También mostraremos que el secreto que los dioses juraron no revelar era una conspiración contra la Humanidad, consistente en reservarse la información que tenían respecto a la próxima avalancha de agua, de modo que, mientras los nefilim se salvaban, la Humanidad pereciera.
Gran parte de los conocimientos que tenemos ahora sobre el Diluvio y los acontecimientos que lo precedieron provienen del texto «Cuando los dioses». En él, el héroe del Diluvio se llama Atra-Hasis. En el fragmento sobre el Diluvio que hay en «La Epopeya de Gilgamesh», Enki llama a Utnapistim «extremadamente sabio», que es lo que, en acadio, significa atra-hasis.
Los expertos tenían la teoría de que los textos en los que Atra-Hasis es el héroe podían formar parte de una historia anterior del Diluvio, concretamente sumeria. Con el tiempo, se descubrieron las suficientes tablillas babilonias, asirías, cananeas e, incluso, sumerias originales como para permitir un importante reensamblaje de la epopeya de Atra-Hasis, un trabajo maestro cuyos principales artífices fueron W. G. Lambert y A. R. Millard (Atra-Hasis: The Babylonian Story of the Flood).
Tras describir el duro trabajo de los anunnaki, su motín y la subsiguiente creación del Trabajador Primitivo, la epopeya relata cómo comenzó el Hombre a procrear y a multiplicarse (cosa que también sabemos por la versión bíblica). Con el tiempo, la Humanidad empezó a disgustar a Enlil.
La tierra se extendía, la gente se multiplicaba;
en la tierra, como toros salvajes yacían.
El dios se molestó con sus uniones;
el dios Enlil oía sus declaraciones,
y dijo a los grandes dioses:
«Las declaraciones de la Humanidad se han hecho agobiantes;
sus uniones no me dejan dormir».
Entonces, Enlil -una vez más, en el papel de perseguidor de la Humanidad- ordenó un castigo. Ahora, uno esperaría leer algo sobre la llegada del Diluvio, pero no. Sorprendentemente, Enlil no llegaba siquiera a mencionar un Diluvio ni ninguna ordalía acuática similar. En vez de esto, pidió que se diezmara a la Humanidad con la peste y otras enfermedades.
Las versiones acadia y asiria de la epopeya hablan de los «dolores, mareos, resfriados, fiebre», así como de las «enfermedades, plagas y peste» que afligieron a la Humanidad y a su ganado después de la petición de Enlil de un castigo. Pero los planes de Enlil no funcionaron. Resultó que «el que era extremadamente sabio» -Atra-Hasis-era alguien especialmente cercano al dios Enki. Contando su propia historia en algunas de las versiones, dice: «Yo soy Atra-Hasis; vivía en el templo de Ea, mi señor». Con «su mente atenta a su Señor Enki», Atra-Hasis apeló a él para que desmontara el plan de su hermano Enlil:
«Ea, Oh Señor, la Humanidad gime;
la furia de los dioses consume la tierra.
¡Y, sin embargo, tú eres el que nos ha creado!
¡Que cesen los dolores, los mareos,
los resfriados, la fiebre!».
Hasta que no se encontraron más tablillas rotas, no supimos cuál había sido el consejo de Enki. Éste dijo algo de «...que aparezca en la tierra». Fuera lo que fuera, funcionó. Poco después, Enlil se quejó amargamente a los dioses de que «la población no ha disminuido; ¡son más numerosos que antes!».
Entonces, se puso a esbozar el exterminio de la Humanidad a través del hambre. «¡Que se le corten los suministros a la gente; que sus vientres carezcan de frutas y vegetales!» La hambruna tenía que acaecer a través de las fuerzas de la naturaleza, por escasez de lluvia y falta de irrigación.
Que las lluvias del dios de la lluvia se retengan arriba;
abajo, que las aguas no salgan de sus fuentes.
Que el viento sople y reseque el suelo;
que las nubes se espesen, pero que retengan su aguacero.
Incluso las fuentes de alimentación marinas tenían que desaparecer. A Enki se le ordenó que «pasara el cerrojo y atrancara el mar», y que «guardara» sus alimentos lejos de la gente.
La sequía no tardó en difundir la devastación.
Desde arriba, el calor no era...
Abajo, las aguas no surgían de sus fuentes.
La matriz de la Tierra no daba frutos;
la vegetación no crecía...
Los negros campos se hicieron blancos;
la amplia llanura se asfixió con sal.
La hambruna resultante causó estragos entre la gente, y la situación fue empeorando con el paso del tiempo. Los textos mesopotámicos hablan de una devastación creciente a lo largo de seis sha-at-tam's -un término que algunos traducen como «años», pero que literalmente significa «pasos»-, y, como la versión asiria aclara, «un año de Anu»:
Durante un sha-at-tam ellos comieron la hierba de la tierra.
Durante el segundo sha-at-tam sufrieron la venganza.
El tercer sha-at-tam llegó;
sus rasgos se vieron alterados por el hambre,
sus rostros estaban incrustados...
estaban viviendo al borde de la muerte.
Cuando el cuarto sha-at-tam llegó,
sus rostros parecían verdes;
caminaban encorvados por las calles;
su ancho [¿hombros?] se hizo estrecho.
Para el quinto «paso», la vida humana comenzó a deteriorarse. Las madres cerraban las puertas a sus propias hijas hambrientas. Las hijas espiaban a sus madres para ver si ocultaban comida. Para el sexto «paso», había un canibalismo desenfrenado.
Cuando el sexto sha-at-tam llegó
se preparaban a la hija para la comida;
al hijo se preparaban como alimento...
Una casa devoraba a la otra.
Los textos hablan de la insistente intercesión de Atra-Hasis ante su dios Enki. «En la casa de su dios... puso el pie;... todos los días lloraba, trayendo oblaciones por la mañana... invocaba el nombre de su dios», buscando la ayuda de Enki para detener la hambruna.
Sin embargo, Enki debía sentirse ligado a la decisión de las otras deidades, pues, en un primer momento, no respondió. Es bastante posible que, incluso, se ocultara de su fiel adorador, que dejara el templo y saliera a navegar por sus amados pantanos. «Cuando el pueblo estaba viviendo al filo de la muerte», Atra-Hasis «puso su lecho de cara al río». Pero no hubo respuesta.
La visión de una Humanidad hambrienta y desintegrada, de padres que se comían a sus propios hijos, trajo finalmente lo inevitable: otro enfrentamiento entre Enki y Enlil. En el séptimo «paso», cuando los hombres y las mujeres que quedaban eran «como fantasmas de los muertos», recibieron un mensaje de Enki. «Haced un gran ruido en la tierra», dijo. Enviad heraldos que ordenen a toda la gente: «No veneréis a vuestros dioses, no recéis a vuestras diosas». ¡Que haya desobediencia total!
Bajo la tapadera de este alboroto, Enki planeaba una acción más concreta. Los textos, bastante fragmentados en este punto, desvelan que Enki convocó una asamblea secreta de «ancianos» en su templo. «Ellos entraron... tomaron consejo en la Casa de Enki». En primer lugar, Enki se exoneró contándoles lo mucho que se había opuesto a los actos de los demás dioses. Después, esbozó un plan de acción que, de algún modo, tenía que ver con su mando sobre los mares y el Mundo Inferior.
Podemos recoger los detalles clandestinos del plan a partir de unos versículos fragmentarios: «Por la noche... después de que él...» alguien tenía que estar «a la orilla del río» a determinada hora, quizás para esperar el regreso de Enki desde el Mundo Inferior. De allí, Enki «trajo a los guerreros del agua» -quizás también algunos de los terrestres que eran Trabajadores Primitivos en las minas. En el momento acordado, se cursaron las órdenes: «¡Vamos!... la orden...»
A pesar de todas las líneas que se han perdido, podemos suponer lo que sucedió a partir de la reacción de Enlil. «Estaba lleno de ira». Convocó la Asamblea de Dioses y envió a su alguacil para que trajera a Enki. Después, se levantó y acusó a su hermano de romper los planes de vigilancia y contención:
Todos nosotros, Grandes Anunnaki,
llegamos juntos a una decisión...
Ordené que, en el Pájaro del Cielo,
Adad vigilaría las regiones superiores;
que Sin y Nergal vigilarían
las regiones medias de la Tierra;
que el cerrojo, la barrera del mar,
tú [Enki] vigilarías con tus cohetes.
¡Pero tú has dejado pasar provisiones para la gente!
Enlil acusó a su hermano de romper el «cerrojo del mar». Pero Enki negó que aquello hubiera ocurrido con su consentimiento:
El cerrojo, la barrera del mar,
guardé con mis cohetes.
[Pero] cuando... escapó de mí...
una miríada de pescado... desapareció;
ellos rompieron el cerrojo...
ellos mataron a los guardianes del mar.
Enki afirmó que había capturado a los culpables y que los había castigado, pero Enlil no se dio por satisfecho. Pidió que Enki «dejara de alimentar a su gente», que ya no suministrara «raciones de cereales con las que la gente rebosa de salud». La reacción de Enki fue asombrosa:
El dios se hartó de la sesión;
en la Asamblea de los Dioses,
la risa le venció.
Podemos imaginarnos el pandemónium que se organizó. Enlil estaba furioso. Hubo acalorados intercambios con Enki y gritos. «¡No deja de calumniar!» Cuando la Asamblea recuperó por fin el orden, Enlil recuperó la palabra de nuevo. Les recordó a sus colegas y subordinados que había sido una decisión unánime. Hizo un repaso de los acontecimientos que habían llevado a la creación del Trabajador Primitivo, y recordó las muchas veces que Enki había «roto la norma».
Pero, dijo, aún había una posibilidad para condenar a la Humanidad. Una «inundación exterminadora» estaba al caer. La catástrofe que se avecinaba debía mantenerse en secreto, a resguardo del pueblo. Pidió a los miembros de la Asamblea que se comprometieran a guardar el secreto y, lo que es más importante, que «el príncipe Enki se comprometa con un juramento».
Enlil abrió la boca para hablar
y se dirigió a la Asamblea de todos los dioses:
«¡Vamos, todos, y prestemos juramento
sobre la Inundación Exterminadora!».
Anu juró primero;
Enlil juró; sus hijos juraron con él.
Al principio, Enki se negó a prestar juramento. «¿Por qué me quieres comprometer con un juramento?», preguntó. «¿Acaso voy a levantar mis manos contra mis propios humanos?» Pero, al final, fue obligado a pronunciar el juramento. Uno de los textos dice, específicamente, «Anu, Enlil, Enki y Ninhursag, los dioses del Cielo y la Tierra, han prestado juramento». La suerte estaba echada.
¿Cuál fue el juramento al que se comprometió Enki? Tal como decidió interpretarlo, Enki juró que no revelaría al pueblo el secreto del Diluvio que se avecinaba; pero, ¿acaso no podía contárselo a una pared? Hizo que Atra-Hasis fuera al templo, e hizo que se pusiera detrás de un biombo. Después, Enki fingió que hablaba con el biombo, no con su devoto terrestre. «Biombo de junco», dijo:
«Presta atención a mis instrucciones.
En todos los lugares habitados, sobre las ciudades,
una tormenta asolará.
Ésa será la destrucción de la simiente de la Humanidad...
Éste es el último fallo,
la palabra de la Asamblea de los dioses,
la palabra dicha por Anu, Enlil y Ninhursag».
(Este subterfugio explica el argumento que expondría Enki más tarde, cuando se descubrió que Noé/Utnapistim había sobrevivido, al decir que él no había roto su juramento -al decir que aquel terrestre «extremadamente sabio», (atra-hasis), había descubierto el secreto del Diluvio por sí mismo, a través de la correcta interpretación de los signos.) Existen sellos en los que se ve a un asistente sosteniendo el biombo mientras Ea -como Dios Serpiente- revela el secreto a Atra-Hasis. (Fig. 160)
El consejo que le dio Enki a su fiel sirviente fue que construyera una nave, pero éste le dijo: «Yo nunca he construido un barco... hazme un plano en el suelo para que pueda verlo», y entonces Enki le dio las instrucciones precisas sobre las medidas que debía tener y sobre su construcción. Acostumbrados a las historias bíblicas, nos imaginamos el «arca» como un barco muy grande, con cubiertas y superestructuras. Pero el término bíblico teba proviene de la raíz «hundido», por lo que hay que llegar a la conclusión de que Enki le dio instrucciones a su Noe para que construyera un barco sumergible, un submarino.
El texto acadio dice que Enki hablaba de un barco «techado por encima y por debajo», herméticamente sellado con «brea dura». No tenían que haber cubiertas ni aberturas, «de modo que el sol no viera el interior». Tenía que ser un barco «como un barco del Apsu», un Sulili; y éste es el término que se utiliza en la actualidad, en hebreo, Soleleth, para identificar un submarino.
«Que el barco», dijo Enki, «sea un MA.GUR.GUR» -«un barco que pueda darse la vuelta y caer». Lo cierto es que sólo un barco así podía haber sobrevivido a una avalancha de aguas tan arrolladora.
La versión de Atra-Hasis, al igual que las demás, reitera que, aunque la calamidad estaba a siete días vista, la gente no era consciente de lo que se avecinaba. Atra-Hasis utilizó la excusa de que la «nave del Apsu» que estaba construyendo le iba a permitir ir a la morada de Enki, evitando así la ira de Enlil. Y la excusa fue aceptada sin más, pues las cosas estaban realmente mal. El padre de Noé había tenido la esperanza de que su nacimiento señalara el fin del largo tiempo de sufrimiento que habían padecido. El problema del pueblo era la sequía -la ausencia de lluvia, la escasez de agua. ¿Quién, en su sano juicio, habría pensado que estaba a punto de perecer en una avalancha de agua?
No obstante, aunque los seres humanos no podían leer las señales, los nefilim sí que podían. Para ellos, el Diluvio no era un acontecimiento repentino; aunque era inevitable, ellos detectaron su llegada. El plan de los dioses para destruir a la Humanidad ya no descansaba en un papel activo, sino pasivo. Ellos no provocaron el Diluvio; ellos, simplemente, se confabularon para que los terrestres no se enteraran de su llegada.
Sin embargo, conscientes de la inminente calamidad y de su impacto global, los nefilim tomaron las medidas oportunas para poner a salvo sus pellejos. Estando la Tierra a punto de ser engullida por las aguas, no tenían más que una dirección de salida: hacia el cielo. Cuando la tormenta que precedió al Diluvio comenzó a rugir, los nefilim im se subieron a su lanzadera y permanecieron en órbita terrestre hasta que las aguas comenzaron a descender.
El día del Diluvio, como mostraremos ahora, fue el día en que los dioses huyeron de la Tierra.
La señal que tenía que esperar Utnapistim para reunirse con los demás en el arca y sellarla era ésta:
Cuando Shamash,
que da la orden del temblor al anochecer,
haga caer una lluvia de erupciones-
¡sube a bordo del barco
y atranca la entrada!
Como sabemos, Shamash tenía a su cargo el espaciopuerto de Sippar. No nos cabe la menor duda de que Enki dio instrucciones a Utnapistim para que vigilara la primera señal de lanzamientos espaciales en Sippar. Shuruppak, que es donde vivía Utnapistim, estaba sólo a 18 beru (unos 180 kilómetros) al sur de Sippar. Dado que los lanzamientos debían tener lugar al anochecer, no habría problemas para ver la «lluvia de erupciones» que harían «caer» las naves espaciales.
Aunque los nefilim estaban preparados para el Diluvio, su llegada fue una experiencia aterradora. «El ruido del Diluvio... hizo temblar a los dioses». Pero, cuando llegó el momento de dejar la Tierra, los dioses, «dando la vuelta, ascendieron a los cielos de Anu». La versión asiría de Atra-Hasis dice que los dioses utilizaron el rukub ilani («carro de los dioses») para escapar de la Tierra. «Los Anunnaki elevaron» sus naves espaciales, como antorchas, «iluminando la tierra con su resplandor».
En órbita alrededor de la Tierra, los nefilim vieron una escena de la destrucción que les afectó profundamente. Los textos del Gilgamesh nos cuentan que, cuando la tormenta creció en intensidad, no sólo «uno no podía ver a su compañero», sino que «tampoco se podía reconocer a la gente desde los cielos». Apiñados en su nave espacial, los dioses se, esforzaban por ver lo que estaba sucediendo en el planeta del cual acababan de despegar.
Los dioses se encogieron como perros,
se agacharon contra la pared exterior.
Ishtar gritó como una mujer de parto:
«Los días de antaño se han convertido en barro»....
Los dioses anunnaki lloraban con ella.
Los dioses, abatidos todos, se sentaron y lloraron;
tenían los labios apretados... uno y todos.
Los textos de Atra-Hasis repiten el mismo tema. Los dioses, mientras huían, pudieron ver la destrucción también. Pero la situación dentro de sus propias naves tampoco era muy estimulante. Parece ser que tuvieron que repartirse entre varias naves espaciales; la Tablilla III de la epopeya de Atra-Hasis describe las condiciones a bordo de una nave donde los anunnaki compartían alojamiento con la Diosa Madre.
Los Anunnaki, grandes dioses,
se fueron sentando sedientos, hambrientos...
Ninti lloró y dejó salir sus emociones;
lloraba y aliviaba sus sentimientos.
Los dioses lloraban con ella por la tierra.
Ella estaba abrumada por el dolor,
tenía sed de cerveza.
Donde ella se había sentado, se sentaron los dioses llorando;
amontonándose como ovejas en un abrevadero.
Tenían los labios febriles por la sed,
y sufrían retortijones a causa del hambre.
La misma Diosa Madre, Ninhursag, estaba conmocionada por tan completa devastación, y se lamentaba por lo que estaba viendo:
La Diosa vio y lloró...
tenía los labios cubiertos de calenturas...
«Mis criaturas se han convertido como en moscas-
llenan los ríos como libélulas, el retumbante mar se ha llevado su paternidad».
Pero, ¿cómo podía salvar su propia vida mientras la Humanidad, la que había ayudado a crear, estaba muriendo? ¿Cómo podía haber dejado la Tierra?, se preguntaba.
«¿Debo ascender al Cielo,
para residir en la Casa de las Ofrendas,
donde Anu, el Señor, me ha ordenado ir?»
Las órdenes de los nefilim eran claras: abandonad la Tierra, «ascended al Cielo». Fue la vez en la que el Duodécimo Planeta estuvo más cerca de la Tierra, dentro del cinturón de asteroides (el «Cielo»), como lo sugiere el hecho de que Anu fuera capaz de asistir personalmente a las cruciales conversaciones que tuvieron lugar poco antes del Diluvio.
Enlil y Ninurta -acompañados quizás por la élite de los anunnaki, aquellos que habían ocupado Nippur- estaban en una nave espacial, planeando, sin duda, volver a encontrarse con la nave principal. Pero los demás dioses no estaban tan resueltos. Obligados a abandonar la Tierra, se habían dado cuenta, de pronto, del apego que habían llegado a sentir por el planeta y por sus habitantes. En una nave, Ninhursag y su grupo de anunnaki debatían los méritos de las órdenes que había dado Anu. En otra, Ishtar gritaba: «Los días de antaño se han convertido en barro»; los anunnaki que estaban en su nave «lloraban con ella».
Enki, obviamente, estaba también en otra nave o, de lo contrario, habría descubierto a los demás que se las había ingeniado para salvar la simiente de la Humanidad. Sin duda, tenía motivos para sentirse menos pesimista, pues las evidencias sugieren que también había planeado el encuentro en el Ararat.
Las versiones antiguas parecen dar a entender que, simplemente, el arca fue llevada hasta la región del Ararat por las aguas torrenciales, que la «tormenta-sur» habría llevado al barco hacia el norte. Pero los textos mesopotámicos reiteran que Atra-Hasis/Utnapistim llevó consigo un «Barquero» llamado Puzúr-Árnurri («occidental que conoce los secretos»). A él, el Noé mesopotámico «le cedió la estructura, junto con su contenido» en cuanto se desató la tormenta. ¿Para qué necesitaba a un experimentado navegante, a menos que fuera " para llevar el arca hasta un destino concreto?
Como ya hemos visto, los nefilim utilizaban los picos de Ararat como puntos de referencia desde el principio. Siendo las cumbres más altas en esa parte del globo, esperarían que fuera lo primero en reaparecer sobre el manto de agua. Y, dado que Enki, «El Sabio, el Omnisciente», podía suponer esto, nos atrevemos a conjeturar que dio instrucciones a su sirviente para llevar el arca hacia el Ararat, planeando el encuentro desde un principio.
La versión del Diluvio de Beroso, según la cuenta el griego Abideno, dice: «Cronos le reveló a Sisithros que iba a haber un Diluvio en el decimoquinto día de Daisios [el segundo mes], y le ordenó que ocultase en Sippar, la ciudad de Shamash, todos los escritos que pudiera. Sisithros llevó a cabo lo que se le dijo, inmediatamente después salió navegando en dirección a Armenia y, acto seguido, sucedió lo que el dios había anunciado».
Beroso repite los detalles referentes a la liberación de las aves. Cuando Sisithros (que es atra-asis al revés) iba a ser llevado por los dioses a su morada, explicó al resto de la gente del arca que se encontraban en ese momento «en Armenia» y que tenían que volver (a pie) a Babilonia. En esta versión, no sólo nos encontramos con la relación con Sippar, el espaciopuerto, sino también con la confirmación de que Sisithros recibió instrucciones para «navegar inmediatamente hasta Armenia» -al país del Ararat.
Tan pronto como Atra-Hasis tocó tierra, sacrificó algunos animales y los asó al fuego. No es de sorprender que los exhaustos y hambrientos dioses «acudieron como moscas a la ofrenda». De pronto, se dieron cuenta de que el Hombre, el alimento que éste cultivaba y el ganado que criaba eran esenciales. «Cuando, por fin, Enlil llegó y vio el arca, montó en cólera». Pero la lógica de la situación y la persuasión de Enki prevalecieron; Enlil hizo las paces con los restos de la Humanidad y se llevó a Atra-Hasis/Utnapistim en su nave a la Morada Eterna de los Dioses.
Otro factor que pudo pesar en la rápida decisión de hacer las paces con la Humanidad pudo ser la progresiva retirada de las aguas del Diluvio y la aparición de tierra seca y de vegetación sobre ella. Ya hemos visto que los nefilim supieron con antelación que se aproximaba una calamidad; pero aquello era tan singular en su experiencia que temieron que la Tierra quedara inhabitable para siempre. Cuando aterrizaron en el Ararat, vieron que éste no era el caso. La Tierra seguía siendo habitable y, para vivir en ella, necesitarían al hombre.
¿Qué fue aquella catástrofe, previsible pero inevitable? Una clave importante para desentrañar el misterio del Diluvio es darse cuenta de que no fue un acontecimiento único y repentino, sino la culminación de una cadena de acontecimientos.
Unas atípicas plagas afectaron a hombres y animales, y una grave sequía precedió a la ordalía de agua; un proceso que duró, según las fuentes mesopotámicas, siete «pasos», o shar's. Estos fenómenos sólo podrían estar justificados por importantes cambios climáticos. Estos cambios habían estado relacionados con las periódicas glaciaciones y épocas interglaciales que habían dominado el pasado inmediato del planeta. La reducción de las precipitaciones, el descenso del nivel del agua en mares y lagos, y la desecación de las fuentes de agua subterránea eran las señales de identidad de una glaciación inminente. Dado que el Diluvio, que terminó abruptamente con estos trastornos, vino seguido por la civilización sumeria y el actual período postglacial, la glaciación en cuestión sólo pudo ser la última.
Nuestra conclusión es que los acontecimientos del Diluvio nos hablan del último período glacial de la Tierra y de su catastrófico final.
Perforando las cubiertas de hielo del Ártico y el Antártico, los científicos han podido medir el oxígeno atrapado en las distintas capas y han podido valorar, a partir de ello, el clima que ha imperado en los últimos milenios. Las muestras recogidas del fondo de los mares, como, por ejemplo, las recogidas en el Golfo de México, en las que se mide la proliferación o la disminución de vida marina, les permite estimar también las temperaturas de las distintas épocas del pasado. Basándose en estos descubrimientos, los científicos aseguran ahora que el último período glacial comenzó hace unos 75.000 años y experimentó un minicalentamiento hace unos 40.000 años. Hace alrededor de 38.000 años, sobrevino un período más duro, más frío y seco. Y después, hace unos 13.000 años, el período glacial terminó abruptamente, dando entrada a nuestro actual clima suave.
Poniendo en línea la información bíblica y sumeria, nos encontramos con que los momentos duros, la «maldición de la Tierra», comenzó en la época del padre de Noé, Lámek. Su esperanza en que el nacimiento de Noé («respiro») marcara el fin de las penurias se cumplió de un modo inesperado, a través del catastrófico Diluvio.
Muchos estudiosos creen que los diez patriarcas bíblicos antediluvianos (desde Adán hasta Noé) son, de algún modo, homólogos de /los diez soberanos antediluvianos de las listas de reyes sumerios. Estas listas no le aplican los títulos divinos de DIN.GIR o EN a los dos últimos de esos diez, y tratan a Ziusundra/Utnapistim y a su padre, Ubar-Tutu, como hombres. Los dos últimos son los homólogos de Noé y de su padre, Lámek; y, según las listas sumerias, entre los dos reinaron un total de 64.800 años, hasta que tuvo lugar el Diluvio. El último período glacial, desde hace 75.000 hasta hace 13.000 años, duró 62.000 años. Dado que las penurias comenzaron cuando Ubar-tutu/Lámek ya estaba reinando, esos 62.000 encajan perfectamente con los 64.800.
Además, las condiciones más duras se prolongaron, según la epopeya de Atra-Hasis, durante siete shar's, es decir, 25.200 años. Los científicos han descubierto evidencias de un período extremadamente duro entre hace 38.000 y 13.000 años, es decir, un lapso de 25.000 años. Una vez más, las evidencias mesopotámicas y los descubrimientos de los científicos actuales se corroboran entre sí.
Nuestro esfuerzo por desentrañar el misterio del Diluvio, por tanto, se concentra en los cambios climáticos de la Tierra y, en particular, en el colapso abrupto del período glacial que tuvo lugar hace unos 13.000 años.
¿Qué pudo causar un repentino cambio climático de tal magnitud?
De las muchas teorías que han avanzado los científicos, nos intriga la sugerida por el Dr. John T. Hollín, de la Universidad de Maine. El Dr. Hollin sostiene que la capa de hielo de la Antártida se rompe periódicamente y se desliza en el mar, ¡creando una repentina y gigantesca marea!
Esta hipótesis -aceptada y ampliada por otros- sugiere que, a medida que la capa de hielo se va haciendo más y más gruesa, no sólo atrapa más calor de la Tierra debajo de la capa de hielo, sino que también crea en su fondo (debido a la presión y a la fricción) una capa medio derretida y, de ahí, resbaladiza, que actúa como un lubricante entre la gruesa capa de hielo de arriba y la tierra sólida de abajo, provocando que la primera se deslice, más pronto o más tarde, en el océano circundante.
Hollin calculó que, sólo con que la mitad de la actual capa de hielo de la Antártida (que, en promedio, tiene más de kilómetro y medio de grosor) se deslizara en los mares del sur, la inmensa marea que provocaría elevaría el nivel de todos los mares del globo en unos 18 metros, inundando ciudades costeras y tierras bajas.
En 1964, A. T. Wilson, de la Universidad Victoria, en Nueva Zelanda, ofreció la teoría de que los períodos glaciales terminaron abruptamente con deslizamientos como éstos sucedidos no sólo en el Antártico, sino también en el Ártico. Creemos que los distintos textos y los hechos reunidos justifican la conclusión de que el Diluvio fue el resultado del deslizamiento en las aguas del Antartico de miles de millones de toneladas de hielo, trayendo con ello el fin repentino de la última gradación.
El súbito acontecimiento desencadenó una inmensa marea. Comenzando con las aguas del Antártico, se extendió hacia el norte por los océanos Atlántico, Pacífico e índico. El abrupto cambio de temperatura debió crear unas violentas tormentas acompañadas por torrentes de lluvia. Moviéndose más rápido que las aguas, las tormentas, las nubes y el oscurecimiento de los cielos debieron anunciar la avalancha de agua que se aproximaba.
Ése es exactamente el fenómeno que se describe en los textos antiguos.
Tal como le había ordenado Enki, Atra-Hasis hizo subir a todos al arca mientras él se quedaba fuera para esperar la señal para subir a bordo y sellar la nave. Dándonos un detalle de «interés humano», el antiguo texto nos cuenta que Atra-Hasis, a pesar de habérsele ordenado quedarse fuera de la nave, «entraba y salía; no podía estar sentado, no podía agacharse... su corazón estaba roto; estuvo vomitando bilis». Pero, entonces,
... la Luna desapareció...
El aspecto del tiempo cambió;
las lluvias rugieron en las nubes...
Los vientos se hicieron salvajes...
... el Diluvio estaba en camino,
su fuerza cayó sobre la gente como una batalla;
Una persona no veía a otra,
no eran reconocibles en la destrucción.
El Diluvio bramó como un toro;
los vientos gimieron como un asno salvaje.
La oscuridad era densa;
no se podía ver el Sol.
«La Epopeya de Gilgamesh» es muy específica en lo relativo a la dirección de la cual vino la tormenta: vino del sur. Nubes, vientos, lluvia y oscuridad precedieron, sin duda, a la marea que echó abajo, en primer lugar, «los puestos de Nergal» en el Mundo Inferior:
Con el fulgor de la aurora
una nube negra se elevó en el horizonte;
en su interior, el dios de las tormentas tronaba-
Todo lo que había sido luminoso
se tornó oscuridad-
Durante un día sopló la tormenta del sur,
ganando velocidad mientras soplaba, sumergiendo las montañas...
Seis días y seis noches sopló el viento
mientras la Tormenta del Sur barría la tierra.
Cuando llegó el séptimo día,
el Diluvio de la Tormenta del Sur amainó.
Las referencias a la «tormenta del sur», al «viento del sur», indican con claridad la dirección desde la cual llegó el Diluvio, sus nubes y vientos, los «heraldos de la tormenta», moviéndose «sobre colinas y llanuras» hasta alcanzar Mesopotamia. Ciertamente, una tormenta y una avalancha de agua originadas en el Antartico alcanzarían Mesopotamia a través del Océano índico después de engullir las colinas de Arabia, inundando más tarde la llanura del Tigris y el Eufrates. «La Epopeya de Gilgamesh» nos dice también que, antes de que la gente y la tierra quedaran sumergidos, las «represas de la tierra seca» y sus diques fueron «destrozados»: el litoral continental resultó arrollado y barrido.
La versión bíblica del Diluvio dice que saltaron «las fuentes del Gran Abismo» antes de que se abrieran «las compuertas del cielo». En primer lugar, las aguas del «Gran Abismo» (qué nombre más descriptivo para los mares más meridionales, los mares helados del Antartico) se liberaron de su gélida reclusión; sólo entonces comenzaron las lluvias a caer del cielo.
Esta confirmación de nuestra manera de entender el Diluvio se repite, al revés, cuando el Diluvio amaina. En primer lugar, las «Fuentes del Abismo [se] cerraron»; después, la lluvia «fue arrestada de los cielos».
Tras la primera y gigantesca marea, las aguas aún «iban y venían» en inmensas olas. Después, las aguas comenzaron a «retroceder», y «fueron menos» después de 150 días, cuando el arca se posó entre los picos del Ararat. La avalancha de agua, viniendo desde los mares del sur, volvió a los mares del sur.
¿Cómo pudieron predecir los nefilim cuándo se iba a desencadenar el Diluvio en la Antártida?
Sabemos que los textos mesopotámicos relacionan el Diluvio y los cambios climáticos que lo precedieron con siete «pasos», algo que, indudablemente, tiene que ver con el tránsito periódico del Duodécimo Planeta por las inmediaciones de la Tierra. Sabemos que, incluso la Luna, el pequeño satélite de la Tierra, ejerce la suficiente atracción gravitatoria como para provocar las mareas. Tanto los textos mesopotámicos como los bíblicos describían de qué forma se sacudía la Tierra cada vez que el Señor Celestial pasaba por sus inmediaciones. ¿Pudo suceder que los nefilim, al observar los cambios climáticos y la inestabilidad de la capa de hielo antartica, se dieran cuenta de que, con el siguiente «paso» del Duodécimo Planeta, se desencadenaría la inevitable catástrofe?
Los antiguos textos demuestran que así fue como sucedió.
El más extraordinario de esos textos es uno que tiene unas treinta líneas inscritas, con una escritura cuneiforme en miniatura, en ambos lados de una tablilla de arcilla de poco más de dos centímetros de larga. Fue desenterrada en Assur, pero la profusión de palabras su-merias en el texto acadio no deja lugar a dudas sobre su origen sumerio. El Dr. Erich Ebeling determinó que era un himno que se recitaba en la Casa de los Muertos, de ahí que incluyera este texto en su obra maestra (Tod und Leben) sobre la muerte y la resurrección en la antigua Mesopotamia.
Sin embargo, un minucioso examen nos demuestra que la composición «invocaba los nombres» del Señor Celestial, el Duodécimo Planeta. En él, se elabora el significado de los distintos epítetos, relacionándolos con el paso del planeta por el lugar de la batalla con Tiamat -¡un tránsito que provoca el Diluvio!
El texto comienza anunciando que, a pesar de todo su poder y tamaño, el planeta («el héroe»), no obstante, orbita al Sol. El Diluvio era el «arma» de este planeta.
Su arma es el Diluvio;
Dios cuya Arma trae la muerte a los malvados.
Supremo, Supremo, Ungido...
Quien, como el Sol, cruza las tierras;
el Sol, su dios, él teme.
Pronunciando el «primer nombre» del planeta -que, desgraciadamente, es ilegible- el texto describe su paso cerca de Júpiter, hacia el lugar de la batalla con Tiamat:
Primer Nombre:...
el que repujó la banda circular;
el que partió en dos a la Ocupadora, echándola.
Señor, que en el tiempo de Akiti
dentro del lugar de la batalla de Tiamat reposa...
Cuya simiente son los hijos de Babilonia;
que no puede ser perturbado por el planeta Júpiter;
que por su fulgor creará.
Al acercarse, al Duodécimo Planeta se le llama SHILIG.LU.DIG («líder poderoso de los jubilosos planetas»). Se encuentra ahora muy cerca de Marte: «Con el brillo del dios [planeta] Anu dios [planeta] Lahmu se viste». Entonces, soltó el Diluvio sobre la Tierra:
Éste es el nombre del Señor
que desde el segundo mes hasta el mes de Addar
las aguas ha espoleado.
La elaboración de los dos nombres del texto ofrece una importante información en cuanto al calendario. El Duodécimo Planeta pasó por Júpiter y se acercó a la Tierra «en el tiempo de Akiti», cuando comenzaba el Año Nuevo mesopotámico. Durante el segundo mes estuvo muy cerca de Marte. Después, «desde el segundo mes hasta el mes de Addar» (el duodécimo mes), soltó el Diluvio sobre la Tierra.
Esto está perfectamente de acuerdo con el relato bíblico, que dice que «las fuentes del gran abismo saltaron» en el decimoséptimo día del segundo mes. El arca descansó en el Ararat en el séptimo mes; otra tierra seca era visible en el décimo mes; y el Diluvio terminó en el duodécimo mes -pues fue en «el primer día del primer mes» del siguiente año cuando Noé abrió la ventanilla del arca.
Al pasar a la segunda fase del Diluvio, cuando las aguas comenzaron a descender, el texto llama al planeta SHUL.PA.KUN.E.
Héroe, Señor Vigilante,
que reúnes las aguas;
que manando aguas
purificas al justo y al malvado;
que en la montaña de los picos gemelos
detuviste el...
... pez, río, río; la inundación se detuvo.
En la tierra montañosa, sobre un árbol, el ave descansó.
Día que... dijo.
A pesar de que algunas líneas son ilegibles por estar deteriorada la tablilla, los paralelismos con los relatos del Diluvio bíblico y los mesopotámicos son evidentes: la inundación había cesado, el arca se había «detenido» en la montaña de los picos gemelos; los ríos comenzaron a fluir de nuevo desde las cimas de las montañas y a llevar agua hacia el océano; se veían peces; se soltó un ave del arca. La ordalía había pasado.
El Duodécimo Planeta había pasado su «cruce». Se había acercado a la Tierra y se alejaba, acompañado por sus satélites:
Cuando el sabio grite: «¡Inundación! »-
es el dios Nibiru [«Planeta del Cruce»];
es el Héroe, el planeta de cuatro cabezas.
El dios, cuya arma es la Tormenta de la Inundación,
volverá;
a su lugar de descanso bajará él mismo.
(El planeta, alejándose, afirma el texto, volvió a cruzar el sendero de Saturno en el mes de Ululu, el sexto mes del año.)
El Antiguo Testamento se refiere con frecuencia al momento en que el Señor hizo que la Tierra se cubriera con las aguas del abismo. El Salmo 29 describe la «visita» así como el «retorno» de las «grandes aguas» por el Señor:
Al Señor, vosotros hijos de los dioses,
dad la gloria, reconoced el poder...
El sonido del Señor está sobre las aguas;
el Dios de gloria, el Señor,
tronó sobre las grandes aguas...
El sonido del Señor es poderoso,
el sonido del Señor es majestuoso;
el sonido del Señor partió los cedros...
Hace bailar como un novillo al [Monte del] Líbano,
y hace brincar al [Monte] Sirión como un toro joven.
El sonido del Señor enciende llamaradas;
el sonido del Señor sacudió el desierto...
El Señor al Diluvio [dijo]: «¡Vuelve!».
El Señor, como rey, está en el trono para siempre.
En el grandioso Salmo 77 -«Mi voz hacia Dios yo clamo»-, el salmista recuerda la aparición y la desaparición del Señor en tiempos primitivos:
He calculado los Días de Antaño,
los años de Olam...
Recordaré las gestas del Señor,
recuerdo tus maravillas en la antigüedad...
Tu curso, Oh Señor, está determinado;
ningún dios es tan grande como el Señor...
Las aguas te vieron, Oh Señor, y se estremecieron;
tus raudas chispas salieron.
El sonido de tu trueno retumbaba;
los relámpagos iluminaron el mundo;
la Tierra se agitaba y temblaba.
[Entonces] en las aguas iba tu camino,
tus senderos en las aguas profundas;
y tus huellas desaparecieron, desconocidas.
El Salmo 104, que ensalza las gestas del Señor Celestial, recordaba el momento en que los océanos arrasaron los continentes y se les hizo retroceder:
Fijaste la Tierra en constancia,
inconmovible para siempre jamás.
Con los océanos, como vestido, la cubriste;
sobre los montes persistía el agua.
Al reprenderlas tú, las aguas huyeron;
con el sonido de tu trueno, se alejaron raudas.
Saltaron las montañas, bajaron a los valles
hasta el lugar que tú les habías asignado.
Les pusiste un límite, para que no lo pasaran;
para que no vuelvan a cubrir la Tierra.
Las palabras del profeta Amós son aun más explícitas:
Ay de los que ansian el Día del Señor;
¿qué creéis que es?
Pues el Día del Señor es oscuridad y no luz...
La mañana se convirtió en la sombra de la muerte,
el día se hizo oscuro como la noche;
las aguas del mar se salieron
y se derramaron sobre la faz de la Tierra.
Éstos, por tanto, fueron los acontecimientos que tuvieron lugar «en los días de antaño». El «Día del Señor» fue el día del Diluvio.
Ya hemos visto que, después de aterrizar en la Tierra, los nefilim asociaron los primeros reinados en las primeras ciudades con los signos del Zodiaco -dando a los signos los epítetos de los distintos dioses con los que estaban relacionados. Ahora, veremos que el texto descubierto por Ebeling no sólo proporcionaba información a los hombres, sino también a los nefilim. El Diluvio, nos dice, ocurrió en la «Era de la constelación del León»:
Supremo, Supremo, Ungido;
Señor cuya corona radiante con terror se carga.
Planeta supremo: un asiento él ha erigido
de cara a la limitada órbita del rojo planeta [Marte].
A diario, dentro del León él está ardiendo;
su luz, su brillo declara reinos sobre las tierras.
También podemos comprender ahora un enigmático versículo de los rituales de Año Nuevo, que dice que fue «la constelación del León la que midió las aguas del abismo». Estas afirmaciones sitúan el tiempo del Diluvio dentro de un marco definido, pues, aunque los astrónomos de hoy en día no pueden determinar con precisión dónde establecían los súmenos el inicio de una casa zodiacal, la siguiente tabla de la eras se considera exacta.
60 a.C. a 2100 d.C.
2220 a.C. a 60 a.C.
4380 a.C. a 2220 a.C.
6540 a.C. a 4380 a.C.
8700 a.C. a 6540 a.C.
10.860 a.C. a 8700 a.C.
Era de Piscis Era de Aries Era de Tauro Era de Géminis Era de Cáncer Era de Leo
Si el Diluvio acaeció en la Era de Leo o, lo que es lo mismo, en algún momento entre el 10860 a.C. y el 8700 a.C, la fecha del Diluvio coincide con nuestra tabla temporal: según la ciencia moderna, la última glaciación terminó abruptamente en el hemisferio sur hace doce o trece mil años, y en el hemisferio norte uno o dos mil años
después.
El fenómeno zodiacal de la precesión nos ofrece una corroboración aun más amplia de nuestras conclusiones. Habíamos concluido antes que los nefilim llegaron a la Tierra 432.000 años (120 shar's) antes del Diluvio, en la Era de Piscis. En los términos del ciclo precesional, 432.000 años comprenden 16 ciclos completos, o Grandes Años, y más de medio de otro Gran Año, dentro de la «era» de la constelación de Leo.
Podemos reconstruir ahora la tabla temporal completa para los acontecimientos de los que se ocupan nuestros descubrimientos.
Hace años ACONTECIMIENTO
445.000 Los nefilim, liderados por Enki, llegan a la Tierra desde el Duodécimo Planeta. Se funda Eridú -Estación Tierra I- en el sur de Mesopotamia.
430.000 Las grandes placas de hielo comienzan a retroceder. El clima se hace benigno en Oriente Próximo.
415.000 Enki se traslada tierra adentro y funda Larsa.
400.000 El gran período interglacial se expande por todo el globo. Enlil llega a la Tierra, funda Nippur como Centro de Control de la Misión. Enki establece rutas marítimas hacia el sur de África y organiza operaciones mineras de extracción de oro.
360.000 Los nefilim fundan Bad-Tibira como centro metalúrgico de fundición y refinado. Se construye Sippar, el espaciopuerto, así como otras ciudades de los dioses.
300.000 El motín de los anunnaki. Enki y Ninhursag crean al Hombre -el «Trabajador Primitivo».
250.000 El «Homo sapiens primitivo» se multiplica y se propaga por otros continentes.
200.000 La vida en la Tierra se retrae durante un nuevo período glacial.
100.000 El clima se caldea de nuevo. Los hijos de los dioses toman a las hijas del Hombre por esposas.
77.000 Ubartutu/Lámek, un humano de parentesco divino, asume la corona en Shuruppak bajo el patrocinio de Ninhursag.
75.000 Comienza la «maldición de la Tierra» -una nueva glaciación. Tipos regresivos de Hombre vagan por la Tierra.
49.000 Comienza el reinado de Ziusudra («Noé»), «fiel servidor» de Enki.
38.000 El duro período climático de los «siete pasos» empieza a diezmar a la Humanidad. El Hombre de Neanderthal desaparece en Europa; sólo sobrevive el Hombre de CroMagnon (establecido en Oriente Próximo).
Enlil, desencantado con la Humanidad, busca su exterminio.
13.000 Los nefilim, al tanto de la inminente inundación que se desencadenará con la aproximación del Duodécimo Planeta, se conjuran para dejar perecer a la Humanidad. El Diluvio arrasa la Tierra, dando fin súbitamente a la glaciación.
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Cuidando la salud Video
Por Lara Kahalaf
Mesopotamia
La religión mesopotámica conoció una historia que duró cerca de mil quinientos años, entre los milenios III y II a. De C. Cada uno de sus dioses Enlil, Enki, Asur o Marduk, tuvo su época gloriosa que en la mayoría de los casos, estaba ligada a la hegemonía de la ciudad de la cual era el patón. Las ideas evolucionaron desde las de los sumerios que asociaban realidad cotidiana y divinidad, hasta la adivinación babilónica. Ahora no es cuestión de revelación, sino de la vida cotidiana que pone de manifiesto la existencia de lo sagrado.
La civilización mesopotámica está marcada de este modo yen cuanto empieza a utilizarse la escritura, incluso si especialmente compleja, estaba reservada aun reducido número de especialistas, comienzan a sentir la necesidad de fijar por escrito la mitología que aparece como el fundamento de la vida y de la situación social. Así surgieron las epopeyas, las oraciones, las invocaciones reflejando las creencias de la época. Algunas de ellas adoptan el papel de libros sagrados por los honores que se les hacen por el poder que su recitación parecía detentar.
Atrahasis es uno de los más antiguos. Cuenta cómo “cuando los dioses no eran más que hombres”, éstos se veían obligados a atender sus necesidades de subsistencia. Para aliviarlos se creó la humanidad. Pero por desgracia, estos nuevos seres organizaban tal escándalo que se hizo necesario hacerles morir. Entonces llegó el diluvio y con él la desaparición de la humanidad. Únicamente Atrahasis “el inteligentísimo”, el “Noé” babilónico fue capaza de superar los obstáculos.
Pero en el sigo XI a. De C. El mito de Atrahasis queda eclipsado porque aparece Emuma Elish que cuenta la creación a partir de la separación de Apse, las aguas dulces, y de Tiamat, las aguas amargas, hasta la toma del poder por parte de Marduk. Luego vinieron otros mitos, el de Ozu, sobre la rivalidad entre los dioses Nergal y Ereshkigal, y el de Era sobre el mundo de los infiernos, y otros muchos.
En esta literatura mitológica no está ausente la búsqueda espiritual. La Epopeya de Gilgamesh, el Mito de Adapa y el Mito de Etana evocan los deseos de inmortalidad que resulta ser inaccesible por razones diferentes en uno y otro caso.
Pero estos textos son el vehículo de una concepción de lo sagrado que se define, fundamentalmente, en tres dimensiones: en primer lugar es sagrado lo que es primordial, lo que existía antes que todas las cosas en los orígenes del mundo, de ahí los relatos cosmogónicos del Enuma Elish; a continuación se considera sagrado lo que es trascendente, fundamentalmente la divinidad y los hombres (y los objetos) en relación con ella, de ahí los relatos de luchas o rivalidades entre dioses como Atrhghasis y los mitos de Ozu y de Era; finalmente, es sagrado también, y aquí encontramos a una característica que se da también en numerosos pasajes bíblicos, todo lo que concierne a la sabiduría, de ahí la Epopeya de Gilgamesh y el Mito de Adaya
CUANDO LOS DIOSES HUYERON DE LA TIERRA
¿Qué fue aquel Diluvio, cuyas furiosas aguas barrieron la Tierra?
Algunos lo explican en términos de las inundaciones anuales de la llanura Tigris-Eufrates. Conjeturan que una de tales inundaciones pudo ser especialmente severa. Campos y ciudades, hombres y animales fueron barridos por la crecida de las aguas, y los pueblos primitivos, viendo el acontecimiento como un castigo de los dioses, propagaron la leyenda del Diluvio.
En uno de sus libros, Excavations at Ur, Sir Leonard Woolley relata que, en 1929, cuando los trabajos en el Cementerio Real de Ur estaban tocando a su fin, los trabajadores hicieron un pequeño pozo en un montículo cercano, cavando a través de una masa de cerámica rota y de cascotes de ladrillo. Casi un metro más abajo, llegaron a un nivel de barro endurecido, algo que, habitualmente, marca el punto donde una civilización ha comenzado. Pero, ¿es que milenios de vida urbana sólo habían dejado un metro de estratos arqueológicos?
Sir Leonard les pidió a los trabajadores que cavaran todavía más. Entonces profundizaron otro metro y, luego, metro y medio más. Seguían sacando «suelo virgen» -barro sin rastros de habitación humana. Pero, después de cavar a través de casi tres metros y medio de cieno y barro seco, los trabajadores llegaron a un estrato en el que empezaron ya a encontrarse trozos de cerámica verde e instrumentos de sílex. ¡Una civilización más antigua había sido enterrada bajo tres metros y medio de bario!
Sir Leonard se metió en el hoyo de un salto y examinó la excavación. Llamó a sus ayudantes, en busca de opiniones. Nadie tenía una teoría plausible. Después, la esposa de Sir Leonard dijo casi por casualidad: «¡Pero, si está claro, es el Diluvio!».
Sin embargo, otras delegaciones arqueológicas en Mesopotamia dudaron de esta maravillosa intuición. El estrato de barro donde no había rastros de habitación indicaba, efectivamente, una inundación. Pero, mientras los depósitos de Ur y al-'Ubaid sugerían la inundación entre el 3500 y el 4000 a.C, un depósito similar descubierto posteriormente en Kis se estimó que se había formado en los alrededores del 2800 a.C. La misma fecha (2800 a.C.) se estimó para unos estratos de barro encontrados en Erek y en Shuruppak, la ciudad del Noé sumerio. En Nínive, los excavadores encontraron, a una profundidad de 18 metros, nada menos que trece estratos alternos de barro y arena ribereña, datados entre el 4000 y el 3000 a.C.
Por tanto, la mayoría de los estudiosos creen que lo que Woolley encontró fueron los rastros de varias inundaciones locales, algo frecuente en Mesopotamia, donde las ocasionales lluvias torrenciales y las crecidas de los dos grandes ríos y sus frecuentes cambios de curso causan tales estragos. En cuanto a los diferentes estratos de barro, los expertos han llegado a la conclusión de que no pertenecen a una gran calamidad, como debió ser el monumental acontecimiento prehistórico que conocemos como el Diluvio.
El Antiguo Testamento es una obra maestra de brevedad y precisión. Las palabras siempre están muy bien elegidas para expresar los significados precisos; los versículos, relevantes; su orden, intencionado; su longitud, la necesaria. La totalidad de la historia de la Creación hasta la expulsión de Adán y Eva del Jardín del Edén se cuenta en 80 versículos. La relación completa de Adán y su linaje, aun con el relato diferenciado de Caín y su linaje, y Set, Enós y su linaje, se trata en 58 versículos. Pero el relato de la Gran Inundación mereció nada menos que 87 versículos. Era, bajo cualquier criterio editorial, la «historia principal». No era un mero acontecimiento local, fue una catástrofe que afectó a toda la Tierra, a toda la Humanidad. Los textos mesopotámicos afirman con claridad que «los cuatro rincones de la Tierra» se vieron afectados.
Como tal, fue un punto crucial en la prehistoria de Mesopotamia. Estaban los acontecimientos, las ciudades y la gente de antes del Diluvio, y los acontecimientos, las ciudades y la gente de después del Diluvio. Estaban todos los hechos de los dioses y el Reino que habían hecho descender del Cielo antes de la Gran Inundación, y el curso de los acontecimientos humanos y divinos cuando el Reino fue bajado de nuevo a la Tierra después de la Gran Inundación. Era la gran divisoria del tiempo.
No sólo las largas listas de reyes, sino también los textos relativos a reyes individuales y a su ascendencia hacían mención al Diluvio. En uno, por ejemplo, perteneciente a Ur-Ninurta, se recordaba el Diluvio como un acontecimiento remoto en el tiempo:
En aquel día, en aquel remoto día,
en aquella noche, en aquella remota noche,
en aquel año, en aquel remoto año
cuando el Diluvio tuvo lugar.
El rey asirio Assurbanipal, un mecenas de las ciencias que amasó una inmensa biblioteca de tablillas de arcilla en Nínive, declaró en una de sus inscripciones conmemorativas que él había encontrado y había sido capaz de leer «inscripciones en piedra de antes del Diluvio». En un texto acadio, en el que se habla de los nombres y su origen, se explica que hay una lista de nombres «de reyes de después del Diluvio». Un rey era ensalzado por ser «de simiente preservada desde antes del Diluvio». Y diversos textos científicos citan como fuente «los sabios de antaño, de antes del Diluvio».
No, el Diluvio no fue un acontecimiento local o una inundación periódica. Fue, según todos los relatos, un acontecimiento de una magnitud sin precedentes que sacudió la Tierra, una catástrofe que ni el Hombre ni los dioses habían experimentado hasta entonces, ni han experimentado después.
Los textos bíblicos y mesopotámicos que hemos examinado hasta ahora dejan unos cuantos misterios por resolver. ¿Qué terrible experiencia sufrió la Humanidad, que hizo que a Noé se le llamará «Respiro», con la esperanza de que su nacimiento señalara el fin de las penurias? ¿Cuál era el «secreto» que los dioses juraron guardar, y del que se acusó a Enki de haberlo desvelado? ¿Por qué el lanzamiento de un vehículo espacial desde Sippar fue la señal para que Utnapistim entrara y sellara el arca? ¿Dónde estuvieron los dioses mientras las aguas cubrían hasta la más alta de las montañas? ¿Y por qué valoraron tanto el sacrificio de carne asada que hizo Noé/Utnapistim?
A medida que vayamos descubriendo las respuestas a éstas y otras preguntas, veremos que el Diluvio no fue un castigo premeditado, producido por los dioses por voluntad propia. Descubriremos que, aunque el Diluvio fue un acontecimiento previsible, también fue inevitable, una calamidad natural en la cual los dioses no representaron un papel activo, sino pasivo. También mostraremos que el secreto que los dioses juraron no revelar era una conspiración contra la Humanidad, consistente en reservarse la información que tenían respecto a la próxima avalancha de agua, de modo que, mientras los nefilim se salvaban, la Humanidad pereciera.
Gran parte de los conocimientos que tenemos ahora sobre el Diluvio y los acontecimientos que lo precedieron provienen del texto «Cuando los dioses». En él, el héroe del Diluvio se llama Atra-Hasis. En el fragmento sobre el Diluvio que hay en «La Epopeya de Gilgamesh», Enki llama a Utnapistim «extremadamente sabio», que es lo que, en acadio, significa atra-hasis.
Los expertos tenían la teoría de que los textos en los que Atra-Hasis es el héroe podían formar parte de una historia anterior del Diluvio, concretamente sumeria. Con el tiempo, se descubrieron las suficientes tablillas babilonias, asirías, cananeas e, incluso, sumerias originales como para permitir un importante reensamblaje de la epopeya de Atra-Hasis, un trabajo maestro cuyos principales artífices fueron W. G. Lambert y A. R. Millard (Atra-Hasis: The Babylonian Story of the Flood).
Tras describir el duro trabajo de los anunnaki, su motín y la subsiguiente creación del Trabajador Primitivo, la epopeya relata cómo comenzó el Hombre a procrear y a multiplicarse (cosa que también sabemos por la versión bíblica). Con el tiempo, la Humanidad empezó a disgustar a Enlil.
La tierra se extendía, la gente se multiplicaba;
en la tierra, como toros salvajes yacían.
El dios se molestó con sus uniones;
el dios Enlil oía sus declaraciones,
y dijo a los grandes dioses:
«Las declaraciones de la Humanidad se han hecho agobiantes;
sus uniones no me dejan dormir».
Entonces, Enlil -una vez más, en el papel de perseguidor de la Humanidad- ordenó un castigo. Ahora, uno esperaría leer algo sobre la llegada del Diluvio, pero no. Sorprendentemente, Enlil no llegaba siquiera a mencionar un Diluvio ni ninguna ordalía acuática similar. En vez de esto, pidió que se diezmara a la Humanidad con la peste y otras enfermedades.
Las versiones acadia y asiria de la epopeya hablan de los «dolores, mareos, resfriados, fiebre», así como de las «enfermedades, plagas y peste» que afligieron a la Humanidad y a su ganado después de la petición de Enlil de un castigo. Pero los planes de Enlil no funcionaron. Resultó que «el que era extremadamente sabio» -Atra-Hasis-era alguien especialmente cercano al dios Enki. Contando su propia historia en algunas de las versiones, dice: «Yo soy Atra-Hasis; vivía en el templo de Ea, mi señor». Con «su mente atenta a su Señor Enki», Atra-Hasis apeló a él para que desmontara el plan de su hermano Enlil:
«Ea, Oh Señor, la Humanidad gime;
la furia de los dioses consume la tierra.
¡Y, sin embargo, tú eres el que nos ha creado!
¡Que cesen los dolores, los mareos,
los resfriados, la fiebre!».
Hasta que no se encontraron más tablillas rotas, no supimos cuál había sido el consejo de Enki. Éste dijo algo de «...que aparezca en la tierra». Fuera lo que fuera, funcionó. Poco después, Enlil se quejó amargamente a los dioses de que «la población no ha disminuido; ¡son más numerosos que antes!».
Entonces, se puso a esbozar el exterminio de la Humanidad a través del hambre. «¡Que se le corten los suministros a la gente; que sus vientres carezcan de frutas y vegetales!» La hambruna tenía que acaecer a través de las fuerzas de la naturaleza, por escasez de lluvia y falta de irrigación.
Que las lluvias del dios de la lluvia se retengan arriba;
abajo, que las aguas no salgan de sus fuentes.
Que el viento sople y reseque el suelo;
que las nubes se espesen, pero que retengan su aguacero.
Incluso las fuentes de alimentación marinas tenían que desaparecer. A Enki se le ordenó que «pasara el cerrojo y atrancara el mar», y que «guardara» sus alimentos lejos de la gente.
La sequía no tardó en difundir la devastación.
Desde arriba, el calor no era...
Abajo, las aguas no surgían de sus fuentes.
La matriz de la Tierra no daba frutos;
la vegetación no crecía...
Los negros campos se hicieron blancos;
la amplia llanura se asfixió con sal.
La hambruna resultante causó estragos entre la gente, y la situación fue empeorando con el paso del tiempo. Los textos mesopotámicos hablan de una devastación creciente a lo largo de seis sha-at-tam's -un término que algunos traducen como «años», pero que literalmente significa «pasos»-, y, como la versión asiria aclara, «un año de Anu»:
Durante un sha-at-tam ellos comieron la hierba de la tierra.
Durante el segundo sha-at-tam sufrieron la venganza.
El tercer sha-at-tam llegó;
sus rasgos se vieron alterados por el hambre,
sus rostros estaban incrustados...
estaban viviendo al borde de la muerte.
Cuando el cuarto sha-at-tam llegó,
sus rostros parecían verdes;
caminaban encorvados por las calles;
su ancho [¿hombros?] se hizo estrecho.
Para el quinto «paso», la vida humana comenzó a deteriorarse. Las madres cerraban las puertas a sus propias hijas hambrientas. Las hijas espiaban a sus madres para ver si ocultaban comida. Para el sexto «paso», había un canibalismo desenfrenado.
Cuando el sexto sha-at-tam llegó
se preparaban a la hija para la comida;
al hijo se preparaban como alimento...
Una casa devoraba a la otra.
Los textos hablan de la insistente intercesión de Atra-Hasis ante su dios Enki. «En la casa de su dios... puso el pie;... todos los días lloraba, trayendo oblaciones por la mañana... invocaba el nombre de su dios», buscando la ayuda de Enki para detener la hambruna.
Sin embargo, Enki debía sentirse ligado a la decisión de las otras deidades, pues, en un primer momento, no respondió. Es bastante posible que, incluso, se ocultara de su fiel adorador, que dejara el templo y saliera a navegar por sus amados pantanos. «Cuando el pueblo estaba viviendo al filo de la muerte», Atra-Hasis «puso su lecho de cara al río». Pero no hubo respuesta.
La visión de una Humanidad hambrienta y desintegrada, de padres que se comían a sus propios hijos, trajo finalmente lo inevitable: otro enfrentamiento entre Enki y Enlil. En el séptimo «paso», cuando los hombres y las mujeres que quedaban eran «como fantasmas de los muertos», recibieron un mensaje de Enki. «Haced un gran ruido en la tierra», dijo. Enviad heraldos que ordenen a toda la gente: «No veneréis a vuestros dioses, no recéis a vuestras diosas». ¡Que haya desobediencia total!
Bajo la tapadera de este alboroto, Enki planeaba una acción más concreta. Los textos, bastante fragmentados en este punto, desvelan que Enki convocó una asamblea secreta de «ancianos» en su templo. «Ellos entraron... tomaron consejo en la Casa de Enki». En primer lugar, Enki se exoneró contándoles lo mucho que se había opuesto a los actos de los demás dioses. Después, esbozó un plan de acción que, de algún modo, tenía que ver con su mando sobre los mares y el Mundo Inferior.
Podemos recoger los detalles clandestinos del plan a partir de unos versículos fragmentarios: «Por la noche... después de que él...» alguien tenía que estar «a la orilla del río» a determinada hora, quizás para esperar el regreso de Enki desde el Mundo Inferior. De allí, Enki «trajo a los guerreros del agua» -quizás también algunos de los terrestres que eran Trabajadores Primitivos en las minas. En el momento acordado, se cursaron las órdenes: «¡Vamos!... la orden...»
A pesar de todas las líneas que se han perdido, podemos suponer lo que sucedió a partir de la reacción de Enlil. «Estaba lleno de ira». Convocó la Asamblea de Dioses y envió a su alguacil para que trajera a Enki. Después, se levantó y acusó a su hermano de romper los planes de vigilancia y contención:
Todos nosotros, Grandes Anunnaki,
llegamos juntos a una decisión...
Ordené que, en el Pájaro del Cielo,
Adad vigilaría las regiones superiores;
que Sin y Nergal vigilarían
las regiones medias de la Tierra;
que el cerrojo, la barrera del mar,
tú [Enki] vigilarías con tus cohetes.
¡Pero tú has dejado pasar provisiones para la gente!
Enlil acusó a su hermano de romper el «cerrojo del mar». Pero Enki negó que aquello hubiera ocurrido con su consentimiento:
El cerrojo, la barrera del mar,
guardé con mis cohetes.
[Pero] cuando... escapó de mí...
una miríada de pescado... desapareció;
ellos rompieron el cerrojo...
ellos mataron a los guardianes del mar.
Enki afirmó que había capturado a los culpables y que los había castigado, pero Enlil no se dio por satisfecho. Pidió que Enki «dejara de alimentar a su gente», que ya no suministrara «raciones de cereales con las que la gente rebosa de salud». La reacción de Enki fue asombrosa:
El dios se hartó de la sesión;
en la Asamblea de los Dioses,
la risa le venció.
Podemos imaginarnos el pandemónium que se organizó. Enlil estaba furioso. Hubo acalorados intercambios con Enki y gritos. «¡No deja de calumniar!» Cuando la Asamblea recuperó por fin el orden, Enlil recuperó la palabra de nuevo. Les recordó a sus colegas y subordinados que había sido una decisión unánime. Hizo un repaso de los acontecimientos que habían llevado a la creación del Trabajador Primitivo, y recordó las muchas veces que Enki había «roto la norma».
Pero, dijo, aún había una posibilidad para condenar a la Humanidad. Una «inundación exterminadora» estaba al caer. La catástrofe que se avecinaba debía mantenerse en secreto, a resguardo del pueblo. Pidió a los miembros de la Asamblea que se comprometieran a guardar el secreto y, lo que es más importante, que «el príncipe Enki se comprometa con un juramento».
Enlil abrió la boca para hablar
y se dirigió a la Asamblea de todos los dioses:
«¡Vamos, todos, y prestemos juramento
sobre la Inundación Exterminadora!».
Anu juró primero;
Enlil juró; sus hijos juraron con él.
Al principio, Enki se negó a prestar juramento. «¿Por qué me quieres comprometer con un juramento?», preguntó. «¿Acaso voy a levantar mis manos contra mis propios humanos?» Pero, al final, fue obligado a pronunciar el juramento. Uno de los textos dice, específicamente, «Anu, Enlil, Enki y Ninhursag, los dioses del Cielo y la Tierra, han prestado juramento». La suerte estaba echada.
¿Cuál fue el juramento al que se comprometió Enki? Tal como decidió interpretarlo, Enki juró que no revelaría al pueblo el secreto del Diluvio que se avecinaba; pero, ¿acaso no podía contárselo a una pared? Hizo que Atra-Hasis fuera al templo, e hizo que se pusiera detrás de un biombo. Después, Enki fingió que hablaba con el biombo, no con su devoto terrestre. «Biombo de junco», dijo:
«Presta atención a mis instrucciones.
En todos los lugares habitados, sobre las ciudades,
una tormenta asolará.
Ésa será la destrucción de la simiente de la Humanidad...
Éste es el último fallo,
la palabra de la Asamblea de los dioses,
la palabra dicha por Anu, Enlil y Ninhursag».
(Este subterfugio explica el argumento que expondría Enki más tarde, cuando se descubrió que Noé/Utnapistim había sobrevivido, al decir que él no había roto su juramento -al decir que aquel terrestre «extremadamente sabio», (atra-hasis), había descubierto el secreto del Diluvio por sí mismo, a través de la correcta interpretación de los signos.) Existen sellos en los que se ve a un asistente sosteniendo el biombo mientras Ea -como Dios Serpiente- revela el secreto a Atra-Hasis. (Fig. 160)
El consejo que le dio Enki a su fiel sirviente fue que construyera una nave, pero éste le dijo: «Yo nunca he construido un barco... hazme un plano en el suelo para que pueda verlo», y entonces Enki le dio las instrucciones precisas sobre las medidas que debía tener y sobre su construcción. Acostumbrados a las historias bíblicas, nos imaginamos el «arca» como un barco muy grande, con cubiertas y superestructuras. Pero el término bíblico teba proviene de la raíz «hundido», por lo que hay que llegar a la conclusión de que Enki le dio instrucciones a su Noe para que construyera un barco sumergible, un submarino.
El texto acadio dice que Enki hablaba de un barco «techado por encima y por debajo», herméticamente sellado con «brea dura». No tenían que haber cubiertas ni aberturas, «de modo que el sol no viera el interior». Tenía que ser un barco «como un barco del Apsu», un Sulili; y éste es el término que se utiliza en la actualidad, en hebreo, Soleleth, para identificar un submarino.
«Que el barco», dijo Enki, «sea un MA.GUR.GUR» -«un barco que pueda darse la vuelta y caer». Lo cierto es que sólo un barco así podía haber sobrevivido a una avalancha de aguas tan arrolladora.
La versión de Atra-Hasis, al igual que las demás, reitera que, aunque la calamidad estaba a siete días vista, la gente no era consciente de lo que se avecinaba. Atra-Hasis utilizó la excusa de que la «nave del Apsu» que estaba construyendo le iba a permitir ir a la morada de Enki, evitando así la ira de Enlil. Y la excusa fue aceptada sin más, pues las cosas estaban realmente mal. El padre de Noé había tenido la esperanza de que su nacimiento señalara el fin del largo tiempo de sufrimiento que habían padecido. El problema del pueblo era la sequía -la ausencia de lluvia, la escasez de agua. ¿Quién, en su sano juicio, habría pensado que estaba a punto de perecer en una avalancha de agua?
No obstante, aunque los seres humanos no podían leer las señales, los nefilim sí que podían. Para ellos, el Diluvio no era un acontecimiento repentino; aunque era inevitable, ellos detectaron su llegada. El plan de los dioses para destruir a la Humanidad ya no descansaba en un papel activo, sino pasivo. Ellos no provocaron el Diluvio; ellos, simplemente, se confabularon para que los terrestres no se enteraran de su llegada.
Sin embargo, conscientes de la inminente calamidad y de su impacto global, los nefilim tomaron las medidas oportunas para poner a salvo sus pellejos. Estando la Tierra a punto de ser engullida por las aguas, no tenían más que una dirección de salida: hacia el cielo. Cuando la tormenta que precedió al Diluvio comenzó a rugir, los nefilim im se subieron a su lanzadera y permanecieron en órbita terrestre hasta que las aguas comenzaron a descender.
El día del Diluvio, como mostraremos ahora, fue el día en que los dioses huyeron de la Tierra.
La señal que tenía que esperar Utnapistim para reunirse con los demás en el arca y sellarla era ésta:
Cuando Shamash,
que da la orden del temblor al anochecer,
haga caer una lluvia de erupciones-
¡sube a bordo del barco
y atranca la entrada!
Como sabemos, Shamash tenía a su cargo el espaciopuerto de Sippar. No nos cabe la menor duda de que Enki dio instrucciones a Utnapistim para que vigilara la primera señal de lanzamientos espaciales en Sippar. Shuruppak, que es donde vivía Utnapistim, estaba sólo a 18 beru (unos 180 kilómetros) al sur de Sippar. Dado que los lanzamientos debían tener lugar al anochecer, no habría problemas para ver la «lluvia de erupciones» que harían «caer» las naves espaciales.
Aunque los nefilim estaban preparados para el Diluvio, su llegada fue una experiencia aterradora. «El ruido del Diluvio... hizo temblar a los dioses». Pero, cuando llegó el momento de dejar la Tierra, los dioses, «dando la vuelta, ascendieron a los cielos de Anu». La versión asiría de Atra-Hasis dice que los dioses utilizaron el rukub ilani («carro de los dioses») para escapar de la Tierra. «Los Anunnaki elevaron» sus naves espaciales, como antorchas, «iluminando la tierra con su resplandor».
En órbita alrededor de la Tierra, los nefilim vieron una escena de la destrucción que les afectó profundamente. Los textos del Gilgamesh nos cuentan que, cuando la tormenta creció en intensidad, no sólo «uno no podía ver a su compañero», sino que «tampoco se podía reconocer a la gente desde los cielos». Apiñados en su nave espacial, los dioses se, esforzaban por ver lo que estaba sucediendo en el planeta del cual acababan de despegar.
Los dioses se encogieron como perros,
se agacharon contra la pared exterior.
Ishtar gritó como una mujer de parto:
«Los días de antaño se han convertido en barro»....
Los dioses anunnaki lloraban con ella.
Los dioses, abatidos todos, se sentaron y lloraron;
tenían los labios apretados... uno y todos.
Los textos de Atra-Hasis repiten el mismo tema. Los dioses, mientras huían, pudieron ver la destrucción también. Pero la situación dentro de sus propias naves tampoco era muy estimulante. Parece ser que tuvieron que repartirse entre varias naves espaciales; la Tablilla III de la epopeya de Atra-Hasis describe las condiciones a bordo de una nave donde los anunnaki compartían alojamiento con la Diosa Madre.
Los Anunnaki, grandes dioses,
se fueron sentando sedientos, hambrientos...
Ninti lloró y dejó salir sus emociones;
lloraba y aliviaba sus sentimientos.
Los dioses lloraban con ella por la tierra.
Ella estaba abrumada por el dolor,
tenía sed de cerveza.
Donde ella se había sentado, se sentaron los dioses llorando;
amontonándose como ovejas en un abrevadero.
Tenían los labios febriles por la sed,
y sufrían retortijones a causa del hambre.
La misma Diosa Madre, Ninhursag, estaba conmocionada por tan completa devastación, y se lamentaba por lo que estaba viendo:
La Diosa vio y lloró...
tenía los labios cubiertos de calenturas...
«Mis criaturas se han convertido como en moscas-
llenan los ríos como libélulas, el retumbante mar se ha llevado su paternidad».
Pero, ¿cómo podía salvar su propia vida mientras la Humanidad, la que había ayudado a crear, estaba muriendo? ¿Cómo podía haber dejado la Tierra?, se preguntaba.
«¿Debo ascender al Cielo,
para residir en la Casa de las Ofrendas,
donde Anu, el Señor, me ha ordenado ir?»
Las órdenes de los nefilim eran claras: abandonad la Tierra, «ascended al Cielo». Fue la vez en la que el Duodécimo Planeta estuvo más cerca de la Tierra, dentro del cinturón de asteroides (el «Cielo»), como lo sugiere el hecho de que Anu fuera capaz de asistir personalmente a las cruciales conversaciones que tuvieron lugar poco antes del Diluvio.
Enlil y Ninurta -acompañados quizás por la élite de los anunnaki, aquellos que habían ocupado Nippur- estaban en una nave espacial, planeando, sin duda, volver a encontrarse con la nave principal. Pero los demás dioses no estaban tan resueltos. Obligados a abandonar la Tierra, se habían dado cuenta, de pronto, del apego que habían llegado a sentir por el planeta y por sus habitantes. En una nave, Ninhursag y su grupo de anunnaki debatían los méritos de las órdenes que había dado Anu. En otra, Ishtar gritaba: «Los días de antaño se han convertido en barro»; los anunnaki que estaban en su nave «lloraban con ella».
Enki, obviamente, estaba también en otra nave o, de lo contrario, habría descubierto a los demás que se las había ingeniado para salvar la simiente de la Humanidad. Sin duda, tenía motivos para sentirse menos pesimista, pues las evidencias sugieren que también había planeado el encuentro en el Ararat.
Las versiones antiguas parecen dar a entender que, simplemente, el arca fue llevada hasta la región del Ararat por las aguas torrenciales, que la «tormenta-sur» habría llevado al barco hacia el norte. Pero los textos mesopotámicos reiteran que Atra-Hasis/Utnapistim llevó consigo un «Barquero» llamado Puzúr-Árnurri («occidental que conoce los secretos»). A él, el Noé mesopotámico «le cedió la estructura, junto con su contenido» en cuanto se desató la tormenta. ¿Para qué necesitaba a un experimentado navegante, a menos que fuera " para llevar el arca hasta un destino concreto?
Como ya hemos visto, los nefilim utilizaban los picos de Ararat como puntos de referencia desde el principio. Siendo las cumbres más altas en esa parte del globo, esperarían que fuera lo primero en reaparecer sobre el manto de agua. Y, dado que Enki, «El Sabio, el Omnisciente», podía suponer esto, nos atrevemos a conjeturar que dio instrucciones a su sirviente para llevar el arca hacia el Ararat, planeando el encuentro desde un principio.
La versión del Diluvio de Beroso, según la cuenta el griego Abideno, dice: «Cronos le reveló a Sisithros que iba a haber un Diluvio en el decimoquinto día de Daisios [el segundo mes], y le ordenó que ocultase en Sippar, la ciudad de Shamash, todos los escritos que pudiera. Sisithros llevó a cabo lo que se le dijo, inmediatamente después salió navegando en dirección a Armenia y, acto seguido, sucedió lo que el dios había anunciado».
Beroso repite los detalles referentes a la liberación de las aves. Cuando Sisithros (que es atra-asis al revés) iba a ser llevado por los dioses a su morada, explicó al resto de la gente del arca que se encontraban en ese momento «en Armenia» y que tenían que volver (a pie) a Babilonia. En esta versión, no sólo nos encontramos con la relación con Sippar, el espaciopuerto, sino también con la confirmación de que Sisithros recibió instrucciones para «navegar inmediatamente hasta Armenia» -al país del Ararat.
Tan pronto como Atra-Hasis tocó tierra, sacrificó algunos animales y los asó al fuego. No es de sorprender que los exhaustos y hambrientos dioses «acudieron como moscas a la ofrenda». De pronto, se dieron cuenta de que el Hombre, el alimento que éste cultivaba y el ganado que criaba eran esenciales. «Cuando, por fin, Enlil llegó y vio el arca, montó en cólera». Pero la lógica de la situación y la persuasión de Enki prevalecieron; Enlil hizo las paces con los restos de la Humanidad y se llevó a Atra-Hasis/Utnapistim en su nave a la Morada Eterna de los Dioses.
Otro factor que pudo pesar en la rápida decisión de hacer las paces con la Humanidad pudo ser la progresiva retirada de las aguas del Diluvio y la aparición de tierra seca y de vegetación sobre ella. Ya hemos visto que los nefilim supieron con antelación que se aproximaba una calamidad; pero aquello era tan singular en su experiencia que temieron que la Tierra quedara inhabitable para siempre. Cuando aterrizaron en el Ararat, vieron que éste no era el caso. La Tierra seguía siendo habitable y, para vivir en ella, necesitarían al hombre.
¿Qué fue aquella catástrofe, previsible pero inevitable? Una clave importante para desentrañar el misterio del Diluvio es darse cuenta de que no fue un acontecimiento único y repentino, sino la culminación de una cadena de acontecimientos.
Unas atípicas plagas afectaron a hombres y animales, y una grave sequía precedió a la ordalía de agua; un proceso que duró, según las fuentes mesopotámicas, siete «pasos», o shar's. Estos fenómenos sólo podrían estar justificados por importantes cambios climáticos. Estos cambios habían estado relacionados con las periódicas glaciaciones y épocas interglaciales que habían dominado el pasado inmediato del planeta. La reducción de las precipitaciones, el descenso del nivel del agua en mares y lagos, y la desecación de las fuentes de agua subterránea eran las señales de identidad de una glaciación inminente. Dado que el Diluvio, que terminó abruptamente con estos trastornos, vino seguido por la civilización sumeria y el actual período postglacial, la glaciación en cuestión sólo pudo ser la última.
Nuestra conclusión es que los acontecimientos del Diluvio nos hablan del último período glacial de la Tierra y de su catastrófico final.
Perforando las cubiertas de hielo del Ártico y el Antártico, los científicos han podido medir el oxígeno atrapado en las distintas capas y han podido valorar, a partir de ello, el clima que ha imperado en los últimos milenios. Las muestras recogidas del fondo de los mares, como, por ejemplo, las recogidas en el Golfo de México, en las que se mide la proliferación o la disminución de vida marina, les permite estimar también las temperaturas de las distintas épocas del pasado. Basándose en estos descubrimientos, los científicos aseguran ahora que el último período glacial comenzó hace unos 75.000 años y experimentó un minicalentamiento hace unos 40.000 años. Hace alrededor de 38.000 años, sobrevino un período más duro, más frío y seco. Y después, hace unos 13.000 años, el período glacial terminó abruptamente, dando entrada a nuestro actual clima suave.
Poniendo en línea la información bíblica y sumeria, nos encontramos con que los momentos duros, la «maldición de la Tierra», comenzó en la época del padre de Noé, Lámek. Su esperanza en que el nacimiento de Noé («respiro») marcara el fin de las penurias se cumplió de un modo inesperado, a través del catastrófico Diluvio.
Muchos estudiosos creen que los diez patriarcas bíblicos antediluvianos (desde Adán hasta Noé) son, de algún modo, homólogos de /los diez soberanos antediluvianos de las listas de reyes sumerios. Estas listas no le aplican los títulos divinos de DIN.GIR o EN a los dos últimos de esos diez, y tratan a Ziusundra/Utnapistim y a su padre, Ubar-Tutu, como hombres. Los dos últimos son los homólogos de Noé y de su padre, Lámek; y, según las listas sumerias, entre los dos reinaron un total de 64.800 años, hasta que tuvo lugar el Diluvio. El último período glacial, desde hace 75.000 hasta hace 13.000 años, duró 62.000 años. Dado que las penurias comenzaron cuando Ubar-tutu/Lámek ya estaba reinando, esos 62.000 encajan perfectamente con los 64.800.
Además, las condiciones más duras se prolongaron, según la epopeya de Atra-Hasis, durante siete shar's, es decir, 25.200 años. Los científicos han descubierto evidencias de un período extremadamente duro entre hace 38.000 y 13.000 años, es decir, un lapso de 25.000 años. Una vez más, las evidencias mesopotámicas y los descubrimientos de los científicos actuales se corroboran entre sí.
Nuestro esfuerzo por desentrañar el misterio del Diluvio, por tanto, se concentra en los cambios climáticos de la Tierra y, en particular, en el colapso abrupto del período glacial que tuvo lugar hace unos 13.000 años.
¿Qué pudo causar un repentino cambio climático de tal magnitud?
De las muchas teorías que han avanzado los científicos, nos intriga la sugerida por el Dr. John T. Hollín, de la Universidad de Maine. El Dr. Hollin sostiene que la capa de hielo de la Antártida se rompe periódicamente y se desliza en el mar, ¡creando una repentina y gigantesca marea!
Esta hipótesis -aceptada y ampliada por otros- sugiere que, a medida que la capa de hielo se va haciendo más y más gruesa, no sólo atrapa más calor de la Tierra debajo de la capa de hielo, sino que también crea en su fondo (debido a la presión y a la fricción) una capa medio derretida y, de ahí, resbaladiza, que actúa como un lubricante entre la gruesa capa de hielo de arriba y la tierra sólida de abajo, provocando que la primera se deslice, más pronto o más tarde, en el océano circundante.
Hollin calculó que, sólo con que la mitad de la actual capa de hielo de la Antártida (que, en promedio, tiene más de kilómetro y medio de grosor) se deslizara en los mares del sur, la inmensa marea que provocaría elevaría el nivel de todos los mares del globo en unos 18 metros, inundando ciudades costeras y tierras bajas.
En 1964, A. T. Wilson, de la Universidad Victoria, en Nueva Zelanda, ofreció la teoría de que los períodos glaciales terminaron abruptamente con deslizamientos como éstos sucedidos no sólo en el Antártico, sino también en el Ártico. Creemos que los distintos textos y los hechos reunidos justifican la conclusión de que el Diluvio fue el resultado del deslizamiento en las aguas del Antartico de miles de millones de toneladas de hielo, trayendo con ello el fin repentino de la última gradación.
El súbito acontecimiento desencadenó una inmensa marea. Comenzando con las aguas del Antártico, se extendió hacia el norte por los océanos Atlántico, Pacífico e índico. El abrupto cambio de temperatura debió crear unas violentas tormentas acompañadas por torrentes de lluvia. Moviéndose más rápido que las aguas, las tormentas, las nubes y el oscurecimiento de los cielos debieron anunciar la avalancha de agua que se aproximaba.
Ése es exactamente el fenómeno que se describe en los textos antiguos.
Tal como le había ordenado Enki, Atra-Hasis hizo subir a todos al arca mientras él se quedaba fuera para esperar la señal para subir a bordo y sellar la nave. Dándonos un detalle de «interés humano», el antiguo texto nos cuenta que Atra-Hasis, a pesar de habérsele ordenado quedarse fuera de la nave, «entraba y salía; no podía estar sentado, no podía agacharse... su corazón estaba roto; estuvo vomitando bilis». Pero, entonces,
... la Luna desapareció...
El aspecto del tiempo cambió;
las lluvias rugieron en las nubes...
Los vientos se hicieron salvajes...
... el Diluvio estaba en camino,
su fuerza cayó sobre la gente como una batalla;
Una persona no veía a otra,
no eran reconocibles en la destrucción.
El Diluvio bramó como un toro;
los vientos gimieron como un asno salvaje.
La oscuridad era densa;
no se podía ver el Sol.
«La Epopeya de Gilgamesh» es muy específica en lo relativo a la dirección de la cual vino la tormenta: vino del sur. Nubes, vientos, lluvia y oscuridad precedieron, sin duda, a la marea que echó abajo, en primer lugar, «los puestos de Nergal» en el Mundo Inferior:
Con el fulgor de la aurora
una nube negra se elevó en el horizonte;
en su interior, el dios de las tormentas tronaba-
Todo lo que había sido luminoso
se tornó oscuridad-
Durante un día sopló la tormenta del sur,
ganando velocidad mientras soplaba, sumergiendo las montañas...
Seis días y seis noches sopló el viento
mientras la Tormenta del Sur barría la tierra.
Cuando llegó el séptimo día,
el Diluvio de la Tormenta del Sur amainó.
Las referencias a la «tormenta del sur», al «viento del sur», indican con claridad la dirección desde la cual llegó el Diluvio, sus nubes y vientos, los «heraldos de la tormenta», moviéndose «sobre colinas y llanuras» hasta alcanzar Mesopotamia. Ciertamente, una tormenta y una avalancha de agua originadas en el Antartico alcanzarían Mesopotamia a través del Océano índico después de engullir las colinas de Arabia, inundando más tarde la llanura del Tigris y el Eufrates. «La Epopeya de Gilgamesh» nos dice también que, antes de que la gente y la tierra quedaran sumergidos, las «represas de la tierra seca» y sus diques fueron «destrozados»: el litoral continental resultó arrollado y barrido.
La versión bíblica del Diluvio dice que saltaron «las fuentes del Gran Abismo» antes de que se abrieran «las compuertas del cielo». En primer lugar, las aguas del «Gran Abismo» (qué nombre más descriptivo para los mares más meridionales, los mares helados del Antartico) se liberaron de su gélida reclusión; sólo entonces comenzaron las lluvias a caer del cielo.
Esta confirmación de nuestra manera de entender el Diluvio se repite, al revés, cuando el Diluvio amaina. En primer lugar, las «Fuentes del Abismo [se] cerraron»; después, la lluvia «fue arrestada de los cielos».
Tras la primera y gigantesca marea, las aguas aún «iban y venían» en inmensas olas. Después, las aguas comenzaron a «retroceder», y «fueron menos» después de 150 días, cuando el arca se posó entre los picos del Ararat. La avalancha de agua, viniendo desde los mares del sur, volvió a los mares del sur.
¿Cómo pudieron predecir los nefilim cuándo se iba a desencadenar el Diluvio en la Antártida?
Sabemos que los textos mesopotámicos relacionan el Diluvio y los cambios climáticos que lo precedieron con siete «pasos», algo que, indudablemente, tiene que ver con el tránsito periódico del Duodécimo Planeta por las inmediaciones de la Tierra. Sabemos que, incluso la Luna, el pequeño satélite de la Tierra, ejerce la suficiente atracción gravitatoria como para provocar las mareas. Tanto los textos mesopotámicos como los bíblicos describían de qué forma se sacudía la Tierra cada vez que el Señor Celestial pasaba por sus inmediaciones. ¿Pudo suceder que los nefilim, al observar los cambios climáticos y la inestabilidad de la capa de hielo antartica, se dieran cuenta de que, con el siguiente «paso» del Duodécimo Planeta, se desencadenaría la inevitable catástrofe?
Los antiguos textos demuestran que así fue como sucedió.
El más extraordinario de esos textos es uno que tiene unas treinta líneas inscritas, con una escritura cuneiforme en miniatura, en ambos lados de una tablilla de arcilla de poco más de dos centímetros de larga. Fue desenterrada en Assur, pero la profusión de palabras su-merias en el texto acadio no deja lugar a dudas sobre su origen sumerio. El Dr. Erich Ebeling determinó que era un himno que se recitaba en la Casa de los Muertos, de ahí que incluyera este texto en su obra maestra (Tod und Leben) sobre la muerte y la resurrección en la antigua Mesopotamia.
Sin embargo, un minucioso examen nos demuestra que la composición «invocaba los nombres» del Señor Celestial, el Duodécimo Planeta. En él, se elabora el significado de los distintos epítetos, relacionándolos con el paso del planeta por el lugar de la batalla con Tiamat -¡un tránsito que provoca el Diluvio!
El texto comienza anunciando que, a pesar de todo su poder y tamaño, el planeta («el héroe»), no obstante, orbita al Sol. El Diluvio era el «arma» de este planeta.
Su arma es el Diluvio;
Dios cuya Arma trae la muerte a los malvados.
Supremo, Supremo, Ungido...
Quien, como el Sol, cruza las tierras;
el Sol, su dios, él teme.
Pronunciando el «primer nombre» del planeta -que, desgraciadamente, es ilegible- el texto describe su paso cerca de Júpiter, hacia el lugar de la batalla con Tiamat:
Primer Nombre:...
el que repujó la banda circular;
el que partió en dos a la Ocupadora, echándola.
Señor, que en el tiempo de Akiti
dentro del lugar de la batalla de Tiamat reposa...
Cuya simiente son los hijos de Babilonia;
que no puede ser perturbado por el planeta Júpiter;
que por su fulgor creará.
Al acercarse, al Duodécimo Planeta se le llama SHILIG.LU.DIG («líder poderoso de los jubilosos planetas»). Se encuentra ahora muy cerca de Marte: «Con el brillo del dios [planeta] Anu dios [planeta] Lahmu se viste». Entonces, soltó el Diluvio sobre la Tierra:
Éste es el nombre del Señor
que desde el segundo mes hasta el mes de Addar
las aguas ha espoleado.
La elaboración de los dos nombres del texto ofrece una importante información en cuanto al calendario. El Duodécimo Planeta pasó por Júpiter y se acercó a la Tierra «en el tiempo de Akiti», cuando comenzaba el Año Nuevo mesopotámico. Durante el segundo mes estuvo muy cerca de Marte. Después, «desde el segundo mes hasta el mes de Addar» (el duodécimo mes), soltó el Diluvio sobre la Tierra.
Esto está perfectamente de acuerdo con el relato bíblico, que dice que «las fuentes del gran abismo saltaron» en el decimoséptimo día del segundo mes. El arca descansó en el Ararat en el séptimo mes; otra tierra seca era visible en el décimo mes; y el Diluvio terminó en el duodécimo mes -pues fue en «el primer día del primer mes» del siguiente año cuando Noé abrió la ventanilla del arca.
Al pasar a la segunda fase del Diluvio, cuando las aguas comenzaron a descender, el texto llama al planeta SHUL.PA.KUN.E.
Héroe, Señor Vigilante,
que reúnes las aguas;
que manando aguas
purificas al justo y al malvado;
que en la montaña de los picos gemelos
detuviste el...
... pez, río, río; la inundación se detuvo.
En la tierra montañosa, sobre un árbol, el ave descansó.
Día que... dijo.
A pesar de que algunas líneas son ilegibles por estar deteriorada la tablilla, los paralelismos con los relatos del Diluvio bíblico y los mesopotámicos son evidentes: la inundación había cesado, el arca se había «detenido» en la montaña de los picos gemelos; los ríos comenzaron a fluir de nuevo desde las cimas de las montañas y a llevar agua hacia el océano; se veían peces; se soltó un ave del arca. La ordalía había pasado.
El Duodécimo Planeta había pasado su «cruce». Se había acercado a la Tierra y se alejaba, acompañado por sus satélites:
Cuando el sabio grite: «¡Inundación! »-
es el dios Nibiru [«Planeta del Cruce»];
es el Héroe, el planeta de cuatro cabezas.
El dios, cuya arma es la Tormenta de la Inundación,
volverá;
a su lugar de descanso bajará él mismo.
(El planeta, alejándose, afirma el texto, volvió a cruzar el sendero de Saturno en el mes de Ululu, el sexto mes del año.)
El Antiguo Testamento se refiere con frecuencia al momento en que el Señor hizo que la Tierra se cubriera con las aguas del abismo. El Salmo 29 describe la «visita» así como el «retorno» de las «grandes aguas» por el Señor:
Al Señor, vosotros hijos de los dioses,
dad la gloria, reconoced el poder...
El sonido del Señor está sobre las aguas;
el Dios de gloria, el Señor,
tronó sobre las grandes aguas...
El sonido del Señor es poderoso,
el sonido del Señor es majestuoso;
el sonido del Señor partió los cedros...
Hace bailar como un novillo al [Monte del] Líbano,
y hace brincar al [Monte] Sirión como un toro joven.
El sonido del Señor enciende llamaradas;
el sonido del Señor sacudió el desierto...
El Señor al Diluvio [dijo]: «¡Vuelve!».
El Señor, como rey, está en el trono para siempre.
En el grandioso Salmo 77 -«Mi voz hacia Dios yo clamo»-, el salmista recuerda la aparición y la desaparición del Señor en tiempos primitivos:
He calculado los Días de Antaño,
los años de Olam...
Recordaré las gestas del Señor,
recuerdo tus maravillas en la antigüedad...
Tu curso, Oh Señor, está determinado;
ningún dios es tan grande como el Señor...
Las aguas te vieron, Oh Señor, y se estremecieron;
tus raudas chispas salieron.
El sonido de tu trueno retumbaba;
los relámpagos iluminaron el mundo;
la Tierra se agitaba y temblaba.
[Entonces] en las aguas iba tu camino,
tus senderos en las aguas profundas;
y tus huellas desaparecieron, desconocidas.
El Salmo 104, que ensalza las gestas del Señor Celestial, recordaba el momento en que los océanos arrasaron los continentes y se les hizo retroceder:
Fijaste la Tierra en constancia,
inconmovible para siempre jamás.
Con los océanos, como vestido, la cubriste;
sobre los montes persistía el agua.
Al reprenderlas tú, las aguas huyeron;
con el sonido de tu trueno, se alejaron raudas.
Saltaron las montañas, bajaron a los valles
hasta el lugar que tú les habías asignado.
Les pusiste un límite, para que no lo pasaran;
para que no vuelvan a cubrir la Tierra.
Las palabras del profeta Amós son aun más explícitas:
Ay de los que ansian el Día del Señor;
¿qué creéis que es?
Pues el Día del Señor es oscuridad y no luz...
La mañana se convirtió en la sombra de la muerte,
el día se hizo oscuro como la noche;
las aguas del mar se salieron
y se derramaron sobre la faz de la Tierra.
Éstos, por tanto, fueron los acontecimientos que tuvieron lugar «en los días de antaño». El «Día del Señor» fue el día del Diluvio.
Ya hemos visto que, después de aterrizar en la Tierra, los nefilim asociaron los primeros reinados en las primeras ciudades con los signos del Zodiaco -dando a los signos los epítetos de los distintos dioses con los que estaban relacionados. Ahora, veremos que el texto descubierto por Ebeling no sólo proporcionaba información a los hombres, sino también a los nefilim. El Diluvio, nos dice, ocurrió en la «Era de la constelación del León»:
Supremo, Supremo, Ungido;
Señor cuya corona radiante con terror se carga.
Planeta supremo: un asiento él ha erigido
de cara a la limitada órbita del rojo planeta [Marte].
A diario, dentro del León él está ardiendo;
su luz, su brillo declara reinos sobre las tierras.
También podemos comprender ahora un enigmático versículo de los rituales de Año Nuevo, que dice que fue «la constelación del León la que midió las aguas del abismo». Estas afirmaciones sitúan el tiempo del Diluvio dentro de un marco definido, pues, aunque los astrónomos de hoy en día no pueden determinar con precisión dónde establecían los súmenos el inicio de una casa zodiacal, la siguiente tabla de la eras se considera exacta.
60 a.C. a 2100 d.C.
2220 a.C. a 60 a.C.
4380 a.C. a 2220 a.C.
6540 a.C. a 4380 a.C.
8700 a.C. a 6540 a.C.
10.860 a.C. a 8700 a.C.
Era de Piscis Era de Aries Era de Tauro Era de Géminis Era de Cáncer Era de Leo
Si el Diluvio acaeció en la Era de Leo o, lo que es lo mismo, en algún momento entre el 10860 a.C. y el 8700 a.C, la fecha del Diluvio coincide con nuestra tabla temporal: según la ciencia moderna, la última glaciación terminó abruptamente en el hemisferio sur hace doce o trece mil años, y en el hemisferio norte uno o dos mil años
después.
El fenómeno zodiacal de la precesión nos ofrece una corroboración aun más amplia de nuestras conclusiones. Habíamos concluido antes que los nefilim llegaron a la Tierra 432.000 años (120 shar's) antes del Diluvio, en la Era de Piscis. En los términos del ciclo precesional, 432.000 años comprenden 16 ciclos completos, o Grandes Años, y más de medio de otro Gran Año, dentro de la «era» de la constelación de Leo.
Podemos reconstruir ahora la tabla temporal completa para los acontecimientos de los que se ocupan nuestros descubrimientos.
Hace años ACONTECIMIENTO
445.000 Los nefilim, liderados por Enki, llegan a la Tierra desde el Duodécimo Planeta. Se funda Eridú -Estación Tierra I- en el sur de Mesopotamia.
430.000 Las grandes placas de hielo comienzan a retroceder. El clima se hace benigno en Oriente Próximo.
415.000 Enki se traslada tierra adentro y funda Larsa.
400.000 El gran período interglacial se expande por todo el globo. Enlil llega a la Tierra, funda Nippur como Centro de Control de la Misión. Enki establece rutas marítimas hacia el sur de África y organiza operaciones mineras de extracción de oro.
360.000 Los nefilim fundan Bad-Tibira como centro metalúrgico de fundición y refinado. Se construye Sippar, el espaciopuerto, así como otras ciudades de los dioses.
300.000 El motín de los anunnaki. Enki y Ninhursag crean al Hombre -el «Trabajador Primitivo».
250.000 El «Homo sapiens primitivo» se multiplica y se propaga por otros continentes.
200.000 La vida en la Tierra se retrae durante un nuevo período glacial.
100.000 El clima se caldea de nuevo. Los hijos de los dioses toman a las hijas del Hombre por esposas.
77.000 Ubartutu/Lámek, un humano de parentesco divino, asume la corona en Shuruppak bajo el patrocinio de Ninhursag.
75.000 Comienza la «maldición de la Tierra» -una nueva glaciación. Tipos regresivos de Hombre vagan por la Tierra.
49.000 Comienza el reinado de Ziusudra («Noé»), «fiel servidor» de Enki.
38.000 El duro período climático de los «siete pasos» empieza a diezmar a la Humanidad. El Hombre de Neanderthal desaparece en Europa; sólo sobrevive el Hombre de CroMagnon (establecido en Oriente Próximo).
Enlil, desencantado con la Humanidad, busca su exterminio.
13.000 Los nefilim, al tanto de la inminente inundación que se desencadenará con la aproximación del Duodécimo Planeta, se conjuran para dejar perecer a la Humanidad. El Diluvio arrasa la Tierra, dando fin súbitamente a la glaciación.
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