lunes, 10 de agosto de 2020

Hermes y la Tradición Hermética


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Hermes y la Tradición Hermética

Publicado por FraterLvx

Ya se dijo que esta obra, relacionada con la matemática hermética, enfoca el tema desde el punto de vista de esta tradición, atribuida a Hermes, aunque también hará mención a otras culturas que conciben al número y al símbolo desde una perspectiva tradicional y sagrada. Muchos artistas y filósofos herméticos fueron matemáticos, y aun los que se expresan a través de otras ciencias, tienen una clara concepción del número y de las proporciones que permite que su obra sea armónica y ajustada a la ley natural.

Hermes es el nombre griego de una deidad intermediaria, mensajera de los dioses y educadora de los hombres, que ha sido conocida con diferentes ape­lativos y ropajes simbólicos por casi todas las culturas arcaicas y tra­dicio­nales.

René Guénon[1] establece asombrosas relaciones entre el Her­mes griego, el Mercurio romano, el Toth egipcio, el planeta denominado 'Budha' (Mercurio) en la India, el Odín (Woden o Wotan) escandinavo, y hasta el Quetzalcóatl mesoamericano, a los que también vincula con el arcángel Rafael, el Enoc bíblico, los profetas Elías (judío) e Idris (is­lámico) y con ciertos aspectos del propio Cristo, agregando que tendríamos que estar ciegos para no ver en este tipo de relaciones "un signo de la unidad fundamental de todas las doctrinas tradicionales". También se relaciona a Hermes con el Zoroastro persa y con Fo-Hi, el emperador mítico de la tradición extremo oriental.

En primer lugar es necesario ubicar a esta entidad en el sitio que le co­rresponde: el mundo intermediario entre los dioses y los hombres, o sea, entre las energías

celestes y las terrestres. Hermes, el escriba de los dioses, hace inteligibles las ideas divinas a los hombres, y a la vez conduce a éstos hacia los estados más sutiles. Y si, como se dijo, las deidades representan los estados superiores de los humanos y los hombres no son sino los estados 'caídos' de los dioses, Hermes es el encargado de establecer las relaciones necesarias para que el ser humano pueda restaurar ese 'estado primordial', anterior a la caída, en el que dioses y hombres no son sino una unidad indisoluble que habita en la morada de los 'Inmortales'.

En la astrología Hermes se corresponde con el planeta Mercu­rio, y en la alquimia con el metal del mismo nombre, y por lo tanto está rela­cionado con el día miércoles o día de Mercurio. Es una deidad a la que se ha considerado siempre como sanadora, conocedora y transmisora de la ciencia de los remedios –que es la misma de los venenos–, y cumple la función de "médico de cuerpos y almas", enseñando a chamanes e iniciados el arte de la medicina sagrada. Y también es psicopompo, pues nos enfrenta con la muerte a la vez que dirige y conduce las almas en su recorrido post mortem, y a los iniciados en el viaje que sigue a la muerte iniciática, que es análogo. En gene­ral es guía en todo cambio de estado, siempre que se muere en un plano para renacer a otro. Y no sólo es mensajero de los dioses sino que también es su intérprete (herménèutes) haciendo posible que los hombres reciban el mensa­je divino. Representa la Sabiduría relacionada con el conocimiento del mun­do intermedio, de la cosmología, y está íntimamente ligado a la conservación y trans­misión de la tradición.

Se trata de una energía oculta capaz de despertar en nuestra propia inte­rioridad y de algún modo 'encarnar' en nuestro propio ser.

El conocido símbolo del caduceo que lo representa, actualmente emblema de la medicina y la farmacia, y que ya aparece en tablillas de piedra de la antigua India, consiste en una vara generalmente de oro (eje central) en la que se enrollan dos serpientes simétricas que luchan entre sí (dualidad), haciendo clara alusión a las

energías opuestas presentes en el mundo intermedio que habrán de complementarse para trascender la dualidad apa­rente de la manifestación. Mantener este equilibrio cósmico –que también se describe con la doble espiral–, es tarea de Hermes. Es el mismo simbolismo tántrico de ida y pingala alrededor de sushumna, y en la China el de Fo-Hi y la unión con su contraparte femenina Niu-kua, los que se encuentran ligados por dos colas de serpiente intercam­biando sus respec­tivos atributos, el compás y la escuadra, es decir el cielo y la tierra. También se ve al caduceo como un falo en erección que penetra los estados superiores[2], y en general puede relacionarse con el árbol, el bastón, el cetro, la espada y con todos los signos que representan el eje vertical que comunica los mundos de arriba y de abajo.[3] Con esa varita de oro, que tanto separa como une, Hermes hace encantamientos a los mor­tales y despierta a los dormidos. Es interesante la relación de Hermes con el símbolo del gallo (que se encuentra presente en el cuarto de reflexiones o caverna iniciática de la Masonería) símbolo solar que vigila, despierta y anuncia el nuevo día.

Por otro lado, las alas, que aparecen en muchas representaciones del ca­duceo contrastando con las serpientes, y también en los talones, en las sandalias y en el casco de Hermes-Mercurio, indican las fuerzas sutiles y espirituales que elevan de la tierra al cielo.

El Toth de los egipcios, que se creó a sí mismo, era considerado dios de la verdad y de la rectitud, maestro de la escritura, escriba de los dioses, e inventor del idioma, las artes y las ciencias. Al momento de la creación pronunció las palabras que al ser expresadas por él se convirtieron en las cosas del mundo material. El recita las frases que preservan al muerto de las energías hostiles y le conducen al

otro mundo (psicopompo). Fue juez du­rante el combate que sostuvieron Horus y Seth, deidades que son, res­pecti­vamente, consideradas como benéfica y maléfica. Y si Horus se encarga de preservar la luz y Seth busca las tinieblas, Toth es el juez y mediador que equi­libra ambas fuerzas. Es el dios de los cuatro elementos (para los egipcios cielo, aire, mar y tierra) a los que armoniza. Mide el tiempo y representa tanto la inteligencia divina como la sabiduría.

El Hermes griego, hijo de Zeus y Maya (una de las pléyades), que es el mismo Mercurio de los romanos, nace en una caverna de la montaña Cile­ne. Recién nacido, el niño salta de su cama y sale en busca de aventuras, roban­do el ganado de su hermano Apolo. Con el caparazón de una tortuga (o la concha de un armadillo) en el que tensa tripas de las reses robadas y sacrificadas, inventa la lira de siete cuerdas, y posteriormente con una caña forja la flauta de conformidad con las proporciones matemáticas que rigen la música. Estos instrumentos se los da Hermes a Apolo en reparación por los bueyes robados y además obtiene a cambio su cayado de oro (caduceo) y el arte de interpretar oráculos. Su padre Zeus, impresionado por sus habilidades, perdona las faltas y le nombra interme­diario y mensajero entre el Olimpo, los hombres y los dioses de los infiernos.

Los romanos le llamaron Mercurio -dios que conserva los atributos del Hermes griego- y le relacionaron especialmente con el intercambio y el comercio. Su nombre se relaciona con la palabra latina merx (‘mercancía’) y por lo tanto comparte raíz etimológica con ‘mercado’ y ‘mercader’.

En el Arbol sefirótico de la Cábala hebrea, las dos columnas laterales (de la miseri­cordia y del rigor; de la construcción y de la destrucción) son análogas a las dos serpientes del caduceo, siendo la invisible columna central, llamada del equilibrio, equi­parable a la vara o eje. En esta tradición a esa energía intermediaria se la denomina Hod, la gloria divina, octava sefirah, ubicada en el mundo de Yetsirah, o mundo de las forma­ciones. Es uno de los vehículos que conduce hacia

relaciona con una de las ruedas de la carroza divina, en el simbolismo cósmico, y con una de las piernas cuando se ubican las diversas sefiroth en las partes del cuerpo humano. Ambas (rueda y pierna) son sím­bolos de movimiento, camino y conducción. También se liga a esta sefirah con el pla­neta y el metal denominados Mercurio, así como con el número ocho, y con diversos símbolos de pasaje relacionados con el octógono, que se verán más adelante.

En esta esfera, en la que se ubica a Hermes, se coloca normalmente a Rafael arcángel, el curandero divino, del que se dice en la Biblia que condujo a Tobías hacia Ragues de Media al encuentro con Sara su mujer (guía y conductor), que sanó a su padre Tobit de ceguera con la hiel de un pez (médico de cuerpos y almas), y al que la cábala considera como el ángel de Mercurio.[4]

En la astrología, y también en el árbol sefirótico, Mercurio se encuentra, junto con Venus, entre las dos luminarias, el Sol y la Luna, y es el planeta más cercano al Sol, y también el más rápido en su órbita. Y si el Sol representa al padre y la Luna a la madre, Mercurio viene a ser el hijo, el mediador entre el Padre celestial y la Madre universal.[5] Los domicilios astrológicos de Mercurio son el signo zodiacal de Géminis, que es el anterior a Cáncer (domicilio lunar) y el de Virgo, que es el que sigue a Leo (domicilio solar). Representa la rapidez, los mensajes, el intercambio (es también dios de comerciantes y viajeros, así como de ladrones y estafadores), la inteligencia y la razón. Es además inte­resante hacer notar que en astrología la casa octava es conside­rada como la de la muerte.

En Alquimia el mercurio es un metal líquido que también se desplaza con rapidez y que es difícil de agarrar. El mercurio filosófico es el principio femenino,

húmedo y pasivo, opuesto al azufre (masculino, seco y activo), con el que ha de interactuar y finalmente unirse para realizar la Gran Obra. Es la plata líquida de los chinos y en la India representa al semen. Es notable el papel del mercurio en la extracción del oro, al que purifica y fija.

En la India el planeta Mercurio es denominado 'Budha', palabra cuya raíz designa a la Sabiduría y que es idéntica al nombre Odín (Woden o Wotan) escandinavo.[6] También es muy interesante la relación que ya se ha mencionado entre Hermes y el mítico Fo-Hi, Emperador Chino que vivió hacia el año 3.700 antes de Cristo, durante la edad de oro en que fue fundada la civilización extremo oriental, a quien se atribuye la paternidad del I Ching y que afirmaba que sus enseñanzas las había sacado “de un pasado muy lejano y muy difícil de determinar”. Y lo que es qui­zá aún más extraordinario, se relaciona a esta deidad con el Quetzalcoátl de los toltecas, el pájaro-serpiente que después de haberse sacrificado vo­luntaria­mente resucita con la forma de una serpiente emplumada. Quetzalcoátl es vinculado en la tradición mexicana con el planeta Ve­nus y no con Mercurio; pero tiene en común con Hermes el hecho de ser una deidad educadora e intermediaria a la que se relaciona con la sabi­duría; que es el inventor de las artes y de las ciencias, así como del calendario y la agricultura; que se le representa con los símbolos de la serpiente y las alas (como el caduceo); que es nacido de una madre virgen; que es arque­tipo de los sacerdotes; y que es tanto una deidad de la mitología como un personaje de la historia. Por otra parte hay deidades equivalentes que con otros nombres aparecen a lo largo y ancho de la América precolombina.[7]

Por último queremos hacer notar algunas relaciones interesantes que existen entre Mercurio y el Sol. En primer lugar Mercurio es el planeta más cercano al Sol. El cambio de la lira de Hermes (mercurial) por el caduceo de Apolo (dios solar); la circunstancia de que en la cábala a veces se invierta la posición del arcángel Miguel (solar) con la de Rafael (mercurial); de que en la tradición islámica sea Seyidna Idris (Hermes) el que preside el cielo del Sol, y Seyidna Aisa (Cristo) el que rige el cielo de Mercurio; y de que Cristo, dios solar, sea también considerado "curador espiritual" (como Rafael y Mercurio), no puede ser fruto de la casualidad, sino que algo ha de estar simbolizando. Bien podría decirse que la primera venida de Cristo, educador e intérprete de su Padre, que viene a morir, es de carácter mercurial, y que su segunda venida, al fin de los tiempos, como Cristo Rey, es un símbolo solar.

"El Todo está en todo", dice la voz de Hermes Trismegisto, el tres veces grande, el que conoce las tres partes de la Sabiduría. Todo proviene de ese Centro absolutamente misterioso del que ilusoriamente nos alejamos con el transcurrir de la existencia, y ese Centro es Todo. A él todo retorna.

[1] Ver de este autor el artículo "Hermes", publicado en la compilación Formas Tradicionales y Ciclos Cósmicos (editada en castellano por Ed. Obelisco, 1984).

[2] Se ha relacionado a Hermes también con Príapo, deidad que se representa con un gran miembro viril erecto.

[3] "El sube de la Tierra al Cielo y de allí vuelve a la Tierra, para recibir la fuerza de lo de arriba y de lo de abajo. Así poseerás la luz de todo el mun­do, y las tinieblas se alejarán de ti", dice la máxima siete de la Tabla de Esmeralda atribuida a Hermes Trismegisto.

[4] Tobías 5 ("Yo iré contigo, que conozco bien el camino"), 11 y 12 ("Yo soy Rafael, uno de los siete santos ángeles que presentamos las oraciones de los justos y tienen entrada ante la majestad del Santo".

[5] "Su padre es el Sol, y su madre la Luna, el viento lo llevó en su vientre, y su nodriza es la Tierra" (máxima tercera de la Tabla de Esmeralda).

[6] En los idiomas germánicos el miércoles es el día de Odín; y en inglés, la palabra wednesday (miércoles) designa también el día de Woden o Wotan.

[7] Dioses equivalentes a Quetzalcoátl son llamados por los mayas Kukulcán, Gucumatz o Votan; Bochica por los chibchas de Colombia; y Viracocha por los incas.

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