martes, 8 de mayo de 2018

Misterios de Egipto



Misterios de Egipto

La importancia de Egipto para la Tradición Iniciática Occidental queda en evidencia en la célebre frase de Cagliostro: “Toda luz viene de Oriente, toda iniciación viene de Egipto” y es bien conocido que algunos grandes sabios de la antigüedad como Hipócrates, Pitágo­ras, Empédocles, Sócrates, Platón, Tales, Anaximandro, Demócrito, Jámblico, Amonio Saccas, entre otros, bebieron de las aguas puras de la tradición egipcia.

El propio Moisés fue iniciado en estas tierras según revela la Biblia: “Así Moisés fue instruido en toda la sabiduría de los egipcios, y era poderoso en palabra y en obra”. (Hechos 7:22)

Fabre du Bosquet, por su parte, afirma que “Moisés, iniciado en los misterios del sacerdocio egipcio, fue, en su tiempo, quien más profundizó en las ciencias sublimes que habían redactado los dos Hermes. Penetró el sentido de los jeroglíficos y utilizó los mismos medios, a los que aña­dió las parábolas, para conservar y transmitir a la posteridad todas las ciencias que había adquirido”.

El propio Jesús vivió en tierras egipcias (Mt 2:13-15, Lc 2:41) y muchos argumentan que sus enseñanzas estarían inspiradas en las doctrinas sapienciales de los antiguos misterios egipcios. Otros hablan de una influencia esenia (esto incluso lo sugiere el anterior papa Benedicto XVI) (1) o de una doble iniciación egipcia y esenia.



Orígenes de la tradición iniciática egipcia
El origen de la civilización egipcia sigue siendo un enigma para la arqueología oficial. Como se afirmó en un artículo anterior, la Tradi­ción Iniciática sugiere que esta cultura no evolucionó gradualmente sino que fue la depositaria del conocimiento de la Atlántida.

Para establecer y consolidar una sociedad con estos parámetros tradicionales era preciso contar con una nación fuerte y protegida, y esta fue la tarea que asumió el Rey Escorpión, que fue el unificador de las dos coronas: la blanca del Alto Egipto y la roja del Bajo Egipto, hacia el 3.100 a.C.

En otras palabras: el nexo de Egipto con la perdida Atlántida puede rastrearse en el período protodinástico de Egipto y más precisamente en la llamada “dinastía cero” donde se destacó este primer rey “Escorpión” que realizó una tarea decisiva a nivel práctico pero altamente simbólica desde un punto de vista metafísico: la unión de lo Alto y de lo Bajo, del Blanco y el Rojo, conformando una nación sagrada que hoy conocemos como Egipto. Sobre esto dice Fernando Schwarz: En Egipto “lo espiritual y lo material se confunden. Así, el doble país -dividido en Alto y Bajo Egipto- no responde solamente a exigencias geográficas sino fundamentalmente simbólicas y rituales” (2)

Rey Escorpión
El Rey Escorpión

Dice Christian Jacq: “Antes del rey Escorpión no existe la civilización egipcia. Solamente se puede hablar de culturas locales, cuyas producciones artesanales son mejores o peores. La documentación arqueológica cambia en la época predinástica. la época de Escorpión. Por ejemplo, en los ritos de sepul­tura se constata que el cadáver ya no se envuelve en esteras o pieles sino que se deposita en cestas y luego en sarcófagos de tierra cocida, o en ta­blas. Se desarrolla una metalurgia, y también el trabajo de carpintería; se perfeccionan las herramientas de sílex y de cobre, así como los teji­dos. La cerámica es abundante; cuando hay decoración, se adorna con escenas bastante complejas donde intervienen personajes, barcos. Se fa­brican muchas vasijas de piedra dura y cabezas de clava. El rey Escorpión fue el instigador o el beneficiario de esta evolución en el orden social y económico”. (3)

Con esta “dinastía cero” comenzó la sucesión faraónica que duró más de 3.000 años y que culminó con Ptolomeo XV, hijo de Cleopatra. En el Antiguo Egipto el Faraón representaba la unión de lo alto y lo bajo y -más aún- del Cielo y la Tierra, una suprema concordancia y un reflejo de lo celeste en lo terrestre. Esta idea no es exclusiva de los egipcios y ha aparecido en todas las culturas del planeta y simboliza en lo profundo la unión de lo real y lo sacerdotal, en otras palabras de los Misterios Mayores (Arte Real) y de los Misterios Menores (Arte Sacerdotal). Esto se hace evidente en varios personajes de la tradición judeo-cristiana, en especial Melquisedec y también en el propio Cristo-Rey que -según dicen las escrituras- era un sucesor del anterior (Hebreos 5:10).

Según Jacq: “En el caso de Egipto, lo que resulta prodigioso es la coherencia de la civilización y. sobre todo, la duración de la institución faraónica. (…) Se trata, pues, de una larga historia, pero sobre todo de una historia que posee un centro vivo –el faraón— que permanece inmutable a pesar de acontecimientos a veces dramáticos. Esta continuidad enraizada en lo sagrado y no en lo político puede sorprender profundamente. Hay que tener en cuenta también que ninguno de los 350 faraones que ocuparon el trono de Egipto traicionó esta concepción en cuanto a sus principios; si conside­ramos, por último, que de Cleopatra hasta nuestros días hay como míni­mo la mitad de tiempo que de Menes, el primer faraón «histórico», has­ta Cleopatra. comprenderemos claramente que la civilización faraónica es una parte esencial de la aventura humana” (4).

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Bibliotecas y casas de vida
Las bibliotecas egipcias recibían el sugestivo nombre de “clínicas del Alma” (5) o “tesoro de los remedios del Alma” (6) porque en ellas el ser humano podía curarse de la enfermedad más severa de todas: la ignorancia. Pero esta ignorancia no solamente era intelectual sino existencial. Por lo tanto, para ellos la educación era la mejor forma de “curar el Alma”. Esta idea alcanzó su punto más alto en la Biblioteca de Alejandría, como veremos en otra entrega de esta saga.

escribaPor otro lado, en el Antiguo Egipto existieron unas instituciones culturales e iniciáticas cono­cidas como “Casas de vida” (“Per Ankh”), las cuales –según Christian Jacq– eran “una comunidad de “expertos” que moldeaban la civilización desde dentro ofreciéndole el plano primordial de todas las cosas [y] el centro espiritual donde se creaban los tex­tos teológicos, pues se consideraba precisamente que la teología era “madre de todos los conocimientos”, (…) una escuela de lo primordial, el lugar donde se extraía el espíritu del conjunto de las actividades humanas, el centro de cultura sagrada donde se despliega la fuerza de los dioses, la fraternidad donde los hom­bres descubren la llama de su inmortalidad”. (7)

Si atendemos al concepto que nos brinda Jacq acerca de estas “Casas de la Vida” como “escuelas de lo primordial, el lugar donde se extraía el espíritu del conjunto de las actividades huma­nas”, podemos apreciar que la concepción es bastante similar a la aspiración iniciática (y particularmente rosacruz) de un “Saber total”, un conocimiento integrador y omniabarcante que Comenius sintetizó en el siglo XVII con el nombre de “Pansofía” (Pan=todo, Sofía=sabiduría).

Este saber integrador o “Pansofía” tiene la característica de involucrar a todas las áreas del conocimiento humano y, por lo tanto, ninguna disciplina humana le es ajena. Siendo así, los sabios de antaño no solamen­te eran filósofos, sino también artistas, científicos, políticos, educadores, religiosos, etc.

Esta es una característica propia de las culturas tradicionales que buscan integrar y unificar el conocimiento de un modo coherente en función de un propósito último, es decir de lo trascendental.

En concordancia con este punto, comenta Christian Jacq: “Egipto es una civilización de tipo «tradicional», noción que no debemos confundir con costumbre o con folclore. La costumbre no es otra cosa que una materialización. La tradición representa el deseo de renovación constante del ser orientado hacia lo divino; se compone de ritos, símbolos y mitos, y necesita una conversión de la mirada para buscar el sentido que se esconde bajo la letra, lo inmaterial en lo material” (8).

Para los egipcios, la teología era el eje de las demás disciplinas, la médula, y en las “casas de vida” se escribieron diversos textos teológicos y metafísicos, entre ellos “El libro de los muertos”. Volviendo a Jacq (que es uno de los autores de referencia a la hora de sumergirse en los misterios de Egipto) éste señala: “Los textos elabora­dos por la Casa de la Vida no eran escritos fúnebres. Cada vez que hablamos del «muerto», del Libro de los muertos, traicio­namos el espíritu egipcio, pues los textos llaman a ese muerto «el Osiris tal», «el que está ahí», «el que existe», «el vivo». La literatura sagrada egipcia no es una letanía interminable sobre la angustia de la muerte sino que presenta una forma de vida cada vez más consciente que el iniciado traduce en admirables palabras:

Soy el que ciñe la banda del conocimiento,
la banda de Nun, brillante y resplandeciente,
atada a su frente,
la que ilumina las tinieblas
y reúne a los dos uraeus.
Mis pensamientos son los grandes hechizos mágicos
que salen de mi boca.
(Libro de los muertos, cap. 80)”. (9)

libro de los muertos
libro de los muertos
El Libro de los Muertos o “libro de la salida hacia la luz del día” describe un viaje iniciático que implica un abandono de la tierra profana y un avan­ce hacia la necrópolis a fin de encontrar los caminos de la sabidu­ría. Y en este camino “desde el principio se enfrenta a «enemigos», sus propias insuficiencias internas, y debe rendir cuentas a su conciencia. Gracias a la acción mágica llega a com­prender los símbolos que ha encontrado a lo largo de su vida y a dominar los elementos.

Cuando alcanza el equilibrio de su «materialidad» gracias al do­minio de la tierra, y la plenitud de sus sentimientos gracias al dominio del agua, la claridad de su inteligencia por el del aire, y la irradiación de su espíritu por el del fuego, se reviste con nu­merosas formas divinas y sube a la barca solar donde se celebra el «juicio» de Osiris. Su «glorificación», o exaltación de su llama interior, depende de su conformidad con el orden cósmico”. (10)

Verdaderamente, esta obra egipcia debería ser comprendida desde una perspectiva espiritual y trascendente, y no un mero escrito mortuorio.

Octavi Piu­lats señala que “en muchos capítulos [de este libro] se nos dice expresamente que la activación y lectura de éstos es también beneficiosa para el vivo, con lo cual entramos en el debate si el Libro de los Muertos es o era al mismo tiempo un texto de carácter iniciático para los vivos en la existencia terrenal. (…) Un análisis sistemático de las fuentes apunta a esa posibilidad sobre todo si tenemos en cuenta que algunos capítulos, como el de la “Confesión Negativa”, parecen realmente textos de compor­tamiento de colegios sacerdotales con carácter iniciático”. (11)

El texto original producido por los iniciados de la “Casa de la vida” se ha perdido y todas las versiones que existen de esta obra son parciales y dependen de los gustos locales o indivi­duales de los escribas. El conocido egiptólogo William Flinders Petrie se lamenta de esto, revelando que: “Fragmentos que se conocían al término del antiguo reino desaparecieron comple­tamente en las copias posteriores, en tanto aparecían otras de origen obviamente muy tardío. La incesante adición de notas, la incorporación de pinturas, y la acumulación de explicaciones, unas sobre las otras, han aumentado la confusión. Para incre­mentar aún más nuestro estupor, los escribas no rectificaban sus errores en unas escrituras que sabían nadie iba a ver jamás; y las corrupciones, que cada vez empeoraban más, dejaron mu­chas partes casi sin el menor sentido”. (12)

Autor: Phileas del Montesexto
www.phileasdelmontesexto.com

misterios egipcios

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Epílogo
A través de los siglos las escuelas mistéricas egipcias fueron degenerando y prestando más atención a la “forma” que a la “esencia”. Los sacerdotes oficiales fueron desplazando a los sacerdotes inicia­dos y suplantando los usos y costumbres de los rituales arcaicos, por vistosas prácticas exotéricas que agradaban a los nobles, pero que suponían una traición a la herencia atlante.

Alejandría supuso una revitalización de las antiguas escuelas y un intento por volver a las fuentes, pero esto será tema de otra entrega de este “Árbol del conocimiento”.

Notas del texto
(1) Benedicto XVI dice en su libro “Jesús de Nazareth”: “Parece que Juan el Bautista, y quizás también Jesús y su familia, fueran cercanos a este ambiente [esenio]. En cualquier caso, en los escritos de Qumrán hay numerosos puntos de contacto con el mensaje cristiano”.
(2) Schwarz, Fernando: “Geografía sagrada del antiguo Egipto”
(3) Jacq, Christian: “El Egipto de los grandes faraones”
(4) Jacq: op. cit.
(5) Diodoro de Sicilia: “A continuación se encuentra la biblioteca sagrada, que lleva la inscripción “lugar de curación del alma”, y al lado de este edificio pueden apreciarse estatuas de todos los dioses de Egipto”. (“Bibliotheca historica”).
(6) Jacques-Bénigne Bossuet: “El primero de todos los pueblos en que se ven bibliotecas es el de Egipto. El título que se les daba, inspiraba deseo de entrar en ellas y de penetrar sus secretos: eran llamadas: El tesoro de los remedios del alma, porque allí se curaba de la ignorancia, que es la más peligrosa de sus enfermedades y el origen de todas las demás”. (“Discurso sobre la historia universal”)
(7) Jacq, Christian: “Poder y Sabiduría del Antiguo Egipto”
(8) Jacq, Christian: “Poder y Sabiduría”, op. cit.
(9) Jacq, Christian: “Poder y Sabiduría”, op. cit.
(10) Jacq, Christian: “Poder y Sabiduría”, op. cit.
(11) Piulats, Octavi: “Egiptosophia”
(12) Flinders Petrie, W. M.: “La Religión de los antiguos egipcios”

https://sanctasanctorum.org/2018/03/28/fuente-primordial-misterios-egipto/

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