lunes, 10 de julio de 2017

EL LENGUAJE DE LOS PAJAROS


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EL LENGUAJE DE LOS PAJAROS

Por Farid Ud-Din-Attar

Todas las aves del mundo se reúnen en una asamblea. Entonces, se dicen que los países del mundo
tienen rey. Pero el reino de los pájaros no tiene el suyo. Por eso, una de las aves, un Coronado,
iniciado en la sabiduría divina, indica el camino, un largo viaje, que pueden conducir a los pájaros
hasta el sitio donde los espera su rey. Y entonces miles de aves inician su vuelo hacia el Simurgh, el
Rey de los Pájaros. Pero lo que no saben es que...
...Por años los pájaros viajaron sobre montañas y valles, y gran parte de su vida la invirtieron en
volar en este viaje. ¿Pero cómo es posible relatar lo que les pasó? Tendríamos que haber ido con
ellas y vivir por nosotros mismos sus dificultades, y seguirlas por el camino interminable. Sólo así
podríamos saber lo que estos pájaros sufrieron. Al final, sólo una pequeña parte de la gran compañía
llegó al sublime lugar a donde el Coronado las había guiado. De las miles de aves apenas si
quedaron algunas. Muchas se perdieron en el océano; otras perecieron en la cima de las montañas
torturadas por la sed. A otras se les quemaron las alas por el calor del sol; otras fueron devoradas
por tigres y panteras; otras murieron de fatiga en los desiertos, sus picos se quebraron y su cuerpo se
secó con el calor; otras enloquecieron y se mataron unas a otras por un grano de cebada; otras,
debilitadas y sufriendo por sus heridas, quedaron tiradas en el camino sin poder continuar; otras,
aturdidas por lo que veían, se fueron quedando aquí y allá, estupefactas; y muchas que habían
comenzado el viaje por satisfacer su curiosidad, perecieron con la idea de que habían llegado al
final. Así que de aquellos miles de aves, sólo treinta terminaron el viaje. E incluso estas llegaron
aturdidas, golpeadas, cansadas y sin plumas ni alas. Pero ahora están a la puerta de su Majestad en
un estado que no se puede describir y en una esencia que no se puede comprender, porque ese Ser
está más allá de la razón y del entendimiento humanos. Entonces fueron llenadas de luz, y cientos
de mundos se consumieron en un momento. Vieron miles de soles, unos más brillantes que los
otros, miles de estrellas y de lunas de igual belleza, y viendo todo ello se agitaron y asombradas en
una danza como la del polvo de los átomos, y gritaron: “¡Oh tú, que eres más radiante que el sol!
¡Tú, que has reducido al sol en un átomo! ¿cómo podemos aparecer ante Tí? ¿De qué nos sirve
ahora todo el sufrimiento del camino? Hemos renunciado a nosotros mismos y todo, no podemos
obtener nada por lo que hemos luchado. Aquí, poco importa que existamos o no”.
Luego de mucho tiempo de espera, las aves comenzaron a sentir desesperación y confusión.
Hasta que, por fin, una puerta...
... una puerta se abrió de pronto, y salió uno de los nobles chambelanes de Su Majestad Suprema.
Los miró y observó que de los miles de pájaros, sólo treinta habían llegado.
Les dijo: “Bien, oh aves, ¿de dónde venís, y qué es lo que hacéis aquí? ¿Cuál es vuestro nombre?
Oh, tú, que lo has dejado todo, ¿Donde está tu casa? ¿Cómo te llamaban en el mundo? ¿Qué se
puede hacer con un débil montón de polvo como tú?” “Hemos venido”, dijeron los pájaros, “para
rendir pleitesía a nuestro Rey Simurgh. Por el amor y el deseo de él, hemos perdido nuestra razón y
la paz de nuestras mentes. Hace mucho tiempo, cuando emprendimos este largo viaje, eramos miles.
Sólo hemos llegado hasta este sublime lugar treinta. No podemos creer que el Rey quisiera burlarse
de nosotros después de tanto sufrimiento como hemos tenido que pasar. ¡Ah no! ¡El no puede
mirarnos más que con el ojo de la benevolencia!
El Chambelan replicó: “Oh vosotros, cuyos corazones y mentes están confundidos, a pesar de que
vosotros existáis o no en el universo, el Rey tendrá a su ser siempre en la eternidad. Miles de
mundos de criaturas no son más que hormigas a su puerta. No traéis más que quejas y lamentos.
Regresad por donde habéis venido, oh vil montón de tierra!”
En esto, las aves se quedaron petrificadas de asombro. Cuando regresaron en sí se dijeron: “¿Por
qué este gran Rey nos ha rechazado tan ignominiosamente? Y si en realidad su actitud hacia
nosotros no ha de cambiar, ¿por qué no lo hace con honor?¨
Pero, luego, la inicial indignación de las aves se trocó en hondo amor. Y entonces dijeron:
“...¿Cómo puede salvarse una polilla del abrazo de la flama que desea alcanzar la unidad? El amigo
que buscamos se contentará permitiéndonos unirnos a él. Si nos rechaza ahora, ¿qué es lo que puede
hacer por nosotros? Somos como la polilla que desea unirse a la flama del candil. Ellas le pidieron
que no se sacrificara tontamente, pero la polilla les agradeció el consejo y les dijo que su corazón lo
único que deseaba era unirse a la flama para siempre, no importaba nada más.
¨Entonces el Chambelan, habiéndolos examinado, abrió la puerta; e hizo a un lado cientos y cientos
de cortinas, una detrás de otra, y un mundo que estaba más allá del velo fue revelado. La luz de las
luces fue manifestada, y cada uno de ellos se sentaron en el masnad, el asiento de la Majestad y la
Gloria. Se les dio un escrito que debían leer; y leyéndolo y ponderándolo fueron capaces de
comprender su estado. Cuando estuvieron completamente en paz y apartados de todas las cosas, se
dieron cuenta de que el Simurgh estaba ahí con ellos, y que para ellos comenzaba una nueva vida al
lado del Simurgh. Todo lo que tuvieron que hacer fue lavarse de todo lo anterior. El sol de la
majestad emanó poderoso sus rayos, y en el reflejo de cada uno estaban los rostros de Simurgh en el
mundo interior. Todo era tan asombroso que ya no sabían si eran ellos mismos o si se habían
convertido en el Simurgh. Al final, en un estado de contemplación, se dieron cuenta de que ellos
eran Simurgh y que Simurgh era las treinta aves. Cuando veían al Simurgh, se veían a sí mismos, y
eran el verdadero Simurgh que habían sido, y cuando volteaban sus ojos a sí mismos, veían al
Simurgh, porque ellos mismos eran el Simurgh. Y percibiéndose a la vez, ellos y El, se dieron
cuenta de que el Simurgh y ellos eran el mismo y único Ser. Nunca nadie en el mundo oyó nada
igual a esto.
Entonces entraron en meditación, y después de un momento preguntaron al Simurgh, sin usar sus
lenguas, si les podía revelar el secreto de la pluralidad y la unidad de los seres. El Simurgh, sin usar
el habla les dijo: “El sol de la majestad es un espejo. El que se ve en él ve a su alma y a su cuerpo, y
los ve por completo. Como habéis llegado hasta aquí como treinta aves (si-murgh), os miráis como
treinta aves en este espejo. Si hubieran venido cuarenta o cincuenta, hubiera sucedido lo mismo. Y
aunque ahora habéis cambiado, en este espejo os véis como antes.
¿Puede la vista de una hormiga alcanzar a ver las Pléyades? ¿Puede este insecto levantar una
viga? ¿Se ha visto a un mosquito picar a un elefante? Todo lo que habéis conocido, todo lo que
habéis oído, no existen más. Cuando cruzastéis los Valles del Sendero Espiritual, y cuando hicistéis
buenas obras, fue por mi acción; así fuistéis capaces de ver los valles de mi esencia y mis
perfecciones. Vosotros, que sois sólo treinta aves, hicistéis bien en sufrir, en asombraros y en
impacientaros. Porque yo no soy más que treinta aves. Y soy la verdadera esencia del verdadero
Simurgh. Aniquilaros vosotros mismos gloriosamente y con gozo dentro de mí, y en mí os
encontraréis a vosotros mismos.
Entonces las aves se perdieron a sí mismas para siempre en el Simurgh, la sombra se perdió en el
sol, y eso fue todo.
30 Aves.

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