miércoles, 2 de julio de 2014

LOS KOBDAS O KOTPOS

Pertenecían a una escuela de Alta Sabiduría del antiguo Egipto de la época Pre-Histórica (en el lejano neolítico); constituían una vasta Institución científica y filantrópica consagrada al desarrollo de las elevadas facultades del espíritu y el bien de la Humanidad. Esta vasta Institución, especie de Sociedad Científica y Comunidad religiosa digámoslo así pero que no poseían más religión que la Justicia, la Verdad y el Bien, eran auténticos Misioneros de la Sabiduría y el Amor.
Los primeros fundadores de dicha Comunidad pertenecieron a un núcleo emigrado de ATLÁNTIDA, azotada por las aguas, que a esa altura ya empezaba a dormir su sueño eterno en la profundidad de los mares, acompañando en ese sentido al perdido continente lemuriario hundido siglos atrás bajo las aguas del entonces Mar Sereno (Océano Pacífico de hoy); que lograron refugiarse en las cavernas de las montañas del Noreste africano, donde los gigantescos picos del Revenzora les dieron refugio por tres siglos, hasta que poco a poco fueron construyendo Santuarios donde impartían sus enseñanzas, adonde podían acudir gente de todas las razas y condiciones sociales.

Adoptaron como símbolo y genio inspirador para la obra que comenzaban a NUMÚ, un pastor de ovejas que vivió en la ciudad de Mirt-ain-Mari (que significa "Mirando al mar", la ciudad del continente lemur de muchos milenios atrás de la época que nos estamos refiriendo, continente que el Mar Sereno (ya referido) había tragado.

En su labor misionera y civilizadora pronto los Kobdas se vieron obligados a ser maestros, médicos, árbitros, administradores y consultores de aquellas poblaciones de aquellas tribus entre las cuales no había aún una idea bien definida respecto al origen y destino del ser y mucho menos de las leyes y fuerzas que la gobiernan. La elevación moral e intelectual de los Kobdas les dio pronto un gran ascendiente sobre aquellas multitudes que comenzaban a mirarles como a seres extraordinarios. Toda la antigua sabiduría de Oriente no reconoce otra cuna ni otro origen que éste y de ahí la notable semejanza en los principios fundamentales de todas las antiguas filosofías y religiones.

Los Kobdas, incansables buscadores de la Sabiduría y de la Verdad, una única dicha podían ambicionar: la de hacer la dicha de los demás y fueron decididos cultivadores del espíritu y apóstoles de la redención humana terrestre de aquella remota época donde existían muchas barbaries y costumbres que rayaban a la altura de lo monstruoso. Aquellos hombres y mujeres, incansables buscadores del por qué de todas las cosas, que marcan rumbos y derroteros a las almas y a las humanidades, enseñaban que cada civilización, cada colectividad, cada raza, cada individuo, viene a la vida terrestre con un programa a cumplir y que de su buen o mal cumplimiento, dependerá luego la evolución, el progreso, el triunfo, la grandeza colectiva e individual; y que la falta de ese cumplimiento acarrea la ruina, la degeneración, el exterminio, el aniquilamiento, la desaparición de civilizaciones, dinastías, razas y doctrinas sustentadas por ellas.

Apóstoles de la Paz y el Amor, aquellos hombres y mujeres que constituían la Hermandad Kobda tenían entre sus postulados lo que constituía la frase y el lema más común y máximo en ellos: "El AMOR ES EL MAGO DIVINO QUE SALVA TODOS LOS ABISMOS".

El término KOBDDA o KOPTO significaba según ellos "CORONA", o sea lo más alto a que puede llegar el ser humano en la tierra y para ello debía empezare por dominar en absoluto sus pasiones, por eso corona de justicia, de amor y de paz debía ser la vida del Kobda y aún de aquellos Kobdas que llegaran a ser dirigentes de pueblos. El nombre KOBDA en la lengua usada por ellos también significaba la frase: "EXTRAER DEL FONDO DE TODAS LAS COSAS LO MÁS HERMOSO QUE HAY EN ELLAS", lema que era un poco la brújula en sus vidas entre ellos y de relación ante los demás; frase que se aplicó muchos siglos antes a los que extraían los metales preciosos del seno de las montañas, y a los que extraían las perlas del seno del mar, pero que los Kobdas lograron aplicarla a toda manifestación de vida, aún en aquellas situaciones dolorosas, angustiantes o lamentables que no parecían tener solución.

Dicho de paso, por lo similar pero expresado al revés si se quiere, este lema también constituía una de las máximas de los FLAMENES (Institución más antigua aún que los Kobdas) de quienes con el correr de los siglos y los milenios surgieron los célebres y místicos VEDAS, que encierran la profunda filosofía del antiguo Oriente y que los continuadores de aquellos antiguos Flámenes, que después adoptaron el nombre de FLAMA, son los LHAMAS, que muy transformados de sus orígenes como los Kobdas actuales de sus fundadores, aún se conservaron para preparar el camino a QUISCENA KHRISNA, el Gran Príncipe de la Paz, y más tarde, al dulce e incomparable BHUDA, que para unos es Shidarta y para otros Gauthama o Sakya -Muni Amida-. Entiéndase por Kobdas actuales, actuales al momento a que se refieren estos relatos (aprox. 8300 A.C.; a dicho momento la Institución Kobda ya tenía 1200, 1300 años aprox., es decir que a la época del Cristo Divino, 9500 a 9600 A.C.).

Retomando el tema que tratábamos; los Kobdas decían: "Extrae del fondo de todas las cosas lo más hermoso que hay en ellas" y los Flámenes decían: "Con tu fuego interior, o con tu luz interior purifica y hermosea todas las cosas" que al fin y al cabo viene a ser lo mismo expresado en formas invertidas. Por eso uno de los símbolos de los Kobdas era el loto real, nacido entre el agua turbia y no obstante, blanco y puro, exhalando divinos perfumes a su alrededor.

El esplendor máximo digámosle así, el apogeo máximo de su labor como civilizadores, coincidió con el advenimiento del Mesías Terrestre, el Gran Espíritu Luz, guía instructor de esta Humanidad que realizaba su quinta Jornada o Encarnación mesiánica en este planeta en la persona de ABEL, hijo de ADAMU y EVANA, esta última, descendiente directo de aquél Rey Atlante de nombre NOHEPASTRO (de bíblica memoria) y cuyo reino se encontraba en el Norte de la Atlántida frente a las columnas de Hércules (Gibraltar) que un día recibió de sus augures el anuncio de que sus dominios también estaban amenazados por el avance de las aguas (pues en esa época las hermosas regiones del Sureste de ATLANTIDA fueron sacudidas por un espantoso cataclismo en que terremotos y maremotos simultáneos, ocasionaron el desbordamiento de las aguas del mar, y numerosas poblaciones emigraron hacia territorios que no habían sido alcanzados por la inundación); por la cual aquél rey dispuso la construcción de un palacio flotante para asegurar su vida y la de los suyos durante largo tiempo. Los Kobdas pues trataron de ponerse a tono, en condiciones de secundar con acierto la quinta jornada mesiánica del guía planetario, pues a pesar de que las falanges invisibles negativas, interesadas en mantener la ignorancia de los hombres que se ven empujados a buscar la verdad, trataron de entorpecer el paso del Hombre Luz, en esa hora trascendental de su vida de Mesías , su vida (la de ABEL) fue como un "pasaje entre flores", precisamente por aquella magna labor civilizadora realizada por los Kobdas que prepararon el camino para su advenimiento. Por eso la obra de aquellos hombres secundando la misión de apostolado de Abel constituyó una magna obra de civilización que ellos tuvieron la gloria y el mérito de extender por dos continentes y que constituyó una de las evoluciones humanas más elevadas que ha logrado conquistar el hombre en este planeta (que lamentablemente la historia no la recoge ni la recuerda).

Su acción se extendió por toda la REGION DE LOS CINCO MARES, nombre que se le dio en aquél remoto neolítico a la vasta región comprendida entre el Mar Grande (Mediterráneo de hoy), el Mar Bermejo (Mar Rojo), el Mar de la India, el Mar de Hircario o el Mar Eritreo del Norte (el actual Mar Caspio) y el Ponto Euxino (Mar Negro de hoy). Dicha región estaba en gran parte comprendida dentro de lo que en aquella época se llamó la vasta "ALIANZA DE LAS NACIONES UNIDAS", alianzas de defensas mutuas, de paz y progreso entre los Caudillos, Reyes y Príncipes de aquellos lejanos países, gracias a la acción de los Kobdas, alianza que siguió a la de "LA ALIANZA de los países del EUFRATES y el NILO" y cuyo Gran Rey elegido por todos los caudillos y príncipes de aquellos países fue precisamente un Kobda. Fue todo un periodo de largos años de esplendor y bienestar, a partir de aproximadamente 8300 años antes de Jesús Cristo, un lapso perdido de la Historia de la Humanidad que los Kobdas en sus crónicas denominaron CIVILIZACION ADAM1CA O ABELIANA y que comprende el lapso transcurrido desde la desaparición de la ATLÁNTIDA hasta nuestros días.

Gracias a las leyes de LA ALIANZA mencionada y que constituía una estrecha alianza defensiva y de ayudas mutuas entre las regiones que formaban parte de ella, a tal punto que cada vez eran más los Caudillos de otras regiones que pedían unirse a ella, los Kobdas lograron eliminar las costumbres de la compra y venta de esclavos, la poligamia, las torturas físicas y la pena de muerte, logrando incluso a establecerse como ley: que ningún Príncipe o Caudillo o Jefe de Familia podía permitir que hubiese mendigos hambrientos en sus dominios y por eso para evitarlo, se formarían graneros públicos, donde cada cual depositaría un tanto de su recolección anual, según su monto, para subvenir a las necesidades materiales de los ancianos y enfermos sin familia y sin recursos.

"El Amor es la única cadena que sujeta al Kobda a los muros de la Casa de Numú"

Bases

PRIMERA: Kobda: Eres habitante de una pequeña estrella que gira incesantemente en la anchurosa inmensidad, entre millones de millones de estrellas mayores y menores que la que tú habitas.
Tan inconmensurable universo ha ido surgiendo en diversas edades, ciclos o épocas, de la Eterna Energía Divina que encierra en Sí Misma tres poderes: Creador, Conservador y Renovador. Estos tres poderes forman la Tríada Divina encerrada en el Alma Madre de todo cuanto existe y existirá.
Es en el Supremo Hacedor, el Altísimo, el Eterno, en el que comienzan todas las cosas y en el que se refunden y terminan. Adora esta Grandeza, Kobda, y no adores nada más.

SEGUNDA: Muchos seres habitan como tú esta estrella flotante que llamamos Tierra y todos estamos obligados a interesarnos por la habitación que en el concierto de los mundos y de las humanidades nos ha sido designada.
Y todos estamos obligados a amarnos y ayudarnos los unos a los otros espiritual y materialmente, para conseguir la Felicidad, la Sabiduría y el Amor, que forman la perfección de todo ser.

TERCERA: Siendo la Felicidad, la Sabiduría y el Amor la Tríada que constituye la perfección de todo ser, debes consagrarte con sin igual esmero a conseguir la Felicidad, la Sabiduría y el Amor. La Felicidad se consigue mediante la armonía perfecta entre tú y todos los seres que de inmediato te rodean. Y la armonía es fruto de la delicadeza de pensamientos, de palabras y de acciones y de la benevolencia del corazón.
La Sabiduría se consigue con el estudio de las leyes eternas que ves rigiendo el vasto universo y con la meditación o concentración de tus facultades espirituales hacia tu interior, a fin de que llegando al conocimiento de ti mismo, aniquiles tus imperfecciones y puedas así conseguir la íntima unión con el Alma Madre de todo cuanto existe. Conseguido esto la sabiduría está dentro de ti.
Y conseguirás el Amor perfecto y divino cuando, ya purificado de tus malos hábitos, hayas aprendido a no desear, ni buscar, ni querer sino aquello que es felicidad, sabiduría y amor para todos los seres que te rodean.
Estos son, oh Kobda, los tres basamentos en que se sostiene el grandioso templo espiritual que quieres levantar.

Las columnas del Santuario

PRIMERA: La perseverancia. Aurora tras aurora, luna tras luna, año tras año, has de ir levantando, ¡oh Kobda!, tu edificio sobre estas bases, sin apresuramiento, pero con firmeza y seguridad. Si te desalientas o te cansas por ser muy poco lo que consigues elevar tu construcción cada año, es señal de que aún eres demasiado nuevo para iniciar estos trabajos.

SEGUNDA: La obediencia a la Ley. Estúdiala y compréndela, que si la comprendes la amarás y, amándola, fácil te será abrazarte a ella como a una madre que te irá llevando en brazos por un camino oscuro y pedregoso.

TERCERA: El desinterés. Ningún móvil personal ha de impulsar tus acciones, sino sólo las elevadas razones de justicia y equidad tendientes al bien de tus hermanos, antes que al tuyo propio.

CUARTA: La conformidad con la voluntad del Altísimo manifestada por los acontecimientos que no fueron procurados por ti y que tú no puedes evitar ni cambiar. Esta conformidad la probarás en la serenidad con que aceptarás lo inevitable, en la carencia de deseos perturbadores de tu paz, en la dulce alegría mesurada y discreta que debes manifestar en la vida de relación con tus hermanos.

QUINTA: Dominio de sí mismo. Tus disgustos, tus dolores, tus desazones interiores, deben ser guardados en lo más profundo de ti mismo, y muy injusto serás si obligas a soportar a los demás las intemperancias o las violencias de tu carácter, o los dolores que sólo tu propia miseria te ha causado. Y si tu dolor es debido a extrañas contingencias, compártelo con tus hermanos y serás aliviado sin causarles pesar.

SEXTA: La benevolencia. Es la eflorescencia del amor verdadero que inunda el espíritu y que se desborda al exterior como el agua de un vaso demasiado lleno. Si tu trato para los demás es agrio y duro, es fruto de tus rebeldías interiores que aún no has dominado.

SÉPTIMA: La sinceridad y la confianza mutua. Cuando has decidido unirte en la vida común a tus hermanos, debes alejar de ti, como un veneno destructor, toda simulación, todo engaño, toda desconfianza, todo recelo, toda mentira. Cuando te sientes culpable de un error o equivocación o descuido grande o pequeño, tú debes ser quien lo manifieste primero, antes de que seas por ello reprendido. Y llegado este caso guárdate de negarlo, porque sería errar doblemente. Y si en la vida de relación incurres en la bajeza y mezquindad de demostrar desconfianza en tus palabras o en tus acciones para con tus hermanos, convéncete de que aún estás muy lejos de merecer que tus hermanos depositen confianza en ti.

OCTAVA: La abnegación. Seas, ¡oh Kobda!, el primero en buscar el sacrificio y el último en buscar el galardón. Y nunca recuestes tu cabeza en el lecho sin haber hecho algo en beneficio de tus hermanos. Que te sea igualmente dulce y suave recibir servicios que prestarlos.

NOVENA: Desprendimiento de honras y riquezas. Sabio serás si huyes estos dos grandes escollos de la vida espiritual. Al aceptar vida en común has eliminado el último, pero expuesto estás a caer en el primero si eres dado a procurar lugares sobresalientes o deseas con inquietud realizar obras que atraigan la atención de las gentes.

DÉCIMA: La fraternidad. Si no te sientes hermano verdadero de tus hermanos, por completo desnudo de celos, de envidias y de aversiones, nunca podrás formar con ellos en el concierto magnífico y divino de la conjunta aura de amor necesaria para sentir dentro y fuera de ti la grandeza del Alma Madre.
Estas son, ¡oh Kobda!, las diez columnas que sostienen el santuario que vas levantando.

Las Arcadas, las Ojivas, la Cúpula de Oro

Construidas sólidamente las columnas en este templo o castillo espiritual, surgen casi por sí solas las Arcadas, las Ojivas y la Cúpula de Oro que lo glorifica y lo corona.

Arcadas

PRIMERA: Te estudiarás en detenido examen cada día, como estudia el naturalista una flor, un insecto, una raíz, una piedrecilla, una gota de agua. Y ese estudio será para averiguar y conocer a fondo las enfermedades de tu espíritu, sus debilidades, la causa de sus inquietudes, de sus abatimientos y sus caídas. Conocidas por el examen las enfermedades y sus causas, aplícate con perseverancia y tesón a curarte a ti mismo.

SEGUNDA: La vida armónica en común, es un ensayo en la tierra de lo que es la vida en los mundos de elevación. Procura no dejar nunca tu lugar vacío en los actos que se realizan en común, así sean ellos de orden espiritual, intelectual, social o recreativo, porque todos son eslabones de la cadena fluídica que debe unir un alma con otra alma, si quieres, ¡oh Kobda!, que no sean estériles tus esfuerzos por llegar a un alto desarrollo de tus facultades espirituales. No te dejes llevar de la falsa devoción o errado concepto de la vida interior, que a muchos hizo fracasar: la vida solitaria y apartada de todo contacto humano. Encerrado siempre en sí mismo, el espíritu se torna duro y egoísta porque sólo se ocupa de sí mismo y se aísla del aura conjunta de armonía, de paz y de amor en medio de la cual baja la Grandeza Divina a hablar a los hombres.
La perfecta armonía y unión espiritual del elemento masculino con el femenino, residentes en grado infinito en la Eterna Esencia del Alma Madre, debemos realizarla los Kobdas con tanta perfección como es posible en lo humano. Asunto este grandemente delicado cuando no se ha llegado a cierto grado de purificación del ser. Por esta razón en la Casa de Numú concurren siempre algunos sujetos de elevado desarrollo espiritual, y no menores de cuarenta años, representantes del elemento complementario, femenino o masculino según la Casa sea de hombres o de mujeres. Y estos sujetos deben concurrir siempre los mismos a todos los trabajos espirituales, ya sean realizados entre todos o simplemente entre los sensitivos y los instructores.

TERCERA: Procura educar tus pensamientos, tus deseos y tu voluntad en forma que no discrepes jamás con el armónico conjunto de tus hermanos. Para esto necesitas un vencimiento continuo, pues debes saber callar discretamente cuando surge una oposición que pueda producir discordia, hasta que la Luz de la Verdad ilumine esas tinieblas. Vale más un largo esperar en la sombra, que las llamas de fuego que emanan del choque de dos voluntades o pensamientos contrarios. Es como si dos obreros que levantan un mismo edificio suprimieran la plomada y el nivel. Lejos de ti, ¡oh Kobda!, el mezquino deseo de hacer prevalecer tu opinión y tu voluntad. Desgraciadamente hay demasiado campo para el despotismo en la tierra, guárdate de traerlo también a la Casa de Numú, donde debe reinar la paz, la armonía y el amor en toda su amplitud.

CUARTA: En la vida espiritual, el pesimismo es como la oruga venenosa que lentamente destruye los jardines en flor. Casi siempre nace de una soberbia oculta y sutil con apariencias de celo apostólico o deseo del bien general.
Estate atento, ¡oh Kobda!, contra esa venenosa oruga, si ves que asoma por tu jardín. Si tienes conciencia de lo que es de verdad la vida interior, jamás podrá invadirte el pesimismo.
La Ley Eterna no te obliga a hacer más de lo que puedes para tu progreso y el de tus hermanos, cuando has conseguido el tuyo. Si cumples con tu deber, ¿qué más deseas?. Si has conseguido dominar a la perfección tus pasiones y en tu vida de relación estás justamente encuadrado en la armonía y la fraternidad, ¿qué más puedes desear?. ¿Dónde podrá arraigar el pesimismo si buscas sólo a Dios, que es infinito?. ¿Acaso su infinita perfección y excelsa grandeza puede dejar vacío ningún rincón del alma más anhelante?. Si el pesimismo anida en ti es señal ciertísima, jamás fallida, de que no buscas solamente a Dios en tu vida espiritual sino que, miras personales, hábilmente disimuladas por la vanidad y el amor propio, se han mezclado como venenosas orugas para destruir tu plantación.
El pesimismo es el vacío del alma. ¿Puede estar vacía el alma que busca a Dios y que lo tiene dentro de sí?

QUINTA: La paciencia que es necesaria para obtener éxito en los distintos aspectos del progreso humano, es aún más indispensable en la vida espiritual donde no se lucha con elementos tangibles y con fuerzas materiales, sino intangibles, invisibles e inmateriales.
Eres un viajero eterno, ¡oh Kobda!, y necesitas llenar abundantemente tu odre de aceite que te baste hasta el final del viaje. Este aceite es la paciencia que suaviza todas las asperezas, y que hace girar regularmente los secretos rodajes y resortes de tu vida interior. Esta paciencia te es necesaria contigo mismo y mucho más con los seres con quienes convives y con los acontecimientos que, sin buscarlos, te ocurren.
No debes irritarte contra ti mismo, cuando te ves vencido por tus pasiones y debilidades o caes en descuidos o faltas que quieres evitar, sino humillarte ante Dios y continuar de nuevo tu camino.
No debes irritarte contra los demás cuando en un orden o en otro no responden a lo que tú esperas de ellos, y tranquilamente debes pensar que su evolución es escasa todavía, que son espíritus jóvenes y que si fueron puestos en tu camino será para que los ayudes y no para que, irritado, te apartes de ellos, con lo cual nada saldrías ganando, ni para tu progreso ni para el suyo.

SEXTA: En los caminos espirituales, colectivos o en común, es peligroso el deseo febril de palpar el éxito si este deseo produce inquietud y perturbación de la paz y serenidad interior, porque esta perturbación e inquietud nos aleja del éxito en vez de acercarnos, y estorba grandemente el desarrollo de las facultades psíquicas hasta la mayor perfección posible. Para llegar a las mayores alturas en el cultivo de las facultades más elevadas del ser, es indispensable que el espíritu llegue a una pasividad suave y serena en forma que esté pronto siempre a todo esfuerzo y sacrificio para conseguir el éxito, pero sin ansiedad y sin inquietud de ninguna especie, debiendo siempre hacerse el Kobda esta reflexión: "¿cumplo con el deber que me impone la vida espiritual y la vida de relación?". Si la respuesta de tu conciencia es afirmativa, nada debe inquietarse. Y si es negativa, eres tú quien debe aplicar el remedio.

SÉPTIMA: Si fueres destinado a obras materiales dentro o fuera de la Casa de Numú, aplícate a ellas con amor y desinterés, en forma que lo mismo encuentres la Grandeza del Alma Madre en labrar una madera, en tallar una piedra, en abrir un surco, en desbrozar un jardín, en condimentar los alimentos y en prestar los más humildes servicios, que en contemplar el giro armonioso de los astros, o la creación de imágenes que plasmas en el lienzo, o de imágenes impalpables que diseñas en los cantos más sublimes, o en las más divinas armonías arrancadas a las cuerdas de instrumentos músicos. Porque la grandeza no está en las cosas sino en el alma del que realiza las cosas. Las cosas son creación nuestra que muere y se aniquila. El alma es emanación del Eterno y eternamente perdura. Mira más a tu alma que a las cosas.

OCTAVA: La generosidad espiritual es lo más elevado del desprendimiento. Lo que has obtenido o realizado tú, debe ser para todos los que lo desean y se colocan en condiciones de comprenderlo y practicarlo. Es una faz sutil del egoísmo el pretender derecho de propiedad por los trabajos realizados en medio del conjunto y para el conjunto, como también sobre los dones espirituales recibidos para enseñanza de todos los que lleguen a beber en nuestras fuentes.

NOVENA: Si eres sensitivo, ¡oh Kobda!, y recibes de lo alto las divinas vibraciones del Amor Eterno y las plasmas en la palabra o en la escritura, o en el grabado, nada es tuyo solamente, y todo cuanto obtienes y cuanto haces, sea en el orden que sea, es trabajo de todos y para todos. Las palabras tuyo y mío no existen en el vocabulario del Kobda consciente de que lo es. Si eres artista del pincel, tus obras son de todos y para todos. Si eres músico, tus melodías son de todos y para todos. Y si has adquirido grandes conocimientos en la ciencia divina o humana, grábalos en tus papiros y entrégalos al conjunto, porque tus hermanos son tú mismo desde que has entrado en la conjunta aura de amor y de armonía con ellos.
Estas son, ¡oh Kobda!, las nueve arcadas que corresponden a las diez columnas de tu edificio espiritual.

ORÍGENES DE LA CIVILIZACIÓN ADÁMICA
ROSALIA ALVAREZ LUQUE

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