miércoles, 10 de junio de 2009

EL KARMA



El karma, un fenómeno de comprensión
ADRIAN PEREZ DE VERA F.R.C.


Muchas personas se han empeñado en darle su particular explicación a la palabra karma, de manera que cada uno lo expresa de una manera distinta. Eso hace necesario rescatar de nuevo el tema y ver varios puntos de vista que podrían estar relacionados con nuestra comprensión o aceptación del karma. Uno de los aspectos a tomar en cuenta es nuestra educación religiosa del "Dios te castigará", así como nuestros conceptos del bien y el mal, lo que éstos significan para nosotros, qué dimensión les damos o si aceptamos el mal como algo de naturaleza cósmica; nuestras ideas de pecados, la creencia de tener que purgar nuestras trasgresiones, etc. Y ver si hemos incorporado a nuestra comprensión del karma todos esos elementos de nuestra creencia, educación o cultura, porque si hemos trasladado esos pensamientos preconcebidos, no creo que podamos ver el asunto del karma desde una nueva óptica, es decir, no hemos cambiado nuestro punto de vista, lo único que hemos hecho es llamar karma a lo que antes llamábamos castigo, mal, pecado, etc., con lo cual la idea de base sigue siendo la misma. Hablando de esta forma de concebir el karma, he oído inclusive amenazar con la frase "generarás karma", la cual no es distinta en sustancia a aquella de que "Dios te castigará". El advertir la compensación kármica como continuación de una imposición es tan ilógico como decirle a alguien que está sentado cómodamente en su salón que tiene la culpa de la existencia de la ley de gravedad.

La ley siempre se cumple, pero eso no debe interpretarse como el que lo hace lo paga, porque en esta idea queda implícito el castigo que nuestra educación había admitido como normal. El karma es una ley que comprende en ella misma a otras leyes. Si decimos que el karma es causativo, asumimos que producirá los efectos correspondientes a las causas que lo generen. Las causas suelen ser a su vez efectos de otras causas, pero difícilmente la mente humana es capaz de ser consciente de toda la cadena de eventos. Un problema a la hora de determinar algo karmico es la valoración moral que le damos a las cosas, por ejemplo, decir que la lluvia es buena o es mala, que un cuchillo es bueno o es malo. Nada de estas o cualesquiera cosas son buenas o malas en si mismas, somos nosotros los que le aplicamos esos valores. De manera que según el uso o el provecho que le veamos a algo decimos que es bueno o es malo, de manera que es la aplicación que hace el ser humano de las cosas lo que resulta en bueno o en malo y no la cosa en si.

Decíamos que el karma como ley está comprendido en las demás leyes: gravedad, atracción, nacimiento, regeneración, etc. Que el karma es naturaleza lo entendemos mejor al discernir el significado de la palabra karma la cual se deriva del sánscrtito Kar-man. La raíz kar tiene un valor psicológico, digamos que cada una de sus letras expresan una idea relacionada con la base creativa. K es sinónimo de la aplicación o la acción humana, indica también movimiento aplicado por el ser humano. A simboliza la energía positiva de la divinidad según J. Martín, un estudioso del tema. R es el origen divino de toda fuerza, el poder. La raíz man incluye el pensamiento del ser humano, el pensador. Toda la palabra en su conjunto vendría a significar literalmente, "el efecto del pensamiento sobre el pensador" o acción y reacción de aquello que la mente humana produce.

Visto lo anterior, todo en la naturaleza genera karma, y es algo natural, solo cuando es aplicada al ser humano aparece como algo negativo, cuando nunca lo es en si misma. Por ejemplo, si talamos un árbol la naturaleza lo regenera, pero para ello tarda 50 años. Si nuestro ritmo de tala es superior al ritmo de regeneración de la naturaleza, inevitablemente estaremos creando un desierto, eso es karma, el efecto no nos gusta, le incluimos aspectos morales, pero el karma se produce de manera impersonal, no como castigo, sino como el justo efecto de una causa.

Algunos piensan que cuando pasan por la transición se someten a un tribunal kármico que determinará lo que tiene que compensar. No existe tal tribunal, eso es una proyección hacia el karma de la idea del juicio final que hemos adquirido en nuestra educación. El karma no lo impone nadie sino uno mismo con su pensamiento, palabra y acción, lo que causemos tiene su efecto en nosotros mismos, como algo natural y no pensado por terceros para su ejecución, sino como algo consecuente con lo actuado. Somos nosotros los dueños y señores del karma, nuestros errores conscientes e inconscientes, el mal uso de nuestro libre albedrío, eso es lo que genera karma y produce efectos karmicos.

A pesar de que las consecuencias kármicas no sean agradables, nunca podemos tachar el karma de negativo, porque precisamente son esos efectos los que nos hacen ser más conscientes de la forma en que tenemos que conducirnos en la vida, con nuestros pensamientos, nuestras palabras y nuestras obras. Karma es compensación, es causa y efecto, es causalidad, es la ley del equilibrio cósmico, del Amra o retribución compartida, del libre albedrío.

Desde los mitos antiguos nos llegan ideas de que la vida de cada uno está predeterminada. Las tres parcas de Zeus son una muestra de cómo desde la antigüedad el ser humano pensaba que todo lo que le acontece viene determinado por un elemento externo a él y no por si mismo. Cuando la cultura pasó a Roma se desarrolló la idea de la Fortuna que con su rueda determinaba la suerte de cada uno. Luego vemos que el hombre, al pensar en un Dios hacedor creador de todas las cosas, atribuía a la deidad todos los acontecimientos de su vida, pero como veía que no todo lo que le ocurría era de su beneficio particular, no podía concebir que ese mismo Dios, todo amor, fuera el mismo que le enviaba tantas desgracias, entonces se inventó una figura opuesta como representante del mal, el diablo, de nuevo su mente estaba pensando de manera dualista. La cultura del bien y el mal es algo en lo que debemos trabajar pues no tienen realidad más allá de nuestra mente. Se que podemos traer a discusión el por qué si no existe el mal hay tantas desgracias en la tierra. Tendremos que volver a recordar que todo existe como consecuencia de algo y que es error humano al usar su libre albedrío el que genera consecuencias no convenientes.

Para colmo a algunas religiones les interesaba que su grey no pensara por si misma y alentaba el temor con los castigos divinos y con las tentaciones del maligno. Nos sacaron a Dios de dentro contradiciendo las palabras de Jesús que dijo que "el reino de los cielos está en nosotros", y por el contrario nos metieron al diablo, así que ahora buscamos a Dios fuera, en el espacio, mientras que creemos que tenemos el diablo dentro. Inclusive en los cuentos infantiles se nos muestra a dos ángeles contrarios sobre nuestros hombros, uno aconsejándonos bien y el otro tentándonos a hacer cosas inapropiadas. Es sorprendente que en pleno siglo XXI aún estemos pensando de esta forma tan arcaica, que sigamos manteniendo creencias inútiles de cosas que no existen fuera de nuestra mente, pero que al concebirlas, al creerlas, las creamos para nuestra propia desgracia, para vivir en temor y coartados sin libertad de pensamiento. Y todo eso es karma, karma fabricado por nosotros mismos, de manera inconsciente la mayoría de las veces, pero si usted piensa en tormentas cosecha tempestades, es usted el dueño y señor del karma, de lo que acontece en su vida, es su forma de pensar la que genera el karma, usted es lo que piensa que es. Por eso es tan importante volvernos conscientes, reflexionar y meditar sobre nuestras creencias, comprender los mecanismos de la mente, cómo hacemos realidad las cosas, cómo se nos introducen paradigmas que si no se gastan hacen que ese pensamiento piense por nosotros. Estamos más interesados en los hechizos del ego y en los espectáculos que montan otros que en el camino interior que es el que nos haría despertar conciencia y darnos cuenta que somos nosotros mismos los que producimos las causas cuyos efectos nos repercuten como consecuencia lógica.

Cuando usted medita, al solo relajar el cuerpo y la mente, pierde la noción de los elementos que son comunes en un estado de vigilia, esa coreografía o circunstancialidad, todos los elementos que forman el elenco de nuestra vida, no existen en la conciencia presente en un estado de meditación.

En otro apartado volveremos a referirnos a esta ley que siendo universal la hemos constreñido a la circunstancialidad. , un fenómeno de comprensión

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