PROMETEO
Francisco Alvarez Hidalgo.
La figura trágica de Prometeo, rebelde contra la injusticia
Hijo del Titán Japeto y de Climena. Según dice la leyenda, Zeus desató el diluvio universal con el fin de arrasar con todos los seres humanos. Prometeo le dijo a su hijo Decaulión que construyera un arca donde pudiera salvarse él y su esposa, para continuar así la especie humana. A Prometeo se le debe la medicina, la medida del tiempo, la navegación, el fuego (que se lo robó a los dioses). Zeus no le tenía nada de simpatía y un día decidió ordenar a Hefesto que encadenara a Prometeo a la cima de una montaña muy alta donde un águila le comería en la mañana el hígado y luego en la noche le crecería de nuevo el mismo órgano para que a la mañana siguiente volviera el águila a continuar el torturante ciclo. Sin embargo, Prometeo sabía un secreto de Zeus y fue por éste que Zeus lo liberó. El secreto era que si Zeus tenía un hijo con Tetis éste sería más poderoso que su padre. Entonces Zeus decidió dar a Tetis en matrimonio a Peleo, y de ellos nació Aquiles, héroe de Troya.
Prometeo, símbolo de la inteligencia humana, revela los misterios divinos
Prometeo en un acto de coraje, robó el fuego a los dioses para entregarlo a sus criaturas. Sin él no había sido posible a los hombres transformar el medio ambiente y adaptarse a las necesidades que les imponía cada región del mundo. Por haber infundido a las criaturas un alma y una cosciencia que las haría capaces de attreverse a conquistar el mundo Prometeo recibió de Júpiter doloroso castigo
Cuenta la leyenda griega que la primera generación mística (las divinidades primordiales) creó la raza de los Titanes. Estos, en la persona de Cronos (Saturno), el dios del tiempo, destronaron al Cielo (Caelus, Urano).
Después, Zeus (Júpiter), hijo de Cronos, sucede a su padre y vence a la antigua estirpe en una guerra sangrienta que lleva a los olímpicos al poder.
Siguiendo la lógica de esa evolución, la raza que sucediera a los olímpicos, en términos de tiempo, debería, en igual forma, combatirlos y destronarlos. Pero esta raza son los hombres. Y la lucha sigue empeñada hasta hoy sin que, evidentemente, la humanidad venza a la divinidad.
El mito de Prometeo es la síntesis de la lucha hombre-divinidad. Representa una humanidad activa, industriosa, inteligente y ambiciosa, que trata de igualarse a las potencias divinas.
Prometeo no es un dios olímpico; es un titán (hijo de Japeto y Climene). Su crimen fue, justamente, el haber tratado de crear una raza que superase a los olímpicos; en ese empeño, enseño a sus criaturas el modo de dominar la naturaleza y de conocerse cada vez más, a sí mismas.
En sus esfuerzo por penetrar los misterios de la naturaleza, el hombre está obligado a abandonar el ocio: progresar cuesta sacrificios y representa enfrentarla, tanto en lo íntimo como en lo demás y en lo exterior. representa, también, la envidia y la represión de los dioses, temerosos de que la civilizaciones mortales aventajen al reino olímpico.
El psicoanálisis interpreta de distinta forma el mito de Prometeo en su eterna lucha con la divinidad. Creado por el espíritu, como todos los otros seres, el hombre, sin embargo, se distingue de las demás formas de vida por poseer inteligencia, una conciencia que lo individualiza y lo hace capaz de enfrentar a las fuerzas que lo dominan. Según el concepto psicoanalítico, Prometeo representa el despertar de la consciencia, la madurez del hombre libre que ha dejado de ser criatura dependiente, el principio de la intelectualización (idea contenida en su propio nombre, que en griego significa “pensamiento previsor”).
El mito tiene tres etapas. La primera corresponde a la creación del ser consciente, e incluye el robo del fuego, elemento básico para la elaboración de las culturas y civilizaciones que la consciencia humana ya podía emprender. La segunda etapa se refiere a la seducción del hombre por la mujer: Pandora. La tercera parte del mito cuenta el castigo (y la posterior liberación) del titán Prometeo.
Al dar fuego a los hombres, Prometeo los libera definitivamente de la dependencia divina. Sin el fuego, no sería posible transformar el medio ambiente, ni adaptarlo a las necesidades físicas de cada pueblo, de cada región. Al rededor del fuego se reunían los hombres primitivos, haciendo de ese elemento un importante factor de sociabilidad.
El fuego no es sólo el instrumento de transformación de las substancias, de cocción de los alimentos, de creaciones artesanales. El fuego representa, también, lo espiritual (luz), la sublimación (calor). Pero también agente de destrucción. Maravillados por sus propias invenciones, los hombres se imaginaron iguales a los dioses y dejaron de hacer sacrificios a los inmortales.
En ese momento, para castigar a los hombres, los olímpicos envían a Pandora, el símbolo de los deseos terrenales.
Castigada la humanidad, Zeus decide castigar a Prometeo, el orgulloso intelecto creador.
Pero, finalmente, viene la salvación: Hércules, también criatura de Prometeo, hombre-héroe, lo libera y mata al águila que le corroía el hígado inmortal. Prometeo se reconcilia con Zeus y entra en el Olimpo. Las consecuencias de esa culpa son olvidadas. El fuego deja de ser un poder destructivo para constituirse en el un elemento purificador, con el cual se realizan los sacrificios divinos.
Prometeo
Prometeo significa todas las tendencias que nos empujan a saber,porque
no es lo mismo entender que saber; saber, es saber hacer. Y nos empuja a
saber tanto como nuestros padres, más que nuestros padres, tanto como
nuestros maestros, más que nuestros maestros; nuestras líneas vitales…
Tú, que no estás sujeto a ningún límite, determinarás, por ti mismo, tu
propia naturaleza y conocimiento, según tu libre y universal voluntad...
Prometeo permanece indisolublemente ligado a la humanidad, al haber
recibido de él sus conocimientos y técnicas. Fue el trágico Esquilo el primero
que presentó la figura de Prometeo como la encarnación de la libertad
humana enfrentada con orgullo... al destino.
Prometeo
En el barro esculpí a la Humanidad
Dándole al primer hombre su existencia,
Y logré asegurar su preeminencia
En un mundo de fiera hostilidad.
Rompí las reglas por necesidad
(todo es común en caso de emergencia),
y acepté, aún siendo injusta, la sentencia
que hirió mi cuerpo, no mi dignidad.
Prendí mi antorcha en el sagrado fuego
Del sol, y se lo traje a los mortales
Pagando mi bondad con mi agonía.
Quizá quebré las leyes, no lo niego;
Pero fue por seguir los ideales
Del corazón, no de la letra fría.
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