martes, 16 de noviembre de 2010
El exito no tiene que ver con lo que mucha gente se imagina.
No se debe a los títulos nobles y académicos que tienes, ni a la sangre heredada o a la escuela donde estudiaste.
No se debe a las dimensiones de tu casa, o de cuantos carros quepan en tu garaje.
No se trata de si eres jefe o subordinado; o si eres miembro prominete de clubes sociales.
No tiene que ver con el poder que ejerces, o si eres un buen administrador o hablas bonito.
No es la tecnología que empleas.
No se debe a la ropa que usas, ni a los grabados que mandas bordar en tu ropa, o si después de tu nombre pones las siglas deslumbrantes que definen tu estatus social.
No se trata de si eres emprendedor, si hablas varios idiomas, si eres atractivo, joven o viejo.
El éxito … se debe a cuánta gente te sonríe, a cuánta gente amas, y cuántos admiran tu sinceridad y la sencillez de tu espíritu.
Se refiere a cuánta gente ayudas, a cuánta evitas dañar, y si guardas o no rencor en tu corazón.
De si tus logros no hieren a tus semejantes.
Es sobre si usaste tu cabeza tanto como tu corazón, si fuiste egoísta o generoso, si amaste la naturaleza, los niños, los animales, y si te preocupaste por los ancianos.
Es acerca de tu bondad, tu deseo de servir, tu capacidad de escuchar y tu valor sobre la conducta.
No es acerca de cuántos te siguen, sino de cuántos realmente te aman.
Se trata del equilibrio de la justicia, que conduce al bien tener y al bien estar.
y tu deseo de ser más, no de tener más…
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