domingo, 27 de junio de 2010
LAS TRES CLASES DE REALIDAD
LAS TRES CLASES DE REALIDAD
DION FORTUNE
Al menos que nos demos cuenta de la diferencia que existe entre el Cosmos y el Universo, no lograremos nunca comprender de verdad la filosofía esotérica. Este es un punto de la máxima importancia, pues señala la diferencia entre quienes saben cómo interpretar los sistemas de símbolos y quienes no.
El concepto no resulta fácil de entender, pero intentaremos explicarlo del modo más sencillo posible, pues de él se derivan numerosas implicaciones prácticas de la mayor importancia.
Para todos los fines prácticos, nuestro sistema solar es una unidad cerrada. Las influencias que recibe de otros cuerpos celestes cambian - si es que lo hacen - en plazos de tiempo tan largos que, en lo que a nosotros se refiere, tenemos razón al considerarlas constantes. Este sistema solar surgió de una nebulosa, los planetas surgieron del sol y los satélites de los planetas. Por tanto, y con respecto al universo, podemos decir: "Al principio había una nebulosa".
Pero una vez dicho descubrimos que eso no resuelve el problema. ¿Y de dónde surgió esa nebulosa? Cabe responder que fue el resultado de la condensación de materia esparcida en el espacio. Pero tampoco así habremos llegado al fondo de la cuestión. ¿De dónde extrajo esa materia del espacio las características intrínsecas que fueron luego revelándose en el proceso de su evolución?. De hecho, la misma palabra evolución implica la idea de involución. No se puede desplegar nada que no hubiese sido anteriormente plegado. Debe haber una fase de la existencia anterior al inicio de la evolución, pues ésta no es la creación continua de algo partiendo de la nada, sino la manifestación de determinadas capacidades latentes.
Para los fines propios de cualquier razonamiento que queramos hacer, resolvemos este problema recurriendo al Gran No-manifiesto, a la Raíz de Todo lo Existente, que es en realidad el equivalente metafísico de X, la cantidad desconocida. En álgebra, la X permite realizar cálculos u operaciones con cantidades conocidas; pero, al final, seguimos sin saber nada acerca de su propia naturaleza, exactamente igual que cuando empezamos. En metafísica denominamos también X a todo lo que no conocemos, que es no sólo el Gran No-manifiesto, sino también el Gran desconocido.
No obstante, el término desconocido es relativo, y los partidarios del esoterismo - al igual que los de la teoría de la evolución - no estarían de acuerdo con Herbert Spencer en que el Gran Desconocido es al mismo tiempo el Gran Inconocible. Con la ampliación de la conciencia humana, bien en el transcurso de la evolución, bien mediante métodos intensivos, se puede llegar a conocer muchas más cosas de las hasta ahora conocidas. De hecho, los científicos, los filósofos y los metafísicos saben mucho más sobre el Gran Desconocido que el hombre medio, mientras que éste sabe también mucho más acerca del mismo que un niño pequeño.
Por tanto, el Gran Desconocido no es una cosa por derecho propio, sino más bien una relación existente o, para decirlo con mayor exactitud, no existente, entre el Ser y determinados aspectos del No ser.
El Gran No-manifiesto no puede ser el Gran NO-existente. El Noexistente simplemente no es, y eso es todo lo que se puede decir sobre el mismo. Pero el Gran No-manifiesto es, y llamarlo la Raíz de Todo lo Existente es una descripción adecuada. Sólo es No-manifiesto en lo que a nosotros se refiere, porque - al menos en nuestro actual estado de evolución - no hemos conseguido las facultades o sentidos que nos permitirían entrar en contacto con El.
No obstante, si logramos ampliar nuestra conciencia y, por tanto, llegar a ser conscientes de un aspecto de la Raíz de Todo lo Existente que hasta ahora no habíamos percibido, dejará de ser No-manifiesto y pasará a ser Manifiesto.
¿Podríamos, pues decir, que la manifestación tiene lugar por medio de la comprensión? Las realidades, que son las esencias básicas noumenales de todo lo que existe, no se manifiestan nunca de manera que sean objeto de la experiencia sensorial. Pero ¿se limita nuestra capacidad de aprehensión a la experiencia sensorial? Según los psicólogos, sí; pero según los partidarios del esoterismo, no. Ninguna experiencia sensorial permitió a Darwin llegar a comprender la ley de la evolución. Es posible que sus cinco sentidos le permitieran observar los innumerables fenómenos, de los que, en último extremo, extrajo su deducción; pero se trataba de una facultad completamente distinta de la conciencia sensorial la que le permitió comprender la naturaleza de la cohesión subyacente dado las innumerables unidades separadas que habían sido objeto de su observación en el transcurso de sus investigaciones.
¿Es la fórmula que resume toda una serie de hechos objetivos menos real que los hechos en sí? ¿Consiste la realidad en los signos que, en forma de cifras y letras, la representan sobre el papel? ¿No se trata de algo que existe en sí y en su propio plano? Necesitamos alejar de nuestras mentes la idea de que sólo la materia sólida es real. Existen numerosas formas de energía que no son físicas. Bajo la realidad física se oculta una realidad psíquica, y bajo la realidad psíquica una realidad espiritual. Pensar en términos de materia es un hábito mental negativo, que nos da una visión completamente falsa de la existencia.
Podemos definir la realidad psíquica diciendo que consiste en la suma total de las comprensiones, por oscuras que sean, que la consciencia, por rudimentaria que sea, ha alcanzado. En cuanto a la realidad espiritual, lo mejor que podemos hacer es limitarnos a decir que consiste en el Gran Nomanifiesto todavía por comprender, y que en ella se encuéntrala Raíz de Todo lo Existente.
E incluso cuando se forma una realidad psíquica por medio de la comprensión, la realidad espiritual no desaparece, sino que permanece como la esencia subyacente que otorga validez al todo. Pues puede haber comprensiones psíquicas que no sean realidades, sino irrealidades, debido a su inexactitud o inadecuación, y en ellas podemos buscar la raíz del Mal Positivo.
Cabe preguntar qué consecuencias prácticas se pueden encontrar en la vida cotidiana derivadas de esas sutilezas metafísicas. Cuando tenemos que hacer frente a los numerosos problemas y cargas que se nos plantean a diario, ¿qué más nos da que exista una realidad psíquica diferenciable de lo "realmente importante", la realidad espiritual? ¿Y como disminuiría eso nuestra carga en caso de que lo supiéramos?
En consideraciones como éstas se apoya toda la estructura de la aplicación práctica del poder de la mente; en el campo de la realidad psíquica se apoyan los razonamientos y afirmaciones de movimientos tales como la Ciencia Cristiana y el Nuevo Pensamiento, y de él extraen su fuerza. También es en el campo de la realidad psíquica donde trabajan el mago y el practicante del esoterismo por medio de la mente entrenada, pues el plano de la realidad psíquica es susceptible de ser mentalmente manipulado.
Los habitantes de lo no visto
Cualquiera que, por medio de su propio psiquismo o empleando el psiquismo de otro como canal de evocación, entre en contacto con el mundo invisible, tendrá necesidad de algún sistema de clasificación para poder comprender los variados fenómenos con que se encontrará. No todos ellos se deben a los espíritus de los ya muertos; existen también otros habitantes del mundo invisible aparte de lo que tuvieron alguna vez forma humana.
Tampoco todos los fenómenos debidos a la mente subconsciente son enteramente subjetivos. La confusión surge cuando lo que debería asignarse a una división se atribuye a otra. Puede demostrarse claramente que la explicación ofrecida no justifica los hechos. No obstante, no se descalifican los hechos demostrando que la explicación es falaz. Una clasificación correcta ofrecería una explicación capaz de resistir cualquier investigación imparcial y de justificar su sabiduría.
La clasificación que proponemos en estas páginas se deriva en gran medida de fuentes ocultistas tradicionales, y creemos que servirá para arrojar luz sobre determinadas experiencias con las cuales se han encontrado los investigadores de lo psíquico. Se ofrece en un espíritu de cooperación, como testimonio independiente de una experiencia común.
1.- Las almas de los que se han ido
De todos los moradores de los mundos invisibles, con los que resulta más fácil entrar en contacto son las almas de los seres humanos que se han despojado de su envoltura de carne, bien temporal, bien definitivamente.
Cualquiera que esté familiarizado con el pensamiento espiritualista o esotérico, se habitúa pronto a la idea de que un hombre no cambia con la muerte. La personalidad continúa; lo único que desaparece es el cuerpo.
El aficionado al esoterismo distingue entre los que se encuentra en la fase inter-natal; es decir, los que están viviendo en mundos no físicos entre encarnación y encarnación, y los que no se van a encarnar nunca más. Existe una gran diferencia en la capacidad y visión de estas dos clases de almas, y muchos de los temas aún pendientes entre el espiritismo y el ocultismo se deben indudablemente a la incapacidad para comprender este hecho.
El ocultista no mantiene que la existencia sea una secuencia eterna de nacimientos y muertes; sino que, en una determinada fase de la evolución, el alma se adentra en una serie de vidas materiales y, a través de su evolución a lo largo de esas vidas, supera finalmente la fase mundana de la evolución, volviéndose cada vez más y más espiritualizada a finales de este período, hasta verse liberada de la materia y no volver a reencarnarse, continuando su existencia como espíritu sin cuerpo, aunque con una mente humana. El ocultista mantiene que la mentalidad sólo puede alcanzarse encarnándose en forma humana. Los seres que no hayan pasado por esta experiencia carecen de mentalidad - al menos tal como nosotros la concebimos -, aunque con algunas excepciones que estudiaremos más adelante.
En las sesiones espiritistas se entra en contacto sobre todo con las almas de los muertos vivientes. Las almas liberadas se dirigen al lugar que les corresponde, y no resultan tan fáciles de alcanzar. Sólo vuelven a la esfera terrestre las que aún tienen cosas que resolver en ella. Pero la discusión de este punto abriría campos enormemente vastos, de los que no podemos ocuparnos por el momento. Baste decir que, como bien saben quienes se dedican a la investigación psíquica, existen almas superiores a las comúnmente encontradas, preocupadas por la evolución de la humanidad y por la formación de todos los que estén dispuestos a colaborar con ellas en su tarea.
Por tanto, podemos afirmar que cabe dividir las almas de los que se han ido en tres categorías: las de los muertos vivientes, que volverán antes o después a la vida terrestre; las liberadas, que han superado ya la vida terrestre y ascendido a otra esfera de la existencia, y las liberadas que, a pesar de haber pasado a esa otra esfera, vuelven a la terrestre porque tienen algo que hacer en ella. El reconocimiento de estos tres tipos de almas de los que se han ido servirá para explicar muchas de las discrepancias existentes entre las creencias de los espiritistas y las de los ocultistas. El ocultista aspira sobre todo a entrar en contacto con las almas liberadas, para trabajos específicos en los que tanto él como ellas están interesados, mientras que la mayoría de las veces deja en paz a las almas de los muertos vivientes. Personalmente, creo que está equivocado cuando actúa así. Es cierto que esas almas apenas le pueden servir de ayuda en la tarea que ha emprendido, pero la relación entre los vivos y los muertos sirve para arrebatarle a la muerte la mayoría de los terrores que la rodean y para ir construyendo poco a poco un puente entre los que siguen con vida y los que la han perdido ya. El ocultista no debería invitar a los muertos vivientes a cooperar con él, como hace con las almas liberadas, pues ellos tienen su propia tarea que realizar; tampoco puede depositar la misma confianza en sus conocimientos como en los de quienes están ya libres de la rueda del nacimiento y la muerte; tampoco tiene derecho a utilizarlos como utiliza a los espíritus Elementales en el transcurso de sus experimentos. No obstante, y aun reconociendo esas limitaciones, no parece haber razón alguna por la que un ocultista deba negarse a compartir esas experiencias, que indudablemente se le presentarán en un momento u otro. Después de todo, la muerte es sólo uno más de los procesos de la vida, y los muertos siguen vivos y son perfectamente normales.
2.- Proyecciones de los vivos
La aparición de un simulacro de ser humano en el momento de la muerte es bastante común y existen innumerables ejemplos que lo atestiguan.
No obstante, lo que no se conoce tan bien es que es posible que el simulacro, o forma astro-etérica, sea proyectado voluntariamente por un ocultista preparado. En comparación con las almas desprovistas de cuerpo con que se encuentra uno una vez traspasado el umbral, esas proyecciones son por lo general escasas, pero se producen de cuando en cuando; y, en consecuencia, deben incluirse en cualquier clasificación que pretenda ser exhaustiva.
Normalmente, esas almas proyectadas parecen estar absortas en sus propios asuntos y en un estado tal de concentración que ignoran olímpicamente todo cuanto las rodea. De hecho, el espíritu desencadenado se está esforzando por mantener su consciencia en los planos superiores, y su concentración es como la de quien está aprendiendo a montar en bicicleta.
De cuando en cuando se logra establecer comunicación entre un cuerpo etérico así proyectado y un grupo de experimentadores, obteniéndose resultados de lo más interesantes; pero a menos que exista materializació n suficiente como para que el simulacro resulte visible para lo no psíquico, el experimento participará más bien de la naturaleza de la telepatía a través de un medio que de una auténtica proyección de la forma astro-etérica.
Esa clase de visitantes no son ángeles ni demonios, sino "humanos, demasiado humanos".
3.- Las jerarquías angélicas
El protestante medio tiene una idea demasiado vaga acerca de las jerarquías angélicas, los espíritus de esos seres pertenecientes a otro escalón de la evolución que nosotros, aunque hijos del mismo Padre Celestial. No obstante, la Cabala resulta de lo más explícita a este respecto, y los clasifica en diez órdenes de arcángeles y diez órdenes de ángeles. La teología budista, la hindú y la mahometana son igualmente explícitas, y la católica se aproxima algo. Dada esa notable coincidencia entre religiones distintas, cabe suponer que la existencia de jerarquías angélicas es algo probado. Para los fines que nos proponemos aquí, lo mejor que podemos hacer es tomar como guía el sistema espiritual en que se basó el cristianismo; es decir, el judaísmo.
No nos meteremos en clasificaciones tan elaboradas como las empleadas por los rabinos judíos, que tienen su importancia para la magia, pero no para el tema que nos estamos planteando ahora. Basta darnos cuenta de que existen seres creados por Dios de mayor o menor grandeza, desde el poderoso arcángel que vio San Juan de pie ante el sol, hasta los mensajeros celestiales sin nombre que han visitado de cuando en cuando a la humanidad.
Más allá de las esferas a que se asignan los espíritus sin cuerpo de la humanidad se encuentran estos seres celestiales; y en algunas de las altas esferas de la luz espiritual, un médium o una persona dotada de gran capacidad psíquica consigue a veces entrar en contacto con ellos. En los escritos de Vale Owen aparecen muchos párrafos acerca de ellos, de gran relevancia e interés.
Los rabinos judíos afirman que estos seres son perfectos, cada uno de ellos en el campo que les corresponde; pero no evolucionan, y está claro que son seres no intelectuales. Casi se les podría denominar robots divinos, estrictamente condicionados por su propia naturaleza a cumplir las misiones para las cuales han sido creados, libres de toda lucha y conflicto internos; pero incapaces de cambiar y, por tanto, de evolucionar.
Se dice que ningún ángel se sale jamás de su propia esfera de actividad.
El ángel que posee "la capacidad de curar en sus alas" no puede conceder visiones, y el que concede visiones no puede servir como guardián o protector contra los poderes de la oscuridad.
Los especialistas en esotérica trazan una distinción fundamental entre los ángeles y las almas de los seres humanos. Dicen que las Chipas Divinas, que constituyen los núcleos de las almas humanas, proceden del Cosmos noumenal, del mismo plano en el cual el Logos Solar tiene su morada. Poseen, por tanto, la misma naturaleza intrínseca que la Cabeza de Dios. Los ángeles son, por el contrario, seres creados por el Logos Solar, como las primeras de las criaturas por El creadas. No degeneran ni regeneran, sino que permanecen invariables y sin evolucionar hasta el fin de los tiempos.
Las funciones de los ángeles son diversas, y no podemos ocuparnos de ellas aquí con detalle. Según su propia graduación y categoría, son los mensajeros de Dios en todo lo relacionado con el espíritu, pero no mantienen contacto directo con la materia sólida o densa; esa misión le corresponde a otra clase de seres, los Elementales, que tanto por su origen como por su naturaleza intrínseca difieren de los ángeles y de los hombres.
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1 comentario:
Antonio, he leído tus sueños repetidas veces. Creo que gozas de un don especial y que en el contenido de los mismos, diste en el momento de su publicación un mensaje especial. Que Dios te bendiga y que el día de tu designio que pronto llegará, sepas comunicar al Mundo todo lo que en tu interior esta señalado por voluntad de nuestro Amado Padre.
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