domingo, 29 de agosto de 2010

Los Evangelios Gnósticos Descubrimiento de Nag Hammadi.




Los Evangelios Gnósticos

Descubrimiento de Nag Hammadi.


En diciembre de 1945, un campesino árabe hizo por casualidad un descubrimiento arqueológico cerca del poblado de Nag Hammadi, en el Alto Egipto. Este se ha convertido en fuente imprescindible de estudio para los historiadores de las religiones. Se trataba de 13 papiros, encuadernados en cuero, que muy luego despertaron el interés de todos los especialistas del mundo, ya que serían una de las pocas fuentes directas existentes de los llamados «evangelios gnósticos». Entre los 52 textos descubiertos en Nag Hammadi se encontraban, entre otros, el Evangelio de Tomás, el Evangelio de Felipe, el Apocrifón (literalmente «libro secreto») de Juan, el Evangelio de la Verdad, y el Evangelio de los Egipcios (identificado como el «Libro sagrado del Gran Espíritu Invisible») . También se encontraron entre ellos algunos atribuídos a seguidores directos de Jesús, tales como el libro secreto de Jaime, el Apocalipsis de Pablo, la Carta de Pedro a Felipe y el Apocalipsis de Pedro.

Muy pronto se comprobó que los textos encontrados en Nag Hammadi eran traducciones en escritura copta hechas hace unos 1.500 años de textos aún más antiguos. Los originales fueron escritos en griego, el mismo idioma del Nuevo Testamento. Si bien la datación de estos textos los sitúa alrededor de los años 300 a 400 D.C., ha habido discusión sobre el año en que pudieron haber sido escritos los textos primitivos. En todo caso, no pueden ser posteriores a los años 120-150 D.C. ya que Ireneo, el obispo ortodoxo de Lyon, escribiendo hacia el año 180 D.C. dice que los herejes «se jactan de poseer más evangelios de los que realmente existen», y se queja de la gran circulación que han alcanzado dichos textos.

Los textos fueron encontrados enterrados, dentro de una vasija de greda, y habían permanecido prácticamente ignorados hasta hoy como resultado de la lucha infatigable dada en su contra por los cristianos primitivos. Todos los textos encontrados en Nag Hammadi habían sido denunciados como heréticos, por los cristianos ortodoxos, en la mitad del siglo II. Casi todo lo que se sabía de ellos, antes de su descubrimiento, procedía de lo que sus oponentes habían escrito para atacarles. El mismo Ireneo escribió cinco volúmenes titulados «Refutación y derrocamiento de la falsamente llamada Gnosis», describiendo algunos de los textos a que nos estamos refiriendo como «especialmente llenos de blasfemias».

A partir del siglo IV, tras la conversión al cristianismo del emperador Constantino, el castigo a los herejes fue más severo. La posesión de libros denunciados como heréticos se convirtió en delito y los ejemplares encontrados eran destruídos. Hasta los descubrimientos de Nag Hammadi no existían textos originales en los que pudieran estudiarse sus planteamientos. Desde que terminó su publicación, la que demoró cerca de 30 años por diversas dificultades de orden académico pues todos querían «ser los primeros», se han multiplicado las investigaciones y existe una gran bibliografía sobre ellos.

Estas investigaciones han demostrado que la tradición cristiana representa sólo una pequeña selección de fuentes, elegidas entre docenas. Quién hizo la selección, por qué motivo, por qué se excluyeron los demás escritos, porqué fueron prohibidos como heréticos, qué los hacía tan peligrosos, son preguntas que tienen explicaciones políticas y sociales, además de religiosas. Los debates que promovían estos evangelios gnósticos eran cruciales para el desarrollo del cristianismo como religión institucional. Es por eso que a ideas cuyas implicaciones eran contrarias a dicho desarrollo, se les colocó la etiqueta de «herejías», mientras que ideas que lo apoyaban implícitamente se consideraron «ortodoxas».

Diferencias entre ortodoxos y gnósticos.

Después del descubrimiento de Nag Hammadi se pudo estudiar por primera vez «la otra cara de la medalla», esto es, lo que los gnósticos atacaban de los ortodoxos. El Segundo Tratado del Gran Set señalaba: «eramos odiados y perseguidos, no sólo por aquellos que son ignorantes (paganos) sino también por aquellos que creen estar promoviendo el nombre de Cristo, toda vez que están vacíos sin saberlo, no sabiendo quienes son, igual que animales estúpidos».

Para los gnósticos, la iglesia católica era una iglesia de imitación, una falsificación. Tales cristianos -decían- inmersos en una ciega arrogancia pretenden poseer la legitimidad exclusiva: «Algunos que no entienden el misterio hablan de cosas que no comprenden, pero se jactan de que el misterio de la verdad
les pertenece a ellos solos». Alrededor del año 200, la controversia entre ortodoxos y gnósticos estaba en su punto más alto. Ambos creían representar la iglesia verdadera y se acusaban mutuamente de ser intrusos, hermanos falsos e hipócritas. La diferencia fundamental se centraba en quiénes podían formar parte de lo que ambos denominaban «iglesia verdadera».

Según los gnósticos, aplicando criterios cualitativos, ellos representaban sólo a los pocos elegidos. El bautismo, por ejemplo, para ellos no significaba nada: «mucha gente se sumerge en el agua y vuelve a salir sin haber recibido nada» ( Evangelio de Felipe). En general - pensaban ellos - la comunidad simplemente imitaba. Ellos, en cambio, citando un dicho de Jesús: "Por sus frutos los conoceréis", exigían pruebas de madurez espiritual para demostrar que se pertenecía a la iglesia verdadera.

Para los ortodoxos bastaba cumplir requisitos objetivos para ser miembro de la iglesia : confesar el credo, aceptar el ritual del bautismo, participar en el culto y obedecer al clero. A principios de la consolidación de la iglesia como institución, la unificación del movimiento era esencial y se eliminaron los criterios cualitativos para pertenecer a la iglesia. Valorar a cada candidato según su madurez espiritual, percepción o santidad personal - como pretendían los gnósticos - requería una organización mucho más compleja y además excluía a muchos. Para la iglesia era fundamental ser católica, es decir, universal, con la mayor cantidad de personas bajo su mando: «Que nadie haga nada relativo a la Iglesia sin el obispo. Considérase válida la eucaristía celebrada por el obispo o por la persona que él designe... Dondequiera que el obispo ofrezca (la eucaristía), que esté allí presente la congregación, del mismo modo que la Iglesia Católica está dondequiera que está Jesucristo... No es legítimo ni bautizar ni celebrar ágape (banquete de culto) sin el obispo... Unirse al obispo es unirse a la Iglesia; separarse del obispo es separarse no sólo de la Iglesia, sino del propio Dios». (Ignacio, obispo de Antioquía, ortodoxo; Carta a los de Esmirna,8,1-2)

Ireneo, el crítico radical del gnosticismo decía que «la verdadera gnosis es la que consiste en la doctrina de los apóstoles y la antigua constitución de la Iglesia a lo largo y ancho de todo el mundo». Para él, sólo la Iglesia Católica brinda un «sistema de doctrina completo», proclamando un Dios único, creador y padre de Cristo, que encarnó, sufrió, murió y resucitó corporalmente de entre los muertos. Fuera de la iglesia no hay salvación: «ella es la entrada a la vida; todas las demás son ladronas y salteadoras».(Ireneo, Adversus Haereses, IV.33.8)

Los gnósticos, por el contrario, afirmaban que lo que distingue la iglesia falsa de la verdadera no es su relación con el clero, sino el nivel de comprensión de sus miembros. Aquellos que son de la vida - declara
el Apocalipsis de Pedro - habiendo sido iluminados, discriminan por cuenta propia entre lo que es verdadero y lo que es falso. No tratan de dominar a los otros ni se someten a los obispos y diáconos, aquellos «canales sin agua».

En el fondo, los gnósticos se preocupaban de su propio desarrollo espiritual como individuos, mostrándose indiferentes ante las responsabilidades de la iglesia con la comunidad.

Conocimiento Secreto.

A diferencia de los evangelios del Nuevo Testamento, los evangelios llamados gnósticos, se identificaban
a sí mismos como «secretos». El Libro Secreto de Juan, por ejemplo, comienza ofreciendo revelar «los misterios y cosas escondidas en el silencio» que Jesús enseñó a sus discípulos. Estas serían enseñanzas ocultas a los ojos de «los muchos».

En general, la gnosis no se presenta como una nueva religión. Lo que pretende es poseer el esoterismo (lo oculto, reservado) de religiones preexistentes: fundamentalmente del cristianismo, el judaísmo, el islamismo. Casi siempre los gnósticos fundan escuelas de iniciación, en que van comunicando los misterios a los aspirantes a medida que maduran, por medio de revelaciones sucesivas.

En la gnosis cristiana Jesús es considerado el poseedor de secretos salvadores. Después de su ascensión a los cielos, habría impartido una enseñanza secreta indispensable para comprender el sentido oculto de
los evangelios. Y del mismo modo como Jesús reservó esta enseñanza a un grupo reducido de discípulos de ambos sexos, la instrucción de los misterios gnósticos se dispensa sólo a unos pocos dignos de ella. «Pocos pueden poseer este conocimiento; uno entre mil, dos entre diez mil». (Evangelio de Tomás).

Tipo de Conocimiento.

Este secreto es un verdadero «conocimiento» (gnóstico viene del griego «gnosis», palabra que suele traducirse como conocimiento). Pero gnosis no significa conocimiento racional. La lengua griega distingue entre conocimiento científico o reflexivo (teoría) y conocimiento por observación o experiencia, que es la gnosis. Tal como la utilizan los gnósticos se podría traducir como «intuición» ya que la gnosis entraña un proceso intuitivo de uno mismo.

Al estudiar los textos gnósticos se puede ver que se trata menos de un conocimiento , que de una revelación secreta y misteriosa... "la gnosis es una experiencia interior destinada a convertirse en estado inamisible (del latín inamissibilis: que no puede perderse), a través del cual, en el curso de una iluminación que es regeneración y divinización, el hombre se encuentra en su verdad, vuelve a recordar y adquiere otra vez consciencia de sí mismo, o sea que conoce simultáneamente su naturaleza y origen auténticos. A través de esta experiencia se conoce o se reconoce en Dios, conoce a Dios, aparece ante sí mismo como emanado de Dios y ajeno al mundo, adquiriendo así, con la posesión de su «yo» y de su verdadera condición, la explicación de su destino y la certidumbre definitiva de su salvación, al descubrirse merecidamente salvado para toda la eternidad".

Un «conocimiento» tal, una «revelación» semejante convierten a quien lo posee en un ser prestigioso, «pues un hombre es un ser viviente divino, que no debe ser comparado con los demás seres vivientes, sino con los que habitan allá arriba, en el cielo, y que se llaman dioses»,

La gnosis - simbolizada por el fuego - arranca el alma del elegido del espeso «sueño» en que se hallaba sumida. Una vez que ha sido alcanzada constituye un conocimiento total, inmediato, que el individuo posee enteramente o del que carece en absoluto, que abarca al Hombre, al Cosmos y a la Divinidad. Para los gnósticos es ese conocimiento lo que salva al individuo.

Camino al Conocimiento.

Según los gnósticos, Jesús vino al mundo a señalar la senda para encontrar el camino del conocimiento. Más que ofrecer una serie de respuestas, lo que él buscaba era ser un estímulo para iniciar una búsqueda: «Buscad e inquirid sobre los caminos que debiérais seguir, pues no hay nada tan bueno como esto» (Enseñanza Autorizada; Texto de Nag Hammadi,34,20-23).

Los cristianos ortodoxos rechazaban la idea gnóstica que el conocimiento de Dios pudiera lograrse conociéndose a sí mismo . Ellos postulaban el conocimiento de Dios sólo a través de Cristo: «Le dice Tomás: «Señor, no sabemos a donde vas, ¿cómo podemos saber el camino?. Responde Jesús: «Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre, sino por mí». Este texto de Juan (Juan, 145-6) es contado levemente distinto por los evangelios gnósticos, El Diálogo del Salvador, por ejemplo, cuenta que cuando los discípulos hicieron esa pregunta a Jesús, éste respondió: «el lugar a que podéis llegar, ¡colocaos allí!.» El Evangelio de Tomás relata que Jesús se habría limitado a decir: «Hay luz dentro de un hombre de luz e ilumina al hombre entero. Si no brilla es oscuridad». Ambos dichos lo que hacen claramente es dirigir al hombre hacia sí mismo, hacia la «luz de adentro».

Para los gnósticos, los ortodoxos «no buscan ... a Dios ... no inquieren acerca de Dios... el hombre insensato oye la llamada, pero ignora el lugar de donde ha sido llamado. Y no pregunta, durante la prédica, ¿Dónde está el templo en que debería entrar para adorar? (Enseñanza autorizada, 33, 3-44). Se limitan a creer las prédicas que oyen, sin hacer preguntas, aceptando el culto y, lo que es peor, censurando a quienes preguntan acerca de su salvación».

Ya que la ignorancia, y no el pecado es lo que causa el sufrimiento de los hombres, el movimiento gnóstico valora sobre todo el conocimiento. Y como el más importante, el autoconocimiento, que es percepción íntima. Careciendo de él, la persona tiene la sensación de ser movida por impulsos que no entiende. Esta
es una idea totalmente moderna, compartida hoy por la psiquiatría. La mayoría de la gente vive en el olvido, o, por decirlo en términos contemporáneos, en el inconsciente. Y al permanecer inconsciente de su propio ser, el hombre pierde sus raíces.

Quien es ignorante, «creatura del olvido», (Evangelio de la verdad) no puede experimentar satisfacción.
Una persona así, sólo vive en deficiencia. Y la deficiencia consiste en ignorancia: «como con la ignorancia de alguien, cuando llega a tener conocimiento, su ignorancia se evapora por sí sola, del mismo modo que la oscuridad desaparece cuando aparece la luz, también la deficiencia se evapora con la satisfacción». (Diálogo del Salvador; 177)

La ignorancia de uno mismo es, por lo tanto, para los gnósticos una forma de autodestrucción: «Si uno no entiende como nació el fuego, se quemará en él, porque no conoce su raíz. Si uno no entiende primero el agua, no sabe nada... Si uno no entiende como nació el viento que sopla, correrá con él. Si uno no entiende como nació el cuerpo que lleva, perecerá con él... Quienquiera que no entienda como vino, no entenderá cómo se irá... (Diálogo del Salvador;177).

La psicoterapia y los gnósticos están de acuerdo al decir que la psiquis lleva dentro de sí el potencial para la liberación o la destrucción. Según el Evangelio de Tomás, Jesús habría dicho «Si sacas lo que está dentro de tí, lo que saques te salvará. Si no sacas lo que está dentro de tí, lo que no saques te destruirá. Reconoce lo que está ante tus ojos y lo que está oculto te será revelado».

Silvano, cuyas Enseñanzas se encontraban entre los textos encontrados en Nag Hammadi pide: «Poned fin al sueño que pesa con fuerza sobre vosotros. Partid del olvido que os llena de tinieblas ... ¿Por qué perseguís la oscuridad, aunque la luz esté a vuestra disposición? ... La Sabiduría os llama y, pese a ello, vosotros deseáis la necedad... Un hombre necio ... sigue los caminos del deseo de toda pasión. Nada en los deseos de la vida y se ha ido a pique ... es como un barco que el viento zarandea de un lado a otro y como un caballo suelto que no tiene jinete. Porque este (caballo) necesitaba al jinete, que es la razón... , antes que todo lo demás... conócete a ti mismo».

El Evangelio de Tomás advierte que el descubrimiento provoca una gran confusión interior. «Jesús dijo: «Que aquél que busca siga buscando hasta que encuentre. Cuando encuentre, se turbará. Cuando se turbe, quedará asombrado y gobernará sobre todas las cosas»

Los gnósticos cristianos interpretaban el Reino de Dios no como un hecho real esperado en la historia, sino como una transformación interna: «Jesús dice: Si aquellos que os guían os dicen: Mirad, el Reino está en el cielo, entonces los pájaros llegarán antes que vosotros. Si os dicen: Está en el mar, entonces, los peces llegarán antes que vosotros. En vez de ello es un estado de autodescubrimiento. El Reino de Dios está dentro de vosotros y fuera de vosotros. Cuando lleguéis a conoceros a vosotros mismos, entonces seréis conocidos y os daréis cuenta de que sois los hijos del Padre que vive. Pero si no os conocéis a vosotros mismos, entonces moráis en la pobreza y vosotros sois esa pobreza» (Evangelio de Tomás).

Conocimiento Salvador.

El gnóstico se salva mediante el conocimiento. Pero, ¿de qué se salva?. La doctrina gnóstica, por lo mismo que no existe una iglesia unificadora de criterios, es riquísima. Se pueden encontrar entre ellas infinidad de explicaciones sobre la creación del mundo y del hombre, sobre el papel del hombre en el mundo, la reencarnación, la resurrección de Cristo, el concepto de divinidad, entre otras. Sin embargo, hay principios en los que todos están más o menos de acuerdo. Es así que podemos decir que el conocimiento libera al hombre, en primer lugar de su cuerpo. El cuerpo es considerado una prisión del propio yo: «Yo soy un dios, hijo de dioses, brillante, centellante, resplandeciente, radiante, perfumado y hermoso, pero ahora he caído en la miseria. Innumerables y repugnantes diablos se apoderaron de mí y me redujeron a la impotencia» (Texto kanteo). «Yo sufro en mi vestimenta corporal a la que ellos me trajeron y me arrojaron». (Ginzá, Libro sagrado de los mazdeístas) .

El cuerpo es algo ajeno, que debemos soportar. Es una «tumba», una «prisión», un «cadáver», un «compañero indeseable», un «intruso», un «dragón devorador». Es un instrumento de humillación y sufrimiento, que hunde al espíritu en un sopor abyecto, en el «degradante olvido de su origen».

Y no sólo el cuerpo domina al hombre, sino también un conjunto de pasiones, de demonios que penetran en su alma produciendo en ella deseos inferiores y groseros. El hombre posee dos almas: un alma celeste, su verdadero «yo» y un alma inferior puesta en él por los demonios para obligarlo a pecar.

En segundo lugar, el hombre gnóstico se siente arrojado a un mundo ajeno, absurdo, con el que no tiene afinidad. El mundo es el sitio de la muerte, la fealdad y el mal. «Libéranos de la oscuridad de este mundo al que hemos sido arrojados».

Según algunos gnósticos, no hay un mundo sino una multitud innumerable de mundos inacabados. Este que habitamos se halla rodeado por «tinieblas exteriores», por «un gran mar» que no es otro que el firmamento, que son barreras que impiden la evasión fuera de él.

El cosmos visible es el dominio de la sucesión de nacimientos y muertes, la región en que se hallan aprisionadas las almas superiores desde su caída a la materia. La mayor parte de los gnósticos cree en la reencarnación, lo que da optimismo a su visión . La suerte de los hombres inferiores sólo es desesperada para esta encarnación, ya que nada impide que en encarnaciones posteriores vayan transformándose en seres «espirituales».

Arrojado al mundo, el hombre aspira desesperadamente a un «más allá» que es donde se encuentra la verdadera vida, en libertad y plenitud. El hombre -dicen los gnósticos- tiene dentro de sí un principio divino exiliado aquí abajo. Mediante el conocimiento, él reconoce su origen y así se salva: «el conocimiento del hombre es el comienzo de la perfección».

El hombre está en el mundo, pero no es del mundo. El mundo y su existencia en él es algo malo ya que es una mezcla violenta y anormal de dos naturalezas o dos modos de ser contrarios e irreconciliables, con exigencias opuestas.

Si el mundo es malo, el lugar donde las almas sufren, ¿quién lo creó? ¿porqué lo creó?. Existen muchas y complejas explicaciones entre los gnósticos sobre quién habría creado este mundo tan imperfecto. Sin embargo, en general, siempre vuelve la idea que el mundo no fue creado por el verdadero Dios, sino por un poder inferior. El Demiurgo (Dios creador) es presentado con frecuencia como un obrero inexperto que se esfuerza por copiar la obra del verdadero Dios.

Si bien la gnosis es una actitud fundamentalmente dualista que opone al mundo y Dios, la luz y las tinieblas, lo superior y lo inferior, el hombre participa tanto del mundo inferior como de la naturaleza divina. Es un destello luminoso aprisionado en la carne. El alma, la parte superior del hombre es siempre un fragmento luminoso sustraído de la divinidad y aprisionado en la tierra. El problema es saber cómo el alma - chispa divina extraviada en la tierra - puede retornar a las regiones de donde ha caído.

La gnosis es reminiscencia: recuerda al elegido su primer estado: «Si estás hecho de vida y de luz y adviertes que esa es tu naturaleza, volverás a la vida y a la luz». El hombre que recibe la «luz», separa de él las pasiones que lo dominaban. La gnosis es el conocimiento del camino hacia lo alto y de los medios empleados para seguirlo. «Pero el hombre sólo puede llegar a ella si advierte que él mismo es, en pequeño, el mundo entero. El hombre es un microcosmos donde aparecen todos los poderes y sustancias del macrocosmos. Se compone de materia, pero contiene también el Logos, el Espíritu divino viviente que reina sobre las regiones superiores del Cosmos».

Conclusión.

Los descubrimientos de Nag Hammadi han replanteado cuestiones fundamentales a los estudiosos del desarrollo del cristianismo. Tal vez si la iglesia naciente no hubiera logrado una estructura organizativa y teológica tan firme, el cristianismo hubiera desaparecido de la historia, junto con decenas de cultos religiosos que rivalizaron con él en la antigüedad.

Sin embargo, no debemos perder de vista que los cristianos, tanto ortodoxos como gnósticos, al igual que toda la gente religiosa, defiende sus ideas como expresión de una particular experiencia religiosa. El gnosticismo y la ortodoxia expresan clases muy diferentes de experiencia humana y por lo mismo, atrae a tipos muy diferentes de personas.

El gnóstico es individualista, no puede aceptar como acto de fe lo que digan otros. Sólo basándose en la experiencia inmediata podrá estar seguro de haber alcanzado realmente la gnosis. Para él, no hay nada comparable con la propia experiencia.

El cristiano ortodoxo, por el contrario, busca otra cosa. Para él es mucho más importante su relación con los otros. Cristo no conduce las almas fuera de este mundo para llevarlas a la iluminación, sino que él representa «la plenitud de Dios», bajando a la tierra con el fin de sacralizar la experiencia humana. El convertir en sagrada la vida corriente se manifiesta en rituales destinados a celebrar los principales acontecimientos de la vida: compartir los alimentos, en la eucaristía; la sexualidad, en el matrimonio; el nacimiento, en el bautismo; la enfermedad, en la unción, y la muerte, en los entierros. Todos estos actos se celebran en comunidad y todo el cuerpo social se hace partícipe de ellos.

Mientras el gnóstico se ve a sí mismo «uno entre mil, dos entre diez mil», el ortodoxo se ve como miembro de la familia humana y de la iglesia universal.


Rebeca Bordeu
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Más Información:
Serge Hutin.- Los Gnósticos.- Editorial Universitaria
Elaine Pagels.- Los Evangelios Gnósticos.- Grijalbo
Pierre Crépon.- Los Evangelios Apócrifos.- Edaf

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