viernes, 26 de junio de 2009

LAS CRIATURAS DE LOS ELEMENTOS


LAS CRIATURAS DE LOS ELEMENTOS

Los antiguos filósofos poblaron los elementos de la Naturaleza con razas y especies completamente desconocidas para el hombre común. Los sabios de todas las edades afirmaron que la Naturaleza obra a través de fuerzas inteligentes, y no a través de leyes mecánicas. Sobre esta hipótesis, fue construida la doctrina de los Espíritus de la Naturaleza y las larvas elementales. Paracelso, llamado el Hermes suizo, y el primer gran médico de los tiempos modernos, nos ofrece el más completo análisis de estas extrañas criaturas que viven, se mueven, y cuyo ser no es visto ni tampoco comprendido por el hombre mortal. Pese a ver todos los días sus obras, nunca se nos ha enseñado a conocer los trabajadores que, día y noche, actúan a través de las fuerzas más sutiles de la Naturaleza.

Estos espíritus elementales pueden dividirse en tres grupos:

1. Los elementales de los cuatro elementos o éteres, a los que llamados comúnmente los Espíritus de la Naturaleza.

2. Los elementales creados por el hombre en los planos astral y mental.

3. El Morador del Umbral, o elemental individual.



LOS CUATRO ELEMENTOS



De acuerdo con las antiguas doctrinas, el universo tangible está compuesto de cuatro elementos principales. Estos cuatro elementos están regidos por los Señores de la Forma, a los que a veces se denomina Querubín de cuatro cabezas. El Querubín de cuatro cabezas apostado a las puertas del Jardín del Edén; el Querubín de cuatro cabezas que, con su otro hermano de creación, está arrodillado en el Asiento de Misericordia del Arca de la Alianza; las cuatro bestias del Apocalipsis; los cuatro aspectos de la gran esfinge asiria; el hombre-toro babilónico, todos simbolizan estos cuatro elementos primordiales. Desde tiempo inmemorial, el hombre dividió la forma en cuatro esencias fundamentales. Estas cuatro esencias son la base de todas las cosas conocibles por los centros de conciencia del cuerpo material humano. Todas las cosas que están en un plano más elevado que estas cuatro esencias sólo pueden ser conocidas por la visión espiritual.

Todas las innumerables y complejas formas que aparecen en este mundo como productos de las emanaciones geométricas de los Señores de la Forma, o de los Devas constructores de cuerpos, son la expresión de estas cuatro corrientes L de vida. A estas corrientes se las denomina los ríos de vida que surgen de los jardines del Señor, y su fuente es la gran jerarquía creadora llamada por los antiguos los Reyes de Edom.

Por encima de la sustancia raíz cósmica, los cuerpos físicos están animados por estas corrientes dadoras de vida del éter. El éter es esa parte del cuerpo del Logos Universal (o de algo más elevado que no conocemos) que ocupa la posición de portador o recipiente, porque a través de él pasa en cuatro corrientes el poder del Logos creador. De sus esencias provienen los cuatro principios creadores que en la actualidad forman la base del cuádruple vehículo humano:

1. Físico o terrestre;

2. Etéreo o acuático;

3. Astral o ardiente;

4. Mental o aéreo.

Estos cuatro vehículos, que los antiguos simbolizaban por los brazos de la cruz, forman la base de la doctrina sagrada de la crucifixión. Por constituir la base primordial de los cuerpos, están bajo el control de las cuatro cualidades y signos constructores del cuerpo conocidos con el nombre de los cuatro signos fijos del zodíaco. Son las tres crucifixiones

presentes en el zodíaco: la cruz de los cuatro signos cardinales, la cruz de los cuatro signos fijos, y la cruz de los cuatro signos comunes. A su vez éstas representan las tres principales encrucijadas de las fuerzas vitales en el cuerpo humano. El mundo etéreo entero, con sus muchas corrientes cruzadas, tiene su asiento en el plexo solar y en el bazo del cuerpo humano. A menudo se le da el nombre de mar ardiente, o jofaina de purificación, porque en la hondura de sus aguas el alma, en su peregrinaje hacia la inmortalidad, debe limpiarse.

Estos cuatro elementos están en la base, tanto como la vida que está detrás, de los cuatro elementos materiales físicos: tierra, fuego, aire y agua. El poder de los mundos causales invisibles obra a través de los cuatro elementos materiales para lograr manifestarse en cuerpos, células y combinaciones moleculares.

De modo similar a lo que ocurre en cada reino de la Naturaleza donde se desarrolla una serie de vidas, y es el plano de una gran efusión natural, se afirma que estas cuatro divisiones del éter, que se manifiestan en la materia en la forma de cuatro elementos, están habitadas por grupos de inteligencias que se desenvuelven a través de esas esencias elementales. Según los antiguos, estos elementales fueron creados con una sola sustancia: el éter o elemento en que existen. No poseen un cuerpo compuesto y por consiguiente no pueden alcanzar la inmortalidad, puesto que no tienen otra esencia de vida germinal que la de su respectiva esencia elemental. Por otra parte, como compuestos con una sola sustancia, están libres de las influencias destructoras e inarmónicas de las corrientes contrarias que afectan los cuerpos compuesto, y por lo tanto pueden vivir centenares -algunos viven miles de año-s.

La literatura clásica contiene muchas referencias a estos elementales. En el poema de Pope, Rape of the Lock, los elementales desempeñan el papel más importante. En el Conde de Gabalis, notable libro del abate de Villars, hay también una tesis exhaustiva sobre esas extrañas criaturas de la Naturaleza; las que presentan variadas formas y tamaños, según su trabajo y deberes. Asimismo sus cuerpos poseen distintos grados de densidad, según el elemento en que obran.

Paracelso y el conde de Gabalis dividen los Espíritus de Naturaleza en cuatro clases:

1. Gnomos, los espíritus de la tierra;

2. Ondinas, los espíritus del agua;

3. Salamandras, los espíritus del fuego; y

4. Silfos, los espíritus del aire.

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