viernes, 22 de mayo de 2009
LOS TUNELES SECRETO DE LOS ANDES
LOS TUNELES SECRETO DE LOS ANDES
RICARDO GONZALEZ
Quiénes construyeron los desconcertantes túneles y galerías
subterráneas de América del Sur? Si alguna civilización conoció el
secreto, esta fue sin duda el Imperio Inca. Pero, ¿fueron ellos en
realidad sus constructores? ¿O tan sólo custodiaban las entradas
sagradas al Uku Pacha o “mundo de abajo”, donde vivían según sus
leyendas los seres sabios de antiguo?
Ficción o realidad
ignorada, veamos a continuación algunas señales de este enigma, un
claro mensaje que puede rastrearse desde el Titicaca al Cusco u
“ombligo del mundo”.
El recuerdo de los gigantes
El punto de partida, inevitablemente, es Tiahuanaco. Llamada en el pasado
“Ciudad Eterna”, la antigua Wiñaymarca del gran Huyustus, el primer
Gran Maestre de “los sacerdotes salvados de las aguas”. Sin duda,
Tiahuanaco esconde el recuerdo de esa avanzada civilización que llegó a
tierras andinas de allende los mares. Y para nuestra suerte, aún
podemos rastrear la historia de aquel empolvado tiempo. Prueba de ello
es el testimonio de Katari, uno de los más grandes quipucamayocs del
incanato – aquellos que guardaban los archivos históricos del Imperio -
quien comentó a los conquistadores que el legendario Huyustus era un
señor poderoso, rubio y de ojos azules, que vino de muy lejos…
Kalasasaya
Tres horas en automóvil toma llegar desde la capital de Bolivia, La Paz, al
yacimiento arqueológico. A casi cuatro mil metros de altura, esta
leyenda ya se respira en el Ande.
Hoy en día los pescadores del
Titicaca – en el lado boliviano – recuerdan la historia de la antigua
Wiñaymarca, la morada prehistórica de los “gigantes” que acompañaron a
Huyustus. De hecho, el mismo Pedro Cieza de León, reputado cronista
español, recogió un dato interesante que sugiere la antigüedad real de
esta ciudad: cuando los incas llegaron a Tiahuanaco, la hallaron
fragmentada, en ruinas, lo cual ya nos indica qué tenía mucho tiempo de
estar allí. Quizá desde los primeros tiempos post “diluvio”. El inca
Garcilaso de la Vega, apoyando esta posibilidad, escribía en sus
Comentarios Reales (1609) que un hombre extraño apareció en Tiahuanaco
cuando “cesaron las aguas”, lo que también nos hace recordar aquella
teoría que sostiene una migración de sobrevivientes atlantes hacia la
Cordillera de los Andes.
Como fuere, la existencia de gigantes
antiguos no nos debe sorprender, por cuanto cronistas de diferentes
épocas hacen amplia referencia a ellos. En todas las culturas,
encontramos claras alusiones a seres de gran estatura. Por ejemplo, en
la India se habla de los Dânavas y los Daityas; en Ceilán de los
Râksharas; en Grecia hallamos a los legendarios Titanes; Caldea, por su
parte, mantiene en su memoria la existencia de los Izdubars (Nimrod);
los judíos los Emins de la tierra de Moab. Y así podríamos continuar ya
que la lista es larga. Además, por si el lector aún tiene dudas,
existen fósiles de los gigantes, los mismos que alcanzan una estatura
de 3.75 a 4.00 metros. No hay que olvidar que los antropólogos han
acuñado el término de “gigante pithecus” y “megantropo” para
identificar a grupos humanoides de gran estatura, que vivieron hace
millones de años en lugares tan diferentes como China, Java y
Transwaal. ¿Todos se extinguieron? ¿Cuál fue el origen del gigantismo?
Las leyendas incas mencionan a estos gigantes una y otra vez. En el Perú
antiguo, por citar un evento, se afirma que en tiempos del incanato
hubo una llegada masiva de gigantes en las costas de Lambayeque (!).
¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Tenían relación con la Atlántida y
sus supuestos supervivientes.
Una teoría arriesgada para muchos – pero posible- sostiene que el gigantismo se
debe a la hibridación con seres extraterrestres de gran estatura; así
se habría transmitido el código genético necesario para una posterior
mutación. Si fuese así, ello tampoco nos debería sorprender. En la
Biblia, así como en otros textos sagrados, existen diversos relatos de
la unión de “los dioses” o “seres angélicos” con las hijas de los
mortales. Y de estas uniones nacieron gigantes…
En Tiahuanaco, a decir del estudioso Guillermo Lange Loma, en su documentada obra “El
Mensaje Secreto de los Símbolos de Tiahuanaco y del Lago Titikaka”, los
gigantes eran conocidos bajo el nombre de “Antilis” y “Chullpas”,
sobrevivientes de un mundo perdido, estableciendo en el altiplano, hace
miles de años, una sociedad avanzada que fue la madre del Imperio Inca.
No hay que olvidar que para Arthur Posnansky, padre de la arqueología
boliviana, Tiahuanaco tiene entre 10.000 y 15.000 años de antigüedad. Y
recientemente, gracias al investigador británico Graham Hancock, se ha
demostrado que esta fecha no es imposible – basándose en la alineación
del templo tiahuanacota de Kalasasaya con la posición de ciertas
estrellas bajo la ley del ciclo precesional- .
¿Fueron aquellos gigantes o “antilis” construyeron esta ciudad de piedra y sus túneles en esos tiempos remotos?
Seres poderosos que dejaron su huella
Según un Quipu ―sistema de nudos para transmisión de información en tiempos
de los incas― descifrado por Yutu Inga, los Servidores Invisibles de
Wiracocha, el Dios supremo andino, fueron los Huamincas, que eran
descritos como “ángeles bellos o resplandecientes”.
Las leyendas andinas atesoran abundantes y extrañas referencias a esos seres
poderosos que habrían morado en Tiahuanaco. Aquellos titanes dominaban
los elementos, hacían llover fuego, partían la tierra formando
quebradas o levantaban cerros. Les nacían alas, y al final, después de
prodigar sus profecías se convertían en huacas o númenes protectores.
No dudo en que los monolitos de Tiahuanaco encierran los principios de
todas las ciencias y artes. Esconden un mensaje.
Yendo más al fondo, vemos que similitudes lingüísticas en el mundo nos permiten
deducir que la raíz aymará “Ti” del nombre Tiahuanaco o Tiwanaku evoca
a la divinidad misma, como el Tien chino, el Theos griego o el Teotl
nahuált del México antiguo. Es atrayente conocer el posible significado
etimológico de la palabra Tiahuanaco: “tio”, en aymará, quiere decir
“dios”; “ti-huan” significa “de dios”, y “aka”, significa “esto”.
Entonces Tiahuanaco se traduciría como “esto es de dios”.
Ese contexto mágico-espiritual se percibe cuando se contempla el Inti
Punku. Es la pieza lítica que llama la atención a todo aquél que visita
Tiahuanaco: la Puerta del Sol. Este bloque de andesita, hecho en una
sola piueza de 10 toneladas, contiene un olvidado lenguaje ideográfico
que nadie ha sabido interpretar correctamente. El propio cronista
español Cieza de León queda extasiado ante su portento.
Los indios dicen que la grieta que muestra la Puerta del Sol fue hecha por
un “rayo” que del cielo cayó a Tiahuanaco (?). Existen muchos hechos
extraños en torno a este enclave andino y la súbita desaparición de sus
habitantes.
Ricardo González en la Puerta del Sol
A estas alturas, muchos se preguntarán cuál es la conexión de los túneles antiguos con estas ruinas y sus olvidados habitantes.
Veámoslo a continuación.
Un tunel a Cusco
Volviendo al relato de Katari, uno de los últimos “archivadores” de información
inca a través del sistema de quipus, hallamos una posible explicación
al destino de Tiahuanaco.
Huyustus ―según la leyenda que nos transmite Katari― era el “Señor Poderoso” de la meseta del Collao, elaltiplano del Lago Titicaca. Aquel personaje procedente de tierras
lejanas estableció un sistema de fortificaciones colosales, conocidas
con el nombre de pukaras, que coronaban de baluartes inexpugnables los
picos de la cordillera. Antes de morir ―concluye el relato contenido en
el quipu inca― Huyustus dividió su reino “entre sus cuatro hijos”.
Inevitable pensar ahora en el mito de los cuatro “hermanos ayar”.
En revelador este relato por cuanto uno de los hermanos, llamado “Ayar
Manco”, fue precisamente el fundador del Imperio Inca al salir airoso
de una caverna en el cerro Tamputoco, en el Cusco. Salió literalmente
del Mundo Subterráneo. Eran los “hijos de Huyustus”, o para ser más
precisos, sus descendientes.
Ya en 1845, el Conde de Castelnau,
que dirigió una expedición científica bajo los auspicios del gobierno
francés, al explorar Tiahuanaco concluyó también que Manco Cápac o Ayar
Manco descendía de uno de los grandes reyes de Tiahuanaco llamado
Huyustus.
Tiahuanaco fue atacada por antiguas tribus que se
empezaron a diseminar por todo el altiplano del Collao, poniendo en
peligro no sólo a los Sacerdotes Científicos de la otrora Ciudad
Eterna, sino los tesoros que protegían. Entre ellos, y el más
importante, un disco que pareciera de oro ―en verdad está hecho de una
extraña aleación de metales― de unos tres metros de diámetro, que había
sido una heredad de los Fundadores de Shambhala.
Como ya adelantábamos en “Los Maestros del Paititi”, Manco Cápac o Ayar Manco
habría escapado de este ataque ―luego de ocultar el disco en una
galería subterránea― a través de un túnel que, desde la hoy llamada
Isla del Sol, le llevaría al Cusco, para fundar allí el Imperio Inca.
Esta historia está sostenida por diversas observaciones de los
cronistas de la conquista. Por ejemplo, el padre Bernabé Cobo, cuenta
en Historias del Nuevo Mundo (1653) que un tal Juan de Vargas halló
entre las ruinas de Tiahuanaco los restos de un gigante, como si
hubiese sido ultimado por un ataque. En relación a los “atajos
intraterrestres”, diversos cronistas mencionaron a boca de jarro la
existencia de un túnel subterráneo de más de 400 kilómetros que une el
Titicaca con Cusco. El mismísimo Garcilazo de la Vega, tan mesurado en
sus escritos, insiste en la importancia de estas chinkanas o
laberintos, como vemos, muy anteriores a los incas. El cronista español
Cristobal de Molina, ya en 1638, se une también a nuestro pensamiento
al afirmar que: “Manco Cápac pudo haber seguido esta galería
subterránea desde la isla en el Titicaca hasta Cusco”.
Hemos visitado en repetidas ocasiones Tiahuanaco, la Isla del Sol y las
diferentes esquinas secretas del Cusco. En todos estos enclaves
comprobamos la existencia de antiguos ingresos a túneles, aunque,
penosamente, la mayoría de ellos se encuentran tapados desde la época
feudal boliviana y, por parte del Perú, en el martirio virreinal que
asoló Cusco y luego la excesiva prudencia militar que procuraba “que no
se perdieran más exploradores en su interior”.
Incluso, hemos estado en las auténticas cuevas de donde habría salido el mismísimo
Manco Cápac, que al ser exploradas con calma el aspirante comprobará
que se ensanchan lo suficiente como para permitir a una persona caminar
de pie sin molestia alguna…
Siguiendo los indicios de aquel Gran
Túnel que une el Titicaca con Cusco, llegamos inevitablemente a los
centros sagrados más importantes del “Ombligo del Mundo” inca,
descubriendo su contundente vinculación con el Reino Subterráneo o Uku
Pacha. Y es que, así como los mayas fueron los más diestros hombres en
la comprensión del Tiempo, los incas constituyen, sin duda, la
civilización de antiguo que más contacto tenía con los túneles sagrados
de América…
La arcana sabiduria andina
Los incas separaban en “tres mundos” la estructura del Universo: Uku Pacha o
“Mundo de Abajo”; Kay Pacha o “Mundo de Aquí”; y Hanan Pacha o “Mundo
de Arriba”. Aunque hay diversas interpretaciones filosóficas sobre este
particular, analizando estos antiguos conceptos andinos sin
apasionamiento alguno, vemos que es una sencilla y clara descripción
del Mundo Subterráneo, el Mundo de Superficie, y el Mundo de los Cielos.
Los incas pensaban que las chinkanas o túneles del “Gran Laberinto” ―que
realmente existen― conducían al Uku Pacha, donde vivían sus
“ancestros”, seres poderosos que les revelaron, entre otras cosas, el
arte de construir ciclópeas paredes de roca en las cumbres de los Andes.
Pero estos seres de gran sabiduría, que se mencionan insistentemente en las
leyendas andinas, ¿qué tan antiguos son? ¿Son acaso, una referencia a
los sacerdotes perdidos de Tiahuanaco, algunos de ellos establecidos en
una secreta red subterránea? ¿Se trata de aquella civilización
prehistórica, desconocida por nosotros
El cronista Huamán Poma
Ayala, descendiente de una casta noble inca, en sus escritos afirmaba
que los primeros incas “legítimos” fueron los Apo Cápac, muy anteriores
a Manco Cápac, el “Adán de los Andes”, que a decir del cronista fue
sólo “el primer Jefe de la Segunda Dinastía”.
Las Chinkanas sagradas
Se cuentan por doquier las historias de exploradores “desaparecidos” en el
mundo intraterrestre del Cusco. Ya en 1624, Francisco Rueda, Juan
Hinojosa y un tercer hombre llamado “Orué”, entraron en la misteriosa
chinkana que se halla próxima a Sacsayhuamán, sin imaginarse que nunca
más regresarían a la superficie. Más tarde, en 1814, el cronista
mestizo Mateo García Pumakawa, le reveló al Coronel Domingo Luis Astete
la existencia de esa antigua red de túneles que involucra “todo el
Cusco”.
Estos laberintos subterráneos – que
sospechosamente terminan interrumpidos por grandes rocas, como si éstas
hubiesen sido colocadas para ocultar alguna entrada secreta – como
vimos, son anteriores al establecimiento del Imperio Inca. Recordemos,
por ejemplo, que cuando llegaron los conquistadores al Perú,
consultaron a los indígenas por quiénes habían construido Sacsayhuamán
y los túneles adyacentes. Los relatos sostienen que los lugareños se
limitaron a responder que estas moles de piedra y los túneles “siempre
habían estado allí”, y que los más ancianos de la región las atribuyen
a una raza desconocida que precedió a los incas: los Ñaupa Machu (Los
muy antiguos, los de edad vieja).
Como fuere, la chinkana más significativa del Cusco la constituye el túnel subterráneo de 2 kilómetros que une Sacsayhuaman con el Qoricancha o “Templo del
Sol”. Aunque siempre se relegó su existencia a los “cuentos de los
indios”, recientemente el arqueólogo español Anselm Pi Rambla demostró
que el legendario camino intraterrestre existe, afirmando inclusive que
este descubrimiento “puede cambiar la óptica de la historia antigua del
Perú”. Por si fuera poco, el investigador sostuvo que este camino
subterráneo formaría parte de un conjunto de galerías, cámaras, fuentes
y hasta antiguos mausoleos que se hallan bajo el mismísimo suelo de la
ciudad del Cusco…
De acuerdo a las imágenes que obtuvieron a
través de la medición con radar ―como parte del Proyecto Wiracocha,
iniciado en agosto de 2000― comprobaron que la chinkana de Sacsayhuamán
se comunica “en línea recta” con el Templo del Sol, con el Convento de
Santa Catalina, con la Catedral o templo del Inca Wiracocha, con el
palacio de Huáscar, con el templo de Manco Cápac y con el Huamanmarca.
Además, es importante tener en cuenta que todos estos edificios
conectados por la citada chinkana se hallan en perfecta alineación
astronómica con el Sol, la Luna y algunas constelaciones.
Esta chinkana que une Sacsayhuamán con el Qoricancha guarda para nosotros un
interés medular, por cuanto fue a través de este camino, que el
príncipe Choque Auqui ―el último y secreto inca― huyó silenciosamente
del Cusco para dirigirse al Antisuyo, región selvática del oriente
peruano en donde yace la insondable Paititi o también llamada “El
Dorado”.
El enigma de la zona X
Es muy posible que la
Zona X ―quizá el lugar más emblemático del Cusco en relación al “mundo
de abajo”― sea una de las entradas mágicas a aquel reino secreto que se
oculta bajo nuestros pies. Curiosamente, se encuentra muy cerca de “La
Colina de los Halcones”, el enclave andino donde se yergue Sacsayhuamán
o mejor dicho “El Templo del Rayo”, mal llamado fortaleza porque se
utilizó como punto estratégico de defensa ante la arremetida de los
conquistadores.
Desde aquel paisaje que ofrece el conjunto de
cuevas de la Zona X, el aspirante podrá contemplar corpulentas
montañas, que parecen cóndores de piedra con las alas abiertas, como
gigantescos guardianes que simulan dormir, pero cuyo ojo vigilante, se
mantiene atento y acucioso sobre la “ciudad puma”.
La denominación “X” se debe a que desde gran altura el conjunto de
cavernas dibuja esta letra, como si el lugar hubiese sido marcado o
concebido desde los cielos del Cusco. Además, es muy extraño encontrar
esculturas de piedra que se asemejan notablemente con las halladas en
Hayumarca (Puno) y Marcahuasi. Este sector inexplorado, que refuerza el
planteamiento del nombre, poco a poco se va convirtiendo en un
atractivo turístico, más por la fama de fenómenos extraños que por un
interés histórico o arqueológico. Las “desapariciones” de visitantes en
estas chinkanas que, de pronto, se ven interrumpidas por alguna gran
roca, se han reportado en más de una ocasión. Y es que el recinto
pétreo de la Zona X insinúa con cierto encanto las diversas entradas y
pasillos que llevan al mundo intraterrestre, aunque no siempre a través
de accesos físicos, sino también interdimensionales.
Por esta razón los chamanes del Cusco utilizan hongos y bebidas alucinógenas
para generar estados de “desdoblamiento” que les permitan ingresar a
ese mundo interno y recibir profundas enseñanzas de los Hombres-Cóndor
y Hombres-Amaru (serpiente en quechua), que no es más que una
denominación andina para los Maestros del “Cielo” y del Mundo
Subterráneo. Luego de haber hablado con un sinnúmero de Pacos o
Sacerdotes Andinos, de manera particular con los ancianos del Reino
Q’ero ―los descendientes auténticos de los incas― a más de 4.500 metros
de altura, no guardamos la menor duda que ellos conocen el “secreto”.
Machu Picchu: Una ciudad ¿Inca?
Dada conocer por el explorador norteamericano Hiram Bingham en 1911, Machu
Picchu ―la “Anciana Montaña” en quechua― se ha convertido en uno de los
enclaves de misterio más renombrados de toda América del Sur.
A 3.800 metros de altura, nos encontramos ante una obra soberbia que
muestra una compleja disposición de templos, palacios y observatorios
al filo de los abismos del Ande. Nadie ha podido explicar
satisfactoriamente cómo los incas trasladaron los pesados bloques de
piedra a estos riscos desde canteras alejadas – se dice que se utilizó
granito del río Urubamba, situado a más quinientos kilómetros por
debajo de la ciudadela – . Valga la aclaración, no creemos que haya
sido levantada por visitantes cósmicos, pero sí con la técnica de un
conocimiento perdido. En todo caso, lo más intrigante no es cómo se
construyó Machu Picchu, sino por qué eligieron levantarla allí…
Machu Picchu
En su momento, el profesor de Astronomía de la Universidad de Postdam,
Rolf Muller, haciendo mediciones con el gnomon solar de los incas o
Intihuata del Machu Picchu, llegó a la conclusión de que el trazado
original del emplazamiento correspondía a determinados alineamientos
celestes que se habían producido hace 6.000 años, muy lejos de la cifra
conservadora que manejan los arqueólogos ortodoxos para Machu Picchu
(supuestamente edificada en el Siglo XV). Ahora bien, si Muller, como
tantos otros científicos, tiene razón en sus cálculos, definitivamente
el descubrimiento de Hiram Bingham no es inca. Es más, el propio
descubridor, incluso, ni siquiera estaba convencido de su manufactura
incaica. Llegó a sostener abiertamente que la misteriosa ciudad de
piedra fue abandonada por una cultura antigua llamada Pirwa, y que
posteriormente a ello, fue ocupada por el Imperio del Sol. Para pensar
un poco más, para el Dr. Gabriel Cosío, profuso investigador del
incanato, la ciudad-templo fue establecida en el paleolítico quechua,
reinando con Tiahuanaco (!).
Su ubicación estratégica en medio
de picos pronunciados, y asentada según estudios geológicos sobre una
base de cuarzo ―hecho que otorga cierta conductividad de energías
cósmicas a la ciudadela― convierten a Machu Picchu en un templo sagrado
cuya conexión con el Mundo Subterráneo, es también importante.
Actualmente,en silencio y sin alertar a los turistas, se vienen desarrollando
diversas exploraciones en Machu Picchu a manos de espeleólogos
profesionales.
Una de las entradas al mundo interno yace en la
Montaña del Huayna Picchu, que se yergue como un protector gigantesco
sobre la ciudadela.
Quien decida llegar a ella, deberá ascender
el camino que serpentea el macizo para tomar un desvío a la izquierda,
un camino que desciende lentamente, para enterrarse en breve en plena
ceja de selva. Al cabo de unas horas, se llegará al Templo de la Luna,
en cuyas inmediaciones se encuentran los accesos secretos al Uku Pacha.
En verdad, son muchos los accesos a ese mundo mágico en esta región
cusqueña. Las montañas de Ollantaytambo, el Nevado Ausangate y los
túneles secretos de Chincheros son sólo algunos de los otros puntos que
se pueden investigar, obedeciendo siempre las señales sagradas que los
antiguos supieron dejar marcadas.
Los incas, como los mayas,
también tenían profecías, y una de ellas menciona el ciclo del
Pachacuti o los “500 años de Purificación”, en donde el “Inca Rey” de
Paititi volvería del Uku Pacha al Kay Pacha o “mundo de afuera”,“mundo
de superficie”, para restituir la cabeza que fue cercenada en la
conquista. El retorno de la luz. El arribo de un Tiempo Nuevo.
Los túneles existen. Y no sólo en Bolivia y Perú, sino en diferentes
enclaves del mundo. Algunos de ellos son tan antiguos como la humanidad
misma.
Quienes los diseñaron y construyeron, han depositado allí
su más preciado tesoro: el conocimiento. Una gravitante revelación que
asistiría a la humanidad cuando asuma su papel y misión en el Universo.
¿Estamos preparados?
Entretanto, los Guardianes del Uku Pacha,
la Hermandad Blanca de los Retiros Interiores, seguirá aguardando al
sincero buscador de la verdad, en espera de ese momento…
Este artículo es una adaptación del libro “Uku Pacha, el mundo subterráneo de la Hermandad Blanca”, de Ricardo González. © 2003
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