domingo, 4 de enero de 2009
INFORME DE LA EXPEDICION AL REINO PERDIDO DEL PAITITI, EL MENSAJE DE EL DORADO
El Mensaje de
El Dorado
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Informe de la expedición al Reino Perdido del Paititi
España, EE.UU.,Chile y Perú
PROLOGO
Siempre nos hemos preguntado si todos aquellos insistentes viajes al Paititi eran realmente necesarios. Para algunos, las expediciones de 1989 y 1990, cuando aún existía la organización RAMA, fueron más que suficientes. Para otros, no todos los objetivos habían sido cumplidos, y por tanto se justificaba la planificación de nuevas expediciones a uno de los Retiros Interiores más importantes de la Hermandad Blanca en Sudamérica.
Sea como fuere, lo cierto es que los mismos Guías a través de experiencias concretas y palpables, pidieron que nuevamente se conectara con Paititi en verdaderos viajes de peregrinación. Si bien hemos aprendido que la Hermandad Blanca puede comunicarse con nosotros a pesar de las distancias, también es verdad que los viajes de conexión con los Retiros Interiores juegan un papel trascendental para comprender e interpretar desde una vivencia intensa y directa, el despliegue y asistencia del Gobierno Interior Positivo del Planeta dentro del plan de contacto RAHMA. Es decir, los viajes son válidos y forman parte del propio proceso de la Misión.
Si se han realizado tantos viajes al Paititi, quizá se deba a que en cada uno dejamos una labor pendiente, o también porque cada peregrinaje a las selvas del Manú sellaría una "parte" del plan global en esta región del mundo. Quisiéramos dejar en claro, que en este sentido nos referimos única y exclusivamente a los viajes al Paititi que fueron realmente confirmados y avalados por los Guías.
El 14 de agosto de 1998, 17 personas de los grupos de contacto de España, Puerto Rico, Uruguay, Chile y Perú, concluíamos una intensa jornada en Pusharo, la roca de los símbolos que susurra en las cuatro direcciones del mundo la leyenda del Paititi.
Mientras nuestros pasos atravesaban en su retorno al "mundo" la exuberante jungla del Manú, así como los sinuosos ríos que murmuran extrañas voces cada vez que arrastran cantos rodados, sentíamos que en esta región de la Tierra, donde la Hermandad Blanca custodia celosamente la verdadera Historia de la Humanidad, había quedado una importante tarea pendiente. Intuíamos que habría un nuevo viaje. Pero para estar seguros de ello, al igual que en otras oportunidades, tendríamos que esperar a que se vuelvan a dar las condiciones, y que los mismos Guías y Maestros, nos diesen una contundente confirmación para volver por las sendas de El Dorado. De esta forma, se empezaría a gestar un nuevo viaje a la selva.
Realmente no nos imaginábamos que de todo esto se iniciaría una verdadera "reacción en cadena" que no culminaría hasta que en agosto del 2000, siete personas en representación de la Misión y la Humanidad, llegásemos el lugar marcado, aquel que como bien afirmaron los Guardianes del Paititi: "Nunca antes se había llegado".
Con sincero aprecio y cariño, esperamos que este informe, que hemos procurado presentarlo de una forma clara y didáctica, pueda contribuir a entender un poco más nuestro compromiso con la Misión y, por encima de todo, con nosotros mismos.
Grupo de viaje Paititi 2000
LA INVITACIÓN
Durante todo 1999, se fueron recibiendo diversas comunicaciones ¾ tanto en el Perú como en otros países¾ que hablaban de un nuevo viaje al Paititi.
En diciembre de ese mismo año (29,30,31 y 1 de enero del 2000), llevamos a cabo un Encuentro Internacional que reunió en el desierto de Chilca a unas 70 personas de Uruguay, Argentina, Paraguay, Chile, Ecuador y Perú, con el objetivo de trabajar mentalmente para contrarrestar la tensión mundial por la denominada crisis de "Fin de Milenio", por cuanto el advenimiento del año 2000 ¾ al margen del conocido error de siete años en el calendario¾ había servido de bandera a diversos grupos de carácter sectario que profetizaban un verdadero fin del mundo.
En este encuentro ¾ que fue apoyado y avalado por los Guías desde su preparación, incluso a través de avistamientos programados¾ recibimos la confirmación del viaje al Paititi.
El día 30, en las comunicaciones recibidas durante un trabajo de antenaje, los Guías nos sorprendieron no sólo afirmando la autenticidad de un nuevo viaje al Manú, sino que el mismo debería realizarse en simultáneo con otros dos lugares en agosto del 2000: La Cueva de los Tayos y la Sierra del Roncador.
Sobre el Roncador, enclave relacionado con la Hermandad Blanca en el Mato Grosso brasileño, y que debe el singular nombre a los extraordinarios sonidos que parecen surgir del suelo, como si "algo" estuviese en actividad en el mundo intraterrestre de la zona, era un punto citado por Joaquín en el contacto físico de 1998 para ser visitado por nuestros grupos. Ello era importante, por cuanto sería el primer viaje de la Misión a esta enigmática región del mundo.
Un hecho que nos invitó a considerar la posible realidad de cuanto afirmaban los mensajes, fue un comentario de Rafael Calderón, comprometido hermano del Ecuador y veterano de viajes anteriores a La Cueva de los Tayos. Era inquietante saber que los grupos de Quito estaban por organizar un nuevo viaje al mundo intraterrestre que diera a conocer hace treinta años el húngaro-argentino Juan Moricz, y precisamente para agosto del 2000, sugerido por los Guías a través de las comunicaciones. Al parecer, todo empezaba a tomar forma.
Eran las 7:00 p.m., y tal como se marcaba en los mensajes recibidos esa misma tarde, iniciamos nuestra práctica de Ayuno Silente.
En una pequeña hondonada, entre unos cerros, Ricardo González y Camilo Valdivieso se encontraron durante la práctica sugerida por los Guías. El hecho de que ambos coincidieran en el lugar fue interpretado como una señal de que "algo" importante podría darse.
Cuando la práctica concluyó una hora más tarde, Ricardo y Camilo percibieron que el tiempo había sido muy corto, y que quizá se había cometido un error al no cumplir cabalmente las comunicaciones que marcaban el trabajo hasta las 9:00 p.m. Decidieron entonces quedarse.
Dejándose guiar por la intuición, así como las percepciones que tenían de adentrarse más en el desierto ¾ y que, definitivamente, eran guiadas por "alguien"¾ , terminaron en una zona que parecía cubierta por una sábana plateada de energía, que inicialmente pensaron podía tratarse de neblina acumulada en las faldas de los cerros circundantes. Pero en verdad se trataba de otra cosa.
Unos ruidos metálicos ¾ que recordaron una experiencia anterior¾ quebraron de pronto el silencio, como si una plancha de acero hubiese caído con fuerza al suelo. El fenómeno se repitió en dos ocasiones más, y entonces, al pie de un cerro, que nuestros amigos estiman podría hallarse a unos 300 metros de su ubicación, observaron un clarísimo Xendra, con su característica apariencia de media luna brillante posada en el desierto.
Fuera del umbral dimensional ¾ y esto lo pudieron comprobar después al acercarse¾ físicamente se hallaba un Guía, de unos tres metros de altura, con un buzo plateado que le quedaba suelto y un ancho cinturón así como unas impresionantes botas que le llegaban prácticamente hasta las rodillas. El rostro, que terminaba en un mentón afilado, era firme y bello, de un hombre de unos 35 años, con un hermoso cabello cano platinado, largo, hasta los hombros, y que era mecido por la sutil brisa del desierto.
El Guía se identificó como Antarel, pidiendo tanto a Ricardo como a Camilo que uno por uno fuesen ingresando al Xendra, donde vivieron una experiencia mental o astral que les mostró, entre otras cosas, el Disco Solar del Paititi, como un mensaje de que aún teníamos una responsabilidad por concretar en el retiro amazónico. Antarel, que en todo momento estuvo guiando la experiencia, les dijo que la Triangulación de agosto ¾ refiriéndose a los tres viajes en simultáneo¾ había sido esperada de hace mucho por ellos, y que este despliegue permitiría recibir importante información de manos de la Hermandad Blanca y marcar una nueva y trascendental etapa en el papel de Sudamérica en el concierto de las naciones y nuestro proceso como grupo de contacto.
Cuando volvieron al campamento, en medio de los poderosos fogonazos que las naves proyectaban ocultas desde el firmamento ¾ y que incluso fueron observados por el grueso del grupo¾ , supimos que todos estábamos a puertas de una responsabilidad muy grande. Habría que prepararse.
LA PREPARACIÓN
Durante varios meses pensamos que no fue lo más indicado difundir abiertamente la experiencia de contacto físico en Chilca, ya que la misma requería reflexión y por encima de todo prudencia; aún más teniendo en cuenta el mensaje de Antarel y la corroboración de los viajes que traía de por sí, y que incluso nos dimos el lujo de cuestionar o restar importancia. Sólo más tarde valoraríamos y entenderíamos este acercamiento de los Guías.
El 22 de julio del 2000, 24 personas ¾ un número simbólico a tener en cuenta¾ de España, EE.UU., Uruguay, Chile, Ecuador y Perú, nos reunimos en la meseta de Marcahuasi, a más de 4.000 metros de altura, para trabajar por los viajes que en breve se realizarían a los tres puntos citados en Ecuador, Brasil y Perú.
En los meses preparatorios para la salida a Marcahuasi, diversos grupos salieron al campo para realizar consultas en comunicación, todas ellas relativas a los viajes de agosto. En estas salidas se solicitó a los Guías avistamientos programados para verificar la autenticidad del contacto y que el apoyo de ellos era vigente para la Triangulación. En todos los casos la respuesta fue concreta, como ocurrió por ejemplo en el Cajón del Maipo, con los grupos de Chile; en el Volcán Etna (Italia), con los grupos de España; Sebastian Park con los grupos de Miami; y el desierto de Chilca en Perú, entre otros lugares.
Un hecho realmente curioso, es que en Marcahuasi nos congregamos todos aquellos que teníamos una estrecha relación con los tres viajes. Lilian y Betty Rodao de Uruguay, formaban parte del equipo de trabajo que desde Montevideo preparaba la expedición a la Sierra del Roncador. Rafael Calderón de Ecuador, nuevamente integrante de un periplo al mundo subterráneo de los Tayos, se hallaba presente. Y en relación con el Paititi, los siete integrantes del viaje nos hallábamos también en la salida. Ello nos permitió entablar una mejor sintonía y coordinar el trabajo de cada expedición para cumplir los objetivos.
En el caso del Paititi, el objetivo se resumía en lo siguiente: acceso al Retiro Interior y recepción de nuevas informaciones sobre el Plan Cósmico y la Misión RAHMA que nos aclarasen el panorama actual de la experiencia de contacto.
Realmente, fue gratificante comprobar la contundente presencia de los Guías vía avistamientos las dos noches que estuvimos trabajando en la meseta. Ellos, en los mensajes previos a esta salida, advirtieron su presencia, como una muestra de amor y apoyo a la gravitante responsabilidad que, en nombre de la Misión y la Humanidad, teníamos entre manos.
Todo esto lo asumimos con humildad, y sobre la base de toda la experiencia adquirida en otros viajes ¾ en donde cometimos muchos errores¾ nos comprometimos a cumplir cabalmente los objetivos recibidos.
Luego de esta salida a Marcahuasi, el grupo de viaje al Paititi se aprestó a iniciar la expedición.
EN LA TIERRA DE LOS INCAS
Cusco, "El Ombligo del Mundo" dentro de la cosmogonía incaica, era el punto de reunión de los siete expedicionarios al Paititi. Los Guías habían sugerido que se formaran grupos pequeños no mayor a siete de afinidad y sintonía, conformados por personas comprometidas con la Misión y cuyas experiencias avalen realmente su presencia en los viajes. De esta forma, se conformó el siguiente equipo:
Maribel García (España); Carlos Berga (España); Raymundo Collazo (EE.UU.); Camilo Valdivieso (Chile); Hans Baumann (Perú); Nimer Obregón (Perú); Ricardo González (Perú)
Grupo expedicionario al Paititi durante uno de los descansos. De izquierda a derecha: Nimer Obregón, RicardoGonzález, Raymundo Collazo, Maribel García, Carlos Berga,Camilo Valdivieso y Hans Baumann.
El 30 de julio todo el grupo se hallaba reunido ¾ a excepción de Nimer que por motivos de trabajo arribaría el día 31¾ en el Hotel Tumi, un sencillo pero acogedor hospedaje que ha sido una verdadera "base de operaciones" en los últimos viajes a Q`eros y Paititi.
Aquel mismo día, en una de las habitaciones nos acomodamos para meditar, y luego que concluyese el trabajo ¾ una proyección mental hacia el Paititi¾ nos llevamos una sorpresa.
Todos habíamos captado distintas impresiones transmitidas por la Hermandad Blanca en relación con el viaje, percepciones que fueron incluso confirmadas por un mensaje de Alcir que se leyó al final del trabajo y que resumía de forma impactante las experiencias del grupo durante la meditación.
A continuación transcribimos totalmente el texto:
Desde el Retiro Interior del Paititi, Alcir proyectándose:
Por encargo del Maestro Joaquín, me acercó a vosotros para anunciarles que estaremos muy cerca apoyándolos y protegiéndolos. Durante el camino en la selva, podrán distinguirnos, cerca, observando, físicamente. Nuestra proximidad obedece al Plan de contacto de agosto, mas saben que es de ustedes la responsabilidad y verdadero amor por cumplir con los objetivos.
Es importante que liberen vuestras mentes de todo preconcepto o idea de cómo debería ser el viaje. Fluyan a través de la selva, y verán todo cumplirse, de la forma más simple y natural.
Procuren mantener un constante diálogo de todo cuanto van sintiendo y observando. Cada uno recibirá algo de nosotros, y en la medida que unan vuestros esfuerzos y experiencias, irán entendiendo y comprendiendo.
Todo protagonismo o vehemencia deben ser transmutados en amor y humildad. Aunque no lo parezca, la travesía en medio de la jungla podría jugarles un mal rato si no tienen en claro este punto.
Era importante que fueran siete. Viajan las personas correctas, y en verdad les decimos que estuvimos detrás de la conformación del grupo expedicionario. Ahora resta que el grupo sea como uno para llegar al lugar marcado.
Recuerden cómo llegaron a la Misión, cómo sus vidas fueron transformadas en la medida que cada paso vuestro los conducía por senderos de conocimiento y sabiduría.
Deben meditar en el Disco Solar, porque él también los protegerá. No olviden que no se trata sólo de una herramienta cósmica, el Disco puede actuar por sí mismo, por cuanto está lleno de vida.
No tengan temor alguno porque nada malo les sucederá. Pruebas tendrán, pero cuentan con la preparación para enfrentarlas con éxito. Cuando vean las naves de la Base Azul sobrevolando el campamento, o puedan detectar nuestra presencia física en el lugar, no sólo sabrán que no están solos, sino que confiamos plenamente en ustedes y en lo que representan.
Pusharo será importante porque allí empezarán a entender. El Mecanto se abrirá a ustedes en la medida que abran vuestro corazón.
Con Amor, Alcir
AMARU MACHAY Y EL RESPALDO DE LOS GUIAS
En la mañana del 31 de julio Nimer completó el equipo de siete personas que viajaríamos al Manú. Nuestro amigo, inquietado por algunos comentarios que se generaron en Lima ¾ por una deficiente comunicación del grupo de viaje con los compañeros que apoyaban la expedición¾ , sugirió pedir a los Guías un "avistamiento de respaldo" antes de partir del Cusco, con el objetivo de que no quedasen dudas sobre tan importante expedición a la selva. Después de todo el apoyo que los Guías habían dado a la realización de los viajes ¾ donde hubieron numerosos avistamientos programados y consultas precisas en comunicación¾ todo esto nos resultó a algunos del grupo una falta de convicción con el encargo ya previamente asumido y comprobado. Empero, más tarde aprenderíamos que el avistamiento de respaldo sí era necesario, quizá no sólo para quienes íbamos al Paititi, sino también para aquellos que estaban apoyando desde sus hogares y que lo necesitaban.
Aún así teníamos todo listo, incluso el permiso del Ministerio de Agricultura a través del INRENA, entidad que regula el ingreso al Manú. Durante el trámite de rigor, conocimos a la Directora de la Reserva, la Bióloga Ada Castillo, quien además de facilitarnos el ingreso ¾ incluso económicamente¾ nos confirmó importante información que desde hacía unos meses algunos de nosotros veníamos rastreando, como por ejemplo, la presunta presencia de la NASA en el nudo de Toporake ¾ el ingreso al Mecanto¾ atraída por los misteriosos fenómenos electromagnéticos que se reportan con insistencia en la zona. Todas estas informaciones serán materia de un nuevo informe.
Al día siguiente, 1 de agosto, guiándonos por nuestra intuición, visitamos el Coricancha y la Iglesia de Santo Domingo.
El Coricancha fue seguramente el templo más importante de la cultura inca. Dedicado al culto solar, el Inticancha ¾ nombre original que significa "La Casa del Sol"¾ ostentaba una arquitectura consistente en voluminosas piedras pulidas, que encerraban entre sus misteriosas galerías un Disco de Oro, que arrojaba rayos y tenía un poder mágico extraordinario. Al lado de este disco se colocaban las momias de los incas, como si la energía del mismo protegiese el Camaquen o "espíritu" de los nobles emperadores del Tawantinsuyo.
Escudo del Cusco. ¿Un recuerdo del Disco Solar?
Al estar en el Coricancha pudimos ubicar el lugar donde antiguamente se hallaba el Disco Solar, el mismo que en el siglo XVI con la llegada de los conquistadores españoles, se puso a salvo en el Retiro Interior del Paititi. Era entonces importante que estuviésemos allí, sintiendo la energía del disco antes de partir a las misteriosas selvas de El Dorado.
Luego participamos de una misa en la Iglesia de Santo Domingo, construida en la época de la conquista sobre piedras y leyendas incaicas, dotando de esta forma al templo de un sincretismo entre lo andino y el cristianismo. Un hecho curioso, es que el sacerdote que conducía la ceremonia, un simpático español de larga como abundante barba, había participado por 15 años en la Misión Dominica de Shintuya; es decir, en aquella región del Madre de Dios que sería nuestro punto de entrada ¾ al igual que las primeras expediciones del Grupo Rama¾ a la ruta selvática del Paititi.
Todo lo que vivió el grupo en aquel momento fue en verdad mágico y profundo. Esa misma tarde, partimos hacia las cavernas de Amaru Machay, "La Cueva de la Serpiente", siguiendo el camino que rodea Sacsayhuamán y, posteriormente, el Templo de la Luna, donde detuvimos la movilidad que habíamos contratado para continuar a pie. Fue precisamente en este lugar donde Sergio ¾ un sacerdote andino¾ nos leyó las hojas de coca, antes de que iniciáramos una nueva expedición a Q`eros. Durante el oráculo, Sergio nos dijo que en el "mes de los vientos" ¾ refiriéndose con ello al mes de agosto¾ realizaríamos no sólo un viaje al Paititi, sino que además serían conectados otros dos importantes lugares en Sudamérica. Lo más inquietante es que Sergio desconocía el mensaje que recibimos en el Encuentro Internacional de Chilca, que hablaba efectivamente de la Triangulación de Paititi, La Cueva de los Tayos y el Roncador.
Mientras caminábamos hacia la cima de Amaru Machay pensábamos en todo ello, y en el simbolismo de hallarnos en las cavernas de las serpientes, de donde se desprende al antiguo significado del conocimiento oculto y su relación con la Hermandad Blanca del Mundo Intraterrestre.
Cuando llegamos al lugar del trabajo, iniciamos casi de inmediato nuestras prácticas de meditación. El ambiente era especial y se podía sentir con claridad la presencia de los Guías y Maestros. Además, había cierta expectativa de nuestra parte ante el avistamiento solicitado por Nimer ¾ él pidió que sea en Amaru Machay¾ .
Durante la meditación, sentimos que unos seres se acercaban a nosotros, incluso abrazándonos, y compartían un sentimiento de paz y seguridad para con el grupo. Muchos escuchamos unas voces que nos decían que el grupo de viaje era el correcto, y que contábamos con el aval de los Maestros para partir al Paititi.
Entonces, recibimos un mensaje mental que nos pedía abrir los ojos...
Describir la impresión que vivimos en aquel preciso instante es extremadamente difícil. Allí, frente a nosotros, suspendida sobre una de las montañas del ande cusqueño, se mostraba una gran nave que encendía poderosamente sus luces, por momentos naranjas y en algunos segundos un dorado muy claro y brillante. Incluso se podía advertir sin mayor dificultad su forma de "hamburguesa", mientras el grupo en medio de la algarabía, no dejaba de intercambiar sus experiencias.
La nave permaneció unos minutos más sobre la montaña, hasta que se desplazó lentamente, sin emitir ruido alguno, en dirección al nevado Ausangate.
En verdad, era impresionante comprobar ¾ una vez más¾ hasta dónde podía llegar el apoyo de los Guías.
Con esta importante inyección de entusiasmo, y el compromiso de los siete por cumplir los objetivos, retornamos al hotel para preparar las mochilas.
Al día siguiente descenderíamos a la selva.
EL SACERDOTE Q’ERO
El 2 de agosto partimos con un hecho realmente extraordinario. Cuando ya nos encontrábamos prácticamente con las mochilas a las espaldas, para dirigirnos al paradero de los camiones que viajan a Shintuya, un personaje irrumpió en el pequeño solar del Hotel Tumi.
Era un hombre bajito, con un chullo cubriéndole la cabeza y vestido con el típico manto inca. Sus rasgos eran marcadamente indígenas, y estos resaltaban aún más su mirada firme y bondadosa. Este hombre de cierta ancianidad, que se hallaba acompañado de una mujer, también indígena, buscaba a nuestro amigo Sergio, el chamán que nos había leído las hojas de coca hace unos meses en Amaru Machay.
En medio de un agradable diálogo ¾ que pudo ser llevado sin dificultad gracias a un joven que se ofreció en traducirnos las palabras en quechua de este sacerdote andino¾ supimos que el visitante oficiaba en su comunidad como Pampa Misayoc, es decir, era aquel que podía escuchar a los Apus y el Auqui, los espíritus de las montañas y la naturaleza.
Al preguntarle sobre Paititi, el anciano ¾ que al parecer sabía mucho más de lo que hablaba¾ nos dijo que allí se custodian dos objetos: un disco de oro y una gran campana, también de oro. Su primera afirmación nos recordó de inmediato el Disco Solar.
Cuando le consultamos si nos era posible llegar con propósitos nobles a Quañachoai ¾ nombre con el cual identifican al Paititi¾ el anciano nos refirió que la ciudad estaba "encantada", y que sólo se podía ver pero "no entrar", ya que de ser así, el viajero quedaría en ella para siempre...
En medio de una sencilla pero conmovedora ceremonia, el sacerdote Q`ero junto a todo el grupo pidió protección y permiso a los Apus, para que nuestro viaje cumpliese con su objetivo y que todo sea llevado en paz y armonía.
Cuando veíamos caer, una por una, las hojas de coca sobre el bello manto bordado de alpaca, no dejábamos de agradecer a aquellas fuerzas invisibles que nos mostraban a cada instante que nuestro viaje estaba guiado, y que sólo teníamos que poner de nuestra parte para cumplir con todo aquello que aún podría estar pendiente para la Misión.
Luego de esta singular experiencia, salimos del Cusco rumbo a la Misión Dominica de Shintuya, que se ubica a orillas del río Madre de Dios. El viaje, al igual que en las anteriores expediciones, lo realizamos en un camión de carga.
Mientras nos íbamos alejando de la ciudad del Cusco, sentíamos que este viaje al Paititi sería diferente a todos los que ya se habían realizado. Era tan sólo una intuición, la misma que nos fue acompañando en la medida que dejábamos a nuestra espaldas Paucartambo y Pillcopata, zona selvática del Cusco, para ingresar a Salvación y posteriormente, Shintuya, en la tarde del día siguiente.
SHINTUYA
Había llovido mucho, a tal punto que en muchos tramos del camino afirmado el camión tuvo que detenerse y buscar nuevamente la ruta. Además, más de una vez tuvimos que atravesar algunos ríos de poco cauce con el vehículo. Pero nada de ello generó un problema considerable que no nos permitiese llegar a tiempo a la Misión Dominica.
Ya en Shintuya, nos percatamos de un fenómeno extraño.
En el cielo, se habían formado siete haces de luz, que convergían en un punto, como si se estuviesen uniendo en la enmarañada jungla que se nos mostraba bella y apacible. Nos llamó la atención por cuanto el Sol se estaba ocultando en el lado opuesto; es decir, no se trataba ¾ aparentemente¾ de un hecho explicable en los destellos del atardecer. Sea como fuere, lo cierto es que esta extraña señal nos recordaba que éramos precisamente siete los componentes de la expedición al Paititi. Acaso, ¿los siete haces representaban al grupo que debía ingresar unido a las selvas del Paititi? Consideramos esta posibilidad cuando al comer en un pequeño restaurante del lugar, nos percatamos que este se llamaba "Los Siete Hermanos". Demasiadas claves como para pasarlas por alto.
Gracias a la hospitalidad de uno de los misioneros dominicos de Shintuya, el Padre español Macario López, pudimos descansar en la escuelita que congrega a diversos niños de las comunidades nativas de la zona y aledañas. Además, fruto de la amistad que Maribel entabló con el Padre, conseguimos importante material de las expediciones realizadas desde hace décadas por la Misión de Shintuya ¾ como las costumbres de los nativos y la posible existencia de tribus perdidas en la zona del Mecanto, presuntamente agresivas con extraños¾ que obviamente estaba bien familiarizada con la leyenda del Paititi, aunque los Padres se muestran celosos de abordar el tema. Por ello creímos conveniente ser cautos en lo que concernía a nuestro destino y objetivo de viaje.
No obstante, de los lugareños escuchamos historias fascinantes, como las que se refieren a las célebres pirámides de Paratoari, que a pesar de que algunos estudiosos no se cansan de afirmar su origen en un accidente geológico, moldeado por las lluvias, los shintuyanos sostienen la existencia de estructuras hechas por seres inteligentes en la zona. Uno de ellos nos comentó que, en una de las pirámides, se aprecia una especie de puerta, y según las historias que circulan entre ellos, la misma conduciría a una galería subterránea.
Lo más extraordinario es que las diferentes expediciones de investigación que habrían intentado acercarse a esta puerta, fallaron en el intento, debido a que un "viento extraño" y "lluvias perpetuas", dificultaron las aproximaciones. Todo esto nos recordó las misteriosas reacciones de la naturaleza cada vez que nos acercamos al cañón de Pusharo.
Hay que tener en cuenta, que fueron precisamente estas pirámides las que dieron fuerza al mito de Paititi y que estimularon la organización de las más diversas expediciones para hallar a El Dorado.
Pirámides de Paratoari vistas en infrarrojo desde el satélite europeo SPOT II (1991)La imagen muestra indiscutiblemente mayores detalles que el ofrecido por el LANDSAT II de la NASA en 1975. ¿Estructuras inteligentes o formaciones naturales?
Ante todo esto, decidimos preguntarles además si habían escuchado sobre "hombres de blanco" en la zona, y para nuestra sorpresa nos dijeron que sí, pero que sólo se dejaban "ver" en agosto...
El día 4 lo aprovechamos para meditar. Reflexionamos una y otra vez en la importancia de hallarnos integrados y armónicos para ingresar al Manú el día 5, fecha sugerida y confirmada por los Guías no sólo para el viaje al Paititi, sino para la Triangulación en sí.
Ese misma mañana, Camilo nos trajo una buena noticia. Cerca al puerto había encontrado a Casiano, un machiguenga afincado en una de las playas del Madre de Dios, muy cerca a Shintuya, y que fue un importante guía en la expedición al Paititi de 1998. Casiano reconoció inmediatamente a Camilo, y posteriormente a todos aquellos que estuvimos antes en la zona. Para nuestra alegría, el amable indígena de unos 50 años ¾ ni él mismo sabe su edad¾ se comprometió acompañarnos hasta Pusharo, situación que nos facilitaba mucho las cosas, ya que no teníamos seguridad alguna de que algún nativo de Palotoa, o quizá los propios machiguengas del interior, aceptaran guiarnos a una región que casi nadie visita.
Por la noche aprovechamos en realizar un cuestionario a los Guías. Sentíamos que durante la meditación podrían conectarse con nosotros. Y así fue.
Entre las consultas realizadas, preguntamos si era válido tomar en cuenta los mensajes de la expedición al Paititi de 1998 en relación con este nuevo viaje, y si era conveniente hacer un cambio en la ruta tradicional a Pusharo.
En el primer caso nos dijeron que este viaje era efectivamente una continuación de todo cuanto se hizo en 1998, y que por cierto, había dejado en muchos de nosotros una sensación de que "algo faltaba culminar o entender". Uno de los mensajes recibidos señaló además que no debíamos basarnos únicamente en aquellos mensajes y experiencias, ya que en este nuevo viaje aparecerían claves y signos que nos irían marcando el camino en la medida que estuviésemos atentos y sensibles.
Y sobre la ruta, que incluso pensamos en la posibilidad de alterar para ir también a las pirámides de Paratoari, debía ser la misma que siempre hemos empleado, ya que el objetivo de este viaje no era Paratoari. Quizá en otra oportunidad.
Uno de los mensajes concluía con estas palabras:
"Recuerden que el trabajo en triangulación en la Sierra del Roncador, La Cueva de los Tayos y Paititi, crean las condiciones propicias y especiales para develar y entregar este conocimiento que les será de mucha ayuda para entender".
"En el camino, a partir de Pusharo, la presencia física de los Maestros será en ustedes. Estén atentos y los verán. Estén conscientes y escucharán sus palabras. Estén dispuestos y con ellos irán".
"Alcir abrirá la puerta...". Joaquín (4/08/00)
MAROATO
El 5 de agosto lo iniciamos con ánimo desbordante. Gracias a la embarcación de Fidel ¾ un risueño pero desconfiado shintuyano¾ cruzamos sin inconvenientes el Amaru Mayo, nombre antiguo del río Madre de Dios. Así llegamos a la Comunidad de Palotoa Teparo, que se estaba trasladando hacia otro sector, donde pudimos entablar un diálogo con su presidente, también conocido nuestro: Oscar Mosqueira.
El reencuentro con nuestros amigos fue por demás gratificante. En especial con Pancho, Cesar, Miguel, José, entre otros miembros de la Comunidad que se hallaban bien ocupados en la construcción de lo que ellos mismos denominan "La Nueva Palotoa". Realmente es impresionante ver cómo construyen sus viviendas utilizando tan sólo ramas, troncos, hojas de plátano y demás alternativas que les ofrece la flora del Manú. Estas casas pueden mantenerse sin problemas por cerca de 20 años.
Con Miguel a la cabeza, que se ofreció acompañarnos hasta Pusharo ¾ además de Casiano¾ junto a su esposa Hilda, Erika, e incluso sus pequeños hijos Omar y Jerson, caminamos por un sendero pantanoso que por momentos parecía indócil de vencer. Sobre todo cuando nos hallábamos frente a delgados troncos que servían de puente, con nuestras botas chorreando lodo y una mochila de no menos 30 kilos en las espaldas. No obstante tomamos todo esto con bromas y entusiasmo, cruzando sin problemas los aparentes obstáculos hasta llegar a Maroato, una playa a orillas del Palotoa y primer punto de campamento.
El grupo llevaba tres tiendas de campaña: en una dormirían Carlos y Maribel; Hans, Nimer y Raymundo en la segunda; Camilo y Ricardo en la tercera.
Si bien es cierto que en un viaje como este uno debe ocuparse realmente de lo que lleva dentro de sí mismo más de lo que se debe poner en la mochila, debemos decir que ningún aspecto fue descuidado. Desde los alimentos ¾ frutos secos en su mayoría¾ a la adecuada ropa de viaje, así como el estupendo botiquín que Carlos y Maribel, enfermeros de profesión trajeron consigo de España, hasta los equipos de expedición como machetes, brújulas, intercomunicadores, prismáticos e inclusive un GPS ¾ reconocemos que algunas cosas no eran necesarias¾ entre otros implementos, la expedición no tenía nada que envidiar a ningún equipo de exploración profesional, disculpando las comparaciones.
La primera noche de campamento fue especial. A pesar del cansancio, nuestras meditaciones y prácticas sugeridas por los Guías, no se vieron postergadas.
Siempre antes de acostarnos, Maribel tendía un pequeño lienzo que reproducía la imagen exacta de la Síndone; es decir, la célebre Sábana Santa de Turín. No obstante, lo que cargaba de mayor significado la réplica que el grupo llevaba al Paititi, se ampara en que el pequeño lienzo había estado tendido sobre el manto original, como si estuviese tomando la energía de la resurrección de Jesús. Una mujer, que era íntima amiga de la dueña de la Sábana Santa ¾ la Iglesia es sólo la depositaria del lienzo original¾ , obsequió la pequeña réplica a Sixto Paz, luego de escuchar conmovida una conferencia que él dio precisamente sobre el manto sagrado. Sixto, en un acto de amor y desprendimiento, entregó este pequeño lienzo al grupo de viaje al Paititi, para que estemos protegidos y la energía del Maestro nos acompañase.
Así, cada noche, antes de acostarnos, los siete tocábamos con nuestra mano izquierda el lienzo, mientras realizábamos una pequeña oración. Todo esto, como es de suponer, mantuvo al grupo unido y seguro.
AGUAROA
Al levantarnos la mañana del 6 nos encontramos con una nueva sorpresa. Maribel nos comentó extrañada que por la noche observó una pequeña mujer acercarse a su tienda, y ésta le mencionaba una y otra vez una palabra de lenguaje desconocido. Luego de ello, Maribel nos relata que quedó dormida, viendo en sueños a los machiguengas, a quienes consultó por el significado del enigma: "Equilibrio", le contestaron en sueños (?).
Todo esto lo entenderíamos más tarde.
Cerca de las 10:00 a.m. abandonamos Maroato. Salimos tarde ya que tuvimos que esperar a que nuestro viejo amigo Jorge Machicao, ponga a nuestra disposición su peque ¾ embarcación típica de la hoya amazónica, con un ruidoso motor fuera de borda¾ . Jorge llevaría nuestro pesado equipo hacia la aldea machiguenga de Aguaroa, así podríamos cruzar sin mayor dificultad los ríos, que por las lluvias, en algunos tramos, habían aumentado considerablemente su cauce. Con nuestras mochilas hubiese sido prácticamente imposible.
Por consenso de grupo decidimos que Maribel fuese también en el peque, acordando encontrarnos en la aldea machiguenga para buscar en sus cercanías un lugar para acampar.
Quienes marchamos a pie estimamos ¾ sobre la base de experiencias anteriores¾ que llegaríamos antes que el peque a Aguaroa, ya que en algunos sectores del río podrían haber "chachas", denominación que emplean los nativos para referirse a la acumulación de cantos rodados que dificultan la navegación ¾ este hecho sólo se da en aquellos sectores donde el río está bajo¾ obligando a los navegantes descender de la embarcación y empujar el peque hasta sacarlo del aprieto. Esto puede demorar mucho.
Ni bien partió el peque el resto marchamos libres de todo peso en dirección a Aguaroa. Efectivamente en algunas vueltas del río la profundidad era respetable. Hay que tener en cuenta que íbamos siempre contra la corriente, y la fuerza de los ríos nunca se puede subestimar.
Luego seguimos el camino a través de hermosas playas y largas trochas entre la vegetación, llenas de hormigueros, avispas y un intenso olor a humedad.
A pesar que no marchábamos con nuestras pesadas mochilas a nuestras espaldas, el paso del grupo se tornó lento. Sobre todo en los descansos que a veces se prolongaban más de lo necesario.
A fin de cuentas, llegamos a nuestro destino, comprobando que el peque ya había dejado las cosas y que Maribel se hallaba en la aldea junto a los machiguengas. Para nuestro asombro, ellos habían llegado horas antes, y nuestra demora obligó a Maribel quedarse un buen tiempo a solas con los indígenas, por cuanto Jorge no podía esperarnos mucho ya que tenía otros trabajos pendientes.
Para Maribel fue una prueba grande, ya que nuestros amigos machiguengas, siempre silenciosos y a veces esquivos, se hallaban con una buena dosis de masato, bebida fermentada de la yuca y pasatiempo favorito de los nativos. Cuando nos acercamos a la aldea y escudriñamos los ojos de "Andrés", actual líder de la tribu, era evidente que el hombre estaba más que embriagado.
Sin lugar a dudas, hallarse a solas en esta situación, es una verdadera prueba de control y equilibrio.
Una vez reunidos y con las mochilas nuevamente a las espaldas, caminamos por espacio de una hora hasta llegar a una playa de arenilla, desde donde se podía observar la cordillera del Pantiacolla enterrarse en el llamado "nudo de Toporake", lugar donde se encuentra la entrada al cañón de Pusharo o Mecanto ¾ "Meganto", según los machiguengas¾ .
Mientras levantábamos el campamento, sentíamos muy cerca la presencia de los Guías extraterrestres y, muy en especial, la contundente aproximación de la Hermandad Blanca.
Y fue así que a las 6:30 p.m., un lucero muy brillante, en pleno atardecer, cruzó horizontalmente el cielo abierto de la jungla, a una velocidad tal que desechaba de inmediato la posibilidad de un satélite. Esta sería la primera manifestación concreta de los Guías durante la expedición en la selva.
Ya por la noche, Raymundo nos comentó que en otras ocasiones más llegó a observar otras luces desplazándose en silencio y a gran altura sobre el campamento. Todo ello nos quería decir que nos estaban observando y asistiendo, y que definitivamente, no estábamos solos en esta importante tarea.
No obstante, la anécdota de esa noche llegaría por la presencia de otro visitante, que irrumpió de súbito al campamento mientras nos hallábamos durmiendo al interior de las tiendas de campaña. Se trataba de un jaguar, que fue sorprendido por Camilo cuando éste se encontraba paseando a sus anchas a 5 metros de nuestra carpa, como si estuviese buscando algo.
Luego del alboroto que se armó para alertar al grupo, y en especial a Miguel, por cuanto nos inquietó la seguridad de su pequeño hijo Omar y de su bebe de meses, Jerson, el jaguar se alejó a paso lento, como si no le importase el hecho de haber sido descubierto.
Esa noche llovió con fuerza, y por consecuencia el río creció tanto que tuvimos que quedarnos un día más para continuar a Pusharo. Luego comprobaríamos que con todo esto se cumplían los mensajes que señalaban nuestro arribo a Pusharo para el día 8 de agosto.
Aprovechamos entonces el día siete para meditar un poco más, y prepararnos para nuestro arribo a la piedra de los símbolos.
Ese día nos llevamos un susto, ya que Nimer se hirió la mano con el machete mientras se hallaba trabajando en el monte.
Afortunadamente la herida no era muy grave, aunque sí profunda. Ver a nuestro amigo sangrando ¾ a pesar que Nimer estuvo muy controlado y hasta positivo y bromista con la situación¾ nos devolvió a todos a tierra, reflexionando que si bien es cierto estábamos protegidos, teníamos que ser cuidadosos y responsables en todo aquello cuanto realizásemos durante el viaje. Carlos y Maribel pusieron una vez más en práctica sus conocimientos médicos, limpiando y cociendo a tiempo la herida. Debo mencionar que la unidad de grupo en este momento fue impresionante. Esa noche del día siete, ver a Nimer con su mano vendada sobre el pequeño lienzo, durante la meditación de rigor antes de acostarnos, era en verdad alegórico e impactante.
Al día siguiente, estaríamos en la sagrada piedra de los símbolos.
PUSHARO
El camino a Pusharo estuvo cargado de muchas experiencias. Entre las más interesantes, recordamos aquella en que una sachavaca o tapir, pasó a gran velocidad y a pocos metros de nosotros, mientras nos hallábamos descansando, para cruzar ágilmente uno de los ríos, cuando Miguel se aprestaba a dispararle con su arco una de sus largas flechas de caza. Para suerte del animal, nuestro amigo no pudo lograr su cometido.
Olvidamos mencionar que Miguel llevaba consigo a su pequeño perro de caza: "Oso", cuya apariencia dista mucho de hacer honor al nombre, aunque su efectividad y valentía, así como agilidad ¾ como por ejemplo cuando cruzaba sin problemas los ríos caudalosos¾ si eran dignos de tener en cuenta.
Luego de una larga caminata, cerca de las 3:00 p.m., llegamos a Pusharo.
Nos costó muchísimo reconocer el terreno, por cuanto las lluvias, desbordes del río y nueva vegetación, habían transformado totalmente la zona. Ni siquiera existía aquella playa que utilizamos en agosto de 1998 para montar las tiendas de campaña. Sabíamos que el paisaje puede cambiar por efecto de la naturaleza, pero esto ya era demasiado. Incluso los propios nativos estaban admirados de cómo había cambiado el terreno.
Machete en mano, nos aprestamos a desmalezar el sector para montar las tiendas. Siempre era extraordinario ver a Miguel construir con sólo ramas y hojas de platano una efectiva como sólida casita para él y su familia, lo cual los aislaba de la lluvia y abrigaba del inusual frío que por momentos se sentía en las noches. Según lo que averiguamos en Lima antes de iniciar la expedición, la temperatura en esta región del Madre de Dios había descendido hasta 8 grados centígrados, ocasionando muertes en niños por pulmonías y asma. Afortunadamente, cuando iniciamos el viaje, estas difíciles condiciones del clima habían menguado. No obstante, Casiano se hallaba con fiebre, la cual pudimos bajar gracias a una pronta asistencia de Carlos y Maribel. Para que nuestro acompañante y guía no tuviese una recaída, le entregamos algunas de nuestras prendas de vestir para que pudiese abrigarse por la noche. Por otra parte, Hans, en un verdadero acto de desapego, le entregó su única bolsa de dormir para que descansara mejor. A diferencia de otros viajes al Paititi, considero que nunca antes se había dado tal unión y amistad con los nativos. Ello también nos motivaba y llenaba de optimismo.
Una vez que ordenamos el campamento, nos aproximamos al muro pétreo que habría sido descubierto en los años 20 por el misionero dominico Vicente de Cenitagoya. A las orillas del sagrado río Sinkibenia, en cuyas nacientes estaría el Paititi, se acomoda esta roca de unos 30 metros de largo y similar altura, con 14 metros de petroglifos que parecen ser muy antiguos, cargados de una magia singular y misterio.
Detalle de la "CARITA SONRIENTE", uno de los más representativos petroglifos del muro de Pusharo. Fotografía de Nimer Obregón
Ingresar a Pusharo nunca deja de ser impactante. Es como si todo tuviese vida. Incluso teníamos la sensación de que el propio muro observara cada paso o movimiento nuestro. En este lugar meditamos, como pidiendo permiso y protección a los guardianes del lugar.
CECEA: LA DAMA DE DAVALOS
Un hecho que nos llamó mucho la atención, es que por la noche Casiano empezó a gritar, advirtiendo que había alguien en el campamento.
Lo más inquietante es que Casiano vio al sorpresivo visitante, quien se acercó y le llegó a decir algunas palabras. Se trataba de una mujer muy joven, pequeña, de cabellos blancos y vestido también blanco, como si se tratase de una túnica. Algo nervioso e incómodo por nuestra expectativa en su experiencia, Casiano nos comentaba que la mujer lo invitó acompañarla a su "tierra", el lugar de donde venía...
Al escuchar esto no pudimos evitar asociar la experiencia de Maribel en Maroato con el sorpresivo encuentro del cual fue protagonista nuestro guía machiguenga. Si nos hallábamos solos, ¿quién era esa extraña mujer que, presuntamente, por segunda vez se acercaba al grupo?
Veamos un dato inquietante.
En la expedición al Paititi de 1990, se relató una curiosa experiencia de proyección astral, donde una voz, insistentemente, repetía la siguiente frase como si se tratase de un acertijo: "La mujer de Dávalos conoce el sitio adonde quieren ir...", refiriéndose con ello al destino de viaje: Paititi.
Durante el contacto físico con Alcir, en septiembre de 1996, entre otras cosas el Maestro intraterreno afirmó que una "entidad femenina", dada su alta evolución y profunda espiritualidad, era quien coordinaba actualmente la labor en diversos Retiros Interiores del planeta, en especial el Paititi, donde supuestamente se encontraría.
Más tarde, se nos diría que la "Dama o Mujer de Dávalos", no sólo era un símbolo que representaba a la naturaleza que "daba el aval" para ingresar a El Dorado, sino efectivamente una entidad espiritual que respondería al nombre de Cecea. Los más interesante, es que durante la ejecución de los viajes de 1998, como por ejemplo el realizado a las Pampas del Ingenio, muy cerca de las famosas Líneas de Nasca, una pequeña mujer, brillante, similar a la descripción de Casiano, se había manifestado al grupo allí reunido.
Investigando en las diferentes experiencias que los grupos nuestros han vivido, incluso en sus respectivos países y salidas de campo, hemos detectado claras aproximaciones de Cecea, sólo que en aquellos momentos no éramos concientes de su existencia.
Todo esto nos invita a formular una inevitable pregunta: ¿Era acaso Cecea quien había estado acercándose al grupo durante nuestro viaje al Paititi?
UNA DESCONCERTANTE ESPERA
Las lluvias no cesaban. De un momento a otro, caía sobre nosotros un fuerte aguacero que nos obligaba muchas veces refugiarnos al interior de las tiendas, por cuanto nuestros impermeables no eran de gran ayuda para soportar la violenta manifestación de la naturaleza.
Cuando la tormenta llegaba a su fin, el cielo seguía pálido y nublado, inundando el lugar de una clara atmósfera de reflexión y recogimiento, que de vez en cuando era quebrada con el canto de los loros y guacamayos que cruzaban el firmamento en raudo y ágil vuelo.
En esos momentos veíamos a Raymundo buscar leña para encender el fuego, tarea difícil teniendo en cuenta que los troncos y ramas se hallaban por demás húmedos. Pero al fin y al cabo lográbamos prender una fogata que no sólo nos serviría para calentarnos, además la utilizaríamos para que Maribel, "cocinero en jefe", pueda prepararnos una deliciosa crema de espárragos. De esta forma podíamos ahorrar los pequeños balones de gas de las cocinillas portátiles.
Cuando hicimos un recuento de los alimentos, comprobamos para nuestra sorpresa que olvidamos 20 paquetes de arroz en Cusco, descuido que hasta ahora no hemos podido explicar, ya que una y otra vez revisábamos la lista de "indispensables" del viaje. Por si esto fuera poco, en un momento de distracción, el perro de Miguel se comió a sus anchas varios paquetes de puré de papa (patata), complicando aún más el panorama alimenticio del grupo.
Por suerte, nunca faltaba la buena voluntad de Miguel por ofrecernos yuca y papa de monte, y nosotros compartiendo con su familia nuestros frutos secos, así como té y sopa caliente, sellando de esta forma el ritual de compenetración y amistad.
Transcurrían los días y seguía lloviendo, situación que empezó a inquietarnos por cuanto si el Pongo de Maniquí aumentaba su cauce, nos sería imposible cruzar el Mecanto.
Así llegó el 11 de agosto, con el grupo "atrincherado" ¾ así como desconcertado y confundido¾ en el campamento que se ubicaba tan sólo a 100 metros del muro de los símbolos. Algo estaba pasando...
Ante tal situación, y como buscando respuestas, le preguntamos a los nativos por qué estaba lloviendo tanto. "El Mecanto no los quiere dejar pasar...", nos respondió con llaneza y desenvoltura Hilda, la esposa de Miguel, cayéndonos sus palabras como un verdadero balde de agua fría, y de seguro, preocupando a más de uno.
En vista a todo ello, decidimos acercarnos nuevamente al muro para meditar y tratar de interpretar porqué las puertas del Mecanto se podrían estar cerrando para nosotros.
Meditamos en los petroglifos. Pero realmente no recibimos o sentimos "algo" concreto que nos explicase lo que estaba sucediendo. Sólo intuíamos que todo cuanto ocurría debía tener su origen en nosotros mismos. Aún así, a pesar de la profunda meditación que realizamos en el muro, el grupo se mostraba consternado por la situación.
Seguimos trabajando unos momentos más en los petroglifos.
Pero aquí hubo un hecho importante. En un momento en que Ricardo se hallaba a solas, notó que se movían unos matorrales, como si alguien estuviese acercándose, y de pronto, de allí escuchó una voz llamarle por su nombre cósmico. Entonces supo de inmediato que era Alcir quien venía a su encuentro. Sin embargo, optó por abandonar rápidamente el lugar para reunirse nuevamente con el resto del grupo que aún seguía en el muro.
Ricardo había abandonado la posibilidad de un presunto encuentro con Alcir ya que deseaba que fuese todo el grupo el que viviera el contacto. Esto llevó a que todos nosotros tuviéramos una profunda conversación sobre la actitud que se debía tener en caso de una posible experiencia, al margen de quién fuera el que la viviese. Si bien es cierto, lo ideal sería que las experiencias las afrontase el grupo como un ejemplo de unidad e integración frente al contacto, también es verdad que los Maestros saben cómo llevar a cabo los acercamientos, y en este sentido el contacto depende más de ellos que nuestra voluntad o deseos de cómo quisiéramos que ocurrieran las cosas.
Luego de este diálogo y reflexión, volvimos al campamento.
EL ENCUENTRO FISICO Y EL MENSAJE DE ALCIR
"A las 7:00 p.m. vendrás solo al muro. Allí te estaré esperando..." Fue el mensaje que Ricardo sintió con fuerza en su cabeza, como si fuese una inmediata respuesta de Alcir ante la reflexión del grupo.
Al cabo de unos minutos Carlos ¾ a voz en cuello desde su tienda de campaña¾ preguntó a Ricardo si había recibido algún mensaje de Alcir. El le contestó que sí, y entonces nuestro amigo le sorprendió diciendo: "¿Y te ha citado para que vayas al muro a las 7:00 p.m.?" Carlos, sin pensarlo, fue el medio para que se diera la confirmación del mensaje que Ricardo había pedido frente a un posible encuentro con el Maestro.
Por si esto fuera poco, cuando los machiguengas supieron que Ricardo iba al muro le dijeron si lo hacía para buscar a Alcir y preguntarle porqué no podíamos cruzar el cañón... Sabíamos que los nativos nos escucharon nombrar al Maestro intraterreno, pero esto realmente ya era demasiado.
Sin ninguna duda de que algo grande iba a ocurrir, cerca de las 7:00 p.m. nuestro amigo se dirigió al muro, dejando al grupo en una de las tiendas, donde nos habíamos reunido para meditar y apoyarlo. Hans y Camilo se ofrecieron acompañarlo hasta la entrada de la roca, y una vez que llegaron allí Ricardo se internó a paso ágil por la trocha que conduce a los petroglifos.
Cuando ingresó a la trocha sintió con fuerza la presencia de alguien. Encendió entonces su potente linterna para guiarse por el corto sendero que lo separaba de la gran roca, ya que por la noche, siempre según los machiguengas, las víboras salen de sus madrigueras.
Al llegar al muro, se detuvo cerca de él para alumbrarlo totalmente. Al avanzar hacia la roca, escuchó una extraña vibración, como un sonido, muy parecido al que emiten las congeladoras antiguas. Salía del mismo muro. Era como si la piedra de Pusharo fuese en verdad una máquina que hubiese sido encendida o puesta en marcha.
Entonces apagó la linterna, ya que sentía que estaba como "quebrando" la armonía del lugar al alumbrar e investigar las zonas aledañas al muro.
De pronto, una luciérnaga voló a unos 5 metros de su ubicación, para girar a la izquierda y posarse en ¡el hombro de una persona! Allí, sentado sobre unos troncos entre los matorrales, se hallaba Alcir, vestido con una túnica que parecía dorada y con su clásico casco alargado sobre la cabeza. En su mano derecha llevaba un báculo metálico, y su rostro lleno de paz permanecía agachado, como en estado de meditación, mostrando sutilmente la larga y delgada barba que nos hace recordar un mandarín chino.
Entonces Ricardo dio unos pasos hasta hallarse muy cerca de él.
¾ Haz sido muy valiente para venir aquí ¾ intervino de pronto el Maestro, hablándole telepáticamente¾ .
¾ Bueno... Tengo dos amigos que me acompañaron y que se hallan esperando afuera ¾ contestó¾ .
¾ Haz sido valiente no por llegar aquí ¾ habló serio y tajante¾ , sino porque intuías que les aguardaba un importante mensaje.
¾ ¿Por qué no hemos podido cruzar el cañón? ¿Por qué está lloviendo tanto? ¾ intervino como queriendo atajarlo¾ .
¾ Todo lo que ocurre es tan sólo un reflejo de ustedes mismos ¾ respondió Alcir¾ .
¾ Bien, esto lo hablamos en el grupo, pero...
¾ Lo que sucede ¾ interrumpió el Maestro¾ es que todavía no han entendido. Les hemos abierto las puertas de nuestro mundo con todo lo que ello significa y ustedes creen que es muy sencillo cruzar el cañón, llegar, recibir, y luego marcharse. Deben saber, que sólo podrán cruzar y cumplir con vuestra parte si están dispuestos a la renuncia total. Tengan presente que para cruzar en esta ocasión necesitan esa renuncia, ya que al ingresar a los Retiros Interiores no podrían volver. Por ello las puertas del Mecanto se hallan cerradas...
¾ No puede ser ¾ se expresó Ricardo en tono desordenado y confundido¾ . ¿Cuál es el sentido de quedarse?
¾ Sabes que está dispuesto desde hace mucho que el ser humano tome nuestra posta. Todo esto sólo lo podrán entender adentro, y no afuera.
¾ Realmente no entiendo. ¿Y la labor que estamos cumpliendo para transmitir todo esto a la gente y...
¾ Que ello no te preocupe, nosotros sabemos cómo llegar a través de ustedes. Nuestra existencia y mensaje pronto se difundirá con mayor fuerza. Será en España. Así está convenido. Ustedes han hecho bien la parte que les toca para conmover conciencias, pero ahora llega el momento de asumir un verdadero y trascendental compromiso.
Te he dicho lo que necesitan saber ¾ hablaba el Maestro mientras miraba fijamente a los ojos de Ricardo, transmitiendo amor y compresión¾ . Será Joaquín quien hablará cuando sea el momento. Sepan esperar.
Diciendo esto se puso de pié, y dándose media vuelta caminó hacia el muro.
Nuestro amigo lo llamó una y otra vez por su nombre, como queriendo detenerle. Incluso encendió su linterna para alumbrarlo, lo cual consiguió sin mayor efecto que el verlo con gran claridad.
Para su asombro, se abrió una "puerta" en el muro, sin emitir luz alguna, pero se veía que permitía el ingreso a una suerte de galería o pasillo subterráneo. Alcir se dirigía a ella sin inmutarse.
¾ ¿Cuándo cruzar el Mecanto? ¾ le dijo antes que "entrara" al muro¾ .
¾ Así como brilla el Sol en la Tierra, "RAHMA", deberá brillar el Sol interior de cada uno de ustedes cuando abran vuestros corazones. Entonces verán al Sol brillar también en el cielo, alumbrando la cumbre del cañón y todo el lugar. Allí será el momento.
Luego la puerta se cerró con Alcir tras ella.
Afrontar el mensaje de esta experiencia al interior del grupo fue muy difícil. La cuestionamos mucho, con la rigurosidad que siempre se debe emplear en esto casos. Nos planteamos todas las posibilidades se le puedan ocurrir al lector en una situación como esta. Y a pesar que de momento no entendíamos cómo la Hermandad Blanca nos pedía una renuncia tan grande, por cuanto no era lo que creíamos haber aprendido de los Maestros en estos años de contacto, sentimos en nuestros corazones las palabras de Alcir y lo que ello pudiese significar. Sólo al final, como siempre ocurre, sabríamos que este mensaje ya había sido entregado a cada uno de nosotros, teniendo que despertar de nuestro estado de sueño para hallarnos ante una verdadera encrucijada espiritual.
¿Estábamos realmente dispuestos a sacrificar nuestras vidas por la Misión? ¿Hasta qué punto hablábamos de entrega o una decisión irresponsable que podría poner en peligro la propia integridad de los miembros del grupo? ¿Estábamos siendo presa de una asechanza que quería confundirnos? ¿Nos hallábamos tan sólo ante una prueba de la Hermandad Blanca y no la estábamos interpretando de la forma correcta? Pensamos en todo.
Sea como sea, lo práctico es que una decisión nos aguardaba a puertas del Mecanto. Todo esto no hizo reflexionar como nunca antes en el compromiso para con la Misión, lo que sentimos por nuestras familias, y en fin, los insondables misterios que yacen en los sentimientos de un corazón humano.
LA DECISIÓN
Nadie durmió profundamente aquella inolvidable noche del 11 de agosto. Todos nos encontrábamos en silencio cuando nos levantamos. No abordábamos el tema de inmediato, tan sólo bebíamos un té caliente sin hacer mayor comentario. Pero algo había pasado.
El grupo estaba distinto. Se encontraba aún más unido que antes. En el ambiente se respiraba una armonía y hermandad que nunca antes en nuestras vidas habíamos experimentado.
Pensamos que la conversación del día 11 y todo cuanto reflexionamos al descansar había abierto una puerta en nuestros corazones. Una puerta que no habíamos detectado anteriormente y que sólo puede ser cruzada con experiencias intensas como esta. Como nunca hablamos de nuestras familias, nuestra vida personal y la Misión.
Entonces empezamos a "sentir" y no "pensar" el mensaje del cual fue portador Alcir. Un hecho curioso en torno a ello, es que Raymundo encontró en el muro de Pusharo, en la misma zona en que Ricardo vió abrirse la puerta (al extremo izquierdo de un observador frente al muro, donde no hay petroglifos) la marca con profundidad de una mano izquierda en la roca, como si fuese parte de los mismos grabados del muro. Nunca antes la habíamos visto, algo extraño teniendo en cuenta que la mayoría de nosotros éramos veteranos de anteriores viajes al Paititi donde fotografiamos hasta el cansancio cuanto ideograma hallásemos en la roca. O se trataba de un petroglifo que nunca detectamos, o como alguien del grupo sugirió, era una "llave" dejada por la mismísima Hermandad Blanca para abrir la puerta. Lo cierto es que al tratarse de una mano izquierda el misterio y la especulación se regaban por doquier, por cuanto era de nuestro conocimiento que los Maestros se saludan con la mano izquierda, que como bien sabemos representa la paz, la verdad y la sabiduría a diferencia de la derecha que expone generalmente la fuerza y el poder. Un simbolismo que incluso mantuvieron Cachán y algunos de los machiguengas.
"Mano" en el muro de Pusharo. Foto: Raymundo Collazo.
Esa mañana del día 12 decidimos cruzar el Mecanto con todo lo que ello significaba. Sabíamos que era positivo y confiábamos en el Plan, en los designios de lo alto, sea lo que sea, y que estaban orientados a la salvación de nuestra humanidad que ahora más que nunca llevaríamos en nuestros corazones hacia al otro lado del umbral del Paititi.
Los Guías siempre nos dijeron que RAHMA es una misión de "rescate", donde el hombre debía salvarse a sí mismo a través de la fuerza más poderosa del Universo, y que no es otra que el Amor. Cuando decidimos cruzar reflexionamos en todo esto. Tomar esta decisión no fue nada fácil. Pero ni bien lo hicimos, todo empezó a cambiar en el ambiente.
El día 12, rompiendo con lo esperado, no llovió. El día 13 también hubo ausencia de lluvias, incluso el cielo empezó a despejarse un poco contra el pronóstico de los mismos machiguengas que anunciaba un "friaje" de dos semanas.
El día 14 ocurrió el "milagro".
Luego de una paciente espera, con el grupo unido y dispuesto, vimos las nubes disiparse, formando inicialmente un hoyo sobre el ya débil manto blanco que se hallaba sobre nosotros, por donde los rayos del Sol ingresaron con fuerza iluminando la cumbre del cañón...
A los pocos minutos el cielo se abrió totalmente, dejando ver un hermoso cielo azul. El Sol alumbraba con tanta fuerza que tuvimos que refrescarnos en el río.
Se había cumplido el mensaje de Alcir. Ahora teníamos que cruzar.
AL OTRO LADO DEL MECANTO
Por varias horas fuimos caminando por las sinuosas trochas que nos conducían por el cañón. Muchas veces descendiendo a las playas y cruzando de orilla a orilla el atemorizante río Sinkibenia, que parece cobrar mayor fuerza y respeto en las gargantas del Mecanto, como si fuese su espíritu protector.
Con Miguel y su familia a la cabeza, íbamos ascendiendo las gigantescas paredes de piedra, muchas veces verticales, como cortadas a cuchillo, mientras el grupo caminaba atento y concentrado en el inclinado sendero que se hallaba sobre estas moles. Con las pesadas mochilas a nuestras espaldas ¾ a pesar que dejamos una parte del equipo en Pusharo con Casiano¾ y los dedos clavados en el barro y excrementos de ratas y murciélagos, con la esperanza de encontrar alguna gruesa raíz de donde asirnos, fuimos avanzando a paso lento y pesado, hasta llegar al final del Mecanto, luego de una intensa jornada que intimidaría al aventurero más recio.
El lugar es mágico. Las rocas, el río, la frondosa vegetación multicolor que se nos presentaba, el ambiente en sí, era como si el Mecanto nos estuviese observando. Todo es diferente. Parece un verdadero mundo perdido, con sus gigantescos árboles y hercúleas rocas sobresaliendo en el Sinkibenia.
Con las piernas temblorosas por el cansancio y el esfuerzo, llegamos a una vuelta del río que parecía profunda. Teníamos que cruzarla, así que Miguel, aquel nativo huachipaire que vivía desde hace cuatro años en Palotoa, y que se había convertido no sólo en nuestro guía de viaje, sino en un gran amigo, fue pasando nuestras mochilas, una por una, al otro lado del río. Verlo luchando contra la corriente, con el agua casi en el pecho y el equipo sobre la cabeza, era de infarto. Pero todo salió bien.
Ahora nos tocaba cruzar a nosotros. Nimer, valientemente, se adentró en el río solo, con una seguridad aplastante por cruzarlo. Si no fuese por Miguel que vino a ayudarlo, era muy posible que el río se hubiese llevado a nuestro amigo hacia los afilados despeñaderos. Habíamos subestimado una vez más al Sinkibenia.
Maribel se hallaba nerviosa con toda esta situación. Así que Ricardo y Camilo decidieron ayudarla a cruzar apoyándose en una soga de treinta metros de largo que Nimer logró llevar al otro lado del río. De esta forma, mientras nuestro amigo sostenía con fuerza la soga apoyado en un gran tronco, fuimos avanzando por el río, que se mostraba fuerte y peligroso.
Para complicar aún más la situación, el pie izquierdo de Ricardo quedó atascado entre unas rocas mientras cruzaban esta agresiva vuelta del Sinkibenia, dificultando el avance y obligando a Maribel y Camilo retroceder. Al intentar liberarse, lo cual consiguió con una impaciente sacudida, se encontró de pronto fuera de equilibrio y el río arrastrándolo. No obstante logró asirse de la soga, y si no fuera por la ayuda de Camilo, que de un fuerte y decidido jalón lo sacó del aprieto, quién sabe lo que hubiese pasado.
Después de esto, y como era natural de esperarse, el nerviosismo de Maribel se duplicó. Pero al final ella misma venció su temor y decidió cruzar al otro lado. Así, trepada en la espalda de Camilo con el chaleco salvavidas, y Carlos sosteniéndola con fuerza por detrás, cruzaron el Sinkibenia con una determinación de película, generando por consecuencia un entusiasmo desbordante en el grupo. La motivación fue tal que todos cruzamos sin mayor problema, dándonos ánimo e inclusive gastando alguna broma durante la faena. En estos momentos la presencia de Nimer siempre era importante, por cuanto todo aquello que pudiese parecer difícil y peligroso, se tornaba en una experiencia de vida inolvidable gracias a los comentarios y oportunas bromas de nuestro compañero. Asimismo felicitamos a Camilo por su valentía y oportuna intervención que evitó un posible desenlace no deseado.
Luego de esta increíble experiencia continuamos caminando pesadamente por la orilla y trochas adyacentes, resbalándonos en el lodo y en los cantos rodados cubiertos de abundante musgo. Al cabo de seis horas terminamos de dejar el Mecanto a nuestras espaldas, llegando a una playa que los nativos llaman "Inchipato". Allí acamparíamos, esperando el momento...
EL MENSAJE DE LA HERMANDAD BLANCA
Cuando nos hallábamos transitando la "última trocha" que nos llevaba a la playa de Inchipato, sucedió algo extrañísimo. Encontramos en el suelo unos plátanos, como si alguien los hubiese bajado del árbol ayudándose, al parecer, de una herramienta cortante. Este hallazgo espantó de inmediato a Miguel. Le preguntamos qué sucedía, pero no quiso dar mayores explicaciones. Sólo nos pidió que dejáramos los plátanos en su sitio...
La reacción de Miguel era comprensible, ya que nadie transita ¾ aparentemente¾ por esa zona. Sólo nos hallábamos nosotros, así que alguien más debía estar cerca de allí, rondando.
En un principio nos inquietamos mucho ya que antes de vernos envueltos en esta situación sentíamos que alguien nos observaba. Y todos coincidíamos en que se trataba de una presencia humana...
Recordamos incluso los relatos del Padre Macario en Shintuya, cuando nos narraba cómo uno de los misioneros fue herido en el brazo por una flecha, disparada con gran puntería por una tribu desconocida que se hallaba en un sector del Pongo de Mainiqui. Y para alimentar un poco más el suspenso, entre los libros que el Padre obsequió a Maribel, escritos por los propios misioneros durante las correrías de su evangelización en Madre de Dios, se mencionaba el peligro de recoger frutos en una trocha desconocida, porque esta era "la trocha del cazador", quien luego retorna a recoger su trabajo y si no lo encuentra ¾ afirmaban los misioneros en sus memorias¾ , éste persigue a quien los tomó para darle muerte.
Ya se imaginarán lo que se nos pasó por la cabeza con todo esto.
Pero no nos duró mucho, porque sabíamos también que ya nos encontrábamos en las selvas que custodian y protegen los Maestros.
Luego de levantar el campamento nos dedicamos a explorar un poco la zona. En cada meditación siempre procurábamos enlazarnos con nuestros hermanos que se hallaban en la Cueva de los Tayos y Roncador. Nos preguntábamos si estaban viviendo situaciones similares.
Así llegó la noche, y cerca de las 7:00 p.m. nos dispusimos a realizar una meditación para conectarnos con la Hermandad Blanca. Nimer se ofreció en dirigirla, pidiéndonos acostarnos sobre los plásticos, y de esta forma facilitar la relajación. Realmente lo que Nimer deseaba era llevar una práctica de viaje astral, lo cual hizo pero sin decir lo que se proponía, ya que otras veces, como a muchos de nosotros nos ha ocurrido, los "practicantes" se quedan dormidos.
De un momento a otro nos vimos como abandonando el cuerpo en una proyección totalmente consciente. Era como si alguien nos estuviese "jalando", encontrándonos flotando sobre el campamento y luego atravesando la jungla en dirección a las nacientes del Sinkibenia.
Se observó una gran cascada que caía con fuerza desde gran altura. Allí se encontraba una mujer joven y hermosísima, con un velo blanco y cabellos canos, brillante, y parecía mezclarse con el agua de la cascada. Era impactante observarla.
La mujer se identificó como Cecea, y al preguntarle cuál era el siguiente paso que debía dar el grupo contestó:
"El siguiente paso es retornar... Ya llegaron y han cumplido el objetivo..."
"Cuando tomaron la decisión de dejarlo todo por contribuir con el cumplimiento de la Misión, sellaron con creces vuestra parte..."
Se consultó entonces sobre la intención del grupo de llegar "más lejos" que las expediciones anteriores, y Cecea respondió:
Amados, en verdad les decimos que nunca antes en la Misión alguien llegó tan lejos como ustedes. ¿Comprenden?
Entendimos entonces que no podíamos evaluar un viaje como este por las distancias físicas, como si se tratase de una carrera de aventura donde luego se confronta quién se internó más en la selva o quién vivió extraordinarias experiencias. Ese no era el mensaje.
Al consultarle sobre la información que supuestamente recibiríamos dijo:
"La poseen. Hemos depositado siete esferas de energía que contienen información relativa al Plan Cósmico y el programa de contacto RAHMA en cada uno de ustedes. En Pusharo comprobarán lo que han recibido y empezarán a entender.
Deben saber que ahora vuelven con la luz en vuestros corazones y nuestro total apoyo en su misión ¾ continuó¾ . Ya pueden regresar".
"¿Desean una corroboración? ¾ añadió Cecea¾ . Vuelvan y abran los ojos, y verán la nave que materializaremos sobre ustedes, para que así estén seguros y no tengan dudas de lo que les decimos...
Al volver del trabajo, y ante nuestros rostros de sorpresa, de la nada "apareció" una nave, exactamente sobre el grupo, emitiendo poderosas luces plateadas como llamando nuestra atención. Luego de unos segundos más ¾ todo fue muy rápido¾ el objeto "desapareció" de nuestra vista, como si hubiese sido "tragado" por algo. Realmente espectacular.
Inmediatamente compartimos la experiencia con el grupo, observando que habíamos recibido el mismo mensaje de Cecea durante la meditación. Y mientras dialogábamos todo esto, se mostró un segundo objeto, que inicialmente se hallaba suspendido sobre nosotros, como un lucero entre las estrellas, para luego moverse a gran velocidad describiendo una línea sinuosa y errática, siendo Nimer y Camilo los primeros en advertirlo. La emoción del grupo era muy grande. Todos vibramos y empezamos a comprender lo que habíamos hecho. A entenderlo todo...
Nos era curioso recordar que en el contacto físico de 1996, Alcir afirmó que en el mes de agosto de 1998 se debía producir "la Gran Prueba", como un momento de marcada importancia que debíamos afrontar en nombre de la Misión. Aunque en agosto de aquel año realizamos una expedición al Paititi, aquella prueba de la cual hablaba Alcir no se dio o quizá no estuvimos atentos. Luego sabríamos que dejamos muchas cosas pendientes, que por su propio peso tendrían que cumplirse en esta nueva expedición. Y así fue, por cuanto se dio aquella "Gran Prueba" que anunciaban los Maestros.
Es importante aclarar, y ahora que lo hemos entendido, que en ningún momento los Maestros pretendían alejarnos de nuestra responsabilidad como seres humanos, sino más bien una suerte de prueba que procuraba no sólo medir nuestra entrega y compromiso al interior de la Misión, sino un mensaje que nos habla de un acontecimiento que esta reservado para nosotros en el futuro, y por la marcada importancia del mismo teníamos que "vivirlo" para comprenderlo.
Otro hecho sugerente ¾ como nos lo hizo ver a nuestro regreso Silvia Maza¾ era que el 14 de agosto de 1998 iniciamos el retorno desde Pusharo, cuando en este viaje fue todo lo contrario, en la misma fecha dejábamos Pusharo para cruzar el Mecanto. Todo estaba marcado.
Así fuimos tomando conciencia. Reflexionando todo lo que habíamos expuesto por la Misión, y también lo que hasta ese momento logramos en nombre de todos. Con esta experiencia, los Maestros nos habían enseñado una vez más que si bien es cierto las puertas de su mundo se hallan abiertas para aquel caminante comprometido y entregado, la misión aún nos requiere en el "mundo".
Luego de esto nos acostamos, y con la claridad que el viaje aún no terminaba. Intuíamos que en Pusharo algo grande ocurriría, y que allí se daría el "cierre" de esta inolvidable aventura interior...
EL ENCUENTRO CON LOS GUARDIANES DEL PAITITI
Al levantarnos la mañana del 15 de agosto nos encontramos con que nadie del grupo pudo dormir. Por más que lo intentamos nos costaba conciliar el sueño. Incluso esta situación nos recordó uno de los efectos que produce en el organismo la recepción de los Cristales de Cesio, y que es precisamente la ausencia de sueño; ello se explica por la fuerte cantidad de energía recibida.
Entonces pensamos en las "esferas" de información que había mencionado Cecea, y que, supuestamente, habríamos recibido aquella noche durante el trabajo de proyección astral. De ser así, tal como ella misma lo afirmó, habría un momento para comprobarlo.
Por sugerencia de Nimer el grupo se quedó el día 15 en el lugar, con el objetivo de meditar en esta zona que, definitivamente, amplificaba nuestros trabajos mentales e irradiaciones al planeta, situación que aprovechamos al máximo envolviendo una y otra vez al mundo en luz, así como nuestras familias y seres queridos.
Miguel y su familia nos observaban en silencio y respetuosamente cada vez que hacíamos estos trabajos. Y en alguna ocasión Erika, una machiguenga de unos 15 años, se unía a nuestras prácticas.
Ya por la noche se dieron nuevos y claros avistamientos que marcaban, una vez más, la presencia y apoyo de los Guías.
A diferencia de la experiencia anterior, la noche del 15 conciliamos el sueño sin problemas. Esto nos decía que no era el lugar, sino que "algo" ocurrió con nosotros el 14 de agosto.
El día 16, temprano, levantamos el campamento y nos aprestamos para iniciar el retorno. Como era de rigor en todo el viaje, realizamos la Cúpula de Protección y nos despedimos de aquel maravilloso lugar que nos había cobijado y protegido.
Ni bien nos pusimos las mochilas para partir, de improviso se desató una lluvia de "Padre y Señor mío", con truenos y todo, que nos obligó salir inmediatamente de la zona con la esperanza de dejar atrás la tormenta. Pero no fue así, esta abarcaba todo el cañón, haciendo crecer el río a una velocidad espantosa y atemorizante.
Miguel, nervioso como nunca antes se había mostrado, nos pedía ir más rápido, prácticamente corriendo, ya que si el río seguía creciendo de esta forma nos quedaríamos "atrapados" sin poder salir.
A todos nos inquietaba aquella vuelta del Sinkibenia en la que utilizamos la soga en el camino a Inchipato. Ya nos decíamos cómo la encontraríamos.
Al llegar a ella en un tiempo record, tuvimos que cruzarla con las mochilas a las espaldas porque no había tiempo para sacar la soga e ir pasando con Miguel el equipo al otro lado. Afortunadamente esta vez teníamos la corriente a nuestro favor, y con el peligro de quedarnos atrapados si no apurábamos el paso, sacamos fuerzas de Dios sabe dónde cruzando el río como si se tratase de un charco en la selva.
Ni bien lo hicimos seguimos corriendo ¾ y no exageramos¾ sólo aminorando el paso en aquellos senderos donde era peligroso transitar. La lluvia era tal que se formaron cascadas en las paredes del Mecanto, incluso teniendo que pasar bajo o sobre ellas en alguna ocasión para poder continuar.
Así, alcanzamos la entrada del cañón, y ni bien llegamos a ella, inexplicablemente dejó de llover, abriéndose el cielo y mostrando un intenso cielo azul mientras los rayos del Sol lo alumbraban todo con fuerza. Esto parecía "magia". Era en verdad increíble.
Al cotejar nuestros relojes, comprobamos que el camino de seis horas que empleamos inicialmente para cruzar el cañón, ahora en el regreso lo habíamos logrado en tan sólo dos horas. Una lástima que no estuviese presente algún representante de los Record Guinness...
Nuestro arribo a Pusharo estuvo lleno de entusiasmo, aunque con un susto inicial cuando Nimer fue llevado por el río. La visión fue alarmante porque nuestro amigo se hallaba "boca abajo" y sólo veíamos su mochila flotando. Afortunadamente logró incorporarse sin problemas, cuando ya más de uno estaba por arrojarse para ayudarlo. Luego el mismo Nimer ¾ con su característico humor y positivismo¾ nos dijo que no teníamos de qué preocuparnos, que sólo se estaba divirtiendo y que tenía "todo controlado". Nos reímos mucho.
Dejándonos llevar por la intuición, nos dirigimos al muro de los petroglifos cerca de las 6:30 p.m., casi en silencio, percibiendo en cada paso la proximidad de los Maestros.
Cuando ya nos encontrábamos cerca de la roca, "algo" se cruzó frente a nosotros, alarmando de inmediato a quienes marchaban delante. Fue tan rápido que no pudimos percatarnos de los detalles, pero la impresión que algunos de nosotros tuvimos, era como la apariencia de un pequeño ser con manto blanco. Extraño.
Una vez que reanudamos la caminata a los petroglifos, recordábamos que el mismo Casiano afirmó haber visto "niños de blanco" acercarse al campamento. Además, ese mismo día, cuando nosotros nos hallábamos en el muro meditando, nuestro guía machiguenga observó dos luces salir del Mecanto y aproximarse a las tiendas, como buscando algo, para luego marcharse a gran velocidad en dirección a Aguaroa. Las luces eran como sus linternas ¾ decía el nativo al describir su experiencia¾ .
Casiano es un hombre sensible, bondadoso y amable. Realmente parece un niño, y quizá por ello fue testigo de todas estas manifestaciones, como si fuese un mensaje para el grupo.
Pensábamos en ello cuando llegamos a los petroglifos. Y realmente la presencia que se sentía allí era impactante.
Luego de una profunda meditación, cada uno se fue acercando al muro, muchos arrodillándonos y pegando nuestra frente y manos en él, para dejarnos fluir y penetrar la roca. Sentíamos que los Maestros nos hablarían, que estarían allí. Y no nos equivocamos.
No sólo logramos penetrar el muro y proyectarnos mental o astralmente al Paititi, sino que recibimos muchísima información que luego coincidía con todas las experiencias del grupo. Entre ellas se nos decía que Cecea, aquella entidad femenina que había estado muy cerca al grupo durante todo el viaje, tenía sus orígenes en Sirio, y que las esferas de energía ¾ como lo confirmaríamos más tarde¾ eran emanaciones de información del Disco Solar del Paititi. Se nos dijo que en marzo del 2001 terminaríamos de asimilar, recordar y comprender todo lo recibido, y que el lugar clave para ello sería el Monte Sinaí en Egipto. Se nos habló además que luego de estos viajes de Triangulación habría importantes cambios en nuestro proceso como grupo de contacto, y que debíamos estar preparados para ir rompiendo todos aquellos esquemas mentales que teníamos sobre la Misión, ya que iríamos despertando informaciones nuevas y complementarias que a pesar de encajar perfectamente con todo lo aprendido anteriormente, podría confundir si uno no estaba vibrando en la etapa actual de RAHMA.
Se nos mostraba gente saliendo y entrando nuevamente a los grupos, como si se fuese a producir una definición y auto selección colectiva. Y por último, se nos pidió que contáramos todo lo que ocurrió en este viaje, ya que en él había un mensaje importante para los misioneros de RAHMA. Una señal. En este momento estamos analizando todas estas informaciones que consideramos serán motivo de un nuevo informe.
Al terminar, para coronar la situación, los matorrales empezaron a moverse, mientras unos firmes pasos quebraban el silencio del lugar. Entonces observamos personas con togas blancas abrirse paso entre la jungla, como rodeando al grupo y observándolo todo. Era impresionante.
Pero uno de estos personajes no se movía, estaba de pie donde el muro se inicia, y a diferencia de las clarísimas proyecciones que nos rodeaban, este ser estaba allí físicamente... Cuando algunos de nosotros nos acercamos a él, dejándonos llevar sólo por la intuición, nos dimos cuenta que se trataba del mismísimo Alcir. Veíamos cómo el Maestro, que irradiaba amor y sabiduría, comenzó a alejarse a paso lento, ascendiendo la escarpada que conduce a una trocha que lleva hasta la misma cima del muro ¾ unos 30 metros de altura¾ sacudiendo los matorrales para abrirse paso. En eso Camilo se acerca y comenta que las presencias "estaban por todas partes". Decidimos entonces reunirnos los siete y no dispersarnos como suele suceder en experiencias como esta. Nimer también se acercó, visiblemente emocionado por el ambiente que se estaba desarrollando en el lugar y luego de vivir una extraordinaria experiencia con Cecea en el muro.
Era gratificante comprobar que toda esta experiencia ¾ a nuestro juicio la más importante del viaje¾ la vivía todo el grupo como una verdadera unidad.
Tan rápido como aparecieron aquellos hombres de blanco se marcharon, y nosotros profundamente emocionados. Al salir del muro, alzando la voz al hermoso cielo estrellado, donde sentíamos a los Guías observando, pedimos una señal que nos confirme que el objetivo había sido cumplido ¾ esto ya lo sentíamos con fuerza¾ y de todo cuanto se nos dijo en el muro. Inmediatamente una nave encendió y apagó sus luces, como pequeños fogonazos, en una manifestación concreta y palpable.
¡Yo no lo vi! ¡Que se muestren otra vez! ¾ Decían algunos a coro¾ .
Honestamente no imaginamos que lo volverían hacer, pero ni bien lo pedimos la nave se mostró nuevamente, y entonces todos la vieron. Si bien es cierto en estos años de Misión hemos aprendido que un avistamiento sólo confirma que hubo contacto, y que no respalda necesariamente el contenido de los mensajes ¾ y esto hay que tenerlo siempre en cuenta¾ , aquí la situación era muy distinta, por cuanto interactuábamos directamente con los Guías. Era maravilloso.
Contentos y visiblemente entusiasmados regresamos al campamento. Al día siguiente regresaríamos al mundo que dejamos y en el cual aún teníamos mucho por hacer, y de alguna forma todo esto nos lo hizo ver la Hermandad Blanca al probarnos el 11 de agosto y luego el día 14 al cruzar el Mecanto. Para nosotros, ya no es necesario cruzar más este umbral natural...
Y no volvíamos como vinimos, sino como describe aquel párrafo de "Guía del Camino Interno", que reza:
"Cuando en la gran cadena montañosa encuentres la ciudad escondida, debes conocer la entrada. Pero esto lo sabrás en el momento que tu vida sea transformada. Sus enormes murallas están escritas en figuras; están escritas en colores, están sentidas. En esa ciudad se guarda lo hecho y lo por hacer. Pero a tu ojo interno es opaco lo transparente".
"Sí, los muros te son impenetrables".
"Toma la Fuerza de la ciudad escondida".
"Vuelve al mundo de la vida densa con tu frente y tus manos luminosas".
EL RETORNO AL MUNDO
El día 17 caminamos hasta Aguaroa. Acampamos en una de sus playas y construimos con Miguel y los machiguengas dos balsas de topa ¾ tendríamos que hacer un informe adicional para describir cómo cortamos troncos de siete metros de longitud, cargarlos del monte a la playa y obviamente abrir una trocha "especial" para conducirlos¾ .
Por la noche llovió torrencialmente, haciendo crecer el río de tal forma que este se desbordó cerca de las 3:00 a.m., inundando el campamento prácticamente mientras dormíamos. Gracias a la voz de alarma de Miguel, salimos de las tiendas viendo cómo nuestras cosas flotaban ya en el agua. Al cabo de dos minutos, donde habíamos montado las tiendas el agua ya nos llegaba a las rodillas.
A pesar de este gran susto no parábamos de hacer bromas, rescatando todo el equipo ¾ no perdimos nada, salvo los pantalones de Carlos y el sombrero favorito de Camilo¾ y guareciéndonos en el monte, donde incluso el agua amenazó con llegar.
Dentro de todo esto, gracias a la crecida del río pudimos llegar con las balsas a Shintuya ¾ en un viaje lleno de anécdotas inolvidables¾ , donde conseguimos un camión que partía esa misma noche al Cusco.
Tiahuanaco, Hayumarca y el desierto de Chilca fueron visitados por algunos de nosotros al retorno, por sugerencia de los Guías y también obedeciendo a una intuición que nos decía que allí encontraríamos claves complementarias a la expedición al Paititi. Y así fue.
En Lima comprobamos que nuestros compañeros en Misión estuvieron totalmente conectados con nosotros y viviendo cada etapa del viaje a distancia. Nos enteramos también que el viaje a la Cueva de los Tayos fue un éxito, y que habían recibido "esferas doradas" que contenían información sobre la Misión RAHMA y el Plan Cósmico...
El viaje al Brasil fue más que positivo, ya que lograron llegar a la zona y abrir un camino hacia el Roncador, enclave de la Hermandad Blanca que nunca antes había sido visitado por los grupos nuestros. En estos viajes el apoyo de los Guías fue concreto y preciso, y la nota curiosa es que ambas expediciones también fueron asistidas por Cecea y Alcir.
También debemos mencionar que hubo muchas salidas de apoyo y conexión aquel mes de agosto, como las que se realizaron al Manzano y Cipreses en Chile; Shasta en California; Wiñaymarca en Bolivia; Chilca y Akenesis en Perú, entre otros lugares.
A pesar que muchas veces tenemos diferentes formas de trabajar o, incluso, hasta una visión marcadamente distinta del proceso de la Misión, este mes de agosto nos enseñó que podemos trabajar juntos y en equipo por los objetivos. Y así fue en este viaje al Paititi, donde la integración del grupo se mantuvo frente a todo, y a diferencia de otros viajes donde cometimos errores, y regresábamos dispersos, en esta ocasión sí retornábamos como uno, y así deberá seguir ocurriendo en cada esfuerzo nuestro en representación de toda la Humanidad.
Desde el mundo maravilloso en el cual vivimos y aún tenemos mucho por hacer,
Grupo Paititi
REVISTA: CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL
DIRECTOR: VICTOR SALAZAR
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