viernes, 9 de noviembre de 2012
LA SABIDURÍA DE LA PAZ" para Meditarlo.
La Semilla de la Meditación de el día de hoy es
"DESCIENDE A TU PAZ PROFUNDA."
Todo lo que te ocurra en esta vida depende de cuán grande sea el nivel de tu paz interior. Un mismo acontecimiento, un mismo problema o una misma alegría te afectará de un modo absolutamente distinto según vivas en paz o no con tu esencia, es decir, contigo mismo. Cuanto más en paz estés contigo mismo, más en paz estarás con cuanto te rodea; y cuanto más armónicamente vivas contigo mismo, más en armonía estarás con los demás. Es la diferencia entre fluir, algo agradable y satisfactorio, y chocar, enfrentarte y sufrir.
La paz interior no es sólo un logro que puede llenarte más que la satisfacción de cualquier deseo, sino el estado original del hombre a partir del cual la vida se convierte en un milagro permanente.
Puedes trabajar tu paz interior con las siguientes afirmaciones:
1. Estoy en paz conmigo mismo.
2. Estoy en paz con mis padres y no les debo nada.
3. Estoy en paz con mi esposo/a.
4. Estoy en paz con mis hijos.
5. Estoy en paz con mis enemigos.
6. Estoy en paz con la humanidad.
7. Estoy en paz con Dios.
1. Estoy en paz conmigo mismo
Algo que debemos lograr a toda costa en esta vida es llegar estar en paz con nosotros mismos. Aunque parezca algo obvio, es la base de todo: de nuestra propia felicidad, de nuestro éxito como seres humanos, de que nuestra existencia sea un paraíso en vez de un infierno, de nuestras relaciones con los demás, de nuestra autorrealización, etc.
Estar en paz contigo mismo es el primer objetivo que te has de proponer, y la primera meta que debes alcanzar. Es altamente prioritario. Si no estás en paz contigo mismo, todo lo que emana de ti estará teñido de tu desasosiego y tus conflictos. Percibirás la vida como una lucha, como algo doloroso, pues estarás proyectando en todas partes y en todo lo que te ocurra tu propia negatividad y tu lucha contigo mismo, y ello difícilmente puede proporcionarte otra cosa que infelicidad.
Si crees que puedes amar o ser amado realmente, en toda la amplitud de la palabra «amor», si no estás en paz contigo mismo, andas muy equivocado y ya es hora de que rectifiques. Amarás y recibirás amor sólo en la medida en que te ames a ti mismo; y para amarte a ti mismo, has de estar en paz contigo mismo. La paz y el amor son lo contrario de la guerra.
Para alcanzar la paz contigo mismo has de pasar de una situación de guerra a una situación de paz, y eso no lo lograrás a través de una ilusoria victoria o una resignada derrota. No puedes vencerte a ti mismo por las buenas, del mismo modo que no puedes elevarte tirándote del cordón de tus zapatos. Es inútil que te esfuerces: no vale la pena.
Sólo hay un camino: orientar correctamente tu vida, eso es buscar prioritariamente la paz interior, perdonarte tus defectos (o aquello que tú consideras tus defectos y que a fin de cuentas no es sino la otra cara de tus virtudes), vencer tus miedos, olvidarte de tus errores y de tus presuntos pecados. No te has de juzgar con severidad: has de ser comprensivo contigo mismo.
Todos aquellos miedos y errores que te impiden ser feliz no son sino el resultado lógico y previsible de tu situación de conflicto declarado contigo mismo. Por ello el primer paso que debes dar es aquél encaminado a estar en paz contigo mismo.
2. Estoy en paz con mis padres y no les debo nada
Esta afirmación es muy importante porque tiene que ver con la primera relación de amor que tenemos en nuestras vidas, lo cual le confiere un papel decisivo que se verá reflejado en el resto de relaciones.
Demasiado a menudo crecemos con la idea, por lo demás errónea, de que les «debemos» algo a nuestros padres. Muchas veces son ellos mismos los que nos la han inculcado. Como ya dijimos al principio hemos sido concebidos naturalmente a partir de un canto de amor y, si muchas veces no somos conscientes de ello, es porque tampoco nuestros progenitores eran conscientes de que estaban movidos por los hilos del amor. Como todo acto auténtico, la recompensa ya estaba implícita en él, por lo cual nuestros padres no tienen derecho a echarnos en cara nada argumentando que nos trajeron al mundo. Como escribió Jalil Gibran, somos hijos de la vida y nuestros hijos son los hijos de la vida. A la vida, que nos alimenta a cada instante sin que le pidamos nada y sin exigirnos nada, es a quien debemos dar las gracias.
Así como vimos que era imprescindible estar en paz con nosotros mismos, hemos de lograr ese mismo estado de armonía con nuestros padres. A alguno le parecerá extraño, pero no importa que éstos vivan o hayan fallecido. En innumerables ocasiones la gente no está en paz con unos padres que ya murieron. Muchísimas terapias de las tribus americanas se basan en sanar nuestra relación con los antepasados. Las denominadas «constelaciones familiares», una técnica poderosísima que procede del África negra, también.
3. Estoy en paz con mi esposo/a
Cuando hemos logrado estar en paz con nosotros mismos y sanar la relación con nuestros padres resulta mucho más sencillo lograr estar en paz con nuestras parejas, estemos casados o no. La pareja es lo más parecido a un espejo, pero no un espejo que refleja nuestro semblante, sino un espejo que refleja nuestra alma. Se ha dicho que para conocer el alma de un hombre hay que fijarse en su esposa. Para conocer la de una mujer podemos hacer lo mismo.
Si nuestra relación de pareja no se fundamenta en la paz, no nos proporcionará paz y acabará siendo una relación envenenada. Una relación envenenada no sólo acaba con la pareja, sino también con los miembros de la pareja. Ante una situación así sólo hay dos opciones: corregirla o romperla. Ambas soluciones no son ni sencillas ni fáciles porque una relación de pareja es algo muy complejo tanto a nivel visible y cuantificable como a nivel subconsciente. En cualquier caso la sinceridad y la buena voluntad nos ahorrarán muchos problemas.
4. Estoy en paz con mis hijos
Las ansias de control y de querer que nuestros hijos quieran lo que nosotros queremos hacen que muchas veces la relación padres/hijos no sea precisamente una relación pacífica.
Ya vimos que nuestros hijos son los hijos de la vida y no nuestras posesiones. Si la pareja es como un espejo, los hijos se parecen a esos espejos que a veces hay en los parques de atracciones que no sólo reflejan, sino que también amplían lo que reflejan. Son como un cristal de aumento en el que podremos detectar nuestros defectos y nuestros errores mejor que en ninguna otra parte. Pero ocurre algo más, en ellos solemos depositar nuestros sueños y nuestras esperanzas, queremos que ellos tengan lo que nosotros no tuvimos y que vivan lo que no pudimos, no supimos o no fuimos capaces de vivir. Se trata de un gran error, ya que cada ser humano es una vida autónoma que no tenemos derecho a modelar como si hiciéramos cirugía estética. Para lograr estar en paz con los hijos hay que realizar un importante esfuerzo de sinceridad y autenticidad, así como estar dispuesto a un sacrificio constante.
5. Estoy en paz con mis enemigos
Es un error muy común creer que los enemigos son aquellas personas que no están de acuerdo con nosotros o aquellas que nos atacan. Ésos son los enemigos externos que, en el fondo, no son sino reflejos de los verdaderos enemigos, aquellos que están en nuestro interior. Si queremos alcanzar la paz con los que creemos que son nuestros enemigos, primero hemos de hacerla con nuestros verdaderos enemigos, aquellos que están en nosotros. Se trata de nuestros defectos, manías, egoísmos, etc. No se trata de un trabajo sencillo ni rápido, es un trabajo de autosuperación, de crecimiento interior, que toma toda una vida.
6. Estoy en paz con la humanidad
Cuando hemos logrado estar en paz con nosotros mismos, con nuestros padres, parejas, hijos y enemigos, estamos preparados para la experiencia de estar en paz con la humanidad. Estar en paz con la humanidad es un estado de conciencia en el que nos sabemos unidos con todo el resto de seres humanos. Si bien por fuera estamos separados, somos conscientes de que por dentro no lo estamos. A partir de ahí comprendemos que todos formamos parte de un mismo plan y que la humanidad entera es un único ser que avanza hacia la luz. Algunos lo hacen más conscientemente y otros menos, depende del estado de evolución de cada uno. En este estado de unión mística con el resto de humanidad los milagros son algo cotidiano: nos encontramos con aquello que nos hemos de encontrar y nos sucede exactamente aquello que nos ha de suceder. Quizá antes también era así, pero no éramos conscientes de ello y no lo sabíamos ni agradecer ni aprovechar. Ahora sí.
7. Estoy en paz con Dios
El final de toda esta aventura es ese estado de paz que se produce cuando nos sentimos y sabemos unidos con la divinidad, sea cual sea el nombre que le pongamos. Es la experiencia cumbre de todas las religiones y no es monopolio de ninguna de ellas. En esta experiencia tampoco hay intermediarios, pues cuando hay alguien entre Dios y yo, hay separación y aquí la separación no se contempla, ya que lo que estamos buscando es el final de la separación, la resolución de los contrarios.
Cualquier cosa que digamos con palabras a propósito de esta experiencia forzosamente la tergiversará; por lo tanto la mejor manera de referirse a ella es por medio del silencio. Ésta búsqueda es lo que da sentido a la vida.
Del libro LAS LEYES ETERNAS DEL AMOR de Jack Lawson
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