La “puerta” es un cuadrado de 7 metros de lado en cuya parte inferior, en el centro, hay una sección hueca sin salida, suficientemente amplia para que se introduzca una persona, la cual, según las creencias de los Aymara, conduce al mundo de los espíritus. Según lo que se cuenta, en la segunda mitad del siglo pasado, un hombre de origen aymara, de nombre José Luis Delgado Mamani, había escuchado por largo tiempo los relatos de los chamanes que le describían una misteriosa “puerta” donde en el pasado se había escondido un poderoso “disco solar de oro”. Cuando Mamani descubrió finalmente la exacta ubicación de la “puerta”, entrevistó a la gente del lugar y encontró varias concordancias entre los relatos orales y el período histórico de los conquistadores. Los españoles del siglo XVI, en efecto, cuando se dieron cuenta de que la gente adoraba la “puerta de Aramu Muru”, empezaron a difundir la idea de que era una superstición pagana y que su adoración llevaba sólo al infierno (por esta razón, algunos paisanos la llaman “puerta del diablo”). Pero, ¿cuál es el origen de la leyenda de Aramu Muru? Según las tradiciones orales de los chamanes del lago Titicaca, Aramu Muru era un sacerdote inca que, para evitar que los conquistadores españoles se apoderaran del gran disco solar de oro que estaba custodiado en el templo del Coricancha, en el Cusco, lo tomó y se lo llevó lejos, escondiéndose durante años en las montañas. Finalmente, llegó al “portal” y lo atravesó, entrando en otra dimensión y llevándose consigo el disco solar de oro, preservándolo así de la furia saqueadora de los conquistadores. Esta leyenda fue retomada y ampliada por el médium estadounidense G.H. Williamson en su libro “El secreto de los Andes”, en el que se describen las cualidades fantásticas del disco solar de oro. A continuación, un pasaje del libro de Williamson: …ese Disco no era usado meramente como objeto de adoración, ni tampoco como la representación simbólica de nuestro Sol Solar. Era también un instrumento científico, y el secreto de su poder provenía originalmente de las tinieblas del pasado en la época de la Raza de los Mayores. En parte, era un objeto de adoración porque se lo empleaba en los servicios ritualísticos del templo como foco o punto de concentración para aquellos que meditaban. Servía asimismo como representación simbólica del Gran Sol Central, o Sol Cósmico, el que, a su vez, simboliza al Creador. Como instrumento científico se lo usaba conectado con un complejo sistema de espejos de oro puro, reflectores y lentes para producir la curación en los cuerpos de aquellos que estaban dentro del Templo de la Luz. En verdad, esa era la razón por la cual se lo llamaba el Templo de la Luz Divina. Además de todas esas funciones, el Disco Solar era un punto focal para la concentración de calidad dimensional. Cuando el disco era golpeado por un sacerdote científico, que entendía su manera de operar, establecía ciertas condiciones vibratorias que podían producir intensos terremotos y, si proseguían por mucho tiempo, provocar una modificación en la rotación de la Tierra misma. Cuando se lo hacía armonizar con el peculiar modelo de frecuencia de una persona podía transportar a dicha persona a cualquier lugar donde quisiera ir con sólo crear la imagen mental del viaje. Era, por consiguiente, un objeto de transportación. Hoy en día, el “portal” de Aramu Muru es frecuentado por varios grupos de personas que creen en la leyenda de Aramu Muru y en la existencia de un mundo subterráneo habitado por seres dotados de una profunda espiritualidad. Los creyentes se arrodillan en la cavidad central y apoyan su frente en un hueco circular, con el fin de conectar el llamado “tercer ojo” con el “portal”. Cuando llegué al denominado “bosque de piedra” que circunda el portal de Aramu Muru, decidí analizar los alrededores para intentar darme cuenta si el lugar fue habitado en la antigüedad. De hecho, durante mi breve caminata por las cercanías, vi muchas rocas que probablemente fueron labradas allí para ser utilizadas como “altares ceremoniales”. Estoy convencido de que de los antiquísimos habitantes de la zona consideraban sagrado este lugar y que comenzaron a hacer ofrendas al dios Sol justo en el sitio donde sucesivamente fue creado el portal, con un gasto considerable de energía y recursos. En la otra parte del “portal” hay un túnel, llamado chinkana en quechua, que según algunas creencias locales conduce a Tiahuanaco y a la isla del Sol (o isla Titicaca). El túnel fue obstruido con piedras para evitar que los niños se metieran allí y pudieran perderse luego en sus profundidades. De las crónicas de varios escritores, hoy sabemos que el disco solar de oro era un objeto real y que se encontraba en el Coricancha o templo del Sol, en el Cusco, antes de la llegada de los conquistadores. Del análisis del libro de Lehman-Nitsche, “Coricancha, el Templo del Sol en el Cuzco y las imágenes del altar mayor” (1928), se deduce que en el templo, además de una gran placa de oro donde había sido tallada, entre otras figuras, una forma oval que ilustraba a Viracocha, había habido una estatua antropomorfa de Viracocha (llamado Punchau), y varios discos de oro, uno de ellos muy grande y pesado, todos los cuales representaban el rostro de Viracocha. Según Pedro Cieza de León, el gran disco solar de oro tenía un diámetro como la rueda de un carro y un dedo de espesor. Varios cronistas de la época reportan que, luego de que los españoles saquearan el Coricancha, uno de los discos de oro fue entregado como botín al soldado Mancio Serra de Leguizamo, quien lo perdió jugándoselo a los dados la noche misma que lo recibió (de este episodio nació el proverbio: no te juegues el Sol antes de que salga). Hay también otras fuentes, sucesivas a la conquista, que transmiten que cuando los españoles capturaron a Túpac Amaru I en Vilcabamba en 1572, encontraron otro disco de oro, que el mismo virrey Francisco de Toledo propuso enviar al papa. Si nos referimos, en cambio, al gran disco solar de oro, el más importante, el cual no fue nunca hallado, tenemos que considerar otras fuentes. Bartolomé de las Casas relata, en su Historia de la destrucción de las Indias: El Sol escondieron los indios que nunca apareció. Dicen los indios que el Inca que está alzado lo tiene consigo. El escritor Cabello Balboa sostiene que cuando el general Atoc partió, bajo orden de Huáscar, hacia Quito, con el fin de derrotar a Atahualpa, llevó consigo el gran disco solar de oro, esperando que, al tener el disco en su poder, Atahualpa se sometiera a él y se declarara prisionero. Según Cabello Balboa, por consiguiente, cuando los españoles saquearon el Coricancha, el disco solar de oro ya no estaba más en Cusco, y luego se lo entregaron a Túpac Amaru I. También Lehman-Nitsche concuerda en el hecho de que el disco de oro que le dieron a Mancio Serra Leguizamo no era el gran disco solar de oro que Atoc llevó a Quito. Incluso Cieza de León relata, en la Crónica del Perú: La figura del Tici Viracocha (el disco solar de oro) y la del Sol y de la Luna (los discos laterales) y otras piezas conocidas, no se han hallado al conquistarse la ciudad del Cusco, ni hay indio ni cristiano que sepa ni atine a donde están. Si bien esta última anotación no concuerda con la referencia de que a Mancio Serra Leguizamo le fue entregado uno de los pequeños discos de oro y que otro fue encontrado durante la captura de Túpac Amaru I, queda claro que el gran disco solar de oro no fue hallado jamás. Es así como surgen las siguientes preguntas: ¿Hay algo de cierto en la leyenda del sacerdote Aramu Muru? ¿Es posible que un grupo de sacerdotes, pertenecientes a la nobleza inca, haya logrado escapar de Vilcabamba antes de que Túpac Amaru I fuera capturado y que se escondiera el verdadero disco solar de oro en algún lugar secreto en la selva? ¿Corresponde quizás este lugar al Paititi incaico, construido en la antigüedad por el héore cultural Inkarri? YURI LEVERATTO |
martes, 21 de agosto de 2012
El portal de Aramu Muru y el disco solar de oro del Coricancha
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