martes, 14 de agosto de 2012

Crónicas de la Hermandad Blanca
Este mes de agosto diversos grupos expedicionarios conectarán con lugares de poder de la Hermandad Blanca, especialmente en el mundo andino. Vibrando en esa energía, compartiré en este artículo un resumen de algunas informaciones que recibimos en Paititi, en 1996. Habla sobre los Incas, los lugares de poder, y quiénes son los maestros intraterrenos.

“Treinta y dos están allí de los hijos de la luz,
quienes han venido a vivir entre la humanidad
buscando como liberar de la esclavitud de las
tinieblas a los que estaban atrapados por la
fuerza del más allá...”
Thot el Atlante.
(Tablas Esmeralda)


Nota del autor: Redacté este texto originalmente en 1996. Dos años más tarde lo incluí en mi libro “Los Maestros del Paititi”. La historia que recibí sobre los incas en el Manú, y que investigué en Cusco, ha sido reproducida y mencionada por nuestros grupos de contacto y otros caminantes afines al mismo mensaje. Comparto el texto original, escrito hace más de 15 años, pero vigente y revelador.

El Reino Intraterrestre
He aquí que una fuerza interplanetaria de paz llegó a la Tierra para fundar lo que sería la Gran Hermandad Blanca de nuestro mundo; de esta forma se conseguiría el equilibrio necesario para que el ser humano pudiese continuar con su proceso de evolución. Estos 32 Maestros extraterrestres se ubicaron en galerías subterráneas en una región secreta del desierto de Gobi; desde allí velarían por la “quinta humanidad”, enfrentándose a las fuerzas oscuras que se mantenían perseverantes en su consigna de hacer caer al hombre.
Cada uno de ellos representaba una civilización del espacio. Eran seres sabios y llenos de amor. Ello los calificaba como los más aptos para llevar a cabo la misión de incorporar en nuestro mundo la semilla de la luz. Todo este despliegue de fuerzas superiores venía emanado de lo alto.
Una vez que los Mentores de la Luz se establecieron en sus Salones de Amenti (templos intraterrestres que ya habían sido acondicionados por seres procedentes de Sirio), construyeron un impresionante disco metálico, hecho con una extraña aleación de minerales extraterrestres y de nuestro mundo. Este evento nos trae a la memoria el Oricalco de los Atlantes —descrito por Platón—, un desconocido metal que era muy preciado en la civilización sumergida.
Se trataba pues, del Disco Solar, una llave que abre las puertas entre las dimensiones y que puede “llevar” al planeta entero al Real Tiempo del Universo. Asimismo, el disco representaba al Sol Central de nuestra galaxia, fuente importante de energía que llega a toda nuestra Vía Láctea, bañándola con la transmutadora fuerza de la Luz Violeta.
Debo mencionar, también, que las radiaciones solares o energía Cilial de nuestro Sol, son canalizadas por el poderoso disco de los Maestros. En los mundos evolucionados, se aprovecha al máximo el poder de las estrellas. Lamentablemente, en algunos casos, este conocimiento degeneró en nuestro planeta. El procedimiento original sería luego confundido con un culto a la forma, pero que encierra un recuerdo ancestral de naturaleza cósmica. El Disco Solar se constituiría en el santo emblema de la Hermandad Blanca, representado gráficamente con la figura de tres círculos concéntricos: los tres planos, los tres universos, la trinidad sagrada y la ley del triángulo.
No obstante, la Jerarquía venida del espacio sabía que no podría prolongarse indefinidamente en sus cuerpos físicos. Habría que dejar una “posta”, para así poder perpetuar la noble tarea.
Entonces los 32 Mentores de la Luz vieron en los Estekna-Manés o mestizos, que habían sobrevivido a la destrucción de la Atlántida, el reemplazo perfecto. Así, luego de confiarles la magna obra, les entregaron el Disco Solar, que sería colocado en un templo subterráneo cerca al actual lago Titicaca.


Ciudad Eterna
Este lugar era llamado “Ciudad Eterna”, la antigua Wiñaymarca del gran Huyustus, el primer Gran Maestre de “los sacerdotes salvados de las aguas”. Para nuestra suerte, aún podemos rastrear la historia de aquel empolvado tiempo. Por ejemplo, Kitari, uno de los más grandes quipucamayocs del incanato —aquellos que guardaban los archivos históricos del Imperio—, nos cuenta que Huyustus era un señor poderoso, rubio y de ojos azules... Hoy en día los pescadores del Titicaca —en el lado Boliviano— recuerdan la historia de la antigua Wiñaymarca, la morada de los gigantes y la magia. El mismo Pedro Cieza de León (reputado cronista español), recogió un dato interesante: cuando los incas llegaron a Tiahuanaco —que es parte de lo que fue Ciudad Eterna— hallaron a la misteriosa ciudad en ruinas1 , lo cual ya nos indica qué tan antigua era...


Arriba: Tiahuanaco, la ciudad de piedra más antigua de América (Bolivia).

Por otro lado, el inca Garcilaso de la Vega escribía en sus Comentarios Reales (1609) que un hombre apareció en Tiahuanaco cuando “cesaron las aguas”2 , lo que también nos hace recordar la migración de los sobrevivientes atlantes hacia la cordillera de los Andes.
Sobre la existencia de los gigantes, no nos debemos sorprender en lo absoluto, por cuanto los cronistas antiguos hacen amplia referencia a ellos. De igual forma, en todas las culturas, encontramos claras alusiones a seres de gran estatura. En la India se habla de los Dânavas y los Daityas; en Ceilán de los Râksharas; en Grecia hallamos a los legendarios Titanes; Caldea, por su parte, mantiene en su memoria la existencia de los Izdubars (Nimrod); los Judíos los Emins de la tierra de Moab. Y así podríamos continuar ya que la lista es larga. Además, por si el lector aún tiene dudas, existen fósiles de los gigantes, los mismos que alcanzan una estatura de 3.75 a 4.00 metros. Los antropólogos han acuñado el término de “gigante pithecus” y “megatropo” para identificarlos. Recordemos tan sólo el hombre del sur de China, Java y Transwaal.
Las leyendas incas mencionan a estos gigantes una y otra vez. En el Perú antiguo, por ejemplo, se afirma que en tiempos del incanato hubo una llegada masiva de gigantes en las costas de Lambayeque (!). ¿Quiénes eran? ¿De dónde venían? ¿Tenían relación con la Atlántida?
El gigantismo de algunos atlantes se debía a la hibridación con seres extraterrestres de gran estatura; así se transmitió el código genético necesario para que ello sucediese. En la Biblia, así como en otros textos sagrados, existen diversos relatos de la unión de “los dioses” con las hijas de los mortales. Por ejemplo, puedo citar algunas líneas del Génesis que de seguro nos harán reflexionar sobre nuestro pasado cósmico:
“Aconteció que cuando comenzaron los hombres a multiplicarse sobre la faz de la Tierra, y les nacieron hijas, que viendo los hijos de Dios que las hijas de los hombres eran hermosas, tomaron para sí mujeres, escogiendo entre todas...”
Y el Génesis también afirma:
“Había gigantes en la Tierra en aquellos días, y también después que se llegaron los hijos de Dios a las hijas de los hombres, y les engendraron hijos. Estos fueron los valientes que desde la antigüedad fueron varones de renombre...” 3
Una vez que los Maestros extraterrestres depositaron en manos de los sacerdotes atlantes el Disco Solar, criogenizaron sus cuerpos, dejándolos en estado de animación suspendida. Sus espíritus estarían desenvolviéndose en otros planos y dimensiones para continuar y vigilar desde allí el proceso de iluminación de la humanidad. Sus cuerpos, y la gran nave blanca en la cual vinieron, aun permanecen bajo las impenetrables arenas del desierto de Gobi, allí donde ninguna presencia humana se ha acercado...

Nota del autor: Luego del viaje al Gobi de 2007, se nos confirmó la existencia de la nave y los 32 cuerpos criogenizados. Fueron trasladados desde el gran desierto mongol a una montaña sagrada en Siberia, llamada Belukha, en la cordillera del Altai.
La semilla de la civilización
Mientras esto ocurría, algunos de los Estekna-Manés dejarían su morada subterránea para contribuir con el desarrollo de los Proyectos de Civilización. Ello sucedió por designio de los Mayores, para que así se inicie la “quinta raza”, la actual humanidad. El apoyo de los Estekna-Manés se daría sólo en un principio, procurando no alentar dependencias y manteniendo en el más absoluto secreto las entradas al reino intraterrestre.
África, Centroamérica y Sudamérica —entre otras regiones del mundo— fueron los lugares elegidos, impulsándose en forma asombrosa el desarrollo de las culturas que se encontraban en proceso de nacimiento. Es por ello que en la historia antigua encontramos la sospechosa presencia de “héroes civilizadores”; por ejemplo, en el valle del Nilo el Estekna-Manés “Adris Segundo” o “Thot el Atlante” (conocido también como Hermes Trismegisto), contribuyó significativamente en el estudio de las leyes del Universo. Muchas escuelas esotéricas hallan sus raíces en la sabiduría de Thot, incluso a él se le suele atribuir la invención de la escritura jeroglífica, de la ciencia y las artes. Es bien sabido por los estudiosos que Pitágoras, Empédocles, Arquelao, Sócrates, Platón, Aristóteles, Hipócrates, Demócrito, y otros respetables sabios, sacaron su ciencia de los escritos de Hermes o Thot, dados a conocer por los sacerdotes de Egipto4 .
Existen antecedentes de la sabiduría atlante en África; sin embargo, ante los claros indicios, muchos arqueólogos han creído toparse con una interesante ficción; es decir, no le dan crédito a aquello que consideran “fantástico”. Así tenemos el caso del papiro Satni Khamoi, donde se habla de un personaje llamado Neferkeptah que pretendía conquistar un libro de magia escrito por el mismísimo Thot utilizando para ello un grupo de androides (!).
Nos encontramos ante el extraordinario testimonio del pasado, donde un grupo de sabios, guiados por los designios del Plan Cósmico, ayudaron a los pueblos a crecer y consolidarse como importantes culturas. La Gran Hermandad Blanca nos ha hablado de ello, y esto nos motiva a dirigir nuestra acuciosa mirada hacia Viracocha, Quetzacoatl, Kukulcán y otros sugerentes “dioses evangelizadores”.
En el caso concreto de Kukulcán, es atrayente saber que durante las investigaciones realizadas entre 1949 y 1952, el arqueólogo mexicano Alberto Ruz Lhuillier descubrió en el Templo de las Inscripciones, en Palenque, una cámara funeraria que contenía una losa monolítica de 3.80 metros de largo y 2.20 de ancho. Lo interesante es que la losa tiene unos misteriosos grabados que representan al Señor Pacal —asociado por los estudiosos con la enigmática figura del “dios” Kukulcán— y, para sorpresa de muchos, Pacal aparece en el grabado manipulando una especie de máquina que se asemeja a un cohete de propulsión5 .


Arriba: la polémica losa de Palenque. 60 años más tarde, sigue despertando todo tipo de opiniones.

La ayuda de los Maestros siempre estuvo allí, cerca nuestro. A consecuencia de la destrucción de la Atlántida, ellos conformarían una imponente civilización subterránea, constituyéndose como los herederos de la magna obra iniciada por los 32 Mentores de la Luz. Inicialmente, la Gran Hermandad Blanca de nuestro mundo se hallaba conformada por seres extraterrestres ⎯la primera generación⎯. Luego por mestizos ⎯Estekna-Manés o segunda generación⎯ que sintetizaban en su cuerpo físico los códigos genéticos de una raza venida del espacio y otra que creció en la Tierra. El final es sencillo de adivinar: el hombre ⎯la tercera y última generación⎯ asumiría la posta final, ya que él mismo, y nadie más, tiene la responsabilidad medular de la evolución planetaria. Por ello la Jerarquía se “humaniza” conforme se van cumpliendo los designios del Plan Cósmico.
Al reflexionar sobre esta importante misión del ser humano, aparece en nuestra mente aquella frase tan repetida por los Guías extraterrestres: “Sólo el hombre puede salvar al hombre”, y ello también implica a la humanidad interior que llevamos dentro, esperando surgir en medio de una crisis de valores que nos amenaza con aprisionarnos y, finalmente, destruirnos.


El proyecto inca
Ciudad Eterna se mantuvo activa por miles de años. Su maravillosa arquitectura se erguía desde las galerías intraterrenas hasta sobrepasar la helada superficie andina, mostrando sus colosales paredes y sus finos grabados en la roca. Este centro espiritual, la legendaria Wiñaymarca que otrora se mantuvo resplandeciente en las cercanías del lago sagrado, cobijó a una estirpe de sabios, herederos de un conocimiento antiguo y de una noble responsabilidad. Así era Ciudad Eterna, cuyo único testimonio se ampara en las leyendas y en las ciclópeas ruinas de Tiahuanaco.
No obstante, su conformación pacífica e inofensiva la transformaría en un blanco sencillo para los aguerridos pueblos que habían surgido. Ante la amenaza, los Maestros pusieron a salvo el Disco Solar, y sellaron la entrada del templo subterráneo que lo albergaba. Los invasores nunca encontrarían el recinto secreto, aunque llegaron a dar muerte a varios sacerdotes de la ciudad.
Uno de los descendientes directos de Huyustus —quien fuese el primer Gran Maestre de Wiñaymarca— se dirigió hacia una isla del gran lago sagrado. Él sabía que en aquel lugar (la actual isla del Sol en Bolivia) se encontraba un antiguo túnel que le ayudaría a escapar del peligro inminente. Este hombre, hábil e inteligente, sería conocido más tarde como Manco Cápac o Ayar Manco.
Manco Cápac comprobó que muchos hombres se hallaban en estado de barbarie, y lejos de sentir rechazo hacia ellos, se apiadó del ritmo tan violento que llevaban. De esta forma, guiado por una fuerza superior, decidió ayudar a aquellos pueblos para que conociesen la luz de la civilización. La Confederación Galáctica respaldaba las intenciones de Manco Cápac, otorgándole el apoyo necesario para iniciar lo que se denominaría Proyecto-Inca. Cabe mencionar que Manco Cápac no estaba solo. Ayudado de su hermana de sangre, quien es mencionada en las leyendas andinas como Mama Ocllo, iniciaron el proyecto. Ambos, siendo muy niños, ya habían sido preparados por seres extraterrestres para tal cometido. Este detalle tampoco nos debe escandalizar, al menos si escuchamos la historia de Orejona, una visitante de Venus que se afincó en el Titicaca, donde se unió con un campesino llamado Toma. Las crónicas de aquella época hablan de ello. Existen muchos antecedentes de una posible visita extraterrestre en Perú y Bolivia.


Arriba: representación de Manco Cápac.

El proyecto de sembrar las bases de una nueva civilización se llevaría a cabo en el Qosqo (Cusco), lugar magnético que reunía las condiciones para servir de escenario a una elevada cultura. El resto de la historia ya se conoce: el resultado fue el gran Imperio del Tawantinsuyo.
Gracias a un antiguo conocimiento, se conquistaron las difíciles cimas de la cordillera de los Andes, construyendo en sus flancos, soberbios caminos, templos y fortalezas de piedra que aún hoy en día serían difíciles de imitar. Los primeros tiempos de lo que podríamos llamar la “segunda dinastía Inca” —la primera corresponde a Tiahuanaco, con los “Apu Cápacs”— transcurrieron con suma felicidad, paz y abundancia. No pasaría mucho tiempo para que Manco Cápac revelara la existencia del Disco Solar. Así, antes de su muerte, le confió a Sinchi Roca —su sucesor— la entrada secreta al recinto subterráneo que se hallaba a orillas del Titicaca, conocido antiguamente como Mamacota o Puquinacocha (“lugar del origen”). El disco fue hallado y de inmediato fue trasladado al Cusco, donde se construiría el Qoricancha , el templo de oro dedicado al astro solar. Esta escena nos recuerda irremediablemente el Templo de Salomón y el Sancta Sanctorum donde se custodiaba el Arca de la Alianza. Lamentablemente, la sangre guerrera de los incas empezaría a surgir con violencia y descontrol. Guiados por Sinchi Roca —curiosamente Sinchi significa “guerrero”— llevaron a cabo un plan que procuraba expandir el Imperio más allá de los límites conocidos; ello se lograría a costa de encarnizadas luchas y prolongados enfrentamientos con los pueblos aledaños que, más tarde, se hallarían sometidos ante la poderosa mano del Inca. Éste era tan sólo el inicio de la expansión, que más tarde sería frenada y finalmente destruida con la llegada de los conquistadores españoles: era el final que el propio Imperio del Sol había decretado. Es interesante y, al mismo tiempo triste, comprobar cómo las grandes civilizaciones “atraen” su destrucción al desviar el camino y romper el equilibrio que establecen las leyes cósmicas.
Sin embargo, en esta ocasión, la Gran Hermandad Blanca no se hallaba al margen de estos acontecimientos.
Del centro principal de la Jerarquía, construido bajo tierra en las selvas de Madre de Dios —luego de la destrucción de la Atlántida— llegaron tres emisarios al Imperio, advirtiendo el desenlace fatal que se aproximaba. Los Amautas8 sabían que los enviados del reino intraterrestre se hallaban en lo cierto, ya que diversas señales que habían venido observando apuntaban a un final del Imperio Inca. Un ocaso profetizado. Entonces, luego de que se marcharon los emisarios, los ancianos quipucamayoc del Imperio escondieron todos los archivos que pudieron reunir de la cultura andina; de igual forma llevaron al Disco Solar hacia un lugar seguro. Un disco fabricado en oro puro, idéntico al original, sería puesto en reemplazo en la pared del templo interior del Qoricancha —esto para no despertar sospechas—. Ello sucedía secretamente, ya que los emisarios se presentaron sólo a un grupo de sabios, en quienes depositaron la responsabilidad de resguardar el conocimiento Inca y el sagrado Disco Solar. Nadie más podía saber lo que muy pronto ocurriría. Es interesante saber que el galeón español que se llevó la réplica del Disco Solar nunca llegó a su destino. Es bien sabido que muchas embarcaciones que llevaban oro a Europa naufragaron, y otras fueron presa de terribles pestes que ocasionaron gran mortandad en la tripulación. Todo ello sucedió como por arte de “magia”.
En 1533, con la peregrinación de Choque Auqui hacia la selva, el verdadero Disco Solar y los archivos habrían sido puestos finalmente a salvo. Se dirigían precisamente allí, al Antisuyo mítico ⎯el Este selvático donde “salía el Sol”⎯, porque los incas sabían muy bien de la existencia de una ciudad de “dioses”, muy antigua, y sólo comparable en esplendor con el Qosqo; es por ello que del quechua Paykikin Qosqo (parecido al Cusco) vendría la palabra “Paititi”.

Nota del autor: a partir de un contacto físico en 2001, se nos amplió esta información. El Disco Solar de Paititi “coordina” y “enlaza” energéticamente a otros doce discos de poder, repartidos en lugares estratégicos de fuerza en las Américas, desde Mount Shasta en California hasta la Península Antártica. Lugares como Roraima (Venezuela), Guatavita (Colombia), Titicaca (Bolivia), o Sierra del Roncador (Brasil), son algunos de los templos internos que protegen esas sagradas herramientas. Debo añadir que en agosto de 2005, se recibieron nuevos mensajes confirmando la existencia de otros discos, que complementarían este despliegue de elementos para crear una red de fuerza alrededor del planeta y garantizar su tránsito hacia un Real Tiempo del Universo.


Arriba: Ricardo González en la laguna de Guatavita, Colombia (2010). La historia del baño del oro del cacique de Guatavita no tiene nada que ver con la existencia de uno de los discos de poder en el lugar, no exactamente al interior de la laguna, sino en una galería subterránea bajo ella.
Más información sobre los Discos Solares:
http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=174&tipo=Civilizaciones%20Perdidas

Quizá sea difícil aceptar todo esto, y aun más si nuestra mente se encuentra congestionada de sólidos paradigmas históricos. Pero en verdad, no importa si creemos o no en esta apasionante historia. Lo que realmente interesa es el mensaje que se encuentra plasmado en la desaparición de las antiguas civilizaciones. Ahora comprendemos por qué los Guías y los Maestros se encuentran tan pendientes de nuestro avance espiritual y toma de conciencia; también queda claro la prudente distancia que mantiene la Jerarquía, evitando intervenir ahora, directamente, en los acontecimientos. Ciertamente, el ser humano se halla en un punto donde puede estancarse una vez más, o franquear finalmente las puertas de una dimensión superior.
Desde un inicio, los Guías insistieron en la necesidad de recibir un conocimiento que aseguraría el tránsito de la humanidad hacía esferas superiores de evolución. Nosotros, que veníamos de una intensa jornada en busca de nuestro propio Paititi interior, entendimos la importancia de “saber”. Ahora conocíamos un poco más sobre el Paititi; y también un poco más sobre nosotros mismos.


Un lugar remoto y protegido
La llacta santa de Quañachoai —como denominan los hombres Q‘eros al Paititi— sólo abrirá sus puertas cuando los requerimientos del Plan Cósmico así lo dispongan. Nadie podría profanar el centro espiritual de los Paco-Pacuris o “Guardianes Primeros”, ellos saben muy bien que el antiguo conocimiento, depositado en manos equivocadas, atraería una nueva y descomunal destrucción, como las que hundieron a la Atlántida y a Mu. La ciudad estaría entonces en un lugar casi inaccesible, concentrada en el subsuelo y rodeada de una exuberante vegetación selvática que, cual pared de contención, evitaría que la persona incorrecta se aproxime. Ni siquiera los incas, con su amplia experiencia en arriesgadas expediciones, pudieron ingresar al reino secreto, salvo aquellos que posteriormente reunirían las condiciones como para lograrlo. Con ello me refiero a la peregrinación de Choque Auqui, el último inca secreto, quien sintetizaba en su persona los más elevados ideales de un Imperio que conoció por desdicha su holocausto.
Un misterioso cañón marcaría los límites entre el retiro de los Maestros y el mundo exterior. La naturaleza cobraría “magia” al cruzar el otro lado de este umbral natural, cual hechizo ancestral que prueba la firmeza del aspirante, seduciéndole a abandonar la hazaña. Ciertamente, aquel que se funde con la naturaleza, se ve libre de todo obstáculo. Incluso se le “abren” las puertas para dar finalmente con una de las entradas que le conduciría a un mundo inimaginable, y del cual, posiblemente, ya no podría regresar...
La actual humanidad aún no está preparada para develar el secreto del Paititi y del mundo subterráneo.
Además de todo esto, en la remota región selvática moran otras dificultades, como por ejemplo, la presencia de una presunta tribu de antropófagos que no vacila en ultimar a aquellos que van a buscar oro o a profanar los lugares sagrados. Pero sobre este punto es apenante observar cómo algunos exploradores han asociado equivocadamente a los pacíficos indios machiguengas con la tribu salvaje antes citada.
En una conocida revista limeña, salió publicado hace unos meses un artículo titulado “La saga de los exploradores perdidos” ⎯en agosto de 1996, mientras nosotros nos hallábamos en expedición al Paititi⎯. En el artículo se mencionaba la desaparición de Robert Nichols, quien se aventuró en el Manú para encontrar la legendaria El dorado. Más tarde, las fotografías del japonés Y. Sekino sacudieron el misterio al mostrar a unos machiguengas con las gruesas medallas de los exploradores perdidos, colgadas como un trofeo en el cuello. Según Sekino, ellos dieron muerte a Nichols y a sus acompañantes…
Con tristeza leímos el reportaje, ya que uno de los indios que aparecen en la fotografía es nada más y nada menos que “Pancho”, aquel amigo que ha acompañado numerosas expediciones de nuestros grupos de contacto. Obviamente que ello no fue así; quienes conocemos a los machiguengas podemos sostener que son amigables y bondadosos. Quizá las medallas fueron un regalo. No sería raro que mientras escribo estas líneas algunos de los machiguengas estén utilizando los coladores y utensilios de cocina que humildemente les obsequiamos, así como diversas prendas de vestir. Los machiguengas son conocedores del Paititi, y sólo Dios sabe cuántas personas habrán pasado por su aldea rumbo al Pantiacolla. Recordemos que es un camino que no se encuentra libre de dificultades.
Ya desde tiempos del incanato se hablaba de los Musus —tribus guerreras denominadas “Mojos” por los conquistadores—, quienes habitaban en las selvas del Manú, ofreciendo una gran resistencia a la expansión territorial de los incas. Al parecer, las expediciones españolas que más tarde se realizarían al Antisuyo incaico correrían la misma suerte.
Cabe mencionar que los Guías nos han dicho en experiencias muy concretas que en las cercanías del Paititi existe una desconocida tribu selvática (!). El mismo Alcir nos revelaría también la existencia de una “gran cultura selvática”, que ha dejado como testimonio diversas construcciones de piedra en la jungla. El anciano Maestro nos afirmó que, en un futuro, nosotros mismos descubriríamos parte de estas edificaciones...
Es necesario aclarar que podríamos estar ante “tres formas” del Paititi: la primera podría indicar posibles construcciones incaicas en las selvas del Manú, fruto de los intentos de expansión territorial hacia el Antisuyo; la segunda señalaría construcciones de un imperio selvático, cuyos verdaderos orígenes aún nos son desconocidos; y la tercera, se refiere al Paititi subterráneo, sin duda el original y el más antiguo, sede física de los sobrevivientes de la Atlántida. Sobre este Paititi me refiero esta obra.
El Paititi irradia su propia energía, cual foco de iluminación que aclara el camino y despierta a las mentes dormidas. Así, esta radiación produce desordenes electromagnéticos en los helicópteros que han querido acercarse a la zona. Incluso se sabe de los efectos que producen estas extrañas vibraciones en las brújulas; así también, no es menos interesante la densa niebla y las espesas nubes que “esconden” al retiro; nosotros lo comprobamos, y hoy sabemos que este curioso detalle tiene un origen artificial…
Es impresionante observar cómo la Jerarquía mantiene protegido el monasterio intraterreno; nadie puede acercarse, sólo aquel que ha sido “invitado”. Naturalmente ahora que conocemos algunos de los ingeniosos sistemas de protección del retiro, nos podría brotar la siguiente pregunta: ¿Por qué tanta prudencia y afán en evitar el arribo de algún extraño?


Máquinas antediluvianas y archivos secretos
Como sabemos, los Estekna-Manés lograron reunir algunos de los ingeniosos artefactos que pudieron sobrevivir a la destrucción de la Atlántida, almacenándolos en una determinada zona del retiro que es llamada “La Sala de Reflexión”, denominación que fue empleada como un mensaje de lo que ocurrió con la Atlántida al manipular equivocadamente la tecnología que en aquel entonces se había alcanzado.
Según Alcir, esas máquinas pueden lograr determinados efectos que hoy en día llamaríamos “milagros”. Esta tecnología, bien empleada, sería de gran beneficio para la medicina, ya que algunos artefactos eliminan selectivamente las células que están en proceso de degeneración. Asimismo, se cuenta con adelantados sistemas de eliminación de toxinas, ya sean éstas por ingesta de alimentos o por radiaciones nocivas. Por otro lado, una determinada serie de estas “máquinas atlantes” permite aprovechar la energía telúrica, almacenándola y convirtiéndola en una fuente de poder. También existen otras máquinas diseñadas para la canalización de energías provenientes del espacio; algunas de ellas las tienen en funcionamiento para que la radiación cósmica “ingrese” a través de la Cordillera de los Andes, procurando de esta forma la activación de Sudamérica.
Antiguamente esta activación con energías cósmicas se llevó a cabo en Oriente, teniendo a los Himalayas como antena natural, mientras las máquinas se hallaban en la base de la cordillera, en recintos subterráneos perfectamente acondicionados. Ahora, los Himalayas están en su período de sueño; Sudamérica empezaría entonces a despertar. La Energía Activadora no “cambia de posición” —como se ha venido pensando— sino que ésta, que llega a todo el planeta, es concentrada en un lugar para conseguir con ello un efecto determinado; es como tomar una lupa de aumento que, colocada en un ángulo correcto en medio de la luz del Sol, concentra la energía multiplicando su fuerza y luminosidad.
Es probable que al referirme a estas maravillosas máquinas el lector se imagine una especie de caja de metal con tornillos y tuercas. Obviamente, al hablar de una tecnología de una civilización superior, nos encontramos ante cosas nuevas y extrañas. Las máquinas de canalización —y que también se utilizan para irradiar la energía almacenada— se asemejan más bien a unos gigantescos “espejos”. Su poder es asombroso. Todos estos adelantos técnicos, en manos fanáticas y ambiciosas de poder, producirían una catástrofe al ser mal empleados. Por ello el celo de la Jerarquía es grande, procurando mantener en un lugar seguro la tecnología que habrá de utilizar el hombre cauto, consciente, e iniciado en la luz suprema del amor.
Quizá el lector se pregunte qué ocurrió con las máquinas que no fueron llevadas al mundo subterráneo y porqué no se han hallado. La búsqueda es indócil; como hemos visto, la geografía terrestre ha venido cambiando a lo largo del tiempo y muchas de estas máquinas se encuentran perdidas en lugares casi inaccesibles. Y el terreno donde se llevan a cabo las investigaciones arqueológicas es muy reducido: quitemos los grandes desiertos de la Tierra —¿quién haría una profunda excavación en el Sahara o en el desierto de Gobi?—; los océanos, cuyos abismos no son vencidos ni por los submarinos nucleares; las intrincadas selvas de nuestro mundo; y las insólitas alturas de las cadenas montañosas, entre otros lugares ¿qué nos quedaría?, y como podrá deducir el lector nadie se animaría a buscar máquinas atlantes en los puntos antes citados. Además, quitemos también las ciudades —recordemos que en México se halló un túnel Azteca mientras se llevaban a cabo las obras del Metro—; en conclusión, puedo afirmar que existen muchos lugares en nuestro planeta que aún no mostrarán sus secretos...
Ahora bien, los recintos subterráneos de la Gran Hermandad Blanca no sólo guardan los avanzados artefactos, sino que custodian cosas más grandes y poderosas. Así, la eterna sabiduría se constituye en el tesoro más preciado por los Maestros.
Los archivos históricos de “Mu” y Atlántida, que datan desde tiempos inmemoriales, se hallan reunidos en las galerías intraterrenas del Paititi. Asimismo, los archivos perdidos del Imperio Inca y de otras culturas, que aún nos son desconocidas, se hallan, también, en el mundo interior. Además, las planchas metálicas y los cristales de información que contienen pasajes extraídos del Registro Akáshico se encuentran al lado de los archivos antes mencionados. Los 32 Mentores de la Luz dieron estas planchas de secreta simbología y los poderosos cristales a los supervivientes atlantes, junto con el sagrado Disco Solar, que es la llave entre las dimensiones y que, por consecuencia, podría “leer” el Archivo Akáshico o la verdadera historia de la humanidad, el cual es llamado por los Guías y Maestros: El Libro de los de las Vestiduras Blancas.
He aquí el verdadero “tesoro” del Paititi, resguardado en “La Sala de los Registros” y custodiado por los pocos Estekna-Manés que aún habitan en el mundo subterráneo, perpetuando así la sagrada tradición que heredaron de los primeros sacerdotes de la sumergida Atlántida.
El mundo interior empieza a formarse.


Cómo es el Mundo Interior
Actualmente la población del reino subterráneo no es tan numerosa como en épocas anteriores; con el transcurrir de los milenios la civilización interna fue disminuyendo, abandonando el plano físico que conocemos y estableciéndose en niveles más sutiles, desde donde seguirían llevando a cabo el plan de ayuda, tal como lo hicieron en un inicio los 32 Mentores de la Luz. La mayor parte de los seres intraterrestres no poseen cuerpo denso, es decir, ya dejaron su envoltura material. Por ello los Maestros nos han hablado de retiros interiores físicos y otros sutiles. El Paititi reúne ambas condiciones.
En lo que se refiere a los retiros interiores sutiles, el acceso es primordialmente a través de la meditación y de los viajes astrales. Este es el caso del retiro del Titicaca y de Hayumarca, en el altiplano peruano-boliviano; del valle del Urubamba, en el Cusco; de Nasca, en Ica; entre otros.
No obstante, sabemos que existen seres físicos en las galerías subterráneas de la meseta de Marcahuasi, en los Andes centrales; en las cercanías de la comunidad de Q‘eros, en Paucartambo (Cusco); en las selvas del Manú, en Madre de Dios; y en otros lugares más que en su momento serán revelados.
Los retiros de la Gran Hermandad Blanca se distribuyen en diferentes partes del planeta, unidos todos por las fuerzas de la luz y al servicio de la humanidad. Aquí citaremos algunos enclaves que funcionan como “puertas” a esas otras realidades: El Uritorco, en Argentina; Paysandú, en Uruguay; Atacama, en Chile; la Cueva de los Tayos, ubicada en la zona fronteriza del Perú y Ecuador9 ; la Sierra del Roncador ⎯denominada así por los diversos “ruidos” que se dejan sentir desde el subsuelo⎯, en el Brasil; Catatumbo y Roraima, en Venezuela; Guatavita y Tota, en Colombia; Teotihuacan, Palenque, El Valle de las Siete Luminarias y la Zona del Silencio en México; Monte Shasta, al norte de California; Compostela y el Pico Sacro, en España; los Pirineos y el Bugarach, en Francia; la Península del Sinaí, en Egipto1 0; Potala, en el Tíbet; los montes Karakorum, entre el Tíbet y China; en los montes Vindhya, al sur de la India; y amén de otras moradas sagradas.
Todos estos lugares se hallan unidos por túneles subterráneos. En el caso de Sudamérica, el gigantesco “pasadizo” se inicia en Monte Shasta, atraviesa México, penetra en Centroamérica, y hace su aparición en Sudamérica por Colombia; de allí continúa por el Ecuador hasta penetrar en el Perú; el inmenso túnel prosigue recorriendo las entrañas de Bolivia, Chile, y concluyendo en la Patagonia Argentina ⎯y hay indicios que de allí conectaría de alguna forma con la Antártida―. Una importante bifurcación se ubica precisamente en el Perú; ésta se dirige hacia el Brasil, donde se “abre” como la copa de un gran árbol, diversificándose hacia otras regiones. Antes esto es interesante escuchar las afirmaciones del Subsurface Research Center de Phoenix (EE.UU.) a través de su Director, Charles A. Marcus, que sostiene la existencia de una vía subterránea de unos 4.000 kilómetros de longitud que parte de México dirigiéndose hacia el sur del Perú. No obstante, este túnel gigantesco, llamado por algunos el “verdadero camino de los incas”, es aun mucho más grande...
Si bien afirmamos la existencia de una amplia red de colosales túneles, no sostenemos la teoría de una Tierra hueca. El centro de nuestro planeta está formado por hierro y níquel en estado líquido. Es muy posible que la temperatura allí registrada sobrepase los 5.000 grados celsius. Ya desde el siglo XVIII investigaciones científicas confirmaron la densidad del ardiente centro planetario.
Empero, ello no impide que una civilización superior habite en galerías subterráneas. Para empezar, el mundo de estos seres se halla en la corteza (que posee aproximadamente 33 Km. de espesor como promedio, en las zonas montañosas este grosor supera los 50 Km.) en la parte más próxima a la superficie, libre de la descomunal temperatura del centro que se ubica a más de 6.000 Km. por debajo de las ciudades intraterrestres. Además, la adelantada tecnología que poseen los Sabios ha logrado desviar los mortales gases que fluyen de las profundidades. Por otro lado, acertados conductos de ventilación que conectan con la superficie se han constituido en una inteligente fuente de oxígeno; en nuestros viajes los hemos identificado, hallándolos cuidadosamente disimulados entre la vegetación y detrás de grandes rocas, según sea la geografía donde se esconde el retiro.
Como sabemos, nuestro planeta a lo largo de millones de años ha venido expulsando materia líquida a la superficie, generando con ello grandes explosiones volcánicas. Muchos de estos conductos que llevaron lava a la superficie se mantienen inactivos y casi intactos luego de la expulsión del material rocoso fundido. Estos conductos también han sido acondicionados por los Maestros; no en vano encontramos retiros interiores en lugares que, en el pasado, han tenido clara actividad volcánica; como por ejemplo Marcahuasi y Hayumarca11. Así, las ciudades intraterrestres no sólo se abastecen de la energía cósmica; una de sus principales fuentes de poder se halla en la energía telúrica, la cual es absorbida por extraños cristales que se hallan repartidos por todo el mundo interior.
Es importante saber que a pesar de tener una tecnología de punta a su alcance, los Maestros llevan una vida monástica, dedicados a la oración y al trabajo interno. Ellos se rigen por un código muy antiguo que denominan Decadrón; un conjunto de 10 elevadas leyes que orientan la evolución del mundo intraterreno:

Primera Ley: “El verdadero estudiante de la Vida empieza estudiándose a sí mismo”.
Segunda Ley: “La Luz verdadera alumbra o ciega según la actitud del estudiante”.
Tercera Ley: “El verdadero soldado de la Luz batalla amando al enemigo”.
Cuarta Ley: “La verdadera protección radica en el control del miedo interior”.
Quinta Ley: “El verdadero Maestro enseña con el ejemplo”.
Sexta Ley: “El verdadero mensajero es aquel que sólo transmite el mensaje”.
Séptima Ley: “La Fe verdadera se sustenta en el conocimiento”.
Octava Ley: “La sagrada doctrina se torna aún más sagrada si se es consecuente con ella”.
Novena Ley: “El verdadero Templo es aquel que se construye sobre la base de sentimientos, pensamientos y actitudes”.
Décima Ley: “El verdadero Místico es aquel que pone en práctica los principios del Cielo y que muere constantemente por amor al prójimo”.

Nota del autor: Más información sobre el Decadrón:
http://www.legadocosmico.com/articulos_detalle.php?id=184&tipo=Espiritualidad%20y%20Conciencia

Tal como lo dicen los Maestros, el Decadrón se basa en las propias leyes cósmicas que rigen el Universo, y sólo a través de la correcta meditación, se puede acariciar el significado profundo de cuanto señalan las sencillas y luminosas palabras de los Antiguos.
La vestimenta de los Maestros consta por lo general de largas y bellísimas túnicas. Éstas pueden ser blancas, azules o doradas, según la función que cumple el ser que la lleva consigo. Todos se saludan con la mano izquierda, como símbolo de paz y tranquilidad —ya que la mano derecha representa la fuerza—. Ello resulta interesante porque en varias experiencias de contacto físico los Guías saludaban levantando su mano izquierda. Alcir también hizo lo propio durante el contacto en Pusharo, y ello nos recuerda que Cachán, el único machiguenga que estaba en contacto con la Hermandad Blanca, saludaba sólo con su mano izquierda, a diferencia de toda la tribu. Es interesante además observar en las antiguas pinturas rupestres, una mano izquierda pintada con insistencia en las paredes de las cavernas. Todo esto es muy sugerente.
En el monasterio interior existen salas especialmente diseñadas para la meditación, donde se lleva a cabo un diálogo con la esencia divina que mora dentro de la apariencia física. La meditación es una de las actividades más sagradas en el Paititi subterráneo. Sin embargo, no todo es meditación en el mundo interior. Cada miembro del retiro tiene una responsabilidad; unos se dedican al cuidado de las galerías; otros a la distribución de víveres (la alimentación es a partir de vegetales y frutas, combinados con extractos de minerales que se consiguen en las áreas dedicadas al aprovechamiento del subsuelo); un grupo de sacerdotes vela por los archivos y las máquinas; otros, hallan su función en los sistemas de transmisión, entre otras tareas. Los sistemas de transmisión —en los cuales las facultades psíquicas y la tecnología se concilian— permiten a los intraterrenos estar en continuo enlace, conociendo a la distancia todo lo que ocurre en los distintos retiros que existen en el planeta. No obstante, cada cierto tiempo se agrupa toda la Jerarquía. Esos grandes cónclaves y concilios se realizan para debatir temas de gran importancia y trascendencia dentro del Plan. Según nuestro calendario, una de estas magnas reuniones se llevaría a cabo en el mes de agosto, lo cual explica porqué precisamente en ese mes se realizan los viajes más ambiciosos de nuestros grupos de contacto.
Estas reuniones tienen como escenario el continente sudamericano; el lugar preciso es secreto y sólo lo conocen los Maestros. Quien dirige esta elevada actividad es una bellísima mujer, la más alta Jerarquía del cónclave, quien se caracteriza por poseer una profunda sabiduría y un gran amor por la humanidad. Poco sabemos sobre este elevado espíritu que muchas veces ha dejado sentir su radiante presencia a la humanidad.

Nota del autor: En los viajes al Paititi que realizamos en 1996, 1998 y 2000, fuimos recopilando información sobre esa “dama de luz”, que se indentifica como “Cecea”, una importante jerarquía espiritual de la Hermandad Blanca. Pero debo añadir, que en los últimos viajes a Paititi, se han recibido nuevas informaciones, que asocian a esa dama de luz con una manifestación del “Espíritu Planetario”.

Arriba: imágenes de las expediciones que realizó Ricardo González al Paititi.

Sobre la apariencia física de los seres que habitan en la ciudad subterránea del Paititi, no debemos alarmarnos12, su aspecto es humano, aunque en algunos se puede apreciar una fisonomía algo estilizada; esto, porque muchos son mestizos entre razas del espacio y de nuestro mundo. Como ya expliqué en líneas anteriores, ello originó el gigantismo, que aún conservan un grupo de seres intraterrenos del Paititi. Pero no todos. El aspecto de muchos es tan humano que, fácilmente, podrían mezclarse con la población de nuestro planeta; sin embargo, en los últimos tiempos han dejado de hacerlo.
Para hacer llegar sus enseñanzas se han valido de emisarios, que son seres humanos que ya han tenido un contacto directo con la Jerarquía, divulgando sabiamente los misterios de la Hermandad Blanca a aquellos que están preparados a recibirlos. Los Maestros del mundo intraterrestre no intervienen directamente en estas operaciones —como muchos han creído—, sino que se valen de métodos mucho más ingeniosos para compartir el mensaje.
Aquí debo mencionar los denominados retiros externos, que son conformados por gente comprometida con la labor del Gobierno Interno Positivo del planeta. Ellos también transmiten las enseñanzas, ya sea a través de conferencias, libros, y, principalmente, procurando divulgar el mensaje con el EJEMPLO.
Es así como los Maestros llegan a nuestra humanidad de superficie; sin embargo, sólo me he referido a uno de los aspectos del plan de ayuda. Los Sabios intraterrenos pueden “conectarse” mentalmente con nosotros, inspirándonos profundos sentimientos de paz, amor y armonía. En sueños —definitivamente la vía de comunicación más empleada por ellos, a diferencia de los Guías extraterrestres que utilizan con mayor frecuencia los mensajes telepáticos—, la persona podría estar siendo asistida por estos seres, sin recordar muchas veces lo que “escuchó” o “visualizó” en sueños. De pronto uno se despierta diferente, con un ánimo distinto, con mayor seguridad y con gran energía.
Todo este despliegue procura suplir la presencia física de los Maestros en nuestro mundo de superficie. Para contactar físicamente con ellos —una vez que se nos dio la invitación para vivir tal experiencia—, tendríamos que aproximarnos a los lugares donde habitan, para así facilitar el encuentro. No en vano, desde los inicios de la experiencia de contacto los Guías fueron muy claros al referirse sobre este punto: viajar a los diversos retiros interiores para contactar con la Jerarquía planetaria. Si el lector está familiarizado con este proceso, sabrá muy bien que los viajes clave de la misión de contacto estuvieron dirigidos principalmente hacia éste punto. No olvidemos que es la Gran Hermandad Blanca de la Tierra la que entregará el denominado “Libro de los de las Vestiduras Blancas”:
“Hermanos, el tiempo físico nada les puede decir, pues no corresponde al de la Misión, dense cuenta que al retrasar las realizaciones concretas de RAMA, están aguantando o renunciando a su participación en el fin de la Misión: En la recepción del Libro de los de las Vestiduras Blancas...” Oxalc (10-01-80)

Ahora llega el tiempo en que el hombre asumirá la posta de la sagrada obra, convirtiéndose en heredero de un arcano conocimiento y sucesor de una estirpe de Maestros que, desde hace miles de años, han venido guiando, secretamente, el destino cósmico del ser humano. La cautela será una herramienta indispensable para caminar a paso firme y seguro; el enfrentamiento de fuerzas complementarias es tal que, si dejamos de lado nuestro trabajo interior, podríamos equivocar la marcha al no estar conectados con la luz interna que guía al caminante. Podemos tener la ayuda de los Guías y los Maestros, pero ésta no será efectiva si es que nosotros no asumimos un compromiso con el Plan. Así el hombre se transforma en puente de un designio superior.
La incomprensión ha llevado a creer que los Maestros estarán allí dando los pasos por nosotros; y en verdad, aquel que ama, no nos alejaría de una responsabilidad que sólo a nosotros corresponde.
Algunos escritores al hablar de la Hermandad Blanca se preocupan en aspectos que se hallan atrapados en el mundo de las formas y de los esquemas, atribuyendo energías e influencias planetarias a presuntos Maestros que ya de por sí son muy cuestionables. Nadie, por más elevado que sea, se proclama el nuevo “avatar” de la Era Acuariana, sino que, como la misma palabra lo deja en claro —la palabra avatar es sánscrita y significa “descender”— una entidad superior vuelve a este plano por amor, llevando a la práctica los sabios dones de la paz, el respeto y la humildad; ésta última difícil de encontrar en los supuestos Maestros de la Nueva Era que, dicho sea de paso, se les quiere comparar con el mismísimo Señor Jesús, en poder y autoridad.
Abundan estas informaciones, y muchas veces confunden al lector. Los autores se ocupan en develar la respetable lista de encarnaciones de los actuales Maestros —muchas de ellas fácilmente refutables— así como divulgar los “métodos” para invocarlos, afirmándole al desorientado lector en qué días y a qué horas se pueden hacer estas prácticas. Por si ello fuera poco, se suma a esto la intervención de Arcángeles y otras entidades, que si bien es cierto existen y son seres de luz, al mezclar de esta forma todas estas presencias, peligrosamente, se crea un marco exótico que, según nuestra propia experiencia, no se ajusta a la realidad. Si bien es cierto que nada de malo hay en investigar las distintas fuentes de información —procurando con ello obtener una visión más amplia de los temas afines al contacto—, ello no quiere decir que vamos a tomar de aquí y de allá para mezclar procesos distintos y, hasta a veces, mensajes diferentes.
Los Maestros del Paititi pertenecen a una civilización superior, pero ello no debería significar que son “mejores” que nosotros; ellos están atravesando una etapa y nosotros vivimos otra; es como comparar a un alumno del colegio con un estudiante de universidad. Tan sólo nos hallamos ante procesos distintos, y ello se debe tomar con madurez y naturalidad.


La Base Azul
La ciudad secreta del Paititi no sólo alberga las sorpresas ya mencionadas. Muy cerca a ella, existen instalaciones de una civilización espacial; con ello me refiero a la Base Azul, centro de operaciones de los Guías extraterrestres. La responsabilidad de dicha base recae principalmente en los Guías de Venus, quienes desde hace miles de años vienen trabajando estrechamente con los Maestros de los retiros interiores. Son pues los seres de Venus quienes tuvieron mayor participación en el proceso de las grandes culturas de América, en labor conjunta con los Estekna-Manés (al lado de los Maestros atlantes, 144 instructores extraterrestres se abocaron también en la tarea de sembrar las bases de la civilización, ejecutando para ello diversos proyectos en distintos lugares del planeta, como por ejemplo, en Sumer).
Nota del autor: Venus es un planeta que no tiene condiciones naturales para la vida. Los seres extraterrestres que habitan allí, en un retiro interdimensional adaptado artificialmente (que se mueve en otro plano), son originarios de las estrellas Pléyades.
La presencia de la Base Azul explica por qué se suelen avistar sospechosas luces en la zona del Pantiacolla; aunque, para información del lector, no todas estas curiosas manifestaciones se podrían atribuir solamente a las naves extraterrestres, sino que algunas de estas “luces” corresponden a la energía que emite el aura de los Maestros que, muchas veces, se desplazan con sus vehículos sutiles (es decir, que se hallan en estado de proyección mental o astral, físicamente visibles por la energía que emanan) por las inmediaciones de los retiros del Paititi. Durante nuestro viaje pudimos verificar la presencia de estas luces, y diferenciar también cuándo se trataba de una nave de la Base Azul, o la posible proyección de un Maestro.
La misión de la Base Azul es variada. Sabemos que allí se encuentran muchas personas que han sido rescatadas de diversos puntos de la Tierra. No es descabellado pensar que algunas de las famosas expediciones perdidas hayan podido ser evacuadas a esta base. Sabemos también que de aquellas instalaciones parten naves espaciales hacia Venus y Ganímedes, llevando consigo muchas veces, a las personas que fueron rescatadas; esto con el propio consentimiento de la persona, que viaja a aquellos mundos para ser preparada para un posterior retorno, donde la Tierra que conocemos, no será igual.
La Base Azul se dedica también a realizar estudios de la reserva del Manú, procurando con ello conseguir los nuevos beneficios naturales que se pondrán en manos del hombre del futuro. Según nos han informado los Guías de Venus, la base posee la cura para las distintas enfermedades que hoy por hoy aquejan a nuestro mundo.
El lugar no ha sido escogido al azar; últimos estudios indican que de haber una gran catástrofe mundial, bastarían los recursos naturales del Manú para abastecer al planeta entero por varios años...
Para nosotros ha sido muy trabajoso asimilar estas y otras informaciones; pero las mismas, se fueron confirmando una y otra vez. El Paititi reservaba más misterios de lo que nosotros suponíamos y, ahora, luego de reflexionar, estamos convencidos de la realidad de todo ello, por más fantástico que parezca…


NOTAS

1 La Crónica del Perú, Pedro Cieza de León, Peisa, Perú, 1988. (escrita en 1550)
2 Comentarios Reales, Inca Garcilazo de la Vega, Cátedra, Madrid, España, 1996.
3 La Santa Biblia, Génesis, Capítulo VI.
4Concordance Mytho-Phisico-Cabalo-Hermetique, Charles van der Linder d’Hooghvorst, Obelisco, Barcelona, España, 1986.
5 Es posible que nos hallemos frente a uno de los vehículos aéreos de los supervivientes atlantes y no ante un visitante extraterrestre. Quizá el Señor Pacal era algún descendiente de los “primeros señores que llegaron de lejos”.
6 Posiblemente se trate de la denominada “Isla Blanca” a la cual hacen referencia las antiguas ordenes esotéricas. Por otro lado, es interesante saber que se han hallado vitrificaciones del suelo en vastas regiones del desierto de Gobi, muy parecidas a las que producen las explosiones atómicas; ello nos invita a pensar en el aterrizaje de la gran nave de los 32 Mentores de la Luz.
7 El Mundo Subterráneo, Nigel Pennick, Lidiun, Argentina, 1990.
8 Amauta: Maestro.
9 Lamentablemente, por un conflicto fronterizo entre Perú y Ecuador, se colocaron minas de guerra en las inmediaciones del retiro; una prueba más que las fuerzas oscuras están allí evitando que la humanidad acceda a su verdadero pasado (existen registros de información en las cuevas). En su momento, la Cueva de los Tayos demostrará que sus secretos no pertenecían a nadie sino a la humanidad misma. Cabe mencionar que nuestros grupos de contacto tuvieron la oportunidad de realizar más de una valiosa expedición al retiro amazónico.
10 Estos lugares también fueron visitados por nuestros grupos; los primeros viajes se realizaron en 1989 y 1990. (ver Contacto Interdimensional, de Sixto Paz Wells, Errepar, Buenos Aires, Argentina, 1994).

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