En un artículo publicado recientemente en el European Physical Journal (EPJ), investigadores han presentado una hipótesis que apuntaría a la existencia de partículas espejo, las cuales podrían explicar anomalías observadas en las pérdidas de neutrones. La existencia de tal materia espejo ha sido sugerida en varios contextos de índole científico hace algún tiempo, incluyendo la búsqueda de candidatos a materia oscura.
Los físicos teóricos Zurab Berezhiani y Fabrizio Nesti, de la Universidad de l’Aquila, Italia, volvieron a analizar los datos experimentales que se desprendían de las investigaciones del grupo de Anatoly Serebroy del Instituto Laue-Langevin, Francia. Se demostró que la pérdida de la cantidad de neutrones libres parecía depender de la dirección y fuerza del campo magnético aplicado. Esta anomalía no pudo ser explicada por ningún medio de la física conocida.
Berezhiani piensa que lo anterior puede responder a la luz de un hipotético mundo paralelo consistente de partículas espejo. Cada neutrón tendría la habilidad de transferirse hacia este espejo de sí mismo y volver, oscilando de un mundo al otro. La probabilidad de semejante desplazamiento fue pronosticada como sensible a la presencia de campos magnéticos, y por lo tanto puede ser detectada en forma experimental.
De acuerdo al estudio, la oscilación neutrón-espejo-neutrón puede darse dentro de un lapso de unos pocos segundos. La desaparición tan rápida de neutrones —mucho más veloz que los 10 minutos que tarda en desintegrarse un neutrón—, aunque sorprendente, no puede ser excluida por los actuales límites experimentales y astrofísicos.
Esta interpretación está sujeta a la condición que nuestro planeta posee un campo magnético espejo sobre el orden de los 0.1 Gauss. Dicho campo pudo ser inducido por partículas espejo flotando alrededor de la galaxia como materia negra. Hipotéticamente, la Tierra es capaz de capturar materia espejo a través de sutiles interacciones entre las partículas ordinarias y aquellas de mundos paralelos.
¿Y si todo no fuese como pensamos que es? ¿Y si fuese posible viajar hacia otro universo y hacia otra edad? La teoría dice que el espacio es curvo y que, de esa forma, nuestro universo, “plegado varias veces sobre sí mismo, podría estar conectado a otros múltiples universos paralelos a través de “túneles del tiempo”, fabricados por los agujeros negros y por los agujeros de gusano.
La Tierra describe una elipse alrededor del Sol, como si se tratara de un barco que navegara por una superficie curvada o invisible. El mismo barco que Cristobal Colón vio aparecer poco a poco en el horizonte y que afirmó en él su creencia sobre la redondez de la Tierra. Pero ahora se trata de otra redondez, o al menos otra curvatura: la del espacio. Para explicar la elipse de la Tierra alrededor del Sol, suponemos que existe entre ambos una fuerza de gravedad tal, que mantiene a nuestro planeta en su órbita. Pero si en vez de gravedad, consideráramos en cambio una geometría espacial, deberíamos definirla observando no el espacio, que es invisible, sino la manera en que los objetos se mueven en él.
Un objeto de masa y velocidad determinadas, que se mueva muy alejado de cualquier otra masa, sigue una trayectoria casi recta. Al acercarse a otra masa, la trayectoria se hace cada vez más curva. La masa, al parecer, curva el espacio. Y cuanto mayor y más cercana es la masa, más acentuada es la curvatura.
Una estrella común y corriente conserva su tamaño normal gracias al equilibrio que existe entre su altísima temperatura central, que tiende a expandir la sustancia estelar, y la enorme atracción gravitatoria, que tiende a contraerla. Si en un momento dado, la temperatura interior de la estrella desciende y ese equilibrio se altera, la gravedad habrá ganado la partida: la estrella empieza a contraerse y su estructura atómica interior a desintegrarse. La estrella es ahora una “enana blanca”.
Lo que los científicos tratan de iluminar con sus teorías, es qué es lo que sucede con la materia de la estrella que ha caído en el agujero negro. Porque, la estrella de la que hablábamos antes se ha colapsado, se ha “comido a sí misma hasta desaparecer en un agujero negro del que ya no puede salir, la materia de la que estaba hecha sólo tiene dos caminos a seguir: o “muere”, o se va hacia otra parte. ¿Alguien puede suponer que la enorme masa colapsada de una estrella que cayó en su propio agujero negro, deje de ser así como así? Y si esto no ocurre, si la materia no “muere”, ¿a dónde va?
Stephen Hawking, el heredero de la cátedra de Newton en la Universidad de Cambridge elaboró unos teoremas que determinan que, en el interior de los agujeros negros, existe lo que los matemáticos llaman singularidad, un elemento que puede considerarse como una especie de límite o frontera del tiempo espacial.
Pero los científicos no se ponen de acuerdo aún sobre el significado físico de ese concepto matemático conocido como singularidad. ¿Es la frontera del universo? ¿Toda materia que alcanza el estado de singularidad, desaparece sin que se vuelva a saber más de ella, sin que sea posible rastrear su viaje final? ¿O es que la singularidad es una grieta en el universo, una fractura, una rotura abierta al más allá? Y, en ese caso, ¿qué hay más allá? ¿Existe algo fuera de nuestro tiempo espacial?
El ejemplo cuenta la historia de un viajero en el tiempo que visita a su propia madre cuando ésta es una niña, y la asesina. Si el viaje en el tiempo es posible y la niña resulta muerta, el viajero no nació, no existe, nunca pudo haberse embarcado en un viaje en el tiempo, ni asesinar a su madre. Y si, en cambio, la niña no fue asesinada, el viajero sí nació, sí existe, sí encaró el viaje en el tiempo y llegó al pasado… para matar a su madre.
Los físicos teóricos Zurab Berezhiani y Fabrizio Nesti, de la Universidad de l’Aquila, Italia, volvieron a analizar los datos experimentales que se desprendían de las investigaciones del grupo de Anatoly Serebroy del Instituto Laue-Langevin, Francia. Se demostró que la pérdida de la cantidad de neutrones libres parecía depender de la dirección y fuerza del campo magnético aplicado. Esta anomalía no pudo ser explicada por ningún medio de la física conocida.
Berezhiani piensa que lo anterior puede responder a la luz de un hipotético mundo paralelo consistente de partículas espejo. Cada neutrón tendría la habilidad de transferirse hacia este espejo de sí mismo y volver, oscilando de un mundo al otro. La probabilidad de semejante desplazamiento fue pronosticada como sensible a la presencia de campos magnéticos, y por lo tanto puede ser detectada en forma experimental.
De acuerdo al estudio, la oscilación neutrón-espejo-neutrón puede darse dentro de un lapso de unos pocos segundos. La desaparición tan rápida de neutrones —mucho más veloz que los 10 minutos que tarda en desintegrarse un neutrón—, aunque sorprendente, no puede ser excluida por los actuales límites experimentales y astrofísicos.
Esta interpretación está sujeta a la condición que nuestro planeta posee un campo magnético espejo sobre el orden de los 0.1 Gauss. Dicho campo pudo ser inducido por partículas espejo flotando alrededor de la galaxia como materia negra. Hipotéticamente, la Tierra es capaz de capturar materia espejo a través de sutiles interacciones entre las partículas ordinarias y aquellas de mundos paralelos.
Universos Paralelos
¿Y si todo no fuese como pensamos que es? ¿Y si fuese posible viajar hacia otro universo y hacia otra edad? La teoría dice que el espacio es curvo y que, de esa forma, nuestro universo, “plegado varias veces sobre sí mismo, podría estar conectado a otros múltiples universos paralelos a través de “túneles del tiempo”, fabricados por los agujeros negros y por los agujeros de gusano.
La Tierra describe una elipse alrededor del Sol, como si se tratara de un barco que navegara por una superficie curvada o invisible. El mismo barco que Cristobal Colón vio aparecer poco a poco en el horizonte y que afirmó en él su creencia sobre la redondez de la Tierra. Pero ahora se trata de otra redondez, o al menos otra curvatura: la del espacio. Para explicar la elipse de la Tierra alrededor del Sol, suponemos que existe entre ambos una fuerza de gravedad tal, que mantiene a nuestro planeta en su órbita. Pero si en vez de gravedad, consideráramos en cambio una geometría espacial, deberíamos definirla observando no el espacio, que es invisible, sino la manera en que los objetos se mueven en él.
Un objeto de masa y velocidad determinadas, que se mueva muy alejado de cualquier otra masa, sigue una trayectoria casi recta. Al acercarse a otra masa, la trayectoria se hace cada vez más curva. La masa, al parecer, curva el espacio. Y cuanto mayor y más cercana es la masa, más acentuada es la curvatura.
Una estrella común y corriente conserva su tamaño normal gracias al equilibrio que existe entre su altísima temperatura central, que tiende a expandir la sustancia estelar, y la enorme atracción gravitatoria, que tiende a contraerla. Si en un momento dado, la temperatura interior de la estrella desciende y ese equilibrio se altera, la gravedad habrá ganado la partida: la estrella empieza a contraerse y su estructura atómica interior a desintegrarse. La estrella es ahora una “enana blanca”.
El ingreso a los agujeros negros
Cuando la enana blanca que nos ocupa se contrae, el campo gravitatorio en su superficie es más intenso y los conos de luz que emite se inclinan todavía más hacia adentro, lo que hace aún más difícil que la luz de la estrella escape de su interior. Finalmente, cuando la estrella se ha reducido a un punto crítico, la gravedad es tan intensa que ninguna luz puede escapar. Ni la luz ni ningún otro objeto. De esa forma, estamos ante una región del espacio llamada “agujero negro”.Lo que los científicos tratan de iluminar con sus teorías, es qué es lo que sucede con la materia de la estrella que ha caído en el agujero negro. Porque, la estrella de la que hablábamos antes se ha colapsado, se ha “comido a sí misma hasta desaparecer en un agujero negro del que ya no puede salir, la materia de la que estaba hecha sólo tiene dos caminos a seguir: o “muere”, o se va hacia otra parte. ¿Alguien puede suponer que la enorme masa colapsada de una estrella que cayó en su propio agujero negro, deje de ser así como así? Y si esto no ocurre, si la materia no “muere”, ¿a dónde va?
Stephen Hawking, el heredero de la cátedra de Newton en la Universidad de Cambridge elaboró unos teoremas que determinan que, en el interior de los agujeros negros, existe lo que los matemáticos llaman singularidad, un elemento que puede considerarse como una especie de límite o frontera del tiempo espacial.
Pero los científicos no se ponen de acuerdo aún sobre el significado físico de ese concepto matemático conocido como singularidad. ¿Es la frontera del universo? ¿Toda materia que alcanza el estado de singularidad, desaparece sin que se vuelva a saber más de ella, sin que sea posible rastrear su viaje final? ¿O es que la singularidad es una grieta en el universo, una fractura, una rotura abierta al más allá? Y, en ese caso, ¿qué hay más allá? ¿Existe algo fuera de nuestro tiempo espacial?
Las trampas del tiempo
El viaje en el tiempo a través de agujeros de gusano, encierra, para los matemáticos, un buen número de posibilidades de éxito. Es el triunfo de la teoría. Los físicos, en cambio, fruncen el ceño, aseguran que la realidad desmiente, por ahora, los brillantes teoremas matemáticos: la paradoja demuestra que si se probara la factibilidad de viajar en el tiempo, toda la solidez de la física se vería amenazada.El ejemplo cuenta la historia de un viajero en el tiempo que visita a su propia madre cuando ésta es una niña, y la asesina. Si el viaje en el tiempo es posible y la niña resulta muerta, el viajero no nació, no existe, nunca pudo haberse embarcado en un viaje en el tiempo, ni asesinar a su madre. Y si, en cambio, la niña no fue asesinada, el viajero sí nació, sí existe, sí encaró el viaje en el tiempo y llegó al pasado… para matar a su madre.
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