¿Qué enigmática relación hay entre los Reyes Magos y el Tíbet?
Helena Blavatsky, también conocida como Madame Blavatsky, cuyo nombre de soltera era Helena von Hahn y luego de casada Helena Petrovna Blavátskaya, (1831 – 1891), fue una escritora, ocultista y teósofa rusa. Fue también una de las fundadoras de la Sociedad Teosófica y contribuyó a la difusión de la Teosofía moderna. Sus libros más importantes son Isis sin velo y La Doctrina Secreta, escritos en 1875 y 1888, respectivamente. En sus escritos, de gran erudición, se refirió a una serie de civilizaciones antiguas, algunas de ellas perdidas, que han servido de inspiración a escritores posteriores que han tratado estos temas. Me he basado en algunos de sus escritos para redactar este artículo. Cuando H.P. Blavatsky escribió la Doctrina Secreta a finales del siglo XIX, muchas de sus afirmaciones resultaban sorprendentes al oído de la pujante ciencia moderna de su época. Ha pasado algo más de un siglo y desde entonces la misma ciencia ha evolucionado de manera tal, que ha modificado sus esquemas y mentalidad en la rápida marcha de los nuevos descubrimientos. Algunos de ellos reivindicaron afirmaciones vertidas en los escritos de la Doctrina Secreta decenas de años antes. Y puede que otros, más recientes y futuros, lo hagan igualmente con otras de aquellas enseñanzas defendidas por la que fuera considerada como una de las grandes esotéricas de su época. Uno de sus libros más interesantes y enigmáticos es “El misterio que vino del frio”, en que me he basado en gran parte para escribir este artículo. Se trata de una misteriosa historia que acontece alrededor del primer año de la era cristiana. Sé que mucho de lo que se dice en este artículo podrá parecer increíble a muchos lectores. Cada uno es libre de creer o no lo que relatamos, pero creo que al menos dará que pensar. De todos modos, antes de entrar en el tema de los Reyes Magos, dedicaremos una parte importante del artículo a tratar sobre el entorno de la historia que explicamos.
Nos situamos en una noche en las estribaciones del pico más alto de la cordillera del Himalaya, cuando el sonido del cuenco y los monótonos golpes del dorje, precipitan al joven monje Rapsag hacia el oscuro y frió habitáculo del templo. El vajra (o dorje en tibetano) se asocia al budismo tántrico, y es sostenido por el lama o el maestro budista generalmente en su mano derecha. Representa autoridad espiritual y es denominado “cetro diamantino“. El vajra simboliza el punto central y sugiere centralidad, constituyendo el eje, la estabilidad y la imperturbabilidad. También está asociado al Buda Akshobya, o Buda azul, cuyo nombre significa “inquebrantable” o “imperturbable“. aquella mañana la mantequilla del yak debe ser quemada en ofrenda a los dioses para expulsar los malos espíritus del sagrado lugar, donde habitan un centenar de monjes y lamas. El monasterio Rongbuk, a los pies del monte Everest, es uno de los más viejos del Tibet. Rongbuk es un monasterio budista tibetano, de la corriente Nyingma, en la ciudad de Basum, Condado de Dingri, Prefectura de Xigazê, en la Región Autónoma del Tíbet, actualmente perteneciente a China. En él viven 30 monjes budistas y 30 monjas. El monasterio se encuentra al pie del Glaciar de Rongbuk a 5.100 metros de altitud. Es el monasterio más alto del mundo y se encuentra solamente 200 metros más abajo que el Campamento Base Norte del Monte Everest. El monasterio es accesible hoy a los vehículos a través de un camino rural. Antes, exploradores como George Mallory y Andrew Irvine tuvieron que caminar durante cinco semanas desde Darjeeling, en las colinas al pie de la montaña del Himalaya en el lado indio, para llegar a este lugar.
Los escaladores deben pasar por Rongbuk para llegar al pico del Monte Everest por la cara norte. Ha sido descrito como uno de los lugares con vistas más espectaculares del mundo entero, ya que pueden verse las cimas del Shishapangma, Monte Everest, Cho Oyu, y los picos de Gyachung Kang. Uno de los primeros exploradores británicos en visitar la zona, John Noel, lo describió como: “Algún arquitecto colosal, que construyó con picos y valles, parece aquí haber forjado un prodigio dramático – un balcón a la grandiosidad de la montaña“. Envuelto a menudo en nubes y niebla, el gran pico del Everest fue descrito como “Una masa triangular ridícula” (por George Mallory) o “Un capitel brillante de roca acanalado por la la nieve” y, por último (por Noel Odell), como “Una cabeza imponente de granito y hielo que se cierne amenazantemente sobre el Glaciar de Rongbuk, brillando blanco en sus pies“. El monasterio de Rongbuk fue fundado en 1902 en una área con cabañas dedicadas a la meditación, que había sido usada por monjes y ermitaños durante más de 400 años. Las cuevas para la meditación de los ermitaños salpican las paredes del desfiladero por todas partes alrededor del complejo del monasterio. Hay gran cantidad de paredes y piedras talladas con sílabas sagradas y oraciones, que bordean los senderos.
El Lama fundador de Rongbuk, conocido como Zatul Rinpoche (maestro dentro del budismo tibetano), fue muy respetado por los tibetanos. Aunque el Lama veía a los primeros escaladores como “herejes”, les dio su protección y proporcionó carne y té mientras rezaba por su conversión. El Lama de Rongbuk fue quien dio a Namgyal Wangdi el nombre de Ngawang Tenzin Norbu, o Tenzing Norgay, siendo niño. El monasterio fue muy activo en la enseñanza, en ciertas épocas del año. En la actualidad sigue siendo un lugar activo de peregrinaje budista, celebrando ceremonias anuales a las que acuden espectadores que viene desde lugares tan lejanos como Nepal y Mongolia. Estas ceremonias se extendieron a los monasterios cercanos, al otro lado del Himalaya, también fundados por el Lama de Rongbuk. Las ceremonias continúan hasta el día de hoy, notablemente en el Monasterio Sherpa de Tengboche. Los vastos tesoros del monasterio, sobretodo en libros y trajes, que habían sido llevados para su custodia en Tengboche, Nepal, se perdieron en 1989 en un incendio.
El glaciar de Rongbuk se encuentra en el Himalaya, al sur del Tíbet. El glaciar cuenta con otros dos grandes glaciares tributarios afluentes, el Glaciar Rongbuk Oriental y el Occidental, que se unen al principal que fluye hacia el norte, se adentra en el Tíbet y forma el valle de Rongbuk. El famoso monasterio de Rongbuk está localizado al final del valle del mismo nombre. El monte Everest es la fuente tanto del glaciar Rongbuk como del afluente oriental, que nacen en su cara norte. El glaciar Occidental pasa por la base del Pumori (7.161 metros) en el que se le une el glaciar del mismo nombre. Las expediciones que intentan escalar el monte Everest por la cara norte utilizan el glaciar para alcanzar el Campo Base Avanzado al inicio del glaciar Oriental. De allí, las expediciones ascendentes se dirigen al collado Norte y, después, a la arista Noreste en su camino hacia la cima. El inglés George Mallory hizo un reconocimiento del valle de Rongbuk y sus glaciares, mientras buscaba rutas posibles para la ascensión al Everest durante el primer reconocimiento de la región del Everest realizado por occidentales en 1921. El glaciar de Rongbuk es un glaciar en retroceso.
La doctrina que practicaban los monjes hacia el comienzo de la era cristiana era una mezcla de maniqueísmo religioso antiguo de dioses y diablos ancestrales, mezclados con las doctrinas del divino Buda. Quizás sea la altura y las tremendas barreras naturales del hielo, las que hacen que el antiguo monasterio seleccione a los más intrépidos para vivir en oración y meditación en el maravilloso valle, que en forma absolutamente sobrenatural se levanta verde y cálido en medio de unas condiciones extremas de vida. De este valle se ha hablado siempre a través de la historia. Iincluso su origen y leyenda motivó una vieja película, “Horizontes Perdidos”, donde se narra la vida y misterios de una comunidad feliz, en el valle de Shangri-La. Horizontes perdidos (original en inglés, Lost Horizon), es una novela escrita por James Hilton y publicada en 1933. Relata la llegada de un grupo de extranjeros al monasterio tibetano de Shangri-La, un lugar utópico y paradisíaco en los Himalayas. Es considerada el prototipo de metáfora de búsqueda de la espiritualidad oriental y de la sociedad perfecta. Su presentación de una sociedad pacífica, donde gobiernan unos sabios lamas en paz, se considera un clásico de la literatura utópica. Y el mítico Shangri-La, reflejo de la budista Shambhala, un símbolo del gobierno perfecto basado en la sabiduría. La novela ha sido adaptada por dos veces al cine, la primera en 1937, dirigida por Frank Capra y la segunda en 1973, dirigida por Charles Jarrott.
En mayo de 1931, durante una revuelta contra el Raj Británico en Baskul, Afganistán, el cónsul del Imperio, Hugh Conway, su asistente, el capitán Charles Mallinson, la misionera cristiana Roberta Brinklow y el comerciante estadounidense Henry D. Barnard son evacuados en el avión privado del maharajá de Chadapore hacia un destino seguro. Sin embargo, en pleno vuelo se percatan del cambio de rumbo y de que el piloto del avión les es desconocido, aspectos ambos ante los que cada pasajero demuestra su personalidad. Tras un repostaje en medio de una tormenta de nieve, el avión finalmente aterriza precariamente en una pequeña meseta cercana a una gran montaña azulada, el Karakal. Allí les sale al encuentro una comitiva procedente de un monasterio lamaísta, presidida por un chino de edad indeterminada llamado Chang. Ante la escasez de posibilidades, los cuatro refugiados siguen al desconocido y se encuentran con el monasterio y valle de Shangri-La, un oasis en clima y temperatura en el Valle de la Luna Azul, presidido por el Karakal. Shangri-La es un gran monasterio que dispone de muchas comodidades occidentales, tales como baños, instrumentos musicales y una gran biblioteca. Su estilo general a Conway le recuerda a Oxford, pero en medio del Himalaya. Con la promesa de esperar al siguiente grupo de porteadores que llegarán al monasterio, los extranjeros son acogidos y se pone a su disposición toda clase de comodidades.
Cada refugiado se dedica a labores diferentes. Conway, conocedor de la lengua china y algo de tibetano, entabla largas conversaciones con Chang y visita con asiduidad la biblioteca. Brinklow, decidida a fundar una misión católica en Shangri-La, comienza a estudiar tibetano y a conocer su cultura. Barnard, a su vez, se muestra feliz en el monasterio, debido principalmente a que se trata en realidad de Chalmers Bryant, un empresario arruinado perseguido por la policía bajo el cargo de estafa. Mallinson, por su parte, desconfía de las intenciones de los lamas y sólo encuentra consuelo en una de las aprendices del monasterio, una joven china llamada Le-Tsen. Transcurrido un mes en la más total placidez, el Gran Lama del monasterio hace llamar a Conway, un privilegio que no había sido otorgado a ningún extranjero antes y éste le cuenta la historia del monasterio. Desde la llegada al valle de un misionero capuchino luxemburgués enviado por Roma en el siglo XVII, el padre Perrault, hasta la llegada de varios exploradores alemanes, pasando por la fundación del monasterio y de las leyes que rigen el valle, basadas en la moderación y el respeto. Al término de la historia, Conway comprende dos verdades: que el Gran Lama no es otro que el padre Perrault, preservado de los estragos de la edad gracias a una planta del valle y a su especial clima y que ningún extranjero ha salido del valle sin encontrar la muerte, ya por la naturaleza ya por la pérdida de la saludable atmósfera de Shangri-La. Perrault construyó el santuario como un recinto de paz, «donde gobiernan los mejores, no los más fuertes», en el que pudiera perdurar la cultura y espiritualidad del mundo, en un tiempo en el que parecía que la guerra iba a acabar con todo.
Conway, veterano de la Primera Guerra Mundial, comparte este deseo y se compromete. Sin poder decir nada a sus compañeros, Conway se inicia en el proceso de convertirse en lama mediante el estudio, la música y la meditación, ayudado por largas conversaciones con Perrault. Cuando éste, finalmente, le comunica su deseo de que Conway se convierta en el siguiente Gran Lama y muere, Mallinson ha decidido, de acuerdo con Le-Tsen, escapar del valle aprovechando la llegada de una partida de suministros. El antiguo cónsul duda, pero finalmente sale con ellos, llegando a la India en un estado de salud lamentable, donde es atendido por unas monjas y auxiliado por la propia Le-Tsen, a la que la salida de Shangri-La ha revelado su verdadera edad, más de cien años, provocando un envejecimiento repentino y su muerte. Todo este relato llega a manos de dos antiguos compañeros de Conway, Rutherford y el escritor, que, al intentar buscar de nuevo a Conway, sólo averiguan que ha vuelto «al noroeste». Entre los temas principales del libro destaca la alusión a que una guerra de proporciones catastróficas pudiera destruir toda la civilización, por lo que, en previsión, el Gran Lama fundó Shangri-La. Es el mismo punto de partida que la saga de la Fundación de Isaac Asimov, ésta última a escala galáctica. El Gran Lama, en un diálogo paralelo a cualquiera de Hari Seldon, afirma: “Presagio un tiempo en el que el hombre, exultante en la técnica del homicidio, montará con tanta cólera contra el mundo, que todas las cosas preciosas estarán en peligro, cada libro y pintura, todos los tesoros acumulados durante dos milenios…“. Respecto a las fuentes de Hilton, se ha afirmado que se basó en los relatos en torno a la frontera tibetana, publicados en el National Geographic por el explorador y botánico Joseph Rock. Rock visitó varias comunidades monásticas remotas, como Muli, muy similar a la ficticia Shangri-La. Una de esas poblaciones, Zhongdian, ha sido renombrada oficialmente Shangri-La (en chino Xianggelila) como inspiradora de la novela.
El actual monasterio, está edificado siguiendo el modelo de otro más antiguo, donde precisamente transcurre la historia que se cuenta en este artículo. Los trabajos en el monasterio son agotadores, sobre todo para los novicios, que no han llegado sino al laberinto de su profunda confusión y al descubrimiento de las nuevas sensaciones, que el ayuno y la prolongada meditación despiertan en ellos. El templo se abre cada mañana para atender a los lugareños. El Lama médico y sus ayudantes reciben a campesinos y pastores. Los encargados de las ofrendas deben recibir la mantequilla de Yak que debe ser quemada en los altares para pedir favores a propios y extraños. Otros monjes dedican todo su tiempo a la confección de libros y pinturas. La mayoría debe afrontar las tareas del huerto y el cuidado de los animales. Y, finalmente, quedan los ancianos e impedidos, que son reverenciados como dioses dentro del monasterio, puesto que cada uno de ellos es un pozo de sabiduría milenaria, que en forma monótona y fiel trasmiten a los más jóvenes, tales como la tradición de la creación del mundo y las batallas que hubo entre diablos y dioses. Pero sin duda la mejor de las leyendas, la más encantadora de las historias, no son las que narran los libros, sino las que han vivido los más santos y sabios de la comunidad, desde la práctica de la meditación. Las visiones de los más aventajados en este arte son tan gráficas, tan emotivas y tan alucinantes, que solo con una tremenda fe pueden ser entendidas.
En el antiguo monasterio budista, Conway y sus compañeros de viaje encuentran un lugar donde la reducida comunidad de lamas intenta conservar los tesoros de la civilización, amenazados por la violencia de una época en que el hombre, al regocijarse con la técnica del homicidio, derramará una rabia tan ardiente sobre el mundo que toda cosa preciosa estará en peligro. El mundo acababa de salir de la Primera Guerra Mundial y advertía la cercanía de nuevas tragedias que se traslucen en las páginas de Horizontes Perdidos, donde el idílico universo tibetano, que construye Hilton, no es una promesa de futuro, un rescate del pasado ideal del paraíso perdido por la civilización de la máquina. Cuando Hilton ubicó a su mítica Shangri-La en el Tíbet, los lectores occidentales de su novela fueron fascinados por ese mundo misterioso que desde antiguo había atrapado el interés de misiones y expedicionarios. Desde los principios del siglo XVI, los jesuitas intentaron llegar a esas altas mesetas, cercanas al Himalaya, donde se creía existía una antigua comunidad de primitivos cristianos. Cuando finalmente el padre Antonio de Andrade logró atravesar mil obstáculos y acceder al prohibido reino de Guge, en el Tibet, se encontró con los lamas y monjes budistas con muy extrañas y crueles costumbres; entre ellas, el asesinato deliberado de numerosos campesinos elegidos al azar, ceremonia que se cumplía una vez por año y mediante la cual los muertos se suponía alcanzaban la eterna felicidad. Asimismo, sorprendió a los misioneros europeos el hábito de los lamas de adornar sus vestidos con huesos humanos. A lo largo de los siglos siguientes, los jesuitas enviaron numerosas misiones al Tíbet para ser finalmente reemplazados, según orden papal, por la orden de los Capuchinos.
A principios del siglo XX, la escritora francesa Alexandra David-Néel, gran conocedora de la religión budista, recorrió caminos escarpados y enfrentó lluvia, barro, nieve, granizo y la hostilidad de tibetanos, chinos e ingleses hasta llegar a las lamaserías. Libros suyos como “Magia y misterio en el Tíbet” contribuyeron a alimentar en Occidente la imagen legendaria de un país inaccesible y misterioso. A través de sus obras se difundió la capacidad de los monjes tibetanos para entrar en profundos trances, levitar y dominar las sensaciones corporales, como también la creencia de que podían predecir el porvenir, virtudes que Hilton atribuye a los lamas de Shangri-La. En uno de sus relatos, David-Néel describe cómo un lama se eleva en el aire en forma que parecía sobrenatural: Pude ver su rostro impasible, perfectamente tranquilo, con los ojos abiertos y la mirada fija en algún lugar muy elevado. El hombre no corría, parecía elevarse del suelo y avanzaba a saltos. Sus pasos tenían la regularidad de un péndulo. Entre los antiguos mitos budistas figura un paraíso perdido, conocido como Chang Shambhala, la fuente de la sabiduría eterna, donde vivían seres inmortales en armonía perfecta con la naturaleza y el universo. En la India, ese lugar maravilloso perdido en el Himalaya se llama Kalapa, mientras la tradición china lo ubica en los montes Kun Lun.
Asimismo, en la antigua Rusia, donde no había llegado la creencia budista, pero se alimentaba de leyendas orientales llevadas allí por las invasiones tártaras, se hablaba de la legendaria Bielovodye, la Tierra de las Aguas Blancas, donde vivían santos ermitaños de inmensa sabiduría. La existencia de túneles bajo el palacio de Potala, en Lhasa, se entreteje con otro mito tibetano cultivado por escritores europeos. En su novela Shambhala, el espiritista ruso Nikolai Roerich habla de Agharti (deformación de Agharta, nombre del paraíso subterráneo budista) como del lugar donde estaba Chang Shambhala, sede del Rey del Mundo. Según Roerich, Agharti estaba relacionado con todos los continentes por medio de pasadizos secretos. Shangri-La es tan enigmático y evasivo como el mismo Tíbet, donde lo ubicó el novelista James Hilton. En el valle de la Luna Azul está el mítico reino intemporal de los longevos hombres sapiente. Un lugar en donde se contempla la salida del Sol, mientras que los hombres del mundo exterior sólo oyen la alarma del reloj que los reclama para sus urgentes obligaciones.
Shambhala existe en un realismo místico donde se estudia con un maestro espiritual que se ha desarrollado en el plano físico de la Tierra. Es un lugar donde uno puede aprender conocimientos del espíritu, en unidad con el universo. Helena Blavatsky visitó Shambhala y estudió con estos maestros, con apariencia oriental y que siempre parecen estar ocupados en sus estudios. Shambhala, conocido como el Reino Oculto, es visto en el Tibet como una comunidad donde seres perfectos viven y están guiando la evolución del ser humano. Shambhala es considerado la fuente del Kalachakra, que es la mayor y más esotérica rama del misticismo Tibetano. El Buda predico las enseñanzas del Kalachakra a un conjunto de hombres santos en el sur de la India. Más tarde, las enseñanzas permanecieron ocultas durante 1000 años, hasta que un escolar hindú fue en busca de Shambhala y se inicio en las enseñanzas de un hombre santo que conoció a lo largo del camino. El Kalachakra permaneció en la India hasta que emprendió su camino al Tibet en el 1026 d.C. Desde entonces el concepto de Shambhala ha sido ampliamente conocido en el Tibet, y los tibetanos han estado estudiando el Kalachakra durante los últimos 900 años, aprendiendo su ciencia, practicando su meditación y usando su sistema de astrología para guiar sus vidas. Como un tibetano ha preguntado “¿cómo pudo Shambhala ser la fuente de algo que ha afectado a tantas áreas de la vida tibetana durante tanto tiempo?”.
Los textos religiosos tibetanos describen la naturaleza física del terreno místico con detalle. Se pensaba que se parecía a un loto de ocho pétalos, porque está formado por ocho regiones, cada una de ellas rodeada por un anillo de montañas. En el centro del anillo mas interno esta Kalapa, la capital, y el palacio Kingos, que está compuesto de oro, diamantes, coral y gemas preciosas. La capital está rodeada de montañas de hielo, que lucen con una luz cristalina. La tecnología de Shambhala se supone altamente avanzada. El palacio contiene claraboyas especiales hechas de lentes que sirven como telescopios de alta potencia para estudiar la vida extraterrestre. Y durante cientos de años los habitantes de Shambhala han estado usando extraños coches y aviones que circulan a través de un sistema de túneles subterráneos. De camino a la luz, los habitantes de Shambhala adquieren grandes capacidades de clarividencia, así como la habilidad de moverse a grandes velocidades y de materializarse y desaparecer. Señales extrañas en el área donde parece estar Shambhala aportan la evidencia de su existencia. Los tibetanos creen que el terreno está guardado por seres con poderes sobrehumanos. A principios de los años 1900, un artículo en un periódico hindú, el Statesman, habló de un comandante Británico que acampando en el Himalaya vio un hombre muy alto, vestido de claro, con pelo largo. Aparentemente, sintiéndose observado, el hombre salto en la ladera vertical y desapareció. Para asombro del comandante, los tibetanos con quienes estaba acampado, no mostraron sorpresa con esta historia y explicaron al comandante que había visto uno de los hombres que cuidan de la tierra sagrada.
Un relato más detallado de estos guardianes de nieve fue dado por Alexandra David-Neel, la exploradora que estuvo 14 años en el Tibet. Mientras viajaba a través del Himalaya vio a un hombre moviéndose con una extraordinaria velocidad y lo describió como sigue: “Pude ver claramente su cara impasible y perfectamente en calma, así como grandes ojos abiertos, con su mirada fija en un objeto distante invisible, situado en algún lugar en el espacio. El hombre no corría, sino que efectuaba saltos. Parecía como si hubiese sido dotado de la elasticidad de una pelota y rebotaba cada vez que sus pies tocaban el suelo: Sus pasos tenían la regularidad de un péndulo”. Mientras que la gente (especialmente los lamas tibetanos) han estado buscando Shambhala durante siglos, aquellos que vieron el reino, a menudo nunca volvieron, porque han encontrado el país oculto y han permanecido allí, o porque han sido eliminados en su intento. Los textos tibetanos contienen lo que parecen ser hechos históricos sobre Shambhala, tales como los nombres y fechas de sus reyes y registros de los acontecimientos correspondientes ocurridos en el mundo exterior. Todo ello dio a los tibetanos una razón adicional para creer que el reino existe. Algunos acontecimientos, que parecen corresponder a las predicciones del reino mítico, añaden fuerza a su creencia. La desintegración del Budismo en el Tibet y el crecimiento del materialismo en el mundo, emparejado con las guerras y disturbios del siglo XX, todo se ajusta a la profecía de Shambhala
Shambhala es el lugar donde el Rey Sucandra, que vino del Norte de Kashmir (Cachemira), aporto y desarrollo la práctica de Kalachakra, después de haber recibido su poder y enseñanza en Dhanyakataka. En el lugar donde se levantaba la antigua ciudad india de Dhanyakataka se hallan los vestigios de la que fue una grandiosa stupa, o mahacaitya, edificio búdico de grandes proporciones. Estos restos se encuentran cerca de la localidad de A. en las orillas del Krisna, en el Estado de Madrás, y fueron descubiertos en 1797 por el coronel inglés Colin Mackenzie. Shambhala solo puede ser recibido respetuosamente por seres con mente pura y contactos Kármicos. Kālacakra o Kalachakra es un término en sánscrito utilizado en el budismo tántrico que se traduce como Rueda del Tiempo o Ciclo del Tiempo. El término Kalachakra se refiere tanto a la deidad tántrica (tibetano yidam) de Vajrayana como a la filosofía y a las prácticas de meditación contenidas en el escrito Kalachakra Tantra y sus comentarios. El Kalachakra Tantra es propiamente conocido como el Kalachakra Laghutantra, y se dice que éste es una versión resumida del texto original, el Kalachakra Mulatantra, que ya no existe. Algunos maestros budistas aseguran que Kalachakra es la forma más avanzada que existe de práctica vajrayana, y ciertamente es uno de los sistemas complejos dentro del budismo tántrico. La tradición Kalachakra gira en torno al concepto de tiempo (kāla) y ciclos (chakra): desde los ciclos de los planetas hasta los ciclos de la respiración. Enseña a trabajar con la energía sutil del cuerpo para poder llegar a la iluminación. La entidad Kalachakara representa a Buda y, por ende, a la omnisciencia. Kalachakra es tiempo y, como todo está bajo la influencia del tiempo, Kalachakra lo conoce todo. Por otro lado, su consorte Kalachakri o Kalichakra está consciente de todo aquello que es infinito, no constringido o fuera del reino del tiempo. Están unidos en la postura Yab-yum, la temporalidad y la atemporalidad en conjunción. De manera similar, la rueda no posee ni principio ni fin.
El Kalachakra Tantra se divide en cinco capítulos, los dos primeros de los cuales se consideran kalachakra base. El primer capítulo habla del kalachakra externo -el mundo físico- y en particular el sistema de cálculos del calendario Kalachakra, el nacimiento y muerte de los universos, nuestro sistema solar y el funcionamiento de los elementos. El segundo capítulo habla del Kalachakra interno, y se refiere a los procesos de gestación y nacimiento humanos, la clasificación de las funciones del cuerpo y la experiencia humana. Y el vajra-kaya; la expresión de la existencia física en términos de canales, vientos, gotas y demás. La experiencia humana se clasifica en cuatro estados mentales: despierto, soñando, dormido y un cuarto estado que es disponible mediante la energía del orgasmo sexual. Explica entonces el potencial (gotas) que le da origen a estos estados, así como los procesos de su funcionamiento. Los últimos tres capítulos describen al “Kalachakra alternativo” y hablan del camino y sus frutos. El tercer capítulo trata de la preparación para las prácticas meditativas del sistema: las iniciaciones de Kalachakra. El cuarto capítulo habla de las prácticas como tal, tanto de las meditaciones del mandala y sus deidades así como las prácticas de la etapa de generación y la etapa de consumación de los Seis Yogas. El quinto y último capítulo describe el estado de iluminación que resulta de la práctica. Así como en todas las prácticas vajrayana, las iniciaciones Kalachakra ayudan al discípulo para poder practicar el Kalchakra Tantra y para poder obtener la Budeidad. Existen dos conjuntos principales de iniciaciones que a su vez se subdividen en once. El primero de estos conjuntos se enfoca en la preparación para las meditaciones de la etapa de generación. El segundo conjunto se enfoca en las prácticas de la etapa de consumación, también conocidas como los Seis Yogas de Kalachakra.
Aquellos que no quieren trabajar las prácticas solo reciben las siete iniciaciones menores. La frase “así como es afuera también lo es dentro del cuerpo” aparece a menudo en el Kalachakra tantra para hacer énfasis en las similitudes y correspondencias que existen entre los seres humanos y el cosmos; este concepto es la base de la astrología Kalachakra. En el Tibet, el sistema astrológico Kalachakra es uno de los bloques principales de la creación del Calendarios astrológicos tibetanos. La astrología Kalachakra es similar al sistema occidental, utiliza cálculos complicados (pero sorprendentemente acertados) para determinar, entre otras cosas, la localización exacta de los planetas. Según el Kalachakra Tantra, el rey Suchandra (tibetano Dawa Sangpo) del Reino de Shambhala pidió enseñanza a Buda para que él pudiera practicar el Dharma sin tener que renunciar a sus responsabilidades y placeres mundanos. En respuesta a su petición, Buda enseñó el primer tantra raíz Kalachakra en Dhanyakataka (Palden Drepung en tibetano, cerca del actual Amaravati), una pequeña ciudad en Andhra Pradesh, en el sureste de India, supuestamente por medio de bilocación (aparecer en dos lugares a la vez), ya que al mismo tiempo estaba entregando el discurso de los sutras Prajnaparamita en la montaña del Pico del Buitre, en Bihar. Además del rey Suchandra, noventa y seis emisarios y reyes menores de Shambhala también recibieron las enseñanzas. Kalachakra fue recibido entonces en Shambhala y allí permaneció en exclusividad por cientos de años. Los futuros reyes Manjushrikirti y Pundarika condensaron y simplificaron las enseñanzas bajo el nombre de Sri Kalachakra o Laghutantra, y su comentario principal, Vimalaprabha, que sigue siendo, hoy en día, el corazón de la literatura Kalachakra.
Rigdan Tagpa o Manjushrí Kírti nació alrededor del 159 a.C. y fue regente de Shambhala con más de 300.000 seguidores de la Mlechha, Yavana o religión occidental, en que algunos de ellos adoraban al sol. Se dice que Manjushri expulsó a todos los herejes de esta tierra, pero que después de escuchar sus peticiones les permitió regresar y, para su beneficio y beneficio de todos los seres, expuso la doctrina Kalachakra. En el 59 a.C. le entregó el trono a su hijo, Pundarika, y al poco tiempo falleció, y entró así al Sambhoga-káya de la Budeidad. Actualmente existen dos tradiciones de Kalachakra, el linaje Ra (tibetano Rva-lugs) y el linaje Dro (tibetano Dro-lugs). Aunque existen muchas tradiciones de los textos Kalachakra del sánscrito al tibetano, las traducciones Ra y Dro se consideran las más confiables. Cada tradición ofrece una historia diferente acerca de cómo las enseñanzas Kalachakra lograron regresar a la India desde Shambhala. En ambas tradiciones, el Kalachakra y sus comentarios (algunas veces conocidos como Bodhisattvas Corpus) regresaron a la India en el año 966 d.C. gracias a un pandit hindú. En la tradición Ra, este personaje se conoce como Chilupa, mientras que en la tradición Dro se le conoce como Kalachakrapada El Mayor. Eruditos como Helmut Hoffman han sugerido que se trata de la misma persona con diferente seudónimo. Chilupa/Kalachakrapada viajó a Shambhala para recibir la enseñanza de Kalachakra y logró recibir la iniciación por parte del rey Durjaya, el cual se le manifestó como Manjushri. Al regresar a la India, Chilupa/Kalachakrapada logró derrotar en debate a Nadapada (en tibetano Naropa), el abad de la Universidad de Nalanda, uno de los centros más grandes de pensamiento budista de la época. Chilupa/Kalachakrapada inició entonces a Nadapada (que vino a ser conocido como Kalachakrapada El Menor) en la tradición Kalachakra. Los demás linajes indotibetanos surgieron a partir de ellos dos.
Más tarde, la tradición Kalachakra, así como todo el budismo Vajrayana, desapareció de la India debido a las invasiones musulmanas, y logró sobrevivir exclusivamente en Nepal. El linaje Dro se establece en Tíbet por un discípulo Kashimiri de Nadapada, conocido como Pandita Somanatha, el cual llegó al Tíbet en 1027 o 1064 d.C., según el calendario utilizado, junto a su traductor Droton Sherab Drak Lotsawa, del cual recibe su nombre. El linaje Ra llegó al Tíbet por medio de otro discípulo Kashimiri de Nadapada, llamado Samantashri junto a su traductor Ra Choerab Lotsawa (o Ra Dorje Drakpa). Hoy en día, la tradición Kalachakra la practican las cuatro escuelas de budismo tibetano, aunque es mucho más predominante en el linaje Gelug. Es la práctica tántrica oficial de la escuela Jonang y actualmente lucha para ser reconocida como la quinta tradición del budismo tibetano. El Kalachakra Tantra ha sido fuente de controversia en occidente debido a que el texto contiene pasajes que pueden ser interpretados como una demonización del Islam. Esto se centra en una profecía de guerra santa entre Budistas y “bárbaros” (en Sanscrito mleccha). Un pasaje en especifico del Kalachakra dice, “El Chakravartin aparecerá al final de los tiempos en la ciudad que los dioses crearon en el Monte Kailasa. Castigara entonces a los bárbaros dentro de la batalla con su cuaternaria armada sobre toda la superficie de la tierra.”.
La profecía de la guerra de Shambhala representa al triunfo de la raza humana sobre el militarismo religioso y el nihilismo/materialismo. El Kalachakra Tantra ofrece una visión de elevación del espíritu humano más allá de estas fuerzas. Expresa una intención de unir a la humanidad en una sola raza “vajra”, teniendo en cuenta que cada ser humano posee la misma esencia o “naturaleza budica“, más allá de cualquier noción conceptual de “si mismo” que se base en lo cultural, étnico o emocional. Es decir, está más allá de toda influencia histórica y religiosa. Aunque el Kalachakra profetiza una guerra religiosa, tal cosa estaría en conflicto con los juramentos de las enseñanzas budistas Mahayana y Theravada que prohíben la violencia. Según Alexander Berzin, el Kalachakra no fomenta la violencia en contra de las personas sino más bien en contra de la agresión mental y emocional interna que resulta en la intolerancia, el odio, la guerra y la violencia. El comentarista Gelug Kaydrubjey interpreta a la “guerra santa” como el combate interno que los practicantes sostienen contra las tendencias demoniacas y bárbaras de su interior. Esta sería una solución a la violencia ya que el Kalachakra dice que las condiciones del exterior dependen de las condiciones del interior, específicamente de la “Conciencia” de los seres. Vista de esta manera, la guerra ocurre dentro de la mente y emociones del practicante. Es la transformación de la mentalidad arcaica de la violencia en el nombre de la religión y la ideología en sabiduría y contemplación espiritual.
La iconografía tantrica incluye armas filosas, escudos y cadáveres. Todos estos elementos parecen estar en conflicto con los preceptos de no-violencia, pero realmente representan a la transmutación de la agresión en un método para sobrepasar al ego y a la ilusión. Tanto Kalachakra como su protector dharmico, Vajravega, sostienen una espada y un escudo en sus segundas manos derecha e izquierda. Son una expresión del triunfo de Buda sobre el ataque de Mara y su protección sobre todos los seres sintientes. Se le llama Mara a la presencia oscura que intentó evitar que Siddharta Gautama alcanzara la iluminación. Hay muchas fuentes sobre qué es realmente “Mara“, aunque todas concuerdan en que trató de evitar que Siddarta alcanzara la iluminación. El investigador Robert Beer agrega: “Mucho de estos elementos de guerra tienen origen en la arena de batalla y en los campos fúnebres. Como imágenes primordiales de la destrucción, sacrificio, asesinato y necromancia estas armas fueron arrebatadas de las manos de la maldad y se han transformado en objetos que aniquilan a la raiz de la maldad como tal, la identidad conceptual que genera a los cinco venenos de la ignorancia, el deseo, la ira, el orgullo y la envidia. En las manos de los siddhas, las dakinis, las deidades iracundad y los dharmapalas, estos implementos son armas de transformación y de compasión con las que se destruyen a los cientos de ilusiones del ego humano inflado”. Esta profecía también puede referirse a las incursiones islámicas que destruyeron de manera deliberada a la religión Budista en estas regiones del continente La profecía incluye descripciones detalladas de los futuros invasores así como métodos no-violentos para asegurarse de que la enseñanza budista pueda sobrevivir a este evento.
Otra porción de las enseñanzas Kalachakra describe a las mujeres de manera bastante negativa. En su discurso sobre el Kalachakra, en Illinois en 1999, el Dalai Lama hizo pausa durante su lectura para disculparse por la manera tan crítica en la que el texto habla acerca de las mujeres e hizo hincapié en que esta parte estaba dirigida a los monjes que deben evitar a las mujeres. Otra parte controversial en Occidente se refiere a la dimensión sexual de las enseñanzas y la iconografía de la pareja en unión. El estado extático de la unión sexual es una parte elemental de la práctica Kalachakra, pero siempre se hace advertencia acerca de como los factores humanos básicos pueden contaminar a esta práctica que es pura en su esencia. La profecía de Shambhala establece que cada uno de sus reyes reinarán durante 100 años y habrá 32 reyes (esto nos lleva a unos 3200 años). Y, cuando pase su reinado, las condiciones en el mundo exterior se deterioraran, los hombres se volverán más bélicos y perseguirán el poder para su propio bien y una ideología de materialismo se extenderá en la tierra. Cuando los barbaros, quienes siguen esta ideología, estén unidos bajo un rey perverso y crean que no hay nada más por conquistar, los místicos surgirán para revelar las montañas de hielo de Shambhala. Los barbaros atacaran Shambhala con una armada enorme, equipadas con armas terribles. Entonces el 32º Rey de Shambhala, Rudra Cakrin inducirá a un extraño contra los invasores. En una última gran batalla, el rey perverso y sus seguidores serán destruidos. El Buda profetizo que todos los que recibieron el poder de Kalachakra volverían a renacer en su mándala.
El exterior significa relaciones con el universo y todas las ciencias tradicionales, tales como astronomía, astrología, matemáticas, medicina… El interior significa relaciones con el cuerpo humano, su estructura interna y energías sutiles, cuyo desarrollo se debe al yoga y tantras. El significado del secreto se refiere al ciclo completo del estudio y practica de la meditación tantrica sobre Kalachakra y sus mándalas. El Kalachakra Tantra es visto como la esencia y el corazón de Vajrayana. El primer rey de Shambhala, Sucandra, una emanación de Vajrayana, necesitó a Buda Sakyamuni para dar lecciones acerca de Kalachakra. En el día de la luna llena del 3º mes, en la estepa de Dhanyakataka, en el sur de la India, antes de una reunión de innumerables Budas bodhisattvas, Dakas, Dakinis, Dioses, magas y yakshas, el Buda se manifestó en forma de Kalachakra, trasmitió el completo poder y dio enseñanzas sobre este tantra, que pertenece a la clase más profunda. Cuando volvió a Shambhala, el rey Sucandra construyó un mándala tridimensional de Kalachakra, se absorbió el mismo en la práctica y dio la trasmisión de todo el ciclo a los habitantes del Reino de Shambhala. Según dice la tradición, hoy en día, en el Asia Oriental, se extiende un gran desierto sobre la Tierra, usado por los llamados seres de Venus como el hábitat de su Señor Cósmico. Es conocido como el Desierto de Gobi y fue en ese tiempo un hermoso mar interno, en el centro del cual yacía una bella, verde y brillante isla, a la que ellos llamaron la Isla Blanca, y que iba a ser el sitio para la construcción de la Shambhala eterna, “el hogar del amor celestial”. Los treinta voluntarios de Venus comenzaron la gran tarea de construir sobre la Isla Blanca un Templo de Luz, para ser el hogar de Sanat Kumara y sus lugartenientes. Desde Shambhala, salieron los primeros mensajeros nombrados por Sanat Kumara. Siempre el nombre de Shambhala resuena en los corazones de aquellos privilegiados que la han visitado, han sido bendecidos por ella, y quienes han ido hacia adelante, renovados en el vigor espiritual para bendecir a las masas de la humanidad. ¡Ahora, un nuevo Señor del Mundo ocupa el lugar de Sanat Kumara! El Señor Gautama, también, es una presencia radiante de amor. Al final de cada año llegan a Shambhala Seres Cósmicos, Maestros Ascendidos, ángeles, y chelas devotos, para comulgar con él y ser reasignados para trabajar por todas partes. Quiénes han visitado Shambhala y han caminado encima del puente de mármol, bendicen a los constructores de Shambhala, a su Primer Gran Señor, Sanat Kumara, y ahora, a su sucesor, el Señor Gautama.
Volvemos de nuevo a la historia de Rapsag. Éste abandonaba cada semana el templo para llevar la cebada seca mezclada con mantequilla de yak y el tsampa, a un anciano monje que había optado por vivir en solitario en una cueva de la montaña. Era un bodhisattva, o ser sagrado probado en el ayuno, en la renuncia y en los misterios. Este ermitaño contaba con más de ciento cincuenta años. Sus milagros y hazañas eran escuchados por los novicios con asombro e incredulidad. Pero no todo era alegría y virtud, puesto que como en todo colectivo humano no faltaba el monje mezquino, el sacerdote acomodado y los seres sin fe, que tenían la vida monacal como refugio de sus pobres personalidades. El viejo monje solitario, permanecía casi todo el día en postura de loto, practicando la meditación. Rapsag sabía que en algunos casos había mantenido la postura por más de una semana, puesto que la comida que le había llevado una semana antes, permanecía envuelta en la saca de piel donde la portaba. De este ermitaño se hablaba de su poder para desplazarse en el aire, sin tocar el suelo, se comentaba igualmente que se le había visto en dos sitios distintos a la vez. Tenía el don de profecía y la facultad de penetrar en los corazones humanos. Nadie sabía su nombre, tan solo se le conocía como el bodhisattva de la montaña. Tan solo pequeños saludos ceremoniales habían mediado entre el ermitaño y el novicio. El miedo y el respeto, mezclados con unas buenas dosis de admiración le impedía a Rapsag, acceder a preguntas o conocer más de las hazañas del anciano ermitaño. Aquella mañana cuando finalmente estaba llegando a la cueva, el anciano estaba sentado en la postura de loto, pero extrañamente, permanecía despierto, observando con ojos penetrantes la llegada del joven monje, que dijo:. “Maestro; te ruego aceptes estos alimentos que me han ordenado traer desde el convento”. A lo que el maestro respondió: “Déjalos junto a la pared. No tengo hambre”.
¿Cómo era posible que no tuviera hambre, si todavía estaba sin abrir el zurrón de la semana anterior con el tsampa intacto? ¿Cómo era posible, que sin comer casi nada, el anciano estuviera proporcionado y sin signos de degeneración o abandono? – Se preguntaba Rapsag mentalmente. El anciano esbozando una sonrisa replicó: – El mejor de los alimentos, joven monje no crece sobre los campos terrenales, sino en las praderas celestes. Si comes una manzana, saciarás el hambre, pero si comes la semilla de la manzana, aún siendo más pequeña, comerás un manzano. Pero si te alimentas del prana de la manzana, se saciará tu cuerpo y tu espíritu. – ¿Y cómo demonios se puede comer el prana de la manzana? – pensaba el novicio. Otra sonrisa del ermitaño fue la única respuesta que obtenía el joven. Prana es una palabra en sánscrito que hace referencia a “lo vital“, y puede traducirse como principio vital o aliento de vida, sexto principio de la Constitución septenaria del Hombre. Es la vitalidad, la fuerza vital, la Vida que impregna el cuerpo al que llamamos vivo de todo hombre, animal o vegetal; energía o potencia activa, origen de los procesos vitales. Su origen es la Vida universal, eterna, indestructible. La porción individualizada en todo ser vivo vuelve a su seno al morir el cuerpo físico. La fuerza de las cosas vivas y la energía vital en el proceso natural del universo. Se manifiesta en forma de calor, corrientes eléctricas, coloración, tono muscular, fluido nervioso, etc. De forma práctica, se puede explicar de diferentes formas, como por ejemplo, los sentimientos fisiológicos de hambre, sed, calor o frío. Todos los sentimientos o energías que aparecen o fluyen en el cuerpo, pueden ser interpretadas como una evidencia de que el prana está ahí, ya que es lo que distingue a un cuerpo vivo de uno muerto.
Cuando un ser vivo muere, el prana o fuerza vital escapa por sus orificios y poros. Para la Ciencia Kun-Li, Prana es la energía Cósmica Primaria, y tiene diversas formas de manifestación, es indestructible y está sujeta a transmutaciones ilimitadas y metamorfosis eternas. Puede mover los astros, sostener galaxias, crear los campos psíquicos, hacer circular la sangre, dar calor o frío, etcétera. El Prana está formado por glóbulos vitales cuya energía es completamente distinta a la luz, pero depende de la luz para su manifestación. De acuerdo a la Ciencia Kun-Li, en el Universo todo es una manifestación del Prana. Así Prana es: calor, luz, gravedad, magnetismo, vigor, vitalidad, pensamiento, emociones, Alma y Espíritu. Prana es un concepto fundamental en el Ayurveda y el Yoga donde se propone que él fluye a través de una red de canales llamados nadis. Los tres principales canales son el Ida, el Pingala y el Sushuma. En algunas prácticas, como el Pranayama, se cree que el hecho de alternar la respiración por una y otra ventanas nasales permite que el prana fluya por el cuerpo. Cuando el prana entra en un período de intensa actividad, la tradición yóguica se refiere ella como Pranotthana. El concepto de Prana se expone por primera vez en los Upanishads, donde aparece como parte de la realidad física y es el soporte del cuerpo y la madre de la mente y el pensamiento. El Prana tiñe cualquier forma de vida, pero no es en sí mismo el Atman o alma individual. El concepto de Prana puede también clasificarse en categorías, llamadas pranas. De acuerdo a la filosofía hindú, estos son los principios de la energía básica y facultades sutiles de un individuo, que sostienen sus procesos fisiológicos. Los cinco pranas o corrientes vitales en el sistema Hindú son: Prana, Apana, Vyana, Udana y Samaná.
Pasaron unos instantes. Se sentaron uno enfrente de otro. Tomaron unas escudillas de metal y se pusieron a comer un poco de papilla. El Sol iluminaba casi toda la cueva. La estancia, no tenía prácticamente nada. Un camastro con lana de yak, dos o tres recipientes para el agua, la comida y nada más. ¿Cómo podía vivir un ser humano en aquella miseria y sin embargo ser feliz? El anciano, capaz de leer en la mente del intrépido aprendiz se anticipó a sus especulaciones diciendo: “El monasterio donde habitas, incluso tu propio cuerpo no son sino prisiones para tu espíritu. Solo cuando dejamos nuestra envoltura carnal podemos viajar sin límite entre hombres y dioses, entre ángeles y demonios. La cueva que tú consideras miserable no es para mí sino el estímulo para viajar cada momento de mi vida hacia los límites de la imaginación humana. El viaje astral, del que has oído hablar entre los monjes es algo habitual en nuestras disciplinas. Este viaje se pude realizar cuando dejas tu cuerpo físico en estado letárgico y desplazas tu cuerpo astral fuera del mismo. Todos los seres del Universo practican esta forma de viaje. Por encima de los conventos de piedra donde tú habitas, existen otros conventos espirituales, con paredes de luz, donde nos reunimos seres del rincón más alejado de la Tierra o el más extraño ser de las infinitas estrellas que pueblan el firmamento nocturno”. “¿Cómo puedo realizar yo ese viaje, venerable maestro?” respondió el joven monje.
“Practicando la disciplina del cuerpo, de la mente y del espíritu. Siguiendo las enseñanzas que tus maestros te enseñan en el monasterio. – Pero, aunque practicamos la meditación a diario, y aunque seguimos las recomendaciones de los más altos lamas. Pocos son los que consiguen realizar las hazañas que aseguran tú has conseguido. – Te aseguro joven Rapsag, que si diriges tu entrenamiento hacia la conquista de milagros, prodigios y al narcisismo espiritual, no solo no conseguirás nada de cuanto te propones, sino que te adornarás de los defectos y de los vicios del ego. La práctica de la meditación no solo, no debe ser dirigida hacia cualquier forma de progresar en el ego, sino hacía la anulación del mismo. Cuando llegas al Satori; es decir, cuando llegas a la plenitud de la concentración espiritual, tu ego se diluye, siendo en ese instante, flor, nube, animal, dios o diablo. Los prodigios y los milagros son para los circenses que creen por lo que ven, no por su auto-realización y discernimiento. Los que solicitan milagros y fenómenos solo pretenden satisfacer sus sentidos, mientras que la meditación perfecta, anula los sentidos terrenales, dejando libre el sendero del espíritu. Dirige toda tu voluntad hacia la perfección de tus hábitos, de tus apegos, de tus debilidades. Y ejercita en el silencio y en el aislamiento la imaginación con toda tu fuerza. Solo con la imaginación, y con la disciplina de los sentidos podrás acceder a la senda del espíritu”. “Pero Maestro; todo cuesta mucho. Hay que repetir y repetir y aún así no se consigue la perfección”.
“Ciertamente, querido hijo; la vida en la Tierra es dolor, es experimentación, es aprendizaje. Venimos una y otra vez para poder superar el error de ayer y penetrar en el nuevo error del mañana. Dentro de numerosas vidas conseguiremos acceder a otra morada celeste, donde la senda no es tan dolorosa. Pero el mayor dolor, lo da el apego, el deseo, y la ambición para tener cosas materiales y para adornar al ego de poder pasajero. Es importante por tanto vivir en armonía de cuerpo y espíritu y seguir la senda del equilibrio. Tener lo necesario y buscar cada día ser feliz con la práctica de la virtud y del camino correcto”. – ”¿Y cómo puedo encontrar la senda del equilibrio; Maestro?” – “No puedes vivir en un palacio con todas las comodidades y esperar la perfección, pero tampoco puedes esperar encontrar la senda viviendo como yo en esta cueva”. Aquella afirmación dejó perplejo al novicio, que con un respingo replicó: – “¿Y por que vives tu entonces en esta forma miserable de existencia? “. “Querido hijo. Yo no viví en la cueva toda mi vida. Fui joven, gocé de la vida en todos sus extremos, Tuve mi familia y mi esposa. Pero llegado el tiempo oportuno, el espíritu me indicó este camino que acepté de buena gana, puesto que en todo caso me ha llevado a un estado más elevado de conciencia y a una existencia feliz. Si tú eres joven, vive como joven, practica la virtud como tal y comete los errores necesarios, para aprender de ellos y seguir creciendo. Si llegas a viejo, vive con la dignidad y con la objetividad de tu edad. No busques entonces nada para ti, sino para dios y para tus semejantes. Pronto comprenderás cual es el objetivo de mi estancia en esta cueva, incluso de tu presencia en la misma”.
Aquello se ponía intrigante. ¿Qué sabía el viejo ermitaño, respecto del futuro de Rapsag?… En los meses sucesivos se darían no solo una sino miles de respuestas que colmarían la expectación del novicio, entre las que destacamos: “Para conseguir la perfección aprende estas reglas que en todo caso hablan de equilibrio, de armonía y de justicia. No creas todo cuanto elabora tu mente, ni niegues todo cuanto te muestra la misma. Encuentra el camino del medio con entendimiento y discernimiento equilibrado y correcto. Si tu mente te propone desarrollar procesos de pensamientos negativos, nos los alimentes. Pero no vivas colgado de alucinaciones irreales. Busca el sendero del medio, pensando con corrección y en armonía con las leyes de la Naturaleza y del hombre. – No hables todo el tiempo revelando cuanto elabora tu mente, pero tampoco estés callado sin comunicar emociones y pensamientos. Busca con armonía el equilibrio y comunica correctamente lo que produce sabiduría, amor y felicidad en tu entorno y a tus semejantes. – No estés todo el día en actividad. Pero tampoco estés ocioso. Realiza en forma correcta y con equilibrio el ritmo de la acción y de la no-acción. – No seas consumista, excéntrico y amoral, pero tampoco te niegues, te anules o mueras en la soledad, en la inacción y en la inoperatividad por miedo o por el mal entendido camino de la virtud. Vive en forma armoniosa con corrección, practicando las leyes de dios y las de los hombres. – Aun estando todo el día esforzándote no podrás cambiar el ritmo de las estaciones y anular la necedad del necio. Pero tampoco estés pasivo y derrotado antes de emprender la lucha de la perfección. Emplea el esfuerzo preciso en forma correcta y equilibrada. – Si caminas todo el día mirando a la copa de los árboles, tropezaras con los obstáculos del suelo, pero si caminas mirando solo al suelo, golpearás tu cabeza con las ramas de los árboles. Practica la atención correcta y equilibrada en cada acción y en cada no acción. – No puedes estar todo el día fijando tu atención en el movimiento de una mosca, pero tampoco puedes estar abstraído en la búsqueda de imágenes mentales. Utiliza la concentración equilibrada y correcta”.
“Estas son las ocho leyes fundamentales que nos enseñó el gran maestro Buda y que todos practicamos con mejor o peor acierto. La clave está en no matar ni morir por los apegos y no fomentar el egoísmo. Los problemas, querido hijo no están tanto fuera, sino dentro de nosotros mismos, en nuestras obsesiones, prejuicios y falsos conceptos culturales. Es el deseo desmedido el que causa nuestro dolor. Es la posesión de cosas lo que nos hace elaborar el miedo a perderlas. Es la lucha egóica del poder que nos asemeja al macho dominante y beligerante de la manada. Encuentra la senda del equilibrio y vive observando dentro de ti, pues dentro de ti están las respuestas. Tú no eres quien crees ser, sino lo que el espíritu te revela día a día, pues no existe ningún libro más extenso que el que has escrito tú, vida tras vida en cada una de tus reencarnaciones por el camino del Samsara (proceso infinito de reencarnaciones). – Recuerda, mi joven amigo: No hay incendio como la pasión, no hay ningún mal como el odio. El dolor es inevitable, pues vivimos en un planeta binario de luz y de sombra, pero el sufrimiento es opcional. Todo lo que somos es el resultado de nuestros pensamientos. Recuerda las palabras del Buda: El insensato que reconoce su insensatez es un sabio, pero un insensato que se cree sabio, es verdaderamente un insensato. No busques imitarme, no busques realizar mi senda. Encuentra la tuya y aprende de tus errores”. Fueron estás y otras tantas jornadas las que el joven Rapsag, almacenó en su corazón y las que crearon su posterior conciencia. Pasaron los días, los meses y tres años más, hasta que llegó el preciso instante en el que el Karma del anciano y del joven monje se juntaron por la Ley del destino en la realización del misterio más importante de la Historia de la Humanidad.
Mientras que en la Tierra los días y las noches pasaban las páginas de las alegrías y tristezas de los pobres seres humanos, a varios años luz de nuestra residencia cósmica, se sucedían otros acontecimientos de naturaleza asombrosa. El año siete antes de Cristo era el tiempo preciso para que el Divino Avatar de Piscis se encarnara en la Tierra y activara la Ley del Amor entre los humanos. Los dioses (planetas) Júpiter, Saturno, Urano y Plutón, transitaban entre las moradas zodiacales de Piscis y Virgo. Era por tanto el preciso momento para producir una catarsis cultural en la primitiva civilización humana de aquel tiempo. Desde el planeta Hoova, cuyo máximo representante fuera al que deificaron los antiguos como Heová (o Jehová), a millones de años luz de la Tierra, y desde un enorme planeta de la constelación de Sirio; dos seres dorados, de altísima frecuencia espiritual, debían acudir al servicio de la evolución del planeta terrestre. Se trataba de dos verdaderos gemelos espirituales, de idéntica evolución, que habían sembrado miles de años antes, la vida en diversos planetas, incluido el nuestro y que ahora, debido a la conjunción planetaria y al calendario evolutivo de la propia raza terrestre, debían prestar servicio. Pocos son los que conocen la mecánica del espíritu, incluso contarlo resulta nada más y nada menos, que pura ciencia ficción, para el entendimiento humano. Estos dos seres, de los que hablaremos posteriormente, viven en una dimensión más elevada. Su espíritu es casi andrógeno; es decir, que han reunido en ellos los dos sexos, rozan la perfección y desde luego insuperables por ningún mortal de nuestra dimensión.
El consejo de los veinticuatro ancianos de la Galaxia, la máxima jerarquía de este Universo, dio el visto bueno y movilizaron personal y medios para que se diera esta misión. Detrás de la Luna terrestre se encuentra, desde hace muchos miles de años, orbitando dentro de nuestro sistema solar una enorme plataforma de varios kilómetros de largo, que desde el punto de vista esotérico, se le ha dado el nombre de Luna negra, puesto que no es visible al ojo humano y a los telescopios convencionales. Se trata de una especie de luna metálica flotante, donde los seres del espacio, que sembraron la vida en nuestro planeta, tienen una base tremendamente operativa de control y seguimiento de la especie. En una de sus estancias, se encuentra una especie de cementerio viviente. Esto parece una contradicción, puesto que si es cementerio, no puede ser viviente, en la medida que sus moradores por lógica estarían muertos. Se trata en realidad de seres que han dejado su cuerpo en estado cataléptico, desplazando o desdoblando su cuerpo astral, para compenetrar con él a seres de la Tierra. La gran mayoría de los seres que han generado cambios importantes en nuestro planeta, tanto de naturaleza espiritual como científica, han sido pilotados por estos espíritus. Dejan su cuerpo, alimentado con constantes de supervivencia, pero al verse libres de las ataduras carnales, penetran en seres predispuestos en la tierra para realizar su misión. Los seres a su vez compenetrados, son personas de una dimensión más baja, es decir, de tercera dimensión terrenal, que antes de reencarnar, han elegido hacer esta misión para evolucionar con más rapidez. Es como si prestarán su cuerpo a otra entidad de una dimensión más alta.
En el transcurso de un tiempo o incluso toda una vida, estos seres pilotados notan que sus palabras son dirigidas por otro, que sus visiones, sueños y sentimientos, no son suyos, pero a la vez, al sentir esta compenetración, su alma se libera de la ignorancia y viven en una perfecta comunión. En la iglesia católica, se dice que el Espíritu Santo le ha compenetrado. Y ciertamente se trata de espíritus santos, que ayudan de esta manera a la raza humana. Cuando el instrumento terrenal compenetrado fallece, o deja de ser operativo, el espíritu retorna al ataúd metálico donde duerme el ser superior y retoma su vigilia para seguir su camino, o bien compenetra a otro o a otros a la vez, puesto que si el espíritu es muy poderoso, puede influir no solo sobre un individuo sino sobre varios. Dos de los personajes más viejos de esta estación espacial, que siguen operativos, son los llamados por la Biblia, Enoc y Elias. Ambos subieron extrañamente al cielo en “carros de fuego” y aún no han regresado. Pero existen otros tantos, de diversas culturas, de distintas razas, operando a través de seres elevados, científicos y gobernantes, para realizar su misión, silenciosa, pero tremendamente operativa. Se determinó, por tanto, por parte del Consejo de los veinticuatro Ancianos, que estos dos seres entraran en la Luna Negra para realizar su misión. Pero al ser entidades de una dimensión muy elevada, requerían no de simples mortales, sino de personas más evolucionadas, puesto que un simple mortal no podía ser compenetrado por este tipo de evolución tan elevada. Tenían que hacer una mutación genética, precisa, para crear seres que teniendo un cuerpo físico normal, nacido de madre normal, tuvieran a su vez una psiqui más elevada. Algunos autores llaman Lilita o Lilith a la Luna Negra (o sea, la Luna en su apogeo, en la parte más lejana a la Tierra) basándose en una antigua leyenda judía que consideraba a la tal Lilith como esposa de Adán, antes de Eva, y que se rebeló y se fue del Edén o Paraíso.
Fueron escogidas dos jóvenes mujeres; una en la Capadocía, la actual Turquía, en su tiempo bajo dominación romana y otra mujer en Palestina, que en igual medida estaba dominada por el mismo imperio romano. La primera mujer no era sino la propia madre de Apolonio de Tiana, y la segunda, la llamada Virgen María, que dio a luz, a Jesús el Cristo. Ambas fueron manipuladas e inseminadas con valores de aceleración psíquica en sus óvulos por entidades del espacio. En el vientre llevaron por tanto, un ser mitad humano, mitad alienígena. Y fueron por tanto estos dos seres los que sirvieron de instrumento a los dos cristos espirituales, que dormitaban en la Luna Negra. Curiosamente, la madre de Apolonio, vio en sueños, su embarazo dirigido por estos seres, y de todos es sabido, que la Virgen María, fue visitada por una entidad de espacio llamado “Gabriel” que le anunció su embarazo en forma sobrenatural. Tan solo se necesitaba un plan humano, que tutelara, enseñara y ayudara a ambos niños nacidos a tomar el camino del conocimiento y la virtud y a realizar la misión para la que fueron creados. Pero este plan, no correspondía tanto a las fuerzas celestes, sino a los humanos. Los siguientes acontecimientos iban a ser decisivos.
Apolonio de Tiana (Tiana, Capadocia, 3 a. C. – Éfeso, estimado el 97 d.C.) fue un filósofo, matemático y místico griego de la escuela pitagórica. Debió de nacer Apolonio en Tiana (ciudad de la Capadocia, actualmente llamada Kiz Hissar -Kemerhisar-, a 3 km al sudoeste de Nigde), en los primeros años de la era cristiana. Pretendía descender de los antiguos fundadores de Tiana; era un niño prodigio, y cuando, a la edad de catorce años fue llevado a estudiar con Eutidemo, profesor de retórica en Tarso, sintió tal disgusto al ver la relajación de costumbres de aquella ciudad, que consiguió que su padre le permitiera trasladarse a un pueblo vecino. Siguiendo el ejemplo de la mística de Pitágoras, cuyas doctrinas había abrazado, sólo se alimentaba de legumbres, se abstenía del vino y de las mujeres, daba sus bienes a los pobres y vivía en los templos. Su género de vida y su lenguaje sentencioso y oscuro hicieron tal impresión que no tardó en verse rodeado de numerosos discípulos. Se dice que fue admirado por los brahmanes de la India, los magos de Persia y los sacerdotes de Egipto. En Hierápolis, en Éfeso, en Esmirna, en Atenas, en Corinto y en otras grandes poblaciones de Grecia, Apolonio apareció como preceptor del género humano, visitando los templos, corrigiendo las costumbres, por ejemplo los sacrificios de animales para los dioses, y predicando la reforma de todos los abusos.
Quiso ser admitido en los misterios de Eleusis, pero a cambio fue tratado como un mago y se le prohibió la entrada en ellos. Este interdicto no le fue levantado sino cuando ya estaba en los últimos días de su vida. En Roma, a donde según su expresión había ido para ver “qué especie de animal era un tirano“, condenó el uso de los baños públicos. También se dice que hizo milagros. Al pasar delante de él el féretro de una doncella de una familia consular, se acercó a ella, pronunció algunas palabras místicas y la doncella se levantó y se fue caminando hacia la casa de sus padres. Éstos le ofrecieron una crecida suma, pero él la aceptó sólo para dársela como dote a la doncella. Un día, encontró una multitud que aterrada miraba un eclipse de sol en medio de una fuerte tormenta. Apolonio miró al cielo y dijo en tono profético: “Algo grande sucederá y no sucederá”. Tres días después cayó un rayo en el palacio de Nerón y derribó la copa que el Emperador se llevaba a los labios. El pueblo creyó ver en aquel incidente el cumplimiento de la profecía de Apolonio.Vespasiano, que le había conocido en Alejandría, le miraba como hombre divino y le pedía consejo. Habiendo cantado un día Nerón en un teatro en los juegos públicos, Tigelino preguntó a Apolonio qué pensaba del Emperador: “Le hago mucho más favor que tú, respondió el filósofo; tú le crees digno de cantar; yo de callarse“. El rey de Babilonia le pedía un medio de reinar con tranquilidad. Apolonio se limitó a contestarle: “Ten muchos amigos y pocos confidentes“. Luego habiendo sorprendido a un esclavo eunuco con la concubina de dicho rey, el príncipe preguntó a Apolonio cómo castigaría al culpable. “Dejándole la vida“”, contestó el filósofo. Y como el rey se mostraba sorprendido, añadió: “Si vive, su amor será el mayor de los suplicios“.
En el reinado de Domiciano, Apolonio fue acusado de magia, encerrado en un calabozo, después de haberle hecho cortar el pelo y las barbas, y allí cargado de grillos y cadenas. Desterrado después por el mismo Emperador, murió al poco tiempo, lo cual no fue obstáculo para que a su muerte se le erigieran estatuas y se le hicieran honores divinos. Éfeso, Rodas y la isla de Creta pretenden poseer su tumba, y Tiana, que le dedicó un templo, obtuvo en memoria suya el título de ciudad sagrada, lo que le daba el derecho de elegir magistrados. Lampridio asegura que el emperador Alejandro Severo tenía en su oratorio entre los retratos de Jesús, Abraham y Orfeo, el de Apolonio; Vopisco, en su Vida de Aurelio, que hace de él grandes elogios, dice que debe honrársele como ser superior. Hasta el siglo V, la reputación de Apolonio se mantuvo viva aun entre los cristianos. Prueba de ello es que León, ministro del rey de los visigodos, invitó a Sidonio Apolinar, obispo de Auvernia, a que le tradujera la vida del filósofo escrita por Filóstrato. El obispo escogió el ejemplar más correcto y sobre él hizo su traducción que remitió al ministro con una carta en que ensalza las virtudes del filósofo; diciendo que para ser perfecto sólo le faltaba haber sido cristiano. Al parecer, el descrédito otorgado a él fue causado por sus mismos discípulos que, queriendo realzar el mérito de su maestro, le han presentado como un impostor atribuyéndole milagros y profecías que le colocan a la altura de los embaucadores vulgares. La vida que posteriormente escribió Filóstrato está tomada de otra debida a uno de los compañeros de Apolonio, llamado Damis.
Jacques Bergier , en su libro Les Livres Maudits, dice: “El lector podría preguntarme de dónde he sacado la idea de que obras pertenecientes a civilizaciones muy antiguas se encuentren en la India. Esta idea no es nueva; fue introducida en Occidente por un personaje tan fantástico como Apolonio de Tiana… Apolonio de Tiana impresionó mucho a sus contemporáneos y a la posteridad. Se atribuyen a Apolonio poderes sobrenaturales, que él mismo niega con la mayor energía. Es indudable que viajó a la India. Murió a una edad muy avanzada, más de cien años… Lo cierto es que Apolonio de Tiana afirmaba que existieron en su época, o sea en el siglo I después de J.C., en la India, libros extraordinarios y muy antiguos que contenían una sabiduría procedente de edades extinguidas, de un pasado muy remoto. Al parecer, Apolonio de Tiana trajo de la India alguno de estos libros, y conviene observar que, gracias a él, encontramos en la literatura hermética pasajes enteros de Upanishads y de la Bhagavad Gita… Damis habla, en lo que nos queda de sus notas, de reuniones secretas, de las que él era excluido, entre Apolonio y los sabios hindúes… También parece que éstos recibieron a Apolonio como un igual, que le instruyeron y que le enseñaron más de lo que jamás habían enseñado a ningún occidental“. Apolonio escribió también una biografía sobre Pitágoras, aunque de sus escritos auténticos el único que nos queda es la Apología, conservada por Filóstrato.
Un día cualquiera de los de comienzos del invierno en los Himalayas, Rapsag con su zurrón acudió a la cueva del monje anciano. Los encuentros de los años anteriores le habían aportado un gran conocimiento. El ermitaño por otra parte le había hablado de su próxima marcha. El joven, ante tal perspectiva había comenzado a generar miedo y tristeza, pues si su maestro debía morir, quien le enseñaría, quien le cuidaría y le guiaría por la senda del karma. La veneración al Gurú en aquellas latitudes era algo más que una simple atracción. Se trataba de una verdadera forma evolutiva de ascender hacia el plano del conocimiento. En la India y en los Himalayas no existían, como hoy en día, medios de comunicación, ni espectáculos de los que se podía aprender a más velocidad. Las enseñanzas eran transmitidas de boca a boca por el maestro que habiendo experimentado previamente tal o cual sensación o descubrimiento, las revelaba al alumno, cuando veía que este estaba adelantado. Por ello ser admitido en un monasterio y tutelado por un gran lama o santón, era el mayor de los privilegios a los que se podía aspirar en la escuela del conocimiento. Rapsag pensaba que el anciano iba a morir, incluso que en alguna de las citas semanales, quizás se encontraría el cuerpo de su maestro muerto sobre el camastro de la precaria cueva, pero como casi siempre, estaba equivocado. Aquella mañana, nada más llegar, vio al santón sentado en loto, en un estado de meditación tan elevado, que simplemente estaba a diez centímetros del suelo, en el aire. El joven se quedó perplejo, pues aunque le habían hablado de tales proezas por parte de algunos lamas, jamás se había topado con tal espectáculo.
Silenciosamente dejó el zurrón junto a la pared de la cueva y se dispuso a salir en silencio para no alterar la meditación de su maestro. – “No te vayas, no salgas de la cueva. Hoy debes quedarte” – Susurró el ermitaño todavía con los ojos cerrados y aún en plena levitación. Rapsag, que estaba saliendo de puntillas se quedó petrificado cuando escuchó la voz del anciano. Se paró en seco, con miedo a romper algo o a ser el culpable de haber roto, no un objeto, sino un estado superior del Nirvana, que sin duda era más problemático o más grave que cualquier otro desperfecto físico. “Esta semana no podrás ir al convento. Deberás quedarte aquí, pues llega el momento en que serás iniciado y despertado por tu espíritu, para realizar la misión que antes de nacer has pactado con los dioses”. “¡Pero divino gurú! Si no acudo al monasterio los monjes se preocuparán y subirán a buscarme. Déjame avisarles”. “Ni tu podrás ir, ni ellos acudir. Descansa y observa en el horizonte”. Casi al instante el cielo se obscureció, el frió invadió cada rincón del ambiente, rayos, centellas y truenos, junto con nieve y granizo se desataron en forma intempestiva, haciendo temblar la tierra y el cielo. Y es que en los Himalayas, las tormentas pueden producirse en unos minutos en forma sorpresiva. El joven monje se metió enseguida en la cueva para resguardarse del temporal. Pero curiosamente el anciano hizo todo lo contrario. Se despojó de su túnica en forma lenta y estudiada. La dejó en un lado de la cueva y totalmente desnudo salió de la misma, poniendo su cuerpo a merced del agua del viento y de la nieve. Rapsag se quedó petrificado observando cómo salía vapor, humo y casi fuego del cuerpo del anciano cuando las gotas de lluvia y nieve golpeaban en su cuerpo. ¿Cómo era posible que con el terrible frío que hacía en el ambiente aquel anciano pudiera estar abrasando? ¿Cómo era posible que el agua helada al caer sobre su cuerpo se convirtiera en hielo?
Realmente aquel ser no era de este mundo. Incluso parecía gozar de la tormenta al verle con una sonrisa que delataba un estado orgásmico. – “Hijo mío, cada cosa que vive y late sobre el planeta, tiene energía. Todo es energía, todo es prana. Imagina cuanta de esta energía hay en esta terrible tormenta. Y si la ves tan poderosa, no lo es menos su alma, su mente y el impulso que le anima. Ella, la tormenta, es la que me ha hablado y me ha dicho que me daría la energía para vivir sin alimento. Es la propia tormenta la que me ha enseñado que en cada gota de lluvia, en cada partícula de nieve, en cada impulso del viento, están por nacer e impulsar la vida de millones de semillas, que nacerán próximamente en la llanura y en los valles. Ella me da, de esta manera, el primer soplo de la vida, la primera y más pura de las energías. Y teniendo este alimento, ¿Crees que necesitamos otro?”… La escena era simplemente asombrosa; el anciano desnudo en la entrada de la cueva, expulsando vapor de agua y el joven metido en lo profundo de la penumbra, con los ojos abiertos de par en par y petrificado, no tanto por la tormenta en sí, sino por lo que estaba viviendo. – “Pero maestro ¿Cómo puedo hablar con la tormenta?”… – “Querido hijo; todo el aprendizaje del monasterio, toda la vida empleada por muchos de los monjes y seres que nos han precedido, tan solo tiene como objetivo desarrollar el sexto sentido; el que te hace ver más dentro de ti, que de fuera. Este sentido es el que te hace hablar con cada cosa, ser o entidad que tenga vida, no solo en tu planeta, sino en cualquier rincón del cosmos. El universo está gritando a millones de años-luz de la Tierra, y en la misma forma y medida, gritan los pequeños insectos que ahora mismo pisan tu pies. Pero tus oídos están sordos y tus ojos están ciegos, puesto que solo ves formas materiales, groseras, y perecederas de la realidad. Medita, escucha y observa en tu interior. Cesa en el ruido mundano y comenzarás a escuchar la cálida voz de la tormenta, del fuego, del agua y del viento”. La veneración del alumno se había transformado en verdadero amor. Comprendía ahora Rapsag que el anciano no estaba tan solo, desamparado y abandonado en su cueva. Comprendía ahora el joven novicio que aquel divino gurú había cambiado una forma de vida engañosa, por la verdadera vida. Pues no había lecho más acogedor que el viento que soportaba su cuerpo levitando, ni baño más cálido y vivo que la lluvia de la montaña en su cuerpo, ni cántico más lindo que el sonido de los elementos que le rodeaban y le llenaban de acontecimientos.
Comprendía Rapsag, que su gurú no necesitaba caminar a lomos del Yak o escalar las empinadas cuestas de las montañas heladas, pues desdoblaba su cuerpo a voluntad, y hoy estaba en Mongolia y mañana en la región más alejada del continente americano. Que hoy, en un segundo, estaba en la India, para estar en el segundo siguiente en una Galaxia a millones de años luz de la Tierra. – “¿Comprendes ahora, querido hijo porqué mí retiro voluntario en esta cueva? Si lo que han visto tus ojos en estos años, lo hubiesen visto en el monasterio o en el pueblo ya no sería un ser libre. Habría sido mortificado por el morboso interés de los circenses, que buscan en cada aparente milagro el impulso para fortalecer su fe. Fe que nunca llega, pues no terminan de saciarse de milagros y de sensaciones, cuando el verdadero milagro está en su interior, en su auto-convencimiento; en su propia experimentación. El mal llamado milagro, está asociado a un estado de conciencia en sí. Jamás he buscado el milagro, sino la integración con Dios, y es esa integración deseada y buscada en cada segundo de mi vida, la que produce estos “supuestos prodigios” de los que yo no soy consciente en casi todas las ocasiones. Es tal el estado de gozo que vivo, que no soy consciente ni recuerdo lo que pasa con mi cuerpo y con los elementos que me rodean. Si viviesen entre los humanos, sería adorado como un dios o un profeta, y dejarse adorar, crear sectas o religiones es un pecado kármico que hace involucionar a los seres humanos, haciéndoles dependientes de otro ser o de los prodigios. Es por esto que las religiones del mundo adoran a seres ya muertos o a santos, que murieron, venerando el dolor, la sangre, la muerte en sí, sus sacrificios y sus supuestos milagros, cuando en realidad tendrían que adorar sensaciones de vida y de alegría, por haber descubierto que la vía no es adorar a otros seres, sino encontrar la senda del auto-conocimiento y de la auto-realización personal. Hay que amar y aprender del virtuoso, de la madre resignada que por amor a sus hijos da hasta la última gota de sangre. Del sabio que descubre elementos o medicinas para aliviar al ser humano, pero no de supuestos dioses que son adorados por sus prodigios y milagros. Estas religiones son de circenses, de espectáculo y sirven al mal y a la ignorancia. El ser humano que haya creado una secta o religión, que haya sido adorado o que haya caído en la debilidad de la veneración personal o el narcisismo es un ser desgraciado, que vida tras vida, debe retornar, hasta acabar con dicha secta y con todos los elementos que han sido elevados a la categoría de sagrados. – ¿No te parece triste, querido hijo, que los seres humanos, adoren y tengan como objeto de veneración, piedras, cuevas o templos donde vivieron sus supuestos dioses? ¿No te parece grotesco que se adore, cuerpos o partes del cuerpo incorruptos de muertos? ¿No te parece aún más grave que se produzcan guerras por conquistar la silla donde se sentó su gurú o las cuatro piedras donde vivió? … ¿Comprendes ahora porqué vivo en la cueva?” – “Si, venerable maestro, lo comprendo y veo además tu amor a la verdad y a la virtud. Veo el valor que has tenido que desarrollar para no caer en la adulación y en la trampa del ego. Comprendo ahora por que vives aquí”.
“Rapsag; querido hijo; has progresado mucho, has comprendido mucho, pero aún así, no has comprendido que yo estoy aquí sobre todo por tí. No has comprendido, queridísimo hijo, que mi verdadera misión era esperarte, despertarte y llevarte a la senda del conocimiento”. Y habiendo pronunciado estas palabras, el venerable anciano se arrodilló ante el novicio susurrando con lágrimas en los ojos: “¡Padre, Maestro y Señor mío…! ¡Padre, Maestro y Señor mío…! ¡Padre, Maestro y Señor mío…!”. Aquel extraño comportamiento dejó perplejo e incómodo a Rapsag, que no sabía dónde meterse o qué hacer ¿Cómo era posible que su maestro se hincara de rodillas y le llamara a él; al más ignorante de los mortales, maestro y padre? ¿Estaba ya senil el viejo ermitaño?…Tuvo que esperar muchos años, casi al tiempo de su muerte, para ver que en otra vida esta escena se había repetido casi idéntica, pero siendo él el gurú y el viejo ermitaño el alumno. Tuvieron que pasar muchos años hasta que, en su ancianidad, el tuvo que despertar al siguiente alumno para que en la vida sucesiva el alumno se convirtiera en maestro. Tuvieron que pasar muchos años para entender con humildad que el alumno de hoy es el gurú del mañana y que el tonto de hoy es el listo del futuro. Y este conocimiento grabado a fuego en la fraternidad de los Hijos del Sol es tan fuerte, que la humildad, el silencio y el espíritu de servicio les caracteriza vida tras vida. Es por esto, que el que sabe, puede y tiene la sabiduría del espíritu se arropa de la aparente ignorancia, del manto de la humildad y del poder del verbo para despertar al siguiente, a su hermano, que sigue y seguirá en misión sobre la Tierra.
Era imposible salir de la cueva, la tormenta estaba consumiendo el día y amenazaba consumir toda la semana. El ermitaño y Rapsag se disponían a comer algún alimento cuando todo comenzó a volverse loco en las vidas de ambos personajes. La penumbra en pleno día era casi total, la nieve caía como una cascada de copos que imposibilitaba ver a más de un metro de distancia. De repente, un extraño resplandor comenzó a dibujar un pasillo de luz, cada vez más grande, que viniendo del cielo mostraba un circulo de dos metros de diámetro en la entrada de la cueva. El tubo de luz emitía a su vez chispas luminosas. – “¡Llega el momento Rapsag! Entra en ese círculo”. El joven, paralizado por el pánico, era incapaz de mover un solo miembro. -¿Qué clase de magia era esta? – Se preguntaba interiormente-. “Yo te llevaré de la mano. Esta es la entrada de la morada de lo que los humanos llaman dioses. Y ciertamente si comparamos la evolución de los mismos con la pobre calidad humana, sin duda pueden ser para nosotros auténticos dioses. En realidad son nuestros padres, los que nos crearon, los que nos custodian y guían hacia nuestro devenir. ¡No tengas miedo!”. Al ver que Rapsag no reaccionaba, el anciano, tomó la mano de este y casi empujándole, se introdujeron ambos en el círculo. Casi al instante las nauseas comenzaron a amenazar con devolver el frugal desayuno del novicio. Pero a los pocos instantes, todo se calmó. Parecía que retomaba el aliento, cuando otro alucinante fenómeno comenzó a inquietar al joven. No se había dado cuenta al principio, preocupado por las náuseas, pero lo curioso, es que el suelo parecía más alejado cada vez, hasta que se vio flotando, junto con su maestro a casi cien metros de la cueva. Y aquello no paraba, puesto que seguía ascendiendo. El ermitaño, más avezado en aquel misterio, le puso la mano sobre su cabeza para que mirara hacia arriba y no hacia abajo. Aunque la ascensión duró casi un minuto, todo se desvaneció de repente, puesto que la siguiente escena fue la de una sala llena de luz, de material parecido a la plata pulida. Unas extrañas sillas de forma circular ocupaban el centro de la sala, también redonda.
Parecía que iban a sentarse de inmediato, pero en su cerebro una voz le dijo que tenía que desnudarse. El pudor le hizo mirar al maestro, que a su lado ya se había desnudado. Este gesto le hizo proceder a despojarse de la túnica. Luego ambos entraron en una especie de tubo. Dicho tubo, emanaba una luz violeta, que saliendo de la parte alta del mismo inundó todo el cuerpo del joven. La sensación que recibió fue intensa, pero a la vez, sanadora, plena; como si un baño perfecto hubiese limpiado todo su organismo. Una especie de segunda piel se impregnó sobre el cuerpo. Saliendo del tubo, entraron a su vez sucesivamente a otra sala. La extraña voz, que solo estaba en su cerebro, pues no había sujeto alguno que la pronunciara en la estancia, le indicó que tenía que vestirse con una especie de túnica blanca que estaba sobre una mesa. Nada más ponerse la túnica, todavía tuvo que vivir y sentir la magia de los dioses, puesto que el extraño tejido se fue encogiendo hasta que se adaptó perfectamente al cuerpo del muchacho, formando ahora una especie de buzo. El ermitaño también tenía el mismo atuendo. Pero a partir de ese momento, ambos se separaron. Entro en otra sala, y la voz le indicó que tenía que beber un líquido viscoso pero que al paladar parecía néctar perfecto. Una vez ingerido, la sensación de plenitud y de bienestar era absoluta. Fuesen quienes fuesen estos dioses, su tecnología era inigualable. Aún estaba terminando de tomar unas pequeñas semillas, parecidas a las uvas terrestres, cuando pudo ver asombrado, como de una pared sin rendija alguna, se abría una puerta por la que entró de nuevo su maestro. Pero… ¡Diablos!… aquel ser nada o casi nada tenía que ver con el ermitaño. Su rostro era el mismo, pero sin duda con cuarenta o cincuenta años menos. Su cuerpo más erguido, más estirado y su mirada radiante, le hacían ver un auténtico milagro.
Ciertamente Rapsag se pellizcaba la pierna para descartar que estuviera soñando o que fuese algún estado de conciencia provocado en forma de ilusión por el anciano. – “No estás soñando, Rapsag. Tal y como me ves ahora, es el resultado de un proceso de regeneración, al que me someten mis hermanos, cada cierto tiempo. Es por esto que mi alimento es casi frugal. Es por esto, que mi edad terrestre es tan prolongada y no de cien años como algunos dicen, sino aún más. Hace muchos años, que la Fraternidad Solar, me ofertó trabajar con ellos y acepté. Desde ese momento, he estado trabajando y preparando este momento para el que tú has sido llamado. Todo forma parte de un plan perfectamente trazado, que tendrá un resultado también previsto. No te asustes hijo. Estas en buenas manos”. El ermitaño desapareció por unos instantes, para aparecer de nuevo con otros tres visitantes. Cuando Rapsag vio aquellos individuos se quedó absolutamente perplejo. Emanaban una energía tan intensa, tan plena, que nada ni nadie hubiese podido quedar indiferente. Sus ojos, llenos de luz. Su pelo claro, peinado hacia atrás con delicada perfección, les llegaba hasta los hombros. Vestían monos ajustado como el suyo. Altos, atléticos, con rostro sereno y una especie de sonrisa, dibujada; no tanto en sus rostros, severos, sino en el alma; o para entendernos mejor, en su aura. Todos caminaron hacia la sala circular. Se sentaron unos frente a otros. La conversación a partir de ese momento no fue de viva voz, sino con el pensamiento. Bastaba con que Rapsag pensara algo, para que tuviera la respuesta inmediata. Esta forma de lenguaje ya la había vivido con el ermitaño, por lo que no tardó en adaptarse.
“Querido hermano –dijo uno de los “dioses”- aunque esto te parezca extraño, esta experiencia la has vivido en varias ocasiones en otras vidas de diversos modos y maneras. A partir de ahora tú espíritu te mostrará el camino, te enseñará imágenes, avivarán recuerdos y sentirás nuestra voz y la de tu maestro en tu interior. No estarás solo”. “Hemos preparado –dijo otro- el nacimiento de dos seres que serán recordados a través de la historia como verdaderos héroes. Sobre ellos cabalga el espíritu de dos de nuestros mejores maestros. Tu trabajo será traerlos a los Himalayas. Enseñarles las técnicas que tú a su vez has aprendido de tu maestro y que aún tendrás que aprender. Nosotros te guiaremos en todo momento. Tan solo deberás centrarte en escuchar nuestras voces en tu interior y mirar hacia el cielo”. En unos instantes en su cerebro comenzaron a dibujarse imágenes de los rostros de dos niños, sus padres, sus casas, sus lugares respectivos de nacimiento, incluso las rutas por donde tendría que visitarles y los lugares a los que tendría que traerles. Todo parecía claro, ninguna sombra de duda parecía turbar el corazón sosegado del joven. Finalmente había comprendido. Los “dioses” salieron de la sala. El ermitaño, se quedó a solas con el joven. – “¡Querido hijo! Te dije en su día que mi tiempo se estaba acabando y tú pensaste que debía morir. En cierta forma es cierto, puesto que no volveré a la Tierra. Mi vida seguirá aquí, por el tiempo que tenga designado mi espíritu. Siempre estaremos unidos, puesto que nuestros lazos son kármicos. Son lazos de muchas vidas. Ahora deberás acudir al monasterio y decir que he desaparecido entre los hielos en un accidente”. A semejanza del maestro de Rapsag, otros tantos maestros, autorealizados, que habrían conseguido un determinado estado de conciencia, también habrían colaborado con esta jerarquía celeste a lo largo del tiempo. Este colectivo fue conocido como “Los Maestros Ascendidos” hecho este referenciado por Madame Blavatsky, la fundadora de la Teosofía.
Existe en los Himalayas una base combinada de seres terrestres y extraterrestres que desde hace miles de años trabajan coordinados para ayudar al ser humano en su evolución. Rapsag fue llevado a otra sala, acostado sobre una camilla y adormecido parcialmente en una determinada zona del cerebro. Luego unos hombrecillos de ojos grandes, y cuerpos extraños, procedieron a introducir un extraño tuvo en su cabeza. Siempre estaremos juntos -La voz sonó en su cabeza como un trueno- Ciertamente, aun sin la presencia de su maestro y de sus hermanos, a partir de aquel momento, sus voces, sonaban rotundas en su cabeza… ¡extraña magia la de estos seres! – pensó en voz alta-. El mismo pasillo de luz; pero esta vez descendiendo, el joven monje volvía a la superficie, pero aunque había subido ignorante, ahora retornaba vivo, iniciado en los más altos misterios. Había subido sin rumbo, sin objeto, sin sentido y ahora tenía un trabajo, un porqué, una misión; unos hermanos. Contaba Rapsag con veintiún años cuando abandonó el monasterio. Los monjes lloraban cuando el joven iniciado les dejó en el frío de los Himalayas, para recorrer la senda del valle, hacia las tierras cálidas por donde discurre el Ganges. El primer año lo pasó en las comunidades religiosas de la ciudad de Varanasi. Dos años más los empleó en visitar y convivir con santones de la ciudad de Kashi (Benarés) y finalmente estudió con otros tantos sabios, en la que conocemos hoy como Bangladesh. En todo momento, su cabeza recibía la información de su maestro y de sus hermanos, que en forma aparentemente milagrosa le guiaban entre bandidos, en medio de la tormenta o del acecho de las alimañas.
Su preparación se debía completar mediante el contraste de culturas en la cuna de la espiritualidad; es decir, en el país de Gautama-Buda. Las enseñanzas y prácticas de los Himalayas eran distintas de las que se vivían en el sur del viejo país. Rapsag recorrió toda la costa de la India, en Madrás y Pune, para retornar al interior, a la región conocida hoy como Delhi. Fue aquí en esta ciudad donde se dio el encuentro: Betsar era sin duda el astrólogo más famoso de aquellas regiones. No solo había heredado un vasto conocimiento de la tradición astrológica de Oriente, sino que sus propios estudios de los movimientos planetarios aplicados a las naciones, clima, salud, y comportamiento del ser humano, le daban una aristocracia en el conocimiento que ninguna otra persona de su entorno tenía. No se autorizaba ningún matrimonio, si antes Betsar no comparaba las cartas natales de los cónyuges. Ni nacía un niño al que no se le levantara su onomástica. Los señores de la guerra y los mandatarios le consultaban para emprender las campañas o para promulgar las leyes. Incluso los agricultores le preguntaban cuando debían cortar la cosecha o sembrar las mismas. Contaba con cincuenta años, es decir casi doblaba en edad a Rapsag. Alto, de complexión extremadamente delgada. Ojos negros profundos y observadores, pelo largo, formando un moño en la nuca. Nunca había comido carne, ni pescado. Obediente de las leyes y practicante de la virtud, permanecía casi todo el día observando temas natales, mirando al cielo y practicando la meditación. Betsar había observado las alineaciones planetarias del eje Virgo y Piscis del año -6 a.C. y sabía que a nivel cósmico se estaban preparando actuaciones decisivas.
Betsar, además había visto en sus meditaciones como del Sol, se desprendían dos gotas de luz que bajaban a la Tierra y de esas dos gotas nacer dos gigantes enormes. Dada su capacidad analítica del mundo onírico, esas dos gotas que salían del Sol no podían ser sino dos Elohim; es decir, dos señores solares, que estaban a punto de encarnar o de venir de una u otra manera a nuestro planeta. Pero ¿Cómo se podía mezclar todas estas cuestiones inconexas entre sí?. Rapsag había llegado a Delhi, siguiendo la precisa recomendación de visitar a Betsar, pues sin duda y según los brahamanes, con los que había convivido, este astrólogo sabría de su destino y de su karma. El encuentro era obligado y casi previsto, no tanto por ellos, pues cada uno iba por su parte, sino por la jerarquía, que desde lo alto movía los hilos. Betsar había realizado una y mil veces los cálculos. Debería ser al atardecer de aquel día 8 de Agosto cuando la conjunción le daría alguna respuesta. Y fue precisamente hacia las veinte horas cuando llamaron suavemente a su puerta. “Estoy buscando a Betsar”. “Bienvenido, yo soy Betsar, ¿Qué deseas?” – “Vengo a consultar mi futuro”. – “¿Qué puedo decirte yo de nuevo que no sepas tú por boca de los propios dioses?”. Rapsag se quedó de piedra. ¿Qué sabía aquel hombre de su misión y de su vida? Realmente no era banal la fama que le precedía. – “Sé que tu presencia ante mí no es por casualidad. En mis sueños te he visto muchas veces. Sé que ibas a venir, no solo por dichas visiones, sino porque así lo dicta el karma”. Se sentaron en torno a la mortecina luz del poniente. Betsar levantó en pocos minutos el tema natal de Rapsag, y se quedó maravillado puesto que los dos nodos de ambos estaban en mutua recepción. Sin duda se trataba de dos personas con una fuerte vinculación kármica del pasado, que ahora se encontraban, puesto que en la carta del monje también se producía una clara conjunción.
En el cerebro de Rapsag, sonó una cálida y conocida voz: – “Hijo mío, Betsar es tu hermano. Es un ser limpio que tiene que acompañarte en tu viaje sagrado. Nosotros le hablamos a menudo y seguimos todos sus pasos. Es un gran espíritu que ha tomado cuerpo en la Tierra, al igual que tú para realizar esta misión”. Pasaron las horas, los días y los meses. Rapsag aprendió muy bien la técnica astrológica y Betsar perfeccionó la técnica de meditación que el monje le enseñara. Ambos esperaban una señal que les pusiera en marcha. – “Será el día 26 de Noviembre cuando las dos cartas natales nos dan evidencias de salidas, desplazamientos o viajes. Será por tanto en ese día o en días anteriores cuando nos trasmitan la orden de partir”. En los primeros días, Rapsag llegaba a enfadarse cuando veía que las cosas se cumplían con más o menos intensidad en las fechas que debían ocurrir de acuerdo a sus temas natales. Incluso se defendía de las mismas, pensando que se podía burlar al destino, pero al cabo del tiempo comprobaba que por encima de su voluntad, de su negativa o de los rezos y súplicas, las cosas se cumplían indefectiblemente. No pudo sino admirar a Betsar y sus lecciones en este sentido y afirmar el poder de la Ley Suprema del Cosmos. Todo, hasta el acto más pequeño de la creación, tiene una causa y, como consecuencia de esta, se da un efecto ineludible. Comprendió finalmente Rapsag, que no existe la casualidad y que todo sigue una maravillosa lógica de devenir. Fue el día 26 de Noviembre cuando un extraño objeto circular se puso en la vertical de la casa de Betsar. Desprendía una luz familiar para Rapsag. Eran los dioses. En su cabeza sonó: “Es el momento, poneros en marcha”
Dos extraños viajeros se incorporaron a la caravana de la ruta de la seda, que en forma regular salía de la India camino de Roma. Fueron varios meses los que tardaron en atravesar lo que hoy conocemos como Afganistan. En todo momento la extraña luz lenticular les seguía en su peregrinaje hacia el imperio romano. Otros tantos meses tardaron en atravesar el antiguo Irán, y en todo momento la astronave les seguía. Llegando a Siria, los “dioses” les ordenaron dejar la caravana y acudir a uno de los santuarios de las montañas de este país. Allí se daría otra etapa de la misión. Más concretamente se les incorporarían dos viajeros más, que a su vez les estaban esperando. Uno de los viajeros no era nacido en la Tierra, sino un extraterrestre, el otro era un hombre de la edad de Betsar llamado Melenio, un soldado retirado que había dejado el oficio de las armas por el retiro voluntario de la violencia, de los hombres y de la civilización. Vivía en las montañas, tomando miel, fruta y pequeñas hortalizas que él mismo cultivaba. Había sido contactado igual que los otros por los hermanos del espacio. De hecho, el otro acompañante era un ser bellísimo, venido de la constelación de las Pléyades, que en forma regular visitaba a Melenio, para instruirle en muchos artes y oficios y en el conocimiento superior. El pleyadiano era alto, de pelo casi blanco. Se ponía un turbante para no delatar su origen. Incluso había pasado muchas horas al Sol para adquirir un color más cetrino. ¿Por qué les acompañaba aquel personaje en su extraña peregrinación? … El futuro les brindaría la respuesta en fechas próximas. En Siria estuvieron conviviendo en la cueva de Melenio durante seis meses. Finalmente, los cuatro hombres solos, con acémilas cargadas de víveres, emprendieron la etapa final para adentrarse en Palestina. Como siempre, una extraña estrella celeste, en forma de plato, se movía delante de ellos mostrándoles el camino.
Rapsag, Betsar, Melenio y el pleyadiano llamado Link siguieron día y noche la estela de la astronave que les guiaba por sendas, barrancos y desiertos. Finalmente llegaron por el sur de Palestina a las comunidades del Qumram. Estas comunidades, nutridas de monjes extraordinarios, les estaban esperando. Casi el noventa por ciento de los monjes de estos retiros espirituales eran psíquicos con poderes extraordinarios y habían visualizado, no solo la llegada de otros hijos del Sol venidos de Oriente, sino el nacimiento del propio avatar de Piscis, en el seno de su propio territorio. La reunión fue jubilosa, y es que aún siendo de distintas razas, de diversos idiomas e incluso de pueblos antagónicos o enfrentados, los hijos del Sol que han realizado su espíritu y son conscientes e iniciados en los misterios, se reconocen en todo momento. Una especie de vibración extraña, que sale del fondo de sus corazones, les hace sentirse como en una verdadera familia. “No es necesario que me expliques nada, no es importante lo que me cuentas. Mi espíritu sabe quién eres, y para que vienes a mí. – ¡Bienvenidos hermanos a nuestro pobre hogar!” – adelantó el prior – Rapsag, bajo la cabeza con una pequeña reverencia: – “Somos felices de estar entre los hombres más santos y más reconocidos del mundo. Gracias por vuestra acogida”. Se repartieron abrazos y una cierta rencilla porque cada monje quería llevarse a su celda a todos y cada uno de los visitantes.
Qumrán (en hebreo קומראן) es un valle del Desierto de Judea en las costas occidentales del Mar Muerto cerca del Kibbutz de Kalia (Israel). La importancia de este uadi es la presencia de las ruinas (quiryat) de Qumrán y de las cuevas descubiertas en 1947 y que contenían un valioso tesoro arqueológico y bíblico. El sitio fue construido durante o con anterioridad al reinado de Juan Hircano entre el 134 y el 104 a. C. y tuvo diferentes etapas de ocupación hasta probablemente la caída de Jerusalén en el año 70, cuando Tito y la Legio X Fretensis destruyeron el asentamiento de los esenios en el 68. Qumrán es el nombre árabe contemporáneo dado a unas ruinas, donde habría habitado una comunidad de la congregación judía de los esenios, situadas en una terraza a cerca de dos kilómetros del Mar Muerto y 13 km al sur de Jericó, sobre los acantilados que se hallan tras la estrecha franja costera, cerca del oasis de Ayin Feshja, a 375 metros bajo el nivel del mar Mediterráneo. Cerca de estas ruinas, entre los riscos al occidente, se encuentra un conjunto de cuevas, donde en 1947 unos beduinos descubrieron casualmente rollos con textos religiosos. Excavaciones arqueológicas realizadas desde 1950 en once cuevas, han permitido encontrar diversos manuscritos sobre la historia, tesis, estatutos y reglamentos de la Comunidad de la Alianza, que habitó el sitio; libros apócrifos intertestamentarios; y las versiones de libros de la Biblia, en hebreo y arameo, más antiguas que se conocen. Desde 1951 fueron excavadas también las ruinas.
El nombre de Qumrán se deriva del vocablo árabe “KAMER“, que significa luna. El significado entero del nombre completo es – doble luna. En noches de luna llena el reflejo de la luna sobre las calmas aguas del Mar Muerto presentan esa particular imagen. La construcción original data del siglo VIII a. C. y duró abandonada varios siglos antes de ser reutilizada por los esenios; era una pequeña fortaleza, con algunas habitaciones en el interior y una cisterna circular para el abastecimiento de agua. Autores creen que era el sitio que algunos escritos antiguos llaman Secacah. Lo que quedaba en pie, fue ocupado por una comunidad hacia el 135 a. C. o unos años antes, cuando se añadieron dos cisternas rectangulares, una red de acequias, y dos hornos de alfarería. Los escritos de la comunidad, se refirieron desde entonces al sitio como Damasco. Hacia el 100 a. C. la construcción fue ampliada notablemente para servir a un número mayor de personas. Fue construido un sistema mucho más complejo de abastecimiento de agua alimentado por una corriente estacional que corría cerca, y llevado por un túnel y canales hacia grandes cisternas de almacenamiento, tres de ellas enormes. Se levantó una torre maciza cuadrada que protegía la entrada, y se construyeron también depósitos y salones amplios, uno de ellos con bancos a lo largo de las paredes, apto para reunir muchas personas y otro, al lado, con una cocina y una despensa adyacentes, vajillas y otras señales de haber servido como comedor.
La mayoría de las personas que usaban estos salones no tenían instalaciones adecuadas para residir permanentemente allí, por lo que se supone que una parte habitaba extramuros, en campamentos en Ayin Feshja y sitios cercanos, donde hombres y mujeres practicaban labores agrícolas o pastoriles para garantizar su sustento, tal y como lo exigían las propias reglas de la comunidad encontradas en las cuevas. La construcción principal tenía 40 por 30 metros y el conjunto se extiende 80 metros a lo ancho y tiene 90 m de profundidad en su ala oeste, 40m en el centro y 70 m en el ala este. Se encontró en Qumrán un ostracón (tiesto inscrito) con varias líneas en escritura hebrea. Es un contrato en el que un hombre llamado Honi dona sus posesiones, incluido un edificio, un olivar y un huerto de higueras, a un grupo llamado yajad (hebreo, juntos, comunidad). Si esta lectura es correcta, sirve de evidencia para identificar a la congregación que vivía en Qumrán, y el nombre por el cual los miembros del grupo se designaban así mismos. Este término aparece en otros manuscritos de los esenios.Se han encontrado mil doscientas tumbas, cubiertas de piedra y alineadas en sentido norte-sur, contrariando la costumbre judía. Aunque la mayor parte de los enterramientos son de varones, hay también de mujeres y unos pocos de niños. El único lugar donde se han encontrado tumbas judías similares, una docena, es En el-Ghuweir, 15 km al sur de Qumrán, donde hay unas ruinas de dimensión mucho menor, que datan del siglo I a. C. La antigua fortaleza parece haber sido abandonada tras un terremoto o por otras causas en el 31 a. C. y reocupada desde el 4 a. C. Entonces fueron reconstruidas todas las instalaciones. Se han encontrado una gran cantidad de piezas de cerámica idéntica a la descubierta en la primera cueva, e incluso una jarra idéntica a la usada para depositar los rollos, así como tres mesas largas cubiertas de yeso y varios tinteros que datan de esta época final de la ocupación del sitio y que indican que en el primer piso había un lugar destinado para escribir o copiar manuscritos como los encontrados en las cuevas. La construcción fue destruida por los romanos en el 68 d. C. y ellos mantuvieron allí por un tiempo corto un puesto militar.
Estuvieron en el Qumram cuatro meses. En el transcurso de ese tiempo se compartieron ideas, conocimiento e información y se preparó un plan de actuación que evitara desvelar al pueblo el objetivo de aquel divino viaje. El miedo de los monjes esenios era que el Rey Herodes supiera del nacimiento del divino avatar, pues al ser un rey impuesto por Roma, tenía su trono en situación poco consolidada. Si efectivamente habría nacido en el pueblo judío un rey, maestro o avatar; como quiera que fuese llamado, se daría la posibilidad de ser destronado. Estas circunstancias y miedo, dio origen a la leyenda de la matanza de los inocentes, que narra el libro sagrado. Pero vayamos por partes, contando los hechos en forma ordenada. En el Qumram se decidió que los cuatro viajeros se vistieran con los hábitos y se mezclaran con otros monjes en el acercamiento a la familia del avatar. Y que de una u otra manera pasaran por astrónomos y médicos, que habían venido de oriente para estudiar en el convento. Esto sin duda no levantaría sospechas, puesto que era habitual el peregrinaje de estudiosos al Qumram. Se emprendió la marcha, pero a la entrada de Jerusalén, la comitiva fue interceptada por la guardia de Herodes. Fueron llevados a la presencia de este e interrogados: “¿Quiénes sois y de donde venís? El color de vuestros rostros no es de judíos. Somos astrólogos y sanadores que venimos del país de donde sale el Sol para aprender de nuestros hermanos los monjes del Qumram”. – “He sido informado por mis adivinos que en este tiempo debía de nacer un rey o un gran maestro en el pueblo. ¿No habréis venido por este motivo?” – “Nuestro viaje se debe tan solo a estudio, pero no dude su majestad que si averiguamos algo os lo haremos saber”. Herodes les conminó a que regresaran a palacio antes de su retorno a la India y estos prometieron hacerlo así. El resto de las Escrituras narran más o menos los hechos con cierta fidelidad.
En Nazaret; en la casa de un artesano, vivían José, su esposa María, los hijos que José tuvo de su anterior matrimonio y finalmente el hijo nacido siete meses antes de la llegada de Rapsag, Jesús. Los viajeros fueron recibidos con júbilo por los esposos. ¿Por qué tanto revuelo en su casa? ¿Quiénes eran aquellos extraños viajeros? -se preguntaba María- Rapsag, tomó la palabra ante la presencia de aquel pequeño niño que en forma plácida descansaba en su cuna. – “Este niño es el divino avatar que todos los iniciados del planeta esperan. Es un Buda que toma cuerpo entre nosotros para ayudar al hombre en su camino de ascenso a la conciencia. Hemos venido, mujer para mostrarte el plan que las jerarquías han establecido para él y su preparación necesaria para la realización de su misión. La jerarquía ha dispuesto que a la edad de trece años, Jesús venga a los Himalayas para formarse. Es por esto que estamos aquí. Nosotros le vendremos a buscar y le formaremos por unos años. Luego cuando sea el momento, regresará y tu corazón se llenará de gozo, puesto que tu hijo será un ser nuevo con la sabiduría y el poder de Dios en su corazón. Durante milenios los monjes de mi país han viajado para despertar y reconocer a los Budas (y también Dalai-Lamas) y los han formado en la virtud. Este es el objetivo de nuestro viaje”. María escuchaba estas palabras con pena, puesto que el anuncio del viajero significaba perder por un tiempo a su hijo, pero ella sabía que su pequeño no era un ser normal. Ya el arcángel Gabriel se lo había anunciado y a pesar del dolor estaba preparada para todo. No en vano, María era otro ser de alta espiritualidad de la fraternidad Solar.
Todo estaba escrito, todos habían nacido y tomado cuerpo para realizar este proceso y nada ni nadie podía frenarlo. Todo era Kármico, todo estaba escrito en el Samsara, , que es el ciclo de nacimiento, vida, muerte y reencarnación (renacimiento en el budismo) en las tradiciones filosóficas de la India; hinduismo, budismo, jainismo, bön y sijismo. Según estas religiones en el transcurso de cada vida el karma (acciones hechas para bien o para mal) determina el destino futuro de cada ser en “el proceso del llegar a ser” (evolución o devolución). Este proceso cíclico termina con el logro del moksha. Según el hinduismo, si uno vive de manera extremadamente malvada, uno renace como un animal u otro ser desafortunado. Saṃsāra es el ciclo de nacimientos, muertes y renacimientos en la mayoría de las tradiciones filosóficas de la India incluyendo el hinduismo, el budismo y el jainismo. Se asume como un hecho irrefutable de la naturaleza. Estas tradiciones difieren en la terminología con la que describen al proceso y cómo es interpretado. La mayoría de estas religiones, consideran al saṃsāra negativamente, como una posición errónea de la que hay que escapar. Algunos como los adweitis, consideran que el mundo y la participación en el saṃsāra es fundamentalmente ilusorio. En el hinduismo impersonalista, el saṃsāra es visto como mera ignorancia de la verdadera naturaleza del ser: no hay diferencia entre el alma (el yo) y Brahman (lo divino). Debido a avidya (‘ignorancia’, lo contrario de vidya) el alma cree en la realidad del mundo temporal y fenoménico, lo que lleva a la confusión de creer que el cuerpo es el yo. Ese estado de ilusión es conocido como māyā. Según el hinduismo personalista el saṃsāra es generado por el deseo del alma de disfrutar aparte de la Divinidad y sus allegados.
El hinduismo tiene varios términos para referirse al estado de liberación de la materia, como mokṣa, mukti, nirvana, samādhi o mahasamadhi.L as tradiciones de yoga sostienen creencias diferentes. Mokṣa o liberación se puede alcanzar mediante:el karma ioga o el sendero de la acción altruista, que subvierte el ego y obliga a la comprensión de la unidad de todo; el gñāna ioga (o yoga del conocimiento) mediante la discriminación entre lo que es real y lo que es maia, por medio de una intensa contemplación y del estudio de las Escrituras védicas; el rāja yoga (meditación) parte del cual implica la práctica del hatha yoga; el bhakti yoga camino espiritual o sendero de lo Divino. En el jainismo, karma, anuva (ego) y el velo de māiā son considerados puntos centrales de sus creencias. En el jainismo, la única liberación del saṃsāra se llama mokṣa o mukti. El Saṅsāra es la existencia mundana caracterizada por los continuos renacimientos y reencarnaciones en varias formas de existencia. Se describe como una existencia llena de sufrimiento y miseria a la que, por tanto, merece la pena renunciar. El Saṃsāra está con todos los seres ya que el alma está atada al Karma desde siempre, sin ni siquiera un comienzo temporal. Se corresponde con el sufrimiento, propio del mundo material, del que los seres humanos son los únicos seres reencarnados capaces de distanciarse, mediante la liberación, y, posteriormente, de separarse, mediante el nirvana. El tiempo necesario para liberarse del samsara depende de las prácticas espirituales y del karma acumulado en vidas anteriores. Los budistas utilizan el término saṃsāra para referirse a uno de los siete skandhas (‘estratos‘, ‘capítulos‘) que forman la personalidad humana.
Link, el ser pleyadiano tomó la palabra, sacando un extraño objeto de su zurrón. Era una pequeña caja de madera de mirra, en cuyo interior había un cristal de color negro sobre pequeñas partículas de incienso. Este cristal era una especie de antena que comunicaba la mente del niño con la Jerarquía. – “María, pon esta caja en la cabecera de tu hijo y ábrela todas las noches, para que el pequeño, no solo huela bien, sino para escuchar la voz de su “Padre celestial””. Cada noche que pasaba, Jesús dormía y soñaba con sus hermanos del cielo. Cada noche escuchaba la enseñanza. Cada noche, viajaba con su cuerpo astral a las praderas celestes. Es por esto, que ya a la edad de doce años tenía un conocimiento absoluto y superior a cualquier rabino y sabio de su pueblo. Ese cristal, o antena, fue utilizado después por Jesús, a partir de los veintinueve años, en su misión pública ante su pueblo. Pero cuando Jesús retornó de la India, sus sentidos perceptivos estaban super desarrollados y ese dictado era más poderoso, omnipresente y total. Este es el misterio de los Reyes Magos, que pocos conocen y que ya es tiempo que se revele. Rapsag y sus acompañantes, habían cumplido la primera parte de su misión. Abandonaron con gozo a la Sagrada Familia. Retomaron el camino del Qumram, pero tuvieron mucho cuidado de no visitar a Herodes. Este, al saber que los magos no cumplieron su palabra, montó en cólera y estuvo buscando al niño sagrado por todos los rincones. Pero, para entonces, José, María Jesús y sus hermanos se refugiaron en las comunidades esenias del Sinaí. Allí entre los esenios aprendió las primeras lecciones en tradición judía. Luego regresó a Palestina para seguir en su crecimiento, hasta la edad de trece años. Rapsag y sus hermanos viajeros, desanduvieron todo el camino. Volvieron a la India, para seguir con su aprendizaje terrenal. Pasaron trece años y de nuevo Rapsag, con Betsar y Melenio, volvieron a Palestina, tomaron al niño sagrado y le llevaron primero a los Himalayas y luego en peregrinación por toda la India y por Persia. Y Jesús el Cristo estuvo dieciséis años en Asia, aprendiendo y desarrollando sus capacidades para enfrentarse a su misión para la que había nacido. Los poderes perceptivos y sensoriales de Jesús fueron tales, que ningún buda alcanzó jamás en la Tierra tales capacidades. Y todas estas facultades fueron alabadas como milagros a lo largo de la historia.
A los trece años del nacimiento de Jesús, y como antes se ha comentado, Rapsag, junto con sus acompañantes vinieron a buscar a Jesús en Palestina. El viaje a los Himalayas duró un año, puesto que los mentores del niño se ocuparon de que conociera templos santuarios y santones, de los que aprendió. En las montañas helada, Rapsag y los monjes del templo de Rongbuk enseñaron a Jesús durante siete años. En este periodo aprendió a meditar, a desplazar su cuerpo astral a voluntad, a sondear el futuro, a practicar la levitación y a sanar con el poder de la mente. Después, el joven Jesús recorrió toda la India, templo a templo y santón a santón, durante los ocho años siguientes. Finalmente, hacia los veintinueve años, retornó a Palestina a realizar la misión que conocemos. Rapsag, después de enseñar al Salvador del Mundo, dejó a éste que hiciera su camino y volvió de la mano de sus hermanos espirituales, Betsar y Melenio, a Occidente, pero no a Palestina, sino a la propia Roma. Su misión era buscar y traer a la India al otro avatar: Apolonio de Tiana. Poco son los que conocen la vida de Apolonio de Tiana. Pero estamos haciendo referencia a uno de los seres más poderosos de la Historia del Hombre. Nació al igual que Jesús de una supuesta Virgen. En cualquier caso, estos nacimientos míticos lo que estaban encubriendo era una intervención genética de los Señores del Cielo, que propiciaron su nacimiento y la manipulación correspondiente de la genética de ambos avatares. Apolonio estudio en las mismas escuelas, con las mismas personas y con los mismos métodos que Jesús. Rapsag y sus hermanos se ocuparon de llevarle a los lugares y templos donde previamente había estado el Salvador. Apolonio tuvo más poder que el propio Jesús, pues, además del don de profecía y de sanación, resucito a muertos, volaba, desaparecía y aparecía en dos sitios a la vez. Y finalmente y con estrictos testimonios históricos consultados; Apolonio empleaba unos “extraños cristales” con los que se comunicaba con los dioses y sanaba o resucitaba a los muertos.
Pero no es el objetivo de este artículo hablar de Jesús, pues se han vertido ríos de tinta sobre él, ni de Apolonio, al que ya nos hemos referido antes, sino de pequeños héroes silenciosos y humildes, que fueron los que estuvieron detrás, los que propiciaron el verdadero milagro. Pues Jesús y Apolonio eran el resultado del trabajo de Rapsag, Betsar, Melenio y el propio Link. Eran el resultado de seres terrestres y extraterrestres, que en todo momento hicieron posible el milagro del cambio, haciendo que nacieran los avatares de la Era de Piscis, Apolonio y Jesús el Cristo. Primero falleció Melenio, ya que las antiguas heridas de guerra le pasaron factura y su molido organismo no le dejó vivir sino hasta los sesenta años. Luego fue Betsar, que vivió hasta cerca de los ochenta. Murió sobre su propia mesa de trabajo realizando la última carta natal; es decir, la de su propia muerte, que sabía de antemano. Rapsag también vivió muchos años. Supo de la muerte de su alumno Jesús el Cristo en Palestina y retornó a la misma cueva de su viejo maestro. Fue en una terrible tormenta y junto a un pequeño monje, que le traía todas las semanas el tsampa a la cueva, cuando partió hacia el cielo, a reencontrar a su maestro. No murió en la Tierra, ya que aceptó seguir trabajando para los Señores del Cielo. Madame Blavatsky conocía de la existencia de unos maestros cuasi-inmortales que vivían en la mítica ciudad de Sambhalla… Alguno de sus nombres eran: Moria, Kut-Humi, Sanat-Kumara, etc. Pero seguramente alguno de estos maestros ascendidos pudo ser Rapsag, Betsar o el propio Melenio. Esta es la verdadera historia de los mal llamados “Reyes Magos”.
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