sábado, 4 de diciembre de 2010

EL MITO Y SU SIGNIFICADO.

*El mito en Grecia.

Un mito era un relato tradicional, transmitido de generación a generación, que trataba sobre todos aquellos temas que preocupaban a la sociedad. Los griegos utilizaron estas historias para reflexionar sobre los principales problemas que afectaban al individuo, a la familia o a la comunidad en general. A través de los mitos, los griegos adquirían una idea coherente del mundo que explicaba todos los fenómenos de la naturaleza y de la sociedad humana.

Los mitos contenían elementos históricos, aunque tratados de forma poco rigurosa, que se mezclaban con otros motivos de carácter ideal o fantástico. Presentan una cierta ordenación cronológica al situar a cada héroe y cada acontecimiento dentro de un riguroso esquema genealógico. Se sitúan también, habitualmente, en un espacio concreto y familiar, como las diferentes regiones griegas o los territorios vecinos más conocidos. No abundan, en efecto, los espacios puramente imaginarios. Predominan los seres humanos frente a los monstruos y otro tipo de seres extraordinarios que pueblan las mitologías de otras culturas.

El mito representa también la conciencia griega del pasado. Era de hecho la mejor y única referencia de los griegos a su propia historia. Nadie dudaba de que las guerras libradas en torno a las ciudades de Troya o de Tebas constituían acontecimientos datables en un momento dado de los tiempos remotos. Explicaban los rituales religiosos y la posición del hombre frente a la divinidad. Transmitían los valores morales y representaban el principal instrumento educativo de la civilización griega.

Toda la literatura y el arte griegos utilizan el mito como temática fundamental. Los grandes mitos constituyen el tema principal del teatro y la poesía y sus imágenes aparecen representadas en las pinturas y en los relieves escultóricos que adornaban los principales edificios públicos. El mito constituyó una especie de lenguaje propio de la cultura griega que expresaba su particular concepción del mundo a través de estas fascinantes historias.

*Los mitos y la cultura moderna.

Con el correr del tiempo el mito dejó de tener una función explicativa ante el avance de la filosofía y de la ciencia. Dejó así de se un elemento de la cultura viva para convertirse en un motivo de entretenimiento o en un tema erudito al servicio de los poetas.

Fue necesario elaborar recopilaciones y enciclopedias que reunían la colección de todas estas historias del pasado. Sus temas fueron motivo constante de inspiración para artistas, músicos y poetas desde el Renacimiento a nuestros días. Debido a su inevitable encanto y a su impresionante capacidad simbólica, los mitos griegos han sido continuamente utilizados en la cultura moderna europea como temas literarios, como alegorías morales y políticas, o como simple lenguaje figurativo. Sus figuran se han ido adaptando perfectamente a los nuevos tiempos como representaciones imperecederas de las preocupaciones y los deseos humanos. La mitología griega constituye una parte fundamental, junto a los relatos bíblicos, de todas las ideas e imágenes que la cultura occidental ha ido generando en el curso de los siglos.

LOS GRANDES TEMAS MÍTICOS.

*Los orígenes de la civilización: el mito de Prometeo.

Los griegos explicaban el origen de la civilización humana a través del mito de Prometeo. Algunas versiones de la leyenda le atribuyan incluso la creación del propio género humano a base de arcilla. Prometeo era un titán (Los Titanes eran una especie de divinidades primordiales que habían precedido a los dioses olímpicos), que se convirtió en el defensor de los seres humanos.

Cuando Zeus arrebató el fuego de la tierra, Prometeo lo robó y se lo entregó y se lo entregó a los humanos, enseñándoles además las artes y las ciencias que podían ayudarles a mejorar sus condiciones de vida. Pretendió también engañar a Zeus en el reparto de la carne ofrecida en el sacrificio, invitándole a elegir la parte de los huesos cubierta con la grasa en lugar del resto de la carne oculta bajo las tripas. Como castigo por esta terrible ofensa, Zeus creó a la mujer, Pandora, a la que los dioses dotaron de todos los encantos. Pandora abrió la tinaja que contenían todos los males y así dio inicio a la vida desgraciada de los mortales.

* Una historia universal: el mito de las edades.

Según el mito griego, la primera etapa de la historia humana fue la edad de oro, una época feliz en la que los dioses y los hombres vivían en completa armonía, a ésta le sucedieron las edades de plata y bronce, en las que las condiciones de vida empezaron a cambiar de manera brusca. La guerra y la violencia eran entonces las notas dominantes, y todos sus habitantes fueron finalmente aniquilados por los dioses a causa de impiedad. Les siguió la edad de los héroes, una raza más justa y virtuosa que las anteriores. Sin embargo, pereció también a causa de las guerras libradas en torno a las ciudades de Troya y de Tebas. Finalmente vino la edad de hierro, una época presidida por la fatiga y las miserias y en la que se alternaban las alegrías y las desgracias.

*Una mirada al pasado: la edad de los héroes.

Para los griegos, todas las referencias a su pasado se concentraban en la denominada edad de los héroes. Los héroes eran una especie de semidioses que superaban a los hombres en fuerza y valor, pero compartían con ellos su condición de mortales. Sin embargo, a diferencia de los hombres, eran objeto de culto tras su muerte (la cual siempre tenía lugar de forma violenta) y ocupaban un lugar destacado en la imaginación popular griega.

Eran los fundadores reconocidos de todas las comunidades humanas, los inventores de todas las artes y oficios, y unos guerreros que habían combatido en las guerras de Troya y de Tebas.

La guerra de Troya tuvo lugar a causa del rapto de Helena, esposa del rey Menéalo de Esparta, por el príncipe troyano Paris. Los griegos organizaron una expedición contra Troya y durante diez años combatieron al pie de sus murallas hasta que la ciudad fue tomada y destruida. La guerra de Tebas se libró entre los hijos de Edipo, Eteocles y Polinices, en su lucha implacable por el poder.

LOS DIOSES GRIEGOS.

Los principales dioses griegos eran doce y componían el denominado panteón del Olimpo, el monte donde se creía que tenían su morada. Estos dioses presentaban la apariencia de una gran familia, jerarquizada en torno a la figura del padre.

Cada uno de ellos tenía sus funciones específicas y su dominio de influencias. Se les representaba con imágenes humanas, prototipos de la belleza física ideal. Poseían también las mismas pasiones y deseos que el género humano y se veían envueltos así en frecuentes disputas y peleas. Sin embargo, eran inmortales y, en su conjunto, representaban una ordenación del universo que daba sentido a la vida humana.

LAS CREENCIAS ROMANAS

* La religión utilitaria.

La religión consistía en un conjunto de prácticas rituales que se realizaban con gran detalle y minuciosidad para conseguir el favor de la divinidad hacia todas las actividades humanas.

Para los romanos era más importante que los ritos que se realizaran con precisión que la actitud moral del individuo que los llevara acabo. El principal objetivo era conseguir la pax deorum (“la paz de los dioses”), es decir, que todos sus actos se llevaran a cabo con la aprobación divina y sin que alteraran la voluntad de los dioses. De este modo, la divinidad era una garantía de felicidad.

Las dos virtudes fundamentales eran la fides, la fidelidad a todos los compromisos y obligaciones contraídos, y la pietas, el respeto por todo los ritos. El hombre establecía una especie de contrato con la divinidad que le garantizaba su protección y apoyo en los momentos difíciles. Se trataba de un do ut des (“te doy para que tú me des”), un compromiso mutuo mediante el cual el hombre se comprometía a realizar determinadas ceremonias y rituales con la firme esperanza de que la divinidad respondiera a su llamada, obligada, a su vez, por las ofrendas y sacrificios rituales llevados a cabo en su honor.

* Los dioses romanos.

Los dioses romanos eran tan numerosos que se ha dicho que en Roma había más dioses que ciudadanos. El tatradista romano Varrón llegó a contar hasta treinta mil.

Esto se debía a que, para los romanos, cada acción o cada gesto de la vida se hallaba presidido por una divinidad diferente. En muchos casos no eran más que un simple nombre como Educa o Potina, en cargadas de enseñar a comer (edere) y a beber (potare) al recién nacido. Así, cada divinidad tenía su propio dominio y su especialidad.

La mayoría de las divinidades romanas no eran, como los dioses griegos, dioses personales, con una forma de vida y un carácter muy parecidos a los humanos, sino simples espíritus menores, que recibían el nombre colectivo de indigitamenta.

Existían, sin embargo, algunas divinidades particulares, que eran muy antiguas. Aunque fue la influencia de etruscos y griegos la que llevó a asimilar al panteón romanos las diferentes divinidades griegas, que fueron adoptadas con nombres diferentes.

*Lares, manes y penates.

Aunque las divinidades originalmente extranjeras fueron adquiriendo con el paso del tiempo cada vez mayor importancia en al vida social y religiosa de la ciudad, el culto romano permaneció apegado a sus divinidades tradicionales de origen ancestral.

Entre éstas tenían especial importancia los lares, que eran los espíritus deificados de los antepasados. Estos espíritus acogían bajo su protección a la familia de la que en un tiempo habían formado parte. Cada casa tenía su larario, una pequeña alacena situada en la estancia principal, en al que se realizaban las ofrendas a estos poderes divinos. Contenía las estatuillas representativas de estas divinidades.

Otro tipo de divinidades familiares eran los penates, aquellos poderes que velaban por la defensa y las provisiones de la casa.

Los manes eran por su parte los espíritus de los difuntos. Los romanos creían que era preciso alimentarlos para que se mantuvieran con vida y por ello depositaban regularmente comida en los enterramientos junto al cadáver y, posteriormente, al lado de la tumba. Evitaban de este modo que se consumieran en la nada o que atormentaran a los vivos.

* La comunicación entre los dioses.

Las formas de entrar en comunicación con los dioses eran la oración y el sacrificio. Para ello, era muy importante invocarlos por su nombre adecuado. Con este motivo, existían listas con los diferentes nombres y las funciones particulares de cada una de las divinidades. Una vez que se había conseguido atraer la atención del dios en cuestión, el paso siguiente era convencerle de que la demanda era razonable. A continuación se formulaba la petición de forma meticulosa de manera que contemplara a todas las posibilidades.

Por otro lado, el sacrificio era la forma más común de influir en los dioses. Desde su niñez los romanos eran educados en este tipo de prácticas religiosas. Mediante el sacrificio se prometía solemnemente que si un dios accedía a una petición determinada se le haría una ofrenda a cambio. El término sacrificio significa literalmente “hacer algo sagrado” (sacer), es decir, apartarlo del uso cotidiano común y entregarlo al disfrute exclusivo de los dioses. Habitualmente el sacrificio consistía en la inmolación de un animal en el exterior de los templos. Cuando concluía, los asistentes consumían la carne de la víctima ofrecida.

Había que asegurarse de que toda la ceremonia tenía un carácter solemne, ya que cualquier error o descuido en la realización de los diferentes pasos implicaba la repetición de todo el ritual.

AFRODITA

La inocencia de Venus.
Eugène E. Amaury-Duval (1808-1885)
*Origen y atributos.

Afrodita, la diosa del amor, es una divinidad cuyo nombre no aparece en las tablillas micénicas. Los mismos griegos eran conscientes de su origen oriental. Según Heródoto, su culto original se encontraba en Fenicia, en el santuario de Ascalón, de donde los fenicios lo habrían llevado hasta Citera y Pafos, en Chipre, según atestiguaban los mismos chipriotas. Desde la época de Homero y Hesíodo lleva los sobrenombres de Cipria (Kýpris), y “nacida en Chipre” (Kyprogénia), recordando esa procedencia. Según la Teogonía de Hesíodo, la diosa surgió recién nacida de las olas marinas ante la isla de Citera y luego llegó a su santuario famoso en Pafos de Chipre.

Es un tipo de divinidad muy próxima a la diosa del amor y la fertilidad que encontramos en Babilonia, en Fenicia y en otros pueblos asiáticos. La Afrodita Urania tiene un paralelo en la “diosa del cielo” oriental, en Istar y Astarté. Pero se ha helenizado pronto. En lugar de la diosa desnuda o guerrera, aparece desde el siglo VIII totalmente adaptada al moda griega, con un largo peplo y áureas joyas y un trono de vivos colores. Destaca por su espléndida belleza, sus gracias y encantos. La acompañan las Cárites, y el deseo amoroso (Eros) y el anhelo de ser amado (Hímeros).

Según la versión de Homero en la Ilíada, es hija de Zeus y de Dione. Pero su genealogía más genuina, la que da Hesíodo , la hace nacer del semen de Urano arrojado a las aguas marinas. Cuando Crono el astuto castró a Urano que descendía amoroso sobre Gea, sus genitales cayeron al mar, y de esa espuma marina surgió Afrodita. Su nombre, según una etimología popular, aludiría a esa espuma (aphros) de la que había nacido la bella diosa. Caminando entre la espuma llegó la diosa ala isla de Citera y luego a Chipre. Según esta versión, Afrodita es anterior a los dioses olímpicos, ha nacido del impulso genesíaco del Cielo (Urano) en conjunción con las aguas. Es un impulso cósmico y una fuerza natural primigenia, una divinidad que se reviste de una magnífica figura de joven doncella, y su grácil apariencia se rodea de una singular fascinación. A su paso florece la tierra, y con ella van Eros y Hímeros, personificados luego como sus hijos, sobre todo el primero. Son los genios del impulso amoroso que reflejan los encantos de la diosa. Uno de los poemas homéricos la denomina la “radiante diosa rubia” y dice:

El soplo del viento del Oeste la ha traído,
de la espuma rebosante y sobre el mar profundo
hasta Chipre, su isla, a las costas festoneadas por las olas.
Y las Horas, coronadas de oro,
la han acogido con júbilo.
Con un traje inmortal la han revestido...
Y la han presentado a los dioses,
y todos han quedado sorprendidos a la vista de Cietera
con sus cabello ceñidos de violetas.

Afrodita encarna el impulso erótico y también el placer del sexo y del trato sexual; simboliza la fuerza de la pasión y el deleite del amor, el atractivo de la belleza y el hechizo de la posesión. Es suave y seductora por excelencia, la acompañan las Gracias (Charites) y la irresistible Persuasión (Peithó). Es la diosa “amiga de las sonrisas” (philommeidés), de las flores y de los jardines, resplandeciente con su corona y sus collares de oro, “la áurea Afrodita”, que extiende su beneficio poder sobre todas las criaturas, invitándolas a emparejarse y realizar las gratas tareas que estén bajo su amparo. No es, aunque tenga algún hijo al que protege, como el héroe Eneas, una diosa madre, ni tampoco una diosa del matrimonio, que ampara la venerable Hera.

Para los romanos esta diosa no era muy diferente. A pesar de su nombre, que pasó a ser Venus. Pero seguía siendo una diosa bella, los vientos y las nubes tormentosas huían de su presencia, la tierra extendía bajo sus pies tapices de flores, y las olas sonreían; para todos, la diosa era un luz radiante y en su ausencia no reinaba la alegría mi el contento. Al menos, esta es la imagen que nos dan de Venus los poetas romanos.

* Mito,

Según la versión más extendida del mito, está casada con el dios Efesto, el cojo y astuto herrero, el servicial patrón de artesanos y joyeros (tal vez de ahí la conexión con Afrodita). Pero le engaña con Ares, el rudo guerrero. En el canto XVIII de la Ilíada se cuenta cómo el avisado esposo capturó a ambos amantes en el lecho con una mágica red y los expuso a las miradas y risas de los otros dioses. En Tebas se contaba el mito de las bodas de ambos, y de esa unión había nacido Harmonía, que los dioses otorgaron como esposa a Cadmo, el fundador de la ciudad beocia. Harmonía evoca en su nombre el acorde o ajuste perfecto entre la diosa del amor y el dios de la guerra.

Sólo Atenea, Ártemis y Hestia, entre los dioses, se sustraen del poder de Afrodita. Hasta el mismo Zeus se deja cautivar por el hechizo amoroso. En el famoso episodio del juicio de Paris, el príncipe troyano elegido como árbitro entre las diosas: Hera, Atenea y Afrodita, concede la manzana de oro como premio a la más bella a la diosa del amor. Esta a cambio le concederá a Helena, la más bella mujer de Grecia. Lo que será el motivo de la larga guerra en torno a Troya. Cada una de estas diosas representa una función social: Hera la soberanía, Atenea la guerrera y Afrodita la productividad. La elección de Paris es significativa: prefiere la belleza y la abundancia placentera a los prestigios basados en el poder regio y en la fuerza de la armas.

La manzana, objeto cargado de simbolismo erótico, es un fruto asociado ala diosa, como también la paloma, ave emblemática de la suavidad del amor. En los altares de Afrodita se quema incienso y se le sacrifican palomas, como a la diosa fenicia Astarté.

En Troya está a favor de los asediados. Por varios motivos: su origen asiático, su agradecimiento a Paris, y su relación con alguno de los príncipes de la ciudad. Es la madre de Eneas, nacido de la unión con Anquises, un famosos encuentro narrado en el Himno Homérico a Afrodita. Tuvo lugar en el monte de Ida, donde Afrodita hereda ciertos rasgos de la diosa frigia Cíbele, una diosa de la montaña y de los animales salvajes, uncidos a su cortejo triunfal.

* Culto.

Las fiestas de Afrodita estaban ligadas a la sensualidad y a las flores y los perfumes, expresión de los goces naturales de la vida. La amable diosa de los jardines recibía culto en las fiestas en recuerdo de su amado Adonis, y las lamentaciones rituales por la triste muerte del favorito de la diosa estaban rodeadas de todo un ceremonial singular. Frente a las Tesmoforias en honor de Deméter, las Adonias eran fiestas igualmente de mujeres; pero a la feminidad hogareña y maternal celebrada en unas fiestas se contraponía la sensualidad erótica no menos femenina que las otras. Las unas para las mujeres casadas y al servicio de la maternidad y el matrimonio bien regulado, amparado por Hera y Deméter, y las otras para las heteras y las amantes, entre los aromas penetrantes y las flores más efímeras de los jardines del placer.

Afrodita recibía culto en unos círculos singulares, en los que la diosa era invocada con afectuosa veneración y una amable familiaridad, en una atmósfera esencialmente femenina y privada. Allí se la invoca repetidamente. Se la invita avenir al auxilia, a favorecer los amores, atrayendo a los amados o bien a participar en la fiesta nocturna en un bosquecillo de manzanos.

*Poder.

Afrodita es, como los otros dioses griegos, despiadada y rigurosa en castigar a los que desdeñan su poder. Así destroza la vida de Hipólito, el casto seguidor de Artemis y no vacila en utilizar para ello a la apasionada Fedra. Otorga también su favor a algunos héroes, como a Jasón, haciendo que Medea se enamore de él, y a Teseo, inspirando amor a Ariadna. En la pasión se revela en gran poder de la diosa, tan extendido en toda la naturaleza como intenso en sus embates.

* Representación.

La figura de la diosa desnuda, tal como aparece en algunas representaciones asiáticas de la diosa del amor, fue sustituida en Grecia por la de la hermosa y esbelta diosa ataviada con el largo peplo, coronada, y con brillante collares y adornos. Pero la estatua que Praxiteles esculpió para el santuario de Cindo representó de nuevo a la diosa en su total desnudez e impuso el modelo de la Afrodita desnuda de la época helenística y romana. En Roma el culto a Eneas y la devoción de la familia Julia a Venus, madre del héroe fundador de la ciudad, y de quien desciende Julo y su familia, realzó el prestigio de la divina amante del troyano Anquises.

Desde la época helenística Eros aparece acompañando a la diosa en forma de niño alado y travieso. Ya en época clásica la diosa se representa acompañada por jóvenes alados (Eros e Hímeros, o Erotes, “amores”), genios que simbolizan su ancho poder de seducción.

La distinción que Platón recoge en el Banquete entre dos afroditas; una Urania o Celeste y otra Pandemos o Popular, puede ser el eco de una fórmula más antigua. La Afrodita celeste está relacionada con la diosa del amor oriental que recibe justamente ese epíteto (por ejemplo Istar o Astarté). Al mismo tiempo, Urania puede evocar su procedencia de Uranio, como una divinidad primigenia, anterior al mismo Zeus. La calificación de Pandemos recoge el aspecto universal de la pasión y del erotismo en sí, y alberga esos aspectos populares de la diosa que no distingue rangos ni barreras sociales; a la que sirven las prostitutas y que favorece el placer sexual de todo tipo. Tà aphrodísia, son los tratos sexuales sin más, “las obras de Afrodita”.

CONCLUSIÓN.

Tanto los romanos tenían una forma parecida de representar a sus dioses y diosas. Es cierto que la mitología griega desciende sin obstáculos sobre la mitología romana, aunque la adopta de forma diferente. Claro ejemplo de esto lo encontramos en la forma de llamar la atención a los dioses que poseían los romanos, con prácticas y ritos con los que pedían los favores de los señores supremos.

Pero no se muestra esa distinción en los dioses concretos, ya que en ambas mitologías se conservan sus atributos e incluso sus descripciones. Con esto, deberíamos se remontarnos a la edad de la mitología asiática, ya que muchos de los dioses griegos proceden de allí. Es por tanto esta una mitología hecho a fuego de culturas, de pueblos que han ido moldeando un mismo ejemplo para hacer creer que las diferencias que separan a los dioses y a las propias mitologías en sí, son gotas diminutas en el inmenso mundo del mito.

Aunque se pueden asociar ambas mitologías, considero más respetuosos trabajarlas por separados, y más en cuanto se refiere al tema de los dioses (tan asemejados ellos, parece ser). Por esta razón sólo he hablado de Afrodita en términos griegos, si bien he añadido un pequeña aclaración sobre esta diosa en la mitología romana. En cuanto a la introducción a la mitología he trabajado la dos mitologías por separado, como debe de ser.

El contenido del trabajo, en cuanto a la parte de la diosa ha sido precioso. Se descubren gran cantidad de cosas, y disfrutas leyendo sobre el mito, algo así como un cuento. En realidad, es más entretenido trabajar en dioses que en las mitologías en general.

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