viernes, 29 de octubre de 2010
CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL.
La sangre, vehículo del Ego...(yII)
Conferencia dictada por el Sr. Roberto Ruggiero.
La sangre y “La Crucifixión”.
La importancia de la sangre nos la da el hecho de que en la Crucifixión tuvo que correr.
Un Líder espiritual de la categoría de Moisés pudo partir envuelto su cuerpo en luz, así como
Buda se iluminara, mientras que el cuerpo del Cristo tuvo que ser herido en varias partes
y sangran. Y ¿por qué esta diferencia?.
Los líderes espirituales que citamos, Moisés y Buda, tienen una larga trayectoria terrena, pero
como tienen pasado, tienen futuro, que los hará regresar a la Tierra, es decir, están ligados a
la rueda del Renacimiento, porque forman parte de la humanidad. Pero como el Cristo es un
Arcángel, no está sujeto a esa ley del Renacimiento y no lo alcanza tampoco la ley de
Consecuencia, su sangre tenía que correr, debía ser depurada de cualquier impureza que,
por ventura, estuviera en el medio ambiente, de manera que ninguna consecuencia lo atara
al renacimiento. No volvería jamás a tener un cuerpo físico.
Cuando la Biblia se refiere a la vuelta del Cristo, dice que “volverá en los aires”, o sea en cuerpo
vital, etérico, para los Iniciados capaces de verlo. Ese es el motivo por el que es conservado
el cuerpo vital de Jesús, necesario para hacerse visible a la vista espiritual.
Tan trascendental es la importancia de la sangre en la evolución, que los padres de Jesús – que
le iban a suministrar el cuerpo físico – fueron elegidos con el máximo cuidado; era preciso
encontrar quienes fueran capaces de realizar el acto creador sin pasión para que la sangre de
Jesús estuviera totalmente libre de impurezas.
José y María eran Iniciados, que se unieron para cumplir ese acto como una sublimidad y gestar lo
más perfecto que se podía producir en la Tierra. El Cristo tomó ese cuerpo, debidamente preparado,
en el Jordán, con el Bautismo. Hizo la ceremonia Juan el Bautista, porque él, como “el mayor nacido de
mujer”, tenía que servir de protección en ese acto, de la mayor trascendencia, en que el cuerpo
era abandonado voluntariamente e inteligentemente, para ser tomado por un Arcángel. No podía
haber errores; no podía haber interferencias de fuerzas del mal. Ese acto tan delicado y decisivo para
el crecimiento espiritual humano, tuvo que ser controlado por alguien como Juan el Bautista.
El desenvolvimiento del Cristo lo conocemos a través del Nuevo Testamento. Es una vida dedicada
absolutamente al bien, al amor universal; es lo que el Cristianismo o la Nueva Enseñanza
quiere generalizar en la Tierra, para el propio Beneficio humano.
Cuando se dice que el Cristo dejaba a los Apóstoles, sin estos saber adonde se retiraba, era para ser
atendido por un grupo de sublimes Iniciados Esenios, que daban asistencia a su cuerpo, cuando
necesitaba restaurarse. Un Arcángel imprime al cuerpo denso una nota tan elevada, que éste no resistiría;
sus átomos y moléculas se hubieran evaporado. Por eso el Cristo lo abandonaba en manos
de esos Esenios o Terapeutas, que sabía, como adelantados, tratar el cuerpo denso y hacer que tomara
su ritmo normal. Grandes Seres, envueltos en el mayor sentimiento, comprensión y admiración
rodearon al Cristo, para hacerle posible su extraordinaria y sacrificada misión.
De los Apóstoles sabemos que todos fueron elegidos cuidadosamente, para que cumplieran la difícil
tarea de establecer una nueva dispensación religiosa; es decir: iniciar un esfuerzo para hacer posible
una nueva fe, consiguiendo dejar atrás lo que estaba establecido, desde mucho tiempo, por
sacerdotes tremendamente poderosos y temidos. Por lo tanto, los Apóstoles tuvieron que hacer enormes
esfuerzos para establecer esta nueva orden religiosa y sabemos cómo, uno a uno, fueron siendo
sacrificados. El medio no podía comprender, en ese entonces, la sublimidad de la nueva creencia. Pero
fue establecida y hoy disponemos de ella, como una nueva orientación, más adelantada, que
representó para el mundo una posibilidad que no existía: “el perdón”.
La Ley de Consecuencia actúa todavía como medio de progreso exigida aún por las circunstancias, pero
la nueva ley establece una norma superior, de perdón y de olvido de los posibles errores cometidos
en el pasado, a los que sean capaces de cambiar, corrigiendo sus acciones. El perdón está siempre
supeditado al mérito, al cambio que cada uno debe conseguir realizar en sí mismo.
El Cristo posibilita, mejorando las condiciones de la atmósfera espiritual de la Tierra, purificándola,
un medio ambiente más propicio, para que la humanidad con este apoyo fundamental, se decida
a hacer una cambio en su actitud, en su temperamento, en su desenvolvimiento, que le dé el derecho
a acogerse a esa ley superior. La sublime ley de Consecuencia nunca es punitiva; es correctiva;
para educar. Termina su acción, cuando no es más necesaria.
La sangre como árbrito post-mortem.
Volvamos al hecho de que la sangre del Cristo tuvo que correr en el Gólgota, como condición
para poder dejar el cuerpo. La sangre tiene la particularidad de ser receptáculo de todas las imágenes
producidas por nuestros pensamientos, sentimientos y acciones. El Éter Reflector que entra con el
aire en nuestro organismo, mediante la función respiratoria, es el encargado de imprimir estas imágenes;
que van formando un panorama completo de nuestra existencia. Un hecho mas,
extraordinario, en el Plan del Creador.
La función del panorama en el estado post-mortem es la siguiente: con la partida o llamada muerte,
al abandonar el cuerpo denso, el cuerpo vital desenvuelve las imágenes del panorama de la vida que
acaba de terminar ante la vista del que parte, con la finalidad de mostrarle las causas y efectos
de su desenvolvimiento, siendo los errores cometidos, sentidos en ese estado espiritual más
intensamente, lo que da motivos de arrepentimientos que forman el “purgatorio”. Lágrimas de
verdadero dolor se vierten por la vergüenza de los equívocos cometidos, que serán la base
de futuros mejores propósitos e impulsos para volver y hacer una nueva vida, más perfecta. Las
buenas acciones son estímulos gloriosos que fortalecen y producen bienestar en un cielo “de
descanso” que sigue a la etapa primera purgatorial. Así se educa y estimula la
sabiduría del Creador, del Gran Arquitecto.
Tan importantes son las imágenes que se imprimen en la sangre en este proceso, que el propio
Cristo no las pudo evitar; las acciones de su vida, injusticias y martirio que sufrió quedaron en su
sangre, por lo que ésta debía correr para que no quedara vestigio y consecuencia. Las leyes
espirituales son expresión de sublime perfección y tienen que ser cumplidas,
incluso en el caso del Cristo.
Las exigencias de las leyes espirituales, aparentemente tan severas, son necesarias para que
éstas logren su finalidad: desenvolvimiento de la divinidad interna de cada ser.
Y como es en el Macrocosmos o individuo, donde la sangre, como esencia primordial, regula
el adelanto y es el medio por el que Dios vigila el programa humano. A más sutil, a más etérica,
mayor poder para el crecimiento hacia una meta ideal, de perfeccionamiento. Por lo tanto, si
por falta de comprensión la sobrecargamos, iremos en contra de nuestro progreso. Porque a
mayor sublimidad de esa esencia preciosa, mayor es la posibilidad de
combustión y alquimia interna espiritual.
La sangre y la Iniciación.
La columna vertebral es un horno de fusión espiritual, que va ascendiendo y tornándose luminosa
de acuerdo a los esfuerzos que realicemos en el sendero de la virtud. Asciende, decimos, hasta llegar
al cerebro, permitiendo alcanzar la separación consciente del vehículo denso, condición tan ansiada
por el espiritualista, que desea llegar a ser un “Auxiliar Invisible”. Esta gran conquista es el resultado
del mejoramiento consciente, constante e inteligente de cada uno.
Para llegar a tan elevado estado, la sangre tiene que ser tan pura que alcance una luminosidad ideal,
que al llegar al cerebro tenga la facultad de poner en actividad las glándulas cerebrales,
Cuerpo Pituitario y Glándula Pineal, hoy adormecidas, que son el “ábrete sésamo” del mundo
espiritual. Si citamos esto es para darle al tema el valor que realmente tiene. Se difunde con la
esperanza de que pueda ser útil, alertando a cada uno de los medios que debe usar para llegar y realizar
el correspondiente crecimiento espiritual.
Y no debemos olvidar que hay dos métodos para el progreso: el sufrimiento, que es uno de los medios
que usa la Ley de Evolución para invitar a la modificación, una advertencia para el cambio; y el otro, ideal,
que es el conocimiento aplicado. Toda persona sabia debe emplear este último camino y
alcanzar así el progreso que le corresponde.
El emblema rosacruz está formado por una cruz, siete rosas rojas y una estrella brillante, que
simboliza los medios de que la humanidad dispone para el progreso. El cuerpo es la cruz,
el medio denso, en que nos desenvolvemos y actuamos, donde adquirimos experiencia y
crecimiento anímico. Las rosas rojas significan el sentimiento de amor hacia la Luz, o sea la purificación
de la naturaleza de deseos inferior como suprema aspiración a lo superior. Y la estrella se
levanta como una posibilidad del cuerpo síquico espiritual, el “Cuerpo Alma”, que cada
uno necesita para alcanzar la conciencia en el mundo espiritual, es decir,
llegar a ser habitante de dos mundos.
Ser habitante de dos mundos, el físico y el espiritual, es la aspiración suprema de todo aspirante
a la Luz. Para esto hemos querido alertarles sobre el cuidado necesario hacia esta esencia tan
especial que es la sangre, como vehículo del Ego, que si no está en condiciones no posibilitará
el progreso. Es una enseñanza para que cada uno haga uso sabio de ella y esté alerta para adelantar.
La tristeza, el pesar, la incertidumbre, son elementos negativos. La jovialidad, la fe, la confianza,
son medios positivos. El que sabe orar hace comunión constante con lo superior; está beneficiando
también el propio estado de su organismo, que ya debe comenzar a sublimizarse.
El espiritualista no es un ser que piensa solamente en sí mismo, que ruega para sí; ese no es
espiritualista. El verdadero se caracteriza por su interés y comprensión de todos los males
humanos y su oración y aspiración se levanta en bien y beneficio de los demás. La naturaleza
es una expresión de Dios, en ella se manifiesta y es una invitación a manifestarse de la misma
forma. Entonces el espiritualista imita al Creador, dando amor y bien a los demás. Es
el medio de progreso, de verdadero adelanto.
Para que el ser humano realice logros cada vez mayores, la evolución se procesa en espiral;
cada espira mayor es una nueva posibilidad. Lo que fuimos es menos de lo que somos; y
somos menos de lo que seremos, de lo que alcanzaremos a ser. Cuando recorramos
nuevas espiras, más amplias y elevadas, posibilidades mayores se abrirán y realizaremos
el bien, por el afán de realizar mejor, llenos siempre de esperanza y seguridad en Dios!
Y para esto, el estado de nuestra sangre jugará el principal papel, PUES COMO
NUESTRA SANGRE SEA DE PURA, ASÍ SERÁ NUESTRA MANIFESTACIÓN
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