lunes, 13 de septiembre de 2010
H.P. BLAVATSKY - LOS SIETE GRADOS DE INICIACIÓN D.S.
LOS SIETE GRADOS DE INICIACIÓN D.S.
H. P. BLAVATSKY Doctrina Secreta Tomo I 251-256
7. HAZ TUS CÁLCULOS LANÚ, SI QUIERES SABER LA EDAD EXACTA DE TU
PEQUEÑA RUEDA 429. SU CUARTO RAYO ES NUESTRA MADRE (a) 430. ALCANZA
EL CUARTO FRUTO DEL CUARTO SENDERO DEL CONOCIMIENTO QUE
CONDUCE AL NIRVÂNA, Y TÚ COMPRENDERÁS, PORQUE VERÁS… (b).
(b) Existen cuatro grados de iniciación mencionados en las obras exotéricas, los cuales son respectivamente conocidos en sánscrito como Srôtâpanna, Sakridâgâmin, Anâgâmin y Arhat; teniendo las mismas denominaciones, en esta nuestra Cuarta Ronda, los Cuatro Senderos que conducen al Nirvâna. El Arhat, si bien puede contemplar el Pasado, el Presente y el Futuro, no es todavía el más alto Iniciado; pues el Adepto mismo, el candidato iniciado, se convierte en Chela (discípulo) de un Iniciado más elevado. Tres grados superiores más le quedan por conquistar al Arhat que quiera alcanzar la cúspide de la escala del Arhatado. Los hay que aun lo han alcanzado en esta nuestra Quinta Raza; pero las facultades necesarias para lograr estos grados más elevados, tan sólo se encontrarán plenamente desarrolladas en el tipo general del asceta, al final de esta Raza Raíz, y en las Sexta y Séptima. Así es que existirán siempre Iniciados y Profanos hasta el final de este Manvantara menor, el
presente Ciclo de Vida. Los Arhats de la “Niebla de Fuego” los del séptimo peldaño hállanse tan sólo a un paso de la Raíz Fundamental de su Jerarquía, la más elevada que existe en la Tierra y en nuestra Cadena Terrestre. Esta “Raíz Fundamental” tiene un nombre que puede ser traducido tan sólo por medio de varias palabras: el “Baniano-Humano siempre Viviente”. Este “Ser Maravilloso” descendió de una “elevada región” –dicen– durante la primera porción de la Tercera Época, antes de la separación de sexos en la Tercera Raza.
A esta Tercera Raza se la llama algunas veces, colectivamente, los “Hijos del Yoga Pasivo”; o sea que fue producida inconscientemente por la segunda Raza, la cual, como era intelectualmente inactiva, se supone permanecía constantemente sumida en una especie de contemplación abstracta o vacía, como la que requieren las condiciones del estado Yoga. En el primer tiempo de la existencia de esta Tercera
Raza, cuando se hallaba todavía en estado de pureza, los “Hijos de la Sabiduría”, que, como se verá, encarnaron en esta Tercera Raza, produjeron por Kriyâshakti una generación llamada los “Hijos de Ad”, o “de la Niebla de Fuego”, los “Hijos de la Voluntad y del Yoga”, etc. Ellos eran un producto consciente; pues una porción de la Raza se hallaba animada ya con la chispa divina de una inteligencia espiritual y superior. Esta generación no era una Raza. Era al principio un Ser Maravilloso, llamado el “Iniciador”, y después de él un grupo de Seres semihumanos, semidivinos.
“Elegidos” en la génesis arcaica con ciertos propósitos, se dice que en ellos encarnaron los más elevados Dhyânis –”Munis y Rishis de Manvantaras anteriores”–, para formar el semillero de futuros Adeptos humanos, en esta tierra y durante el Ciclo presente. Estos “Hijos de la Voluntad y del Yoga”, nacidos, por decirlo así, de un modo inmaculado, permanecieron, según se explica, aparte por completo del resto de la humanidad.
El “Ser” al cual se acaba de hacer referencia, y que tiene que permanecer innominado, es el Árbol del cual, en épocas subsiguientes, se han ramificado todos los grandes Sabios y Hierofantes históricamente conocidos, tales corro el Rishi Kapila, Hermes, Enoch, Orfeo, etc., etc. Como hombre objetivo, él es el misterioso (para el profano, el siempre invisible, y sin embargo siempre presente). Personaje acerca del cual abundan las leyendas en Oriente, en especial entre los ocultistas y los estudiantes de la Ciencia Sagrada. Él es quien cambia de forma, y sin embargo, permanece siempre el mismo. Y él es, además, el que posee la autoridad espiritual sobre todos los Adeptos iniciados que en el mundo entero existen. Él es, como se ha dicho, el “Sin Nombre” que tantos nombres posee, y cuyo nombre y naturaleza son sin embargo desconocidos. Él es el “Iniciador”, llamado la “GRAN VÍCTIMA”. Porque, sentado en los Umbrales de la Luz, la contempla desde el círculo de Tinieblas que no quiere cruzar; ni abandonará su puesto hasta el Día postrero de este Ciclo de Vida.
¿Flor qué permanece el Solitario Vigilante en el puesto por él escogido? ¿Por qué permanece sentado junto a la Fuente de la Sabiduría Primordial, en la cual no bebe ya, puesto que nada tiene ya que aprender que no sepa, ni en esta tierra ni en sus Cielos? Porque los solitarios Peregrinos cuyos pies sangran de vuelta a su Hogar, jamás se hallan seguros, hasta el último momento, de no perder su camino en este desierto sin límites de la ilusión y de la materia, llamado la Vida Terrena. Porque quiere gustoso mostrar el camino hacia aquella región de libertad y de luz, de la cual es desterrado voluntario, a todos los prisioneros que han logrado libertarse de los lazos de la carne y de la ilusión. Porque, en una palabra, él se ha sacrificado por la humanidad aunque tan sólo unos pocos elegidos podrán aprovecharse del GRAN SACRIFICIO.
Bajo la dirección silenciosa y directa de este MAHA-GURU, todos los demás Maestros e Instructores menos divinos de la humanidad, se convirtieron, desde el despertar primero de la conciencia humana, en los guías de la humanidad primitiva. Gracias a estos “Hijos de Dios”, aquella humanidad infantil obtuvo sus primeras nociones de todas las artes y ciencias, lo mismo que las del conocimiento espiritual; y Ellos fueron quienes colocaron las primeras piedras de los cimientos de aquellas civilizaciones que tan cruelmente confunden a nuestras generaciones modernas de escritores y de eruditos.
Quienes pongan en duda esta afirmación, que nos expliquen con fundamentos igualmente razonables el misterio del saber extraordinario poseído por los antiguos, que algunos pretenden se desenvolvieron de salvajes abyectos parecidos a animales, los “hombres de las cavernas” de la época paleolítica. Diríjanse por ejemplo a obras tales como las de Vitrubio Polio, de la época de Augusto, sobre arquitectura, en la cual las reglas de proporción son las enseñadas antiguamente en las Iniciaciones, si quieren conocer el arte verdaderamente divino, y comprender el profundo significado esotérico oculto en cada regla y ley de proporción.
Ningún hombre descendiente de un habitante de las cavernas paleolíticas hubiera podido desarrollar por sí solo una ciencia semejante, aun al través de milenios de evolución intelectual y pensante. Fueron los discípulos de aquellos Rishis y Devas encarnados de la Tercera Raza-Raíz, los que transmitieron su saber, de una generación a otra, a Egipto y a Grecia, con su canon de proporción, en la actualidad perdida; así como los discípulos de los Iniciados de la Cuarta, los atlantes, lo transmitieron a sus Cíclopes, los “Hijos de los Ciclos” o del “Infinito”, de quienes pasó el nombre a las generaciones posteriores de sacerdotes gnósticos.
A causa de la divina perfección de aquellas proporciones arquitectónicas, podían los
antiguos construir esas maravillas de todas las épocas subsiguientes, sus templos,
pirámides, santuarios, subterráneos, cromlechs, cairns, altares, demostrando que poseían fuerzas y conocimiento en mecánica ante los cuales la ciencia moderna resulta juego de niños y a cuyas obras esta misma ciencia se refiere denominándolas “obras de gigantes con cien manos”431.
Los arquitectos modernos puede que no hayan descuidado por completo aquellas reglas, pero les han añadido lo suficiente en cuanto a innovaciones empíricas, para destruir aquellas proporciones justas. Vitrubio fue quien dio a la posteridad las reglas de construcción de los templos griegos erigidos a los dioses inmortales; y los diez libros de Marco Vitrubio Polio sobre arquitectura, de uno que en resumen era un iniciado, pueden ser tan sólo estudiados esotéricamente. Los Círculos Druídicos, los Dólmenes, los Templos de la India, Egipto y Grecia; las Torres y las 127 ciudades que en Europa ha encontrado como de “origen ciclópeo” el Instituto francés, son todos obra de arquitectos sacerdotes iniciados, los descendientes de aquellos que en un principio fueron enseñados por los “Hijos de Dios”, y llamados con justicia los “Constructores”. He aquí la apreciación de la posteridad sobre estos descendientes:
No hacían uso de mortero ni de cemento ni de hierro, ni de acero para cortar las piedras; y, sin embargo, háyanse tan artificiosamente labradas, que en Muchos sitios se perciben muy difícilmente las junturas, a pesar de que muchas de las piedras, como en el Perú, tienen 38 pies de largo, 18 de ancho y seis de espesor, habiéndolas en los muros de la fortaleza de Cuzco todavía de mayor tamaño 432.
Y también:
El pozo de Siena, construido hace 5.400 años, cuando aquel lugar se hallaba exactamente bajo el trópico, lo cual ha cesado ahora de suceder, estaba construido de tal modo, que al mediodía, en el momento preciso del solsticio, se veía todo el disco del Sol reflejado en su superficie; obra que la ciencia reunida de todos los astrónomos de Europa no sería capaz de llevar a efecto433.
431 Kenealy, Book of God, pág. 118.
432 Acosta, VI, 14 433 Kenealy, Ibíd.
A pesar de que estas materias se hallan meramente apuntadas en Isis sin Velo, no estará de más recordar al lector lo que se dice allí434 referente a cierta Isla Sagrada en el Asia Central, e indicarle para mayores detalles el capítulo referente a “Los Hijos de
Dios y la Isla Sagrada”, agregado al volumen III, Estancia IX. Sin embargo, algunas explicaciones más, aun cuando se den en forma fragmentaria, pueden ayudar al estudiante a percibir una vislumbre del misterio presente.
Debemos por lo menos en claras palabras un detalle con referencia a estos misteriosos “Hijos de Dios”: de ellos, de estos Brahmaputras, es de quienes los elevados Dvijas, los brahmanes iniciados de la antigüedad, pretendían descender, al paso que el moderno brahmán quisiera hacer creer literalmente a las castas inferiores que ellos (los brahmanes) han procedido directamente de la boca de Brahmâ. Ésta es la enseñanza esotérica, la cual añade, además que si bien aquéllos descendían (espiritualmente por supuesto) de los “Hijos de la Voluntad y del Yoga”, se dividieron con el tiempo en opuestos sexos, como hicieron después sus mismos progenitores creados por “Kriyâshakti”; sin embargo, aun sus degenerados descendientes han conservado, hasta el día presente, veneración y respeto hacia la función procreadora, que todavía miran como una ceremonia religiosa, mientras que las naciones más civilizadas la consideran como una función meramente animal. Compárense las opiniones y prácticas occidentales acerca de estas materias, con las Instituciones de Manu, tocante a las leyes del Grihastha o vida matrimonial. El verdadero brahmán es así, en realidad: “aquel cuyos siete antepasados han bebido el zumo de la planta de la Luna (Soma)” y es un “Trisuparna”, puesto que ha comprendido el secreto de los Vedas.
Y, hasta hoy día, tales brahmanes saben que estando dormida la inteligencia psíquica y física de esta Raza durante sus primeros tiempos, y no estando todavía desarrollada su conciencia, sus concepciones espirituales hallábase por completo desligadas de todo cuanto físicamente la rodeaba; que el hombre divino habitaba en su forma animal, si bien humana al exterior; y que, si existía instinto en él, ninguna conciencia de sí mismo venía a iluminar las tinieblas del Quinto Principio latente. Cuando los Señores de la Sabiduría, impulsados por la ley de evolución, infundieron en él la chispa de la conciencia, el primer sentimiento que se despertó a la vida y a la actividad fue el de solidaridad, el de unidad con sus creadores espirituales. Así como los sentimientos primeros del niño se dirigen a su madre y nodriza, del mismo modo las aspiraciones primeras de la conciencia al despertar en el hombre primitivo iban
434 I, 587-93.
hacia aquellos cuyo elemento sentía dentro de sí mismo, y que permanecían todavía fuera e independientes de él. La Devoción brotó de aquel sentimiento y convirtiese en el móvil primero y principal de su naturaleza; pues es el único que es natural en su corazón, que es innato en él, y que encontramos lo mismo en el niño humano que en el pequeñuelo del animal. Este sentimiento de aspiración instintiva e irresistible en el hombre primitivo, lo describe Carlyle de un modo hermoso, podría decirse intuitivo:
El gran corazón antiguo, ¡cuán infantil en su sencillez, cuán varonil en su profundidad y solemnidad fervorosa! El cielo permanece sobre él dondequiera que vaya o esté en la tierra; haciendo de toda la tierra un templo místico para sí, y de todos los asuntos terrenos una especie de culto. Fulgores de criaturas resplandecientes brillan en la luz del sol; los ángeles todavía amparan, llevando mensajes de Dios entre los hombres … La maravilla y el prodigio acompañan al hombre; vive en un elemento de milagro…435 Una gran ley de deber, elevada como estos dos infinitos (el cielo y el infierno), empequeñeciendo, destruyendo todo lo demás —era una realidad y lo es; la vestidura es lo único que ha muerto; ¡la esencia vive, a través de los tiempos y de la eternidad entera!
Vive, es innegable, y se ha establecido con toda su potencia y energía indestructible en el corazón ario asiático, directamente de la Tercera Raza, por medio de sus primeros Hijos nacidos de la Mente, los frutos de Kriyâshakti. A medida que los tiempos han transcurrido, la raza santa de los Iniciados ha producido, aunque sólo muy rara vez y de época en época, semejantes criaturas perfectas; seres aparte, interiormente; si bien, en su exterior, son lo mismo que quienes los han producido.
Durante la infancia de la tercera raza primitiva:
Una criatura de más exaltada especie
Faltaba todavía, y por lo tanto, fue intentada,
Consciente en sus pensamientos, de más vasto pecho
Para el imperio hecha y propia para regir a las demás.
Fue despertado a la existencia un vehículo perfecto dispuesto para la encarnación de habitantes de esferas más elevadas, quienes, desde entonces, establecieron su residencia en estas formas, nacidas de la Voluntad Espiritual y del poder natural y divino en el hombre. Era un hijo del espíritu puro, libre mentalmente de toda mezcla de elementos terrenos. Su constitución física tan sólo pertenecía al tiempo y a la vida; pues derivaba su inteligencia directamente de lo alto. Era el Árbol Viviente de la Sabiduría Divina; y puede, por tanto, ser comparado al Árbol Mundano de la leyenda escandinava, que no puede secarse y morir hasta que se haya reñido el combate postrero de la vida, al paso que sus raíces son de continuo roídas por el dragón Nidhogg. Pues aun el primero y santo Hijo de Kriyâshakti tenía su cuerpo roído por
435 La que era natural a los ojos del hombre primitivo, se ha convertido única ahora en milagro para nosotros; y lo que era para él un milagro, jamás podría ser expresado en nuestro lenguaje.
los dientes del tiempo; pero las raíces de su ser interno permanecieron por siempre inalterables y robustas, puesto que se desarrollaban y extendían en los cielos y no en la tierra. Él fue el primero del Primero, y la semilla de todos los demás. Hubo otros Hijos de Kriyâshakti producidos por un segundo esfuerzo espiritual; pero el primero ha permanecido hasta el día como Germen del Conocimiento Divino, el Uno y Supremo entre los terrestres “Hijos de la Sabiduría”. Acerca de este asunto no podemos decir más, excepto que en todas las épocas –sí, hasta en la nuestra– han existido grandes inteligencias que han comprendido con exactitud el problema.
¿Cómo ha llegado nuestro cuerpo físico al estado de perfección en que se le encuentra ahora? Al través de millones de años de evolución, por supuesto; pero jamás por medio de, o gracias a los animales, como el materialismo enseña.
Pues, como dice Carlyle:
… La esencia de nuestro ser, el misterio que en nosotros mismos se llama “Yo” —¡ah! ¿qué palabras poseemos para cosas semejantes?– es un hálito de los Cielos, el más elevado de los Seres, que en el hombre se revela. Este cuerpo, estas facultades, esta nuestra vida, ¿no es esto todo a manera de una vestidura para el Innominado?
El “hálito de los Cielos”, o más bien el soplo de Vida llamado en la Biblia Nephesh, se halla en cada animal, en cada molécula animada y en cada átomo mineral. Pero ninguno de éstos tiene, como el hombre, conciencia de la naturaleza de la de aquel “Ser Elevadísimo”436, como ninguno posee esa divina armonía en sus formas que el hombre tiene. Es como dice Novalis, y nadie lo ha expresado después mejor, según lo ha repetido Carlyle:
Sólo existe un templo en el Universo, y es el Cuerpo del Hombre. Nada es más santo que aquella forma elevada… Tocamos el Cielo cuando ponemos nuestras manos sobre un cuerpo humano. Esto suena a modo de mera figura de retórica; pero no es así. Si en ello se piensa bien, se verá que es un hecho científico; la expresión… de la verdad precisa de la cosa. Somos el milagro de los milagros, el gran
Misterio inescrutable…437.
436 No existe nación alguna en el mundo en la que el sentimiento de devoción o de misticismo religioso se halle más desarrollado o aparezca de un modo más prominente que en el pueblo indo.
Véase lo que dice Max Müller en sus obras acerca de esta idiosincrasia y rasgo nacional. Esto es herencia directa de los hombres primitivos, conscientes de la Tercera Raza.
437 Lectures on Heroes.
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