lunes, 26 de abril de 2010

LA INMORTALIDAD DEL ALMA

INMORTALIDAD DEL ALMA

Se supone comúnmente que cada alma individual ha tenido un principio, pero sin embargo

está de tal manera constituida que es imperecedera. Esta idea fue puesta en duda por un

individuo que cree que la muerte es el fin de todo y a mi me gustaría encontrar algún

argumento o pasajes de la Biblia para poder convencerle de que está errado. ¿Me ayudaría

usted, por favor?



Respuesta: Aunque existen suficientes maneras por medio de las cuales es posible demostrar

que la muerte no lo acaba todo, no tenemos ninguna cantidad de argumentos que convencerá a

quien no desea ser convencido. Usted recordará la parábola que Cristo narró acerca del rico y

de Lázaro, quien murió, y cuando el rico deseaba que le fuese permitido a Lázaro volver de

entre los muertos para prevenir a sus hermanos, Cristo dijo: "Si no oyen a Moisés y a los

profetas, tampoco se persuadirán, si alguno se levantare de los muertos". Y ése es el punto.

Hemos oído manifestar a los que se dicen científicos que ellos no se convencerían de la vida

después de la muerte aun cuando viesen real y verdaderamente un fantasma, porque habiendo

establecido mediante la razón y la lógica, a su completa satisfacción, que no hay fantasmas,

considerarían que ellos mismos estarían sufriendo una alucinación si efectivamente viesen una

aparición.

Tampoco es posible dar a usted afirmaciones autorizadas tomadas de la Biblia. La palabra

"inmortal" no se encuentra en el Antiguo Testamento. Entonces se decía "Muriendo, morirás",

y la larga vida se tenía como una recompensa a la obediencia. Tampoco es hallada la palabra

en los Cuatro Evangelios, pero en las epístolas de Pablo aparece seis veces. En un pasaje habla

de que Cristo sacó a la luz la inmortalidad en el evangelio. En otro nos dice que "esto mortal

debe ser vestido de inmortalidad" . En el tercer pasaje aclara que esta inmortalidad es dada a

los que la busquen. En un cuarto pasaje habla de nuestro estado "cuando esto mortal fuere

vestido de inmortalidad" . En un quinto pasaje declara que sólo Dios tiene inmortalidad, y el

sexto pasaje es una adoración al Rey de los siglos, inmortal e invisible. Así es que la Biblia de

ninguna manera enseña que el alma es inmortal, pero por otra parte dice enfáticamente que "el

alma que peque, debe morir".

Si el alma fuese inherente e intrínsecamente imperecedera, tal cosa sería una imposibilidad.

Tampoco podemos probar la inmortalidad por medio de la Biblia citando pasajes como éste de

Juan 3:16: "Porque de tal manera amó Dios al Mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para

que todo aquel que cree en él, no se pierda, más tenga vida eterna". Si confiamos en estas

palabras para probar que el alma no tiene fin, sino que posee vida interminable, también

debemos aceptar los pasajes que afirman que las almas están condenadas a tormento eterno

como lo proclaman algunas iglesias ortodoxas. Pero lo cierto es que estos pasajes no prueban

que haya bienaventuranza o tormento eternos. Si usted toma el Diccionario griego de Liddel y

Scott y busca la palabra eterno, encontrará que la palabra así traducida es una palabra griega,

"aionian", que significa «por un corto tiempo", "una edad", "tiempo limitado", "la duración de

una vida". Usted fácilmente echará de ver esto en el caso de Onésimo con relación al cual

escribe Pablo a Filemón: "Porque acaso por esto se ha apartado de ti por algún tiempo, para

que le recibieses para siempre". Estas palabras: para siempre" podrían significar solamente los

pocos años de la vida de Onésimo sobre la tierra, y no una duración infinita.

¿Cuál es entonces la solución? ¿Es la inmortalidad sólo una ficción de la imaginación,

imposible de probarse? De ninguna manera, pero debemos establecer claramente la diferencia

entre el alma y el Espíritu. Estas dos palabras son muy a menudo tomadas como sinónimos, y

no lo son. Tenemos en la Biblia la palabra hebrea Ruach, y la palabra griega Pneuma, las

cuales significan ambas Espíritu, mientras que la palabra hebrea Neshammah y la palabra

griega Psyke significan alma. En adición a éstas tenemos la palabra hebrea Nephesh, que

significa soplo, aliento, pero que ha sido traducida por Vida en algunos pasajes y Alma en

otros, según convenía al propósito de los traductores de la Biblia. Y esto es lo que crea la

confusión. Por ejemplo, se nos dice en el Génesis que Jehová formó al hombre del polvo de la

tierra y sopló en sus narices el soplo o aliento (Nephesh) y el hombre se convirtió en una

criatura que respira (Nephesh chayim), no en un alma viviente.

Con respecto a la muerte se nos dice en Eclesiastés 3:19-20, y también en otros lugares, que

no hay diferencia entre el hombre y el animal, "como mueren los unos, así mueren los otros; y

una misma respiración tienen todos" (otra vez Nephesh). Así es que se nos indica que el

hombre no tiene preeminencia sobre la bestia y que todos van a un lugar. Pero hay una

distinción muy definida entre el Espíritu y el Cuerpo, porque se nos dice que cuando el cordón

plateado se quiebre entonces el polvo (cuerpo) se tornará a la tierra, como era, y el Espíritu se

volverá a Dios que lo dio".

La palabra muerte no está aquí ni en ninguna parte conectada con el Espíritu, y la doctrina de

la inmortalidad del Espíritu se enseña definidamente una vez, por lo menos, en la Biblia, en

Mateo 11-14, en cuyo pasaje dijo el Cristo hablando de Juan el Bautista: "Este es Elías". El

Espíritu que había animado al cuerpo de Elías había renacido como Juan el Bautista. Por

consiguiente el Espíritu debe haber sobrevivido a la muerte del cuerpo de Elías y haber sido

capaz de continuar su vida.

Para enseñanzas más profundas y definidas con referencia a este asunto debemos ir, sin

embargo, a la enseñanza mística, y leemos en el Concepto Rosacruz del Cosmos que los

Espíritus virginales enviados al desierto del mundo como chispas de la Llama Divina, la cual

es nuestro Padre Celestial, primero sufrieron un proceso de involución en la materia, cada

chispa cristalizándose en un triple cuerpo. Luego les fue dada la mente, y llegó a ser el punto

de apoyo sobre el cual la involución se vuelve evolución, y la epigénesis) o habilidad creadora

divina inherente al Espíritu interno, es la palanca por medio de la cual el triple cuerpo se espiritualiza

en forma de la triple alma y se amalgama al triple Espíritu, siendo el alma el extracto

de la experiencia mediante la cual el Espíritu evoluciona de la ignorancia a la omnisciencia, de

la impotencia a la omnipotencia, y así, finalmente, se hace semejante a su Padre Celestial.

Para nosotros, con nuestras limitadas capacidades presentes, es imposible aun concebir la

magnitud de esta tarea, pero podemos comprender que estamos todavía muy, muy lejos de la

omnisciencia y de la omnipotencia, de suerte que esto requiere muchas vidas. En

consecuencia, tenemos que ir a la escuela de la vida, así como el niño va a nuestras escuelas

de aquí. Y así como hay noches de descanso entre los días de escuela del niño, así también

hay noches de muerte entre los días de escuela de la vida. El niño reanuda sus estudios cada

día en el punto en donde los dejó la tarde anterior. Así también nosotros, al volver al

renacimiento, reanudamos las lecciones de la vida donde fueron interrumpidas en nuestra

previa existencia.

Si se pregunta por qué no recordamos nuestras existencias anteriores si las hemos tenido, la

respuesta es fácil. No recordamos ahora lo que hicimos hace un mes, un año o hace unos

pocos años. ¿Cómo podríamos, entonces, recordar tan atrás? Teníamos un cerebro diferente

entonado con la conciencia de la vida anterior. Sin embargo, existen personas que recuerdan

sus existencias pasadas y muchas están cultivando esta facultad cada año, facultad que está

latente en cada ser humano.

Pero como Pablo dice muy atinadamente en la epístola a los corintios Cap. 15 Ver. 14: "Si los

muertos no resucitan, nuestra fe es vana, los más miserables somos de todos los hombres". Por

consiguiente el neófito que ha pasado por la puerta de la iniciación al mundo invisible es

siempre llevado junto al lecho de un niño agonizante. Ve al Espíritu salir del cuerpo a la

muerte y se le pide que siga al mismo en el mundo invisible hasta que tome un nuevo

nacimiento. Para este propósito se escoge generalmente un niño que esté destinado a renacer

dentro del término de un año o dos. Así, en un lapso comparativamente corto, el neófito ve por

sí mismo como un Espíritu pasa a través del portal de la muerte y entra a la vida física de

nuevo a través de la matriz. Así es como obtiene la prueba. La razón y la fe deben ser

suficientes para aquellos que no están preparados para pagar el precio del conocimiento

directo, el cual no se compra con oro. El precio es pagado por medio del esfuerzo de una vida

entera.

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