martes, 1 de diciembre de 2009
LA CRUZ DE CRISTO: UN FENÓMENO CÓSMICO
El Equinoccio de Otoño
La Cruz de Cristo: Un fenómeno Cósmico.
Corinne Heline
El día se va haciendo más solemne y sereno después del mediodía; una armonía crece en Otoño, y un lustre en los cielos que nunca se escuchó, ni se vio a través del Verano;
¡Como si no pudiera ser, y no hubiera sido!
Es un axioma espiritual el que detrás de cada fenómeno físico de nuestro Universo existe un Arquetipo. Es ese campo, que es Caos para el intelecto mortal no iluminado, pero es la simiente del Cosmos para la iluminada razón del verdadero místico.
En los Templos de Misterios de la antigüedad, era muy bien comprendido que las ciencias físicas y las artes seculares eran vistas como sagradas y un aspecto de la religión.
Ellos percibían que la Naturaleza era un alfabeto viviente con el cual Dios hablaba al hombre. Videntes Iniciados, adscritos a los Templos, leían en los fenómenos del tiempo y las Estaciones como si estos fueran jeroglíficos escritos en el espacio por el mismo Dios. De ahí que las materias de las escuelas de Misterios incluyeran todas las ramas del saber conocidas por la mente humana, incorporadas en la divina triada de Religión, Arte y Ciencia, que eran tomadas como un todo constituyendo las muchas facetas del Diamante de la Verdad, la Divina Sabiduría, Gnosis o Sophia.
De todas las ciencias, no obstante, ninguna era más sagrada que la Astronomía y su ciencia hermana, la Matemática, que fueran un regalo del divino Hermes o Mercurio, conocido en Babilonia como el dios Nabu (Nebo), patrón de profetas y videntes. Mercurio, el menor de los planetas conocidos de los antiguos (tragado como era por el fiero horno del Sol), fue llamado, sin embargo, el capitán del universo, porque fue el reluciente símbolo de la razón iluminada; ejemplificada en los cielos como la Ley y el Orden astronómicos y en la Tierra en la luminosa regularidad de los procesos numerológicos y matemáticos. El triángulo que permitía al granjero medir sus parcelas de terreno, servía para que el médico-sacerdote, en cuyas manos estaba la cura de cuerpos y almas, hiciera la medida del hombre.
Este era el razonamiento del Iniciado de los Antiguos Misterios y, mediante este razonamiento, desarrollaba una ciencia del alma que aún no ha sido sobrepasada.
Hoy día el mundo toma los Solsticios y Equinoccios como eventos astronómicos que afectan el curso de la naturaleza sobre la Tierra, pero pocos se percatan que estos puntos de giro en la órbita terrestre tienen su correspondiente significado en la vida del alma de la raza. Este conocimiento será restaurado por la Escuela de Misterios de la Nueva Era, reclamando el verdadero carácter de los impulsos cósmicos que son emitidos en dichos intervalos, mostrando al hombre cómo puede volver a colaborar con estos para su eterno beneficio.
En lo que se ha denominado a veces la nueva religión del mañana, aunque sólo es nueva como re-planteamiento de verdades universales y eternas, los primitivos Festivales Sagrados serán una vez más, como en el pasado, coincidentes con fechas especificas que son significativas debido a configuraciones planetarias en los cielos, tan importantes como los Solsticios y Equinoccios y las Lunas Nuevas y Llenas.
Durante el ciclo anual, cada mes duplica en miniatura, si se quiere, la fuerza de las Cuatro Sagradas Estaciones en las cuatro fases de la Luna. La Nueva corresponde al Solsticio de Invierno; el Cuarto Creciente al Equinoccio de Primavera; la Luna Llena al Solsticio de Verano y el Cuarto Menguante al Equinoccio de Otoño.
Cuando las Escuelas de Misterios sean restablecidas en su forma externa, esos cuatro puntos estacionales, unidos a los correlativos aspectos lunares, serán celebrados con profunda reverencia debido a su tremendo impacto en el cuerpo del planeta y en la vida de la Humanidad. Las celebraciones espirituales durante esas fechas serán maravillosas y plenas de poder.
Los Misterios del Egipto tuvieron una influencia sobre la cultura occidental jamás soñada por los eruditos. "El poder de Dios, indudablemente se mostró a ellos primero", escribió Eusebius, historiador de la Iglesia en el siglo III, y luego, antes que todos los pueblos, el trabajo de su enseñanza evangélica creció con fuerza entre los egipcios".
Los Misterios de Egipto fueron traídos a Occidente a través de la Grecia antigua, cuya profunda veneración por todo lo egipcio es bien conocida, pero sólo tras una fuerte oposición logró conquistar el beneplácito de Roma. En los Misterios griegos, como en los egipcios, las grandes fiestas religiosas estaban señaladas por los cuatro puntos de giro del año; aunque existían fiestas menores que antecedían o sucedían a las Cuatro Fiestas Mayores, de modo que no existía mes sin su celebración sagrada o día santo.
Algunos de los primeros Grandes Festivales Egipcios eran celebrados en los Solsticios. Los más importantes de los Festivales Griegos eran celebrados en los Equinoccios. Dos espiritualmente potentes estrellas derramaban sus rayos sobre la Tierra en esas cruciales fechas: La gran blanco-azulada, como diamante, Sirio, en los Solsticios; y la grandiosamente dorada Alcyone, la estrella de los Equinoccios.
Estos festivales solares eran celebrados en Egipto con gran pompa y ostentación y con impresionantes ceremoniales en que los sacerdotes portaban los libros sagrados. El Sumo Sacerdote de Heliópolis, la Ciudad del Sol, era el principal astrónomo del país y fue en Heliópolis donde Moisés se educó en la sabiduría de los egipcios, así como en época anterior Daniel, y los profetas del exilio, recibieron su educación en la ciencia de los babilonios.
La larga historia de Egipto vio primero a Sagitario, luego a Escorpio y finalmente a Libra como constelaciones del Equinoccio de Otoño. Ello fue en la época en que el Equinoccio Primaveral estaba retrocediendo a través de las constelaciones de Géminis, Tauro y Aries. Fue en la Época Ariana (cuando el Equinoccio Vernal estaba en Aries), que Akhenaton y Moisés aparecieron en Egipto para lanzar el grandioso movimiento monoteísta, que estaba destinado a transformar el Mundo en el nombre de Cristo.
Los sacerdotes egipcios decían que fue a través de Escorpio, el signo del escorpión, que el alma descendió a la Tierra para renacer en el Equinoccio Vernal por el poder del carnero, Aries. Interpretado espiritualmente esto es bien cercano a las enseñanzas cristianas comunes, donde el alma es tentada y cae por el poder de las fuerzas satánicas simbolizadas en Escorpio por el escorpión, y es regenerada, renacida del agua y del espíritu, por medio del poder de Cristo, simbolizado por Aries, el Cordero de Dios.
Aun canalizada a través de fuentes hebreas, la leyenda masónica de Hiram Abiff tiene fuerte influencia egipcia, a más de los generalmente reconocidos elementos fenicios. Considerada astrológicamente, la muerte de Hiram Abiff es la historia del Equinoccio de Otoño. Los tres asesinos son Libra, Escorpio y Sagitario. El agonizante Hiram es el Sol en invierno; levantado en el Equinoccio Vernal por la Divina Palabra para convertirse en un Salvador del Mundo, el Sol en Aries.
A las fuerzas activas durante el tiempo del Equinoccio de Otoño, los egipcios le adscribieron el origen de todo lo malo. Se opinaba que, así como esa Estación era sumida en el frío y la oscuridad del invierno, también el Escorpión Cósmico traía la tentación y el pecado a las almas de los hombres.
Los egipcios no eran los únicos en esta creencia. Todos los pueblos habían creído en un Dios cuyas fuerzas y debilidades estaban simbolizadas por la luz y las tinieblas, por los alternantes calor y frío, como se señalaba por el cruce del Sol por los Doce Signos del Zodiaco. Hércules era reverenciado entre los griegos cientos de años antes del establecimiento de los Estados Helénicos y sus Doce Trabajos describían el paso del Sol a través de los Doce Signos. Entre los hebreos, Jacob y sus doce hijos, tenían el mismo significado y más tarde, en la Historia Hebrea, con Sansón.
En el Talmud se afirma que el Templo, alrededor del cual se desenvolvía la vida espiritual de Israel, fue construido mitad en la luz y mitad en las sombras. En el Templo de la Cristiandad de hoy el trabajo también va adelante mitad en la luz y mitad en las tinieblas, pero mucho se ha perdido.
La mayor parte de los cristianos sólo celebran dos de los cuatro Festivales Sagrados. El Solsticio de Invierno (Navidad) y el Equinoccio de Primavera (Pascua) y, aún así, son celebrados solamente en su limitado, personal e histórico aspecto, como fiestas conmemorativas del Nacimiento, Muerte y Resurrección del hombre Jesús de Nazaret. El significado cósmico se ha olvidado. El Solsticio de Verano y el Equinoccio de Otoño tienen igual importancia para la vida del planeta, pero éstos pasan virtualmente inadvertidos, sus correspondientes Festivales han caído en un olvido general. ¡Cuanta verdad contiene entonces el dicho antiguo de que el Templo se construye sólo a medias en la luz!
En cada uno de los puntos de giro de la Tierra en su órbita, la alineación planetaria es tal, que las puertas de los Mundos Superiores se abren y dejan pasar una fresca efusión de fuerzas espirituales sobre el planeta. La naturaleza de las fuerzas liberadas difiere en cada Estación. La Tierra, bajo el impacto de éstas, es sometida a una serie de cambios sutiles. Aún su esencia atómica es modificada, de modo que la eterealizació n de sus substancias físicas acontece simultáneamente con el incremento de sensibilidad a las corrientes de vida que evolucionan sobre y dentro de ella. La comunicación entre los planos físicos y suprafísicos se hace entonces más amplia y fácil, y todos aquellos sensitivos a estas influencias se ven impelidos a dar expresión, de un modo u otro, a las emociones que emergen de lo profundo de su ser.
Astronómicamente, los equinoccios ocurren en el punto opuesto a donde el Sol cruza el Ecuador, cuando la duración de los días y las noches es la misma y prevalece unestado de equilibrio cósmico. Debe notarse también que los Equinoccios se observan en la línea del horizonte: El Equinoccio Vernal en el horizonte oriental; el Equinoccio de Otoño en el occidental. Hablando figuradamente, es aquí donde cielo y tierra, espíritu y materia, se unen. El hombre ocupa una posición en la línea del horizonte, compartiendo la naturaleza de ambos. Así como responda a una u otra, las balanzas del destino se inclinarán a derecha o izquierda, hacia la luz o las tinieblas, al bien o al mal, a la vida o a la muerte.
El Cristo Cósmico es la manifestación de la fuerza solar y, como tal, Él hace cuatro grandes contactos con nuestro planeta en el curso del año. El primero ocurre en el Equinoccio de Otoño. Para el cristiano esotérico, esta es la verdadera Crucifixión, pues entonces el Espíritu de Cristo, como Ser Cósmico, carga sobre Él la Cruz de la materia. En el Equinoccio Vernal, la fecha asociada históricamente con su Crucifixión, Él está liberándose realmente de dicha cruz y regresando a Su Padre que está en los Cielos. Es necesario tener claro en mente ésta distinción entre la crucifixión histórica y la Crucifixión Planetaria del Cristo Cósmico.
En las iglesias ortodoxas es costumbre el lamentar, orar y alabar a Cristo porque Él murió una vez sobre la cruz por nosotros. En una más amplia concepción del cristianismo esotérico nos damos cuenta que El se sacrificó a Sí mismo personalmente y lo continuará haciendo a través de todos los ciclos y épocas que continuarán su curso antes de que el Plan evolucionario de la Tierra haya sido consumado; esto significa: Hasta que cada miembro de la raza humana haya desarrollado los poderes de Cristo dentro de sí. San Pablo habló con conocimiento iniciático cuando dijo: "...la Creación
entera gime y se afana, sufriendo unida... esperando la adopción", o sea, la redención de nuestro cuerpo.
El ciclo Cósmico puede compararse a los principales hechos de la vida de Cristo Jesús, según es narrada en los Evangelios. Cuando el Sol entra en Virgo tiene lugar una inmaculada concepción; cuando penetra en Libra, en el Equinoccio de Otoño, la Luz de Cristo desciende, tocando el plano físico de la Tierra. Entonces ocurre la divina maravilla de una vivificación del planeta.
Desde el Equinoccio de Otoño hasta el Solsticio de Invierno, cada día es un Día Santo, la época cuando aquel que se ha esforzado, puede caminar en la Luz de Cristo.
Durante cada día de este intervalo sagrado, la luz penetra más profundamente en el cuerpo de la Tierra hasta que en el Solsticio de Invierno es enfocada en el mismo corazón del planeta y las Huestes del Cielo cantan a medianoche el nacimiento del Sol del Año Nuevo.
Luego la Luz de Cristo va gradualmente emergiendo del corazón planetario hasta que en la Pascua puede ser vista elevándose sobre la superficie del planeta como el levantarse de un velo dorado. El Cristo completa su re-ascensión en la época del Solsticio de Verano, cuando el Sol entra en el signo de Cáncer. Según este astro transita entre Cáncer y Leo, Él une, mezcla y transfiere el Poder de Fuego de Leo con las Aguas de Cáncer, produciendo una amalgama espiritual que tiene la apariencia de un mar de fluida gloria dorada . el mar fundido de los masones místicos. Esto ocurre durante los meses de julio y agosto, mientras el Cristo ascendente restaura y reconstruye el Glorioso Cuerpo Espiritual con el que ha de regresar a la Tierra el próximo Equinoccio de otoño. Este es el cuerpo que sostiene todas las formas de vida en evolución sobre el planeta .mineral, vegetal, animal y humana durante el venidero año.
Corinne Heline
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