lunes, 13 de abril de 2009

LA VOZ DE LA ESTRELLAS


LA VOZ DE LAS ESTRELLAS
Un nuevo día amanece para la humanidad porque los consagrados, aquellos que estuvieron dispuestos al sacrificio dejaron sus huellas de amor como gotas de lluvia en el desierto del espíritu humano, hasta que éste empezó a germinar en el giro del tiempo cuando la cosecha era trigo divino y el pan del cielo, la mesa dispuesta por el nombre del que siempre estuvo junto a sus elegidos.

Nunca os dejaré huérfanos ni habrá silencio que no haya de romperse, porque he aquí la alegría que estabais buscando está con vosotros. Os amo desde el principio de los Días. Os amo y sufro y sano todas vuestras heridas. Os amo y cuido porque sois mis propias entrañas, el fruto de mi amor escogido.

Ahora yo os bendigo y soplo sobre mis testigos para que cubráis la tierra prometida y llenéis los cántaros de aceite y miel. Venid, benditos de mi Padre por el cual ofrecí mi propia vida. Venid a la mesa que está servida de los dones del cielo desde que se supo de vuestra venida. El retorno estaba previsto, pero nuestros deseos por vosotros superaron nuestras expectativas y ahora, estamos, más que agradecidos a la Providencia del Profundo que guía con certeza nuestros caminos en el Gran Camino de su Sabiduría.

Hoy, Rahma ha cubierto sus pies con las sandalias del Maestro que humilde señala el camino del retorno a las fuentes del Amor, porque confió que la luz de sus Hermanos provenía de la Luz Verdadera que alumbra y alimenta el Cosmos, la ciudad de la justicia y el don de la paz para los eternos caminantes de la gracia y la bondad del Supremo Espíritu.

Proseguid vuestra marcha hasta que os alumbre plenamente la luz del nuevo día. Armonizad vuestros cuerpos y vuestro entorno y ascended a los planos de la Luz Eterna que os guía. Vosotros conocéis el camino y conocéis quien os guía. Confiad en mí que os observo desde vosotros mismos. Alumbrad con vuestros pasos, enderezad mi camino, allánese el monte, elévese el valle y venid presurosos a los brazos de nuestro Padre.

Un hombre que después de mucho tiempo llega a la frontera de su país o del lugar donde nació se llena de un gozo indescriptible. Se desborda de bellos sentimientos y recuerdos su corazón y acaso afloren algunas lágrimas de gozo ante la proximidad del encuentro con los suyos: ¡Queridos hermanos, esa hora ha llegado!

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