viernes, 17 de abril de 2009

EL CANTO DEL MAHAMUDRA


"El Canto del Mahamudra"
Mahamudra trasciende las palabras y símbolos, pero para ti, Naropa, he decir esto:




El vacío no necesita apoyo;

Mahamudra descansa en la nada.

Sin hacer ningún esfuerzo; permaneciendo relajado y natural puede uno romper el yugo y obtener de esta manera la Liberación.

Si ves el vacío cuando contemplas el espacio; si con la mente observas la mente, destruyes las distinciones y alcanzas el estado de Buda.

Las nubes que vagan por el cielo no tienen raíces, ni hogar, ni tampoco los diversos pensamientos que flotan en la mente.

Una vez contemplas la propia mente, cesa la discriminació n.

En el espacio se forman figuras y colores, pero ni el negro ni el blanco tiñen el espacio.

Todo emerge de la propia mente; la mente no es manchada ni por virtudes ni por vicios.

La oscuridad de siglos no puede ocultar el brillante sol, ni tampoco los largos kalpas del samsara pueden ocultar la esplendorosa luz la mente.

Aunque se utilizan palabras para explicar el Vacío, el Vacío como tal no puede ser nunca expresado.

Aunque decimos: “La mente es tan brillante como la luz”, ésta trasciende palabras y símbolos.

Aunque la mente es en esencia vacío, contiene y abarca todas las cosas.

No hagas nada con el cuerpo; sólo relájalo.

Cierra la boca firmemente y guarda silencio.

Vacía tu mente y céntrate en el vacío.

Como un bambú hueco relaja tu cuerpo.

Sin dar ni tomar, pon tu mente a descansar.

Mahamudra es como una mente que a nada se apega.

Practicando así, a su tiempo alcanzarás el estado de Buda.

Ni la práctica de mantras ni el paramita, ni la instrucción en sutras y preceptos, ni las enseñanzas de escuelas y escrituras, proporcionan la realización de la Verdad innata.

Si la mente llena de deseo busca una meta, solamente logra ocultar la Luz.

Aquél que observa los preceptos tántricos y sin embargo hace discriminaciones, traiciona el espíritu del samaya.

Cesa toda actividad, abandona todo deseo, deja que los pensamientos surjan y desaparezcan como las olas del océano.

Aquél que nunca contradice el no-morar-en- nada, ni el principio de la no-distinción, cumple los preceptos tántricos.

Aquél que abandona sus deseos y no se aferra ni a esto ni a aquello, percibe el verdadero significado que expresan las escrituras.

En Mahamudra todos los pecados son incinerados; en Mahamudra uno es liberado en la prisión del mundo.

Ésta es la suprema antorcha del Dharma.

Los que no creen en ella, son tontos que para siempre se revuelcan en el sufrimiento y la miseria.

Para luchar por la liberación uno debe depender de un Gurú.

Cuando tu mente reciba sus bendiciones, la emancipación estará a tu alcance.

De este modo, todas las cosas de este mundo resultan insignificantes; no son más que semillas de dolor.

Las pequeñas enseñanzas, te llevan a actuar; uno debe seguir sólo las grandes enseñanzas.

Trascender la dualidad es la visión del rey.

Conquistar las distracciones es la práctica de los reyes.

El camino de la no-práctica es el camino de todos los Budas.

Aquél que recorre ese camino alcanza el estado del Buda.

Este mundo es transitorio, como los fantasmas y los sueños, sin substancia alguna.

Renuncia a él y abandona a tus parientes, corta los cordones de la lujuria y del odio y medita en los bosques y montañas.

Si dejas de luchar y permaneces relajado y natural, pronto obtendrás el Mahamudra y alcanzarás lo inalcanzable.

Corta la raíz de un árbol y sus hojas se secarán; corta la raíz de tu mente y el samsara se desvanecerá.

La luz de una lámpara dispersa instantáneamente la oscuridad de largos kalpas; la intensa luz de la Mente quemará, como un rayo, el velo de la ignorancia.

Quien se aferra a la mente no ve la verdad de lo que está más allá de la mente.

Quien se esfuerza en practicar el dharma no encuentra la verdad que está más allá de la práctica.

Para conocer lo que está más allá de ambas, mente y práctica, uno debe cortar de raíz la mente y observarlo todo en total desnudez.

De esta forma, uno deja de lado toda distinción y permanece tranquilo.

Uno no debe dar ni tomar, sino permanecer natural, porque Mahamudra está más allá de toda aceptación o rechazo.

Puesto que alaya es no-nacido, nadie puede obstruirlo, ni mancillarlo.

Al permanecer en el reino de lo no-nacido toda apariencia se disolverá en el Dharmata, y la voluntad y el orgullo se desvanecerán en la nada.

La comprensión suprema trasciende «esto» y «eso».

La acción suprema maneja todas las situaciones, sin apego.

La realización suprema es tomar consciencia de lo inmanente, sin esperanza.

Al principio, el yogui siente que su mente se precipita como una cascada; a mitad de su curso fluye lenta y plácida, como el Ganges; al final es como un grandioso y vasto océano donde las luces del hijo y de la madre se funden en una sola.

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