domingo, 30 de mayo de 2010

EL PLAN COSMICO - SIXTO PAZ WELLS.


COMPENDIO PLAN CÓSMICO
SIXTO PAZ WELLS

“En el principio no había principio
porque el Todo y la Unidad siempre existieron
contenidas en sí mismas.
...Esa es la esencia de la unidad.
Fue entonces cuando la Esencia Divina optó por la dualidad y amándose a sí misma, creó la diferencia.
Así surgió la Creación”.
(Revelaciones de Amarna)

Existe una cosmogonía extraterrestre, y un Plan Cósmico que nos narra cómo fue que empezó todo, con qué propósito y por qué se dio así. Esto ha sido develado por inteligencias extraterrestres, intraterrestres e interdimensionales de diferentes maneras y a través de seres humanos seleccionados para ello por su mayor sensibilidad y predisposición. Estas personas han sido contactadas a múltiples niveles, siendo las formas más habituales de contacto: la telepatía, el viaje astral conciente, la bilocación y el encuentro físico directo. Buena parte de ese conocimiento se encuentra también en el Registro Askásico del Planeta, o Cinturón Magnético que envuelve nuestro mundo grabando todo cuanto ocurre, se dice o se piensa. Los mecanismos y claves de acceso a ese registro se hallan grabados en esas personas que fueron preparadas de antes, en encarnaciones anteriores, y en diferentes puntos del planeta, a la espera de ser activados.
Según ésta historia universal, el Cosmos estaría dividido en tres grandes universos o realidades, una contenida dentro de otra. Estos son: el Universo Espiritual, el Mental y el Material.
El Universo Espiritual o interno creó al Universo Mental, y éste a su vez al Universo Material o Septernal.
Nosotros vivimos en el Universo Material que posee siete dimensiones. En dicho universo los seres humanos poseemos siete cuerpos, que nos permiten actuar en cada una de esas siete dimensiones. Para despertar la conciencia en cada uno de esos siete cuerpos, hay siete chakras (ruedas) o vórtices de energía que se activan a través de la sagrada respiración.
Los siete cuerpos son:
El Cuerpo físico, denso o material.
El Cuerpo Astral o emocional, también llamado de los deseos, unido al cuerpo físico a través de un cordón umbilical de energía llamado “El Cordón de Plata”, y que se quiebra cuando una persona fallece.
El Cuerpo Mental Inferior o del carácter y la personalidad.
El Cuerpo Mental Superior o Cuarta Dimensión, vehículo de nuestras facultades psíquicas como la telepatía, la clarividencia, dermóptica, premonición, etc.
El Cuerpo del Alma o acopio de los recuerdos de nuestras vidas anteriores.
El Cuerpo Espiritual o Espíritu, que es la conciencia.
Y finalmente el Cuerpo Esencial o nuestra Esencia Divina.
Cuando una persona fallece muere su cuerpo físico, pero el cuerpo astral y el mental inferior recién lo hacen hasta después de tres días, aunque en algunos podrían durar más tiempo dependiendo de su apego al plano denso, o el de sus familiares o al grado de conciencia o inconciencia que haya tenido ese ser.
Los animales tienen un alma colectiva, los seres humanos un alma individual. Cuando los animales mueren vierten al estanque cósmico o alma colectiva de la naturaleza su experiencia de acuerdo a la especie. Cada cierto tiempo se condensa esas energías del estanque cósmico en almas individuales producto de la suma de la experiencia acumulada y contenida. Nosotros no fuimos antes animales, sino que somos un producto diferente, la condensación o destilación de esa energía.
Los seres concientes que poseemos un alma individualizada a partir de la condensación de las energías y experiencias contenidas en el estanque cósmico, estamos sujetos a múltiples encarnaciones, en un largo proceso de crecimiento y aprendizaje. Todos estamos sujetos a vivir todas las posibilidades en carne propia para ir evolucionando en conciencia, para poder más adelante, asistir a los demás y guiarlos hacia su crecimiento.
Mas allá de la séptima dimensión, como en la música, en una octava superior hay un universo paralelo llamado el Universo Mental. Correspondiéndole de la octava a la décima dimensión. Los seres que allí habitan ya no son extraterrestres, terrestres o intraterrestres, sino “Ultraterrestres”, y son los que conocemos como los verdaderos: Ángeles, Arcángeles, Tronos, Principados, Querubines, Serafines, Potestades y Dominaciones.
Y de la undécima dimensión en adelante habría un tercer universo que sería Espiritual.
En el Cosmos hay un solo Dios, como Esencia Divina y Unidad, pero que se manifiesta en los tres universos de maneras diferentes y complementarias. Así en el Universo Espiritual se le llama la Unidad, la Esencia Divina. En el universo Mental se le llama el Padre Madre Creador, mientras que en el universo Material se le llama el Profundo Amor de la Conciencia Cósmica o El Espíritu de Amor. Debajo de Dios, hay jerarquías intermedias que se encuentran en cada uno de los universos.
Decía que el Universo Espiritual creó al Mental, y el Mental al Material, de tal manera que no fue Dios directamente el que creó nuestro universo, sino que fueron los Padres Creadores unas entidades del Universo Mental, seres Ultraterrestres llamados “los Hellel” o “los Resplandecientes”, también conocidos como “Los Hijos de Dios” que corresponderían a la categoría de Arcángeles.
Para comprender esto en su relación con la vida humana, podemos decir que los primeros tres vehículos: el cuerpo físico, el astral y el mental inferior constituyen el Plano Material, de tal manera que nos conectan a través de dicho Plano con el universo Material de siete dimensiones. Los siguientes tres vehículos: el cuerpo mental superior, el alma y el espíritu, constituyen el Plano Mental, de tal manera que nos conectan con el Universo Mental de tres dimensiones. Y el séptimo vehículo, que es el cuerpo Divino o nuestra esencia Divina, que también se divide en tres: Voluntad, Sabiduría y Amor, nos conecta a través del Plano Espiritual con el Universo Espiritual que se encuentra de la undécima dimensión en adelante. Por ésta razón al Universo Espiritual se le llama “Interno” o “Esencial”, por cuanto es el propio origen de todas las cosas. Sólo aquellos que lograrán alcanzar la séptima dimensión de conciencia, que corresponde al cuerpo de la Esencia y al plano espiritual podrían conectar con el Universo Espiritual.
Este Universo material en el que vivimos ha tenido muchas creaciones, ésta no es la primera ni será la última. Y como tiene un principio también tendrá un fin, que termina siendo como un reciclaje colectivo. A pesar de ser finito éste universo, no tiene límites. Es como una mega esfera, que en su interior es como un queso lleno de hoyos.
Nada de esto niega la existencia de Dios, al contrario demuestra que el Creador actúa a través de intermediarios en las diversas dimensiones y planos.
Las primeras civilizaciones que surgieron en ésta última creación fueron guiadas directamente por los seres ultraterrestres, produciéndose con ello un avance muy rápido y auspicioso, llevando a las civilizaciones que florecieron a pasar pronto de una tercera a una cuarta dimensión de conciencia, y luego continuar hacia una quinta y luego una sexta. Las que iban por delante ayudaban a las que surgían nuevas, en una larga cadena de solidaridad y apoyo mutuo.
Los seres del Universo Mental no tienen una evolución como la nuestra, por cuanto ellos fueron creados en la condición en que se encuentran, como seres muy mentales y dependerá mucho de lo que ellos sean capaces de lograr con nosotros y a través nuestro para que esto afecte su evolución. Esto es que el universo mental creó al material como para que en la medida que los seres del universo material evolucionen, empujemos a los ultraterrestres a reconectar con el Universo Espiritual, que es el origen de todo y de todos.
Los seres ultraterrestres son seres mentales, de tal manera que todo en ellos pasa por lo racional, y poseen el conocimiento de donde viene todo y hacia donde se dirige. Esto los obliga a no desviarse ni a derecha ni a izquierda, limitando su libre albedrío, pero no los imposibilita a cometer errores, mas aún cuando entran en contacto con el Universo Material donde la dimensión de las emociones puede influirles pudiéndoles hacerles perder la perspectiva.
Las primeras civilizaciones que se desarrollaron en ésta última creación, recibieron mucho en poco tiempo, por lo que en su avance y colaboración con otros llegaron a un punto que para sobrevivir a las rivalidades, a la influencia de las pasiones y tensiones de todo tipo generadas por las emociones, procuraron neutralizar dichas emociones llegando a ser más mentales que sus propios mentores; por lo que se estancaron evolutivamente. Y en un universo dinámico como es el nuestro, el estancamiento es sinónimo de muerte.
Esto obligo a los seres ultraterrestres a participar de una suerte de Concilio Cósmico para evaluar los orígenes del problema y procurar las correcciones necesarias. Entre los asistentes al Concilio se hallaba uno de los más famosos Padres Creadores, Lucifer, Lug o Luzbel. Otro de los asistentes al cónclave fue Miguel o Michael.
Lucifer lo tenía muy claro. El consideraba que el error que se había cometido y que había provocado el estancamiento de las civilizaciones más avanzadas , haciéndoles llegar hasta una sexta dimensión de conciencia, pero no más allá y que había frenado al resto dejándolas en dimensiones inferiores, era consecuencia de haberles facilitado demasiado las cosas, permitiéndoles acceder al conocimiento sin mayor esfuerzo o dificultad. Había que devolverle a la creación su dinámica, por lo que sugirió introducir en el Universo Material entidades disociadoras que entorpecieran y obstaculizaran al máximo el proceso evolutivo presionando el aspecto de las emociones para darle mérito y devolverle la dinámica interrumpida.
Los demás seres ultraterrestres estuvieron de acuerdo que había que hacerse algo para corregir el estancamiento, pero no así con cambiar las reglas de juego y experimentar nuevas alternativas con aquellas civilizaciones que ya tenían un camino caminado, por cuanto podría ser malinterpretado por ellas.
Por su lado Lucifer se opuso en todo momento a que se experimentara con civilizaciones nuevas, que recién se estaban iniciando o que todavía no habían empezado, porque era como encumbrar a unos novatos por encima de sus entenados.
Se llegó entonces a una solución que podríamos llamar salomónica, esto es, se decidió experimentar sobre civilizaciones y mundos que no tenían futuro alguno, que se habían destruido totalmente y de manera natural en el proceso de la evolución. Así si el proyecto fracasaba no importaba por cuanto originalmente aquellos mundos no tenían oportunidad, y si el proyecto funcionaba y llegaba a surgir allí una civilización con un potencial psíquico y espiritual superior capaz de inspirar nuevos horizontes , esto ocurriría en un tiempo alternativo, al margen del real tiempo del universo. En todo momento el experimento se mantendría aislado pudiendo ser abortado o terminado en cualquier momento.
Se decidió entonces escoger ocho planetas de categoría “UR”(planetas de aura azul, predestinados para un desarrollo espiritual superior siempre que sobrevivieran a su inestabilidad, por ser ellos planetas muy inestables que fácilmente entran en convulsión y se destruyen , o atraen impactos meteóricos o de cometas que tanto los pueden destruir como sembrar o alterar la vida en ellos ) , dos por galaxia, involucrando en total cuatro galaxias de un grupo local de galaxias que gira en torno a la M31 la gran nebulosa de Andrómeda. Los planetas escogidos ya se habían destruido y no existían en el Real Tiempo. Uno de esos planetas era la Tierra.
Se autorizó entonces que un grupo de civilizaciones extraterrestres viajaran a través del tiempo y del espacio mediante atajos interdimensionales (pliegues cósmicos o agujeros de gusano), llegando a los planetas escogidos antes de que estos murieran e impidiendo que sucumbieran, creando con ello un tiempo alternativo paradójico.
Para los extraterrestres el tiempo en el universo es como una espiral ascendente , de tal manera que en una de las curvas de la espiral la Tierra murió, pero el universo continuó. Fue precisamente hace mil doscientos millones de años que nuestro planeta fue víctima de impactos de lluvia meteórica que acabaron con la vida del planeta y con el planeta. Entonces a través de los portales dimensionales abiertos llegaron los interventores (Ingenieros Genéticos o Sembradores de Vida) viajando por el espacio tiempo, llegando a nuestro mundo antes que sucumbiera creando otra realidad, y a partir de ese momento se crea otro tiempo que corre paralelo al anterior. Supuestamente al ser éste, un tiempo paradójico, se suponía que debía ser irreconciliable con el tiempo real, pero los acontecimientos demostrarían lo contrario.
Ahora, ¿qué prueba científica habría de que esto que estoy diciendo podría ser real? Precisamente, cuando los científicos procuran datar la antigüedad del universo utilizan para ello el llamado “Efecto Dopler”, que es el corrimiento de la luz hacia el rojo del espectro, y que permite medir la velocidad con la que las galaxias se acercan y se alejan entre sí. De acuerdo a esto, se ha calculado que el universo tendría entre 10,000 a 15,000 millones de años de antigüedad. Pero lo que los científicos no se pueden explicar, es por qué cuando ellos miran en determinada dirección del universo, siempre se encuentran con ciertas estrellas más antiguas que el “Big Bang”, lo cual es imposible. No puede haber estrellas más antiguas que la creación. Otro elemento interesante de apoyo a éste planteamiento es que en el año 2002, cuando la sonda espacial Voyager debía de salir fuera del sistema solar para buscar vida en otros mundos fuera del sistema, cuando dirigió sus cámaras y detectores en dirección hacia la Tierra no detectó vida en nuestro mundo. Fue un escándalo porque ¿cómo podría buscar vida en otros mundos si ni siquiera la detectaba en la Tierra?. Lo que ocurrió es que la sonda había pasado muy cerca de las lunas de Júpiter, donde habría un portal dimensional que comunicaría con el Real Tiempo del Universo, y dentro del Real Tiempo no había vida en la Tierra, ni siquiera habría Tierra.
La Tierra es parte de un sistema solar que a la vez es una porción ínfima de una galaxia (La Vía Láctea). Nuestra galaxia posee más de 400 mil millones de estrellas, repartidos en cuatro brazos espirales donde se encuentran alrededor de unos cien mil millones de sistemas solares. Todos los mundos más evolucionados de nuestra galaxia en capacidad de ayudarse y ayudar a otros se encuentran bajo la regencia de un Concejo de 24 Ancianos, llamado el Concejo de la Confederación de Mundos. Debajo de ellos hay todo un orden jerárquico de civilizaciones conformado por los Ingenieros Genéticos o Sembradores de Vida, luego vienen los Guardianes y vigilantes, y finalmente los Instructores Planetarios. Los 24 Ancianos de la Galaxia, o Concejo de nuestra Galaxia tiene un representante en Andrómeda, y así cada una de las galaxias satélites, de tal manera que todos ellos conforman el Concejo de los 9 de Andrómeda, y la relación de éste Concejo central con cada una de las Galaxias, se le conoce como la Gran Hermandad Blanca de la Estrella, simbolizada por una estrella de Seis puntas símbolo de la conexión entre los universos a través de la Cuarta Dimensión o Tiempo Real.
Con el tiempo nuestro planeta volvió a destruirse, pero parcialmente. Esto fue hace unos 65 millones de años, con aquel meteorito de casi 10 kilómetros de diámetro que chocó en las costas de México, quedando nuestro mundo peligrosamente inclinado sobre su eje. Con éste nuevo desastre la Tierra fue el primero de los ocho planetas escogidos que fue descartado del Plan Cósmico. Pero más adelante, tres de los otros siete planetas se volvieron a destruir totalmente, y cuatro se estancaron evolutivamente, porque en ellos se intervino tanto y tan directamente, que las civilizaciones que allí surgieron imitaron procesos, terminando por estancarse igualmente.
El único planeta en el cual los experimentadores perdieron el control sobre el experimento desde un inicio pudiendo llegar a cumplirse con la expectativa original, es aquí en la Tierra. Por ello se le retomó dándole una nueva oportunidad, y hace millones de años atrás los interventores modificaron la genética de nuestros antepasados a través del poder del sonido, facilitando y alentando saltos en la evolución. Fueron siete Ingenieros Genéticos llamados en la Biblia “Elohim”, los que descendieron en un punto de África y que experimentaron directamente con los proto-homínidos. Uno de aquellos Elohim estaba directamente influenciado por Luzbel, su nombre era Gadreel. Era un médico extraterrestre identificado con el símbolo de la serpiente, que en su momento boicoteo el proyecto alentando a nuestros ancestros constituidos por varias parejas que habían sido colocados en una nave laboratorio, a consumir plantas con propiedades alucinógenas.
Gadreel fue castigado por su inadecuada actuación siendo dejado en nuestro planeta como exiliado, y refugiándose posteriormente en el mundo intraterreno.
Desde que el concilio de los “Hellel” decidió llevar a cabo el Plan Cósmico Lucifer o Luzbel ha venido entorpeciendo el proceso, haciendo sentir su oposición a que su propuesta original fuera variada y adaptada. Por lo que su misma actitud lo ha llevado a actuar de acuerdo al papel que él mismo había propuesto, enfrentando y disociando. Y esto lo ha venido haciendo a través de diversos personajes a lo largo del proceso.
Hace 25 mil años de los nuestros, dos grandes civilizaciones extraterrestres: los seres de Orión y los de las Pléyades, recibieron el encargo de llegar a nuestro mundo en calidad de Guardianes y Vigilantes, para supervisar más de cerca la evolución del Plan. El principal de los Oriones era un ser de aspecto reptiloide (también identificado con el simbolismo de la serpiente) llamado Satanel o Satán, una entidad extraterrestre, a la vez leal seguidor de la filosofía y lineamientos de Luzbel, por lo que hizo lo imposible por boicotear y sabotear el Plan Cósmico, generándose tal nivel de tensión en una suerte de guerra de galaxias cuyos ecos todavía resuenan en el cosmos, enfrentando a los guardianes y vigilantes.
En Orión hay muchos sistemas y mundos habitados por todo tipo de seres, algunos de forma humanoide como nosotros, otros totalmente diferentes. Por ello, no es extraño el que hayan seres de aspecto reptiloide antropomorfizado en el espacio, por cuanto para ejemplo esta nuestro planeta, donde la evolución pudo haber llegado a albergar formas evolucionadas de reptiles.
Satanel argumentaba que el ser humano de la Tierra podría poner en peligro el orden cósmico desestabilizándolo y revolucionándolo todo, siendo seguido por un grupo de oriones que tomaron extremas medidas de violencia para imponer su criterio, lo que hizo que fueran sometidos y en calidad de disidentes, fueron finalmente desterrados en la Tierra. Acostumbrados a vivir miles de años fuera de nuestra atmósfera, envejecieron y murieron aquí, quedando atrapados en otra dimensión, declarando desde allí una guerra psíquica a la humanidad, procurando manipularlo y constituyendo una suerte de gobierno en la sombra, que quiere impedir a como de lugar la evolución de la humanidad. Este gobierno interno negativo no puede manipular a toda la humanidad, por lo que escoge y selecciona a personas débiles de voluntad encendiendo sus carismas, vinculándolos a la política, la religión, la economía, la moda, la música, la mafia, las drogas, etc para que desde allí controlen y manipulen quitándole a la humanidad la fuerza y voluntad de cambio, encaminándolo a la autodestrucción e impidiéndoles el conocimiento de nuestro rol protagónico en el concierto de los mundos.
Lo que los mueve a los disidentes a actuar de la forma que lo han venido haciendo a lo largo de miles de años, es el temor al cambio y a un nuevo estado de cosas.
Si bien no todos los oriones participaron de la disidencia, quienes se mantuvieron fieles al Plan Cósmico se le permitió quedarse en las Lunas de Júpiter estableciéndose en colonias mineras que sostuvieran las estaciones orbitales con recursos. Desde allí quedarían en calidad de observadores del proceso, para que llegado el momento pudieran volver a contactar con la humanidad en calidad de instructores, reivindicándose y resarciendo a la humanidad por los errores y arbitrariedades cometidos por los otros Vigilantes.
Los oriones fueron reemplazados por los seres de Sirio (Can Mayor) en su calidad de Vigilantes y Guardianes, colaborando con los pleyadianos, manteniéndose al frente de nuestro planeta. Pero la influencia nefasta de los exiliados consiguió que doscientos pleyadianos cometieran la grave trasgresión de tener relaciones sexuales con seres humanos de la Tierra, como lo afirman las tablillas sumerias, el Libro del Génesis Bíblico y el Libro Apócrifo de Enoc. Los mestizos que surgieron de esa relación fueron reunidos en un archipiélago de diez islas en el océano Atlántico dando surgimiento a la civilización atlante. El mal uso que hicieron los atlantes del conocimiento recibido de sus padres extraterrestres coincidió con una catástrofe planetaria cíclica de cambio climático, haciendo desaparecer esta civilización de la faz del planeta.
El mito de Noé que se repite de una cultura a otra hace referencia a ésta catástrofe, y al proceso de salvamento de un pequeño número de personas.
Esta situación con los oriones disidentes y el problema posterior que se dio con los pleyadianos, hicieron que el grado de interacción de los extraterrestres con la humanidad creara inesperados vínculos difíciles de romper. Es como que en un laboratorio donde se esta experimentando una vacuna, los científicos más prominentes allí destacados quedan expuestos y contaminados a la enfermedad u a otra, y ahora no queda más remedio que encontrar el remedio para una cosa y la otra, sino, hay que cerrar (sellar) el laboratorio con todos adentro, quedando peor que al principio.
Los salmos de la Biblia mencionan esta condición tan especial que se le ha otorgado al ser humano de la Tierra de poder marcar la diferencia:
“¿Qué es el hombre, para que te acuerdes de él y para darle poder?
Lo hiciste poco menos que los ángeles,
Lo coronaste con gloria y dignidad,
Le diste el mando sobre la obra de tus manos,
Todo lo sometiste bajo sus pies”…
(Salmo8,5)
La destrucción de la Atlántida y del último período de la Lemuria llamado “Mu”, debido al cambio climático y a las catástrofes propiciadas ya en aquel entonces por el ser humano, precipitaron un primer envío de 32 seres extraterrestres en calidad de organizadores de los archivos del Registro Askhásico , para lo cual descendieron en el desierto del Gobi en la Mongolia, y fundaron allí la mítica Shambala, capital del mundo intraterreno de Agharta estableciéndose como la Hermandad Blanca de la Tierra. El conocimiento fue guardado a través de una red de túneles y ciudades subterráneas en diversas partes del mundo para que estuviese a disposición de la humanidad llegado el momento. Posteriormente fueron enviados otros 144 seres pero como instructores planetarios, que descendieron en la Mesopotamia, y en Mesoamérica estableciendo contactos directos esporádicos con las poblaciones humanas para ayudarlas a retomar el proceso interrumpido por los grandes desastres.
Por todo lo que ha venido ocurriendo en los últimos miles de años en nuestro planeta y alrededor de él, podemos decir que cuanto acontece aquí ya no se puede circunscribir únicamente a nuestro entorno. Los interventores no pueden ser meros observadores del proceso sacando conclusiones como asistiendo a un Reality Show televisivo. Somos todos parte de una misma historia y de una misma solución. Por ello hemos visto multiplicarse los avistamientos ovnis en todo el mundo y manifestaciones de todo tipo. Pero los extraterrestres son muy concientes de que en éste especial momento de la historia planetaria no deben de hacer por nosotros lo que a nosotros nos corresponde.
Hoy por hoy nos encontramos al final de un ciclo cósmico que había sido vaticinado en un sin fin de profecías en donde todos estamos asistiendo a trascendentales cambios mundiales, entre ellos el Cambio Climático Mundial, los Mega desastres, Terremotos y Erupciones Volcánicas, la Crisis Económica, Política, Social y de violencia e inseguridad, etc. En ninguna de estas profecías se hablaba del fin del mundo, sino del final de los tiempos, y para que haya un final de los tiempos, tendría que haber más de un tiempo. Por ello lo que se espera que ocurra en los próximos años es que el tiempo alternativo y paradójico en que vivimos se junte , integre o sincronice con el Real Tiempo del Universo, de tal manera que solo habrá un tiempo, con todas las consecuencias que esto supone.
Toda esta historia muy simplificada y resumida, difícil de creer y asimilar es el Plan Cósmico, y es el drama que estamos viviendo en la actualidad.

Sixto Paz Wells

sábado, 29 de mayo de 2010

LOS HOMBRES PUENTES Y EL CAMINO AL GRAN CAMBIO


LOS HOMBRES PUENTES Y EL CAMINO AL GRAN CAMBIO
V:.M:. VICTOR SALAZAR SOTO

R:.L:.S:.GENESIS DE AMERICA N.144

ORIENTE DE NEW YORK.


Q:.H:. Quiero iniciar este tema, tomando las palabras de nuestro I:.P:.H:. Serge Raynaud De La ferriere en el Eterno Oriente, sus palabras que quedaron escritas en un libro de excelente calidad. El libro negro de la Francmasonería.
Quiero hablarles en nombre de ese Supremo Consejo, que es dirigido por aquellos Venerables Ancianos de las Vestiduras Blancas, y que existe mas haya del inicio de los tiempos en que los Hombres aparecieron en este mundo tridimensional.
Ellos coordinan con todos aquellos seres, que trabajan en bien del progreso evolutivo de la humanidad. Ellos viven entre nosotros en el planeta Tierra.
Nuestra Madre Tierra.
Quiero decirles que toda la existencia en estos tres planos .Espiritual, mental y físico todo proviene de la misma fuente infinita.
Nada muere todo se transforma, todo evoluciona, cambia, nada se desperdicia en la naturaleza.
Nada esta quieto, pasivo todo esta en constante movimiento transformándose.
El eterno oriente no existe, porque también todo evoluciona y se transforma.
Toda la existencia viene del Gran Arquitecto del Universo G:.A:. D:.U:.
En toda su manifestaciones físicas y no físicas.
El espacio no esta vació, La existencia lo penetra todo, nada esta hecho al azar.
La casualidad no existe, todo es causal, todo tiene un propósito.
Lo de arriba es igual a lo que esta abajo.El gran secreto consiste en saber que todos venimos de la misma fuente, que no hay nada que este solo, individual .
Todos estamos integrados, en diferentes emanaciones o dimensiones, de existencia.
Pero todo es “UNO” .
Salimos de “ EL TODO” , en su expansión y en el camino nos desarrollamos y evolucionamos, para volver a EL vivimos y nos movemos en EL...
Q:.H:. La fuente del PROFUNDO AMOR UNIVERSAL. Exhala su aliento de vida, en un mundo de colores, esta a su vez produce unos sonidos, y esta vibración nos reviste de una forma física en sus diferentes estados de conciencia. Y nos movemos en un mar de emociones y así aprendemos en el camino de la vida.
CABALLEROS DE LA ORDEN DEL SOL

viernes, 28 de mayo de 2010

VIDA DE SAN MARTIN DE PORRES

SACSAYHUAMÁN, EL MISTERIO MÁS GRANDE DE AMÉRICA


Enigmas y Misterios : SACSAYHUAMÁN, EL MISTERIO MÁS GRANDE DE AMÉRICA.
Noticia del mismo redactor
Durante mi primer viaje a Cusco, ciudad símbolo de la cultura andina (junto a Puno y La Paz), visité la imponente estructura de piedra llamada Sacsayhuamán, situada a unos 3555 metros de altura sobre el nivel del mar.

En mi opinión, Sacsayhuamán (del aimara saqsaw waman, lugar donde se sacia el halcón) es el lugar más misterioso de todo el continente americano.

En efecto, cuando los conquistadores pertenecientes al ejército de Pizarro llegaron a Cusco en 1533, quedaron atónitos frente a tan inmenso monumento megalítico de muros ciclópeos de enorme peso.

Los españoles se preguntaron cómo había sido posible que los indígenas Incas, quienes desconocían el uso de poleas y la existencia del hierro, y que utilizaban troncos de árboles en vez de ruedas, transportaran rocas de hasta 200 toneladas de peso, les dieran forma para que encajaran perfectamente entre sí y las levantaran para colocarlas unas encima de las otras.
Los españoles se preguntaron también cuál misterioso motivo habrían tenido los indígenas, quienes a sus ojos eran “arcaicos”, para construir tal monumento, tomándose tanto tiempo y gastando tanta energía.

Estas preguntas, de unos 477 años de antigüedad, conservan su actualidad.

Ningún estudioso ha presentado pruebas suficientes y exhaustivas de cómo fue construido Sacsayhuamán y, sobre todo, de cuál fue su función.

Nadie sabe tampoco cuándo fue edificado en realidad, aunque recientemente la arqueología oficial sugirió que los indígenas de la cultura Killke erigieron la imponente estructura en el 1100 d.C.
En los últimos años tuve la oportunidad de entrevistar a varios arqueólogos, tanto peruanos como brasileros, y me dio la impresión de que ninguno quiere realmente afrontar el tema de Sacsayhuamán. ¿Por qué?

El tan reconocido método de datación llamado carbono 14 funciona sólo cuando hay material orgánico, pero no es capaz de datar el período en el cual se construyó un monumento.
Por ejemplo, el dato sobre la cultura Killke, ofrecido por un equipo de arqueólogos en el 2008, contrasta con la información clásica etno-histórica que reconocía a los Incas como los constructores de Sacsayhuamán a partir de 1438 d.C., durante el reino de Pachacutec.

En mi opinión, el hecho es que no se puede datar un monumento de piedra sólo porque se encuentren restos de cerámica en sus fundamentos. Según esta lógica, tal vez en 10 años se halle otra cerámica en un estrato de terreno más profundo, perteneciente a una proto-cultura Killke remontable quizá al 900 d.C. Y así, se formulará una datación de la construcción de la estructura de piedra anterior al 900 d.C.

El monumento, que para algunos es la representación de la cabeza de un puma, para otros una fortaleza para defender a Cusco y para otros un centro ceremonial, está compuesto por tres muros de aproximadamente 400 metros de largo y 6 de alto. Se calculó que algunas piedras pesan hasta 200 toneladas, mientras que el volumen total de los tres muros es de unos 6000 metros cúbicos.

En la zona al sur de los muros están las bases de lo que fueron probablemente tres grandes torres: Muyucmarca, Sallacmarca y Paucarmarca. Mientras que la primera tiene base circular, las últimas dos la tienen rectangular.

La Muyucmarca tenía unos 12 metros de altura y una base con un diámetro de 22 metros. En sus Comentarios Reales, el Inca Garcilaso de la Vega describe a Muyucmarca como una torre que servía como depósito de agua y que estaba conectada a las otras dos por túneles subterráneos.

Se narra que en la batalla de Sacsayhuamán, acaecida en 1536, el Inca Cahuide se lanzó al vacío desde la Muyucmarca, con el fin de no entregarse a los españoles.

Sobre el origen de Sacsayhuamán fueron escritas decenas de libros y se propusieron las teorías más extrañas para explicar cómo se llevó a cabo su construcción, hecho que hasta ahora está envuelto en el misterio.

Al caminar por las calles de Cusco se ven varios libros de presuntos místicos, cada uno de los cuales dice conocer la clave sobre cómo fue erigido el más misterioso sitio arqueológico de América.

Hay quienes opinan que Sacsayhuamán, que era originalmente mucho más grande, puesto que los españoles utilizaron muchas rocas para construir sus casas e iglesias en Cusco, era una ciudad megalítica que reproducía exactamente a la capital del antiguo reino de Atlántida, desaparecido a causa de terribles terremotos e inundaciones.

En efecto, es extraño que las piedras encajen a la perfección entre sí, de manera tal que ni el filo de un cuchillo pueda pasar entre ellas. ¿Cómo fue posible edificar una cosa tan perfecta sin instrumentos modernos de construcción y corte, ni la fuerza motriz, que no apareció hasta el siglo XIX?

Antes que nada, hay que analizar el problema del transporte de rocas tan grandes. Según algunos investigadores, las piedras más pesadas (de andesita) se encontraban ya en el sitio de Sacsayhuamán, pero, si así fue, debe explicarse de todos modos cómo las levantaron para ubicarlas y encajarlas entre sí.

En caso de que hubieran estado en minas lejos de Sacsayhuamán, ¿cómo fueron transportadas? Al no disponer de carros ni de animales de carga como bueyes o caballos, se piensa que los pedruscos más pesados fueron deslizados sobre troncos de árboles sosteniéndolos con gruesas cuerdas, como se ve en la quinta foto, que muestra el desplazamiento de un megalito en la isla de Nías, en Indonesia, en 1915.

Una vez agrupadas las rocas en el lugar donde se construiría la estructura, se procedió a pulirlas, con el objetivo de que encajaran las unas con las otras. Tenemos que pensar que los antiguos concebían el tiempo de manera diferente a nosotros ahora. Trabajar una roca durante meses o años era una cosa normal, el tiempo era visto no como un límite, sino como una oportunidad.

Para hacer que un pedrusco encajara perfectamente con otro, los antiguos constructores debieron haber utilizado mazas de piedra más dura que la andesita para poder pulir los vértices de cada uno y unirlo bien con otro.

Existe también la teoría de la existencia de una planta que, mezclada con otras sustancias naturales, volvería la piedra fácilmente maleable, como si fuera plastilina, usada por los niños para jugar.

Según algunos investigadores, los antiguos habitantes del altiplano dominaban algunas técnicas de alquimia que permitían justamente modelar la roca a gusto para volverla luego otra vez durísima. Según una leyenda difundida en Cusco, el Padre Jorge Lira demostró en los últimos años del siglo XX que la técnica para volver las piedras maleables era cierta y que se basaba en la utilización de una planta llamada jotcha. No obstante, parece que el sacerdote no logró endurecer de nuevo la roca. En todo caso, sus experimentos no se apoyaron nunca en pruebas científicas y toda la historia permaneció siempre tras un halo de misterio.

Aunque se admita que los antiguos constructores de Sacsayhuamán lograron labrar los pedruscos de manera que encajaran entre sí, queda aún el enigma de cómo pudieron levantar piedras de decenas de toneladas de peso para ponerlas unas encima de otras.

Según la teoría oficial, se ponía una base de madera oblicua entre el suelo y la roca utilizada como fundamento. Luego, troncos perpendiculares en los cuales colocar una base de madera en la cual había otros troncos perpendiculares. Sólo sobre estos últimos se transportaba el pedrusco que iba a ubicarse sobre el que estaba abajo. La operación se efectuaba tanto arrastrando como empujando, para asegurar que la roca no se fuese para atrás, y se ponían palos entre los troncos perpendiculares, con el fin de bloquear el posicionamiento. Las cavidades que se descubrieron en algunas rocas servían, según algunos investigadores, para meter troncos, con el fin de sostener la roca antes de ponerla definitivamente sobre otra.

Según mi amigo peruano Paul Mazzei, podría existir otra posibilidad: una vez puestas las rocas más grandes en fila, los fundamentos de la estructura, se procedía a excavar debajo de ellas con el fin de hacerlas hundirse a una profundidad más o menos igual a su altura. Luego, simplemente se ponían otras rocas relativamente más ligeras sobre las primeras, más pesadas. A continuación, se procedía a reducir y aplanar el nivel de suelo de toda el área, con el fin de ocultar la “trinchera” excavada inicialmente.

Si bien algún día se logrará explicar exhaustivamente cómo se construyó Sacsayhuamán, permanecerá siempre la duda de por qué y cómo fue erigido. Como ya se había mencionado, hay quienes piensan que fue una fortaleza, mientras que otros lo consideran un centro ceremonial.

De hecho, para nosotros es difícil comprender los motivos de una construcción tan compleja que requirió ciertamente de muchos años para ser completada. Sin embargo, hay que recordar que en el mundo hay cientos de construcciones megalíticas y que la lógica de los antiguos es para nosotros complicada, pues estaba relacionada con ritos y ceremonias que hoy resultan incomprensibles.

Después de haber comparado entre sí a muchos lugares arqueológicos de Suramérica, llegué a la conclusión de que Sacsayhuamán fue construido mucho antes que Cusco. En mi opinión, la estructura megalítica era el centro de una ciudadela que se extendía más allá de los límites del actual parque arqueológico.

Opino que los autores de Sacsayhuamán pertenecían a la llamada civilización megalítica americana que se desarrolló en Suramérica poco después del diluvio universal, a partir del noveno milenio antes de Cristo.

Sólo con ulteriores trabajos de excavación, con el estudio comparado de otros sitios megalíticos del altiplano andino (Tiwanaku y Pukara) y con la exploración exhaustiva de las enigmáticas galerías subterráneas que de Sacsayhuamán llevan a Cusco o hacia lugares desconocidos, se podrá intentar revelar, en el futuro, el misterio de este fascinante lugar que me llegó al corazón, y al cual considero como el mismísimo símbolo de la antigua civilización megalítica americana.

Autor: YURI LEVERATTO

Fuente: http://www.yurileveratto.com/articolo.php?Id=103

http://www.yurileveratto.com/

LA MUERTE-EL RAYO DE LA MUERTE-LO QUE CONTINUA....SAMAEL AUN WEOR


LA MUERTE-EL RAYO DE LA MUERTE-LO QUE CONTINUA....
SAMAEL AUN WEOR
LA MUERTE


Durante el curso de la existencia, diferentes tipos de energía fluyen por el organismo humano. Cada tipo de energía tiene su propio sistema de acción; cada tipo de energía se manifiesta a su tiempo. A los dos meses de concepción tenemos la función digestiva, a los cuatro meses y medio de la concepción se manifiesta la fuerza motriz y muscular, esto va relacionado con el nacimiento de la función respiratoria y pulmonar. A los diez meses y medio, el crecimiento, con todos sus maravillosos metabolismos y los tejidos conjuntivos. Entre los dos y los tres años del niño, se cierra la fontanela frontal de los recién nacidos, quedando de hecho el sistema cerebro‑espinal perfectamente formado.

Durante los siete primeros años, se forma la personalidad humana. A los 14 años aparece la energía personal, fluyendo avasalladoramente por el sistema neuro‑simpático. A los 35 años aparece el sexo en su forma trascendental de emoción creadora. Es al llegar a esta edad cuando podemos fabricar eso que se llama Alma. El hombre normal no tiene Alma, mejor dicho, todavía NO es hombre ni tiene Alma.

El animal intelectual, falsamente llamado hombre normal, es una máquina controlada por la legión del "YO"; éste es pluralizado. "Debo leer un libro", dice la función intelectual; "me voy a un partido de fútbol", dice la función motriz; "tengo hambre, no iré a ninguna parte", declara la digestión; "prefiero ir a donde una mujer", declara el "yo" pasional, etc., etc., etc. Todos estos "YOES" riñen entre sí. El "yo" que hoy jura fidelidad a la Gnosis, es desplazado por otro que odia a la Gnosis. El "yo" que hoy adora a una mujer es desplazado después por otro que la aborrece. Sólo fabricando ALMA establecemos un principio permanente de Conciencia dentro de nosotros mismos. Aquel que tiene Alma vive consciente después de la muerte. El Alma puede ser creada con la acumulación de energías más sutiles, que el organismo produce, y su cristalizació n a través de supremos esfuerzos para hacerse auto-consciente en forma total y definitiva. Desgraciadamente, el animal intelectual llamado hombre, gasta torpemente estas energías en apetencias, temores, ira, odio, envidia, pasiones, celos etc., etc.

Es urgente crear la voluntad consciente; es indispensable someter todos nuestros pensamientos y actos al JUICIO INTERNO. Sólo así podemos crear eso que se llama Alma. Necesitamos auto-conocernos profundamente para crear ALMA.

EL RAYO DE LA MUERTE

El Rayo de la Muerte reduce al llamado hombre, a una simple quinta esencia molecular, así como una tonelada de flores puede reducirse a una simple gota de perfume esencial. La energía de la muerte, por ser tan fuerte, destruye totalmente el organismo humano. Es una corriente de tan altísimo voltaje, que inevitablemente destruye el organismo humano cuando llega a circular por éste. Así como un rayo puede despedazar un árbol, así también el Rayo de la Muerte reduce a cenizas al cuerpo humano; es el único tipo de energía que el organismo no puede resistir. Este rayo conecta la muerte con la concepción; los dos extremos se tocan. Cuando la esencia se desprende del viejo cuerpo, bajo el impacto terrible del Rayo de la Muerte, se produce una tensión eléctrica tremenda, y una nota clave, cuyo resultado axiomático es el movimiento y combinación de los GENES determinantes del futuro cuerpo físico. Así es como los sutiles constituyentes del huevo fecundado, se acomodan en disposición correspondiente, teniendo como base la tensión eléctrica y la nota clave de la muerte.

LO QUE CONTINUA

Dos cosas van al sepulcro: la primera es el cuerpo físico, la segunda es la personalidad humana. Esta última, como ya dijimos, se forma durante los primeros siete años de la infancia, y se robustece con las experiencias. A veces, la personalidad deambula por el cementerio; otras sale de su sepulcro cuando sus dolientes la visitan y le llevan flores. Pero, poco a poco la personalidad se va desintegrando. La personalidad es energética y atómica. La personalidad es perecedera. No existe ningún mañana para la personalidad del difunto, ella es mortal.

La personalidad no se reencarna. La personalidad es hija de su tiempo y muere en su tiempo. Aquella que continúa es la ESENCIA, es decir, el FANTASMA DEL MUERTO. Dentro de dicho fantasma se desenvuelve el EGO REENCARNANTE el "YO", el MÍ MISMO. Este último es legión de diablos que continúan. Es falso dividirnos entre dos "yoes", uno de tipo inferior y otro de tipo superior. El "yo" es LEGIÓN DE DIABLOS, que se desarrollan dentro de nosotros mismos, eso es todo.

Mucho se habla en la literatura ocultista de un "YO" SUPERIOR, de un "YO" DIVINO, pero resulta que ese "YO" SUPERIOR no es tal "yo". La SEIDAD DIVINA trasciende de todo yoismo. Aquello que no tiene nombre profano es el Ser, el Intimo.

La ESENCIA es molecular; la esencia, el fantasma del muerto, vive normalmente en el mundo molecular, así como en el mundo físico usamos un cuerpo celular, en el mundo molecular, usamos un cuerpo molecular.

El «Libro Tibetano de los Muertos» dice textualmente lo siguiente: "¡Oh! Noble por nacimiento.. . tu cuerpo presente, siendo un cuerpo de deseo... no es un cuerpo de materia grosera, así que ahora tú tienes el poder de atravesar cualquier masa de rocas, colinas, peñascos, tierra, casas, y el Monte Meru mismo, sin encontrar obstáculo... Estás ahora provisto del poder de las acciones milagrosas que, empero, no es el fruto de ningún Shamadi, sino del poder que viene a ti naturalmente. .. Tú puedes, instantáneamente, llegar a cualquier lugar que desees; tienes el poder de llegar allí en el tiempo que un hombre tardaría en abrir o cerrar la mano. Estos varios poderes de ilusión y de cambio de forma, no los desees, no lo desees".

EL CUERPO VITAL

En el organismo humano existe un cuerpo TERMO-ELECTRO- MAGNÉTICO. Este es el Cuerpo Vital. Dicho cuerpo es el asiento de la vida orgánica. Ningún organismo podría vivir sin el Cuerpo Vital. Cada átomo del Cuerpo Vital penetra dentro de cada átomo del cuerpo físico para hacerlo vibrar intensamente. Todos los fenómenos químicos, fisiológicos y biológicos, todo fenómeno de percepción, todo proceso metabólico, toda acción de las calorías, etc., tienen su base en el Cuerpo Vital. Este cuerpo es, realmente, la sección superior del cuerpo físico, el cuerpo TETRADIMENSIONAL. En el último instante de la vida, dicho cuerpo se escapa del organismo físico. El Cuerpo Vital no entra al sepulcro. El Cuerpo Vital flota cerca del sepulcro, y se va desintegrando lentamente conforme el cadáver se va desintegrando. Al sepulcro sólo entran el cadáver y la personalidad del fallecido.

El Cuerpo Vital tiene más realidad que el cuerpo físico. Sabemos muy bien, que cada siete años cambia totalmente el cuerpo físico, y no queda ni un sólo átomo antiguo en dicho cuerpo. Empero el Cuerpo Vital no cambia. En dicho cuerpo están contenidos todos los átomos de la niñez, adolescencia, juventud, madurez, vejez y decrepitud. El cuerpo físico pertenece al mundo de tres dimensiones. El Cuerpo Vital es el cuerpo de la cuarta dimensión.

LA QUINTA DIMENSIÓN

Los fantasmas de los fallecidos viven en la quinta dimensión, ésta es la ETERNIDAD. Largo, ancho y alto, forman las tres dimensiones del mundo celular. El tiempo es la cuarta dimensión; la eternidad, la quinta dimensión; y aquello que está más allá de la eternidad y del tiempo, corresponde a la sexta dimensión.

Realmente, la liberación comienza en la sexta dimensión, el mundo del Espíritu Divino, es el mundo ELECTRÓNICO, el mundo de la sexta dimensión. Todo aquel que muere, entra en la quinta dimensión. La eternidad se abre para devorar a los fallecidos, luego los expulsa de su seno para regresarlos al mundo del tiempo y de la forma física. Los fallecidos son expulsados de la eternidad porque todavía no poseen el SER. Sólo quienes poseen el SER pueden vivir en la eternidad. El SER es el Intimo, el Espíritu. Es necesario trabajar primero con la materia molecular para fabricar Alma; luego refinar la energía de esta Alma a un grado más alto, para fabricar Espíritu. Hay que transmutar la materia molecular en electrónica, y fusionar el átomo, para liberar el fuego sagrado que nos convierte en espíritus divinos.
EL LIBRO DE LOS MUERTOS SAMEL AUN WEOR

jueves, 27 de mayo de 2010

LA NOVENA REVELACION


WebIslam


Así funciona la adicción al conocimiento


La sed de conocimiento funciona como un “opio” para el cerebro. La tesis pertenece a un trabajo publicado por investigadores de la Universidad de Southern California en 2006 y que hoy recuperaban los ususarios de Reddit. Según esta investigación, encabezada por el neurocientífico Irving Biederman, cuando conseguimos comprender algo se desata una “cascada bioquímica” que recompensa al cerebro con una inyección de “sustancias opiáceas naturales” (las denominadas endorfinas).

Este placer que produce saber más y resolver problemas, aseguran los científicos, podría ser el motor que conduce a los humanos a absorber más conocimiento y tendría un importante papel evolutivo.

“Mientras estás intentando entender un teorema difícil”, asegura Biederman, “no resulta divertido. Pero una vez que lo resuelves, simplemente te sientes genial”. Sus estudios se centraron en la actividad cerebral que se produce durante el reconocimiento de imágenes pero, según explican, podría extenderse al resto de sentidos.

De acuerdo con sus experimentos, el sistema nervioso tiende a “premiar” de alguna manera los conocimientos novedosos. De esta forma, cuando se repite el estímulo una y otra vez, el nivel de “recompensa” neuronal decae y la atención se dirige a otros asuntos. Este “aprendizaje competitivo” entre las neuronas, sostiene Biederman, otorga una ventaja evolutiva a nuestro cerebro: la necesidad de experimentar nuevos estímulos y resolver nuevos problemas nos conduce a una búsqueda constante de nuevos conocimientos.

Sea válida o no, si eres una de aquellas personas que experimenta un profundo placer con los desafíos intelectuales, la hipótesis resulta más que interesante. Personalmente, el estudio me ha traído a la mente una cita que leía hoy en un obituario publicado por el diario El País: "Existe una fuerte sensación de placer, difícil de describir, cuando consideras detalladamente una comprobación elegante, e incluso un placer mayor al descubrir una comprobación que no se conocía". La cita es de Martin Gardner.

Enlace: 'Thirst for knowledge' may be opium craving / Vía Reddit
Más info: Perceptual Pleasure and the Brain. American Scientist (PDF)

Tomas E. Gondesen H \

Omnia mutantur nos et mutamur in illis.
Ubi Dubium Ibi Libertas


REMITE.CONYAZUL
Buenas tardes a todos, en días pasados di a conocer información actualizada del Dr. Hamer, mediante dos envíos por lo que esa labor ya la doy por concluida, a continuación continuo mi labor dando a conocer el link http://www.4shared. com/dir/W44eujQu /Hamer.html donde podrán bajar los videos del Dr. Hamer en forma generalizada a todo el que la quiera obtener, esto se realiza así para evitar que haya forma en que se invalide su distribución por que serán más los que tengan una copia.

Hay que recordar que en su momento fue robado del máster de TVE el tercer video denominado “todos contra Hamer” si no hubiera alguien que guardo el video casero de dicho programa hoy no contáramos con una copia del mismo, en este momento está en línea el video:

“Ganarle la partida al cáncer” con 261 MB y “Origen del mal” con 145 MB y en el curso del día estará en línea el tercer video: “Todos contra Hamer”

Esperando que sea de su agrado.

VIDEO . ORIGEN DEL MAL


Ganarle la Partida al Cáncer - Entrevista al Dr.Hamer.flv

ENTREVISTA A GREGG BRADEN - 2012


Entrevista a Gregg Braden :2012

EL TIEMPO FRACTAL

Si tienen curiosidad en saber si existe alguna ciencia más allá de las profecías del 2012, el investigador y el autor más vendido del New York Times, Gregg Braden tiene la información que los introducirá a la perspectiva del tiempo real y es el tiempo geológico.

Luego de 22 años de investigación científica, el nuevo libro de Braden, “El Tiempo Fractal” explica porqué el 2012 marca el final de un ciclo de 5,125 años. Sabían que la Tierra se está moviendo actualmente a través del ecuador de la Vía Láctea? Cuando hablamos acerca de los cambios que están surgiendo en el 2012, algunos de esos cambios visibles sobre la Tierra son aparentemente en respuesta a los cambios astronómicos que están siendo creados por el cruce de la Tierra por el Ecuador de la Vía Láctea. En una entrevista con el Dr. Laurie Nadel, Gregg Braden habla sobre las profecías Mayas del 2012 y lo que significan para nosotros.

Pregunta: Usted dice que el año 2012 no es el fin del mundo sino que es el final de una era -un ciclo de tiempo de 5,125 años?

Gregg Braden: Algunas personas hablan acerca del 2012 como cualquier otra historia de noticias que ustedes escuchan todos los días. Otros quienes no han oído nada acerca del 2012 dicen, “¿Qué es lo importante sobre esa fecha?”

Pregunta: Quizás ellos piensan que puede ser como el Y2K. (Efecto del año 2000)

Gregg Braden: Precisamente! Yo fui un ingeniero que trabajaba en la industria para la defensa en los 1980 cuando comencé a escuchar noticias sobre el año 2012. Algunas personas estaban diciendo literalmente, “Es el fin del mundo.” Otras dijeron, “Es el fin del mundo como lo conocemos.” Y algunas hasta dijeron, “Es el comienzo de miles de años de paz.” Todos a los que les pregunté tenían diferente opinión. Lo que descubrí como investigador fue que la única manera en la que yo sabría sobre lo que versaba en realidad el año 2012 era comprender a la gente que creaba los calendarios que nos informa acerca del 2012. Y la única manera de comprenderlos era entender los grandes ciclos del tiempo.

Pregunta: Qué quiere usted decir cuando dice, “ciclos de tiempo?”

Gregg Braden: Nuestra propia ciencia ahora nos está diciendo que nosotros, sobre este planeta, nuestras vidas y nuestro planeta en general estamos bajo la influencia de los grandes ciclos del tiempo, ciclos dentro de ciclos en el interior de ciclos. Algunos de los ciclos que conocemos, como el ciclo de 24-horas del día para el día y la noche o de 28-días del ciclo de la mujer. Pero los grandes ciclos cubren períodos tan vastos de tiempo que no los recordamos de una civilización a la siguiente. Nuestro gran ciclo actual es un largo ciclo de 5,125 años vinculado a un acontecimiento astronómico que ocurrió en el año 3114 A.C.

Pregunta: Bien, eso es casi incomprensible para la gente – 3114 A.C.

Gregg Braden: Finaliza el 21 de Diciembre, en el Solsticio de Invierno, Diciembre 21, 2012 D.C. Pregunta: Y en ese momento o en ese día, el sol como usted dice se va a mover hacia una alineación con el ecuador de la Vía Láctea. Gregg Braden: Lo que sucede durante este tiempo y debemos ser realmente cuidadosos cuando hablamos sobre esto -existe un alineamiento que está ocurriendo porque la Tierra hace esta pequeña inclinación y este pequeño bamboleo a través de largos períodos de tiempo. Mientras la Tierra se inclina y se bambolea en su órbita, cambia el paisaje del cielo nocturno. Cambia nuestra orientación en el espacio con respecto al centro de su propia galaxia -de nuestra galaxia de la Vía Láctea. Ahora bien, nuestros propios científicos han descubierto y lo están publicando abiertamente – que el centro de nuestra Galaxia, la Vía Láctea es una poderosa fuente de energía magnética. El término que ellos utilizan es “filamentos magnéticos” que irradian desde el centro de nuestra Vía Láctea. Desde donde nos encontramos, en relación con esa fuente de energía, ésta tiene un efecto inmenso sobre el planeta Tierra. Algunas veces estamos mucho más allá y somos de alguna manera ladeados y el efecto es menor. Algunas veces estamos más cerca o somos inclinados hacia ella y el efecto es mayor. El 21 de Diciembre del año 2012, tenemos un disparo en línea recta -un disparo lineal, sin obstrucciones ocasionadas por cualquier otro planeta o cualquier otro cuerpo en el sistema solar – donde tendremos acceso directo a ese campo de energía.

Pregunta: Ahora bien, ¿Quiere decir que los polos magnéticos van a cambiar y que vamos a tener tres días de oscuridad?

Gregg Braden: No existe evidencia científica para sostener eso.

Pregunta: Me alegro de escuchar eso….

Gregg Braden: Ha habido mucha especulación acerca de eso. Los polos magnéticos se han invertido ciertamente en el pasado. Yo puedo decirles como ex geólogo que podemos observar eso en el registro geológico, 14 veces en los últimos 4-1/2 millones de años. Antes, cada vez que los polos magnéticos se invirtieron, estos debieron debilitarse hasta un cierto punto antes que la inversión ocurriera. Aún cuando nosotros hemos visto una disminución en la fuerza del campo magnético de la Tierra durante los últimos 100 años aproximadamente, no obstante es mucho más lo que se necesita para revertirlo que la probabilidad que esto suceda en los próximos tres años entre el 2009 y el 2012 o hasta incluso un año o dos después, parece ser una probabilidad de poco peso. Hay otras cosas de las que preocuparnos.

Pregunta: Existen nuevos descubrimientos que muestran que ¿Podemos pensar en el tiempo como una esencia que sigue los mismos ritmos y los ciclos que gobiernan todo desde las partículas a las galaxias? ¿Podemos pensar sobre estas cosas que suceden en el tiempo como ubicaciones dentro de los ciclos?

Gregg Braden: El punto básico es que el tiempo es esencialmente una onda que se está moviendo en una dirección. Justo ahora se está moviendo desde el presente al futuro. Así que, las semillas para las cosas que están sucediendo hoy y los eventos como el 2012 que todavía van a suceder ya han ocurrido en el pasado. Si sabemos dónde observar en el pasado, éste nos da una idea de lo que podemos esperar en el presente y en el futuro. Las ondas del Tiempo siguen ritmos naturales, ciclos y progresiones naturales. Esto significa que podemos medir, calcular y predecir cuándo las semillas – las condiciones – para un acontecimiento van a suceder una y otra vez. Esto quiere decir que podemos tomar el año 2012 calcularlo a la inversa, utilizando los ritmos naturales a los tiempos en nuestra historia cuando la semilla para el 2012 fue plantada. Observando la semilla, podemos determinar cuándo fueron puestos en movimiento los patrones y los acontecimientos que sucederán en el año 2012. Podemos ir al registro geológico para ver lo que estaba sucediendo entonces sobre el planeta. O podemos ir hacia el registro arqueológico para ver lo que estaba sucediéndole a la gente para darnos realmente una buena idea de lo que podemos esperar para estos próximos pocos años.

Pregunta: Usted nos habla acerca de la posición de los mayas de la fecha final del 2012, como que ya ha sucedido en nuestro pasado.

Gregg Braden: Absolutamente!

Pregunta: Qué podemos hacer para prepararnos para lo que va a suceder en el próximo 2012?

Gregg Braden: Para prepararse para cualquiera cosa que sea lo que vaya a suceder, nosotros debemos comprender qué es lo que va a ocurrir. Se trata de la importancia de saber precisamente dónde mirar en el pasado para comprender lo que estamos por experimentar o lo que ya estamos experimentando ahora. Para el 2012, los registros muestran cuando examinamos la historia de la Tierra en los centros de hielo en la Antártida por ejemplo, que se preservó un registro del pasado de la Tierra. Cuando examinamos estos núcleos de hielo en las fechas que son los fractales o los patrones semilla para el año 2012, ellos nos dicen que en esas fechas los campos magnéticos de la Tierra se debilitaron. La energía proveniente del sol era más fuerte así que el hielo en los polos comenzó a derretirse. Los océanos comenzaron a elevarse, el clima comenzó a cambiar y los patrones de tiempo comenzaron a cambiar.

Pregunta: Nosotros estamos experimentando eso ahora?.

Gregg Braden: Precisamente y ése es el punto. Ha atravesado la Tierra a través de un gran cambio? Sí. Esto quiere decir que algo está mal o algo está roto? No! Siempre sucede cuando alcanzamos este punto en un gran ciclo. Cuando estamos a esta distancia desde la fuente de energía en el centro de nuestra Vía Láctea, cuando la Tierra está inclinada y orientada de la forma que está, aparentemente, esto es lo que siempre sucede. Por consiguiente, en gran medida ya estamos experimentando los grandes cambios que tantos han vaticinado. Ya estamos viendo ciudades borradas de la faz de la Tierra cerca de las costas poco profundas. Ya estamos observando terremotos y tsunamis de gran magnitud. Ya estamos observando incendios de bosques alineándolos a través de espacios vastos y abiertos. Estamos viendo a millones de personas que mueren de enfermedad. Los Estados Unidos son bendecidos en no estar experimentando tanto; aquí, como en otras partes del mundo. Pero semejante cambio puede ocurrir en cualquier parte y en todas partes.

Pregunta: El mensaje para participar….?

Gregg Braden: Es bueno que nosotros nos preparemos y ayudemos a otras personas que están experimentando problemas y sintiendo el choque de estos cambios. Pero aquí está el meollo: Los registros geológicos muestran que los cambios son intensos, absolutamente intensos, pero que son de corta duración. Ellos no duran generación tras generación y así sucesivamente. Los registros arqueológicos muestran que cuando las civilizaciones pasadas alcanzan el punto en sus ciclos donde estamos nosotros justo ahora, cometían un error que no queremos repetir hoy.

Pregunta: Cuál era ese error?

Gregg Braden: Cuando el mundo comenzó a cambiar, las civilizaciones del pasado no comprendían el cambio. Ellas comenzaron a luchar una con la otra por los recursos. En esa violenta competencia por lo que quedaba cuando el mundo estaba cambiando, todos perdieron. Nadie ganó. Las civilizaciones se colapsaron. Por ejemplo la vigésima dinastía de Egipto colapsó durante precisamente este período de tiempo y nadie supo acerca de ellos hasta miles de años más tarde. Estamos en un punto, justo ahora, donde debemos elegir trabajar juntos por este breve período de tiempo para salvarnos en este tiempo de cambio. Si cometemos los errores del pasado todos perderemos. Esta es la razón por la que este libro es tan importante justo ahora.

Pregunta: Mucha gente de buen corazón se siente desprotegida cuando comienza a escuchar historias acerca de civilizaciones antiguas que caen, piensan en los tsunamis, Katrina… y es muy difícil para la gente no sentirse apabullada por el gran alcance de los movimientos planetarios y el tiempo fractal. Porque, ¿En qué puede tener la gente esperanza?

Gregg Braden: En mi sitio Web, www.greggbraden. com hay un link a la Iniciativa de la Coherencia Global. Cuando ustedes hacen clic en ese vínculo, pueden aprender sobre la iniciativa basada en la ciencia que nos permite a cada uno de nosotros aprender a ser de una manera que realmente tenga influencia sobre los campos de la Tierra. En otras palabras, ustedes pueden aprender cómo crear un impacto positivo en lo que resulte de este tiempo en la historia. Este proyecto trata acerca de nuestra relación con la Tierra a través de una existencia basada en el corazón.

Pregunta: Qué es una existencia basada en el corazón?

Gregg Braden: Pocos años atrás, nuestra propia ciencia ha hecho un descubrimiento radical y revolucionario que cambia todo en relación a la manera que pensamos de nosotros mismos y del mundo. Lo que ellos descubrieron es que cuando creamos emociones basadas en el corazón, tales como de gratitud, aprecio, cuidado-literalment e, utilizando el músculo del corazón para crear estas emociones -lo que realmente estamos haciendo es generar un campo magnético dentro de nuestros cuerpos que es parte del campo magnético de la Tierra que experimenta el cambio. El campo magnético de la Tierra se eleva, cae y regula todo desde el clima, a las capas de hielo y los niveles del mar. Este campo magnético une toda vida sobre la Tierra desde una brizna de pasto hasta una hormiga, a una carpa o pez de colores, a un hámster, a nosotros. Cuando muchos de nosotros nos reunimos y creamos una emoción común, esa experiencia es llamada “coherencia.” La “Coherencia” puede en realidad ser medida. Mide 0.10 Hertz de frecuencia. Esa es la medida de la coherencia creada entre el corazón y el cerebro. Los científicos descubrieron primero acerca de esto durante el 9/11 cuando nuestros satélites a 22,000 millas en el espacio comenzaron a registrar cambios en el campo magnético de la Tierra, cuando los humanos estaban sintiendo emociones acerca del 11 de Septiembre y del World Trade Center. Esto es una sorpresa para la ciencia. Ellos preguntaron, “Porqué podría la gente que experimentaba el 11 de Septiembre, afectar quizás a los campos magnéticos de la Tierra? No existe ninguna conexión, no es cierto?” Bien, incorrecto. Ellos descubrieron que existe una conexión y esto ha llevado a lo que se llama el Proyecto de Iniciativa de Coherencia Global. Los científicos están ahora construyendo los sensores que pueden medir estos campos magnéticos y proponen subirlos al sitio Web donde ustedes pueden observar los cambios del campo en tiempo real. Además de medir este campo el objetivo del Proyecto de Coherencia Global es enseñar a la gente a cómo crear coherencia en sus vidas diarias. No es algo difícil de hacer y ustedes no tienen que cambiar sus vidas para realizarlo. No tienen que cambiar sus meditaciones, sus oraciones o cualquier práctica. Es una manera de estar en nuestros corazones mientras transitamos a través del día que es muy fácil de aprender.

Pregunta: ¿Esto es, algo así como, un entrenamiento de consciencia o una especie de bio-feedback? . (Técnica por la cual uno controla las funciones corporales personales en forma automática, monitoreando las ondas cerebrales, la presión sanguínea, etc.)

Gregg Braden: Es parte de eso. Cuando creamos esta coherencia dentro de nuestros cuerpos, esto dispara cerca de 1,400 cambios bioquímicos. Los procesos de rejuvenecimiento comienzan. El nivel de la hormona endógena-hormona dadora de vida- surge en nuestros cuerpos. Nuestros sistemas inmunes se convierten fuertes realmente. Pensamos con más claridad. Nos ponemos menos agresivos. Los campos magnéticos del corazón están siendo ahora documentados. Estamos enfrentando los desafíos más grandes de los últimos 5,000 años del registro de la historia humana. Mientras enfrentamos los grandes desafíos de nuestros tiempos, nos preguntamos “Qué podemos hacer?” Aquí está lo que podemos hacer. Podemos aprender el idioma del campo magnético que está creando los cambios y ayudar a traer a ese campo del caos hacia el orden. Podemos influenciar los mismos campos que están creando el cambio. Los Mayas no nos pueden decir cómo finaliza este ciclo porque nosotros estamos escribiendo el desenlace de este ciclo mientras estamos viviendo en él, justo ahora. El temor acerca del 2012 está causando gran stress a mucha gente pero tenemos la capacidad para regular el campo magnético ajustando la forma en la que trabajamos juntos, a través de nuestros corazones. La clave es: Tenemos que reunirnos, trabajar juntos para hacerlo.

miércoles, 26 de mayo de 2010

El Rey del Mundo - René Guenón

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El Rey del Mundo

René Guenón

Hoy Crónica Subterránea trae a sus páginas uno de los textos fundamentales que aborda el misterio del Agarta, aunque desde una visión filosófica y menos complaciente a las ya conocidas, se trata Rey del Mundo (1927), de René Guenón.

Hablar de este esoterista francés es introducir al lector en el pensamiento de uno de los hombres más influyentes y controvertidos, del paso siglo XX. Odiado y amado tanto por críticos como fieles seguidores que hoy día continúan difundiendo sus obra, Guenón sentó las bases del esoterismo futuro, y legó una obra extensa y polémica, que es materia de estudio obligado para entender los entramados de las sociedades secretas, y escuelas espirituales por las cuales transitó en sus primeros años de búsqueda.

Su conversión al Islamismo, le ganó mayor animosidad, y no menos ataques entre sus pares, además de su defensa encendida sobre el modelo de tradición oriental, que sentía Occidente no lograba captar.

El Rey del Mundo, a través de los ojos de Guenón, se revela como una figura difusa, erigida desde un centro impersonal, adecuado a las épocas y regiones. Sin embargo su enigma sobrevive a la feroz pluma del escritor francés, que no logra doblegar pese a sus intentos, todos sus misterios.

René Guénon
EL REY DEL MUNDO
(1927) Primera Parte

CAPÍTULO I

NOCIONES SOBRE EL «AGARTTHA» EN OCCIDENTE

La obra póstuma de Saint-Yves d´Alveydre titulada Mission de l´Inde, que fue publicada en 19101, contiene la descripción de un centro iniciático misterioso designado bajo el nombre de Agarttha; por lo demás, muchos lectores de este libro debieron suponer que eso no era más que un relato puramente imaginario, una suerte de ficción que no reposaba sobre nada real. En efecto, si se quiere tomar todo al pie de la letra, hay en eso inverosimilitudes que, al menos para aquellos que se atienen a las apariencias exteriores, podrían justificar una tal apreciación; y sin duda Saint-Yves había tenido buenas razones para no hacer aparecer él mismo esta obra, escrita desde hacía bastante tiempo, y que verdaderamente no estaba puesta a punto. Por otra parte, hasta entonces, en Europa no se había hecho apenas mención del Agarttha y de su jefe, el Brahmâtmâ, más que por un escritor muy poco serio, Louis Jacolliot2, cuya autoridad no es posible invocar; por nuestra parte, pensamos que éste había oído hablar realmente de estas cosas en el curso de su estancia en la India, pero que después las ha arreglado, como todo lo demás, a su manera eminentemente fantasiosa. Pero, en 1924, se ha producido un hecho nuevo y un poco inesperado: el libro titulado Bêtes, Hommes et Dieux, en el que M. Ferdinand Ossendowski cuenta las peripecias de un viaje accidentado que hizo en 1920 y 1921 a través de Asia central, encierra, sobre todo en su última parte, relatos casi idénticos a los de Saint-Yves; y el ruido que se ha hecho alrededor de este libro proporciona, creemos, una ocasión favorable para romper finalmente el silencio sobre esa cuestión del Agarttha.

Naturalmente, espíritus escépticos o malévolos no han dejado de acusar a M. Ossendowski de haber plagiado pura y simplemente a Saint-Yves, y de revelar, en apoyo de esta alegación, todos los pasajes concordantes de ambas obras; hay efectivamente un buen número de ellos que presentan, hasta en los menores detalles, una similitud bastante sorprendente. Primero, hay lo que podría parecer más inverosímil en Saint-Yves mismo, queremos decir, la afirmación de la existencia de un mundo subterráneo que extiende sus ramificaciones por todas partes, bajo los continentes e incluso bajo los océanos, y por el cual se establecen comunicaciones invisibles entre todas las regiones de la tierra; por lo demás, M. Ossendowski, que no toma en cuenta esta afirmación, declara incluso que no sabe qué pensar de ella, aunque la atribuye a diversos personajes que él mismo ha encontrado en el curso de su viaje. Hay también, sobre puntos más particulares, el pasaje donde el «Rey del Mundo» es representado ante la tumba de su predecesor, el pasaje donde se trata del origen de los Bohemios, que habrían vivido antaño en el Agarttha1, como muchos otros todavía. Saint-Yves dice que hay momentos, durante la celebración subterránea de los «Misterios cósmicos», donde los viajeros que se encuentran en el desierto se detienen, donde los animales mismos permanecen silenciosos2; M. Ossendowski asegura que él mismo ha asistido a uno de esos momentos de recogimiento general. Hay sobre todo, como coincidencia extraña, la historia de una isla, hoy día desaparecida, donde vivían hombres y animales extraordinarios: ahí, Saint-Yves cita el resumen del periplo de Jámbulo por Diodoro de Sicilia, mientras que M. Ossendowski habla del viaje de un antiguo budista del Nepal, y no obstante, sus descripciones se diferencian muy poco; si verdaderamente existen de esta historia dos versiones que provienen de fuentes tan alejadas la una de la otra, podría ser interesante recuperarlas y compararlas con cuidado.

Hemos tenido que señalar todas estas aproximaciones, pero tenemos que decir también que no nos convencen en modo alguno de la realidad del plagio; por lo demás, nuestra intención no es entrar aquí en una discusión que, en el fondo, no nos interesa más que mediocremente. Independientemente de los testimonios que M. Ossendowski nos ha indicado por él mismo, sabemos, por fuentes muy diferentes, que los relatos de este género son algo corriente en Mongolia y en toda el Asia central; y agregaremos a continuación que existe algo parecido en las tradiciones de casi todos los pueblos. Por otra parte, si M. Ossendowski hubiera copiado en parte la Mission de l´Inde, no vemos muy bien por qué habría omitido adrede algunos pasajes, ni por qué habría cambiado la forma de algunas palabras, escribiendo por ejemplo Agharti en lugar de Agarttha, lo que se explica al contrario muy bien si ha recibido de fuente mongola las informaciones que Saint-Yves había obtenido de fuente hindú (ya que sabemos que éste estuvo en relaciones con dos hindúes al menos)3; tampoco comprendemos por qué habría empleado, para designar al jefe de la jerarquía iniciática, el título de «Rey del Mundo», título que no figura en ninguna parte en Saint-Yves. Aunque se debieran admitir algunos plagios, por eso no sería menos cierto que M. Ossendowski dice a veces cosas que no tienen su equivalente en la Mission de l´Inde, y que son de las que ciertamente no ha podido inventar de ninguna manera, tanto más cuanto que, mucho más preocupado de política que de ideas y de doctrinas, e ignorante de todo lo que toca al esoterismo, ha sido manifiestamente incapaz de aprehender él mismo su alcance exacto. Tal es, por ejemplo, la historia de una «piedra negra» enviada antaño por el «Rey del Mundo» al Daläi-Lama, transportada después a Ourga, en Mongolia, y que desapareció hace cerca de cien años1; ahora bien, en numerosas tradiciones, las «piedras negras» desempeñan un papel importante, desde la que era el símbolo de Cybeles hasta la que está engastada en la Kaabah de la Meca2. He aquí otro ejemplo: el Bogdo-Khan o «Buddha vivo», que reside en Ourga, conserva, entre otras cosas preciosas, el anillo de Gengis-Khan, sobre el cual hay grabado un swastika, y una placa de cobre que lleva el sello del «Rey del Mundo»; parece que M. Ossendowski no haya podido ver más que el primero de esos dos objetos, pero le habría sido bastante difícil imaginar la existencia del segundo: ¿no habría debido venirle naturalmente al espíritu hablar aquí de una placa de oro?

Estas pocas observaciones preliminares son suficientes para lo que nos proponemos, ya que permanecemos absolutamente ajenos a toda polémica y a toda cuestión de personas; si citamos a M. Ossendowski e incluso a Saint-Yves, es únicamente porque lo que han dicho puede servir de punto de partida a consideraciones que no tienen nada que ver con lo que se podría pensar del uno y del otro, y cuyo alcance rebasa singularmente sus individualidades, tanto como a la nuestra, que, en este dominio, no debe contar tampoco. No queremos librarnos, a propósito de sus respectivas obras, a una «crítica de textos» más o menos vana, sino aportar indicaciones que todavía no han sido dadas en ninguna parte, a nuestro conocimiento al menos, y que son susceptibles de ayudar en una cierta medida a elucidar lo que M. Ossendowski llama el «misterio de los misterios»1.

CAPÍTULO II

REALEZA Y PONTIFICADO

El título de «Rey del Mundo», tomado en su acepción más elevada, la más completa y al mismo tiempo la más rigurosa, se aplica propiamente a Manu, el Legislador primordial y universal, cuyo nombre se encuentra, bajo formas diversas, en un gran número de pueblos antiguos; a este respecto, recordaremos solo el Mina o Ménès de los egipcios, el Menw de los celtas y el Minos de los griegos1. Por lo demás, este nombre no designa de ningún modo a un personaje histórico o más o menos legendario; lo que designa en realidad, es un principio, la Inteligencia cósmica que refleja la Luz espiritual pura y formula la Ley (Dharma) propia a las condiciones de nuestro mundo o de nuestro ciclo de existencia; y es al mismo tiempo el arquetipo del hombre considerado especialmente en tanto que ser pensante (en sánscrito mânava).
Por otra parte, lo que importa esencialmente destacar aquí, es que este principio puede ser manifestado por un centro espiritual establecido en el mundo terrestre, por una organización encargada de conservar integralmente el depósito de la tradición sagrada, de origen «no-humano» (apaurushêya), por la que la Sabiduría primordial se comunica a través de las edades a aquellos que son capaces de recibirla. El jefe de una tal organización, que representa en cierto modo a Manu mismo, podrá legítimamente llevar su título y sus atributos; e incluso, por el grado de conocimiento que debe haber alcanzado para poder ejercer su función, se identifica realmente al principio del que es como la expresión humana, y ante el cual su individualidad desaparece. Tal es efectivamente el caso del Agarttha, si ese centro ha recogido, como lo indica Saint-Yves, la herencia de la antigua «dinastía solar» (Sûrya-vansha) que residía antaño en Ayodhyâ2, y que hacía remontar su origen a Vaivaswata, el Manu del ciclo actual.

Saint-Yves, como ya lo hemos dicho, no considera no obstante al jefe supremo del Agarttha como «Rey del Mundo»; le presenta como «Soberano Pontífice», y, además, le pone a la cabeza de una «Iglesia brâhmanica», designación que procede de una concepción demasiado occidentalizada1. Aparte de esta última reserva, lo que dice Saint-Yves completa, a este respecto, lo que dice por su lado M. Ossendowski; parece que cada uno de ellos no haya visto más que el aspecto que respondía más directamente a sus tendencias y a sus preocupaciones dominantes, ya que, en verdad, aquí se trata de un doble poder, a la vez sacerdotal y real. El carácter «pontifical», en el sentido verdadero de esta palabra, pertenece realmente, y por excelencia, al jefe de la jerarquía iniciática, y esto hace llamada a una explicación: literalmente, el Pontifex es un «constructor de puentes», y este título romano es en cierto modo, por su origen, un título «masónico»; pero, simbólicamente, es el que desempeña la función de mediador, estableciendo la comunicación entre este mundo y los mundos superiores2. A este título, el arcoiris, el «puente celeste», es un símbolo natural del «pontificado»; y todas las tradiciones le dan significaciones perfectamente concordantes: así, en los Hebreos, es la prenda de la alianza de Dios con su pueblo; en China, es el signo de la unión del Cielo y de la Tierra; en Grecia, representaba a Iris, la «mensajera de los Dioses»; un poco por todas partes, en los Escandinavos tanto como en los Persas y los Árabes, en Africa central y hasta en algunos pueblos de América del Norte, es el puente que liga el mundo sensible al suprasensible.

Por otra parte, la unión de los dos poderes sacerdotal y real estaba representada, en los Latinos, por un cierto aspecto del simbolismo de Janus, simbolismo extremadamente complejo y de significaciones múltiples; bajo la misma relación, las llaves de oro y plata figuraban las dos iniciaciones correspondientes3. Para emplear la terminología hindú, se trata de la vía de los Brâhmanes y la de los Kshatriyas; pero en la cima de la jerarquía, uno está en el principio común de donde los unos y los otros sacan sus atribuciones respectivas, y por consiguiente más allá de su distinción, puesto que ahí está la fuente de toda autoridad legítima, en cualquier dominio en que se ejerza; y los iniciados del Agarttha son ativarna, es decir, «más allá de las castas»1.

En la edad media había una expresión en la que los dos aspectos complementarios de la autoridad se encontraban reunidos de una manera que es muy digna de observación: en aquella época, se hablaba frecuentemente de una región misteriosa a la que se llamaba el «Reino del Prestejuan»2. Era el tiempo donde lo que se podría designar como la «cobertura exterior» del centro en cuestión se encontraba formada, en una buena parte, por los Nestorianos (o lo que se ha convenido llamar así con razón o sin ella) y los Sabeos3; y, precisamente, estos últimos se daban a sí mismos el nombre de Mendayyeh de Yahia, es decir, «discípulos de Juan». A este propósito, podemos hacer a continuación otra precisión: es al menos curioso que muchos grupos orientales de un carácter muy cerrado, desde los Ismaelitas o discípulos del «Viejo de la Montaña» hasta los Drusos del Líbano, hayan tomado uniformemente, lo mismo que las Órdenes de caballería occidentales, el título de «guardianes de la Tierra Santa». Ciertamente, la continuación hará comprender mejor sin duda lo que eso puede significar; parece que Saint-Yves haya encontrado una palabra justa, quizás más todavía de lo que él mismo pensaba, cuando habla de los «Templarios del Agarttha». Para que nadie se sorprenda de la expresión de «cobertura exterior» que acabamos de emplear, agregaremos que es menester tener cuidado con el hecho de que la iniciación caballeresca era esencialmente una iniciación de Kshatriyas; esto es lo que explica, entre otras cosas, el papel preponderante que desempeña en ella el simbolismo del Amor1.

Sea como sea en estas últimas consideraciones, la idea de un personaje que es sacerdote y rey todo junto no es muy corriente en Occidente, aunque se encuentra, en el origen mismo del Cristianismo, representada de una manera destacable por los «Reyes Magos»; incluso en la edad media, el poder supremo (según las apariencias exteriores al menos) estaba dividido entre el Papado y el Imperio2. Una tal separación puede ser considerada como la marca de una organización incompleta por arriba, si uno puede expresarse así, puesto que no se ve aparecer en ella el principio común del que proceden y dependen regularmente los dos poderes; así pues, el verdadero poder supremo debía encontrarse en otra parte. En Oriente, el mantenimiento de una tal separación en la cima misma de la jerarquía es, al contrario, bastante excepcional, y no es apenas más que en algunas concepciones búdicas donde se encuentra algo de este género; queremos hacer alusión a la incompatibilidad afirmada entre la función de Buddha y la de Chakravartî o «monarca universal»3, cuando se dice que Shâkya-Muni, en un cierto momento, tuvo que escoger entre la una y la otra.

Conviene agregar que el término Chakravartî, que no tiene nada de especialmente búdico, se aplica muy bien, según los datos de la tradición hindú, a la función del Manu o de sus representantes: literalmente, es «el que hace girar la rueda», es decir, el que, colocado en el centro de todas las cosas, dirige su movimiento sin participar él mismo en él, o que, según la expresión de Aristóteles, es su «motor inmóvil»4.

Llamamos muy particularmente la atención sobre esto: el centro de que se trata es el punto fijo que todas las tradiciones están de acuerdo en designar simbólicamente como el «Polo», puesto que es alrededor de él donde se efectúa la rotación del mundo, representado generalmente por la rueda, tanto en los Celtas como en los Caldeos y en los Hindúes5. Tal es la verdadera significación del swastika, este signo que se encuentra difundido por todas partes, desde el Extremo Oriente hasta el Extremo Occidente1, y que es esencialmente el «signo del Polo»; sin duda es aquí la primera vez, en la Europa moderna, que se hace conocer su sentido real. En efecto, los sabios contemporáneos han buscado vanamente explicar este símbolo mediante las teorías más fantasiosas; la mayoría de entre ellos, obsesionados por una suerte de idea fija, han querido ver en él, como casi por todas partes, un signo exclusivamente «solar»2, mientras que, si lo ha devenido a veces, no ha podido ser más que accidentalmente y de un manera desviada. Otros han estado más cerca de la verdad al considerar al swastika como el símbolo del movimiento; pero esta interpretación, sin ser falsa, es muy insuficiente, ya que no se trata de un movimiento cualquiera, sino de un movimiento de rotación que se cumple alrededor de un centro o de un eje inmutable; y es el punto fijo el que es, lo repetimos, el elemento esencial al que se refiere directamente el símbolo en cuestión3.

Por lo que acabamos de decir, ya se puede comprender que el «Rey del Mundo» debe tener una función esencialmente ordenadora y reguladora (y se observará que no carece de fundamento que esta última palabra tenga la misma raíz que rex y regere), función que puede resumirse en una palabra como la de «equilibrio» o de «armonía», lo que traduce precisamente en sánscrito el término Dharma4: Lo que entendemos por eso, es el reflejo, en el mundo manifestado, de la inmutabilidad del Principio supremo. Se puede comprender también, por las mismas consideraciones, por qué el «Rey del Mundo» tiene como atributos fundamentales la «Justicia» y la «Paz», que no son más que las formas revestidas más especialmente por ese equilibrio y esa armonía en el «mundo del hombre» (mânava-loka)1. Ese es también un punto de la mayor importancia; y, además de su alcance general, se lo señalamos a aquellos que se dejan llevar de ciertos temores quiméricos, de los que el libro mismo de M. Ossendowski contiene como un eco en sus últimas líneas.

CAPÍTULO III

LA «SHEKINAH» Y «METATRON»

Algunos espíritus temerosos, y cuya comprehensión se encuentra extrañamente limitada por ideas preconcebidas, se han asustado por la designación misma del «Rey del Mundo», que han relacionado inmediatamente con la de Princeps hujus mundi que se menciona en el Evangelio. No hay que decir que una tal asimilación es completamente errónea y desprovista de todo fundamento; para descartarla, podríamos limitarnos a hacer observar simplemente que este título de «Rey del Mundo», en hebreo y en árabe, se aplica corrientemente a Dios mismo1. No obstante, como eso puede dar la ocasión a algunas observaciones interesantes, consideraremos a este propósito las teorías de la Kabbala hebraica concernientes a los «intermediarios celestes», teorías que, por lo demás, tienen una relación muy directa con el tema principal del presente estudio.

Los «intermediarios celestes» de que se trata son la Shekinah y Metatron; y diremos primero que, en el sentido más general, la Shekinah es la «presencia real» de la Divinidad. Es menester notar que los pasajes de la Escritura donde se hace mención de ella muy especialmente son sobre todo aquellos donde se trata de la institución de un centro espiritual: la construcción del Tabernáculo, la edificación de los Templos de Salomón y de Zorobabel. Un tal centro, constituido en condiciones regularmente definidas, debía ser en efecto el lugar de la manifestación divina, siempre representada como «Luz»; y es curioso destacar que la expresión de «lugar muy iluminado y muy regular», que la Masonería ha conservado, parece ser efectivamente un recuerdo de la antigua ciencia sacerdotal que presidía la construcción de los templos, y que, por lo demás, no era particular a los Judíos; volveremos sobre este tema más tarde. No vamos a entrar en el desarrollo de la teoría de las «influencias espirituales» (preferimos esta expresión a la palabra "bendiciones" para traducir el hebreo berakoth, tanto más cuanto que ese es el sentido que ha guardado muy claramente en árabe la palabra barakah); pero, incluso limitándose a considerar las cosas bajo este único punto de vista, sería posible explicarse la palabra de Elías Levita, que cuenta M. Vulliaud en su obra sobre La Kabbale juive: «Los Maestros de la Kabbala tienen sobre este punto grandes secretos».

La Shekinah se presenta bajo aspectos múltiples, entre los cuales hay dos principales, uno interno y el otro externo; ahora bien, por otra parte, hay en la tradición cristiana, una frase que designa tan claramente como es posible estos dos aspectos: «Gloria in excelsis Deo, et in terra Pax hominibus bonae voluntatis». Las palabras Gloria y Pax se refieren respectivamente al aspecto interno, en relación al Principio, y al aspecto externo en relación al mundo manifestado; y, si se consideran así estas palabras, se puede comprender inmediatamente por qué son pronunciadas por los Ángeles (Malakim) para anunciar el nacimiento de «Dios con nosotros» o «en nosotros» (Emmanuel). Se podría también, para el primer aspecto, recordar las teorías de los teólogos sobre la «luz de la gloria» en y por la cual se opera la visión beatífica (in excelsis); y, en cuanto al segundo, volvemos a encontrar aquí la «Paz», a la que hacíamos alusión hace un momento, y que, en su sentido esotérico, está indicada por todas partes como uno de los atributos fundamentales de los centros espirituales establecidos en este mundo (in terra). Por lo demás, el término árabe Sakînah, que es evidentemente idéntico al hebreo Shekinah, se traduce por «Gran Paz», lo que es el exacto equivalente de la Pax Profunda de los Rosa-Cruz; y, por eso, se podría explicar sin duda lo que éstos entendían por el «Templo del Espíritu Santo», como se podrían interpretar también de una manera precisa los numerosos textos evangélicos en los que se habla de la «Paz»1, tanto más cuanto que la «tradición secreta concerniente a la Shekinah tendría alguna relación con la Luz del Mesías». ¿Es sin intención que, cuando da esta última indicación2, M. Vulliaud diga que se trata de la tradición «reservada a aquellos que prosiguen el camino que desemboca en el Pardes», es decir, como lo veremos más adelante, en el centro espiritual supremo?

Esto nos lleva todavía a otra precisión conexa: M. Vulliaud habla después de un «misterio relativo al Jubileo»3, lo que se vincula en un sentido a la idea de «Paz», y, a este propósito, cita este texto del Zohar (III, 52 b): «El río que sale del Eden lleva el nombre de Iobel», así como el texto de Jeremías (XVII, 8): «Él extenderá sus raíces hacía el río», de donde resulta que «la idea central del Jubileo es la reposición de todas las cosas en su estado primitivo». Y está claro que se trata de ese retorno al «estado primordial» que consideran todas las tradiciones, y sobre el cual hemos tenido la ocasión de insistir un poco en nuestro estudio sobre El Esoterismo de Dante; y, cuando se agrega que «el retorno de todas las cosas a su primer estado marcará la era mesiánica», aquellos que han leído este estudio podrán acordarse de lo que decíamos allí sobre las relaciones del «Paraíso terrestre» y de la «Jerusalem celeste». Por lo demás, a decir verdad, aquello de lo que se trata en todo esto, es siempre, en fases diversas de la manifestación cíclica, el Pardes, el centro de este mundo, que el simbolismo tradicional de todos los pueblos compara al corazón, centro del ser y «residencia Divina» (Brahma-pura en la doctrina hindú), así como el Tabernáculo que es su imagen y que, por esta razón, es llamado en hebreo mishkan o «habitáculo de Dios», palabra cuya raíz es la misma que la de Shekinah.

Desde otro punto de vista, la Shekinah es la síntesis de los Sephiroth; ahora bien, en el árbol sephirótico, la «columna de la derecha» es el lado de la Misericordia, y la «columna de la izquierda» es el lado del Rigor1; así pues, debemos reencontrar también estos dos aspectos en la Shekinah, y podemos precisar ya, para vincular esto a lo que precede, que, bajo una cierta relación al menos, el Rigor se identifica a la Justicia y la Misericordia a la Paz2. «Si el hombre peca y se aleja de la Shekinah, cae bajo el poder de las potencias (Sârim) que dependen del Rigor3», y entonces la Shekinah es llamada «mano de rigor», lo que recuerda inmediatamente el símbolo bien conocido de la «mano de la justicia»; pero, al contrario, «si el hombre se acerca a la Shekinah, se libera», y la Shekinah es la «la mano derecha» de Dios, es decir, que la mano de «justicia» deviene entonces la «mano que bendice»4. Éstos son los misterios de la «Casa de la Justicia» (Beith-Din), lo que es también otra designación del centro espiritual supremo5; y apenas hay necesidad de hacer observar que los dos lados que acabamos de considerar son aquellos en los que se reparten los elegidos y los condenados en las representaciones cristianas del «Juicio final». Se podría establecer igualmente una aproximación con las dos vías que los Pitagóricos figuraban por la letra Y, y que representaba bajo una forma exotérica el mito de Hércules entre la Virtud y el Vicio; con las dos puertas celeste e infernal que, en los Latinos, estaban asociadas al simbolismo de Janus; con las dos fases cíclicas ascendente y descendente1 que, en los Hindúes, se vinculan igualmente al simbolismo de Ganêsha2. En fin, es fácil comprender por todo esto lo que quieren decir verdaderamente expresiones como las de «intención recta», que volveremos a encontrar después, y de «buena voluntad» («Pax hominibus bonae voluntatis», y aquellos que tienen algún conocimiento de los diversos símbolos a los que acabamos de hacer alusión verán que no carece de fundamento que la fiesta de Navidad coincida con la época del solsticio de invierno), cuando se tiene cuidado de dejar a un lado todas las interpretaciones exteriores, filosóficas y morales, a las que han dado lugar desde los Estoicos hasta Kant.

«La Kabbala da a la Shekinah un paredro que lleva nombres idénticos a los suyos, que posee por consiguiente los mismos caracteres»3, y que tiene naturalmente tantos aspectos diferentes como la Shekinah misma; su nombre es Metatron, y este nombre es numéricamente equivalente al de Shaddaï4, el «Todopoderoso» (que se dice que es el nombre del Dios de Abraham). La etimología de la palabra Metatron es muy incierta; entre las diversas hipótesis que se han emitido sobre este tema, una de las más interesantes es la que le hace derivar del caldeo Mitra, que significa «lluvia», y que tiene también, por su raíz, una cierta relación con la «luz». Por lo demás, si ello es así, sería menester no creer que la similitud con el Mitra hindú y zoroastriano constituye una razón suficiente para admitir que haya en eso una apropiación del Judaísmo de doctrinas extranjeras, ya que no es de esa manera completamente exterior como conviene considerar las relaciones que existen entre las diferentes tradiciones; y diremos otro tanto en lo que concierne al papel atribuido a la lluvia en casi todas las tradiciones, en tanto que símbolo del descenso de las «influencias espirituales» del Cielo sobre la Tierra. A este propósito, señalamos que la doctrina hebraica habla de un «rocío de luz» que emana del «Árbol de la Vida» y por el cual debe operarse la resurrección de los muertos, así como de una «efusión del rocío» que representa la influencia celeste comunicándose a todos los mundos, lo que recuerda singularmente el simbolismo alquímico y rosacruciano.

«El término Metatron conlleva todas las acepciones de guardián, de Señor, de enviado, de mediador»; es «el autor de las teofanías en el mundo sensible»1; es «Ángel de la Faz», y también «el Príncipe del Mundo» (Sâr ha-ôlam), y se puede ver por esta última designación que no estamos alejados de ninguna manera de nuestro tema. Para emplear el simbolismo tradicional que ya hemos explicado precedentemente, diremos de buena gana que, como el jefe de la jerarquía iniciática es el «Polo terrestre», Metatron es el «Polo celeste»; y éste tiene su reflejo en aquél, con el que está en relación directa siguiendo el «Eje del Mundo». «Su nombre es Mikaël, el Sumo Sacerdote que es holocausto y oblación ante Dios. Y todo lo que hacen los Israelitas sobre la tierra se cumple según los tipos de lo que pasa en el mundo celeste. El Sumo Pontífice aquí abajo simboliza a Mikaël, príncipe de la Clemencia... En todos los pasajes en los que la Escritura habla de la aparición de Mikaël, se trata de la gloria de la Shekinah»2. Lo que se dice aquí de los Israelitas puede decirse igualmente de todos los pueblos poseedores de una tradición verdaderamente ortodoxa; así pues, con mayor razón debe decirse de los representantes de la tradición primordial de la que todas las otras derivan y a la que todas están subordinadas; y esto está en relación con el simbolismo de la «Tierra Santa», imagen del mundo celeste, al que ya hemos hecho alusión. Por otra parte, según lo que hemos dicho más atrás, Metatron no tiene solo el aspecto de la Clemencia, tiene también el de la Justicia; no es solo el «Sumo Sacerdote» (Kohen ha-gâdol), sino también el «Gran Príncipe» (Sâr ha-gadol) y el «jefe de las milicias celestes», es decir, que en él está el principio del poder real, así como el del poder sacerdotal o pontifical al que corresponde propiamente la función de «mediador». Por lo demás, es menester destacar que Melek, «rey», y Maleak, «ángel» o «enviado», no son en realidad más que dos formas de una sola y misma palabra; además, Malaki, «mi enviado» (es decir, el enviado de Dios, o «el ángel en el que está Dios», Maleak ha-Elohim), es el anagrama de Mikaël3.

Conviene agregar que, si Mikaël se identifica a Metatron como acabamos de verlo, no obstante no representa más que uno de sus aspectos; al lado de la faz luminosa, hay una faz obscura, y ésta es representada por Samaël, que es igualmente llamado Sâr haôlam; volvemos aquí al punto de partida de estas consideraciones. En efecto, es este último aspecto, y solo éste, el que es «el genio de este mundo» en un sentido inferior, el Princeps hujus mundi de que habla el Evangelio; y sus relaciones con Metatron, de quien es como la sombra, justifican el empleo de una misma designación en un doble sentido, al mismo tiempo que hacen comprender por qué el número apocalíptico 666, el «número de la Bestia», es también un número solar1. Por lo demás, según San Hipólito2, «el Mesías y el Anticristo tienen los dos como emblema el León», que es también un símbolo solar; y podría hacerse la misma precisión para la serpiente3 y para muchos otros símbolos. Desde el punto de vista kabbalístico, es también de las dos caras opuestas de Metatron de lo que se trata aquí; no vamos a extendernos sobre las teorías que, de una manera general, se podrían formular sobre este doble sentido de los símbolos, y solo diremos que la confusión entre el aspecto luminoso y el aspecto tenebroso, constituye propiamente el «satanismo»; y es precisamente esta confusión la que cometen, involuntariamente sin duda y por simple ignorancia (lo que es una excusa, pero no una justificación), aquellos que creen descubrir una significación infernal en la designación del «Rey del Mundo»4.

CAPÍTULO IV

LAS TRES FUNCIONES SUPREMAS

Según Saint-Yves, el jefe supremo del Agarttha lleva el título de Brahâtmâ (sería más correcto escribir Brahmâtmâ) «soporte de las almas en el Espíritu de Dios»; sus dos asesores son el Mahâtmâ, «que representa al Alma universal», y el Mahânga «símbolo de toda la organización material del Cosmos»1: es la división jerárquica que las doctrinas occidentales representan por el ternario «espíritu, alma, cuerpo», y que se aplica aquí según la analogía constitutiva del Macrocosmo y del Microcosmo. Importa precisar que estos términos, en sánscrito, designan propiamente principios, y que no pueden ser aplicados a seres humanos sino en tanto que éstos representan esos mismos principios, de suerte que, incluso en ese caso, están vinculados esencialmente a funciones, y no a individualidades. Según M. Ossendowski, el Mahâtmâ «conoce los acontecimientos del porvenir», y el Mahânga, «dirige las causas de esos acontecimientos»; en cuanto al Brahmâtmâ, puede «hablar a Dios cara a cara»2, y es fácil comprender lo que eso quiere decir, si se recuerda que ocupa el punto central donde se establece la comunicación directa del mundo terrestre con los estados superiores y, a través de éstos, con el Principio supremo3. Por lo demás, la expresión de «Rey del Mundo», si se quisiera entenderla en un sentido restringido, y únicamente en relación al mundo terrestre, sería muy inadecuada; sería más exacto, bajo algunos aspectos, aplicar al Brahmâtmâ la de «Señor de los tres mundos»4, ya que, en toda jerarquía verdadera, el que posee el grado superior posee al mismo tiempo y por eso mismo todos los grados subordinados, y estos «tres mundos» (que constituyen el Tribhuvana de la tradición hindú) son, como lo explicaremos un poco más adelante, los dominios que corresponden respectivamente a las tres funciones que enumerábamos hace un momento.

«Cuando sale del templo, dice M. Ossendowski, el Rey del Mundo irradia Luz divina». La Biblia hebraica dice exactamente lo mismo de Moisés cuando descendía del Sinaí1, y hay que precisar, al respecto de esta aproximación, que la tradición islámica considera a Moisés como habiendo sido el «Polo» (El-Qutb) de su época; ¿no sería por esta razón, por lo demás, por lo que la Kabbala dice que Moisés fue instituido por Metatron mismo? Todavía convendría distinguir aquí entre el centro espiritual principal de nuestro mundo y los centros secundarios que pueden estarle subordinados, y que le representan solo en relación a tradiciones particulares, adaptadas más especialmente a pueblos determinados. Sin extendernos sobre este punto, haremos observar no obstante que la función de «legislador» (en árabe rasûl), que es la de Moisés, supone necesariamente una delegación del poder que designa el nombre de Manu; y, por otra parte, una de las significaciones contenidas en este nombre de Manu indica precisamente la reflexión de la Luz divina.

«El Rey del Mundo, dijo un lama a M. Ossendowski, está en relación con los pensamientos de todos aquellos que dirigen el destino de la humanidad... Conoce sus intenciones y sus ideas. Si complacen a Dios, el Rey del Mundo les favorecerá con su ayuda invisible; si desagradan a Dios, el Rey provocará su fracaso. Este poder se ha dado a Agharti por la ciencia misteriosa de Om, palabra por la que comenzamos todas nuestras plegarias». Inmediatamente después viene esta frase, que, para todos aquellos que tienen solo una vaga idea de la significación del monosílabo sagrado Om, debe ser una causa de estupefacción: «Om es el nombre de un antiguo santo, el primero de los Goros (M. Ossendowski escribe goro por guru), que vivió hace trescientos mil años». En efecto, esta frase es absolutamente ininteligible si no se piensa en esto: la época de que se trata, y que, por lo demás, no nos parece indicada más que de una manera muy vaga, es muy anterior a la era del presente Manu; por otra parte, el Adi-Manu o primer Manu de nuestro kalpa (puesto que Vaivaswata es el séptimo) es llamado Swâyambhuva, es decir, salido de Swayambhû, «El que subsiste por sí mismo», o el Logos eterno; ahora bien, el Logos, o aquél que le representa directamente, puede ser designado verdaderamente como el primero de los Gurus o «Maestros espirituales»; y, efectivamente, Om es en realidad un nombre del Logos2.

Por otra parte, la palabra Om da inmediatamente la clave de la repartición jerárquica de las funciones entre el Brahmâtmâ y sus dos asesores, tal como ya lo hemos indicado. En efecto, según la tradición hindú, los tres elementos de este monosílabo sagrado simbolizan respectivamente los «tres mundos» a los que hacíamos alusión hace un momento, los tres términos del Tribhuvana: la Tierra (Bhû), la Atmósfera (Bhuvas) y el Cielo (Swar), es decir, en otros términos, el mundo de la manifestación corporal, el mundo de la manifestación sutil o psíquica, y el mundo en modo principial no manifestado1. Estos son, yendo de abajo a arriba, los dominios propios del Mahânga, del Mahâtmâ y del Brahmâtmâ, como se puede ver fácilmente remitiéndose a la interpretación de sus títulos que ha sido dada más atrás; y son las relaciones de subordinación que existen entre estos diferentes dominios las que justifican, para el Brahmâtmâ, la denominación de «Señor de los tres mundos» que hemos empleado precedentemente2: «Éste es el Señor de todas las cosas, el omnisciente (que ve en modo inmediato todos los efectos en su causa), el ordenador interno (que reside en el centro del mundo y le rige desde dentro, dirigiendo su movimiento sin participar en él), la fuente (de todo poder legítimo), el origen y el fin de todos los seres (de la manifestación cíclica cuya Ley representa)»3. Para servirnos también de otro simbolismo, no menos rigurosamente exacto, diremos que el Mahânga representa la base del triángulo iniciático, y el Brahmâtmâ su cima; entre los dos, el Mahâtmâ encarna en cierto modo un principio mediador (la vitalidad cósmica, el Anima Mundi de los hermetistas), cuya actuación se despliega en el «espacio intermediario»; y todo esto es figurado muy claramente por los caracteres correspondientes del alfabeto sagrado que Saint-Yves denomina vattan y M. Ossendowski vatannan, o, lo que equivale a lo mismo, por las formas geométricas (línea recta, espiral y punto) a las cuales se reducen esencialmente los tres mâtrâs o elementos constitutivos del monosílabo Om.

Expliquémonos más claramente todavía: al Brahâtmâ pertenece la plenitud de los dos poderes sacerdotal y real, considerados principialmente y en cierto modo en el estado indiferenciado; estos dos poderes se distinguen después para manifestarse, y el Mahâtma representa más especialmente el poder sacerdotal, mientras que el Mahânga representa el poder real. Esta distinción corresponde a la de los Brâhmanes y de los Kshatriyas; pero, por lo demás, al estar «más allá de las castas», el Mahâtmâ y el Mahânga tienen en sí mismos, tanto como el Brahmâtmâ, un carácter a la vez sacerdotal y real. A este propósito, precisaremos también un punto que parece no haber sido explicado nunca de una manera satisfactoria, y que, no obstante, es muy importante: hemos hecho alusión precedentemente a los «Reyes Magos» del Evangelio, como uniendo en ellos los dos poderes; diremos pues ahora que estos personajes misteriosos no representan en realidad nada más que los tres jefes del Agarttha1. El Mahânga ofrece a Cristo el oro y le saluda como «Rey»; el Mahâtma le ofrece el incienso y le saluda como «Sacerdote»; y finalmente, el Brahmâtmâ le ofrece la mirra (el bálsamo de incorruptibilidad, imagen del Amritâ)2 y le saluda como «Profeta» o Maestro espiritual por excelencia. El homenaje rendido así a Cristo naciente, en los tres mundos que son sus dominios respectivos, por los representantes auténticos de la tradición primordial, es al mismo tiempo, obsérvese bien, la prenda de la perfecta ortodoxia del Cristianismo al respecto de ésta.

Naturalmente, M. Ossendowski no podía contemplar consideraciones de este orden; pero si hubiera comprendido algunas cosas más profundamente de lo que las ha comprendido, habría podido observar al menos la rigurosa analogía que existe entre el ternario supremo del Agarttha y el del Lamaísmo tal como lo indica: el Dalaï-Lama, «que realiza la santidad (o la pura espiritualidad) de Buddha», el Tashi-Lama, «que realiza su ciencia» (no «mágica» como el autor parece creerlo, sino más bien «teúrgica»), y el Bogdo-Khan, «que representa su fuerza material y guerrera»; es exactamente la misma repartición según los «tres mundos». Y habría podido incluso hacer esta observación tanto más fácilmente cuanto que él mismo había indicado que «la capital de Agharti recuerda a Lhassa donde el palacio del Dalaï-Lama, el Potala, se encuentra en la cima de una montaña recubierta de templos y de monasterios»; por lo demás, esta manera de expresar las cosas es errónea puesto que invierte las relaciones, ya que, en realidad, es de la imagen de la que se puede decir que recuerda al prototipo, y no lo contrario. Ahora bien, el centro del Lamaísmo no puede ser más que una imagen del verdadero «Centro del Mundo»; pero todos los centros de este género presentan, en cuanto a los lugares donde están establecidos, ciertas particularidades topográficas comunes, ya que estas particularidades, muy lejos de ser indiferentes, tienen un valor simbólico incontestable y, además, deben estar en relación con las leyes según las cuales actúan las «influencias espirituales»; esa es una cuestión que depende propiamente de la ciencia tradicional a la que se puede dar el nombre de «geografía sagrada».


Hay todavía otra concordancia no menos destacable: Saint-Yves, al describir los diversos grados o círculos de la jerarquía iniciática, que están en relación con algunos números simbólicos, que se refieren concretamente a las divisiones del tiempo, termina diciendo que «el círculo más elevado y más cercano al centro misterioso se compone de doce miembros, que representan la iniciación suprema y que corresponden, entre otras cosas, a la «zona zodiacal». Ahora bien, esta constitución se encuentra reproducida en lo que se llama el «consejo circular» del Dalaï-Lama, formado de los doce grandes Namshans (o Nomekhans); y se la encuentra también, por lo demás, hasta en algunas tradiciones occidentales, concretamente en las que conciernen a los «Caballeros de la Tabla Redonda». Agregaremos también que los doce miembros del círculo interior del Agarttha, desde el punto de vista del orden cósmico, no representan simplemente a los doce signos del Zodiaco, sino también (y estamos tentados a decir «más bien», aunque las dos interpretaciones no se excluyen) a los doce Adityas, que son otras tantas formas del sol, en relación con esos mismos signos zodiacales1: Y naturalmente, lo mismo que Manu Vaivaswata es llamado «hijo del Sol», el «Rey del Mundo» tiene también el Sol entre sus emblemas2.

La primera conclusión que se desprende de todo esto, es que hay verdaderamente lazos bien estrechos entre las descripciones que, en todos los países, se refieren a centros espirituales más o menos ocultos, o al menos difícilmente accesibles. La única explicación plausible que pueda darse de ello, es que, si esas descripciones se refieren a centros diferentes, como así parece en algunos casos, estos centros no son por así decir más que emanaciones de un centro único y supremo, lo mismo que todas las tradiciones particulares no son en suma sino adaptaciones de la gran tradición primordial.


CAPÍTULO V

EL SIMBOLISMO DEL GRIAL

Hacíamos alusión hace un momento a los «Caballeros de la Tabla Redonda»; no estará fuera de propósito indicar aquí lo que significa la «gesta del Grial», que, en las leyendas de origen céltico se presenta como su función principal. En todas las tradiciones, se hace alusión a algo que, a partir de una cierta época, se habría perdido o estaría oculto: es, por ejemplo, el Soma de los Hindúes o el Haoma de los Persas, el «brebaje de la inmortalidad», que, precisamente, tiene una relación muy directa con el «Grial», puesto que éste es, se dice, el vaso sagrado que contuvo la sangre de Cristo, la cual es también el «brebaje de la inmortalidad». Por lo demás, el simbolismo es diferente: así, entre los Judíos, lo que se ha perdido, es la pronunciación del gran Nombre divino1; pero la idea fundamental es siempre la misma, y veremos más adelante a qué corresponde exactamente.

El Santo Grial es, se dice, la copa que sirvió en la Cena, y donde José De Arimatea recogió después la sangre y el agua que se escapaban de la herida abierta en el costado de Cristo por la lanza del centurión Longino2. Según la leyenda, esta copa habría sido transportada a Gran Bretaña por José de Arimatea mismo y Nicodemo3; y es menester ver en eso la indicación de un lazo establecido entre la tradición céltica y el Cristianismo. La copa, en efecto, desempeña un papel muy importante en la mayoría de las tradiciones antiguas, y sin duda ello era así concretamente en los Celtas; hay que destacar incluso que frecuentemente está asociada a la lanza, y que estos dos símbolos son entonces en cierto modo complementarios el uno del otro; pero esto nos alejaría de nuestro tema1.

Lo que muestra quizás más claramente la significación esencial del «Grial», es lo que se dice de su origen: esta copa habría sido tallada por los Ángeles en una esmeralda caída de la frente de Lucifer en el momento de su caída2. Esta esmeralda recuerda de una manera muy llamativa a la urnâ, la perla frontal que, en el simbolismo hindú (de donde ha pasado al Budismo), ocupa frecuentemente el lugar del tercer ojo de Shiva, que representa lo que se puede llamar el «sentido de la eternidad», así como ya lo hemos explicado en otra parte3. Por lo demás, se dice después que el «Grial» fue confiado a Adam en el paraíso terrestre, pero que, en su caída, Adam le perdió a su vez, ya que no pudo llevarle con él cuando fue arrojado del Edén; y, con la significación que acabamos de indicar, eso deviene suficientemente claro. En efecto, el hombre, apartado de su centro original, se encontraba desde entonces encerrado en la esfera temporal; ya no podía encontrar el punto único desde donde todas las cosas se contemplan bajo el aspecto de la eternidad. En otros términos, la posesión del «sentido de la eternidad» está ligada a lo que todas las tradiciones llaman, como lo hemos recordado más atrás, el «estado primordial», cuya restauración constituye la primera etapa de la verdadera iniciación, puesto que es la condición previa de la conquista efectiva de los estados «suprahumanos»4. Por lo demás, el Paraíso terrestre representa propiamente el «Centro del Mundo»; y lo que diremos a continuación, sobre el sentido original de la palabra Paraíso, podrá hacerlo comprender mejor todavía.

Lo que sigue puede parecer más enigmático: Seth obtuvo entrar en el Paraíso terrestre y pudo así recobrar el precioso vaso; ahora bien, el nombre de Seth expresa las ideas de fundamento y de estabilidad, y, por consiguiente, indica en cierto modo la restauración del orden primordial destruido por la caída del hombre5. Así pues, se debe comprender que Seth y aquellos que después de él poseyeron el Grial pudieron por eso mismo establecer un centro espiritual destinado a reemplazar el Paraíso perdido, y que era como una imagen de éste; y entonces, esta posesión del Grial representa la conservación integral de la tradición primordial en un tal centro espiritual. Por lo demás, la leyenda no dice dónde ni por quién fue conservado el Grial hasta la época de Cristo; pero el origen céltico que se le reconoce debe dar a entender sin duda que los Druidas tuvieron una parte en ello y que deben ser contados entre los conservadores regulares de la tradición primordial.

La pérdida del Grial, o de alguno de sus equivalentes simbólicos, es en suma la pérdida de la tradición con todo lo que ésta conlleva; por lo demás, a decir verdad, esta tradición es más bien ocultada que perdida, o al menos no puede estar perdida más que para algunos centros secundarios, cuando éstos cesan de estar en relación directa con el centro supremo. En cuanto a este último, guarda siempre intacto el depósito de la tradición, y no es afectado por los cambios que sobrevienen en el mundo exterior; tanto es así que, según diversos Padres de la Iglesia, y concretamente San Agustín, el diluvio no ha podido alcanzar el Paraíso terrestre, que es «La habitación de Henoch y la Tierra de los Santos»1, y cuya cima «toca la esfera lunar», es decir, se encuentra más allá del dominio del cambio (identificado al «mundo sublunar»), en el punto de comunicación de la Tierra y de los Cielos2. Pero, del mismo modo que el Paraíso terrestre ha devenido inaccesible, el centro supremo, que es en el fondo la misma cosa, puede, en el curso de un cierto periodo, no estar manifestado exteriormente, y entonces se puede decir que la tradición está perdida para el conjunto de la humanidad, ya que no es conservada más que en algunos centros rigurosamente cerrados, y la masa de los hombres no participa ya en ella de una manera consciente y efectiva, contrariamente a lo que había tenido lugar en el estado original3; tal es precisamente la condición de la época actual, cuyo comienzo, por lo demás, se remonta mucho más allá de lo que es accesible a la historia ordinaria y «profana». Así pues, la pérdida de la tradición, según los casos, puede ser entendida en este sentido general, o bien puede referirse al oscurecimiento del centro espiritual que regía más o menos invisiblemente los destinos de un pueblo particular o de una civilización determinada; es menester pues, cada vez que se encuentra un simbolismo que se refiere a su pérdida, examinar si debe ser interpretado en uno u otro sentido.

Según lo que acabamos de decir, el Grial representa al mismo tiempo dos cosas que son estrechamente solidarias la una de la otra: aquel que posee integralmente la «tradición primordial», que ha llegado al grado de conocimiento efectivo que implica esencialmente esta posesión, está en efecto, por eso mismo, reintegrado en la plenitud del «estado primordial». A estas dos cosas, «estado primordial» y «tradición primordial», se refiere el doble sentido que es inherente a la palabra Grial misma, ya que, por una de esas asimilaciones verbales que desempeñan frecuentemente en el simbolismo un papel no desdeñable, y que tienen por lo demás razones mucho más profundas que las que se imaginarían a primera vista, el Grial es a la vez un vaso (grasale) y un libro (gradale o graduale); y este último aspecto designa manifiestamente a la tradición, mientras que el otro concierne más directamente al estado mismo1.

No tenemos la intención de entrar aquí en los detalles secundarios de la leyenda del Santo Grial, aunque todos tengan también un valor simbólico, ni de seguir la historia de los Caballeros de la «Tabla Redonda»y de sus hazañas; mencionaremos solo que la «Tabla Redonda», construida por el rey Arturo2 en base a los planos de Merlín, estaba destinada a recibir el Grial cuando alguno de sus caballeros hubiera llegado a conquistarle y le hubiera llevado de Gran Bretaña a Armorica. Esta tabla es también un símbolo verdaderamente muy antiguo, uno de aquellos que fueron siempre asociados a la idea de los centros espirituales, conservadores de la tradición; por lo demás, la forma circular de la tabla está ligada formalmente al ciclo zodiacal por la presencia alrededor de ella de doce personajes principales3, particularidad que, como lo decíamos precedentemente, se encuentra en la constitución de todos los centros de que se trata.

Hay también un símbolo que se vincula a otro aspecto de la leyenda del Grial, y que merece una atención especial: es el de Montsalvat (literalmente «Monte de la Salvación»), el pico situado «en los bordes lejanos al que ningún mortal se acerca», representado como erigiéndose en el medio del mar, en una región inaccesible, y detrás del cual se eleva el Sol. Es a la vez la «isla sagrada» y la «montaña polar», dos símbolos equivalentes de los que tendremos que hablar todavía en la continuación de este estudio; es la «Tierra de la inmortalidad», que se identifica naturalmente al Paraíso terrestre1.

Para volver al Grial mismo, es fácil darse cuenta de que su significación primera es en el fondo la misma que la que tiene generalmente el vaso sagrado por todas partes donde se encuentra, y que tiene concretamente, en Oriente, la copa sacrificial que contiene originariamente, como ya lo hemos indicado más atrás, el Soma védico o el Haoma mazdeísta, es decir, el «brebaje de la inmortalidad» que confiere o restituye, a aquellos que lo reciben con las disposiciones requeridas, el «sentido de la eternidad». No podríamos, sin salirnos de nuestro tema, extendernos más sobre el simbolismo de la copa y de lo que contiene; para desarrollarlo convenientemente, sería menester consagrarle todo un estudio especial; pero la observación que acabamos de hacer nos va a conducir a otras consideraciones que son de la mayor importancia para lo que nos proponemos al presente.


CAPÍTULO VI

«MELKI-TSEDEQ»

Se dice en las tradiciones orientales que el Soma, en una cierta época, devino desconocido, de suerte que fue menester, en los ritos sacrificiales, sustituirle por otro brebaje, que no era ya más que una figura de este Soma primitivo1; este papel fue desempeñado principalmente por el vino, y es a lo que se refiere, en los Griegos, una gran parte de la leyenda de Dionysos2. Ahora bien, el vino se toma frecuentemente para representar la verdadera tradición iniciática: en hebreo, las palabras iaïn «vino», y sod «misterio», se sustituyen la una a la otra porque tienen el mismo número3; en los Sûfis, el vino simboliza el conocimiento esotérico, es decir, la doctrina reservada a la élite y que no conviene a todos los hombres, lo mismo que todos no pueden beber el vino impunemente. De eso resulta que el empleo del vino en un rito confiere a éste un carácter claramente iniciático; tal es concretamente el caso del sacrificio «eucarístico» de Melquisedek4, y ese es el punto esencial sobre el que debemos detenernos ahora.

El nombre de Melquisedek, o más exactamente Melki-Tsedeq, no es otra cosa, en efecto, que el nombre bajo el cual la función misma del «Rey del Mundo» se encuentra expresamente designada en la tradición judeocristiana. Hemos vacilado un poco a la hora de enunciar este hecho, que conlleva la explicación de uno de los pasajes más enigmáticos de la Biblia hebraica, pero, desde que estabamos decididos a tratar esta cuestión del «Rey del Mundo», verdaderamente no nos era posible pasarla bajo silencio. Podríamos retomar aquí las palabras pronunciadas por San Pablo a este propósito: «Sobre este punto, tenemos muchas cosas que decir, y cosas difíciles de explicar, porque habéis devenido lentos en comprender»1.

He aquí primero el texto mismo del pasaje bíblico del que se trata: «Y Melki-Tsedeq, rey de Salem, hizo traer pan y vino; y era sacerdote del Dios Altísimo (El Élion). Y bendijo a Abram2, diciendo: Bendito sea Abram del Dios Altísimo, poseedor de los Cielos y de la Tierra; y bendito sea el Dios Altísimo, que ha puesto a tus enemigos entre tus manos. Y Abram le dio el diezmo de todo lo que había tomado»3.

Melki-Tsedeq es pues rey y sacerdote todo junto; su nombre significa «rey de Justicia», y es al mismo tiempo rey de Salem, es decir, de la «Paz»; así pues, aquí volvemos a encontrar, ante todo, la «Justicia» y la «Paz», es decir, precisamente los dos atributos fundamentales del «Rey del Mundo». Es menester precisar que la palabra Salem, contrariamente a la opinión común, jamás ha designado en realidad una ciudad, sino que, si se la toma como el nombre simbólico de la residencia de Melki-Tsedeq, puede ser considerada como un equivalente del término Agarttha. En todo caso, es un error ver ahí el nombre primitivo de Jerusalem, ya que ese nombre era Jébus; al contrario, si se dio el nombre de Jerusalem a esta ciudad cuando los hebreos establecieron en ella un centro espiritual, es para indicar que desde entonces era como una imagen visible de la verdadera Salem; y hay que observar que el Templo fue edificado por Salomón, cuyo nombre (Shlomoh), derivado también de Salem, significa el «Pacífico»4.

He aquí ahora en qué términos comenta San Pablo lo que se dice de Melki-Tsedeq: «Este Melquisedek, rey de Salem, sacerdote del Dios Altísimo, que fue al encuentro de Abraham cuando volvía de la derrota de los reyes, que le bendijo, y a quien Abraham dio el diezmo de todo el botín; que, según la significación de su nombre, es primero rey de Justicia, y después rey de Salem, es decir, rey de Paz; que es sin padre, sin madre, sin genealogía, que no tiene ni comienzo ni fin de su vida, sino que es hecho así semejante al Hijo de Dios; este Melquisedek permanece sacerdote a perpetuidad»1.

Ahora bien, Melki-Tsedeq es presentado como superior a Abraham, puesto que le bendice, y, «sin duda, es el inferior el que es bendecido por el superior»2; y, por su lado, Abraham reconoce esta superioridad puesto que le da el diezmo, lo que es la marca de su dependencia. Hay en eso una verdadera «investidura», casi en el sentido feudal de esta palabra, pero con la diferencia de que se trata de una investidura espiritual; y podemos agregar que ahí se encuentra el punto de unión de la tradición hebraica con la gran tradición primordial. La «bendición» de que se habla es propiamente la comunicación de una «influencia espiritual», en la que Abraham va a participar en adelante; y se puede precisar que la fórmula empleada pone a Abraham en relación directa con el «Dios Altísimo», que este mismo Abraham invoca después identificándole con Jehovah3. Si Melki-Tsedeq es así superior a Abraham, es porque el «Altísimo» (Élion), que es el Dios de Melki-Tsedeq, es él mismo superior al «Todopoderoso» (Shaddaï), que es el Dios de Abraham, o, en otros términos, que el primero de estos dos nombres representa un aspecto Divino más elevado que el segundo. Por otra parte, lo que es extremadamente importante, y lo que parece no haber sido señalado nunca, es que El Élion es el equivalente de Emmanuel, puesto que estos dos nombres tienen exactamente el mismo número4; y esto vincula directamente la historia de Melki-Tsedeq a la de los «Reyes Magos», cuya significación hemos explicado precedentemente. Además, todavía se puede ver en esto lo siguiente: el sacerdocio de Melki-Tsedeq es el sacerdocio de El Élion: el sacerdocio cristiano es el de Emmanuel; así pues, si El Élion es Emmanuel, estos dos sacerdocios no son más que uno, y el sacerdocio cristiano, que conlleva esencialmente la ofrenda eucarística del pan y del vino, es verdaderamente «según el orden de Melquisedek»5.

La tradición judeocristiana distingue dos sacerdocios, uno «según el orden de Aaron», el otro «según el orden de Melquisedek»; y este último es superior al primero, como Melquisedek mismo es superior a Abraham, del cual ha salido la tribu de Leví y, por consiguiente, la familia de Aarón6. Esta superioridad es afirmada claramente por San Pablo, que dice: «Leví mismo, que percibe el diezmo (sobre el pueblo de Israel), le ha pagado, por así decir, por Abraham»1. No vamos a extendernos más aquí sobre la significación de estos dos sacerdocios; pero citaremos todavía esta otra palabra de San Pablo: «Aquí (en el sacerdocio Levítico), son hombres mortales quienes perciben los diezmos; pero allí, es un hombre del que se afirma que está vivo»2. Ese «hombre vivo» que es Melki-Tsedeq, es Manu que permanece en efecto «perpetuamente» (en hebreo le-ôlam), es decir, para toda la duración de su ciclo (Manvantara) o del mundo que rige especialmente. Por eso es por lo que él es «sin genealogía», ya que su origen es «no-humano», puesto que él mismo es el prototipo del hombre; y es realmente «hecho semejante al Hijo de Dios», puesto que, por la Ley que formula, él es, para este mundo, la expresión verdadera del Verbo divino3.

Hay que hacer todavía otras precisiones, y primero ésta: en la historia de los «Reyes Magos», vemos a tres personajes distintos, que son los tres jefes de la jerarquía iniciática; en la historia de Melki-Tsedeq, no vemos más que uno solo, pero que puede unir en él aspectos que corresponden a las tres funciones. Es así como algunos han distinguido Adoni-Tsedeq, el «Señor de Justicia», que se desdobla en cierto modo en Kohen-Tsedeq, el «Sacerdote de Justicia», y Melki-Tsedeq, el «Rey de Justicia»; en efecto, estos tres aspectos pueden ser considerados como refiriéndose respectivamente a las funciones del Brahmâtmâ, del Mahâtmâ y del Mahânga4. Aunque Melki-Tsedeq no sea entonces propiamente más que el nombre del tercer aspecto, se aplica ordinariamente por extensión al conjunto de los tres, y, si se emplea así preferentemente a los otros, es porque la función que expresa es la más próxima del mundo exterior, y por consiguiente la que es manifestada más inmediatamente. Por lo demás, se puede destacar que la expresión de «Rey del Mundo», tanto como la expresión de «Rey de Justicia», no hace alusión directamente más que al poder real; y, por otra parte, se encuentra también en la India la expresión de Dharma-Râja, que es literalmente equivalente a la de Melki-Tsedeq1.

Si ahora tomamos el nombre de Melki-Tsedeq en su sentido más estricto, los atributos propios del «Rey de Justicia» son la balanza y la espada; y estos atributos son también los de Mikaël, considerado como el «Angel del Juicio»2. Estos dos emblemas representan respectivamente, en el orden social, las dos funciones administrativa y militar, que pertenecen en propiedad a los Kshatriyas, y que son los dos elementos constitutivos del poder real. Son también, jeroglíficamente, los dos caracteres que forman la raíz hebraica y árabe Haq, que significa a la vez «Justicia» y «Verdad»3, y que, en diversos pueblos antiguos, ha servido precisamente para designar a la realeza4. Haq es el poder que hace reinar la Justicia, es decir, el equilibrio simbolizado por la balanza, mientras que el poder mismo es simbolizado por la espada5, y es claramente esto lo que caracteriza al papel esencial del poder real; y, por otra parte, es también, en el orden espiritual, la fuerza de la Verdad. Por lo demás, es menester agregar que existe también una forma suavizada de esta raíz Haq, obtenida por la sustitución del signo de la fuerza material por el de la fuerza espiritual; y esta forma Hak designa propiamente la «Sabiduría» (en hebreo Hokmah), de suerte que conviene más especialmente a la autoridad sacerdotal, como la otra convenía al poder real. Esto es confirmado todavía por el hecho de que las dos formas correspondientes se encuentran, con sentidos similares, para la raíz kan, que, en lenguas muy diversas significa «poder» o «potestad», y también «conocimiento»6: Kan es sobre todo el poder espiritual o intelectual, idéntico a la Sabiduría (de donde Kohen, «sacerdote» en hebreo), y qan es el poder material (de donde diferentes palabras que expresan la idea de «posesión», y concretamente el nombre de Qaïn)1. Estas raíces y sus derivados podrían dar lugar sin duda todavía a muchas otras consideraciones; pero debemos limitarnos a lo que se refiere más directamente al tema del presente estudio.

Para completar lo que precede, volveremos a lo que la Kabbala hebraica dice de la Shekinah: ésta está representada en el «mundo inferior por la última de las diez Sephiroth, que es llamada Malkuth, es decir, el «Reino», designación que es bastante digna de precisión desde el punto de vista donde nos colocamos aquí; pero lo que lo es más todavía, es que, entre los sinónimos que se dan a veces a Malkuth, se reencuentra Tsedeq, el «Justo»2. Esta aproximación de Malkuth y de Tsedeq, o de la Realeza (el gobierno del Mundo) y de la Justicia, se encuentra precisamente en el nombre de Melki-Tsedeq. Se trata aquí de la Justicia distributiva y propiamente equilibrante, en la «columna del medio» del árbol sephirótico; es menester distinguirla de la Justicia opuesta a la Misericordia e identificada al Rigor, en la «columna izquierda», ya que son dos aspectos diferentes (y por lo demás, en hebreo, hay dos palabras para designarlas: la primera es Tsedaqah, y la segunda es Din). Es el primero de estos aspectos el que es la Justicia en el sentido más estricto y más completo a la vez, que implica esencialmente la idea de equilibrio o de armonía, y que está ligada indisolublemente a la Paz.

Malkuth es «el depósito donde se reúnen las aguas que vienen del río de arriba, es decir, todas las emanaciones (gracias o influencias espirituales) que ella difunde en abundancia»3. Este «río de arriba» y las aguas que descienden de él recuerdan extrañamente al papel atribuido al río celeste Gangâ en la tradición hindú: y se podría hacer observar también que la Shakti, de la que Gangâ es un aspecto, no deja de presentar algunas analogías con la Shekinah, aunque no fuera más que en razón de la función «providencial» que les es común. El depósito de las aguas celestes es naturalmente idéntico al centro espiritual de nuestro mundo: desde allí parten los cuatro ríos del Pardes, que se dirigen hacía los cuatro puntos cardinales. Para los Judíos, este centro espiritual se identifica a la colina de Sión, a la que aplican la denominación de «Corazón del Mundo», por lo demás común a todas las «Tierras Santas», y que, para ellos, deviene así en cierto modo el equivalente del Mêru de los hindúes o del Alborj de los persas1. «El Tabernáculo de la Santidad de Jehovah, la residencia de la Shekinah, es el Santo de los Santos que es el corazón del Templo, que es, él mismo, el centro de Sión (Jerusalem), como la santa Sión es el centro de la Tierra de Israel, como la Tierra de Israel es el centro del mundo»2. Se puede incluso llevar las cosas todavía más lejos: no solo todo lo que se enumera aquí, tomándolo en el orden inverso, sino también, después del Tabernáculo en el Templo, el Arca de la Alianza en el Tabernáculo, y, sobre el Arca de la Alianza misma, el lugar de manifestación de la Shekinah (entre los dos Kerubim), representan como otras tantas aproximaciones sucesivas del «Polo espiritual».

Es también de esta manera como Dante presenta precisamente a Jerusalem como «Polo espiritual», así como hemos tenido la ocasión de explicarlo en otra parte3; pero ésta, desde que se sale del punto de vista propiamente judaico, deviene sobre todo simbólica y no constituye ya una localización en el sentido estricto de esta palabra. Todos los centros espirituales secundarios, constituidos en vista de las adaptaciones de la tradición primordial a condiciones determinadas, son, como ya lo hemos mostrado, imágenes del centro supremo; Sión puede no ser en realidad más que uno de estos centros secundarios, y no obstante identificarse simbólicamente al centro supremo en virtud de esta similitud. Jerusalem es efectivamente, como lo indica su nombre, una imagen de la verdadera Salem; lo que hemos dicho y lo que diremos todavía de la «Tierra Santa», que no es solo la Tierra de Israel, permitirá comprenderlo sin dificultad.

A este propósito, otra expresión muy destacable como sinónima de «Tierra Santa», es la de «Tierra de los Vivos»; designa manifiestamente la «morada de la inmortalidad», de suerte que, en su sentido propio y riguroso, se aplica al Paraíso terrestre o a sus equivalentes simbólicos; pero esta denominación ha sido transportada también a las «Tierras Santas» secundarias, y concretamente a la Tierra de Israel. Se dice que la «Tierra de los Vivos comprende siete tierras», y M. Vulliaud anota a este respecto que «esta tierra es Canaan en la cual había siete pueblos»4. Sin duda, eso es exacto en el sentido literal; pero, simbólicamente, estas siete tierras, como aquellas de las que se habla en la tradición islámica, podrían corresponder muy bien a los siete dwîpas que, según la tradición hindú, tienen el Mêru como centro común, y sobre los cuales volveremos más adelante. De igual modo, cuando los mundos antiguos, o las creaciones anteriores a la nuestra, son figuradas por los «siete reyes de Edom» (y aquí el número septenario se encuentra en relación con los siete «días» del Génesis), en eso hay una semejanza, demasiado sorprendente para no ser más que accidental, con las eras de los siete Manus contados desde el comienzo del Kalpa hasta la época actual1.

CAPÍTULO VII

«LUZ» O LA MORADA DE LA INMORTALIDAD

Las tradiciones relativas al «mundo subterráneo» se encuentran en un gran número de pueblos; no tenemos la intención de juntarlas todas aquí, tanto más cuanto que algunas de entre ellas no parecen tener una relación muy directa con la cuestión que nos ocupa. No obstante, de una manera general, se podría observar que el «culto de las cavernas» está siempre más o menos ligado a la idea de «lugar interior» o de «lugar central», y que, a este respecto, el símbolo de la caverna y el del corazón están bastante cerca el uno del otro1. Por otra parte, hay realmente, tanto en Asia central como en América y quizás en otras partes también, cavernas y subterráneos donde algunos centros iniciáticos han podido mantenerse desde hace siglos; pero, al margen de este hecho, hay, en todo lo que se cuenta sobre este tema, una parte simbólica que no es muy difícil de despejar; y podemos pensar incluso que son precisamente razones de orden simbólico las que han determinado la elección de lugares subterráneos para el establecimiento de esos centros iniciáticos, mucho más que motivos de simple prudencia. Saint-Yves habría podido explicar quizás este simbolismo, pero no lo ha hecho, y es eso lo que da a algunas partes de su libro una apariencia de fantasmagoría2; en cuanto a M. Ossendowski, era ciertamente incapaz de ir más allá de la letra y de ver en lo que se le decía otra cosa que el sentido más inmediato.
Entre las tradiciones a las que hacíamos alusión hace un momento, una hay que presenta un interés particular: se encuentra en el Judaísmo y concierne a una ciudad misteriosa llamada Luz3. Este nombre era originariamente el del lugar donde Jacob tuvo el sueño a consecuencia del cual le llamó Beith-El, es decir, «casa de Dios»4; volveremos más tarde sobre este punto. Se dice que el «Ángel de la Muerte» no puede penetrar en esta ciudad y que no tiene ningún poder en ella; y, por una aproximación bastante singular, pero también muy significativa, algunos la sitúan cerca del Alborj, que es igualmente, para los Persas, la «morada de la inmortalidad».

Cerca de Luz, hay, se dice, un almendro (llamado también luz en hebreo) en cuya base hay una oquedad por la que se penetra en un subterráneo1; y este subterráneo conduce a la ciudad misma, que está enteramente oculta. La palabra Luz, en sus diversas acepciones, parece, por lo demás, derivada de una raíz que designa todo lo que está oculto, cubierto, envuelto, silencioso, secreto; y hay que notar que las palabras que designan el Cielo tienen primitivamente la misma significación. Ordinariamente se relaciona coelum al griego koilon, «oquedad» (lo que puede tener también una relación con la caverna, tanto más cuanto que Varrón indica esa relación en estos términos: A cavo coelum); pero es menester precisar también que la forma más antigua y más correcta parece ser caelum, que recuerda muy de cerca a la palabra caelare, literalmente «ocultar». Por otra parte, en sánscrito, Varuna viene de la raíz var, «cubrir» (lo que es igualmente el sentido de la raíz kal a la que se vincula el latín celare, otra forma de caelare, y su sinónimo griego kaluptein)2; y el griego Ouranos no es más que otra forma del mismo nombre, puesto que var se cambia fácilmente en ur. Así pues, estas palabras pueden significar «lo que se cubre»3, «lo que se oculta»4, pero también «lo que está oculto», y este último sentido es doble: es lo que está oculto a los sentidos, es decir, el dominio suprasensible, y es también, en los periodos de ocultamiento o de oscurecimiento, la tradición que cesa de estar manifestada exterior y abiertamente, deviniendo entonces el «mundo celeste» el «mundo subterráneo».

Bajo otro aspecto, hay que establecer todavía una aproximación con el Cielo: a Luz se le llama la «ciudad azul», y este color, que es el del zafiro1, es el color celeste. En la India, se dice que el color azul de la atmósfera se produce por la reflexión de la luz sobre una de las caras del Mêru, la cara meridional, que mira al Jambu-dwîpa, y que está hecha de zafiro; es fácil comprender que esto se refiere al mismo simbolismo. El Jambu-dwîpa no es solo la India como se cree de ordinario, sino que representa en realidad todo el conjunto del mundo terrestre en su estado actual; y, en efecto, este mundo puede ser considerado como situado todo entero al sur del Mêru, puesto que éste se identifica con el polo septentrional2. Los siete dwîpas (literalmente «islas» o «continentes») emergen sucesivamente en el curso de ciertos periodos cíclicos, de suerte que cada uno de ellos es el mundo terrestre considerado en el periodo correspondiente; forman un loto cuyo centro es el Mêru, en relación al cual están orientados según las siete regiones del espacio3. Así pues, hay una cara del Mêru que está vuelta hacia cada uno de los siete dwîpas; si cada una de estas caras tiene uno de los colores del arcoiris1, la síntesis de estos siete colores es el blanco, que se atribuye por todas partes a la autoridad espiritual suprema2, y que es el color del Mêru considerado en sí mismo (veremos que se le designa efectivamente, como la «montaña blanca»), mientras que los demás colores representan solo sus aspectos en relación a los diferentes dwîpas. Parece que, para el periodo de manifestación de cada dwîpa, haya una posición diferente del Mêru; pero, en realidad, el Mêru es inmutable, puesto que es el centro, y es la orientación del mundo terrestre en relación a él la que es cambiada de un periodo a otro.

Volvamos a la palabra hebraica luz, cuyas diversas significaciones son muy dignas de atención: esta palabra tiene ordinariamente el sentido de «almendra» (y también de «almendro», puesto que designa por extensión tanto al árbol como a su fruto) o de «hueso»; ahora bien, el hueso es lo más interior y oculto que hay, y está enteramente cerrado, de ahí la idea de «inviolabilidad»3 (idea que se vuelve a encontrar en el nombre del Agarttha). La misma palabra luz es también el nombre dado a una partícula corporal indestructible, representada simbólicamente como un hueso muy duro, y a la cual el alma permanecería ligada después de la muerte y hasta la resurrección4. Como el hueso de la almendra contiene el germen, y como el hueso corporal contiene la médula, este luz contiene los elementos virtuales necesarios a la restauración del ser; y esta restauración se operará bajo la influencia del «rocío celeste», que revivifica las osamentas desecadas; es a esto a lo que hace alusión, de la manera más clara, esta palabra de San Pablo: «Sembrado en la corrupción, resucitará en la gloria»5. Aquí como siempre, la «gloria» se refiere a la Shekinah, considerada en el mundo superior, y con la cual el «rocío celeste» tiene una estrecha relación, así como ya hemos podido darnos cuenta de ello precedentemente. Puesto que el luz es imperecedero6, es, en el ser humano, el «núcleo de la inmortalidad», como el lugar que es designado por el mismo nombre es la «morada de la inmortalidad»: ahí se detiene, en los dos casos, el poder del «Ángel de la Muerte». Es en cierto modo el huevo o el embrión del Inmortal1; puede ser comparado también a la crisálida de donde debe salir la mariposa2, comparación que traduce exactamente su papel en relación a la resurrección.

Se sitúa al luz hacia la extremidad inferior de la columna vertebral; esto puede parecer bastante extraño, pero se aclara por una aproximación a lo que la tradición hindú dice de la fuerza llamada kundalinî 3, que es una forma de la Shakti considerada como inmanente en el ser humano4. Esta fuerza es representada bajo la figura de una serpiente enrollada sobre sí misma, en una región del organismo sutil que corresponde precisamente también a la extremidad inferior de la columna vertebral; al menos es así en el hombre ordinario; pero, por el efecto de prácticas tales como las del Hatha-Yoga, ella se despierta, se despliega y se eleva a través de las «ruedas» (chakras) o «lotos» (kamalas) que responden a los diversos plexos, para alcanzar la región que corresponde al «tercer ojo», es decir, al ojo frontal de Shiva. Este estadio representa la restitución del «estado primordial», donde el hombre recupera el «sentido de la eternidad» y, por eso mismo, obtiene lo que hemos llamado en otra parte la inmortalidad virtual. Hasta aquí, todavía estamos en el estado humano; en una fase ulterior, kundalinî alcanza finalmente la coronilla de la cabeza5, y esta última fase se refiere a la conquista efectiva de los estados superiores del Ser. Lo que parece resultar de esta aproximación, es que la localización del luz en la parte inferior del organismo se refiere solo a la condición de «hombre caído»; y, para la humanidad terrestre considerada en su conjunto, ocurre lo mismo con la localización del centro espiritual supremo en el «mundo subterráneo».6

CAPÍTULO VIII

EL CENTRO SUPREMO OCULTO DURANTE EL «KALI-YUGA»

El Agarttha, se dice en efecto, no siempre fue subterráneo, y no lo permanecerá siempre; vendrá un tiempo donde, según las palabras contadas por M. Ossendowski, «los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas y aparecerán sobre la superficie de la tierra»1. Antes de su desaparición del mundo visible, este centro llevaba otro nombre, ya que el de Agarttha, que significa «inaprehensible» o «inaccesible» (y también «inviolable», ya que es la «morada de la Paz», Salem), no le habría convenido entonces; M. Ossendowski precisa que ha devenido subterráneo «hace más de seis mil años», y se encuentra que esta fecha corresponde, con una aproximación muy suficiente, al comienzo del Kali-Yuga o «edad negra», la «edad de hierro» de los antiguos occidentales, el último de los cuatro periodos en los cuales se divide el Manvantara2; su reaparición debe coincidir con el fin del mismo periodo.

Hemos hablado más atrás de las alusiones hechas por todas las tradiciones a algo que se ha perdido o que se ha ocultado, y que se representa bajo símbolos diversos; esto, cuando se lo toma en su sentido general, el que concierne a todo el conjunto de la humanidad terrestre, se refiere precisamente a las condiciones del Kali-Yuga. Así pues, el periodo actual es un periodo de oscurecimiento y de confusión3; sus condiciones son tales, que mientras que persistan, el conocimiento iniciático debe necesariamente permanecer oculto, de donde el carácter de los «Misterios» de la antigüedad llamada «histórica» (que ni siquiera se remonta hasta el comienzo de este periodo)1 y de las organizaciones secretas de todos los pueblos: organizaciones que dan una iniciación efectiva allí donde subsiste todavía una verdadera doctrina tradicional, pero que ya no ofrecen más que su sombra cuando el espíritu de esa doctrina ha cesado de vivificar los símbolos que no son más que su representación exterior, y eso porque, por razones diversas, todo lazo consciente con el centro espiritual del mundo ha acabado por ser roto, lo que es el sentido más particular de la pérdida de la tradición, el que concierne especialmente a tal o a cual centro secundario, que haya cesado de estar en relación directa y efectiva con el centro supremo.
Así pues, como ya lo hemos dicho precedentemente, se debe hablar de algo que está ocultado más bien que verdaderamente perdido, puesto que no está perdido para todos y puesto que algunos lo poseen todavía integralmente; y, si ello es así, otros tienen siempre la posibilidad de reencontrarlo, siempre que lo busquen como conviene, es decir, que su intención sea dirigida de tal suerte que, por las vibraciones armónicas que despierte según la ley de las «acciones y reacciones concordantes»2, pueda ponerles en comunicación espiritual efectiva con el centro supremo3. Por lo demás, esta dirección de la intención tiene, en todas las formas tradicionales, su representación simbólica; queremos hablar de la orientación ritual: ésta, en efecto, es propiamente la dirección hacia un centro espiritual, que, cualquiera que éste sea, es siempre una imagen del verdadero «Centro del Mundo»4. Pero, a medida que se avanza en el Kali-Yuga, la unión con este centro, cada vez más cerrado y ocultado, deviene más difícil, al mismo tiempo que devienen más raros los centros secundarios que le representan exteriormente5; y no obstante, cuando acabe este periodo, la tradición deberá ser manifestada de nuevo en su integridad, puesto que el comienzo de cada Manvantara, al coincidir con el fin del precedente, implica necesariamente, para la humanidad terrestre, el retorno al «estado primordial»1.

En Europa, todo lazo establecido conscientemente con el centro por medio de organizaciones regulares está actualmente roto, y ello es así desde hace ya varios siglos; por otra parte, esta ruptura no se ha cumplido de un solo golpe, sino en varias fases sucesivas2. La primera de estas fases se remonta al comienzo del siglo XIV; lo que ya hemos dicho en otra parte de las Órdenes de caballería puede hacer comprender que una de sus funciones principales era asegurar una comunicación entre Oriente y Occidente, comunicación cuyo verdadero alcance es posible aprehender si se precisa que el centro del que hablamos aquí ha sido descrito siempre, al menos en lo que concierne a los tiempos «históricos», como estando situado en la parte de Oriente. No obstante, después de la destrucción de la Orden del Temple, el Rosacrucianismo, o aquello a lo que se debía dar este nombre después, continuó asegurando el mismo lazo, aunque de una manera más disimulada3. El Renacimiento y la Reforma marcaron una nueva fase crítica, y finalmente, según lo que parece indicar Saint-Yves, la ruptura completa habría coincidido con los tratados de Westfalia que, en 1648, terminaron la guerra de los Treinta Años. Ahora bien, es sorprendente que varios autores hayan afirmado precisamente, que, poco después de la guerra de los Treinta Años, los verdaderos Rosa-Cruz abandonaron Europa para retirarse a Asia; y recordaremos, a este propósito, que los Adeptos rosacrucianos eran en número de doce, como los miembros del círculo más interior del Agarttha, y conformemente a la constitución común a tantos centros espirituales formados a la imagen de ese centro supremo.

A partir de esta última época, el depósito del conocimiento iniciático efectivo ya no es guardado realmente por ninguna organización occidental; así, Swedenborg declaraba que en adelante es entre los Sabios del Tíbet y de la Tartaria donde sería menester buscar la «Palabra perdida»; y, por su lado, Anne-Catherine Emmerich tuvo la visión de un lugar misterioso que llamaba la «Montaña de los Profetas» y que se situaba en las mismas regiones. Agregaremos que es de las informaciones fragmentarias que Mme Blavatsky pudo recopilar sobre este tema, sin comprender por lo demás su verdadera significación, de donde nació en ella la idea de la «Gran Logia Blanca», a la que podríamos llamar, no ya una imagen, sino simplemente una caricatura o una parodia imaginaria del Agarttha1.

CAPÍTULO IX

EL «OMPHALOS» Y LOS BÉTULOS

Según lo que cuenta M. Ossendowski, el «Rey del Mundo» apareció antaño varias veces, en la India y en Siam, «bendiciendo al pueblo con una manzana de oro coronada de un cordero»; y este detalle toma toda su importancia cuando se le aproxima a lo que Saint-Yves dice del «Ciclo del Cordero y del Carnero»1. Por otro lado, y esto es todavía más destacable, existen en la simbólica cristiana innumerables representaciones del Cordero sobre una montaña de donde descienden cuatro ríos, que son evidentemente idénticos a los cuatro ríos del Paraíso terrestre2. Ahora bien, hemos dicho que el Agarttha, anteriormente al comienzo del Kali-Yuga, llevaba otro nombre, y este nombre era el de Paradêsha, que, en sánscrito, significa «región suprema», lo que se aplica perfectamente al centro espiritual por excelencia, designado también como el «Corazón del Mundo»; es de esta palabra de donde los Caldeos han hecho Pardes y los occidentales Paraíso. Tal es el sentido original de esta última palabra, y esto debe acaba de hacer comprender por qué hemos dicho precedentemente que lo que se trata es siempre, bajo una forma o bajo otra, la misma cosa que el Pardes de la Kabbala hebraica.

Por otra parte, si uno se remite a lo que hemos dicho y explicado sobre el simbolismo del «Polo», es fácil ver también que la montaña del Paraíso terrestre es idéntica a la «montaña polar», de la que se trata, bajo nombres diversos, en casi todas las tradiciones: ya hemos mencionado el Mêru de los Hindúes y el Alborj de los Persas, así como el Montsalvat de la leyenda occidental del Grial; citaremos también la montaña de Qâf de los árabes1, e incluso el Olimpo de los griegos, que, bajo muchos aspectos, tiene la misma significación. Se trata siempre de una región que, como el Paraíso terrestre, ha devenido inaccesible a la humanidad ordinaria, y que está situada fuera del alcance de todos los cataclismos que trastornan al mundo humano al final de algunos periodos cíclicos. Esta región es verdaderamente la «región suprema»; por lo demás, según algunos textos védicos y avésticos, su situación habría sido primitivamente polar, incluso en el sentido literal de esta palabra; y, cualesquiera que pueda ser su localización a través de las diferentes fases de la historia de la humanidad terrestre, permanece siempre polar en el sentido simbólico, puesto que representa esencialmente el eje fijo alrededor del cual se cumple la revolución de todas las cosas.
La montaña figura naturalmente el «Centro del Mundo» antes del Kali-Yuga, es decir, cuando existía en cierto modo abiertamente y no era todavía subterráneo; así pues, corresponde a lo que se podría llamar su situación normal, fuera del periodo obscuro cuyas condiciones especiales implican una suerte de inversión del orden establecido. Por lo demás, es menester agregar que, a parte de estas consideraciones que se refieren a las leyes cíclicas, los símbolos de la montaña y de la caverna tienen uno y otro su razón de ser, y que hay entre ellos un verdadero complementarismo2; además, la caverna puede ser considerada como situada en el interior de la montaña misma, o inmediatamente debajo de ésta.

Hay también otros símbolos que, en las tradiciones antiguas, representan el «Centro del Mundo»; uno de los más destacables es quizás el del Omphalos, que se encuentra igualmente en casi todos los pueblos3. La palabra griega omphalos significa «ombligo», pero designa también, de una manera general, todo lo que es centro, y más especialmente el cubo de una rueda; en sánscrito, la palabra nâbhi tiene igualmente estas diferentes acepciones, y, en las lenguas célticas y germánicas, hay igualmente derivados de la misma raíz, que se encuentran bajo las formas nab y nav1. Por otra parte, en galo, la palabra nav o naf, que es evidentemente idéntica a estas últimas, tiene el sentido de «jefe» y se aplica incluso a Dios; así pues, es la idea del Principio central la que se expresa aquí2. Por lo demás, el sentido de «cubo» tiene, a este respecto, una importancia muy particular, porque la rueda es por todas partes un símbolo del Mundo realizando su rotación alrededor de un punto fijo, símbolo que debe ser aproximado por tanto al del swastika; pero, en éste, la circunferencia que representa la manifestación no está trazada, de suerte que es el centro mismo el que es designado directamente: el swastika no es una figura del Mundo, sino más bien de la acción del Principio al respecto del Mundo.

El símbolo del Omphalos podía estar colocado en un lugar que fuera simplemente el centro de una región determinada, centro espiritual, por lo demás, más bien que centro geográfico, aunque los dos hayan podido coincidir en algunos casos; pero, si ello era así, es porque este punto era verdaderamente, para el pueblo que habitaba la región considerada, la imagen visible del «Centro del Mundo», de igual modo que la tradición propia de ese pueblo no era más que una adaptación de la tradición primordial bajo la forma que convenía mejor a su mentalidad y a sus condiciones de existencia. Se conoce sobre todo, de ordinario, el Omphalos del templo de Delfos; este templo era realmente el centro espiritual de la Grecia antigua3, y, sin insistir sobre todas las razones que podrían justificar esta aserción, solo haremos destacar que era allí donde se juntaba, dos veces al año, el consejo de los Anfictiones, compuesto por los representantes de todos los pueblos helénicos, y que formaba por lo demás el único lazo efectivo entre aquellos pueblos, lazo cuya fuerza residía precisamente en su carácter esencialmente tradicional.

La representación material del Omphalos era generalmente una piedra sagrada, lo que se denomina frecuentemente un «bétulo»; y esta última palabra parece no ser otra cosa que el hebreo Beith-El, «casa de Dios», el mismo nombre que Jacob dio al lugar donde el Señor se había manifestado a él en un sueño: «Y Jacob se despertó de su sueño y dijo: Ciertamente el Señor está en este lugar, y yo no lo sabía. Y se asustó y dijo: ¡Cuán temible es este lugar! Es la casa de Dios y la puerta de los Cielos. Y Jacob se levantó de madrugada, y tomando la piedra de la que había hecho su cabecera la erigió como un pilar, y vertió óleo sobre su cima (para consagrarla). Y Jacob dio a este lugar el nombre de Beith-El; pero el primer nombre de esta ciudad era Luz»1. Ya hemos explicado más atrás la significación de esta palabra Luz; por otra parte se dice también que Beith-El, «casa de Dios», devino después Beith-Lehem, «casa del pan», la ciudad donde nació Cristo2; la relación simbólica que existe entre la piedra y el pan sería por lo demás muy digna de atención3. Lo que es menester precisar todavía, es que el nombre de Beith-El no se aplica solo al lugar, sino también a la piedra misma: «Y esta piedra, que he erigido como un pilar, será la casa de Dios»4. Así pues, es esta piedra la que debe ser propiamente el «habitáculo Divino» (mishkan), según la designación que se daría más tarde al Tabernáculo, es decir, la sede de la Shekinah; todo esto se vincula naturalmente a la cuestión de las «influencias espirituales» (berakoth), y, cuando se habla del «culto de las piedras», que fue común a tantos pueblos antiguos, es menester comprender bien que este culto no se dirigía a las piedras, sino a la Divinidad de la que eran residencia.

La piedra que representa el Omphalos podía tener la forma de un pilar, como la piedra de Jacob; es muy probable que, entre los pueblos célticos, algunos menhires tuvieran esta significación; y los oráculos se daban junto a estas piedras, como en Delfos, lo que se explica fácilmente desde que eran consideradas como la morada de la Divinidad; por lo demás, la «casa de Dios» se identifica naturalmente al «Centro del Mundo». El Omphalos podía ser representado también por una piedra de forma cónica, como la piedra negra de Cybeles, u ovoide; el cono recordaba la montaña sagrada, símbolo del «Polo» o del «Eje del Mundo»; en cuanto a la forma ovoide, se refiere directamente a otro símbolo muy importante, el del «Huevo del Mundo»5. Es menester agregar también que, si el Omphalos era representado lo más habitualmente por una piedra, también ha podido serlo a veces por un montículo, una suerte de túmulo, que es todavía una imagen de la montaña sagrada; así, en China, en el centro de cada reino o Estado feudal, se elevaba antaño un montículo en forma de pirámide cuadrangular, formado con la tierra de las «cinco regiones»: las cuatro caras correspondían a los cuatro puntos cardinales, y la cima al centro mismo1. Cosa singular, vamos a encontrar estas «cinco regiones» en Irlanda, donde la «piedra en pie del jefe» estaba, de una manera semejante, elevada en el centro de cada dominio2.
En efecto, es Irlanda el que, entre los países célticos, proporciona el mayor número de datos relativos al Omphalos; antaño estaba dividida en cinco reinos, de los cuales uno llevaba el nombre de Mide (que permanece bajo la forma anglicisada de Meath), que es la antigua palabra céltica medion, «medio», idéntico al latín medius3. Este reino Mide, que había sido formado de porciones sacadas de los territorios de los otros cuatro, había devenido el patrimonio propio del rey supremo de Irlanda, al que los otros reyes estaban subordinados4. En Ushnagh, que representa bastante exactamente el centro del país, estaba erigida una piedra gigantesca llamada «ombligo de la Tierra», y designada también bajo el nombre de «piedra de las porciones» (ailna-meeran), porque marcaba el lugar donde convergían, en el interior del reino de Mide, las líneas separativas de los cuatro reinos primitivos. Allí se tenía anualmente, el primero de mayo, una asamblea general enteramente comparable a la reunión anual de los Druidas en el «lugar consagrado central» (medio-lanon o medio-nemeton) de la Galia, en el país de los Carnutos; y aquí se impone igualmente la aproximación con la asamblea de los Anfictiones en Delfos.

Esta división de Irlanda en cuatro reinos, más la región central que era la residencia del jefe supremo, se vincula a tradiciones extremadamente antiguas. En efecto, por esta razón, Irlanda fue llamada la «isla de los cuatro Señores»5, pero esta denominación, lo mismo que la de «isla verde» (Erin), se aplicaba anteriormente a otra tierra mucho más septentrional, hoy día desconocida, quizás desaparecida, Ogygia o antes Thulé, que fue uno de los principales centros espirituales, si no incluso el centro supremo de un cierto periodo. El recuerdo de esta «isla de los cuatro Señores» se encuentra hasta en la tradición china, lo que parece no haber sido precisado nunca; he aquí un texto taoísta que da fe de ello: «El emperador Yao se esforzó mucho, y se imaginó haber reinado idealmente bien. Después de que hubo visitado a los cuatro Señores, en la lejana isla de Kou-chee (habitada por «hombres verdaderos», tchenn-jen, es decir, hombres reintegrados al «estado primordial»), reconoció que lo había estropeado todo. El ideal, es la indiferencia (o más bien el desapego, en la actividad «no actuante») del sobre-hombre1, que deja girar la rueda cósmica»2. Por otra parte, los «cuatro Señores» se identifican a los cuatro Mahârâjas o «grandes reyes» que, según las tradiciones de la India y del Tíbet, presiden en los cuatro puntos cardinales3; corresponden al mismo tiempo a los elementos: el Señor supremo, el quinto, que reside en el centro, sobre la montaña sagrada, representa entonces el Éther (Akâsha), la «quintaesencia» (quintaessentia) de los hermetistas, el elemento primordial del que proceden los otros cuatro4; y tradiciones análogas se encuentran también en la América Central.

René Guenón

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Etiquetas: Guenón, Mundo Subterráneo, Rey del Mundo
20 de octubre de 2008
El Rey del Mundo
Hoy vamos a tratar uno de los textos más representativos del Mundo Subterráneo. Se trata de: “Bestias, Hombres y Dioses”, de Ferdinand Ossedonwski. Este autor de origen polaco, narró sus peripecias en tierras tibetanas.

Sin embargo aquel estudio de corte biográfico, adquirió fama por uno de sus capítulos, donde se hacía mención al Rey del Mundo, y el Imperio Subterráneo de Agartha.

Ossedonwski, no fue el primero en introducir este tema en Occidente, ya que su antecesor fue un esoterista francés, el marqués de Alexander Saint –Yves d’ Alveydre, que en 1885 publicó Misión de la India en Europa, oscuro texto donde daba cuenta de su encuentro con un misterioso representante del Agartha.

“Bestias, Hombres y Dioses vió la luz en 1922. Aquí el fascinante relato.



El Misterio de los Misterios

El Rey del Mundo
Por Ferdinand Ossendowski
Capítulo XLVI


El Reino Subterráneo

¡Deteneos! -murmuró mi guía mongol un día que atravesábamos el llano cerca de Tzagan Luk-. ¡Deteneos!

Y se dejó resbalar desde lo alto de su camello, que se tumbó sin que nadie se lo ordenase. El mongol se tapó la cara con las manos en actitud de orar y comenzó a repetir la frase sagrada: Om mani padme Hung.

Los otros mongoles detuvieron también sus camellos y se pusieron a rezar.

-¿Qué sucede? pensé yo, mirando en torno mío la hierba verde pálido que se extendía por el horizonte hasta un cielo sin nubes, iluminado por los últimos rayos soñadores del sol poniente.

Los mongoles rezaron durante un momento, cuchichearon entre ellos y después de apretar lar cinchas de los camellos reanudaron la marcha.

-¿No habéis visto -me preguntó el mongol -cómo nuestros camellos movían las orejas espantados, cómo los caballos en la llanura quedaban inmóviles y atentos y cómo los carneros y el ganado se echaban en el suelo? ¿No observasteis que los pájaros dejaron de volar, las marmotas de correr y los perros de ladrar? El aire vibraba dulcemente y traía de lejos la música de una canción que penetraba hasta el corazón de los hombres, de las bestias y de las aves. La tierra y el cielo contenían el aliento. El viento cesaba de soplar; el sol detenía su carrera. En un momento como aquél, el lobo que se aproximaba a hurtadillas a los carneros hace alto en su marcha solapada; el rebaño de antílopes, amedrentado, retiene su ímpetu peculiar; el cuchillo del pastor, dispuesto a degollar al carnero, se le cae de las manos; el armiño rapaz cesa de arrastrarse detrás de la confiada perdiz salga. Todos los seres vivos, transidos de miedo, involuntariamente sienten la necesidad de orar, aguardando su destino. Esto era lo que entonces ocurría, lo que sucede siempre que el Rey del Mundo, en su palacio subterráneo, reza inquiriendo el porvenir de los pueblos de la tierra.

Así habló el mongol, pastor simple e inculto.

Mongolia, con sus montañas peladas y terribles, sus llanuras limitadas cubiertas de los huesos esparcidos de los antepasados, ha dado origen al misterio. Este misterio, su pueblo, aterrado por las pasiones tormentosas de la naturaleza o adormecido por la paz de la muerte, lo siente en su plena magnitud y los lamas, rojos y amarillos, lo perpetúan y poetizan. Los pontífices de Urga y Lhassa guardan su ciencia y su posesión.

Ha sido durante mi viaje a Asia central cuando he conocido por primera vez el misterio de los misterios, pues no puedo llamarlo de otra manera. Al principio no le concedí mucha atención, pero comprendí después su importancia al analizar y comparar ciertos testimonios esporádicos y frecuentemente sujetos a controversias.

Los ancianos de las riberas del Amyl me refirieron una antigua leyenda, según la cual una tribu mongola, intentando huir de las exigencias de Gengis Jan, se ocultó en una comarca subterránea. Más tarde un soyoto de los alrededores del Nogan Kul me mostró, así que se disipó una nube de humo, la puerta que sirve de entrada al reino de Agharti. Antaño penetró por esa puerta en el reino un cazador, y a su vuelta empezó a contar lo que había visto. Los lamas le cortaron la lengua para Impedirle hablar del misterio de los misterios. Ya viejo, volvió a la entrada de la caverna y desapareció en el reino subterráneo cuyo recuerdo tanto encantó y regocijó su corazón de nómada.

Obtuve informes más detallados de labios del hutuktu Jelyl Dyamsrap de Narabanchi Kure. Este me narró la historia de la llegada del poderoso Rey del Mundo a su salida del reino subterráneo, su aparición, sus milagros y profecías, y entonces solamente empecé a comprender que en esta leyenda, esta hipnosis, esta visión colectiva, de cualquier modo como se la interprete, se encierra, a m s de un misterio, una fuerza real y soberana, capaz de influir en el curso de la vida política de Asia. A partir de ese momento, comencé mis investigaciones.

El lama Gelong, favorito del príncipe Chultun Beyli, y el príncipe mismo, me hicieron la descripción del reino subterráneo.

-En el mundo -dijo el Cielong-, todo se halla constantemente en estado de transición y de cambio: los pueblos, las religiones, las leyes y las costumbres. ¡Cuántos grandes imperios y brillantes constituciones han perecido. Lo único que no cambia nunca es el mal, el instrumento de los espíritus perversos. Hace más de seis mil años, un hombre santo desapareció con toda una tribu en el interior de la tierra y nunca ha reaparecido en la superficie de ella. Muchos hombres, sin embargo, han visitado después ese reino misterioso: Sakya Muni, Nadur Gheghen, Paspa, Baber y otros. Nadie sabe dónde se encuentra situado. Dicen unos que en el Afganistán, otros que en la India. Todos los miembros de esta religión están protegidos contra el mal, y el crimen no existe en el interior de sus fronteras. La ciencia se ha desarrollado en la tranquilidad y nadie vive amenazado de destrucción. El pueblo subterráneo ha llegado al colmo de la sabiduría. Ahora es, un gran reino que cuenta con millones de súbditos regidos por el Rey del Mundo. Éste conoce todas las fuerzas de la naturaleza, lee en todas las almas humanas y en el gran libro del destino. Invisible, reina sobre ochocientos millones de hombres, que están dispuestos a ejecutar sus órdenes.

El príncipe Chultun Beyli agregó: -Este reino es se extiende a través de todos los accesos subterráneos del mundo entero. He oído a un sabio lama decir al Bogdo Jan que todas las cavernas subterráneas de América están habitadas por el pueblo antiguo que desapareció de la tierra. Aún se encuentran huellas suyas en la -superfice del país. Estos pueblos y estos espacios subterráneos, dependen de jefes que reconocen la soberanía del Rey del Mundo. En ello no hay gran cosa sorprendente. Sabéis que en los dos Océanos mayores del Este y el Oeste habla remotamente dos continentes. Las aguas se los tragaron y sus habitantes pasaron al reino subterráneo. Las cavernas profundas están iluminadas con un resplandor particular que permite el crecimiento de cereales y otros vegetales y da a las gentes una larga vida sin enfermedades. Allí existen numerosos pueblos e incontables tribus. Un viejo brahmán budista de Nepal, obedeciendo la voluntad de los dioses, hizo una visita al antiguo reino de Gengis, Siam, y en ella encontró un pescador, quien le ordenó que ocupase su barca y bogase con él hacia el mar. Al tercer día arribaron a una isla donde vivía una raza de hombres con dos lenguas, que podían hablar separadamente idiomas distintos. Les enseñaron animales curiosos, tortugas de dieciseis patas y un solo ojo, enormes serpientes de sabrosa carne y pájaros con dientes que cogían los, peces del mar para sus amos desconocidos.

Esos isleños les dijeron que habían venido del reino subterráneo y les describieron ciertas regiones.

El lama Turgut, que me acompañó en mi viaje de Urga a Pekín, me proporcionó otros informes.

La caipital de Agharti está rodeada de villas en las que habitan los grandes sacerdotess sacerdotes y los sabios. Recuerda a Lhassa, donde el palacio del Dali Lama, el Potala, se halla en la cima de un monte cubierto de templos y monasterios. El trono del Rey del Mundo se alza entre dos millones de dioses encarnados. Estos son los santos panditas. El palacio mismo se halla circundado por la residencia de los Goros, quienes Poseen todas las fuerzas visibles e invisibles de la tierra, del infierno y del cielo, y pueden disponer a su antojo de la vida y la muerte de los hombres. Si nuestra loca humanidad emprendiese la guerra contra ellos, serían capaces de hacer saltar la corteza de nuestro planeta, transformando la superficie de éste en desiertos. Pueden secar los mares, cambiar los continentes en oceanos y convertir las montañas en arenales. A su mando, los árboles, las hierbas y las zarzas empiezan a retoñar; los hombres viejos y débiles se rejuvenecen y vigorizan y los muertos resucitan. En extraños carros, que nosotros no conocemos, recorren a toda velocidad los estrechos pasillos del interior de nuestro planeta. Algunos brahmanes de la India y ciertos Dala¡ Lamas del Tibet, han conseguido escalar los picos de las cordilleras, nunca hollados hasta entonces por el pie humano, y vieron inscripciones grabadas en las rocas, pisadas en la nieve y señales de ruedas de carruajes. El bienaventurado Sakya Muni encontró en la cima de un monte unas tablas de piedra con letreros que sólo logró descifrar a edad muy avanzada, y penetró luego en el reino de Agharti, del que trajo las migajas del saber sagrado que pudo retener en la memoria. Allí, en palacios maravillosos de cristal, moran los jefes invisibles de los fieles: el Rey del Mundo, Brahytma, que puede hablar a Dios como yo os hablo, y sus dos auxiliares: mahytma, que conoce los acontecimientos futuros, y Mahynga, que dirige las causas de acontecimientos.

Los santos panditas estudian el mundo y sus fuerzas. A veces, los más sabios de ellos se reúnen y envían delegados a los sitios donde jamás llegó la mirada de los hombres. Esto lo describe el Tashi Lama, que vivió hace ochocientos cincuenta años. Los panditas más altos, con una mano en los ojos y la otra en la base del cráneo de los sacerdotes más jóvenes, les adormecen profundamente, lavan sus cuerpos con infusiones de plantas, les inmunizan contra el dolor, les hacen tan duros como la piedra, les envuelven en bandas mágicas y se ponen a rezar al Dios poderoso. Los jóvenes, petrificados, acostados, con los ojos abiertos y los oídos atentos, ven, oyen y se acuerdan de todo. Enseguida un Goro se acerca y clava en ellos una mirada penetrante. Lentamente los cuerpos se levantan de la tierra y desaparecen. El Goro sigue sentado, con los ojos fijos en el sitio al que los envió. Unos hilos invisibles le sujetan a su voluntad y algunos de ellos viajan por las estrellas, asisten a los acontecimientos y observan los pueblos desconocidos, sus costumbres y condiciones. Escuchan las conversaciones, leen los libros y se percatan de las dichas y las miserias, de la santidad y los pecados, de la piedad y del vicio... Los hay que se mezclan a la llama, ven la criatura de fuego, ardiente y feroz, combaten sin tregua, derriten y machacan los metales en las entrarías de los planetas, hacen hervir el agua de los geysers y fuentes termales, funden las rocas y derraman sus materias en fusión sobre la superficie de la tierra y en los orificios de las montarías. Otros se lanzan en busca de los seres del aire, infinitamente pequeños, evanescentes y transparentes, empapándose en sus misterios y descubriendo el objeto de su existencia. Algunos se deslizan hasta los abismos del mar y estudian el reino de las útiles criaturas del agua que transportan y esparcen el calor saludable por toda la tierra, rigiendo los vientos, las olas y las tempestades. En el monasterio de Erdeni Dru vivió antaño Pandita Hutukta, que estuvo en Agharti. Al morir habló del tiempo en que moró, por voluntad del Goro, en una estrella roja del Este, y de cuando voló sobre el Océano cubierto de hielos y vagó entre las llamas ondulantes que arden en las profundidades de la tierra.

Estas son las historias que oí contar en las yurtas de los príncipes y en los monasterios lamaistas. El tono con que me las referían me impedía formular la menor objeción.

Misterio...

CAPÍTULO XLVII

EL REY DEL MUNDO ENFRENTE DE DIOS

Durante mi estancia en Urga intenté hallar una explicación a esa leyenda del Rey del Mundo. Naturalmente, el Buda vivo era quien mejor podía documentarme, y procuré, por tanto, hacerle hablar acerca de ello. En una conversación con, él cité el, nombre del Rey del Mundo. El anciano pontífice volvió bruscamente la cabeza hacia mi lado y fijó en mí sus ojos inmóviles y sin vida. A mi pesar, me quedé callado. El silencio. se prolongó y el pontífice reanudó el diálogo de manera que comprendí no deseaba abordar el tema. En las cams de las demás personas presentes observé la expresión del asombro y espanto que mis palabras hablan producido, especialmente en el bibliotecario del Bogdo Jan. Se comprenderá fácilmente que todo aquello contribuyó a aumentar mi curiosidad y mi afán de profundizar en el asunto.

Cuando salí del despacho del Bogdo Hutuktu, encontré al bibliotecario que, se habla ido antes que yo, y le pregunté si consentiría en que visitase la biblioteca del Buda vivo. Empleé con él una treta inocente.

-Sabed, mi querido lama-le dije, que yo estuve un día en medio del campo, a la hora en que el Rey del Mundo conversaba con Dios, y experimenté la conmovedora impresión del momento.

Sorprendiéndome mucho, el viejo lama me repuso con tono sereno.

-No es justo que el budismo y nuestra religión amarilla lo oculten. El reconocimiento de la existencia del más santo y poderoso de los hombres, del reino bendito, del gran tan templo de la ciencia sagrada, es tan consolador para nuestros corazones de pecadores y nuestras vidas corrompidas, que ocultarlo a la humanidad sería un pecado. Pues bien, oíd -añadió el letrado-: el año entero el Rey del Mundo dirige los trabajos de los panditas y goros de Agharti. A veces, acude a la caverna de¡ templo, donde reposa el cuerpo embalsamado de su antecesor, en un féretro de piedra negra. Esta caverna está siempre obscura, pero cuando el Rey del Mundo entra en ella, en los muros surgen rayas de fuego, y de la cubierta de¡ féretro suben lenguas de llamas. El goro mayor se mantiene junto a él, tapadas la cabeza y la cara, con las manos cruzadas sobre el pecho. El goro no se quita nunca el velo del rostro, porque su cabeza es una calavera de ojos chispeantes y lengua expeditiva. Comulga con las almas de los difuntos.



El Rey del Mundo habla largo rato, luego se aproxima al féretro, extendiendo la mano. Las llamas brillan más intensamente; las rayas de fuego de las paredes se extinguen y reaparecen entrelazándose, formando signos misteriosos del alfabeto vatannan. Del sarcófago empiezan a salir banderolas transparentes de luz apenas visible. Son los pensamientos de su antecesor. Pronto el Rey del Mundo se ve rodeado de una aureola de aquella luz, y las letras de fuego escriben, escriben sin cesar en las paredes los deseos y las órdenes de Dios. En aquel instante, el Rey del Mundo está en relación con las ideas de todos los que dirigen los destinos de la humanidad: reyes, zares, kanes, jefes guerreros, grandes sacerdotes, sabios, hombres poderosos. Conoce sus interiores y sus planes. SI agradan a Dios, el Rey del Mundo los favorecerá con su ayuda sobrenatural; si desagradan a Dios, el Rey provocará su fracaso. Esta facultad la posee Agharti por la creencia misteriosa de OM, vocablo con el que principian todas nuestras plegarias. Om es el nombre de un antiguo santo, el primero de los Goros, que vivió hace trescientos mil años. Fue el primer hombre que conoció a Dios, el primero que enseñó a la humanidad a creer, esperar y a luchar con el mal. Entonces Dios le otorgó poder absoluto sobre las fuerzas que gobiernan el mundo visible.

Después de su coloquio con su antecesor, el Rey del Mundo reúne el Supremo Consejo de Dios, juzga las acciones y los pensamientos de los grandes hombres y les ayuda o les anonada. Mahytma y Mahynga hallan el puesto de esas acciones e intenciones entre las causas que manejan el mundo. Enseguida, el Rey del Mundo entra en el templo, y a solas reza y medita. El fuego brota del altar, y poco a poco se propaga a todos los altares próximos, y a través de la llama ardiente se vislumbra cada vez más claro el rostro de Dios. El Rey del Mundo participa respuestuosamente a Dios las decisiones del Consejo, y recibe a cambio las instrucciones inescrutables del Omnipotente. Cuando abandona el templo, el Rey del Mundo exhala un resplandor divino.

CAPÍTULO XLVIII

¡REALIDAD O FICCIÓN MÍSTICA?

¿Ha visto alguién al Rey del Mundo? -pregunté-

-Sí -contestó el lama-. Durante las fiestas solemnes del primitivo budismo, en Siam y las Indias, el Rey del Mundo se apareció cinco veces. Ocupaba una carroza magnífica tirada por elefantes blancos, engalanados con finísimas telas cuajadas dé oro y pedrería. El Rey vestía un manto blanco y llevaba en la cabeza la tiara roja, de la que pendian hilos dé brillantes que le tapaban la cara. Bendecía al pueblo con sordos oyeron, los impedidos echaron a andar y los muertos se incorporaban en sus tumbas por doquiera fijaba la mirada el Rey del Mundo. También se apareció hace ciento cincuenta años, en Erdeni Dzu, y visitó igualmente el antiguo monasterio de Sakkal y Narabanchi Kure.

Uno de nuestros Budas vivos y uno de los Tashi Lamas recibieron de él un mensaje escrito en caracteres desconocidos y en láminas de oro. Nadie podía leer aquel documento. El Tashi Lania entró en el templo, puso la lámina de oro sobre su cabeza y empezó a rezar. Gracias a su plegarla los pensamientos de¡ Rey de¡ Mundo penetraron en su cerebro, y sin haber leído los enigmáticos signos, comprendió y cumplió la regia disposición.

-¿Cuántas personas han ido a Agharti?- pregunté.

Muchas contestó el lama-, pero todas guardan el secreto de lo que vieron. Cuando los Olets destruyeron Lhassa, uno de sus destacamentos, recorriendo las montañas del Sudoeste, llegó a los límites de Agharti. Aprendieron algunas ciencias misteriosas y las trajeron a la superficie de la tierra. He aquí por qué los Olets y los Kalniucos son tan hábiles magos y adivinos. Ciertas tribus negras del Este se internaron también en Agharti y allí estuvieron varios siglos. Más tarde fueron expulsados del reino y regresaron a la faz del planeta poseedores del misterio de los augurios según los naipes, las hierbas y las líneas de la mano. De esas tribus proceden los gitanos. Allá, en el norte de Asia, existe una tribu en vías de desaparecer, que residió en el maravilloso Agharti. Los miembros de ella saben llamar a las almas de los muertos cuando flotan en el aire.

El lama permaneció silencioso un buen rato. Luego, como respondiendo a mis pensamientos, continuó:

-En Agharti, los sabios panditas escriben en tablas de piedra toda la ciencia de nuestro planeta y de los demás mundos. Los doctos budistas chinos no lo ignoran. Su creencia es la más alta y pura. Cada siglo, cien sabios de China, se reúnen, en un lugar secreto, a orillas del mar, y de las profundidades ,de éste salen cien tortugas inmortales. En sus conchas, los chinos escriben las conclusiones de la ciencia divina del siglo.

Esto me recuerda la historia que me contó un viejo bonzo del templo del Cielo en Pekín. Me dijo que las tortugas viven más de tres mil años sin aire ni alimento y que esta es la razón por la cual todas las columnas del templo azul del Cielo tienen por base tortugas vivas, a fin de evitar quepudra la madera.

-Varias veces los pontifices de Urga y Lhassa han enviado embajadas a la Corte del Rey del Mundo-, agregó el lama bibliotecarío- Peero les fue imposible dar con ella. Sólo un cierto caudillo tibetano, después de una batalla con los Olets, encontró la caverna con la célebre inscripción: "Esta puerta conduce a Agharti". De la caverna salió un hombre de buena presencia que le mostró una plancha de oro con letras desconocidas y le dijo:

-El Rey del Mundo aparecerá delante de todos los hombres cuando llegue la hora de que se ponga al frente de los buenos para luchar con los malos; pero esa hora no ha sonado todavía. Los más malos de la humanidad aún están por nacer.

El chiang chun, barón Ungern, nombró embajador suyo en el reino subterráno al joven príncipe Punzig, pero éste regresó con una carta del Dali Lama de Lhassa. El barón le envió de nuevo y la segunda vez no volvió.

CAPÍTULO XLI

LA PROFECÍA DEL REY DEL MUNDO EN 1890

El hutuktu de Narabanchi me refirió lo siguiente cuando tuve ocasión de visitarle en su monasterio al empezar el año 1921: -La vez que el Rey de¡ Mundo se apareció a los lamas de nuestro monasterio, favorecidos por Dios, hace treinta años, hizo una profecía relativa a los cincuenta años inmediata y correlativamente venideros. Hela aquí.

«Cada día más se olvidarán los hombres de sus almas y se ocuparán de sus cuerpos. La corrupción más grande reinará en la tierra. Los hombres se asemejarán a animales feroces, sedientos de la sangre de sus hermanos. La Media Luna se borrará y sus adeptos se sumirán en la mendicidad y en la guerra perpetua. Sus conquistadores serán heridos por el sol, pero no subirán dos veces; les sucederá la peor de las desgracias y acabarán entre insultos a los ojos de los demás pueblos. Las coronas de los reyes, grandes y pequeños, caerán. uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho... Habrá una guerra terrible entre todos los pueblos. Los océanos enrojecerán... La tierra y el fondo de los mares se cubrirán de, esqueletos, se fraccionarán los reinos, morirán naciones enteras... el hambre, la enfermedad, los crímenes desconocidos de las leyes... cuanto el mundo no habrá contemplado aún. Entonces vendrán los enemigos de Dios y del Espíritu Divino que residen en el hombre. Quienes cojan la mano de otro, perecerán también. Los olvidados, los perseguidos. se sublevarán y llamarán -la atención del mundo entero. Habrá nieblas y tempestades, Las montañas peladas se cubrirán de bosques. Temblará la tierra... Millones de hombres cambiarán las cadenas de la esclavitud y las humillaciones por el hambre, las enfermedades y la muerte. Los antiguos caminos se llenarán de multitudes que Irán de un sitio a otro. Las ciudades mejores y más hermosas perecerán por el fuego... una, dos, tres... El padre luchará con el hijo, el hermano con el hermano, la madre con la hija. El vicio, el crimen, la destrucción de los cuerpos y de las almas imperarán sin frenos... Se dispersarán las familias... Desaparecerán la fidelidad y el amor... De diez mil hombres, uno solo sobrevivirá... un loco, desnudo, hambriento y sin fuerzas, que no sabrá construirse una casa, ni proporcionarse alimento... Aullará como un lobo rabioso, devorará cadáveres, morderá su propia carne y desafiará airado a Dios... Se despoblará la7 tierra. Dios le dejará de su mano. Sobre ella esparcirán tan sólo sus frutos la noche y la muerte. Entonces surgirá un pueblo hasta ahora desconocido que, con puño fuerte, arrancará las malas hierbas de la locura y del vicio y conducirá a los que hayan permanecido fieles al espíritu del hombre, a la batalla contra el mal. Fundarán una nueva vida en la tierra purificada por la muerte de las naciones. Dentro de cincuenta años no habrá más que tres grandes reinos nuevos que vivirán felices durante setenta y un años. En seguida vendrán diez y ocho años de guerras y cataclismos... Luego los pueblos de Agharti saldrán de sus cavernas subterráneas y aparecerán en la superficie de la tierra.

Mongolla orienta¡, camino de Pekín, me pregunté frecuentemente,

-¿Qué sucedería, si todos estos pueblos y tribus tan distintos y de tan diferentes razas y religiones comenzasen a emigrar al Oeste?

Ahora, en el momento de escribir estas últimas líneas, mi mirada se dirige involuntariamnte a ese vasto corazón del Asia central, teatro de mis correrías y aventuras. A través de los. torbellinos de nieve o de las tempestades de arena del Gobi, veo el rostro del hutuktu de Naraban, tono reposado me descubra el secreto de su pensamiento, señalando al horizonte con su fina mano de aristócrata.

Cerca de Karakorun, a orillas del Ubsa Nor, contemplo los Inmensos campamentos multicolores, los rebaños de toda clase de ganado, las yurtas azules de los jefes. Sobre esto se alzan los estandartes de Gengis Jan, de los reyes del Tíbet, de Siam, del Afganistán y de los príncipes indios; los signos sagrados de los pontificess lamaístas, los escudos de los Janes y de los Olets y los sencillos atributos de las tribus mongolas del Norte. No oigo el rumor de la agitada multitud. Los cantores no cantan los aires melancólicos de las montarías, de las llanuras y de los desiertos. Los jinetes mozos no disfrutan corriendo en sus ágiles caballos. Masas y masas de innumerables ancianos, mujeres y niños, ocupan el terreno y más allá al Norte y al Oeste, hasta donde la vista puede alcanzar, el cielo se tiñe con rojeces de llama y se oye el retumbar y el crepitar del incendio y el estruendo horrísono de la batalla y a matanza que lleva a los guerreros asiáticos entre ríos de sangre propia y de los enemigos, a la conquista de Europa. ¿Quién gula esas multitudes de ancianos sin armas? En ellas domina un orden severo, una comprensión profunda y religiosa del fin que se proponen, la paciencia y la tenacidad. Es la nueva emigración de los pueblos, la última marcha de los mongoles.

Quizás Karma ha abierto una nueva página en la historia ¿Qué ocurrirá si el Rey del Mundo está con ellos?

Pero este gran misterio de los misterios continúa siendo impenetrable.


Publicado por Débora Goldstern en 14:36 0 comentarios
Etiquetas: Agartha, Atlántida, Ferdinand Ossedonwski, Mundo Subterráneo, Rey del Mundo
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